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"Belleza Escondida" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Hola mis queridas lectoras, ya estoy de vuelta con un nuevo capítulo de esta romántica historia. Al fin llegó la pequeña Abigail a la isla. ¿Cómo será la reacción de Hannibal? ¿Será que pueda acercarse y abrazarla con todo el cariño que le profesa? Pues descúbranlo ustedes mismas.


Muchísimas gracias a akron por su comentario ^_^

“CAPÍTULO TRES”

 

 

Era un tonto. Un completo estúpido como el que más.

 

Estaba claro que no había aprendido nada cuando Alana lo abandonó, o no habría tocado a Will. Sentado ante el escritorio, de espaldas al amanecer, Hannibal tecleó, cometió media docena de errores y apartó el teclado. Se recostó en la silla de cuero, cerró los ojos y volvió a sentir la impronta sensación del cuerpo del castaño contra el suyo, la suave y excitante sensualidad que deseaba explorar.

 

Cualquier persona lo desearía. Su cuerpo aparte de ser esbelto era masculino y sensual, y su forma de andar era elegante como para volver loco a cualquiera. No solo había sido estúpido tocarlo, pensar en ello iba a desquiciarlo por completo. Sacudió la cabeza. Soportarlo iba a ser mucho más difícil de lo que había pensado.

 

Se recordó que era el niñero de su hija. Un empleado. Se puso en pie y fue a la ventana. De empleado no tenía nada, era el sueño de cualquier hombre o mujer. Y pasaría mucho tiempo allí, tentándolo.

 

Hannibal miró la playa. Delicadas huellas marcaban la arena y supo que eran de Will. Se preguntó si llevaría a Abigail de paseo a buscar caracolas, y si la niña sería feliz allí. ¿Le gustaría su dormitorio, o se sentiría abrumada y temerosa? Las preguntas martillearon su cerebro y tuvo que reconocer que no tenía ni idea de cómo educar a una criatura de cuatro años. Pero Abigail era lo único que le quedaba en el mundo, y haría cuanto pudiera por ella, le ofrecería todo. “Menos a ti mismo”, resonó la voz de su conciencia, y lo asoló el remordimiento. Lo preocupaba traumatizar a una niña inocente e impresionable.

 

Will sería perfecto de momento; era un hombre encantador y sospechó que Abigail disfrutaría con su compañía; su pobre hija llevaba semanas pasando de mano en mano, desde que su madre se mató. Ni él ni Alana tenían familia. Un policía le había informado de la muerte de su mujer; cinco días después, un notario, ejecutor del testamento de Alana, le comunicó que tenía una hija. Freddy Lounds, siguiendo sus instrucciones, había rescatado a la niña del Departamento de Acogida de Menores, había buscado a una persona que se ocupara de ella y organizado todo para que se reuniera con él.

 

Alana le había ocultado que tenía una hija. Y él había tenido mucho tiempo para pensar en la mujer que conoció en un baile de caridad y con la que se casó siete años atrás. Alana había sido una belleza, frágil como una muñeca de porcelana, pero se volvió egoísta y acaparadora; le gustaba más su estilo de vida que su propio esposo. Criadas, cocineras, viajes…cuanto más le daba, más pedía. Pero cuando le dijo que quería tener hijos y dejar de viajar, ella se negó y discutieron hasta que lo convenció. Debía haberse quedado embarazada la noche anterior al accidente, en la playa. A pesar de todo, cuando él perdió el atractivo con que la había conquistado, lo abandonó. No podía reprochárselo, era una mujer débil e inmadura, y él también había cambiado, por dentro y por fuera. Se preguntó qué le habría contado de él a Abigail. Con un suspiro, volvió a la computadora, hasta que escuchó una masculina y sensual voz por el intercomunicador.

 

--Mucho trabajo y poco alimento, convierte al Dr. Lecter en un tormento.

 

Hannibal movió la cabeza de lado a lado, sonriendo, y pulsó el botón del intercomunicador.

 

--¿Has cocinado?- preguntó, hambriento.

 

--Sí, y Jack no puede ni con la mitad- hizo una pausa y añadió, pensativo- Nunca he sido capaz de cocinar para menos de seis personas. Menos mal que me gustan las sobras, ¿no?

 

Hannibal se preguntó si alguna vez Will estaba de mal humor y agradeció que no mencionara la escena de la noche anterior. No quería que lo considerara un animal en celo, ni que le tuviera lástima. Se había comportado como un idiota, pero le hubiera gustado saber si Will sintió la misma atracción, el mismo calor que él mismo había sentido. Ni siquiera Alana había conseguido excitarlo así, a pesar de que la amaba.

 

--Tengo hambre.

 

Will deseó que no le gustara tanto su voz y no acordarse de cómo lo había afectado en la oscuridad. Se había preguntado mil veces cómo podía sentir tanta atracción por un hombre al que no había visto, pero sabía que aspecto, dinero y encanto no eran nada en comparación con lo que decía un cuerpo. Y el cuerpo de Hannibal Lecter decía mucho; Will deseó que el suyo no estuviera tan dispuesto a escucharlo.

 

--Te lo subiré- dijo.

 

--Gracias- replicó el otro, desenado poder bajar.

 

--Recibí el correo electrónico. Las “reglas”.

 

--Supongo que tienes algo que decir al respecto- dijo Hannibal, casi viendo cómo el castaño fruncía los labios.

 

--¿Es negociable alguna?

 

--¿Cuál, por ejemplo?

 

--Esa de no subir a la tercera planta. ¿Cómo va a limpiar la mucama?

 

--Conoce las reglas. Me avisa antes de subir y me voy a otra parte de la casa- explicó el doctor.

 

--Ya veo- su suspiro se oyó claramente- Esto del intercomunicador es muy impersonal.

 

--Así es como debe ser, Will.

 

--Pero ninguna regla es irrevocable, ¿no?- dijo el castaño. En silencio, golpeó la pared con la frente; Hannibal Lecter era un hombre muy testarudo.

 

--No- tras una pausa, preguntó- ¿Qué es lo que quieres, Will?- su voz sonó irritada y Will se agitó como una ola. Quería que Abigail tuviera un hogar normal, pero sabía que tendría que luchar con Hannibal para conseguirlo.

 

--Oh, nada- dijo con voz suave- Encontraré una forma de saltarme tus reglas, te aviso. Sobre todo la que no pasear por la casa de noche. Me gusta la noche. Me gusta beber cacao en la oscuridad, mirando a las estrellas.

 

--Entonces aquí debes sentirte como en casa.

 

--Sí, así es.

 

Hannibal quería que se sintiera bienvenido; Abigail llegaba a la mañana siguiente y Freddy Lounds lo había llamado para decirle que no podía encontrar otra persona que se encargar del cuidado de su hija a tiempo. Hannibal creía que estaba enfadada con él y que tampoco estaba buscando a conciencia.

 

Minutos después llamaron a la puerta, Hannibal miró por la mirilla. Will en verdad que era una persona bastante persistente.  

 

--Déjala ahí- demandó, pero Will le sacó la lengua a la puerta- Un gesto encantador, señor Graham- dijo con sequedad. Will sonrió levemente y dejó la bandeja.

 

--Dr. Lecter, respecto a ayer por la noche…

 

Hannibal gruñó para sí y golpeó suavemente el intercomunicador que había junto a la puerta.

 

--Hiciste mal en tocarme.

 

--¿Por qué?

 

--Eres el niñero de mi hija.

 

--Muy conveniente, ¿no?

 

--¿Qué?

 

--Bueno- dio un respingo al percibir su tono hiriente- estoy aquí, y aunque soy un hombre fértil…

 

--De muy buen ver.

 

--Eso no es lo que iba a decir- apretó los labios con amargura. Casi deseó estar desfigurado como Hannibal. Así al menos sabría que los otros hombres no lo querían solo por su aspecto.

 

--¿Te estás preguntado cuánto tiempo llevo sin estar con una persona?

 

--¡Claro que no!- exclamó el castaño. Esa voz ronca y profunda hacía que le temblaran las rodillas.

 

--Mentiroso.

 

--Insultar es una defensa infantil- dijo Will furioso, cruzándose de brazos y mirando la puerta.

 

--Perdón.

 

--Olvida que lo mencioné.

 

--Eso haré.

 

--Perfecto- replicó Will, pero no se fiaba. Hannibal mantenía al mundo a distancia y, de pronto, se había agarrado a su niñero como si fuera el cabo salvavidas de un barco que se hundía. No podía ignorar la electricidad que había sentido, el calor que lo inundó, ni la necesidad de acariciar la dureza de su enorme cuerpo. Había hecho que se sintiera pequeño, indefenso y deseado. No era algo fácil de olvidar- Si quieres repetir, no tienes más que dar un grito- dijo para finalizar, y bajó la escalera.

 

Hannibal abrió y miró asombrado la montaña de comida: huevos, tortitas, beicon, salchichas, café, tostadas y mermelada. Iba a tener que correr un par de kilómetros de más para bajarlo todo, pero se sentó a disfrutarlo y a intentar no pensar en la persona que lo había preparado.

 

Apenas tuvieron contacto durante el resto del día, y Hannibal esperó impaciente a que llegara la noche para disfrutar de la libertad que le daba la oscuridad. Se sentía como un vampiro; la noche era su compañera, aunque amaba el día y el sol.

 

Ya abajo, miró a Will, dormido en el sofá, con un libro abierto sobre el pecho. Ladeó la cabeza para leer el título: “Los niños y el dolor”. Lo asaltó la idea de que Abigail iba a depender de Will para encontrar consuelo y que en realidad deseaba dárselo él mismo. Ansiaba tener a su niña en brazos, leerle cuentos y verla crecer y aprender; maldijo a Alana por segunda vez por no haberle permitido compartir la vida de Abigail. Comprendió, con tristeza, que iba a ser Will el que amaría a su hija por él y eso…dolia.

 

 

****  

 

 

Will esperaba impaciente cuando el barco atracó. La gente comenzó a salir y buscó con los ojos a la niña y a su acompañante. Vio una criatura preciosa, de pelo castaño oscuro y carita de ángel, que agarraba con fuerza la mano de Freddy Lounds.

 

--Me alegro de que la trajeras tú- dijo Will, mirando a su ex compañera de estudios. Freddy bajó los ojos hacia la niña y sonrió.

 

--Me pareció que prefería alguien conocido a una extraña- dijo la pelirroja. Le preguntó con la mirada cómo le iba con Hannibal Lecter. Will no quería que adivinara lo ocurrido la noche anterior y suspiró con alivio cuando un hombre se acercó a recoger las maletas. Lo acompañó al coche que Hannibal le había prestado, le dio una propina y volvió con Freddy.

 

Se puso de rodillas y sonrió a Abigail. La niña ocultó la cara en la falda de la pelirroja

 

--Hola, soy Will- dijo.

 

--Hola- apenas se oyó la vocecita. Freddy se apartó, obligando a Abigail a alzar el rostro. Will se sentó en el suelo, como si tuvieran todo el tiempo del mundo.

 

--Ha sido una semana difícil, ¿eh?

 

--Sí.

 

--Bueno, yo voy a cuidar muy bien de ti, Abigail- la niña lo miró con cansancio- Te lo prometo. Podemos jugar en la playa, montar en bici y, quizás, incluso a caballo- notó que eso animaba a la niña y continuó- Tu papá tiene tres caballos, y creo que no hacen suficiente ejercicio, así que tendremos que ocuparnos de ellos.

 

--¿Has visto a mi papá?

 

--Sí- la esperanza de la vocecita emocionó al castaño- Es muy agradable.

 

--Mamá me dijo que se hizo daño.

 

--Es verdad, pero ahora ya está bien- no quería asustar a la niña con detalles- Solo que no le gusta que lo miren.

 

Abigail frunció las cejas como si intentara comprender por qué no quería que lo miraran si ya estaba bien.

 

--Bueno, ¿estás lista para ver tu nueva casa?- Abigail asintió y mordisqueó una esquina de su jersey. Will se lo sacó de la boca- Habla, no puedo oír lo que piensa tu cabecita.

 

--Sí, señor- la niña casi sonrió.

 

--Te va a encantar. Es un castillo, igual que en el cuento de La Cenicienta.

 

--¿De verdad?

 

--De verdad- Will se puso en pie y le ofreció la mano. Abigail miró a Freddy, suspiró y la aceptó. Will se llenó de alegría- ¿Quieres venir a casa?- le preguntó a Freddy- Puedes tomar café y volver en el siguiente barco.

 

--Creo que es mejor que se vayan conociendo. Te llamaré después, amigo.

 

--Eso me encantaría- replicó Will mirándola a los ojos, se acercó y susurró- Porque este trabajo no tiene nada de temporal, y tú lo sabías.

 

--Necesita a la niña en su vida, Will.

 

--Lo sé, pero…- bajó los ojos y vio que Abigail los miraba con curiosidad. Intercambió una mirada con Freddy, ella sonrió y se inclinó para besar a la niña. Abigail se aferró a su cuello y a Will se le encogió el corazón. Debía sentirse asustada e insegura.

 

Freddy le dio un golpecito en la espalda, susurró que iría a visitarlos y que la quería. Abigail fue hacia Will y sonrió con valentía. En el coche, Will le puso el cinturón de seguridad, se sentó al volante y arrancó.

 

--¿Lista?- Abigail lo miró con enormes ojos azules llenos de lágrimas y asintió. Will se inclinó hacia ella y la abrazó- Todo irá bien, cariño. Sé que tienes miedo.

 

--Quiero irme a casa- la niña lo agarró con fuerza. Sonaba triste e indefensa.

 

--Voy a llevarte a una casa nueva, y será una aventura investigar todo. ¿No te agradaría?

 

Abigail se encogió de hombros y Will le acarició el pelo. Les quedaba mucho camino que recorrer. Will se preguntó cuánto tiempo tendría que pasar allí y si alguna vez se atrevería a irse. Ya empezaba a querer a esa preciosa niña.

 

 

Cuando apareció la casa, Abigail soltó un gritito y se estiró para verla. Will hizo que volviera a recostarse y rodeó la casa, esperando que la playa, el establo y el enorme jardín interesaran a Abigail. Y así fue, sobre todo los columpios y el tobogán que no habían estado allí el día anterior. Detuvo el auto y apagó el motor.

 

--Vamos, ve a probarlos- la animó. Abigail abrió la puerta del coche, Will la ayudó a bajar y la niña corrió hacia los columpios de madera. Sonrió cuando trepó al tobogán y se tiró una y otra vez, sintiéndose feliz  solo con mirar. Le encantó ver su sonrisa de felicidad y se preguntó cuánto duraría, mientras la niña probaba un columpio con forma de elefante y descubría un arenero lleno de juguetes bajo el tobogán.

 

Jack apareció de pronto y se acercó despacio.

 

--Subiré sus maletas- dijo, estirando la mano para que le diera las llaves del auto- Se parece a su madre- dijo con voz suave, sin moverse. Will miró fijamente a Abigail, preguntándose cuánto se parecía realmente a su progenitora.

 

Abigail saltó del columpio y corrió hacia Will, se paró ante Jack y lo miró fijamente. Will comprendió que creía que era alguien importante. Les presentó y vio que la niña sonreía escuetamente.

 

--¿Cómo está, señorita?- Jack se agachó ante ella y le crujieron las rodillas.

 

--¿Te ha hecho daño eso?- preguntó Abigail mirando sus rodillas con los ojos de par en par.

 

--No, siempre hacen ese ruido.

 

--Mi papá se hizo daño. Mucho.

 

--Sí, bonita, es verdad.

 

--¿Lo conoces?

 

--Sí, claro que sí.

 

--¿Crees que le gustaré?- preguntó con voz temblorosa; Jack cruzó una mirada con Will.

 

--Sí, princesa. Le gustarás mucho.

 

--Pero, ¿dónde está?

 

--Ahí arriba- Jack se estiró y miró hacia las ventanas. Abigail alzó los ojos a la casa.

 

Hannibal miró a su hija y se le hinchó el corazón de amor. La había observado mientras jugaba, tenía el pelo castaño oscuro como Alana, y los ojos del mismo color. Lo único que había sacado de él era su sonrisa. Se preguntó si a Alana le había dolido verla cada día y recordarlo a él. Abigail alzó la mano y saludó; Hannibal deseó bajar corriendo y tomarla en brazos, decirle que la quería y que la protegería y que se alegraba de que estuviera allí. Pero no podía hacerlo, así que se limitó a saludar con la mano.

 

Miró a Will, apoyado contra el coche, de brazos cruzados, lo miraba fijamente. Era obvio que pensaba que él debía estar jugando con Abigail, y que no entendía cómo podía resistirse a una niña tan perfecta. Deseó explicarle que se moría de ganas de bajar, que quería consolarla, y que a él le dolía más que a la niña mantener la distancia.

 

Jack fue hacia la casa con las maletas. Will le dijo algo a Abigail y cuando ella le dio la manita, Hannibal sintió el deseo de golpear la ventana y aullar: “Yo debería hacer eso. Abigail es mi niña. Mía”.

 

 

Will dio la comida a Abigail antes de llevarla a su habitación, sabía que no tendría ningún interés en comer una vez viera la fantasía que su padre había creado para ella. Le explicó que dormía al otro lado del pasillo, y que podía ir a verlo en cualquier momento del día o de la noche; eso pareció tranquilizarla. Mientras Will guardaba su ropa, Abigail investigó la habitación y los juguetes, y le llamó la atención un oso de peluche con orejas y patas de satén verde menta, casi tan grande como ella. Cuando se subió a la cama y miró hacia abajo, apretó el oso contra su pecho.

 

--¿Tienes miedo? ¿Está demasiado alto?

 

--No- Abigail lo miró, miró a su alrededor con asombro y bostezó- Es todo muy bonito.

 

--Lo sé. Me hubiera gustado tener un dormitorio como este cuando era pequeño. Claro, con otro tipo de juguetes naturalmente.

 

--¿Cómo era el tuyo?

 

--Era pequeño y oscuro, y lo compartía con mis hermanos- no mencionó que el techo era de hojalata y que había goteras.

 

--¿Hermanos?

 

--Tengo dos, pero ya son mayores y están casados- explicó. Pensó para sí, con envidia, que eran más jóvenes que él. Había estado a punto de casarse con el hombre equivocado. Un hombre que solo lo deseaba por su rostro, su figura y su gracia; le había oído contárselo al que iba a ser su padrino de bodas. Quería un “esposo trofeo”, para exhibirlo, y a su nuevo amante en la cama al mismo tiempo.

 

Will cerró los ojos, intentando olvidar esa humillación. Matt Brown había sido la culminación de una vida regida por la belleza. Sabía que había propiciado esa actitud en su prometido al ser él modelo, pero lo hizo para poder pagarse los estudios y escapar de la granja. Había creído que Matt lo amaba por lo que él era, y no por su rostro, y cuando ese sueño se rompió, perdió no solo al hombre sino también su propia autoestima. Se sintió como un pedazo de carne comprado y pagado; Matt le regalaba todo lo que una persona podía desear. Todo excepto su amor.

 

--Quizás los conozcas algún día. Mi hermano Jhonny tiene una niña un poquito mayor que tú- no hubo respuesta, Abigail se había quedado dormida abrazada al osito. Sonriendo, le quitó los zapatos y la arropó. Le dio un beso en la sien, apagó las luces y salió del dormitorio. Percibió inmediatamente una presencia y miró hacia la escalera. Podía ver sus piernas y una mano en la barandilla.

 

--¿Está bien?- preguntó Hannibal, con voz tenue.

 

--Sí, pero agotada, se ha dormido.

 

--Gracias, Will.

 

--De nada. Quiere verte.

 

--Sabes que no puedo hacer eso.

 

--Necesita a su papá.

 

--Will…por favor- el tono de su voz estaba teñido de desesperación. En ese instante, el castaño comprendió lo solo y aislado que se sentía ese hombre; lo difícil que era para Hannibal tener a otro hombre, que además era fértil, y a una niña en la casa cuando hasta entonces la había recorrido con toda libertad.

 

--Se siente sola y asustada. Todo es nuevo para ella, y aunque eso sea excitante, lo único que quiere es verte.

 

--Pues no puede. No quiero asustarla más. Y no sé nada de niñas ni de cómo educarlas. Tú sí.

 

--Yo no estaré aquí siempre- dijo Will, no quería discutir, y menos tan cerca de Abigail. Cruzó el pasillo, entró en su dormitorio y cerró la puerta.

 

Hannibal suspiró y se frotó la cara. Will estaría allí mientras el doctor quisiera, y solo pensar en que se fuera lo ponía nervioso. Miró la puerta del dormitorio de su hija. No quería arriesgarse a que ninguno de ellos lo viera, pero su necesidad de ver a Abigail fue más fuerte que él. Bajó las escaleras, recorrió el pasillo y entró en la habitación. Observó a la niña dormida, parecía relajada e inocente, y era muy pequeña.

 

Le acarició el pelo y la mejilla. Su piel era suave y fresca al tacto. Era preciosa. Deseó tomarla en brazos y apretarla contra sí.

 

--¿Papá?

 

El sonido de esa palabra, casi le hizo llorar.

 

--Sí, princesa, estoy aquí. Duérmete otra vez- Abigail se removió en la cama y Hannibal le tapó los hombros- Tu papá te quiere- susurró. Entre sueños, Abigail le tocó la mano y él se puso tenso; las cicatrices de su muñeca eran muy profundas, pero ella ya estaba dormida.

 

Al momento de marcharse, no quería que Will lo viera y estuvo a punto de utilizar el pasadizo, pero decidió que tenía derecho a pasear por su propia casa. Casi había llegado a la escalera cuando Will abrió la puerta de golpe y salió. Hannibal aceleró el paso, sumergiéndose en las sombras.

 

--Dr. Lecter- lo llamó suavemente. El rubio platinado captó su fragancia, cálida y especiada- Doctor- insistió Will y Hannibal se detuvo.

 

--Estoy ignorándote. Sigo andando. ¿Es que no lo entiendes?

 

--Shhh- corrió hacía el imponente galeno- Claro que sí, soy univer-si-ta-rio y todo eso- replicó el castaño, recalcando cada sílaba.

 

--No des un paso más- gruñó Hannibal, volviéndose.

 

--¿Qué harías? ¿Despedirme?- lo retó Will, sabiendo que no podía hacerlo.

 

--Hay otras maneras de hacerte mantener la distancia- amenazó, viendo que avanzaba.

 

--¿Cuáles?

 

--Por ejemplo, dejar que veas mi cara.

 

--No me tienes mucho respeto, ¿eh?- susurró el castaño, mirando hacia las sombras. Hannibal percibió compasión y lástima en su voz.

 

--Al contrario- dijo quedamente- Te respeto demasiado.

 

Dio un paso, acercándose peligrosamente. Will percibió el calor de su enorme cuerpo. Casi se dejó caer sobre él, tanta era su fuerza y atracción. Will sintió que algo lo llamaba, como si lo hubiera conocido en otro tiempo, en otra vida. Hambriento de ese hombre misterioso, deseaba el reencuentro. Pero no podía ser, ya lo habían utilizado bastante por su atractivo. Tenía ante sí a un hombre que lo culpaba por ese atractivo, y que quería utilizarlo como barrera entre su hija y él.

 

--Y eso te enfada, ¿verdad? Desearías que no fuera yo el niñero, sino otra persona.

 

--Sí- escupió Hannibal, como una serpiente a punto de atacar- Veo tu rostro perfecto y percibo cada una de mis cicatrices como si me las hubiera hecho ayer- su voz se hizo más profunda, ronca de deseo por lo inalcanzable- Oigo como se agita tu respiración cuando me acerco, siento tu cuerpo vibrar como ahora y me…

 

--Y te sientes como un hombre, en lugar de un ermitaño- interrumpió el castaño, sin poder reprimirse. El rubio se quedó paralizado, tenso. Percibiéndolo, Will estiró el brazo, deseando acariciarlo- Hannibal.

 

Oír su nombre pudo más que él mismo. Bruscamente, se dio la vuelta y subió la escalera hacia su santuario. El portazo fue como un tiro que resonó en la oscuridad. Will se dejó caer sobre la pared y se cubrió la cabeza con las manos.

 

Lo había fastidiado todo. Hannibal nunca saldría a la luz. Ni por el deseo que compartían, ni por la niña que ambos empezaban a amar.

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Y bien…qué les pareció el nuevo capítulo. ¿Les gustó???


 Espero de que sí. Pobre Hannibal, se siente muy impotente al no poder abrazar y consolar a su pequeña hija como se debe. Pero al menos pudo acercarse a ella sin que ésta lograra verlo a la cara directamente. Qué les pareció la pequeña Abigail? Verdad que es una niña muy linda y muy dulce? Qué hará ahora Hannibal teniendo a su hija y a su bello niñero viviendo en la misma casa??? Pues eso descúbranlo en los siguientes capítulos. Tal parece que esos acercamientos entre Hannibal y Will se irán haciendo cada vez menos distantes *_*


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