Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

[Reviews - 76]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

151007. Actualización nocturna. La historia debe continuar (?).

Capítulo XV. De las memorias y otras historias por contar

 

Howon encamina sus pasos hacia el estudio de su padre. Dentro le espera Sunggyu, según palabras de una de las criadas. Es una situación poco frecuente, pero a veces ocurre. “Una reunión de negocios”, piensa y su porte cambia a mitad del pasillo. Si Kim Sunggyu pretende verle en esa habitación, solo puede tratarse de un tema muy serio o muy delicado. “Si no es que ambos”, agrega.

— ¿A qué debo el honor de tu visita? — trata de sonar formal, pero un dejo de burla impregna sus palabras.

— Me temo, mi querido amigo — inicia el mayor, dibujando una sonrisa perezosa —, que esta será una conversación extremadamente larga y que lo mejor es que te pongas cómodo.

                Sunggyu inclina la cabeza en dirección del sillón individual vacío junto al suyo, y el menor se une a él con un profundo suspiro. Una de las empleadas les lleva té pasados unos minutos, cuando ambos aún permanecen en el más absoluto de los silencios, y ninguno está seguro de haber hecho semejante pedido. Las puertas se cierran poco después.

— Traje conmigo algunos expedientes que encontré mientras organizaba mi caja fuerte — es lo primero que dice y señala con su mano los fólder colocados sobre la mesa. — Son principalmente notas hechas a mano, pero creo que debemos revisarlas una vez más.

— Déjame ver — solicita el de cabellos oscuros, tomando el primero. — Esto es...

— Arranqué esas páginas del diario de Sungyeol.

                Ha pasado mucho tiempo desde entonces.

 

* * *

— ¿Qué hacen aquí?

La sorpresa se reflejó enormemente en los orbes marrones del chiquillo de castaños cabellos, quien corrió en dirección de los otros dos jovencitos presentes.

— Negocios, claro está — inició el mayor de ellos, sonriendo. — En todo caso, ¿   qué otra razón tendríamos para efectuar un viaje tan largo?

Sungyeol dejó de andar, deteniéndose a escasos metros de ellos.

— No seas idiota, Sunggyu — regañó el más bajo, codeando a su amigo —, podrías hacer llorar a nuestro pequeño y lindo Sungyeollie.

— Digo la verdad, sin embargo — argumentó el aludido. — Aunque eso pueden arreglarlo los adultos — se encogió de hombros. — Te echábamos de menos.

— Realmente mucho — agregó Hoya. — Lo que se dice demasiado. Estar seis meses solo con Sunggyu como compañía es una pesadilla.

— ¡Oye, Lee Howon!

                El hijo mayor de los Lee ignoró los gritos y protestas y se lanzó sobre ellos, atrapándolos en un enorme abrazo que terminó por conducirlos a los tres hacia el suelo, donde se quedaron por mucho tiempo enredados entre sí sin dejar de reír.

* * *

 

Una sonrisa sincera le cruza el rostro al dueño de «Paradise», pero desaparece tan rápido que su amigo apenas es capaz de decir que estuvo alguna vez ahí. Es un recuerdo grato para ambos, porque en ese momento sintieron de primera mano el gran cariño que guardaba Sungyeol para ellos en el interior de su corazón infantil. No han vuelto a compartir un abrazo como ese jamás.

                Hoya quiere reír, pero es incapaz. Un nudo le oprime la garganta. Una punzada de dolor le atraviesa el pecho, y entonces presiona las hojas que sostiene contra su corazón, arrugándolas. Sunggyu le contempla en silencio, sin encontrar las palabras correctas para hablarle.

 

* * *

Los tres niños corrieron al segundo piso tan pronto su participación en la cena concluyó. “Los adultos tenemos asuntos que tratar”, había señalado el señor Lee a su hijo, quien decidió que era un buen momento para mostrar a los recién llegados el resto de la casa americana. Aunque esa idea duró poco, pues pronto Howon tuvo una mejor. Gran error.

— Debemos llevar a Daeyeol — aconsejó Sungyeol mientras metía un par de cosas en su mochila. — No sería justo para él tener que quedarse aquí.

                Sunggyu estuvo de acuerdo y así los cuatro bajaron sigilosamente la escalera y abandonaron la casa en su primera escapada de verdad. Poco imaginaban lo que el mundo exterior les deparaba. Y vaya que fue un precio alto a pagar por esa travesura insignificante de las suyas.

* * *

 

— Esa ha sido sin duda alguna la peor idea que he tenido en mi vida — comenta casi de forma distraída, y no obstante la culpa y el enfado se desliza entre letras.

                Sunggyu quiere decirle que eso es mentira, que han ocurrido otras situaciones donde no se ha mostrado como el ser absolutamente brillante que siempre le han dicho que es. Incluso piensa en poner su “relación” con Jang Dongwoo como ejemplo. Sólo que no puede, porque dentro de él existe una vocecita que constantemente grita que es cierto.

— No podíamos haberlo sabido — dice en algún momento, sin saber de dónde vienen las palabras, pues por lo general es él quien se ahoga en la culpa y el otro quien le recuerda que no fue su error. — Éramos niños, teníamos tiempo sin vernos, sólo queríamos salir a jugar un momento.

— Nuestro juego le quitó tres años de su vida a Sungyeol.

 

* * *

— ¡Suéltame!

                El grito alcanzó los oídos de Sunggyu primero. Corrió desde su escondite hacia la fuente del sonido, alertando a Howon en su camino al gran árbol a mitad del parque. Sungyeol no se encontraba ahí.

— ¡Ayuda! — pidió de nuevo, más alto, más agudo. — ¡Que alguien me-!

                Daeyeol fue el primero en verle. Un hombre aprisionaba a su hermano mayor entre sus brazos musculosos y cubría la boca del niño con un pañuelo. Los orbes marrones en un comienzo asustados se cerraron lentamente, con su dueño cayendo en un sueño profundo químicamente inducido.

— ¡Sungyeol! — gritaron los tres, pero era tarde. El coche se marchó.

* * *

 

Se lo han llevado, recuerdan ambos las palabras de Daeyeol apenas volver a la casa, ¡alguien ha metido a Sungyeol en un coche y se lo ha llevado!, luego rompió en llanto. ¡Quiero a mi hermano de vuelta!, había gritado el niño el resto de la noche, sin dejar de moquear hasta que el sueño le venció.

— Siempre me he cuestionado lo que ocurrió en ese tiempo — la voz de Sunggyu llega a oídos sordos. — Sungyeol siempre cambia el tema, apenas y tiene recuerdos de ese entonces...

— Ha reprimido esas memorias — suspira Howon, cansado de sus propios pensamientos. — Imagina lo malo que ha sido para alcanzar semejante punto.

— No quiero imaginarlo — se estremece el mayor, atemorizado. — Quiero que él me lo cuente, que termine con esta pesadilla de una buena vez y lo supere.

— Él lo ha superado a su manera, Sunggyu — le recuerda amablemente. — Ha cambiado, ha madurado. Aún tiene problemas, pero poco tienen que ver con este evento.

— Están íntimamente relacionados — contradice sabiamente, tomando un nuevo fólder. — Tuvo un episodio aquella noche en el restaurante, las pesadillas están de vuelta. Obviamente no lo ha superado, Hoya.

— Cuando volvió — pide suavemente —, ¿recuerdas cómo fue?

— Estábamos ahí esas vacaciones — evoca el pelirrojo. — Después de aquel día regresamos cada vez que se presentó la oportunidad para saber las novedades acerca de él. Era invierno, Sungyeol había cumplido catorce años durante ese verano. Cruzó los jardines de pronto, sus ropas estaban sucias y empapadas. Tenía contusiones en todo el rostro y seguro en otros sitios también.

— Y lo primero que dijo al ser abrazado por Daeyeol fue...

No me toques — termina el mayor por él.

                Volvieron a los documentos sobre la mesa, más perdidos en sí mismos que antes. Aquellas imágenes flotando en su mente, aquellas tres palabras colándose como nunca en sus pensamientos. Encontraron la descripción de Sungyeol sobre su huida triunfal, cómo corrió hasta la casa de su familia, sus no recuerdos de su estadía en cautiverio. Y en uno de los expedientes había una foto suya exhibiendo todas las heridas en su cara… pero ambos se fijaron en una sola cosa dentro de la imagen, algo que no notaron antes: los ojos de su amigo. Esa mirada que pocas veces resurgía, una muerta, cargada de pesar. Los ojos del Lee Sungyeol en esa imagen escondían muchos secretos bajo un manto de desolación.

 

 

 

 

El sonar de las campanillas en la puerta anuncia la llegada de un nuevo cliente. Woohyun alza el rostro veloz, abandonando momentáneamente el menú. Mueve la mano en señal de saludo y Sungjong se encamina en su dirección. Luce un tanto incómodo y Dongwoo le asegura que es normal, porque pocas veces se reúnen sin Myungsoo. Además, las cosas entre ellos dos siempre han sido de esa forma.

— Hola — saluda el niño, tomando asiento frente a ambos. — ¿Por qué he sido llamado?

— Quiero hablar sobre Kim Sunggyu — señala Woohyun con la mayor indiferencia posible.

— Haré alusión a las palabras de Sungyeol — dice el más joven, para sorpresa de ambos —, y diré que el café viene primero y la charla después.

                Dongwoo sonríe y llama gentilmente a un mesero. Diez minutos más tarde, el trío se encuentra sosteniendo cada uno la bebida de su elección. No tienen idea de cómo iniciar, por lo que prolongan el silencio la mayor cantidad de tiempo posible. Sólo que la ansiedad también crece.

— ¿Qué deseas saber? — cuestiona después de tres sorbos de su americano frío.

— Absolutamente todo lo que tú sepas — se apresura el mediano, importando poco si suena desesperado.

— No estoy seguro de conocer mucho acerca de él.

                Woohyun refunfuña y lo maldice por lo bajo, ahogando sus insultos en su té.

— Por qué no comienzas contándonos cómo fue su primer encuentro — propone Dongwoo, sonriendo.

                Es realmente una muy buena idea.

— Hará cerca de un año...

                Lee Sungyeol apareció primero. Fue un encuentro casual, accidentado. Más tarde Sungjong decidió nombrarlo como «destino» y se aferró a la creencia de que grandes cosas les deparaban juntos. No al comienzo, cuando chocaron entre sí por su torpeza; sino más tarde, cuando se produjo la escena del callejón. Ese desconocido le había salvado sólo porque sí. Pensé que me necesitabas, había respondido el castaño una vez que le cuestionó su actuar ese día, no podía haberte dejado ahí al saberlo. Jamás volvió a dudar de ninguna palabra que dejase esos labios.

                Kim Sunggyu es un completo bastardo, le había contado una vez el mayor, con la espalda en el suelo y las largas piernas en el sofá de su apartamento. Sungjong le contemplaba desde el mueble, una ceja arqueada. Mi amigo de infancia, ya sabes. Ese tipo de los ojos pequeños y las mejillas de ardilla. Sungjong había traído a su mente una vieja fotografía que miró alguna vez por “accidente” a su mente. Él piensa que el mundo gira en torno suyo, lo cual es mentira, o sino que gira a mi alrededor, ¡lo que es aún peor! Para el invitado esos comentarios no tenían sentido. ¡Y ese idiota de Lee Howon le apoya en todo! Gruñó algo poco entendible y luego le miró. Howon, Hoya, mi otro amigo de infancia, el de las cejas curiosas. Sungjong asintió. Ambos me sobreprotegen. No soy un niño, Jongie, así que no necesitan cuidar cada paso que doy como si fueran mis niñeras. Él estuvo de acuerdo, aún inseguro sobre el argumento inicial. Aunque es algo lindo, debo admitirlo.  Y con eso su enfado se disipó.

— Esa fue la primera vez que escuché hablar de ellos — menciona, sonriendo ante las memorias. — Después de ese día Sungyeol comenzó a nombrarlos con frecuencia, incluso me mostró fotografías de ellos tres durante su niñez. No han cambiado tanto, así que no deben sentir curiosidad.

                La presentación cara a cara se sucedió un tiempo después. Una llamada de su hermano menor amenazando con dejar la casa familiar encendió sobre la cabeza de Sungjong una luz roja. Empacó un par de cosas en una mochila pequeña y tomó el primer autobús hacia su pasado. No encontró a Seongyu por ninguna parte, pero sí a su padre, quien no tardó en echarlo fuera de la propiedad luego de recordarle lo poco deseada que su presencia resultaba para ellos. Volvió a la capital con el terror invadiéndolo y un dolor provocado por la angustia aún mayor que el de los golpes recibidos. Fue primero donde Sungyeol, deseoso de la protección que el otro le otorgaba sin esfuerzo.

                Kim Sunggyu y Lee Howon se unieron a ellos tan pronto Sungyeol les llamó, como si hubiesen estado todo el tiempo tras la puerta esperando el momento de ingresar al apartamento. Su primera impresión fue la más duradera, sin duda. El pelirrojo resultaba intimidante y su voz no dejaba lugar a dudas sobre quién mandaba ahí, sobre todo a través del teléfono, mientras instruía a dos personas para una pequeña diversión. Howon, con el cabello de un castaño muy oscuro, y las miradas más serias del mundo, se encargó de la localización del menor de la casa Lee. Lucía fuerte, reservado y como un sabelotodo.

¿Quién es la niña?, había preguntado Sunggyu una vez desplegadas las órdenes. No es una niña, pedazo de idiota. Es Sungjong, el amigo del que les hablé, se quejó Sungyeol, golpeando el brazo del mayor. Ah, ese niño..., se había limitado a responder por todos Hoya.

— Así que él también te confundió con una chica... — rescata Nam, con sus ojos brillando traviesamente.

— En realidad no — le corrige prontamente el aludido, frunciendo el ceño. — Era su forma estúpida de tratar de reconfortarme en dicha situación — se encoge de hombros. — Sunggyu tiene un sentido del humor bastante peculiar, aunque el de Hoya resulta ser el que se lleva todos los premios.

— ¿Sunggyu es bueno peleando? — indaga, jugando con su pajilla. — Vi los cortes en su rostro y...

— En una ocasión golpeó a Sungyeol, ¿recuerdas? — señala amable Dongwoo.

                Cierto. Un golpe que salió de la nada y abrió el labio ajeno, enviando a su dueño directo al piso de la cafetería. ¿Cómo podía haberse olvidado de eso? Había estado realmente sorprendido esa vez.

— Es mucho mejor de lo que puedas llegar a imaginar — concuerda Sungjong. — Todos ellos lo son.

                ¡Ustedes dos vayan por ese par!, gritó Sunggyu a sus amigos, un par de muchachos que Sungjong pronto descubrió se trataba de dos hermanos gemelos que el pelirrojo había conocido en China. ¡Hoya, ve por la derecha! ¡Sungyeol, tú por la izquierda!, su autoridad incuestionable robándole el aliento al espectador silencioso. Lee Sungjong, ¿qué mierda cree que estás haciendo? ¡Sal de aquí ahora mismo! El joven Kim no dejaba lugar a dudas cuando hablaba, pero él se veía incapaz de moverse ante el despliegue de golpes que iban y venían entre los cinco muchachos que le acompañaban y la docena de extraños que conformaban el otro bando. ¡Qué te vayas ahora! Se movió hacia la salida, corazón en la boca, lento, y alguien les dio alcance. Vio el tubo venir y cerró los ojos. ¡Sungyeol!, gritó el mayor, y Sungjong observó al castaño caer ante sus ojos con la sangre surcándole la frente.

                Es todo culpa tuya, le regañó Sunggyu esa tarde en el hospital. Apareciste en su vida para complicarla aún más. No tienes la menor idea de todo lo que Sungyeol ha pasado y vienes a quitarle la poca paz que ha alcanzado. No debería dejarte cerca de él, pero insiste en conservarte a pesar de todas las razones que le he dado para que marque una línea. No sé qué mira en ti, pero es un completo idiota. Sólo harás que... Sungjong se mantenía encogido en su silla, con las lágrimas agolpadas en sus ojos. Es suficiente, había interrumpido Hoya, deteniendo a su amigo por el hombro, a Sungyeol realmente le molestará oírte hablarle así. Por ahora lo mejor es dejarlo hacer lo que desee.

                Howon no aceptó replica alguna. Sunggyu ignoró a Sungjong todos los días que Sungyeol estuvo inconsciente, perdonándole única y exclusivamente porque su amigo le insistió luego de recuperarse.

— Como podrán notar, no iniciamos con el pie derecho — asegura algo risueño, volviendo a su bebida. — Sunggyu es este tipo de persona que demanda respeto, pero ante sus amigos se convierte en un gran tonto. Aunque al decir amigos, sólo hablo de Howon y Sungyeol, especialmente éste último.

— Dices que “Sungyeol ha pasado por mucho”, ¿no es así? — el menor asiente ante la pregunta de Dongwoo. — He escuchado cosas similares antes, pero aún no sé a qué se refieren. ¿Tienes alguna idea?

— No realmente — suspira. — Estuve cerca de saberlo hace poco, la semana pasada para ser precisos, pero Myungsoo apareció en ese momento y arruinó todo. ¡Con lo que me ha costado convencen a Yeol!

— Tal vez puedas obtener algo de Hoya — plantea Woohyun —, para algo es tu novio, Woo.

— Uhm, ¿qué más puedo decir de él?

                Woohyun escucha los datos con sumo cuidado. Kim Sunggyu es el segundo hijo de su casa. Proviene de una familia adinerada, con su padre al frente de una corporación de innovación tecnológica y su madre a cargo de una fundación de beneficencia. Tiene una hermana mayor con la que habla una vez a la semana y visita una vez al mes, y un sobrino encantador de ojos pequeños como él. Ella está en algún lugar de China, despreciada por sus padres al casarse con un hombre distinto del que ellos eligieron. Es un gran admirador de la banda NELL, a quienes conoce personalmente desde hace tiempo. Matriculado en la carrera de música en la Academia Privada SM y actualmente en Woollim. Representante del grupo ‘Kim y asociados’ en ausencia de su padre. Un hombre hábil y capaz. El negociador perfecto, señala su amigo, y el joven Nam no puede estar más de acuerdo.

— Realmente no hay mucho que contar — se rinde Sungjong. — Él es realmente aburrido.

— Permíteme objetar esa opinión, Jongie.

                Para Nam Woohyun, Kim Sunggyu jamás será considerado aburrido.

 

 

 

                Sungjong no se sorprende cuando, esa misma noche, recibe una llamada de Woohyun antes de irse a dormir. El mayor le saluda cálidamente, pero en su tono alcanza a vislumbrarse la ansiedad que le impide conciliar el sueño. El más joven es un experto en reconocer ese tipo de detalles.

— Hay una cosa que no pregunté frente a Dongwoo — afirma, suspirando cansadamente. — Supongo que la respuesta me asusta más de lo que quiero admitir.

                El silencio dura un par de minutos.

— ¿Qué es Lee Sungyeol para él?

                Sungjong parpadea en confusión.

— ¿Qué?

— Eso mismo — medio gruñe, medio gime. — ¿Qué lugar ocupa él en la vida de Sunggyu?

                Una sonrisa cruza el rostro del más chico. Todo un alivio que el otro no pueda verla. Sería malo.

— Es su mejor amigo — medita y agrega: —, alguien por el que Sunggyu estaría dispuesto a morir.

                Woohyun cuelga. Demasiado dramático. Deja el teléfono en la mesita de noche y piensa en sus propias palabras. Sunggyu no es el único capaz de darlo todo por el chico de cabellos castaños. También están Hoya, Daeyeol, Jungwook, Myungsoo e incluso él mismo.

                Lee Sungyeol es el tipo de persona por el que uno es capaz de hacer cualquier cosa.

 

 

 

 

— ¿Tienes hambre?

                La voz de Sungyeol rompe el silencio que se ha instalado entre ellos después de la confesión de Myungsoo y la «confirmación de sus sentimientos» hacia el mayor. Mueve su cabeza en señal de negación al mismo tiempo que su estómago le contradice con un fuerte gruñido. El color le sube a las mejillas de inmediato y toda su valentía se esfuma a causa de la vergüenza. Agacha el rostro, esperando que la tierra se abra y lo trague. Cosa que, obviamente, no ocurre.

— Bajemos a la cocina — sugiere el castaño, riendo bajito. — Te prepararé algo.

                Toda pena desaparece. Myungsoo le mira con sus ojos brillantes, ilusionado ante la idea de que el chico mayor cocine única y exclusivamente para él. Toma la mano cálida del otro y tira de él dentro de la casa. Sungyeol se deja arrastrar por los pasillos, divertido ante el entusiasmo del menor. El amante de la fotografía se rinde tras varios minutos, incapaz de encontrar la escalera. Sungyeol pone los ojos, le llama “idiota” (de una forma cariñosa, según el aludido) y le lleva en la dirección correcta. La cocina es enorme y al dueño de casa le toma a lo menos diez minutos convencer a las empleadas de que él quiere cocinar.

— ¿Te espera alguien en casa? — cuestiona el muchacho mientras busca algunos sartenes bajo la barra.

                Niega y entonces se percata que el otro no puede mirarle y que no ha hablado desde que le dijo “me gustas” en la terraza. Se insulta mentalmente y busca su voz perdida.

— No en realidad — responde con fingida despreocupación. — Mi padre se ha marchado por negocios fuera del país y mi madre insistió en ir con él, así que estoy solo en casa.

— ¿Tienes hermanos, Myungsoo? — una sonrisa pequeña adorna el rostro atractivo del mayor.

                Myungsoo. Su nombre suena extremadamente delicioso cuando lo pronuncia el otro.

— Un hermano menor — dice tan pronto recuerda la interrogante. — Su colegio se encuentra en Japón.

— Ya veo — asiente él, y hay un brillo travieso en su mirar. — ¿Sería muy atrevido de mi parte el sugerir que pases la noche aquí?

                ¡Santo cielo! Myungsoo se atraganta con su propia saliva y su compañero de asiento debe acercarle un vaso con agua antes que termine de cambiar de color. “Una noche con Lee Sungyeol”, piensa y es incapaz de alzar el rostro de nuevo.

— No sería la primera vez, de todas formas — agrega burlón el alto. — Ya dormiste en mi apartamento en una ocasión, por si no lo recuerdas.

— En ese momento no había dicho que me gustabas — piensa en voz alta.

— No — está de acuerdo, avergonzándolo —, pero sí nos habíamos besado ya.

— ¡Lo que-!

— Tenemos un montón de habitaciones vacías en este lugar— le interrumpe. — No necesariamente tienes que quedarte conmigo, ya sabes.

— Sería un idiota si pidiese otra habitación — contraataca, y su estómago se anuda.

— Lo serías, sin duda alguna.

                La conversación termina ahí. Sungyeol vuelve a centrarse en la cena. Myungsoo lo contempla con adoración desde una distancia prudente, sorprendido del esplendor del muchacho mientras se mueve en la cocina de la mansión. Él está lleno de sorpresas. Es un hábil cocinero, su percepción artística para la fotografía es maravillosa también, y su actuación es mejor que la suya propia. Es menos intimidante en un ambiente familiar, y un tanto hostil fuera de éste. Es una nueva y sorprendente cara de Lee Sungyeol.

— Entonces, ¿estás quedándote a dormir? — el brillo travieso está de regreso.

— ¿Sería muy atrevido de mi parte si quiero quedarme hasta el lunes?

— Sí — responde serio, asustándolo un poco —, pero el idiota sería yo si me negase a ello.

— Lo serías, sin duda alguna — le imita, y Sungyeol se ríe. — ¿Es eso un sí?

— Es un rotundo sí.

                Myungsoo sonríe tímidamente y trata de centrarse en algo que no sea el chico perfecto a pocos metros de él. Definitivamente esa situación sería menos ridícula si no le gustase tanto el alto castaño. Pero lamentablemente es así, aunque él no siente que hay algo para lamentarse realmente.

                Cenan en el comedor, uno frente al otro, y el invitado se cuestiona si esa mesa para diez personas alguna vez se ha llenado. Sungyeol parece leer su pensamiento una vez más, señalando con media sonrisa:

— Cuando era joven — inicia, y cierta añoranza se desliza por sus labios —, antes que me machase a Estados Unidos, las familias de Sunggyu y Hoya solían venir a cenar con nosotros frecuentemente. Sus hermanos nunca fueron partícipes de estas reuniones, así que la mesa alcanzaba para todos.

— ¿Estuviste mucho tiempo fuera? — pregunta Myungsoo, después de beber un sorbo de vino.

— El suficiente — se limita a responder en un comienzo, pero la cara de confusión del otro le lleva a soltar un suspiro y reconsiderar sus palabras. —  Poco más de seis años, pero parte de ellos estuve en Canadá.

                Sungyeol no sabe de dónde viene la confesión repentina. Nunca mencionó eso a alguien más, al menos no la última parte. La palabra «Canadá» nunca dejó su boca en presencia de Sunggyu y Howon, y es quizá esa la razón por la que faltan piezas dentro de la investigación de su brillante amigo. Sin embargo ahí, frente a Kim Myungsoo… Le mira de reojo, y lo encuentra perdido en sus pensamientos, jugando con la comida. Sonríe. No hay reproches ni quejas. Tal vez porque ese chico no conoce la historia, lo que le sucedió... y por eso puede decirle dónde estuvo con toda franqueza. Es la primera vez y se siente más ligero.

— Myungsoo — su voz le despierta de su ensoñación y él le mira con sus ojos oscuros. — Tomemos algunas fotografías mañana — propone y sonríe suavemente. — Podríamos avanzar con nuestro proyecto — se encoge de hombros, restándole importancia. — Presumiré del jardín por una vez.

                Sungyeol guiña un ojo. Myungsoo se ríe por lo bajo. Las cosas son perfectas de ese modo.

Notas finales:

¡Saludos~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).