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Para romper una maldición por BocaDeSerpiente

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Harry intentó, en serio intentó, seguir el hilo de lo que escuchaba. En vista de lo ocurrido, el Inferno cerró las puertas antes de lo que tenían previsto para ese día, y ellos se reunieron en el piso de arriba, en torno a la mesa, cerca de la hora de la comida. Sería la tercera o cuarta vez que Ze subía, desde que tenían el apartamento allí, lo que demostraba que era una ocasión inusual.



Dobby hizo ademán de llevarse a la cría de basilisco, que se despertó un rato atrás y deambuló por el lugar, hasta dar con el tobillo de Harry, en el que se enroscó, pero lo detuvieron, y ahora el elfo se dedicaba a hacer levitar tazas para ellos y servirles té, sin que se notase su presencia más que en los despliegues de magia. La bruja, por el contrario, tomaba un café bien cargado y no dejaba de observar a Draco, por encima del borde de la taza.


—…bien, tienes- tienes las maldiciones, sabes cuáles te pusieron, ¿no? —Él asintió. Harry, que luchaba por procesar la información, se desordenó el cabello con un quejido—. ¿Las vas a revertir y ya?


—Sí, pero no —Puntualizó, enseguida; lucía un poco agitado, no dejaba de removerse en el asiento—. Tengo que revertir, las que se puedan revertir, una a una, y considerarlas también como parte de un conjunto, porque un hechizo inapropiado, y no podré revertir la otra.


—Son capas y capas de magia, ¿cierto? —Draco asintió y la bruja lo imitó, como si fuese lo más lógico del mundo. Él no lo entendía así—. ¿Cómo lo harías, entonces?


—Comienzo por los cortes —Empezó a gesticular cuando lo dijo, probablemente, para señalar alguno, pero el glamour los tenía bien cubiertos y disimulados—, es en lo que he estado trabajando; si puedo hacer que dejen de abrirse, primero, puedo retirar los encantamientos para reponer la sangre. No me puedo quitar la Maldición sin haber quitado antes la de los cortes, o no aguantaré. Y Harry se molestaría conmigo si no aguanto —Añadió, con una débil sonrisa que carecía de humor, y él intentó devolver.


—Me molestaría mucho —Reconoció, aunque no era cierto. No sería molestia lo que sentiría, y ambos lo sabían.


—La secuencia sería algo como: la magia oscura de encima, la capa superficial que mantiene los cortes funcionando, luego el corte mismo, los encantamientos para conservar mi estado —Enumeró con los dedos—. Tengo maldiciones puestas, en secreto, en caso de que intenté quitar alguna otra, que me causan dolor, y esas serán las que vengan después. Si lo hago bien, en orden, me quedaría sólo la Maldición principal, él.


—Pero la Maldición usa magia propia contra los cortes —Recordó Harry, frunciendo el ceño—, ¿qué hará cuando no los tengas?


—Eso es lo que me pregunté —Draco asintió—. Con los años, la Maldición desarrolló su propio soporte dentro y fuera de mi cuerpo, y con el control que le impuse, se mezcló con mi magia. Sacarla toda, de golpe, me haría un squib —Arrugó la nariz, en una obvia señal de lo que pensaba de serlo—, y hacerlo muy lentamente, causaría que se combinen más y ya no pueda diferenciar mi magia de la Maldición. Me quedarían restos, si la extraigo mal, y esos restos se multiplicarían…


Y sería en vano. Las palabras quedaron en el aire, no necesitaba decirlas.


—¿Cómo puedes sacar parte de tu magia, sin sacar tu magia? —Preguntó Ze, con aparente calma, como si se tratase de un tema de todos los días.


—Obligándola a separarse de mí.


A Harry no le gustaba el camino que aquello estaba por tomar. Estiró el brazo por sobre la mesa, para sujetarle una mano, y le dio un leve apretón que le ganó su completa atención.


—Se supone que la controlas porque la mezclaste con la tuya —Murmuró, vacilante. No tenía un gran conocimiento del tema, así que le era difícil encontrar la forma para expresarse—, ¿no volverías a cómo estabas antes?


Draco le dedicó aquella mirada que ya casi nunca le dirigía, la que lo hacía sentir como un niño que no comprende de qué le hablan. Alzó sus manos unidas para darle un par de besos en los nudillos. Se relajó contra su voluntad, porque esa no era una respuesta y tampoco era justo que fuese tan fácil de manipular.


—Confía en mí.


—Confío en ti —Aclaró, en un susurro—, pero no en eso.


Eso puede quitarse. Si lo separo lo suficientemente lento, y con cuidado, mantendré el control —Aseguró. No titubeaba, Harry quiso pensar en ello como una buena señal—. Luego lo aislaré.


—¿Cómo? —Continuó Ze, permitiéndole al elfo servirle otra taza de café— ¿dónde? —Hizo un especial énfasis en la palabra, por lo que Draco asintió, de nuevo, como si hubiese esperado dicha pregunta.


—En una reliquia —Respondió, con simpleza—. Todas las reliquias de magia negra comienzan con una maldición, sin excepción. Si preparo una desde cero, con mi magia, con la energía de la Maldición, se adaptará a ella desde el principio y podría ser el único contenedor del mundo que la soporte cuando haya salido de mi cuerpo.


—¿Qué harás con ella, cuando la tengas en la reliquia?


—Debería regresarla al espacio oscuro del que salió, un plano que está entre los muertos y los vivos; lo he investigado mucho. Pero —Agregó, con una breve pausa en la que se enderezó y dio una exhalación—, no estoy seguro de qué tan buena idea sea correr el riesgo de usar magia en el contenedor, que podría ser absorbida por la Maldición.


—A menos que hagas una reliquia perfecta, a prueba de magia —Puntualizó la bruja.


—A menos que haga una reliquia perfecta, a prueba de magia —Aceptó, asintiendo—. Tengo práctica haciéndolas, creo que me tomará un tiempo, pero podré hacerla.


Todo ese procedimiento que piensas hacer te va a tomar un tiempo.


Draco hizo un gesto vago, para restarle importancia.


—Estoy maldito desde hace casi veinte años —Recordó, en tono más sombrío—. Si me toma veinte más quitármela, entonces veinte más la llevaré y trabajaré en eso.


Harry lamentó que no hubiese forma de hacerlo reconsiderar ciertos riesgos. Conocía ese tono decidido que acababa de utilizar; era el mismo del día en que entró a su cuarto, en la Mansión, y le dijo que quería ir a ver a Narcissa Malfoy, y cuando le tiró un manuscrito por delante, y dictó que se irían de ahí. Ambas las cumplió.


Estaba seguro de que esta también lo haría.


¿Cuál sería el precio entonces?


—¿Cómo vas a empezar? —Ze le entregó la taza a Dobby en cuanto dio por finalizada la merecida dosis de cafeína y jugueteó con uno de los muñecos de tela y botones que le colgaban del cinturón.


Draco tomó una bocanada de aire. Entendió por qué, cuando lo observó a él, al contestar:


—Tengo que envenenarme para purificar mi sangre.




 


Decir que Harry se sentía agotado cuando se sentó en la orilla de la cama y enterró el rostro entre las manos, habría sido quedarse corto. Un simple eufemismo.


Podía percibir, sin necesidad de alzar la mirada, a Draco, que se paraba frente a él, posiblemente de brazos cruzados.


—¿Por qué esta no es una buena noticia para ti?


¿Buena noticia? —Harry no sabía si reír o comenzar a preocuparse por su estado mental. Él lucía serio y tranquilo cuando levantó la cabeza para mirarlo desde abajo—. Hace unos minutos dijiste que tenías que envenenarte, ¡envenenarte, Draco Malfoy, noes algo bueno! ¿Cómo reaccionarías tú si te digo que voy a envenenarme, tan casual como si te dijera que voy a salir por un periódico muggle?


Notó que él tragaba en seco.


—Te diría que no seas un estúpido Gryffindor. Pero esto es diferente —Aclaró, deprisa.


—¿Por qué es diferente? ¿Porque eres tú y tú no haces las cosas mal y yo sí?


—Porque yo estoy maldito, Harry, y no lo haré porque quiero. A pesar de lo que puedas creer, no estoy loco.


—Eso es lo que parece —No se encogió, ni se detuvo, ante la mirada de advertencia del par de rendijas grises que intentaron calcinarlo sin magia—. ¿Para qué tienes que hacerlo, en primer lugar? Has estado mejor, me dijiste que estabas trabajando en alargar la duración de la dosis, y con pociones, podrías…


—¿Y pasarme el resto de mi vida, corriendo cuando se me acaba el tiempo, porque tengo que tomarme algo para que no se empiecen a abrir cien cortes en mi cuerpo? ¿Eso es preferible?


Harry sintió que un peso invisible se instalaba en sus hombros y lo empujaba hacia abajo, por la forma en que se rodeó con sus propios brazos y la manera en que lo vio después.


—Sabes que si pudiese hacer algo…


—Pero no puedes —Lo cortó, sin vacilación—, y yo sí puedo, y tengo que hacerlo.


—Lo que no quiero —Intentó explicar, en el tono más conciliador que podía—, es que te cures de un daño y quedes con otro, que podría ser todavía peor.


Hubo un momento de silencio, apenas interrumpido por una inhalación brusca. Luego Draco estalló; un estallido rápido, breve, intenso.


—¡¿Qué puede ser peor que esto?!


Los estantes se sacudieron, la luz principal del cuarto titiló. El glamour, desvaneciéndose por la pérdida del control, dejó entrever líneas rojizas por un instante. Draco se percató enseguida de que acababa de alzar la voz y apretó los labios, dando un paso hacia atrás, sin mirarlo.


Harry se puso de pie e hizo ademán de acercarse, pero él se dio la vuelta y se adelantó a cualquier cosa que pudiese decir.


—Olvídalo —Agitó una mano, en un gesto que pretendía restarle importancia y resultaba demasiado falso—, realmente no importa; lo puedo hacer solo. No te estoy pidiendo permiso, y no es como que tú fueses de ayuda en algo.


Lo siguiente que recordaría era un comentario poco agradable, que se prometió no repetir en lo que le quedaba de vida, y dejarlo solo en el cuarto, haciendo oídos sordos a las palabras de Dobby, que intentó interceptarlo en el pasillo.




Harry regresó al apartamento un par de horas más tarde. Envió un patronus a Ze para pedirle algo de tiempo, se encontraron en un café que abría las veinticuatro horas del día, y le contó, enfurruñado de un modo poco maduro para su edad, que su novio era un tonto cuando de sí mismo se trataba. Después de escuchar cada palabra en un comprensivo silencio, la bruja asintió, le palmeó el hombro, y lo mandó de vuelta a casa; no le hizo comentario alguno por haberla retenido casi hasta la medianoche sólo para desahogarse, cosa que agradecía enormemente.


En el camino de regreso al barrio mágico, que recorrió a pie para que el aire terminase de despejarlo, suplicó a una tienda que cerraba sus puertas por uno de los dulces favoritos de Draco, un volcán de chocolate. Lo llevaba en una caja pequeña cuando alcanzó el piso superior del Inferno,tanteando en la oscuridad y pidiéndole a Dobby que le dijese si no había nadie.


—El amo Draco no salió —Le decía el elfo, a medida que avanzaba por el pasillo principal—. El amo iba a enviar a Dobby apenas el amo Harry se fue, pero luego el amo Draco pensó que eso molestaría al amo Harry, y no lo hizo, sino que le dijo a Dobby que estuviese pendiente de que llegase bien, y Dobby lo ha hecho. Dobby ha sido un elfo bueno y ha esperado también, amo.


Él no pudo evitar sonreír, a medias.


—Eres el mejor elfo del mundo, Dobby —Susurró y dejó que sollozase y los colmase en halagos a ambos, mientras se acercaba a la puerta del cuarto.


Tuvo la sensación de haber regresado varios años, al comienzo de su relación con Draco, cuando encontró un bulto de mantas en la entrada, cerrándole el paso por completo, de manera que tuviese que moverlo si quería ir a dormir. Era un buen método para saber cuándo llegaba antes, pero a esas alturas, era absurdo que todavía pensase que lo necesitaba.


Harry se puso de cuclillas frente a él y le palmeó la mejilla, con cuidado, regalándole algunas caricias.


Amor, amor, amor, amor, amor, amor —Llamó. No solía decirle así, porque Draco lo consideraba demasiado empalagoso, e incluso en sueños, se removió y emitió un débil quejido, antes de abrir los ojos y tallárselos.


—¿Harry? —Asintió a su adormilado novio, que se estiró hacia él y lo envolvió con ambos brazos, dejando que la cobija que tenía encima se deslizase hacia abajo—. Saaghi y yo te estábamos esperando, y nos quedamos dormidos…


Él arqueó las cejas, al tiempo que correspondía el abrazo.


—¿Saaghi?


Como si supiese que se referían a ella, la cría de basilisco emitió un siseo suave y levantó la cabeza, asomándose a través del espacio del cuello del pijama de Draco. Estaba enroscada en su garganta, en una escamosa bobina contra la piel pálida.


—¿Así que ahora es Saaghi y no 'cosa horrenda'?


Draco se enderezó y liberó un brazo, para alzarlo y frotar un lado de la cabeza de la serpiente con los dedos. A su vez, esta sacó la lengua para probar el aire, y luego se acurrucó en el hueco de su clavícula, donde volvió a quedarse quieta.


—Ella me acompañó cuando tú me dejaste solo con el elfo —Elevó el mentón, como si fuese explicación suficiente para la repentina cercanía. Harry sacudió la cabeza, incrédulo.


—Me fui como cuatro horas.


—¿Sólo cuatro? —Draco le frunció el ceño y conjuró un tempus, un reloj mágico,para asegurarse; una vez comprobado, suspiró y enterró la cabeza en el hombro de Harry—. Se sintió como si fuesen mil años.


Harry se echó a reír, besándole un lado de la cabeza y la oreja.


—Te traje algo cuando venía de camino…—Susurró, pinchándole un costado para hacerlo quejarse y reír.


—Oh, debería alterarme más seguido, si es algo bueno.


—No, no lo hagas. Te traigo lo que quieras si andas de buen humor.


—¿Es un trato?


—Sí.


—Bien.


—Bien.


Draco se rio por lo bajo, todavía pegado a él, y Harry rodó los ojos.




—…así que veneno.


—Veneno —Draco asintió. Él tragó en seco y se obligó a carraspear, para que la voz no le fuese a fallar.


Estaban en el laboratorio del apartamento, sentados en lados opuestos de la mesa de trabajo. Una pila de documentos aguardaba a un costado, el largo pergamino del procedimiento estaba en manos de Draco. Saaghi, de un curioso buen humor, serpenteaba por el suelo y se les enroscaba en los tobillos de vez en cuando.


Harry se restregó la cara, tomó una profunda bocanada de aire, y asintió para sí mismo, para infundirse valor, si es que era lo que le faltaba.


—Bien, a ver, explícame cómo funciona eso.


Él le dirigió una mirada larga, luego recorrió algunas de las líneas del pergamino que sostenía.


—No tienes que…


—No empieces con el "no tienes que hacerlo" —Lo interrumpió de inmediato—, sabes que no me voy a quedar sentado y tranquilo, con lo que dijiste que harías.


Draco apretó los labios un momento. Pareció considerarlo, para después asentir también. Cuando se inclinó por encima de la mesa y lo besó, Harry parpadeó, aturdido, y luego rio y sacudió la cabeza.


—¿La versión corta o la versión larga?


De pronto, tuvo la sensación de volver a ser un adolescente frente a libros de magia avanzada y con ganas de lloriquear. Su expresión debió delatarlo, por la manera en que su pareja contuvo la risa.


—Dime algo que pueda entender, hazme el favor.


—El veneno sirve para purificar.


—Hasta donde yo sabía, el veneno mataba —Puntualizó Harry, con suavidad; no tenía pensado ponerse en contra, cuando estaba claro quién llevaba la ventaja en el área de conocimiento.


—El veneno mágico, alterado, no tiene por qué ser mortal —Aclaró, despacio, como si tratase con un niño que sí merecía de su paciencia—. Entrará a mi cuerpo, obligará a mi sistema de defensas a funcionar, y atacará la capa de magia oscura más básica que tengo, no a mí. Quitará los hechizos de reponer sangre y las maldiciones del sistema circulatorio. Con un buen antídoto en mano cuando lo haga, tomado en el momento justo, debería frenarla antes de que haga algo más —Hizo una breve pausa, a la espera de alguna reacción desfavorable de su parte, y cuando no la obtuvo, agregó:—. Eso me dejará un plazo de algunas horas para que la Maldición de los cortes actúe…


—Los cortes se van a abrir sin que tengas la seguridad del repuesto de sangre —Harry frunció el ceño al comprender. Draco bufó por el término "seguridad", se dio cuenta tarde de que se equivocó al utilizarlo—. ¿No haría eso que tú…?


Él sacudía la cabeza, contestando a la pregunta que no terminó de formular, porque sintió que la garganta se le cerraba. Deseó sentir la misma confianza que Draco mostraba en su idea.


—Prepararé pociones adormecedoras y calmantes, y pasaré una noche sin retener la maldición de los cortes. Él usará magia para mantenerme con vida, tiene que hacerlo, no querrá correr el riesgo de dejarme morir y desaparecer —A Harry no le gustaba cómo sonaban esas palabras; debió notarlo, porque unos segundos más tarde, una mano sostenía la suya y un pulgar trazaba caricias en su dorso—. Cuando haya pasado el tiempo de apertura, se cerrarán solos, por última vez. Los cortes no van a volver a abrirse cuando la sangre contaminada haya terminado de salir.


Él intentó, en serio intentó, entender el punto, para no tener otra reacción contraproducente o hacer una pregunta estúpida. Lo último era lo más complicado, porque mil dudas lo asaltaban, y no estaba seguro de cuál haría que se ganase una de esas miradas que lo hacían sentir que no tenía idea de nada.


—Voy a estar bien —En cierto modo, aquella frase englobaba lo que más lo angustiaba, y por lo que Harry continuó observándolo, dubitativo, unos instantes.


—¿Esa sería la peor parte del proceso?


La expresión de Draco respondió por él con un vacilante "no". Tuvo que tomar otra bocanada de aire y recordarse que era por su bien, que era lo que quería, y por sobre todas las cosas, que tenía que estar ahí para ayudar si hacía falta.


Cuando hizo un gesto vago, pretendió restarle importancia de esa manera, y sólo por esa ocasión, le permitió dejar el tema de lado un momento, porque un asunto igual de importante, según el propio Harry, comenzó a ocupar un espacio dentro de su cabeza.


—Todavía tenemos algo de tiempo para preocuparnos por esos detalles —Aseguró Draco, con una tranquilidad un poco más rígida de lo que debería, si esperaba que le creyese, a pesar de lo bien que lo conocía—. El estudio de venenos y alteraciones me tomará días, las pociones que necesito, sólo para esto, no se hacen en unas horas, y cuando vaya a hacer la reliquia desde cero…—Soltó un dramático suspiro, dejando caer los hombros—. Incluso si el plan es perfecto, falta todo.


Él dudaba que la palabra ideal para definirlo fuese 'perfecto'. Aun así, se limitó a dejarlo estar, y se estiró por encima de la mesa, sosteniendo ambas manos de Draco entre las suyas y capturando su atención, justo cuando este hacía ademán de tomar a la inquieta Saaghi del suelo.


—Draco —Emitió un sonido vago para hacerle saber que oía, mas no fue hasta que le dio un ligero apretón a sus manos unidas, que se lo tomó en serio.


—¿Qué? —Susurró, recorriéndole el rostro con la mirada, en un intento de descubrir sus intenciones nada más con un vistazo.


Por la cara que hizo después, era obvio que no lo consiguió, y sus siguientes palabras lo tomaron por sorpresa por completo.


—Quiero casarme contigo.


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