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Tu Deber por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno se que esto os lo tenia que colgar mañana pero no si me iba a dar tiempo asique lo teneis para hoy.

Espero que os gusteee~

 

 

Doflamingo, al cabo de un rato, sintió a Law revolverse entre sus brazos queriendo escapar de su posesivo abrazo. Debía de ser mediodía y necesitaban levantarse de una maldita vez, sin embargo el rubio estaba todavía demasiado alterado y demasiado cómodo como para hacerlo. El tener al moreno entre sus brazos, desnudo, acunado tan perfectamente contra su pecho se sentía simplemente perfecto, demasiado como para dejarle ir.

 

Law volvió a intentar separarse queriendo levantarse y Doflamingo apretó aún más en abrazo hasta que sintió las costillas del otro clavarse en sus manos y este soltó un gemido de dolor. Suavemente volvió a hundir su cara en el cuello del chico y comenzó a repartir ligeros besos por toda la piel a la que era capaz de llegar: pelo, nuca, hombros... Sin violencia, sin agresividad, solo una cariñosa caricia de buenos días para el enano. Law al principio se tensó ante el contacto pero luego, como siempre hacía últimamente, se acabó relajando de nuevo dejándole hacer lo que quería sin oponer la más mínima resistencia.

 

Aun así había algo diferente en el ambiente aquel día y ambos lo notaban, una ligera tensión en el aire, un secreto oculto en el silencio perezoso que les rodeaba.

 

—¿Que ocurre Donquixote?—preguntó inteligentemente Law con aquella voz monocorde que parecía la misma muerte hablando.

 

Aquel tono que el dios odiaba.

 

—Nada— respondió tenso el rubio continuando con su trabajo e ignorando la pregunta. Saboreando el calor del otro lentamente a través de sus labios.

 

Law era tan retorcidamente adictivo que juraba que se podría tirar toda la mañana haciendo aquello, sin embargo no pudo seguir cuando el menor se giró en su agarre y le encaró mirándole fijamente a la cara. Sus ojos metálicos parecían tan rendidos y cansados de todo aquello que el rubio sintió casi como si le clavasen dagas cuando los vio.

 

—Mientes—sentenció Law con voz suave, sin acusarle ni regañarle por hacerlo, solo constatando el hecho y exigiendo saber la verdad.

 

Mierda. Doflamingo forzó una sonrisa en su cara aunque estaba claro que el otro no se la tragaría. Nunca lo hacía. Llevaban seis años viviendo juntos y todavía no conseguía impresionar al menor a pesar de sus intentos y el estado pasivo de este.

 

—¿Por qué dices eso Law?¿Qué motivo tendría yo para mentirte?—y a continuación se acercó a los labios del otro y le robó otro beso fugaz como los que llevaba un rato repartiendo.

 

Law por su parte ni parpadeo. Ni asombro, ni asco se reflejaron en su mirada, solamente continuó mirándole cansado. Escrutándole con su mirada y sin responderle en lo más mínimo.

 

—Hacía años que no hacías esto—comentó Law cuando el rubio se separó—solamente te vuelves empalagoso y posesivo cuando ocurre algo malo, como cuando lo de Robin y el oráculo—siguió Law, y Doflamingo pudo leer perfectamente entre líneas "o cuando lo de la prueba" "o cuando lo de Kidd", pero ninguno pronunciaba aquellas palabras, era simplemente algo que nunca se tocaba— ¿Qué ocurre?— repitió Law insistente.

 

Doflamingo perdió al instante la sonrisa falsa. Sabía que no se lo podía ocultar y si no se lo explicaba él, el otro lo acabaría descubriendo por su cuenta y aquello no podía pasar. Tenía que cortar aquel problema de raíz en aquel momento. No se podía retrasar.

 

Observó entonces al otro atentamente. Aunque Law hubiese perdido aquella alegría sarcástica que había tenido antes, se había vuelto todavía más atractivo con aquella aura melancólica y triste. Había crecido también y perdido su apariencia infantil hasta convertirse en el increíble adulto de 26 años que era ahora. Era tan atractivo e inteligente, lo único que quería hacer era besarle y quererle hasta el último de los días, hasta desgastarle, hasta haberle comido por completo...y que Law le devolviese el afecto. Que le dejase tocarle voluntariamente, porque realmente desease sus caricias y no porque no pudiese hacer nada para evitarlas.

 

Observó su expresión muerta fijamente, perdiéndose en aquellas orbes metálicas que le atraían como nada en este mundo. Quería ver su expresión cuando se lo dijese, quería ver como se lo tomaba, su reacción y sentimientos ante la noticia.

 

—Kidd ha vuelto— soltó finalmente.

 

Y con solamente tres simples y estúpidas palabras Law volvió a la vida.

 

Fue como volver a ver florecer un árbol que ha estado años sin hacerlo. Su mirada se iluminó con el antiguo brillo de hace años, la emoción, la sorpresa, la alegría se reflejaron por completo en sus ojos. Solo ante la mención del nombre del otro, solo al tener noticias suyas parecía querer volver a respirar. Ni sus ruegos, ni sus llantos, nada de lo que él hiciese servía para nada. Pero con el otro, solo con su nombre parecía querer vivir de nuevo.

 

No era justo.

 

La furia, los celos, la rabia inundaron al rubio al verle así. Al darse cuenta de que a pesar de todo Law seguía enamorado de Kidd. Que a pesar de tantos años, seguía sin ser suyo por completo, sin siquiera apreciarle a él en lo más mínimo.

 

Los ojos grises entonces mostraron una ligera duda, una ligera vacilación y temor que ya había conocido. Aquello le aplacó ligeramente. Solo ligeramente mientras esperaba que Law hiciese la pregunta.

 

—Y... ¿y qué hiciste?— preguntó con la voz suave. Temblando, preocupado, dudoso de querer saber lo que había ocurrido.

 

Todo por el pelirrojo.

 

Se acabó, pensó Dogma mina. Iba a acabar con aquello ahora como se había propuesto. Iba a volver a Law suyo para siempre.

 

—Le mate—susurró contra la boca del otro. Mintiéndole vilmente sin pizca de remordimiento.

 

Y luego le besó lentamente, saboreando los entreabiertos labios del otro con calma mientras este soltó un jadeo entrecortado de sorpresa. Presionándolos con los suyos aun sin entrar, simplemente enredando sus alientos expectante. Como disculpándose arrepentido de lo que había hecho pero sin mucho remordimiento de conciencia en realidad. Cerrando los ojos y saboreando el ligero momento antes del beso.

 

Disfrutando del hombre entre sus brazos que solo podía ser suyo.

 

Por eso no vio como la mirada del Law volvía a oscurecerse, cómo temblaba ligeramente antes de cerrar los ojos intentando contener sus emociones. No observo como Law volvía a reconstruir sin éxito la máscara que se había roto por un momento, no se dio cuenta de cómo volvía a sumirse en la profunda oscuridad en la que llevaba seis años metido y que acababa de volverse mil veces más profunda.

 

Doflamingo se alejó ligeramente de la boca del otro y le miró tranquilamente. El menor tenía los ojos cerrados y las lágrimas bajaban por sus delicadas mejillas sin control. Sin embargo tenía la respiración calmada, no se había apartado de él ni un milímetro y parecía tranquilo y normal. Aunque Doflamingo había aprendido a leer a través de la máscara y ahora que se había roto tras muchos años el otro era como un libro abierto.

 

Le besó de nuevo, esta vez más posesivo y pasional, uniendo esta vez sus lenguas y comenzando el practicado baile. Sus manos volaron a las mejillas del menor acunándolas y limpiándole las lágrimas. Odiaba verle llorar de aquella manera. Pero odiaba aún más que llorase por el imbécil del pelirrojo. Mordisqueó su labio inferior suavemente queriendo que dejase su tristeza y se centrase en él. Solamente en él. Que no hiciese nada más que mirarle a él.

 

—Lo siento Law—susurró mientras su boca repartía suaves lametazos por la mandíbula del otro delicadamente—lo siento—

 

Su lengua continuó el descenso delineando el fino cuello moreno con cariño, relamiendo la caliente y expuesta piel que temblaba ligeramente a su paso. No mordía, no presionaba, solo acariciaba y daba placer. Era simplemente exquisito. Sus manos recorrieron las largas y fuertes piernas abriéndolas y girándolas hasta que consiguió tumbarse totalmente sobre el menor.

 

Su lengua siguió lamiendo el esbelto cuello ansioso por aquella deliciosa piel, dejando suaves marcas rosáceas sobre las marcas de las veces anteriores. Sus manos siguieron trabajando en las piernas morenas a los lados de su cadera, delineando cada curva, subiendo hasta la ingle y volviendo a bajar, apretando aquel delicioso trasero entre sus manos con posesividad. Intentando calentar al otro y sacarle de su tristeza.

 

Law llevó las manos a su pelo y tiró de él instándole a que alzase la cabeza de su cuello. Sus labios se volvieron a juntar por primera vez desesperados, succionándose, degustándose y pidiendo por más. Law le apretó contra su cuerpo fuertemente intentando profundizar más cada contacto, alzando sus caderas para que coincidieran con las del rubio sobre él y apretándolas juntas firmemente. Dejando que ambas erecciones se encontrasen igual de necesitadas.

 

Doflamingo gimió contra su boca al sentirle tan necesitado.

 

Dios, solo Law podía ponerle tan caliente con un solo movimiento. Separándose del beso bajo por el oscuro cuerpo mientras saboreaba y relamía avaricioso cada mínimo recoveco hasta llegar a la entrepierna del otro. Abriéndole las piernas expuso la temblorosa entrada del moreno y ansioso comenzó a relamerla con lánguidos lametazos haciendo al otro temblar al sentirle. Estaba tan caliente y apretada y a la vez tan rendida y preparada para él. Era siempre tan jodidamente estrecho que se sentía que se estuviese acostándose con un virgen cada vez que lo hacían. No podía esperar para volver a introducir su polla en aquel calor líquido. Dios solo de pensarlo se sentía capaz de alcanzar el orgasmo. Law era su punto débil, su maldita tentación, no podía pasar un día sin aquel cuerpo a su lado y ambos lo sabían.

 

Su otra mano voló hacia arriba abriendo y exponiendo más a Law ante él, avaricioso por observar todo lo que podía del cuerpo bajo suyo. El chico seguía aferrándole como si no quisiese dejarle irse tampoco. Como si fuese la única cosa que le quedaba en esta vida. Su mano atrapó el palpitante miembro contra el moreno estomago y le apretó suavemente una y otra vez arrancándole suspiros al chico y esparciendo el liquido preseminal que comenzaba a gotear por toda la longitud.

 

Y entonces creyó que ya era suficiente, que no podía esperar más.

 

Alzándose de nuevo sobre el menor atrapó sus labios jadeantes de nuevo. Le abrazó, le sostuvo, le consoló entre besos y caricias. Y luego lentamente saco su miembro totalmente erguido de sus pantalones y lo acerco a aquel calor palpitante en que tanto deseaba introducirse. Los ojos grises buscaron los suyo inundados en lagrimas y él le sostuvo la mirada serio.

 

—Deja de llorar Law—le pidió dándole un beso en la frente— estoy aquí, no pasa nada—

 

Las lágrimas seguían sin cesar y los ojos grises le miraban entre dolidos y suplicantes. Comenzó a entrar dentro suyo sintiendo al instante como el otro parecía querer engullirlo y no querer soltarle nunca. Joder. Law. Joder.

 

El menor volvió a abrazarle por el cuello y a envolverle con aquellas kilométricas piernas fuertemente. Doflamingo las sostuvo en su cintura mientras la otra mano rodeaba su cadera encontrando la posición adecuada para lo que iba a pasar. Hasta que estuvo clavado totalmente en el otro. Con aquel calor sofocante y aquella presión rodeándole. Era increíble sentirle así, tan perfecto y delicioso que se sentía como en casa.

 

—No me dejes—escuchó murmurar entonces al moreno en su cuello entre jadeos— no me dejes tu también por favor—su voz sonaba rota—prométemelo—

 

Y Doflamingo abrió los ojos sorprendido ante el comentario. Era la primera vez que Law le demostraba el más mínimo afecto. Que le pedía algo.

 

Por un rato no pudo hacer nada más que quedarse quieto y sentir las lagrimas del otro contra su cuello. Luego reaccionó. Estaba contentó pero a la vez preocupado por el estado del otro. Le devolvió el abrazo al otro y comenzó a repartir besos por su pelo y cabeza.

 

—Claro Law, no te preocupes—le susurró— siempre me tendrás aquí— le aseguró.

 

Y sin más comenzó a embestirle suavemente. Sin violencia, sin dolor. Suave y tranquilo, arrancándole al menor jadeos de placer cada vez que golpeaba ese dulce punto dentro de él que ya se había aprendido de memoria. Montándole justo en la forma que a Law le gustaba y que le había arrancado otras veces gritos de puro placer.

 

Y el moreno seguía sin soltarle en lo más mínimo, aferrándole como si su vida dependiese de ello. Doflamingo le respondió de la misma manera, enfocándose solo en el placer del otro y olvidándose del suyo propio. Le acarició lamiéndole todo los puntos débiles que había aprendido que tenía en aquellos seis años: en la tierna piel que unía el cuello con el hombro, el lóbulo de la oreja que presentaba los dorados pendientes, la ingle, sus oscuros pezones...le envestía lenta pero profundamente, saboreando en su propio cuerpo cada sonido que conseguía escapar de aquellos labios cuando golpeaba su próstata, cuando acariciaba su hinchado miembro...

 

Law jadeaba contra su cuello con la cara enterrada en el hueco de su hombro. Su cuerpo se movía con el suyo en el lánguido movimiento de entrada y salida. Su miembro que comenzaba a temblar demasiado se restregaba ardiendo contra su mano pidiéndole por más fricción, lloriqueando desesperado cada vez que se alejaban sus cuerpos y gemía satisfecho cada vez que se volvían a encontrar.

 

Doflamingo no supo quien fue el primero en correrse, si el menor bajo sus atenciones o él al escucharle y verle en aquel estado, pero no importaba en lo más mínimo. Lo que importaba era que Law le estaba empezando a aceptar, que le había pedido que se quedase a su lado, que se había abierto a él.

 

Agarrando al otro bajo suyo aun jadeando por el orgasmo le acercó a su cuerpo y le apretó en otro posesivo abrazo contra su pecho. Intentando ocultar las lágrimas que seguían sin parar de salir de los ojos del moreno e imaginándose que no estaban allí. Que el menor no lloraba, que toda aquella muestra de afecto del menor, que todos los besos y suplicas, no se debían a la pérdida nueva, sino a sus esfuerzos porque el menor le apreciase. Que Law le abrazaba porque le quería, no porque necesitase consuelo ante la pérdida.

.

.

.

Marco volvía a estar sentado en la misma taberna de siempre bebiendo la misma mierda de siempre y tan solo como siempre.

 

Deprimente.

 

Ace le había dicho que tenía que hablar seriamente con Luffy de algunas cosas y que aquella noche llegaría tarde a casa. Zoro, Bartolomeo y el resto de generales estaban todavía arreglando los destrozos ocasionados en la ciudad por la tormenta del otro día y tampoco habían podido acompañarle al bar. Así que suspiró y volvió a inclinar el vaso hasta sentir el licor prender en llamas su garganta.

 

Ah aquello se sentía bien.

 

Observó a su alrededor. El lugar seguía igual de mugriento y deprimente que siempre: el dueño huesudo seguía cantando canciones extrañas y asustando a la clientela femenina, los matones y gente poco legal seguía amontonándose en las esquinas y el aire del lugar seguía apestando a sustancias poco beneficiosas para su salud.

 

Si, le encantaba ese sitio.

 

De repente un portazo a sus espaldas le anunció que alguien acababa de entrar en el bar y ladeando ligeramente la cabeza observó a la figura encapuchada que había hecho acto de presencia con arrogancia, como si el maldito lugar le perteneciese. Le seguía un enmascarado de pelo largo y rubio que observó el lugar con lo que parecía entretenimiento y diversión, pero que no dijo nada sobre la deprimente taberna.

 

Marco no les dio mucha importancia a los recién llegados, después de todo, los encapuchados se habían convertido en algo habitual en aquellos últimos años. Aunque lo del enmascarado sí que era nuevo.

 

Siguió bebiendo feliz hasta que sintió a los extraños acercarse y sentarse justo a su lado en la barra a una distancia demasiado cercana para su gusto. Solo a sus amigos les permitía inundar tanto su espacio personal y a Ace, pensó con una sonrisa idiota en sus labios.

 

El extraño a su lado, el que llevaba la capucha, sin embargo no pareció inmutarse ante sus gruñidos o miradas de mala hostia y simplemente llamó al camarero. Dejando una reluciente moneda de oro en la mesa señaló a lo que estaba bebiendo Marco y levantó dos dedos. El camarero pareció comprender y dedicándole una sonrisa forzada al hombre, se volvió para preparar las bebidas.

 

Marco observó entonces más fijamente al hombre. La postura arrogante, la altura y musculatura imponente y los familiares brazaletes en las muñecas. Frunció el ceño. Había visto aquellas prendas antes, pero ¿dónde?

 

De repente el hombre se volvió y le sonrió arrogante por debajo de la capucha.

 

Y Marco sintió su mandíbula caer dejándole con la boca abierta como un imbécil. Aquella sonrisa toca pelotas, aquellos ojos rojizos y peligrosos que hacían juego con el pelo escarlata oculto bajo la capucha, la piel pálida, los brazaletes, el hecho de que se estuviese escondiendo debajo de la capa...

 

Durante un momento solo le observó sin palabras. Luego su mente volvió a hacer contacto con su cuerpo y se levantó del taburete tirándolo y tirando también su adorada bebida en el recorrido. La gente a su alrededor no les dedico ni siquiera una mirada de reojo, después de todo era aquel tipo de lugar donde las peleas ocurrían cada dos segundos, pero tampoco le importaba, lo que importaba era...

 

—Kidd—pronunció el nombre del hombre y de su antiguo mejor amigo.

 

Decir que su voz estaba sorprendida sería quedarse muy muy corto. Prácticamente parecía una niña que al minuto siguiente se pondría a chillar emocionada al ver a su héroe. Mierda.

 

El otro le sonrió tristemente instándole con un gesto de su mano a tranquilizarse y a volver a sentarse a su lado. El otro hombre de la máscara observaba sus reacciones con diversión, o al menos eso suponía él, tampoco le veía la cara.

 

Aún aturdido, Marco levantó el taburete del suelo y volvió a sentarse en él a duras penas. ¿Que hacia allí? ¿Por qué había vuelto? ¿Y si le pillaban al idiota?

 

—Me alegro de verte Marco— comento Kidd con una voz más ronca de lo que recordaba, pero como si fuese lo más normal del mundo.

 

Y entonces, como siempre, Marco quiso parirle la cara.

 

 

Notas finales:

...creo que nunca he escrito un lemon tan triste en mi vida, me parte el alma, pero a la vez me encanta, el amor que le tiene Doffy, el como se engaña a si mismo, lo enrevesado de la situacion dioooos les adoro, me encanta escribir esta historia. >_<

Por otra parte prometo que lo del bar no sera como lo de la ultima vez (un corta y pega) y que esta vez desarrollare mas la situacion y contare algunas cosilas de su pasado en Roma.

¿Sabeis quien es el enmascarado? por supuesto que si ¬¬ le presentare formalmente en el proximo lo juro XD

Bueno, estoy muerta chicos asique me voy ya porque mañana va a ser peor jeje T^T estupida universidad.

Bueno, os quieroooo, dejenme revieeews plis

 


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