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Los tres reinos: El nuevo linaje por Cat_Game

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Notas del capitulo:

¡Nuevo capítulo!

Hola a todos por aquí, espero que se encuentren de maravilla descansando y disfrutando del día.

A diferencia de las otras dos partes de esta saga, El Nuevo Linaje tiene más acción, y un poco más de soltura... 

 

¡Espero que lo disfruten!

¡Pronto actualizaré la segunda parte de La Concepción!

Nos leemos pronto.

Parte Uno


IV


 


—Escúchame bien, Joss, si quieres ser parte de los cadetes que suelen entrenar bajo la tutela de Bephegor tendrás que esconder tu identidad. Nadie debe saber que eres un híbrido y que luces más humano de lo que sea que eres en realidad. Cuando entrenes con los Generales, utilizarás esta armadura y este casco para así cubrir tu rostro. A Belphegor no le importa si usas esto, sólo que sigas sus órdenes. ¿Queda claro eso?


Joss asintió con prontitud.


—Segundo punto importante. Debido a que estarás viviendo en el castillo de la Piedra Negra, serás una especie de esclavo con algunos derechos, como libertad para andar por aquí y por allá, pero dirás que eres de mi propiedad; esto será sólo en palabra, no real. Así que quiero que no te metas en ningún problema mientras yo salgo a misiones y otro tipo de transacciones. Deberás mantenerte alejado de algunos sitios, y no podrás abandonar el castillo. ¿Comprendes?


Joss replicó nuevamente con la cabeza.


—Bien. Tampoco quiero que visites el ala este del castillo, ni que se te ocurra entrar a la sala del trono; Samael no es piadoso como yo y no tolerará polizontes perdidos. Esto implica no usar tus poderes ni tampoco dejar que vea tu rostro.


Joss no hizo ningún movimiento. Únicamente clavó sus ojos en Eklan y aguardó.


—¿Qué ocurre?


—¿Nos veremos seguido? —cuestionó con incertidumbre el jovencito.


Eklan suspiró y se acercó a Joss; tocó el rostro del adolescente y lo contempló con consternación. No podría asegurar el bienestar de ese híbrido por siempre, así que debía planear con cuidado su siguiente movimiento.


—No lo sé, niño.


—Está bien. No me meteré en problemas y evitaré ser visto por Samael.


—Buen chico. —Eklan se alejó de Joss y abandonó la habitación sin decir una palabra más.


El lugar era grande; con una cama ovalada de casi el tamaño de tres  individuales, con unas colchas de color rojizo oscuro y una cabecera elegante de madera negra. Los dos ventanales daban hacia la ciudad de la Piedra Negra, así que desde los balcones se podían apreciar los edificios oscuros y góticos que caracterizaban ese poblado. En la pared contraria había un hermoso tocador con tres espejos que hacían juego con el escritorio y sillas de color azul oscuro. También se encontraba un ropero elegante de color marrón con acabados en tallados; todas las figuras eran especies de minotauro, unicornios, serpientes emplumadas y otros seres fantásticos. Las paredes eran de un tono ennegrecido, casi como un azul marino, pero que estaba pensado para combinar con las cortinas, cuadros, muebles, adornos y demás cosas en el castillo.


Joss se acercó a la cama y reconoció una armadura; era la que Eklan le había entregado. El color base era de un oscuro casi como un tono metálico calcinado, pero tenía una marca en la pechera; un símbolo que era desconocido para Joss. El joven pasó su mano sobre el dibujo y descubrió que estaba sublimado sobre el metal; primero tocó los cuernos, uno apuntaba hacia arriba con una curvatura elegante y el otro hacia abajo. El rostro era calavérico y sus ojos parecían haber sido llenados de una pintura clara. Cuando Joss levantó el casco descubrió que tenía un parecido a ese craneo demoniaco. Probablemente era un símbolo que tenía valor para Eklan, o quizá no. Joss colocó el casco en su cabeza y descubrió que le quedaba un poco grande. Luego se puso el resto de la armadura, aunque tampoco era de su talla; pues Joss era bastante delgado. Por fin se alistó para su primer día de entrenamiento.


 


 


Cuando el adolescente abandonó la habitación, recorrió los pasillos largos. En las paredes se colgaban unos cuadros con imágenes variadas; de vez en cuando aparecían demonios, casi todos únicos, elegantes y misteriosos. Otras veces se apreciaban paisajes como ciudades, construcciones, campos verdosos y rojizos, y hasta atardeceres en tonos esmeralda. Joss se detuvo frente a un pintura que capturó toda su atención. La imagen representaba un castillo enorme, con una construcción clásica, pero con siete torres colocadas en sus alrededores; el color de la piedra parecía ser de un tono rojizo escarlata, casi como la sangre aglomerada. El castillo tenía algunas ventanas iluminadas, pero no se podía ver más debido a que la imagen no tenía dibujados más elementos. Empero, lo que más llamaba la atención de Joss era la compuerta principal; casi como sublime y con una perfección en los detalles en sus marcos y los cuadros interiores que parecían estar tallados sobre la madera negra. Era, sin duda, una construcción majestuosa.


—¿Hermoso, verdad?


Joss dio un pequeño brinco y buscó al dueño de aquella voz. El demonio lucía unos cuernos curvados y alargados hacia atrás de un tono dorado, su piel era oscura y estaba cubierta en su mayoría por una armadura plateada, mientras que su rostro era fino, y sus ojos amarillos hacían un juego único con su cabellera azulada clara.


—Sí —Joss se atrevió a hablar, aunque tímidamente.


—Es el castillo de la Piedra Dorada, nuestra insignia de poder más importante.


Joss agachó la cabeza. Sabía quién era el Amo y Señor de ese castillo; pues él tenía una relación con ese demonio.


—¿Qué ocurre?


—No, nada. No es nada especial.


El demonio desconocido se acercó más a la pintura y se detuvo a un lado de Joss; suspiró y habló con un tono elocuente.


—Tal vez te sientas como en una especie de trance. Lo comprendo, yo también lo he sentido. Y es que es inevitable no desear ese poder tan especial, místico e incontrolable; pero ya vez, jovencito, es casi imposible para nosotros desear esa posición.


—Lo sé —reveló Joss con seriedad.


—¿Lo sabes?, ¿entonces, qué es lo que causa aquella incertidumbre que percibo en tu ser?


—¿Dónde está él?


Joss se sintió observado, y así era. El demonio con apariencia jovial lo contemplaba con un rostro lleno de asombro y emoción.


—¿Él? Vaya forma de dirigirte a nuestro Señor, niño. ¿Quizás no tienes respeto por nuestro rey?


—¿Por qué habría de respetar a un demonio que huye y desaparece cuando las cosas están peor? Es igual que el supuesto Creador y el Rey del Cielo. Todos son unos cobardes.


—Disculpa, pero, ¿quién eres? —cuestionó el demonio con un tono alarmado—; te expresas de una forma tan familiar y osas comparar a nuestro amado Lord con el ex-representante del Cielo y un Creador que ha estado ausente por eones; cualquiera creería que eres conocido de ellos.


Joss suspiró y alzó la mirada. Después ofreció su mano como un gesto extraño que había aprendido en el mundo Humano como un “saludo” al conocerse. El demonio mostró de nuevo un rostro de sorpresa y sonrió; luego aceptó el gesto.


—Joss. Mi nombre es Joss.


—Soy Beelzebub, un placer, jovencito.


Cuando el saludo terminó, ambos regresaron su interés a la pintura.


—Dime algo, Beelzebub, ¿sabes dónde está?


—No —expresó con honestidad el demonio Lord.


—Ya veo.


—Pero eso no quiere decir que la guerra haya terminado. Al parecer, el Infierno está en otra crisis política y como ya es costumbre el puesto es peleado por algunos de los otros Lores.


Joss recordó que su padre le había contado sobre los Lores del Infierno; seis demonios de poderes grandiosos y arcanos. Sabía que Beelzebub era uno de ellos; aunque le pareció extraño que no se presentara como un “Lord”.


—¿Tú también pelearás por el trono? —preguntó Joss con curiosidad. En realidad le parecía increíble que nadie sospechara absolutamente nada.


—No. Nuestro Amo es un ser de respeto y por quien profeso una admiración y amor profundo; así que no me interesa tomar su lugar. Sé que él regresará tarde o temprano y su lugar debe ser honrado y resguardado.


—Sí, claro. Regresará.


Joss no creía eso. Presentía que un cambio radical se aproximaba y con ello una nueva era nacería.


—Oye —interrumpió Beelzebub los pensamientos de Joss—, ¿no ibas al entrenamiento? Veo que traes puesta una armadura de los elegidos de Eklan.


—Oh, es cierto. —Joss se apresuró pero antes dijo—: un gusto conocerte, Beelzebub.


Beelzebub vio que Joss levantó la mano y la ondeó en el aire de una manera sumamente bizarra. Conocía algunas formas y comportamientos de los humanos, pero nunca había visto a alguien en el Infierno hacerlo con tanta naturalidad. Sonrió y tomó su camino.


 


 


El jardín de entrenamiento era tan extenso y hermoso que Joss no podía creer que eso era el castillo de la Piedra Negra. El pasto, de un color aceituna, estaba protegido por unas pequeñas cercas; también había unas flores de tonos variados que se posaban junto a árboles frondosos de tonos rosas, azules y rojos. Los caminos estaban pavimentados con una especie de piedra negra que parecía cantera, y se podía andar por éstos para apreciar la belleza de la flora. En el fondo a la derecha estaba una especie de campo terregoso que se usaba para los entrenamientos.


Joss se acercó hasta el campo de entrenamiento y se colocó al final de la fila de cadetes. La mayoría de los demonios eran jóvenes y portaban ropajes frescos para mostrar sus figuras dotadas de músculos. Todos tenían cuernos de formas variadas: unos largos, otros cortos y unos cuantos como espirales. Algunos tenían alas debido a que eran demonios élite. Pero sólo un grupo muy selecto portaba armaduras con detalles únicos que se diferenciaban de la que Joss usaba.


—Buenos días, cadetes —la voz ronca y varonil hizo que los murmullos y juegos entre los jóvenes demonios se apagaran de manera paulatina.


Joss se movió un poco hacia el exterior de la línea para ver con mejor ángulo al demonio que hablaba.


Increíble, pensó Joss. El demonio lucía una armadura roja elegante, con unas hombreras gruesas y prominentes. Sus cuernos, de base triple, estaban curvados hacia la cabeza y salían hacia el extremo contrario, con un tono rojizo quemado; su piel era oscura y sus ojos brillaban en contraste. Su cuerpo, grueso y fornido, quizá sobrepasaba a Joss por más de cincuenta veces. Las alas estaban invertidas y su cola se arrastraba incluso con una elegancia insana. Ese demonio era Belphegor, uno de los Lores del Infierno y segundo Comandante más importante del reino.


—Hoy repasaremos algunas formas básicas de combate cuerpo a cuerpo. Muchos de ustedes son unos buenos para nada y creen que pelear sólo implica fuerza bruta. —Belphegor caminó frente a los cadetes como si se pavoneara. De vez en cuando él se encargaba de revisar los avances de los entrenadores, y ese día había optado por verificar al General Osthar, de la Piedra Negra.


La atmósfera era pesada y en el rostro de los cadetes se apreciaba el miedo o el respeto. Joss, para su fortuna, cubría su expresión de consternación gracias al casco de su armadura. Sin embargo, Belphegor se detuvo frente a él y se inclinó un poco para analizarlo mejor.


—Veo que hay nuevos reclutas. ¿Cuál es tu nombre, elegido de Eklan?


—Joss, señor —el adolescente tragó saliva y habló lo más claro posible, aunque su voz había salido débil y temblorosa.


—Bien, Joss, hoy nos darás una demostración del porqué has sido seleccionado por Eklan.


El cuerpo de Joss comenzó a temblar. Sus energías se drenaban como si fueran succionadas por algo inmaterial. No podía ni pasar saliva. Era apenas el primer día y ya se había metido en un lío.


—Anda, pelearás con… —Belphegor aguardó por unos instantes y al final divisó a un cadete de su agrado, y pronunció con elegancia—: Saxby.


De la fila salió un demonio de tez morada, cuernos como espirales y una cabellera negra. Saxby era más alto que Joss y mucho más fornido. Joss caminó hacia afuera de la fila y se quedó parado frente a su contrincante. Saxby desenfundó una espada gruesa.


—¿Qué clase de arma usarás, Joss? —inquirió Belphegor.


Joss caminó hacia el mueble de madera que mostraba unas cuantas armas blancas; eligió una espada mediana y pidió que la pelea terminara antes de que descubrieran su identidad.


—Todos formen un círculo alrededor de nuestros compañeros. Durante esta pelea podrán utilizar sus poderes. Quiero que nos den una buena demostración —ordenó el demonio Lord con entusiasmo.


Una vez Joss encaró a Saxby, los jóvenes cadetes gritaron con emoción para avivar el momento. Joss respiró hondo e hizo lo posible por mostrar una pose valiente.


De un momento a otro comenzó la pelea; Joss fue arrojado hacia un costado. Saxby había atacado con rapidez y fuerza. Antes de que Joss se pusiera de pie, Saxby lanzó unas bolas de fuego del tamaño de pelotas de béisbol; Joss esquivó dos, pero la tercera chocó contra su espalda y quemó una parte de su armadura. Saxby corrió hacia su contrincante y lo atacó con la espada; pero Joss actuó por intuición y detuvo el ataque con su arma. Sin embargo, la diferencia de fuerza era notoria. Joss giró hacia la derecha y evitó a Saxby, luego se puso de pie y se alejó lo más que pudo hasta llegar a la pared de los cadetes. Saxby no perdió el tiempo y corrió hasta Joss, arremetió contra su cabeza y lo noqueó.


—Basta, he visto suficiente —Belphegor detuvo la pelea y advirtió a Saxby de dar un golpe más. Luego se acercó al demonio élite rinoceronte al mando—. General Osthar, esperaba un poco más de nivel en su grupo.


—Le aseguro, mi Lord, que es la primera vez que veo a ese niño. Eklan me dio la noticia hace unas horas y no pude negarme —explicó con deterioro Osthar; su rostro ensanchado parecía desfigurar sus facciones que no combinaban con sus tres cuernos desgastados—. Puede pedirle a otros una demostración.


—Comprendo. La próxima vez que regrese espero que el elegido de Eklan demuestre un poco de interés en el combate.


—Por supuesto, me encargaré de entrenarlo —replicó Osthar con vergüenza y enojo suprimido en su interior.

Notas finales:

Próxima actualización: 07 de Enero


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