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Dos caras de la misma moneda por Hyunnieyeol

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Notas del capitulo:

14.01.17. Primera actualización del año. No sé qué estoy haciendo con esta historia (?).

Capítulo VIII. De los momentos que son compartidos con “amigos”

 

Pasan de las 6:00 PM y el sol se oculta para dar bienvenida a la noche. Nam Woohyun suspira mientras observa con fingido interés la hora en el reloj de pulsera que lleva en la muñeca. Escucha a Myungsoo suspirar desde una mesa cercana y quiere golpear su rostro contra la superficie de la mesa, porque no sólo fue lo bastante estúpido como para invitar a salir a Lee Sungyeol, sino que se atrevió a confiar en que asistiría a la cita, y lo que era aún peor… se lo dijo a Myungsoo. ¿Por qué? No estaba seguro, pero no sonó tan tonto en su mente cuando le invitó a su cita como espía. Aunque tal vez el idiota era el otro por ir con él.

 

— Ya, Kim Myungsoo — se queja cuando alguien golpea la parte posterior de su asiento. Su amigo gruñe algo y el segundo hijo de los Nam decide no indagar más. Sabía que el otro había cambiado de asiento y ahora podía golpearle la cabeza con solo echar la suya hacia atrás. Sonaba tentador, pero se contuvo.

 

— Esta es la segunda “cita” que Sungyeol tira por la borda — el pelinegro comenta con aire enfadado, a pesar que internamente celebra la falta de interés del castaño en el mayor. No soportaría la idea. — Debimos apostar sobre esto.

 

— Deja de hablarme o van a pensar que nos conocemos — gruñe Woohyun, y el menor se echa a reír. — Lo digo enserio.

 

            La campanilla suena cuando la puerta es abierta y los dos miran disimuladamente en la dirección de entrada. No es Sungyeol quien viene hacia la mesa, sino Kim Sunggyu. El amante de los corazones le recorre con la mirada de pies a cabeza una y otra vez, desde las desgastadas botas oscuras hasta el desordenado cabello, deleitándose con los jeans ajustados y rotos, la camiseta apretada y la chaqueta de cuero. El líder de la pandilla dirige su mirada, delineada exquisitamente, única y exclusivamente a él. Por un momento Woohyun se olvida de respirar, sólo volviendo a la realidad cuando Myungsoo le pellizca la nuca disimuladamente. Justo a tiempo, piensa, porque Sunggyu se detiene frente a él, colocando las palmas de ambas manos sobre la superficie de la mesa e inclinándose más cerca de su rostro. La sonrisa de Nam aparece, la misma que vuelve locas a las chicas.

 

— Nam Woohyun, ¿verdad? — cuestiona y al otro le recorre un escalofrío ante su tono que parece delatarlo alguien atrevido y con experiencia en el campo de las conquistas. Asiente y Sunggyu sonríe de ese modo que hace a su compañero mandar la cordura al diablo. — Para este momento debes haberlo notado, pero Sungyeol no va a venir — murmura, alejándose para tomar asiento frente al moreno. — Escucha con atención, porque sólo lo diré una vez — amenaza lindamente, o eso piensa el menor. — A Sungyeol le gusta jugar con las personas. Nunca dirá que no a una oferta de esta clase, pero nunca esperes que llegue si no le interesas. Así que mantente alejado de él de ahora en adelante. ¿Fui lo suficientemente claro?

 

            Sunggyu se levanta dispuesto a marcharse, y antes que dé el primer paso la mano de Woohyun le envuelve la muñeca. Suspira, seguro que escuchará quejas como cada vez que ocurre algo similar. Kim aún no está seguro del porqué la hace de mensajero sin que nadie se lo pida, pero en el fondo sabe que es su forma de proteger a Sungyeol de problemas innecesarios. No hay persona que merezca estar con su amigo. Lo sabe de sobra. “¿Qué es lo que quiere este tipo?”, se pregunta ante el silencio repentino, aún sin girarse.

 

— Lo fuiste — murmura de repente, divertido, y el pelirrojo no entiende el cambio de humor. — Es un alivio que Sungyeol no esté interesado en mí, porque tampoco yo tengo algo con él — la sonrisa traviesa está de vuelta. — Siendo jugadores deberían conocer todos los trucos. No preguntes como lo sé, pero estaba seguro que invitándole a salir llegaría a ti.

 

— ¿Qué has dicho? — la mirada de Sunggyu se vuelve severa. Woohyun libera su muñeca sin dejar de sentirse satisfecho.

 

— Siento curiosidad por ti, Sunggyu — confiesa sin más rodeos. — ¿Por qué no te sientas conmigo un momento?

 

— ¿Por qué no mejor te vas al carajo? — burla el mayor, poniendo los ojos.

 

— Espero que también tú me escuches, porque no pienso decirlo dos veces — Woohyun tiene ese aire infantil mientras habla, sólo que su mirada es la de un completo depredador. — No importa cuánto te resistas, terminarás cayendo por mí.

 

            Myungsoo se pone de pie en el momento que Sunggyu se marcha, mirando a su amigo como si de pronto le hubiese crecido una segunda cabeza. “¿Qué diablos fue eso?”, se pregunta mentalmente. Woohyun aún no borra su sonrisa victoriosa, como si hubiese ganado algo grande. Francamente, el menor no consigue entender lo que trama Nam, aunque algo le dice que es mejor mantenerse al margen de eso. Suspira con enfado y se va también, dejando al otro con un café frío y sus pensamientos. Myungsoo no sabe si sentirse aliviado por la falta de interés mutua entre Woohyun y Sungyeol, o molesto porque su mejor amigo utilizó de cierta forma al castaño para llegar al pelirrojo.

 

            “Nunca esperes que llegue si no le interesas”. Myungsoo repasa la frase en el autobús. Cierra los ojos y apoya la frente contra el vidrio frío, ignorando las miradas que recaen sobre él. Es estúpido; pero le duele de sólo pensar en ello.

 

 

 

 

 

 

 

La brisa alborota los rebeldes cabellos de Sungyeol mientras contempla la ciudad desde la terraza. Se sujeta con fuerza de la barandilla e inclina la mitad de su cuerpo sobre ella, sintiéndose a punto de caer. Grita alto, sabiendo que el ruido de los alrededores va a amortiguar su repentino ataque de estupidez. Después se endereza con una sonrisa infantil, como las que ponen los niños al hacer una travesura sin ser descubiertos. Sólo que él no tiene suerte, y cuando se vuelve encuentra a Hoya tratando de no reírse y a Sunggyu recargado contra la pared con una bolsa de supermercado colgando de su mano. Siente la sangre agolparse en sus mejillas, pero ninguno habla al respecto.

 

— ¿Cerveza? — pregunta el mayor, y el dueño de casa asiente sin entusiasmo. Bebe con más frecuencia ahora, todos lo han notado. — Por tu cara, debo suponer que ha ocurrido algo.

 

— Recibí una llamada de Daeyeol esta tarde — destapa la botella, mirando el alcohol con cierta desconfianza. — Dentro de dos semanas seremos requeridos para una importante cena por mi madre. Sólo que eso no es todo…

 

— ¿Qué se esconde detrás de esta cena? — indaga el más bajo, dando un gran trago a su bebida.

 

— Esto — murmura, mostrándoles una fotografía en su teléfono celular.

 

— ¡Debes estar bromeando! — estalla Howon, fulminando la imagen con sus orbes oscuros. — ¿Qué clase de tontería es esta?

 

— No es una tontería — se defiende Sunggyu, suspirando. — Es nuestro mundo, esto es lo más natural.

 

            El silencio se apodera del grupo. Lentamente, las botellas comienzan a acumularse vacías sobre la mesa. Sunggyu tiene una sonrisa estúpida cuando se dirige a la habitación del más joven con tres copas de cristal en sus manos. Hoya está sentado cabizbajo a lado de la cama, demasiado borracho para articular palabra cuando el pelirrojo pregunta por el dueño de casa. Sungyeol aparece cinco minutos después, trayendo consigo dos botellas de vino que al menos tienen veinte años. Se ríe bobamente cuando descorcha la primera y salpica la cara alfombra. Odia esa casa con todas sus fuerzas, así que no le puede importar menos cuando incluso la copa se voltea y una mancha rosada se extiende sobre ella.

 

— Voy a proponer un brindis — Hoya arrastra cada palabra, apenas siendo entendible. — Vamos a brindar por la bruja, por sus gatos, y por el maleficio que ha lanzado sobre nosotros.

 

            Sungyeol no puede creer que Howon tenga la conciencia suficiente para tratar de bromear en su estado, pero lo hace, y él tiene que reírse mientras chocan las copas con algo más de la fuerza requerida. “Por mi madre, sus padres y esa estúpida fotografía”, traduce en su mente vaciando la copa de un trago. El mareo es instantáneo. Deja que su espalda se apoye contra la base de la cama y sirve una segunda copa a duras penas, con todo moviéndose. Sunggyu le arrebata la botella y llena las otras dos copas. Beben en silencio hasta terminar una. Hoya se pone de pie y cae sentado antes de dar un solo paso. Los tres se ríen, sin verse en realidad. El mundo es diferente cuando se agita tanto. Sin embargo, beben la mitad de la segunda botella antes de caer los tres dormidos en el colchón de Sungyeol, ajenos al desastre que han dejado atrás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El sábado por la tarde Sungjong sale de casa con la firme idea de hablar seriamente con Sungyeol. A sus oídos ha llegado para entonces el rumor de Woohyun invitándole a una cita el día anterior y, lo que resulta más curioso, su aceptación. No sabe por qué se ha enterado el día posterior al dichoso evento, pero nunca es lo bastante tarde para poner al mayor en su lugar de ser necesario. Sungjong ha decidido desde hace mucho que la persona ideal para el castaño es Myungsoo, y nada lo hará cambiar de idea, menos el repentino interés del hasta hace semanas mejor vocalista de Woollim.

 

            Cruza el parque con determinación y apenas saluda al portero antes de tomar el elevador. Se sabe de memoria ese camino, así que fácilmente podría llegar al apartamento del más alto con los ojos vendados e incluso caminando de espaldas. No llama a la puerta, sino que ingresa el código directamente y luego gira la llave en la cerradura, entrando como si fuese su propia casa. Nadie puede sospechar de todas maneras, porque le han visto tantas veces entrar y salir de ahí que ya no es sorpresa. No tiene idea de lo que los vecinos piensan de ellos dos, principalmente porque no tienen relación sanguínea, pero tampoco presta atención a los rumores. No obstante, nunca ha podido olvidar la vez que algunas mujeres se reunieron en el pasillo y comentaron acerca de ellos y sus noches juntos. Fue vergonzoso y sorpresivo, y más aún cuando se dio cuenta que Sungyeol también escuchaba. Niega para apartar el recuerdo y enciende la luz de la sala. Dentro del apartamento todo está en silencio; una calma que al más chico no le gusta. Su confianza se desvanece frente a la puerta cerrada de la alcoba, porque las últimas veces que ha cruzado ese umbral se ha encontrado a un niño lloroso y herido. Le tiembla la mano cuando gira la perilla, pero dentro no hay razón de vida alguna.

 

— ¿Dónde diablos te has metido? — se queja al notar que la cama está completamente hecha. “Como si no hubiese dormido aquí”, piensa, y su humor se vuelve negro, porque la sola idea de imaginarlo en casa de alguien más, como Woohyun por ejemplo, le pone los nervios de punta. — Más te vale que no sea lo que estoy pensando, Lee Sungyeol, o te juro que…

 

            El sonar de su móvil detiene su amenaza en el aire. El identificador de llamadas muestra el nombre de Dongwoo y la pantalla una estúpida foto del mayor de su grupo de amigos. Suspira un par de veces antes de responder. Escucha los saludos del hombre con molestia, porque a ese “buenos días” siguen las preguntas sobre su viernes, su noche y el desayuno. Sungjong no tiene la paciencia para ser amistoso, así que se limita a responder con monosílabas. Entonces viene la pregunta del millón de dólares: “¿dónde estás ahora?”, y el menor quiere golpear su cabeza contra la pared cuando las palabras dejan sus labios: “en el apartamento de Sungyeol”. Lo siguiente que sabe es que está en un columpio en el parque que separa sus edificios esperando por Dongwoo, porque van a reunirse e ir a andar por ahí para pasar el resto del día entretenidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una figura se pasea por la vieja casa cambiando cosas de un lugar a otro. Sungyeol trata de darle forma, pero para él resulta sólo una sombra por algunos minutos. Se mueve incómodo en el sofá y su pie choca con algo, o mejor dicho alguien que emite un gruñido y golpea su muslo con demasiada fuerza para una persona dormida.

 

— Ah, mierda — lloriquea, sentándose. El dolor de cabeza es insoportable.

 

— ¿Noche dura? — se burla el único que parece estar bien ahí.

 

— Jungwook, ¿llegaste hace mucho? — se lleva la mano a la frente y pone su mejor sonrisa. — ¿Dónde están los otros?

 

— Acabo de llegar, en realidad — ríe al verle y conecta algunos cables. — El que te ha golpeado hace un momento es Hoya, aunque tú has pateado su cabeza antes, lo cual es justo. Sunggyu está tumbado en el piso, prácticamente sobre él. ¿Qué demonios hicieron ustedes anoche?

 

— Bebimos — suelta con un encogimiento de hombros. — Bebimos demasiado. Ni siquiera recuerdo haber venido aquí.

 

— La próxima vez que vayan a beber de esa forma…

 

— Me aseguraré de invitarte, lo prometo — la sonrisa real de Sungyeol volvió.

 

— Iba a decir que me llamaras para no venir al ensayo, pero esa es también una buena idea.

 

— Pediré algo de comer, mientras tanto despierta a estos inútiles.

 

            Sungyeol sale de la casa que rentaron cuando la idea de la banda comenzó. Una pequeña morada de aspecto abandonado en un barrio sin tanta gente, donde nadie nunca se queja de la música o de sus conversaciones escandalosas. Una llamada rápida a la tienda de pollo y un mensaje a Sungjong para que llegue con cervezas. Escucha los platillos de la batería y luego un sonido horrible proviniendo de la guitarra eléctrica, y mientras ambos, Sunggyu y Howon, gritan y maldicen por montón, Jungwook dentro de la casa y Sungyeol en el jardín se parten de risa.

 

            El ensayo termina cancelado cuando se descubren en peor estado de lo que pensaban. Se tumban en los dos sofás que han colocado durante la primera semana de rentado el lugar, y Jungwook permanece detrás de la batería, haciendo tanto ruido como le es posible, mientras Sunggyu le riñe desde su lugar bajo un cojín. El pollo tarda cuarenta minutos en llegar, y Sungjong cinco más. Sólo que no llega solo; Dongwoo está con él. A Sungyeol no le cuesta nada invitar al “desconocido” a unirse a ellos, aunque parece que los otros dos se muestran algo reacios a eso. Terminan comiendo los seis juntos, con los tres “nuevos estudiantes” vaciando sus cervezas de un solo trago.

 

— Me siento mejor ahora — murmura Sunggyu, sacudiéndose los pantalones tras ponerse de pie. — Creo que podemos practicar un poco. Además, si no lo hacemos, Sungjong empezará con sus historias absurdas.

 

— ¡Oye, eso…! — empieza el más joven, pero se calla al ver a los otros ponerse de pie.

 

            Sunggyu juega con el cable del micrófono mientras Jungwook se acomoda la guitarra. Sungyeol tontea con las baquetas haciéndolas girar entre sus dedos. Hoya echa una mirada rápida a Dongwoo antes de tomar el bajo. El invitado es arrastrado por Sungjong hacia el sofá, su atención atrapada por los cuatro hombres. En ocasiones el más chico se une haciendo uso del teclado que está presente en la habitación, pero sólo cuando tiene muchas ganas, y ese no parecía el caso. Dongwoo reconoce ‘The Chaser’ de inmediato y la voz de Sunggyu provoca que abra los ojos enormemente.

 

— Son buenos, ¿verdad? — dice Sungjong, y hay una nota de orgullo en su voz. — Deberíamos intentarlo alguna vez: Woohyun cantando, Myungsoo con la guitarra, tú en el bajo y yo en el teclado — el menor tiene ojos soñadores mientras habla. — Sólo que no tenemos alguien que toque la batería. Quizá podamos secuestrar a Sungyeol uno de estos días y…

 

— Te estoy escuchando, Lee Sungjong — amenaza el castaño desde su lugar — y no pienso ir a ningún lado.

 

            El ensayo acaba una hora más tarde, con los chicos pidiendo otra ronda de cervezas y un Dongwoo maravillado. Sungyeol se sienta entre ambos espectadores, con la espalda contra el mueble y una bebida en la mano. Sungjong se acomoda más cerca de él, y Jang los estudia en silencio, porque nunca los ha visto interactuar entre sí.

 

— ¿Saliste con Woohyun ayer? — suelta primero, con algo de enfado, y su sonrisa vuelve cuando el alto niega. — Fui a tu apartamento antes de venir acá y no pasaste la noche ahí, pensé que…

 

— Pensaste que dormí con él — completa entre risas. — No me reuní con ese tal “Soy Nam Woohyun y quiero salir contigo”. Le dije que lo haría, pero no me presenté.

 

— ¿Dónde estuviste? — Dongwoo trata de no reírse, porque ambos Lee a sus ojos parecen una pareja.

 

— Sunggyu, Howon y yo estuvimos en casa, bebiendo.

 

— Eso explica por qué te ves como si estuvieras muriendo.

 

— ¡Hey, Lee Sungjong!

 

            Dongwoo comienza a reír, convencido de que los chicos malos son en realidad una agradable compañía. Sin embargo, queda mudo cuando Hoya se sienta a su lado, tan cerca que sus rodillas se tocan, y con una sonrisa tan hermosa que sus mejillas se colorean. Sunggyu y Jungwook riñen por una tontería. El heredero del restaurante no se percata de la mirada que intercambian sus tres nuevos compañeros de instituto. Sungjong se acerca un poco más a Sungyeol y pronto un brazo le rodea los hombros. El menor es un arma de doble filo, y ese encuentro no ha sido una coincidencia.


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