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Difícilmente por BocaDeSerpiente

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Lo que más le gustaba a Harry de ser un Gryffindor era, precisamente, la excusa que le daba ser un Gryffindor.

Si hubiese sido un Hufflepuff, esperarían que fuese considerado y atento con los demás.

Si hubiese sido un Slytherin, esperarían autocontrol de su parte.

Si hubiese ido a Ravenclaw, esperarían que pensase antes de actuar.

Pero era un Gryffindor, y ciertas cosas le eran permitidas a los leones, por su fama de impulsivos y osados.

Besar de pronto a Draco Malfoy, esperaba él, se encontraba dentro de esa lista de excepciones. Incluso si no lo estaba, cualquiera que lo hubiese visto entonces, comprendería el motivo que tuvo para eliminar esa distancia ya de por sí escasa y besarlo; ese rostro afilado tan cerca del suyo, la respiración que chocaba contra su piel, la expresión embelesada, sus ojos.

Esos ojos que lo miraban brillantes, maravillados, como si fuese él la razón de que el sol saliese por las mañanas, como si fuese él quien colocaba las estrellas en el cielo cada noche.

Harry nunca se había sentido tan halagado, tan admirado. Tan querido.

Y de repente, era demasiado claro que a Draco le gustaba él, y a Harry le había encantado besarlo, y quería repetirlo, y no sabría si lo haría en cuanto lo viese.

Y aunque uno esperaría que fuese como un Gryffindor a enfrentar lo que se le pusiese por delante, ahí estaba, en un solitario pasillo, cabizbajo y con las manos metidas en los bolsillos, horas después de que el viaje de ese fin de semana hubiese concluido. Hasta se había saltado la cena, y sabía que Hermione lo esperaría para reprenderlo en la torre apenas pusiese un pie dentro.

Pero no podía quitarse de la cabeza la imagen de Draco cuando se apartó, con la piel teñida de rojo, los ojos muy abiertos y el labio inferior marcado por una mordida leve que le dio sin querer, hasta que comprendió lo que pasaba y su rostro se convirtió en horror puro.

Harry huyó tan pronto como se quitó a ese animal demoníaco de encima, y había regresado solo a Hogwarts, directo a la enfermería. Pomfrey, acostumbrada a sus lesiones de jugador de Quidditch, lo recibió sin preguntar, le vendó el cuello, y no insistió después de que se negó tres veces a hablar de eso; algo en su expresión debió bastar para convencer a la mujer de dejarlo tranquilo, y no podía estar más agradecido por ello.

Claro que era Harry Potter, y nunca sería conocido por tener buena suerte cuando más la necesitaba, así que al doblar una esquina y encontrarse de frente con Hannah Abbot, se quedó inmóvil y se tensó.

Siempre había tenido una buena imagen de la chica. Era bajita, de cabello largo que solía llevar suelto, usaba prendas que le quedaba una o dos tallas más grandes y hablaba en un tono suave que inspiraba calma. Y más que eso, acostumbraba caminar enganchada a uno de los brazos de Draco, y lo hacía sonreír cuando parecía que otros no podían.

Hannah jugueteó con sus dedos, sin mirarlo, y lo detuvo cuando estaba por rodearla para continuar avanzando.

—Harry.

—Hannah —Dijo, a modo de saludo, seguido de un asentimiento. Ella se balanceó adelante y atrás.

—¿C-Crees que podríamos...hablar un momento?

Harry se obligó a respirar profundo y esperar lo peor. Asintió de nuevo.

—Sí, claro.

Ella le dio una mirada breve, se giró, y comenzó a caminar despacio hacia el final del corredor. Harry aceleró el paso para alcanzarla y posicionarse a un lado de la muchacha.

—¿Sobre qué quieres hablar?

—Dray —No hubo duda en su voz al responder, y la mirada determinada que le dirigió, era tan diferente a la que solía verle, que ralentizó sus pasos. Tragó en seco.

Al girar en la siguiente esquina, se toparon con Zacharias Smith, que tenía la espalda apoyada contra la pared y las manos en los bolsillos del pantalón. Cualquier rastro de relajación desapareció de su sistema al verlos.

Harry frunció el ceño y dio un paso hacia atrás.

—¿Me estaban esperando?

—Te buscábamos —Zacharias contestó, sereno, y cuando se acercó y le pasó un brazo sobre los hombros, sintió el impulso de apartarse, pero fue imposible; él unió sus propias manos, y lo dejó encerrado bajo el peso de su brazo, llevándoselo consigo cuando volvieron a caminar junto a Hannah.

—Suéltame —Masculló, removiéndose. Zacharias apretó su agarre en torno a su cuello y la mordida bajo la venda le ardió por la presión repentina. Jadeó.

—Quédate callado, esto es importante.

—Sólo habláremos —Hannah le recordó, entre dientes, y el muchacho aligeró la fuerza con que lo sujetaba. No dejaron de moverse.

Después de haber cambiado de dirección y pasado junto a un grupo de estudiantes menores, que no les dirigieron una segunda mirada, Hannah volvió a hablar.

—Pareces un buen chico, Harry —Lo miró de reojo—, ¿te consideras uno?

—Eh, creo que sí —Balbuceó, frunciendo el ceño de nuevo.

—"Creo" no sirve. Intenta otra vez —Zacharias le apretó el brazo alrededor del cuello, de un modo que le cortó el aliento, y sólo pudo liberarse al golpearle el estómago.

—¡Lo soy! Mierda, ¿qué te crees? Eres un...

—Ya, los dos. No son unos niños —El tono de Hannah se endureció, los tartamudeos desaparecieron. Ella le dio un golpe al dorso de una de las manos de Zacharias, que emitió un quejido débil, pero no lo soltó por completo—. Escucha, Harry, nos agradas.

—Si no me dices, no me doy cuenta —Comentó, señalando el brazo que tenía en torno al cuello. Sintió la vibración del cuerpo del muchacho al burlarse.

—Zac puede ser un bruto cuando siente que amenazan a Dray —Simplificó ella, restándole importancia con un gesto vago—, pero nos agradas, mucho. Hijo de Aurores, Gryffindor, Buscador estrella, Capitán de Quidditch. Sólo los Slytherin y algunos leones envidiosos tienen quejas de ti, y el único profesor con el que te llevas mal es Severus Snape.

—Snape es un...

—Snape es el padrino de Dray —Aclaró Zacharias, en un tono que hablaba de lo divertido que se sentía.

—Oh —Fue lo único que soltó en respuesta.

Mierda.

—Dray es quien habla mejor de ti —Siguió ella, y Harry no supo qué hacer con la emoción cálida que lo invadió al imaginarse a Draco hablando maravillas de él. Una sonrisa tonta creció en su rostro—, pero a veces, él es un poco...ingenuo. Queremos evitar accidentes.

Harry arqueó las cejas.

—¿Qué tipo de accidentes?

Zacharias aumentó la presión en su garganta, llamándole la atención y haciéndolo girar la cabeza hacia él.

—Eso significa que si tú le rompes el corazón, nosotros te vamos a romper las piernas —No dejó de sonreír al decirlo, lo que le provocó un escalofrío. Harry volvió a intentar zafarse de su agarre, y de nuevo, fracasó.

—Y que si vuelves a besarlo y huir, te vas a meter en problemas —Completó Hannah, y él boqueó, alternando la mirada entre uno y el otro.

—¿Cómo lo...? ¿Ya les dijo?

—No —Zacharias bufó—, pero era obvio. Ha estado rojo y tocándose los labios desde la tarde, y después pareció que quería llorar por un rato. Y todo es tu culpa.

—Y habló con el Puffskein de Sussy por horas —Hannah casi sonrió al mencionarlo; enseguida relajó su expresión—. Escucha, Harry. Creemos que eres bueno y que harás lo correcto. No le hagas daño, no nos obligues a hacértelo a ti, y nos lleváremos bien.

—Y ya que estamos en eso, habla con él mañana después del almuerzo, invítalo a una cita decente, y consígueme una con Seamus —El muchacho lo liberó al fin, y al apartarse, le guiñó. Su sonrisa ya no era más amenazante que la ira—, porque ahora nos llevamos bien, ¿cierto?

Harry estrechó los ojos en su dirección, gesto que sólo lo hizo sonreír más.

—Tengo un buen presentimiento sobre esto, tendríamos que haberlo hecho desde el principio...—Le escuchó decir a Hannah, que se detuvo para desearle buenas noches, y después de ser rodeada por uno de los brazos de su amigo, se alejaron en una plática sobre planes fallidos, ideas y soluciones, que no alcanzó a comprender.

Harry pensó en lo extraños que eran los Hufflepuff de camino a la torre. Cuando Hermione vio su cara, no lo forzó a hablar, pero tuvo que dar un par de explicaciones por la mañana.

Al día siguiente, aun le daba vueltas en la cabeza a las palabras de los muchachos, en especial el invitar a Draco a una cita, cuando fue interceptado de nuevo.

Un momento, estaba un paso por delante de Ron, iban hacia la biblioteca a buscar a Hermione, y al siguiente, el pasillo estaba desierto detrás de él, doblaba en una esquina, y Susan Bones enganchaba un brazo al suyo y le mostraba una sonrisa amplia.

—Hola, Harry.

De cierto modo, no podía decir que estaba sorprendido.

—Hola, Susan.

No avanzaron más de un metro, antes de que alguien más se enganchase a su otro brazo. Justin no sonreía, pero lo observaba con curiosidad.

—Hola, Harry —Dijo también. Él soltó un pesado suspiro.

—Hola, Justin.

—¿Tienes un minuto para nosotros?

Miró a uno y luego al otro. Los tenía pegados a sus costados, los brazos atrapados, y el corredor seguía vacío frente a ellos.

—Ya qué —Musitó con resignación.

—Así me gusta —Susan dio un pequeño salto y lo jaló hacia ella—. Escucha, Harry, eres tan lindo. Deberíamos ser amigos.

—¿Amigos? —Arqueó las cejas. Al menos tenía un comienzo diferente a la charla anterior.

—Sí, piénsalo —Prosiguió Justin—. Podrías ir a la Tejonera cuando quieras, unirte a nuestras sesiones de estudio; estamos seguros de que Susan o Hannah serán la Head Girl del próximo año, es una oportunidad única —La muchacha se rio con suavidad.

—Te invitaríamos a nuestra Sala Común, seguro nunca has ido —Retomó Susan—. Podrías sentarte en nuestra mesa, y hablaríamos con Sprout por ti si sales mal en Herbología. Nos cuidamos entre nosotros siempre.

—Nuestros amigos de otras Casas empiezan a mejorar en sus notas mientras más tiempo pasan con nosotros —Harry no supo si Justin bromeaba o no, porque ambos intercambiaron una mirada por encima de él y se rieron.

—Y además —Añadió Susan, en tono confidente—, ser nuestro amigo es un pase directo a estar cerca de Dray. Alguien que no se acerque a nosotros, no se acercará a él.

—No, nadie lo hace. Somos su primera línea de defensa.

—Y la última también.

—Así que Sussy y yo te recomendados que empieces por ser nuestro amigo si quieres algo con él, queremos evitar una 'Michaelada'.

Harry frunció el ceño.

—¿Una qué?

—Michaelada —Repitió Susan, seguido de un dramático suspiro—. Michael Corner, un Ravenclaw que se acercó a Dray en primer año, sin nuestro permiso. Pobre chico.

—Sí, pobre chico —Justin sacudió la cabeza despacio—. Dijo algo que no debió frente a nosotros. Tendría que haberse quedado callado, hizo llorar a Dray.

—Lo lastimó, y eso nos molestó. Espero que le esté yendo bien ahora, dicen que nunca volvió a salir de su casa y ve lecciones privadas, pero quién sabe —Harry tragó en seco ante la mirada significativa que ella le dirigió, y se obligó a desechar los pensamientos negativos que la frase le generaba—. A veces, algún idiota se le quiere acercar así, y hay que detenerlo.

—Y si lo hieren, obviamente tenemos que hacer algo. Todos nuestros amigos lo saben.

—Pero por supuesto que nunca haríamos nada a nuestros amigos —Susan volvió a sonreír—, porque si tú eres un amigo, no le harías nada a Dray tampoco, ¿verdad?

—Sería muy problemático si lo haces, Harry. Podrías terminar como Michael Corner.

—O peor.

—Sí, mucho peor.

—¿Me están amenazando? —Masculló entre dientes, y la risa de Susan fue tan grácil como si acabase de soltar la mejor de las bromas.

—Harry, por Merlín, eso nunca. Porque somos amigos ahora, ¿cierto? —Ella cerró los dedos sobre su antebrazo, y la presión fue dolorosa cuando le clavó las uñas. Ahogó un jadeo.

Asintió con los labios apretados. En un movimiento rápido, Susan no sólo lo soltó, sino que le curó las marcas con una floritura de la varita, y le apoyó la cabeza en el hombro después.

—Estoy muy feliz de que seamos amigos, Harry. Dray también lo va a estar, ¿no has hablado con él hoy?

Deberías hacerlo —Mencionó Justin—, anoche se quedó dormido en la Sala Común, hablando con Zac y Abby.

Harry volvió a asentir.

—Voy a hablar con él después del almuerzo —Aclaró.

—Así me gusta —Volvió a decir Susan, con una sonrisa que era toda dulzura para cualquiera que la viese a la distancia—, nos vamos a llevar muy bien, Harry, ya verás.

—Todos quieren un amigo Hufflepuff, tú tendrás dos.

Vaya amigos. ¿Draco sabría que se la pasaba con un grupo tan-?

Extraño. No se le ocurría otra palabra.

Al doblar en la siguiente esquina, ambos lo soltaron. Justin se despidió dándole una palmada en la espalda, Susan le besó la mejilla, y después se alejaron abrazados y sincronizando el ritmo de sus pasos entre risas.

Harry se quedó un rato en ese pasillo, solo, y pensando.

Quería ver a Draco. Y no era por ellos, ni por lo del día anterior. Quería verlo, porque era Draco.

Quería verlo, como cada vez que le tocaba Herbología y sabía que iba a pasar dos horas sentado junto a él, y como cuando programaban un encuentro en la biblioteca o el patio, y-

Oh.

La piel le cosquilleaba al pensar en él. Y quería sonreír, y reírse, y el corazón se le acercaba.

oh.

Después de todo, si hubiese sido un Hufflepuff, sería considerado; si hubiese sido un Slytherin, tendría autocontrol; si hubiese ido a Ravenclaw, pensaría antes de actuar. Pero, de nuevo, Harry era un Gryffindor, y probablemente sacar el Mapa del Merodeador y buscar a Draco en el pergamino, para correr hacia el ala del castillo donde estaba, seguía dentro de la lista de excepciones que le eran permitidas por ser impulsivo y osado.

Draco bajaba el tramo final de las escaleras, que daban a la torre de Astronomía, cuando lo alcanzó. Frenó en seco al verlo. Harry era consciente, de forma vaga, de que jadeaba y sudaba, y tenía que doblarse y apoyar las manos en sus rodillas.

Cuando las mejillas de Draco se tiñeron de rojo, y este no encontró a dónde mirar, supo que no podía haber tomado una mejor decisión.

—Hola —Saludó, apoyándose contra la pared y pretendiendo que nada había pasado, que no le faltaba el aire. Lo vio removerse, tirar de una manga de su túnica, y ruborizarse más, y podría haberle llenado de besos esas mejillas rojas, si no estuviese decidido a hacer las cosas bien.

El Hufflepuff balbuceó una respuesta y Harry sólo fue capaz de sonreír más. ¿Cómo es que había tardado tanto en darse cuenta?

A la mierda lo lento y tranquilo.

Sin pensarlo, se abalanzó hacia adelante y lo abrazó, y se empezó a reír cuando percibió que se tensaba bajo el contacto. Un par de manos fueron a parar a su pecho, empujando sin fuerza.

—¿Ha...Harry? —Lo llamó, vacilante, y el aludido lo apretó más fuerte.

—Sal conmigo.

Un momento de silencio.

—¿Qué?

—Que salgas conmigo. Cuando sea, a donde tú quieras, incluso podemos ir al Salón de Té de Madame Pudipié si te gusta.

La vibración que lo sacudió le avisó de su risita, a pesar de que no la escuchó.

—Detesto ese lugar —Harry no pudo evitar una exhalación larga, llena de alivio, que le arrancó otra risa a Draco; esa vez, sí lo oyó, y supo, por la manera en que su pecho se llenó de una emoción cosquilleante, que estaba haciendo las cosas bien.

—Qué bueno, porque yo también, así que cualquier sitio menos ese salón, por favor. Sólo sal conmigo.

Draco se relajó entre sus brazos. Le llevó unos segundos volver a hablar, y cuando lo hizo, su aliento le rozó el cuello y la sensación lo hizo estremecer.

—Se...supone que yo te lo iba a pedir, uhm.

Al apartarse un poco, se percató de que Draco volvía a tener el rostro enrojecido, y jugueteaba con su corbata dorada y roja, sin deshacerla. Ojos brillantes y grises lo miraron con cautela. Harry le mostró una sonrisa enorme y se rio, aun sin aliento.

—Tendrías que haber sido más directo.

—¿Sí? Creí que lo estaba siendo.

Sacudió la cabeza.

—Es cosa de Gryffindors, no entendemos así...

—No sé cómo funcionan los Gryffindor entonces —Él arrugó la nariz, y Harry volvió a reírse al rodearle la cadera con un brazo. Comenzaron a caminar, despacio, sin darse cuenta.

—Creo que te puedo enseñar una cosa o dos sobre eso también.

Por alguna razón, a nadie le sorprendió que entrasen abrazados al Gran Comedor para la hora del almuerzo.

Se podría decir que eso salió bien.


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