Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tu Deber por Cucuxumusu

[Reviews - 330]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, debido a mi falta de tiempo he tenido que priorizar y he preferido colgaros un cap antes que responder los reviews.

Pero no os preocupeis me pondre ha ello cuando pueda, pero es que si lo hacia hoy, luego no me daba tiempo a publicar el cap, me pasaba la fecha y...U_U

Bueno en cuanto a este cap es un poco..intenso, pero fue una de las primeras escenas que pense para el fic, asique espero que os entretenga.

Un beso wapos n_n

 

 

Law caminó por el largo pasillo rumbo a su habitación. Era noche cerrada y volvía de los aposentos del rubio que, como siempre, le había llamado hacia tres horas para la visita reglamentaria. Curiosamente la rutina había vuelto a establecerse entre ellos después de lo del incidente. El rubio había vuelto a llamarle y el había vuelto a acudir a la habitación dorada, charlaban, comían y luego el rubio le hacia la pregunta. Law se negaba, como siempre, Doflamingo insistía, el volvía a negarse y luego se despedían para repetir lo mismo al día siguiente.

 

Pero algo había cambiado. No sabía cómo decirlo, pero la forma en que le trataba el rubio se había vuelto mas...cariñosa, amable, como la de un padre o un hermano que se preocupa por su familia y quiere protegerla.

 

Aunque también seguía intentando avanzar con él en otros aspectos.

 

Se había fijado en como el otro le miraba a veces. Con un deseo y una intensidad extraña en la mirada. Se había fijado en que el rubio aprovechaba cualquier mínima oportunidad que tenia para tocarle, para agradarle o complacerle. Y no era como antes cuando estaba intentando impresionarle o sobornarle para que aceptase servirle, esta vez parecía que de verdad quería mostrarle aquello, que quería que disfrutasen juntos de los milagros de aquel lugar. Sonriendo feliz cada vez que el hacia algún comentario positivo de lo que le mostraba.

 

No lo entendía y tampoco le gustaba.

 

El dios era alguien a quien odiaba por varias razones. Y se lo había dejado claro desde el primer momento. No se pensaba rendir, no se iba a dejar manipular por su amabilidad y riqueza. Doflamingo era el enemigo. El rubio lo debería saber. Pero el repentino giro de acontecimientos le hacían dudar de que realmente lo viese así.

 

Debería volver a dejarlo claro. Porque aunque hubiese tenido un mínimo momento de debilidad y el rubio desde entonces se apiadase de él, aquello no cambiaba nada. Aunque el otro le hubiese visto indefenso y vulnerable pensaba seguir luchando con la misma o más fuerza que antes. Y Doflamingo iba a llorar si no se daba cuenta de ello.

 

Suspiró y al final del pasillo giró para encarar una pequeña galería abierta al exterior que limitaba en una de sus paredes con los jardines del templo y con los altísimos muros exteriores. Suspiró de nuevo. Si tan solo pudiese saltarlos... Desgraciadamente eran demasiado altos y pulidos como para poder trepar por ellos, y no había ni un mísero árbol por la zona que pudiese ayudarle a alzarse y caer al otro lado.

 

Sus pasos resonaron en el suelo mientras continuaba andando. Y entonces lo escuchó. Un susurro de hojas y ramas a su derecha donde había uno de aquellos escuálidos matorrales. Se paró en seco ligeramente alerta. ¿Qué hacia alguien escondiéndose en los matorrales?¿Habían robado algo?¿Matado a alguien?¿Pretendían gastarle una broma? Law frunció el ceño cansado con todo aquello y su estúpida paranoia personal.

 

Estaban en una de las partes prohibidas del templo y si se escondían era porque supuestamente no deberían estar allí. Abrió la boca dispuesto a vengarse aunque fuese por lo menos un poco de otro de los aprendices idiotas que siempre le jodia.

 

—Quien quiera que seas sal de ahí antes de que llame a alguien—murmuró firmemente. Pero lo suficientemente bajo para que quien fuera que estuviese haciendo la guardia nocturna no les oyese.

 

—¿Law?—los matorrales se movieron ligeramente y una imponente figura se alzó del arbusto.

 

Se miraron durante un momento ambos sorprendidos.

 

Luego Law se froto los ojos con las yemas de los dedos gruñendo enfadado consigo mismo.

 

Genial, ahora tenía alucinaciones. Pero cuando los abrió Eustass Kidd seguía parado enfrente suyo. Volvió a parpadear confuso. Aquello no tenía sentido, aquel no podía ser Kidd, solo era una maldita broma y punto.

 

—Law—el pelirrojo avanzó casi corriendo hacia él, aun parado en medio de la galería como un idiota, y le envolvió en sus fuertes brazos.

 

Y entonces, con aquel simple gesto, Law supo que era él. Le abrazaba como Kidd siempre lo había echo, reconfortándole con cariño, sosteniéndole entre sus brazos como si fuese la cosa más delicada del mundo y no quisiese romperla. Le sintió rodearle, su olor, su fuerza, su calor. Kidd en estado puro. Le devolvió el abrazo al instante enterrando la cara en su pecho y aspirando su aroma.

 

—Te he echado de menos enano—susurró Kidd repartiendo besos por su pelo desesperado por tocarle y acariciando su pelo con sus enormes manos. En una caricia tan conocida que Law se apretó más todavía contra él sin querer separarse nunca más.

 

Pensaba que lo había perdido, que nunca le volvería a ver, que ya nada merecía la pena. Se había hecho a idea por fin. Y entonces, como siempre, Kidd rompía sus expectativas y entraba al templo simplemente para verle. Y el mero hecho de volver a sentirle contra él, abrazándole de aquella manera tan protectora, le devolvía a la vida. Le hacía querer pelear de nuevo, no rendirse y darlo todo por el otro. Era simplemente increíble.

 

Pero toda aquella felicidad no quitaba el hecho de que Kidd no debería estar allí. Entrar al templo sin permiso era traición y podía ser penalizado con algo peor que el destierro. Y como siempre no lo podía permitir. Le necesitaba vivo o estaba seguro que él también moriría, porque entonces perdería la fe en la vida. De nuevo. Y esta vez no estaba seguro de poder volver a salir de aquel estado sin ningún tipo de cicatriz como recuerdo.

 

—¿Que haces aquí Kidd?—le preguntó sin querer soltarse del otro ni un momento, amortiguando sus palabras contra el torso del otro.

 

—He venido a sacarte de esta jaula—anuncio el pelirrojo como si tal cosa. Con aquel tono de que advertía que no se iba a detener ante nada para conseguirlo. Law se derritió en sus brazos al oírlo.

 

—No puedes—comento aun así Law intentando hacerle entrar en razón—también te perseguirían—

 

Por eso se había ido. Por eso no se había despedido. Para protegerles. No podía dejar que todo por lo que había sufrido se fuese a la mierda por capricho. No después de todo por lo que había pasado para mantenerles a salvo.

 

—¿Por eso te fuiste la última vez?—

 

Esta vez Law abrió los ojos sorprendido y pillado infraganti. ¿Porque el mayor le entendía tan bien? ¿Por qué sabía perfectamente lo que se proponía hacer?, ¿Es que no podía tener secretos? Se apretó más contra el mayor sabiendo que se iba a enfadar. Era un maldito soldado. Todo lo que comprometiese una afrenta para su fuerza, capacidad y valor, era prácticamente como darle una bofetada en la cara.

 

—Law—le llamo el mayor con voz cansada—sé qué opinas que no puedo hacer absolutamente nada en esta situación y que lo mejor es que mantenga un perfil bajo y deje correr el asunto—

 

Law asintió contra el pecho del mayor, conforme. Después de todo era la verdad, no podía pelear con un dios, y menos con uno que bebía una bebida que todavía ni se conocía en una bañera de oro de puro.

 

Kidd se separó entonces de él un momento deshaciendo el abrazo. Las ásperas manos del mayor fruto del entrenamiento con la espada, aquellas con las que tanto miedo había tenido de soñar por el dolor que le provocaría el recordarlas, acunaron sus mejillas delicadamente. Sus caras quedaron a milímetros y sus ojos se encontraron.

 

Kidd. El pelirrojo era tan perfecto que era doloroso mirarle.

 

—Law, confía en mi por primera vez en tu vida—Law sonrió torcidamente ante lo de "por primera vez en tu vida" pero no dijo nada y le dejo continuar—ya está todo preparado. Tengo los caballos ensillados y el equipaje que vamos a necesitar. Cuando te saque de aquí lo único que tenemos que hacer es cabalgar hasta Roma, tomaremos un barco si hace falta. Killer mi amigo nos espera allí y nos acogerá encantado—

 

Se siguieron mirando. Kidd pidiéndoselo desesperado. Law dudando.

 

 Sabía que si decía que no sería como arrancarle el corazón al mayor de golpe, sabía que aquello seria el final de la relación. Y tenia tanto sentido lo que decía el otro, parecía tan fácil y simple. Cerró los ojos tomando aire y soltó por fin:

 

—Has tardado demasiado idiota—

 

Kidd sonrió y le beso al instante, por primera vez en demasiados meses. Y Law le contestó al instante igual de demandante y codicioso por los labios ajenos. Porque ya no podían más. Sabía que lo que iban a hacer era peligroso, que podían morir con aquella estupidez, pero no podía más. La decisión de entrar en el templo había sido la peor que había tomado en su vida. Y ya le daba igual si les pillaban y les mataban. El mero hecho de volver a separarse del pelirrojo se sentía como la muerte en vida, el permanecer en aquel templo un segundo más era el suicidio en la piscina. Y si iba a morir de todas formas mejor pasar sus últimos momentos con Kidd.

 

—Te he echado de menos—suspiró sin aire una vez que se hubieron separado del famélico beso.

 

Y Kidd mirándole sorprendido volvió a besarle aun más ansioso, pasándole los brazos por la cintura y apretando sus cuerpos tan firmemente que Law se dio cuenta que se estaba empezando a excitar pese a lo extraño de la situación. Acarició a Kidd a su vez, delineando los músculos de sus hombros y pecho por encima de la corta camisa que llevaba, hundiendo sus dedos en su ardiente cabello y rememorando cada mínimo detalle que podía, cada detalle que se había obligado a memorizar cuando se había ido.

 

—No te voy a dejar sepárate de mi ni un segundo a partir de ahora—susurró Kidd repartiendo besos por su cara como si le intentase consolar— haz exactamente lo que te diga y prometo que estaremos a millas de aquí en cuestión de horas—

 

Y sin dejarle ni un segundo para cambiar de opinión tiro de él en dirección al muro.

 

Law sonrió y se dejo arrastrar ligeramente emocionado. No tendría que aguantar más burlas, no tendría que comer asquerosidades ni controlar cada paso que diese por miedo al dios. Volvería a ser libre, volvería a poder hacer lo que quería, podría estudiar medicina, podría besar y tocar a Kidd cuando quisiese. La mera idea le emocionaba como hacía mucho tiempo que no le emocionaba nada.

 

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por tres palmadas secas y sarcásticas retumbando en el silencio de la noche.

 

—Pero mira lo que tenemos aquí—aquella voz, aquella cadencia arrogante—yo que iba a verte a tu habitación a prestarte un nuevo libro que me ha llegado…y te encuentro intentando escaparte con otro—

 

El tono parecía divertido a primera vista, pero a Law no se le escapo la cadencia de cabreo que tenia debajo. Un cabreo monumental, se dio cuenta al girarse y al ver la cara del hombre. Aquella sonrisa tensa, aquellos ojos chispeantes que nunca le había visto...

 

—¿Que significa esto Law? ¿Me estas abandonando?— su tono dejo de ser divertido, y el cabreo se reflejo a la perfección. Law tembló.

 

Y Kidd se interpuso entre el rubio que acababa de aparecer y entre el moreno. Mirándole retador, desafiándole a que intentase detenerles. Y a la vez protegiendo al chico de ojos metálicos, que paraca haber perdido la capacidad de hablar. No sabía porque pero aquello le daba mala espina.

 

—¿Quién eres y que haces aquí?—le  preguntó sin pizca de respeto el de mirada morada.

 

—No te importa—

 

Y entonces sintió como si el aire saliese de sus pulmones con un golpe invisible en la boca del estomago. Sus rodillas temblaron instándole a dejarse caer contra el suelo de mármol. Pero consiguió dominarse. ¿Qué cojones pasaba? ¿Por que de repente se sentía con tanta presión sobre sus hombros y tan falto de aire? Observo al rubio que le fulminaba con la mirada mientras se acercaba a ellos.

 

Y entonces Law reaccionó. Rápidamente se puso entre los dos mayores haciendo que la presión desapareciese al instante del pelirrojo y que a la vez el rubio frunciese más el ceño. Tenía que salvar a Kidd. Sabía que aquello no podía ser, sabía que la habían cagado, pero por lo menos iba a salvar al pelirrojo.

 

—Doflamingo, puedo explicarlo, no es lo que...—

 

Y entonces el dios le agarró del brazo firmemente y le lanzó lejos con fuerza haciéndole rodar por el suelo hasta chocar con las columnas y dejarle ligeramente atontado por el golpe. Una sensación aguda de dolor ascendió desde su tobillo haciéndole apretar los dientes de dolor. No se lo podía haber roto joder. No en aquellos momentos. Los otros dos permanecieron en silencio sin prestarle demasiada atención, simplemente mirándose y midiéndose mutuamente. Aunque Kidd frunció bastante el ceño y le lanzó una mirada preocupada desde su posición. Pero estaba claro que todo su atención recaía sobre el rubio que tenía delante y que en aquellos momentos parecía capaz de matarle con la mirada.

 

—Te he hecho una pregunta—le recordó el rubio cruzándose intimidantemente de brazos.

 

—No tengo la obligación de responderte— respondió Kidd con voz tranquila.  Aguantando la mirada del otro como si nada, regulando cada mínima expresión de su cuerpo para que pareciese que estaba relajado. Actuando como le habían instruido en el ejercito ante un enemigo.

 

Y Doflamingo lo sabía.  Era lo que odiaba de los militares, les hacían pasar por tantas putadas que al final acababan con un control tan férreo sobre cada expresión, que parecía que no sentían nada. Le pasaba con Garp, con los generales y con cada soldado mínimamente adiestrado. Y le jodia bastante. Perdía una de sus ventajas.

 

—No sabes con quien hablas chico, asique controla tus palabras—siseó.

 

—¿Y por qué no me ilustra su majestad?—preguntó el otro sonriendo burlón y cruzándose también de brazos como si estuviesen manteniendo una charla la mar de entretenida.

 

Law observaba la escena boquiabierto y temiendo cada vez más por el otro. El rubio se estaba cabreando hasta niveles homicidas por momentos y Kidd no se daba cuenta de nada. Intentó levantarse a duras penas sintiendo su tobillo comenzar a hincharse y mandarle punzadas por todo su cuerpo chillándole que aquello era muy mala idea.

 

—Soy el que controla este templo, a tu maldito ejército y a la estúpida asamblea—empezó el otro.

 

—¿El dios de las narices?—preguntó Kidd interrumpiéndole mientras levantaba una ceja ahora si realmente entretenido.

 

—Si—respondió escuetamente el rubio.

 

Y el de ojos rojos soltó una carcajada incrédula y luego otra y otra hasta que se descojono en la cara del mayor. Law le miró asustado. ¿Lo sabía y no salía corriendo?  ¿Qué le pasaba? ¿estaba loco? Sus piernas seguían sin responderle, pese a sus intentos frustrados por levantarse.

 

—¿Que pasa?—preguntó el rubio mirando a aquel chaval enfrente suyo ahora realmente cabreado. Nunca nadie le había faltado tanto al respeto como el idiota que tenía delante. Porque era un idiota. No se lo explicaba de otra manera.

 

—Nada, lo siento, es que esto es simplemente perfecto.—le dijo sonriendo de medio lado—veras tengo un par de cosas que decirte—Comento Kidd mirándole con aire retador y de nuevo serio. Pero con la diversión y burla en cada gesto.

 

Doflamingo esperó, ignorando momentáneamente la burla, sabiendo que en lo que le iba a decir el chico estaba el Kit de la cuestión.

 

—Veras, me importa una mierda lo que hagas por aquí o los antojos que tengas de vez en cuando...Pero Law es mío—anunció con tono posesivo y sin pizca de duda. Doflamingo frunció el ceño y apretó los puños ante aquella simple frase y Law parpadeó cohibido—asique no pienso dejarte encerrarle aquí y hacerle lo que quieras por mucho dios o rey que seas. Me niego absolutamente. Asique se apártate amablemente y déjame llevármelo antes de que esto acabe mal—finalizó con una de sus inocentes sonrisas, como un niño que no ha roto un plato en su vida.

 

Y todo paso en un instante.

 

Doflamingo alzó su mano en dirección a la garganta de Kidd en un movimiento demasiado rápido para detenerlo. Law se levantó del suelo sintiendo como algo crujía en su pie y tropezaba ligeramente. Pero le dio igual y volvió a intentar separar a los dos. Doflamingo entonces apretó su agarre fuertemente y alzo a Kidd del suelo por el cuello.

 

—Te voy a matar—dijo Doflamingo sonriendo macabramente

 

Kidd agarró la mano del otro estrujando su tráquea, totalmente sorprendido por el repentino ataque, dándose cuenta entonces de que no podía con el otro. Law llegó entonces a donde los otros y se colgó del brazo del dios intentando devolver a Kidd al suelo.

 

—Para por favor, suéltale—chilló viendo como el pelirrojo apretaba la mandíbula repentinamente falto de aire.

 

—¿Por que debería hacer eso? Dame una sola razón... Este idiota entra en mi casa sin ser invitado, me amenaza, me falta al respeto y me intenta robar—siseo como si Law fuese uno de sus extravagantes objetos—dame una sola razón para no matarle—

 

Law perdió el norte. No podía perder a Kidd. Era el único al que no podía perder. Necesitaba ayudarle, tenía que sacarle de allí.

 

Apretó los ojos con fuerza y gritó aquella maldita frase.

 

—¡Me cambio por él! me rindo— todo su cuerpo temblaba ante lo que aquello implicaba— hare lo que quieras, pero no le hagas daño...por favor— susurró con voz quebrada dolorosamente.

 

Doflamingo abrió los ojos repentinamente paralizado ante aquellas palabras.

 

Los ojos de Kidd reflejaron terror.

 

—No—susurró el pelirrojo con voz ahogada mirando derrotado a Law.

 

Doflamingo soltó al chico realmente afectado por aquello. Con los ojos desorbitados en una mueca grotesca de sorpresa.

 

—Entiendo—susurró perdido por primera vez en su vida, más para sí mismo que para el resto.

 

Entendía por que Law lo arriesgaba todo por aquel hombre. Entendía por qué le había rechazando cuando lo de la piscina, entendía por que le odiaba tanto y no caía en la tentación. El por qué parecía tan desesperado por salvar el otro, él por qué cuando le habían dado la noticia de que chico había entrado en el templo la había recibido las tantas de la madrugada como si Law se hubiese escapado de su casa. Comprendió entonces el por qué el pelirrojo había entrado también en el templo para rescatar al otro pese a poder significar aquello su muerte, lo vio en la mirada de terror que tenía en sus ojos al mirar al moreno. Era algo tan simple y tan común.

 

Estaban enamorados.

 

La idea le golpeó con fuerza. Law no le pertenecía, nunca le había pertenecido. Desde el principio había sido para pelirrojo. ¿Por qué no se había dado cuenta? ¿Por que había dado por hecho que Law era suyo desde el momento en que pisaba el templo? Un dolor agudo que en todos sus siglos de historia nunca había sentido oprimió su pecho. Dolía, y no entendía el por qué. Law no significaba nada. Solo le había metido allí por seguridad, para que no se convirtiese en un problema, no tenia que significar nada.

 

Pero el dolor seguía allí.

 

—Largo—murmuró bajo dirigiéndose a Kidd mientras apretaba los puños. Su voz sonó tranquila, suave, como una caricia a contrapelo.

 

—No—le gruño el pelirrojo mientras apretaba al moreno en el suelo que gemía de dolor apretándose el tobillo que de nuevo había dejado de sujetarle —no pienso dejarle aquí—

 

Esta vez Doflamingo uso sus poderes con la furia corriendo por sus venas. Las cuerdas se apretaron en torno al intruso que había entrado en el templo, y le alzó en el aire alejándole del moreno en el suelo todo lo que pudo. Law chillo gritándole de nuevo. Suplicándole, rogándole, entregándole lo que desde un principio había querido, ofreciéndose vilmente a cambio del otro. Dándole lo que no había podido sacarle por su cuenta. De aquella forma tan estúpida. Lo que tanto le había conseguir, lo que nunca había logrado, se lo daba tan fácilmente, sin dudar, como si no significase absolutamente nada en comparación con la vida del idiota

 

Miró al pelirrojo retorcerse en el aire con la furia en los ojos e intentando llegar a Law.

 

—Quedas desterrado de Grecia—sentenció—para siempre, no quiero volverte a ver aquí nunca, si lo haces la próxima vez te matare—anunció como si fuese una profecía capaz de cumplirse.

 

—No, no, me niego, me voy a llevar a Law, no—se retorció entonces el chico gritándole y resistiéndose bajo los hilos invisibles.

 

Le apretó con las cuerdas obligándole a callarse.

 

—Law—llamó al otro autoritario.

 

Law le miró desde el suelo, temblando, con el pánico y la desesperación en su cara. Con aquel mar de emociones desbordándole sin el habitual control que normalmente tenia. Derrotado y hundido.

 

—Levántate— ordenó.

 

Y el chico lo hizo. Sabiendo que de sus actos dependía en aquellos momentos la vida del otro. Su equilibrio tembló cuando se apoyo en la pierna herida, pero al cabo de un rato consiguió mantener un equilibrio más o menos estable y erguirse como el otro quería. Sentía sus jadeos escapando de su boca y el dolor y angustia oprimiéndole cada parte del cuerpo. Pero no podía abandonarse a ellos, no podía llorar y hundirse, no cuando era la última vez que vería a Kidd.

 

—Bien—dijo entonces el dios—ahora desnúdate, date la vuelta—

 

El aliento en Law se detuvo en su pecho un instante y asustado busco la mirada de Kidd. El pelirrojo le devolvió una igual de aterrorizada y desesperada lo que acabo de confirmar sus sospechas.

 

—¿Qué?...—su voz temblaba al borde del llanto.

 

—¡Hazlo!—le grito el rubio mirándole fijamente.

 

Y Law lo entendió.

 

"Hare lo que quieras, pero no le hagas daño" sus propias palabras retumbaron en su mente.

 

Aquello era la venganza del rubio por su traición. Su castigo. Las lagrimas bajaron por sus mejillas al comprenderlo. Al saber lo que iba a pasar.

 

Le iba a violar delante de Kidd.

 

Le iba a obligar a traicionar a conciencia al otro delante de sus propias narices.

 

Por la vida de Kidd.

 

Bajo la cabeza derrotado mientras se llevaba las manos a la túnica. Le temblaban demasiado. Demasiado patéticamente. Y con los ojos encharcados no veía una mierda. Lo odio. Odio ser tan débil como para no poder proteger a quien quería. Se odio porque todo aquello había sido su culpa. Porque había sido él el que había decidido entrar al templo huyendo de los otros pensando que con aquello se solucionaría todo. Y allí estaba ahora, a punto de traicionar a quien quería en la que seria la última vez que le vería.

 

Se arranco la ropa.

 

Kidd gritó desesperado.

 

Camino hacia el rubio cojeando y le dio la espalda como quería. Encarando entonces a Kidd en su total desnudez. Y entonces, con las lagrimas desbordándose por su cara. Le sonrió tranquilizador.

 

 

Notas finales:

Chan chan chan...

¿Reviews? T_T'

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).