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Tres Meses por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Gracias por estar ahí. He aquí un nuevo capítulo.

Kanon torció sus labios en una mueca que a Aioria le resultó chistosa. El menor de los gemelos no se había esperado, ni mucho menos, lo que el niño le había preguntado.

Era inicio de clases en la pequeña escuela rural en la aldea Rodorio. Escuela donde los aprendices a Santos cursaban sus estudios y compartían al menos por un par de horas, la experiencia de ser un niño más en el mundo, junto a aquellos hijos de granjeros y comerciantes.

No era demasiado grande, mas no le faltaban comodidades, una institución que albergaba a seres capaces de partir la tierra, necesitaba los recursos necesarios. Y claro que el Santuario mismo se los proporcionaba. Burocracias a las que Aioria, en su esencia silvestre, no prestaba atención. Solo bastaba con compartir la mañana de enseñanzas junto a esos niños comunes y sus compañeros aprendices.

Todo había ido relativamente bien para Aioria, que acaso no le costaba nada socializar tanto con sus compañeros dentro del Santuario como con esos niños que al final del día no debían preocuparse por la seguridad del mundo. Eso estaba en sus manos.

Sin embargo, los niños son curiosos y se hallan llenos de cuestionamientos que a veces, los adultos no saben cómo responder.

Lacey, el hijo menor del dueño de la pescadería había arrastrado a Aioria a un partido de fútbol en el patio trasero de la escuela, solían compartir mucho rato juntos, y a decir verdad, al pequeño hermano de Aioros le caía muy bien, pero para cuando los deberes y los juegos acababan y cada uno debía regresar a sus hogares, Aioria no podía evitar observar con una curiosidad que iba en crescendo, a la mujer que llegaba y abrazaba a Lacey para llenarlo de besos y al hombre que la acompañaba también.

Una tarde lo increpó y el niño, con sus redondos y negros ojos lo observó como si Aioria fuera una especie de extraterrestre;

—Son mis padres.

— ¿Padres?

—Es que acaso tú, ¿no tienes mamá? ¿Ni papá?

Aioria no respondió. No dijo más nada y se fue de las rocas donde habían estado sentados. No miró atrás. Y fue ahí donde se encontró con Kanon, soltándole la bomba, porque para Aioria, era perfectamente lógico, al momento en que su amigo le había hecho la pregunta, solo la imagen de dos personas aparecieron en la mente del infante.

—Aioros y Saga, son como mis padres, ¿verdad?

Era perfectamente lógico.

Porque si miraba hacia atrás, hasta donde su joven mente podía acceder, Aioria hallaba solo momentos junto a su hermano y el gemelo; las primeras palabras, los primeros paseos, las primeras enseñanzas. La sonrisa cándida de su hermano y la mirada afable dentro del severo rostro de Saga.

Él no había sido criado bajo los brazos cálidos de una madre, o las palmadas orgullosas de un padre, pero si había crecido junto a los dos Santos de Oro más poderosos.

Sí, él no contaba con una familia «normal» pero no por ello, debía sentirse menos que el resto. Su familia era especial y así le gustaba.

Cuando todos los pensamientos se ordenaron en su pequeña mente, Aioria le regaló a Kanon una sonrisa que el gemelo atesoraría más allá de sus días; todavía no respondía a la pregunta, pero Aioria no necesitaba una respuesta.

—En todo caso—dijo el León, —tú eres el mejor tío del mundo.

Notas finales:

Gracias por leer.


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