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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

2017.02.18. Ha pasado una eternidad desde la última vez que escribí aquí o, para ser sincera, en cualquier otro lugar. Siempre demoro en las actualizaciones, pero creo que esta vez he exagerado por completo. Tengo un nuevo trabajo ahora y el tiempo que me queda libre lo utilizo para fingir que estoy viva. Espero esta vez regresar al cien y darlo todo, sin importar lo que cueste.


Si hay alguien ahí esperándome todavía (y estoy segura que si), gracias.

Capítulo XXII. De las conversaciones a escondidas y los secretos

 

 

 

 

 

“Hoy almorzaremos por nuestra cuenta”.

 

Myungsoo repite las palabras en su cabeza mientras muerde su emparedado. El que Sunggyu les excluyera después de lo sucedido el día anterior no debería haberle sorprendido; pero lo hizo. Nadie está hablando de lo ocurrido. Por primera vez en semanas, sus amigos se limitan a comentar sobre la escuela u otras cosas sin importancias. ¿Por qué a él habría de importarle que un grupo de chicas regresara? ¿O que el DJ de determinada estación hubiese anunciado su boda? No. Esas cosas para él carecen totalmente de sentido.

 

— Sungjong tiene un lado que nunca había visto — murmura. Los mayores dejan de hablar y le miran. — ¿Instinto maternal? — cuestiona más para sí mismo que para los otros. — Estuvo en el apartamento de Sungyeol ayer. Cuidó de él mientras me quedaba ahí, sin saber qué hacer o qué decir. Me hizo sentir… — un total estorbo, termina en su cabeza.

 

— Sunggyu me pidió un té con miel — susurra Woohyun, jugando con la tapa de su bebida. — Debe ser lo más adorable del mundo.

 

— Hoya hizo lo mismo — sonríe Dongwoo, con ojos brillantes.

 

— También Sungyeol — se sonríe Myungsoo, sin dejar de creer lo iguales que esos tres son.

 

                Se ríen bajito, y entonces hablan de lo ocurrido. Myungsoo les dice lo inútil que se sintió al ver a Sungjong hacer todo eso que le correspondía, y lo aliviado que estuvo cuando Sungyeol le dijo que sólo lo necesitaba a él. Woohyun se burla de sus orejas rojas por diez minutos completos. Dongwoo les cuenta sobre la habitación alienígena y el desayuno, y Myungsoo se atraganta con su emparedado de tanto reírse. Woohyun es el último en decidirse a hablar, pero cuando lo hace se lleva los aplausos. Ha caído en el amor con Kim Sunggyu. Tal y como se lo advirtió en un principio Lee Sungyeol.

 

                Sólo que la diversión no dura mucho. Algunas chicas se instalan en la mesa continua y comienzan a murmurar sobre esos tres chicos que se encuentran aislados de ellos en ese momento, mezclando sus nombres con asuntos que involucran a mujeres, tipos ideales y noviazgos. Y eso definitivamente es un rotundo NO. El mayor de los hijos Kim gruñe algo que sus amigos no entienden y luego deja la cafetería. Dongwoo y Woohyun lo observan unos minutos más tarde, a través de la ventana, esconderse tras un árbol cerca de los chicos. Algo va a salir muy mal, ambos están seguros. Myungsoo es malo espiando.

 

 

 

— • — • — • —

 

 

 

Sungyeol sonríe suavemente cuando descubre al intruso en los jardines. Sin embargo, se queda callado. Sus amigos se mantienen jugando con sus celulares y él sencillamente odia todo ese asunto. Lo dejó en claro el día anterior. Aunque eso no es lo único que sucedió, y está seguro que su escenita tendrá un alto costo. Su madre sigue sin llamarle; y él no dará un paso dentro de la mansión hasta que la sepa lejos. Lo único que le preocupa es no ser él quien pague los platos rotos, sino Daeyeol. A él ya no es capaz de herirlo directamente, pero a través de su hermano menor… Sungyeol no quiere ni imaginar los alcances de la mujer con tal de darle una lección. No tiene nada que aprender ya.

 

                Es la voz de Sunggyu la que rompe su línea de pensamiento. El mayor le observa con sus pequeños y fieros ojos, mientras señala con su dedo índice la pantalla de su teléfono. “¿Qué piensas de ella?”, lee en labios de Hoya, y agradece la ayuda.

 

— ¿Cómo describirla? — se finge pensativo y lleva un dedo a la barbilla. — Si tengo que hacerlo, en una palabra, diré que es sexy — ambos asienten, totalmente de acuerdo. — Quizá demasiado sensual para alguien como tú. Deberías bajar tus expectativas.

 

                Sunggyu golpea su hombro con más fuerza de la necesaria. Habrá un moretón al día siguiente en esa zona.

 

— Ella es hermosa… — susurra Howon, mirando su propio móvil. — La vi el año pasado en una cena de beneficencia y su personalidad se ha vuelto aún más brillante — suspira. — La compañera ideal para cualquiera.

 

                Hay algo en el tono de voz de Hoya que incomoda al castaño. También conoce a la chica, y puede apostar su vida a que es la mejor persona que existe dentro de su sociedad; pero no es para Lee Howon. Ella merece a alguien diferente; igual que ellos.

 

                Sunggyu carraspea para llamar la atención de ambos. Hay un brillo travieso en sus orbes.

 

— ¿Qué clase de novia se ajusta al gran Lee Sungyeol? — cuestiona burlón, entrecerrando los ojos.

 

— ¿Puedes ver algo cuando haces eso? — interviene Hoya, mirando al pelirrojo con una ceja arqueada.

 

                Sungyeol se ríe tontamente mientras los escucha discutir. Myungsoo quiere saber la respuesta. Más que nada quiere saber cuál es el tipo ideal de su novio y si él realmente quiere una novia.

 

— ¿Recuerdan a Bora? — hay cierta calidez en su voz al pronunciar el nombre de la muchacha, como si significara todo un mundo para él. Los mayores asienten. — Esa es la respuesta, entonces.

 

                Su sonrisa es como la de un niño pequeño que sueña despierto.

 

— No puedo burlarme de eso — admite Sunggyu, dejándose caer en el pasto. — Ella debe haber sido nuestro primer amor.

 

                Sungyeol suspira. No la llamaría propiamente un primer amor. No en el sentido que da a entender el pelirrojo. Nunca romántico. Sólo que eso no lo sabe el irritado Myungsoo que aún se oculta tras el árbol.

 

— Será mejor que volvamos dentro — menciona Howon, parándose de un salto y extendiendo la mano hacia Sunggyu.

 

— Nos vemos más tarde — se despide el mayor, alzando cómicamente las cejas en dirección del intruso.

 

                Sungyeol agita la mano en señal de despedida. Luego rompe en risas.

 

— Ya puedes salir de ahí, Myungsoo — dice, y el aludido pega un chillido por la sorpresa.

 

                El pelinegro sale de su escondite con las orejas rojas. No sabe si de vergüenza o de enfado.

 

— ¿Sabías que estaba ahí? — pregunta.

 

— Desde el comienzo — asegura Sungyeol, palmeando el lugar a su lado. — Siempre sé cuando estás cerca.

 

— ¿Sexto sentido?

 

— Algo así.

 

Una vez más, Kim Myungsoo ha fracasado en su misión de espionaje. Y nuevamente, tiene más dudas que respuestas.

 

 

 

 

 

 

 

Los días pasan con suma normalidad para Woohyun luego de aquello. No ha podido hablar con Sunggyu, pero tampoco siente el trato del pelirrojo tan hostil como antes. Sin embargo, hay cierto malestar en las miradas de Howon y Sungyeol en alguna ocasión que se quedan a solas con él. Y hablando del Rey de Roma… Sungyeol se detiene frente a él, y entonces lo suelta:

 

— ¿Recuerdas cuando me propusiste ir a una cita? — la sonrisa del castaño es inmensa, pero el mayor detecta el atisbo de burla que se esconde tras esas encías rosadas. — Estaba pensando que deberíamos hacerlo ahora.

 

— ¿Ir en una cita? — pregunta Woohyun, rodando los ojos. — ¿Te has vuelto loco? — el sarcasmo un tanto venenoso destilando en sus palabras. — Si esto es una broma, déjame decirte que es bastante coja.

 

— Debemos salir, Woohyun — sus ojos se tornan un tanto amenazantes —, lo digo enserio.

 

                El segundo hijo de los Nam se le queda mirando un minuto completo. Sungyeol no bromea. Tampoco está tratando de burlarse de él. Hay algo más ahí, no es necesario ser un genio para darse cuenta.

 

— Bien. Hagámoslo — acepta, cerrando su casillero. — Envíame un mensaje.

 

                Sungyeol asiente. Se gira al tiempo que un curioso espectador huye de la escena. No necesita ser un genio para darse cuenta que se trata (una vez más) de Myungsoo, quien parece estar en todas partes últimamente. Se obliga a ocultar la sonrisa que pide posarse en su rostro. Su novio es adorable. Para cualquiera sería pesado soportar las demostraciones de celos del niño de cabello negro, pero para él jamás. Le gusta demasiado el aspirante a fotógrafo para quejarse de algo tan pequeño como eso.

 

— Myungsoo — llama, alcanzándolo prontamente a mitad del pasillo.

 

                Algunos estudiantes le miran con curiosidad, otros con algo de inquietud. Aún se asombra de lo mucho que el resto de la población estudiantil sigue maravillada con ellos. Otras personas para entonces, seguramente los verían como otros más. La gente de Woollim no es así. O quizá hay algo que ellos saben… Sungyeol aparta la idea.

 

                Myungsoo deja de caminar y se vuelve lentamente. No sonríe.

 

— Creí haberte dicho antes que escuchar conversaciones ajenas es una descortesía, Myungsoo — dice el mayor en tono burlón.

 

                El pelinegro alza el rostro, retador. ¿Lo dice enserio?, se lee en su expresión. Muerde su lengua para no soltar un improperio. Myungsoo pocas veces dice groserías o maldice, pero en ese momento realmente desea hacerlo. Sabía que dejar a Woohyun pasar el rato junto a Sungyeol no traería nada bueno. Al igual que dejar a Sungyeol con Sungjong.

 

— No creo que estés en posición de decirme lo que es o no cortés — masculla el pelinegro entre dientes, sorprendiendo no solo a su novio, sino también a algunos otros estudiantes. — ¿Por qué no discutes eso en tu cita con tu nuevo amigo?

 

                Sungyeol sonríe. Así que es eso.

 

— Oh, vamos — dice bajito, mirándolo con diversión. — Myungsoo…

 

                El pelinegro no le sigue el juego. No esta vez. Se da la vuelta y camina en la dirección contraria de donde se encuentra el castaño, haciendo oídos sordos a su llamado. Sólo que no llega demasiado lejos, porque una mano que conoce bien le rodea la muñeca y lo siguiente que sabe es que su espalda choca con el metal de un casillero. Alza el rostro, nervioso, y encuentra esos ojos que tanto adora. Su novio sonríe maliciosamente y se siente enrojecer cuando entiende la situación. Se encuentra presa del mayor, a mitad de un pasillo, bajo la atenta mirada de un montón de curiosos.

 

— Sungyeol, q-…

 

                Sus palabras se pierden dentro de la boca del otro. Porque sí, Sungyeol lo está besando frente a todos.

 

 

 

— • — • — • —

 

 

 

La noticia se extiende más rápido que la pólvora. Lee Sungyeol y Kim Myungsoo están saliendo. Tanto drama hace a sus amigos rodar los ojos. El castaño se limita a sonreír con burla cuando la gente les señala. El aspirante a fotógrafo quiere reírse en ocasiones, golpear a unos cuantos idiotas muchas otras; pero se controla, y toma con firmeza la mano de su novio. Sí, su novio. Ahora puede decirlo con seguridad. Sungyeol es todo suyo.

 

                Sólo que el gusto dura poco. Porque al tiempo ocurre algo inesperado. Tal y como todas esas cosas que han pasado.

 

 

 

 

 

— Chicos.

 

                Los murmullos se detienen. El profesor brinda al grupo una pequeña sonrisa.

 

— Hoy se une a nosotros un nuevo alumno — todos abren la boca, pero nadie dice nada. — Adelante, preséntate.

 

                El muchacho es alto, por encima de un metro ochenta, y está bien construido. Tiene el cabello teñido de un tono medio de rubio, muy parecido a un castaño claro; y es increíblemente guapo. Su mirada es intensa y la sonrisa que coloca antes de inclinarse frente a la clase roba más de un suspiro.

 

— Mi nombre es Wu Yi Fan — saluda, sonriendo traviesamente —, pero pueden llamarme Kris. Por favor, cuiden de mí.

 

                El maestro asiente, fascinado. Después indica al recién llegado que tome asiento tras una chica de cabello rojizo. Kris dice que le gustaría sentarse en otro lugar. El hombre pregunta dónde. Después de todo, hay cuatro asientos vacíos.

 

— ¿Estaría bien si tomo el lugar a lado de Sungyeol?

 

                El castaño se pone tenso al escuchar su nombre. Incluso más de lo que ha estado desde que vio al recién llegado. El alto muchacho se dirige al asiento solicitado, el que queda frente al de Woohyun, que mira todo con una ceja arqueada. Esto va a convertirse en un buen chisme más tarde, piensa, pero eso no es lo que más me preocupa en este momento. Sungyeol y Kris se miran fijamente, ajenos al resto del mundo.

 

Ha sido un largo tiempo — dice el nuevo en un perfecto inglés y sin borrar su sonrisa.

 

No lo suficiente, Kevin — responde el castaño con indiferencia, regresando su atención a la pizarra.

 

                La clase termina demasiado pronto para el gusto de muchos. La hora del almuerzo llega en un parpadeo y, tal como se temía el hijo menor de los Nam, la Academia se ha enterado de Kris Wu y Lee Sungyeol.

 

— Sólo ignóralos — sugiere Woohyun mientras camina junto al primogénito de Flower Bouquet hacia la cafetería.

 

                Todo el mundo señala (una vez más) a Sungyeol y habla de él. Parece que la gente nunca tiene suficiente ahora. El grupo de Sunggyu jamás ha dejado de llamar la atención. Son como celebridades. Los estudiantes viven pendientes de lo que hacen, de cualquier cosa que alimente un poco su curiosidad por ellos. Después de todo, sólo ellos tres saben quiénes son en realidad.

 

— ¿Cuándo no lo he hecho? — cuestiona el unos meses menor, mirando de reojo a Woohyun.

 

                Ambos intercambian una sonrisa rápida. Su amistad ha surgido de quién sabe dónde en los últimos días. Parecen dos personas completamente opuestas, pero han llegado (sin duda) a descubrir que tienen más en común de lo que alguna vez pensaron. Sunggyu había señalado durante uno de los almuerzos que siempre había creído que ellos dos serían buenos amigos. Él no podría haber estado equivocado. El único un tanto reacio a la recién descubierta relación entre ellos y la formación del Nam-Yeol, como los llama Dongwoo, es nada más y nada menos que Kim Myungsoo.

 

— ¡Oh, finalmente están aquí! — saluda efusivamente Sungjong. — ¡Tenemos un estudiante nuevo!

 

                Ese tipo de cosas jamás hubiesen ocurrido antes. Woollim no permitía ingresos de esa forma. Al menos antes de Sunggyu, Howon y Sungyeol. Incluso el retorno de Jungwook se consideraba extraño…

 

— Está en nuestra clase — responde Sungyeol sin emoción.

 

— ¿De verdad? — el ánimo de Sungjong también disminuye. — Escuché que viene de Norteamérica.

 

— Su nombre es chino — comenta Woohyun, encogiéndose de hombros.

 

                Quiere mencionar que el nuevo conoce a Sungyeol, pero no parece apropiado. Si él mismo no lo ha dicho, ¿por qué habría de sacar el tema primero? Sunggyu y Howon no parecen interesados. ¿También los conocerá a ellos? Woohyun decide que le preguntará a su algo más tarde, cuando estén solos. Traza el plan perfecto mientras juega con su comida. Sólo que las cosas no marchan a su modo.

 

— Sungyeol.

 

                Esa voz de nuevo, piensa el amante de la música, alzando el rostro hacia el chino-americano. Todos los presentes le imitan. Su respuesta llega sola. Sunggyu no lo conoce, su ceño fruncido lo indica. Howon analiza al desconocido de arriba abajo, en completa desaprobación. Sungjong permanece impasible, pero en sus orbes hay algo oculto. Myungsoo y Dongwoo sólo miran con naturalidad. Woohyun está seguro que él se mira como Hoya. Sencillamente ese tal Kris no le da buena espina.

 

— ¿Podemos hablar un momento? — cuestiona con una sonrisa que esconde mucho.

 

                Sungyeol enarca una ceja. No parece muy dispuesto a aceptar.

 

Por los viejos tiempos, Dylan.

 

                Su inglés perfecto está de regreso, y parece un detonante para el otro. Lee Sungyeol se levanta de forma tan brusca que su lata de refresco se voltea y su contenido se vierte sobre la mesa. La cafetería se queda en silencio. El castaño suspira y abandona su lugar, pronunciando algo que suena como azotea y encaminándose hacia la salida. Myungsoo muerde su labio inferior mientras seca la bebida con servilletas y la ayuda de Sungjong.

 

— ¿Cómo diablos lo llamó? — la voz de Sunggyu se encuentra cargada de algo más poderoso que la ira.

 

Dylan — masculla Woohyun, incómodo por el sonido de ese nombre.

 

— ¿Por qué Dylan? — se interesa el segundo mayor del grupo. — ¿Un error?

 

                Hoya deja escapar un bufido. Mira a su novio por un breve momento antes de responder.

 

— No — dice lentamente. — Dylan es el nombre que usó Sungyeol mientras vivía en América.

 

— Entonces, ¿es alguien que conoció mientras estaba en Nueva York? — interroga el pelinegro, tratando de no verse muy interesado.

 

— No me suena de nada — admite el pelirrojo, preocupado. — No me gusta.

 

— Tampoco a mí — dicen Woohyun, Hoya y Sungjong al mismo tiempo.

 

                Todos intercambian miradas. Myungsoo permanece pensativo un par de minutos.

 

— ¿Ustedes no lo conocen de antes? — pregunta. Ambos niegan. — Entonces quizá no es de los Estados Unidos — asegura, jugando con los vegetales aún intactos de su plato. — Quizá es alguien que conoció mientras estaba en Canadá.

 

                Sungjong asiente. Es cierto. El chico nuevo viene de allá. Les dice con voz animada, pero su expresión decae al ver la reacción (o falta de ella) por parte de los mejores amigos del castaño.

 

— ¿Qué acabas de decir? — el tono del mayor es demandante.

 

                Myungsoo lo mira con asombro. Los pequeños ojos de Kim Sunggyu se clavan en su rostro. Un escalofrío le recorre la espalda. Nunca lo ha visto tan serio. Ni siquiera el día que peleó con Sungyeol. Algo va a salir muy mal.

 

— D-Dije — tartamudea, tragando pesado. — Q-Que pudo haber sido en Canadá, cuando…

 

— Sungyeol se trasladó a Nueva York — le interrumpe Howon, enfadado. — ¿De qué estás hablando?

 

— ¡Él mismo me lo dijo! — se defiende, atrayendo la atención de muchos curiosos.

 

— ¿Qué te dijo? — el pelirrojo está a punto de saltar sobre su cuello, eso es seguro.

 

— Que su familia se mudó a Estados Unidos cuando era joven — comienza, confiado — y que estuvo fuera por seis años, pero que parte de ellos estuvo en Canadá.

 

                Howon golpea la mesa y Sunggyu le toma del brazo antes que haga una estupidez. Se miran a los ojos y se hacen preguntas uno al otro en completo silencio. Dongwoo les da espacio, escabulléndose al otro lado de la mesa, donde Myungsoo y Sungjong parecen igual de sorprendidos que él.

 

— Ese Lee Sungyeol — masculla Hoya con absoluto desprecio. — Todo este tiempo él…

 

— Eso no importa ahora — corta su pensamiento Sunggyu. — Necesitamos averiguar todo sobre ese chico.

 

— Su nombre es Wu Yi Fan — susurra Woohyun, ganándose una mirada confusa de ambos. — Su nombre real, quiero decir. Supongo que Kris es su nombre americano o lo que sea — se encoge de hombros, y entonces una bombilla se enciende sobre su cabeza. — ¡Una cosa más! — exclama demasiado alto. — Sungyeol lo llamó de otra forma… — duda, incapaz de recordar. — Era… — tamborilea con sus dedos, impaciente. — Kevin. Eso era — dice alegre. — Lo llamó Kevin.

 

— ¿Kevin?

 

— He escuchado ese nombre antes — se entromete Sungjong. — A veces, cuando tiene pesadillas…

 

                No termina, pero tampoco hace falta. Howon se desploma en su silla, tirando de sus cabellos con tanta fuerza que podría arrancárselos. Sunggyu le imita y sus ojos han perdido el brillo que los caracteriza. Myungsoo quiere preguntar lo que ocurre, sólo que no tiene el valor. Nuevamente es el hijo de los Nam quien toma la palabra.

 

— El caso de hace años — las miradas se dirigen a él de inmediato —, el Grupo L

 

— Sí — murmura Sunggyu. — .

 

                Myungsoo mira a Sungjong, esperando que esté tan confundido como él. No es así.

 

— ¿De qué…?

 

                El almuerzo termina. Su pregunta queda inconclusa. Howon y Sunggyu salen primero de la cafetería. Sungjong corre detrás de ellos medio minuto más tarde. Trata de preguntarle a Woohyun, porque él ha sacado el tema, pero se niega a responder. Entonces recurre a Dongwoo, quien también parece informado.

 

— No ahora — es todo lo que dice.

 

                El pelinegro refunfuña algo parecido a una maldición. Entonces la idea aparece. Tiene que preguntarle a Sungyeol. Omite su siguiente clase y se dirige hacia la azotea. El castaño debe seguir arriba, quizá con el tal Kris, quizá solo. Necesita respuestas, y su novio es el único capaz de dárselas. O eso espera.

 

 

 

 

 

Sungyeol jamás imaginó tal escenario. Sí, alguna vez pensó reencontrarse con Kevin. Sí, creyó ciegamente que ocurriría. Pero no así. No cuando hay cientos de ojos puestos en ellos. No cuando tiene a Myungsoo sosteniendo su mano. No cuando se cree capaz de seguir adelante. Porque sí, comenzaba a creerlo.

 

— ¿Esperaste por mí? — cuestiona el extranjero, sonriendo ladinamente.

 

                Sungyeol le mira esperando que desaparezca si parpadea más de dos veces seguidas. Tiene muchas cosas que decirle y otras tantas que preguntarle. Sólo que no sabe por dónde comenzar. No está listo para hacerle frente. Entonces recuerda lo que dijo Howon en una ocasión, y se arma de valor para hablar.

 

— No sé por qué estás aquí, pero hay algo… — para — algunas — corrige — cosas que necesito saber. Primero…

 

— Estoy aquí por ti — le interrumpe, buscando los ojos de ciervo — Cuando te fuiste, prometí encontrarte de nuevo.

 

— No me fui — le contradice de inmediato, en automático — Escapé. Eso hice, Kris — pronuncia su nombre con desagrado, arrugando la nariz — Escapé. Escapé. Escapé — repite tres veces, cada una más firme, más decidida.

 

— Te liberé, Sungyeol — menciona mientras se acerca al castaño. — Te di la libertad que ellos te negaron.

 

— La libertad que TU gente me quitó — retrocede.

 

                La espalda de Sungyeol alcanza el muro. Kris coloca una mano a cada lado de su cabeza, acorralándolo. Sus ojos sobre los contrarios. Los labios del primogénito de los Lee temblando. Los recuerdos deslizándose por el espacio entre sus cuerpos.

 

— Te he echado de menos, Sungyeol.

 

                Myungsoo se congela. El tal Kris está besando a Sungyeol, SU Sungyeol. Debería enfurecerse, ofenderse; hervir de rabia, celos y cólera; pero no puede. Su novio está ahí, estático, mirando al vacío mientras sus brazos caen a los costados de su cuerpo. Y es como si no estuviera realmente ahí. La preocupación le anuda la garganta y el estómago. Sungyeol no está regresando el beso. Una parte de él parece estar muriendo ante el contacto. Entonces, quién sabe cuánto tiempo después, quizá una eternidad, Kris se aleja un poco.

 

— Ahora podemos estar juntos — asegura, y sus dedos acarician la mejilla empapada del castaño.

 

                Sungyeol muerde su labio con fuerza, tanta que alcanza a probar su sangre. Sus ojos vierten lágrimas silenciosas que no sabía se encontraba conteniendo. Su cuerpo se estremece entero y sus puños cobran vida. Golpea el pecho del otro con fuerza, mientras se ahoga en sollozos y maldice a todos y cada uno por su debilidad. Las manos ajenas le toman por los hombros, esa voz extraña susurra cosas que no entiende, los orbes del muchacho le contemplan con algo que no sabe definir.

 

                Todo está de regreso. Los golpes, las burlas, las miradas, las humillaciones. Manos desconocidas serpentean entre sus piernas y alcanzan su estómago. Sólo entonces Kris da dos pasos atrás y Sungyeol se coloca en cuclillas y vierte su almuerzo sobre el piso de la azotea. Las lágrimas se pierden en su mentón. Las palmadas en su espalda provocan que vomite una segunda vez.

 

— No me toques — susurra, apartando la mano con violencia. — No lo hagas nunca más.

 

                El chino-canadiense ignora su petición y se agacha frente a él. Sungyeol se siente patético e insignificante. Igual que todas esas primeras veces que estuvieron solos. Tal como esa única vez que…

 

                Kevin sonríe y, como si leyera su mente, dice lo que Sungyeol no se atreve a siquiera pensar.

 

Fui el primero — hay algo de malicia en su tono — Me regalaste tu virginidad. Debe significar algo, ¿no?

 

                El silencio se instala entre ellos. Se prolonga tanto que Myungsoo tiene miedo de escuchar más secretos. En algún punto Kris alarga una botella de agua hacia Sungyeol, que se enjuaga la boca con mala cara. El nuevo se marcha primero, riéndose de algo que no llega a oídos curiosos, y el castaño se queda ahí, solo, mirando hacia el cielo. Va por su segundo cigarrillo cuando el pelinegro decide hacer acto de presencia, aunque siempre estuvo ahí.

 

— Hola — susurra y acaricia la espalda del mayor, reconfortándolo.

 

— Hola — responde el otro y sonríe muy poquito, pero sincero.

 

— ¿Quieres ir a casa?

 

— Sí.

 

                Myungsoo no se dejará atrapar esta vez. Esperará pacientemente a que Sungyeol hable de lo sucedido, de todo

Notas finales:

Bien. Esta vez les he presentado a Kevin... y también he dejado en evidencia a Sungyeol frente al resto, pero principalmente frente a Sunggyu y Howon. 


¿Qué pasará ahora?


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