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Tres Meses por Aurora Execution

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Aioros solía decirle que Kanon tenía una misión muy especial en este mundo. Y que a pesar de que ellos podían convivir de cierta forma con el gemelo, el resto de los aprendices y habitantes del Santuario no debían saber de su existencia. Lo hacía con una sonrisa mitad sincera, mitad incomoda. Pero siempre sonreía. Aioria no entendía del todo, sin embargo le resultaba un poco injusto para Kanon pero, qué podía hacer él contra las leyes divinas. Absolutamente nada.

Comenzó a sospechar que, quizás, las sonrisas y esa hastía devoción que su hermano tenía con ese par de gemelos podía deberse a ese destino solitario que poseían. Y así fue como, el tiempo y la convivencia hicieron que vaya aprendido a diferenciar las sonrisas que su hermano guardaba para ellos, y a pesar de que sin lugar a dudas las mejores y más radiantes le pertenecían exclusivamente a Saga, aquellas que recibía Kanon no parecían muy distintas.

Hasta ese día.

Algo dentro del menor se revolvió violento cuando Aioros increpó al gemelo mayor sin ninguna mueca más que fastidio (y decepción) y esa sensación impetuosa en su interior encendieron alarmas.

— ¿Dónde está?

—El día de hoy pareces no querer entender—resopló Saga sin dignarse a observarlo—ya te he dicho que no sé nada de él desde hace dos días.

No era extraño que Kanon se perdiera por unos días, cuando su humor no estaba de buenas o necesitaba entrenar lo que con ellos no podía, así que Aioria no entendía porqué la preocupación que transmitía su hermano era tan inquietante. Si bien era cierto que el comportamiento del géminis menor había mutado en esos últimos meses, no le parecía tan grave como los mayores lo hacían aparentar.

—Desde hace un tiempo siento que me están ocultando algo, Saga.

Aioria tragó pesado al sentirse un testigo no deseado en la discusión que la pareja mantenía. Eso también le preocupaba, Aioros y Saga discutían más a menudo últimamente, sobre todo desde que el Patriarca les advirtiera que pronto nombraría a su sucesor. Y el trago cayó cual piedra cuando las facciones compungidas en ambos cambiaron ante la incapacidad de seguir hablando, hiriéndose con ese silencio desolador. Aioros se marchó sin siquiera llamarlo para ir tras él. Podía contar con tan solo siete años, pero Aioria sabía perfectamente que su hermano no le agradaba la idea de mostrarse tan vulnerable ante él.

— ¿No iras tas él?—cuestionó.

—Es mejor así, no puedo ser una buena compañía para Aioros en estos momentos.

Saga lo observó con intensidad, mientras Aioria daba un paso hacia atrás por la frialdad que surcó en sus ojos. Nunca, le había visto aquella mirada tan impropia de la imagen que proyectaba Saga a diario. Jamás.

—Los tiempos están a punto de cambiar.

Dijo al fin mientras giraba sobre sus pasos y se dirigía en la dirección opuesta a donde su hermano se había marchado instantes antes. El León se quedó viendo por unos minutos hacia la nada y pensando en qué quiso decir Saga con aquello, pero no le dio mayor importancia, ahora lo que le urgía era ver a una persona. Y no era precisamente su hermano.

Existía un pequeño pueblo que no contaba con muchos habitantes, estaba al este del Santuario y se componía mayormente por pescaderos y marineros que conocían las aguas del mediterráneo mejor que nadie. Para llegar ahí debías atravesar un bosquecillo repleto de malezas y arbustos espinados, sin embargo, a dos kilómetros del pueblo se hallaba un claro que conectaba directamente a las costas del mar.

El lugar favorito de Kanon.

Aioria no dudó ni un instante en que lo hallaría ahí, pero no por ello se sorprendió de verlo de rodillas y con las palmas sobre el suelo. Había sangre y sudor sobre sus brazos y ropa y algunas manchas más sobre la blanca arena que las olas no se habían llevado consigo.

El pequeño respiraba agitadamente después de haber corrido todo el camino para llegar lo más rápido posible. Kanon no pareció advertir su presencia mientras sus puños se crispaban sobre el suelo arrastrando arena y agua. Pero estaba equivocado.

— ¿Te enviaron esos dos?—Aioria dio un respingo ante la voz grave del géminis.

—No, quería saber por qué están tan preocupados por ti.

Kanon levantó su vista enfocando su esmeraldina mirada sobre él. El temblor que recorrió su cuerpo le puso en alerta al ver rastros de lágrimas. Kanon suspiró al tiempo que se incorporaba y se acercaba al niño. Aioria no se movió de donde estaba, expectante de sus propias emociones, no entendía porque la presencia de Kanon le estremecía de esa manera. El gemelo se acuclilló para quedar a su altura, removió algunos rizos que su maratónica corrida había despeinado y le sonrió;

—Las cosas están a punto de cambiar, Aioria—los ojos del castaño se abrieron de par a par al escucharle decir exactamente lo mismo que Saga le hubiera dicho; —y a partir de ahora debes ser fuerte para enfrentar lo que vendrá, porque nada de lo que se avecina resultará fácil, sobre todo para ti.

—No entiendo.

—Lo harás pronto, pero prométeme algo—el niño asintió mientras una lágrima se resbalaba de sus ojos—prométeme que no dejarás que nadie te diga que eres menos, conviértete en el más fuerte y levántate ante los detractores… y si debes odiar para ello, entonces, hazlo.

Kanon nunca fue cariñoso. Aioria solo recordaba vagamente algunas sonrisas o gestos afectuosos, pero nunca lo escuchó u observó efectuando algún acto, como sí lo hacía su hermano, por ejemplo. Por lo que cuando el gemelo depositó un beso en su mejilla y lo abrazó fuertemente comprendió que Kanon era así porque realmente nadie lo hizo con él en primer lugar.

Y quizás Saga y el mismo Aioros se esforzaban en demostrarle lo mucho que les importaba, pero ellos estaban juntos la mayor parte del tiempo, y Kanon no tenía a nadie más. Ese pensamiento le estremeció desde el fondo de su inocente alma, por lo que correspondió el abrazo con una vehemencia mientras hacía jirones la ropa del mayor y humedecía su hombro con las lágrimas.

—Lo haré.

Kanon lo apartó suavemente mientras asentía a su respuesta y limpiaba con sus pulgares los restos de lágrimas.

Luego se marchó. Para siempre.

Así como, tres meses después, lo harían Saga, Aioros y su propia felicidad.

Notas finales:

Gracias por leer.


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