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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

2015.02.17. ¡Hola! Este ha sido un pésimo día, pero seguro algunos de ustedes serán felices al ver la actualización, así que eso me anima un poco. ¡A leer~!

Capítulo XVII. De las nuevas sorpresas que depara la vida

 

Myungsoo despierta lentamente, estirándose con pereza. Nuevamente está en la habitación de Sungyeol, completamente solo. El mayor le ha dejado a los pies de la cama los jeans con los que llegó el sábado y una camisa blanca con un estampado de líneas finas en la parte frontal superior que aún conserva la etiqueta, así como unas zapatillas deportivas blancas iguales a las que él llevó el día anterior. Alcanza la ropa con una sonrisa y se dirige a tomar una ducha. Aún falta más de una hora para el inicio de las clases, así que el mayor debe encontrarse abajo, posiblemente ante una taza de americano.

 

 

 

 

Sungyeol pone los ojos ante el rostro confundido de su amigo. Opta por la mejor salida: beber un sorbo de su café. Así da tiempo al otro para que analice la situación de esa forma complicada que a él tanto le gusta. No toma más que un par de minutos, pero para el castaño la demora es una eternidad.

 

— Déjame ver si lo entiendo — inicia Howon con su mejor cara de bitch, please. — Kim Myungsoo está aquí — asiente, esperando la reprimenda. — ¡¿En qué demonios estás pensando?!

 

— ¡Ya! — se queja de inmediato, haciendo una mueca. — ¡No me grites, Hoya! Tengo dolor de cabeza.

 

— Debería darte una paliza para que te quejes de verdad... — gruñe el moreno, cruzándose de brazos.

 

— Estás siendo un dolor en el trasero — repone ofendido —, ¡incluso peor que Sunggyu!

 

— Cuida tu lengua, Lee Sungyeol.

 

¿Qué tiene de malo que Myungsoo esté ahí? Tuvo un fin de semana entretenido gracias a él. Durmió dos noches completas y sus pesadillas desaparecieron gracias a la calidez de su cuerpo. ¿Por qué Howon está tan molesto? No es culpa suya que no pudiesen verse por una semana completa. Tampoco que Daeyeol le trajese un gatito extraviado para llenar sus horas libres. ¡Debería estar agradecido de que esté cuerdo!

 

— Estás saliendo con Dongwoo — menciona el alto, levantándose para volver a llenar su taza.

 

— ¿Qué? — el rostro de su amigo pasa del enfado a la sorpresa en un segundo.

 

— Sales con un chico — retoma — con Jang Dongwoo, para ser precisos — resta importancia con la mano, apoyándose contra la barra, lejos del más bajo. — ¿Por qué no puedo tener algo con Myungsoo?

 

— ¿Algo? — cuestiona horrorizado el apenas unos meses mayor.

 

— refunfuña —, algo.

Eso que tienen aún no posee nombre. Sungyeol no quiere ser quien le de uno. Le gusta estar cerca de Myungsoo, incluso le agrada cuando se besan. Es distinto. La cercanía del pelinegro está despertando el sentimiento de seguridad y protección que alguna vez alguien más le dio. Ese niño es como una luz de noche en su vida, encargado de espantar a los monstruos que se esconden en el armario y bajo la cama. Muy parecido a la presencia de Sungjong, o incluso de ellos: Sunggyu y Howon; pero más fuerte, porque ellos son cerillas que igual brillan intensamente, pero que sólo la hacen durante un instante efímero.

 

— Sungyeol... — trata, masajeando sus sienes con incomodidad. — Lo mío con Dongwoo...

 

— No te atrevas a decirme que estás jugando con él, Lee Howon — regaña el muchacho, mirándolo con reproche —, porque eso sería completamente falso, y sabes que no me gusta que me mientas.

 

— ¿Falso? — inquiere, con los ojos abiertos como platos.

 

— La última vez que te vi mirar a alguien como lo miras a él fue durante el verano después que cumpliste los quince años, cuando Sunggyu y tú se quedaron en la casa americana y conociste a mi vecino.

 

— ¡Oh, vamos, Sungyeol! — se ríe, avergonzado. — ¡No puedes estarlo diciendo de verdad!

 

— Claro que sí — asiente, risueño. — No tienes idea de lo bien que me siento al mirarte ahora. Cuando estás con él pienso que ha valido la pena todo este numerito de la transferencia — abandona la taza en el fregadero, lavándose las manos. — Dongwoo es una persona asombrosa, siempre tiene esta sonrisa en su cara y...

 

— Sungyeol, para.

 

La culpa anuda el estómago de Hoya, que aparta la mirada de su amigo. ¿Realmente se ve así ante los ojos de los demás? Tendrá que tener una larga charla con Sunggyu, porque la situación está saliéndose de control y no cuentan con un plan B. Jamás han necesitado tener un plan B. Se aclara la garganta y después da al menor su mejor cara de cachorro apaleado, provocando en el otro la reacción que espera.

 

— Sabes que no durará mucho.

 

No le indica por qué. Seguro Sungyeol creerá que lo dice por el tan famoso “hechizo de la bruja”.

 

— ¡Oh, Hoya! — susurra afligido, bajando el rostro. — ¡Lo había olvidado por completo! No quise...

 

— Por eso no puedes salir con Kim Myungsoo, ¿lo entiendes?

 

— No estoy saliendo con Myungsoo...

 

Sungyeol tuerce la boca en una mueca. De pronto, una figura tras su amigo capta su atención. El pelinegro se encuentra de pie en la entrada a la cocina, llevando la ropa que dejó para él sobre la cama y el cabello revuelto y húmedo. Se mira sorprendido, incluso un poco herido. El castaño le sonríe suavemente.

 

— Sólo estamos teniendo algo.

 

Hay un brillo travieso en sus ojos al decirlo y pronto éste alcanza los de Myungsoo también. Hoya deja escapar un sonoro bufido y está por alegar cuando nota la presencia de la tercera rueda. Suspira. Ya habrá tiempo más adelante para hablarlo con calma y frialdad. Aunque quizá primero deba tratar ese delicado asunto con el pelirrojo antes que la granada les explote en la mano.

 

Kim Myungsoo es un problema mayor del que alguna vez llegó a imaginar.

 

 

 

 

La campana que anuncia el inicio de la tercera hora se deja escuchar. Dongwoo cierra su casillero sólo para encontrar el rostro expectante de Woohyun. Se ríe, y el joven Nam muestra una sonrisa tonta que casi resulta sincera. Casi. El dueño del restaurante comienza a cuestionarse qué va mal, porque el siempre buen humor de su compañero de aventuras parece haberse evaporado del todo.

 

— ¿Puedes saltarte esta clase por mí? — pide en un murmullo, esperanzado.

 

— Claro — el mayor se encoge de hombros, sin borrar su sonrisa. — Vayamos fuera, podemos almorzar allá.

 

Woohyun asiente y ambos se encaminan al jardín. El césped está húmedo cuando el menor del dúo se tumba sobre él, poco interesándole su ropa. Hay cosas más importantes en qué concentrarse. De momento sólo quiere hablar con Dongwoo, hacerle las preguntas que quería el domingo, entender un poco más todo.

 

— Habla, Woohyunnie — anima el bailarín — soy todo oídos.

 

— Me gusta mucho Sunggyu — confiesa bajito, sonrojándose. — Me gusta tanto que estoy actuando como un completo idiota frente a él y frente a ustedes. ¡Sólo mira lo que sucedió ayer!

 

— No te ha gustado nadie desde aquel chico del campamento cuando tenías doce años — comenta el muchacho, mostrando una enorme sonrisa. — Es normal que no sepas cómo actuar, y más aún cuando esa persona es Kim Sunggyu — resta importancia con un movimiento de su mano, mirándolo a los ojos. — Son personas muy agradables, con vidas complicadas y heridas del pasado. Es por ello que tratan de no relacionarse mucho, no porque odien a los demás, sino porque se han acostumbrado a ser sólo ellos.

 

— ¿Cómo puedes leer esas cosas entre líneas, Woo? — cuestiona con curiosidad, sonriendo suavemente. — Estoy seguro que Hoya nunca ha dicho tal cosa sobre él o sus amigos.

 

— Me alegra que Myungsoo no esté aquí ahora, porque se sentiría muy incómodo ante lo que voy a decir — musita, mirando el cielo claro sobre ellos. — Es en base a la escala social.

 

— ¿Qué significa eso? — el chico se incorpora, curioso. — ¿De qué familias estamos hablando?

 

Dongwoo hace una mueca. Nunca le ha gustado discutir esas cosas.

 

— Howon es el segundo hijo del Imperio Lee — explica despacio, como quien no quiere la cosa. — Tienen clubes nocturnos y deportivos, resorts y una gran cadena de hoteles que se distribuye por todo el mundo — su amigo le contempla con la boca abierta. — Su hermano mayor está a cargo del diseño y la construcción de los centros vacaciones y de los principales aeropuertos internacionales. Su hermano menor ha creado una red de agencias de viajes conectada con los centros familiares. Por ello se les denomina Imperio Lee.

 

— Entonces, ese club, «Paradise», ¿realmente es de Hoya?

 

— Es el primero a su nombre — dice —, pero será él quien herede el trono cuando su padre se retire.

 

— ¡Oh, vaya! — Woohyun está sin palabras, totalmente asombrado.

 

— Lo sé — el mayor pone los ojos. — Su familia hace que nuestros restaurantes parezcan puestos callejeros.

 

Ambos se ríen, aunque no es para nada gracioso. Realmente Lee Howon se encuentra en otra liga.

 

— ¿Qué hay de Sunggyu? — interroga el hijo de los Nam. — Sé de la compañía, pero muy por encima...

 

— Sungjong lo denominó la última vez como “Kim y asociados”, ¿recuerdas? — el cantante mueve la cabeza en señal de afirmación; tiene grabada cada cosa que dijo el otro. — Eso es sólo un diminutivo, muy parecido a un apodo, y es más propio para usos legales...

 

— No estoy entendiendo...

 

— ¿Algunas vez escuchaste hablar del Poderío Kim?

 

Sí, claro. ¿Quién en su vida no lo ha hecho? Una bombilla parpadea sobre su cabeza. ¡Espera!

 

— ¿El segundo hijo? — pregunta en un murmullo ahogado.

 

— Así es — asegura Dongwoo, dándole una palmada en el hombro. — La compañía de Innovación Tecnológica que se ha asociado con el hospital de tu familia es una pequeña parte de ese otro Imperio que han construido. Me atrevo a decir que sólo es una rama, seguramente la de robótica y nanotecnología.

 

Woohyun asiente, aun sin salir de su asombro inicial.

 

— La otra cara de la corporación, la que de verdad importa, trabaja en el diseño de armas militares.

 

No necesita agregar más. Eso le da una idea de la clase de Innovación Tecnológica que le confiere la denominación de Poderío Kim y la cantidad de dinero que la familia de Sunggyu tiene entre manos.

 

— Sungjong nos habló de su hermana también — le recuerda amablemente, volviendo a centrar su atención. — Eso significa que Sunggyu es el heredero de todo, y quien se hará cargo del Grupo Kim en el futuro.

 

— ¿Esto convierte mi hospital en una clínica de provincia? — ríe amargamente, jugando con un hilo en sus jeans. — Quizá ni siquiera llego a eso, tal vez soy la enfermería de alguna escuela de bajos recursos.

 

— No seas tan dramático, Woohyun.

 

Ahora tiene una idea más clara de a quiénes se enfrenta. “Tratan de no relacionarse mucho, no porque odien a los demás, sino porque se han acostumbrado a ser sólo ellos”, mencionó Dongwoo, y por fin toma sentido. Boohyun y él crecieron asistiendo a muy pocos eventos de alta clase, principalmente porque su madre decía que esas reuniones eran pura farsa y un mal ejemplo para ellos. Los Jang tampoco obligaron a su hijo a vivir frívolamente, ahí la razón de su espíritu libre y carácter amable. Myungsoo siquiera tenía acceso a esas cosas, aunque tampoco le hacían falta. Su familia promedio es perfecta así.

 

En cambio Sunggyu y Howon sí se vieron arrastrados a las puestas en escena. Eso explica la altanería en su trato cuando pierden el control, las máscaras de serenidad ante los demás, la actitud de rebeldes indomables que nunca pierde la formalidad. Son personas que crecieron actuando, que aprendieron a decir mucho sin necesidad de palabras, posiblemente encerrados en grandes, frías y solitarias casas. “Sin compañía, con los empleados custodiando las puertas, siete días completos”, un escalofrío le recorre al recordarlo.

 

— ¿Quieres escuchar lo que creo saber de Lee Sungyeol?

 

— ¿Es tan malo como lo de sus amigos? — inquiere con un amargo sabor de boca. Siente algo raro.

 

— Creo que es el primogénito de «Flower Bouquet».

 

Flower Bouquet. Una prestigiosa marca cuya sede reside en América, pero que es de origen europeo. Más que una marca, una distinción. Todo lo que se encuentre bajo su sello impone respeto. Sus ramas principales son la moda y el mobiliario. No hay un solo diseñador que desee estar fuera de su mira. No puede hablarse de pasarelas, desfiles, revistas o colecciones sin el logo de «Flower Bouquet» en una esquina. Las grandes corporaciones sólo emplean equipo y mobiliario proporcionado por ellos. La reputación de sus compañías se mide en base a sus conexiones con la firma Flower Bouquet. Y eso es sólo una pequeña parte de todo. Es la cereza del pastel. La marca es mucho más que sólo eso, y da miedo.

 

— El Grupo FB es el verdadero Imperio de nuestro mundo — prosigue Dongwoo, trayendo al más chico de vuelta a la realidad. — Lee Sungyeol es el auténtico rey, es la cúspide de nuestra pirámide social.

 

— Myungsoo va a odiar todo esto — lamenta el muchacho, pasando una mano por sus cabellos. — Lo veo venir.

 

Entonces una realidad diferente lo golpea en el rostro. Grupo L. América. Primogénito...

 

— El incidente de hace siete años...

 

Dongwoo se lleva un dedo a los labios, indicándole que guarde silencio. Woohyun obedece.

 

— No estoy seguro.

 

Es su única respuesta. Sin embargo, parece suficiente.

 

 

 

 

Durante la hora del almuerzo, Sungjong se escabulle en dirección a la mesa que Jungwook comparte con sus amigos de curso y ocupa el lugar vacío a su lado, sin dejar de sonreír al tiempo que le lanza miradas coquetas. Sungyeol pone los ojos al verle desde la fila dentro de la cafetería. Hoya le ha dicho que comerán fuera, junto a Dongwoo y los amigos de éste, junto a Myungsoo.

 

 — Hay algo que no me están diciendo — corta su línea de pensamiento el pelirrojo, mirándolos ceñudo. — Soy consciente de que me están ocultando algo, y es algo grande, chicos.

 

— No creo que debamos hablar de eso precisamente aquí — advierte Hoya, mirando a los chismosos.

 

— Entonces — agrega, enfadado —, ¿debemos hablarlo allá afuera, donde están ellos?

 

— No es lo que quise decir, Sunggyu — responde el chico de Busan, molesto. — Sólo dije que no en este lugar.

 

— Chicos... — llama el castaño, dando por finalizado el concurso de miradas. — Sólo compremos la comida, por favor. Una vez que abandonemos la cafetería y dejemos esto en la mesa, nos apartaremos un poco y hablaremos.

 

— Bien — dicen ambos, sin mirarse.

 

Sungyeol suelta un largo suspiro. Esto va a ponerse muy feo.

 

Los alimentos tienen una apariencia extraña, una elección demasiado cara. Caminan hacia donde les esperan los otros tres. Dongwoo sonríe hermosamente para ellos. Woohyun les contempla con tranquilidad, en un plan aparentemente amistoso. Myungsoo los ve con unos ojos muy brillantes, casi anhelantes.

 

Sunggyu tiene un mal presentimiento al instante.

 

— Comiencen sin nosotros — pide Hoya después de saludarlos con un gesto de su mano. — Tenemos algo que discutir, así que dejaremos nuestras bandejas y volveremos en un par de minutos.

 

Los tres asienten, entre sorprendidos y preocupados. Sunggyu encabeza la marcha, impaciente por conocer lo que ocultan los menores. Howon lanza una mirada amenazante al más alto, que se encoge de hombros con una sonrisa de disculpa. Se detienen a una distancia prudente de la mesa, donde no hay más gente.

 

— Muy bien — da comienzo Sunggyu —, ¿qué está ocurriendo?

 

— Myungsoo pasó el fin de semana en la mansión conmigo.

 

Los pequeños ojos del heredero Kim se inundan de furia.

 

— ¿Qué?

 

— Daeyeol lo encontró fuera de mi apartamento el sábado por la tarde y le invitó a casa — explica con calma, sin despegar sus ojos de los contrarios. — Le pedí que se quedara a dormir y pasamos todo el día de ayer juntos.

 

— Pasó la noche del domingo también — completa Hoya, cruzándose de brazos. — Estuve en la mansión esta mañana y ese chico entró a la cocina como si fuese su propia casa.

 

Sungyeol rueda los ojos ante el dramatismo.

 

— ¿Qué demonios significa esto, Yeol?

 

El castaño se estremece. Hace demasiado tiempo que no le llaman así. Sunggyu ya no está enfadado, sino herido. Sus ojitos tienen un brillo melancólico, como con muchas lágrimas. Se le encoge el estómago. Mira a Howon para escapar de esa visión, pero encuentra un montón de fisuras en su máscara siempre perfecta, algo que no vio esa mañana. Ahora es su corazón el que se encoge. Traición, lee en ellos.

 

— Yo... — duda, tragando pesado. — No hay pesadillas cuando duermo con él.

 

Aparta el rostro, avergonzado. Muerde su labio inferior, aún cabizbajo. Es humillante decirlo, el mostrarles cuán débil es realmente, lo mucho que necesita de alguien más.

 

Howon y Sunggyu intercambian una mirada entre sí, luego dirigen disimuladamente la atención en dirección de la mesa. Dongwoo y Woohyun comen al tiempo que conversan, mientras que Myungsoo mantiene sus ojos oscuros y preocupados fijos en el más alto.

 

— ¿Te gusta? — cuestiona el pelirrojo, suavizando su mirada. — Mírame y responde, Sungyeol.

 

— No sé — susurra —, a veces creo que sí; quizá un poco.

 

— Sin embargo no deja de ser un error — comenta Hoya, palmeando su hombro. — Menos de un mes, Sungyeollie, eso es todo lo que tenemos.

 

— Lo sé — contesta, serio. — ¿Está mal que quiera algo así?

 

— No — admite por fin Sunggyu. — Pero no sé si sea adecuado. Myungsoo y Sungjong...

 

— Sungjong y tú... — completa Hoya.

 

Los tres suspiran. Está resultando ser más extraño de lo que imaginaron. Sunggyu no está complacido; de hecho, aborrece por completo la idea. Sólo que una vocecita en su cabeza le dice que necesita dejarlo, que debe darle a su amigo cada cosa que pida, aunque en esta ocasión se trate de los sentimientos de otra persona, una muy diferente a ellos, una que no sabe nada de sus vidas, de sus mundos. Howon tampoco quiere aceptarlo, sólo que no tiene la firmeza para oponerse a esa relación o lo que sea porque él está con Dongwoo.

 

— Quizá debamos pensar más en esto — sugiere el mayor, rindiéndose. — Por ahora, sólo vayamos a comer.

 

Los dos más chicos le dan la razón, y así se encaminan de nuevo a la mesa compartida.

 

 

 

 

Después de clases, Woohyun arrastra a Dongwoo y Myungsoo a una nueva cafetería que ha abierto cerca de la Academia. Es un lugar amplio y elegante, de aspecto vintage. Un chico alto y guapo, de cabello castaño muy claro se acerca a saludar a Woohyun con una agradable sonrisa grabada en su rostro de facciones masculinas. Su amigo se levanta y lo abraza.

 

— Chicos, él es Son Dongwoon — le pasa un brazo sobre los hombros cómicamente. — Woonie, ellos son Dongwoo y Myungsoo, mis amigos más queridos.

 

— Es un placer conocerlos, muchachos — dice risueño; los dos le devuelven la sonrisa.

 

— Dongwoon y yo nos conocimos durante mis vacaciones de verano en Japón — informa, volviendo a su asiento. — Me llamó hace un par de días para contarme que estaba de vuelta en Corea y acababa de abrir este lugar. Verán, su familia está en la industria del café y...

 

— Administro este lugar junto a otros amigos — le interrumpe el alto joven. — Es un negocio independiente — guiña un ojo, y el pelinegro se ríe. — Antes que este chico diga otra tontería, ¿qué puedo ofrecerles?

 

Ordenan y en menos de diez minutos sus bebidas están frente a ellos. El capuchino de Myungsoo tiene el dibujo de un gato en la espuma y eso le hace sonreír como idiota. Sungyeol lo llamo gatito en una ocasión. Sus mejillas se enrojecen mientras contempla la taza. Dongwoo y Woohyun no prestan atención a esas cosas, sino que discuten la decoración del lugar y el sabor del café, así como la calidad del grano y su posible origen.

 

— Este lugar tiene el sello de «Flower Bouquet» por todas partes — advierte Nam.

 

Dongwoo está por responder cuando Myungsoo le interrumpe.

 

— Tengo algo que decirles — suspira y se arma de valor. — Pasé el fin de semana en casa de Sungyeol y estamos teniendo algo que no sé cómo describir. Sunggyu y Howon lo saben ahora, así que quería que ustedes... bueno...

 

— ¿Teniendo “algo”? — el mediano enarca una ceja, confundido.

 

— No sé cómo explicarlo, en realidad.

 

— ¿Se han besado? — pregunta Dongwoo, riéndose al verlo sonrojarse.

 

— S-sí — tartamudea —, la primera vez fue en «Paradise».

 

Ambos le miran boquiabiertos.

 

— Muy bien, Kim Myungsoo — habla en tono extraño su amigo —, ¡tienes que darnos muchos detalles!

 

El pelinegro suspira. Eso es precisamente lo que se temía.

 

 

 

 

Mientras se pasea por el apartamento, pensativo, Sungyeol recibe una llamada de un número desconocido. Duda acerca de responder, pero acaba por hacerlo. La cantarina voz de su hermano le recibe del otro lado de la línea. Una sonrisa enorme le cruza el rostro e imagina que la del menor es igual a la suya. Le dice todo sobre su fin de semana, del modo que no se atrevió con Sunggyu y Howon, con sus orejas rojas cuando Daeyeol dice algo inapropiado que le hace avergonzar. Le adora demasiado, así que no puede reprenderlo.

 

— Este sábado estaré tomando un vuelo de regreso a Corea — le informa entre risas. — O quizá deba decir que estaremos, porque no regreso solo.

 

— ¿Finalmente podré conocer a ese novio tuyo? — se burla el mayor, yendo a la cocina. — Más te vale que sea así, Lee Daeyeol, o te juro que la próxima vez dejaré que te den una buena paliza cuando te metas en un lío.

 

— Claro, claro — dice, restando importancia a la amenaza. — Cenaremos en su casa esa noche, así que espero seas puntual y estés a las siete treinta en la dirección que te enviaré en la semana. Será genial, lo prometo.

 

Sungyeol no quiere saber cuál es su definición de genial. Él odia las sorpresas. Y se llevará una grande, sin duda, sólo que aún no lo intuye e igual jamás podría adivinar de qué se trata. El mundo es muy pequeño.

Notas finales:

Nunca sé qué va a pasar en el siguiente, así que esta vez no les adelantaré nada. ¡Gracias por estar acá, dándome su tiempo! ^^


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