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Tu Deber por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Dios mio lo que ha costado, lamento el retraso pero andaba de practicas en la uni y solo tenia una hora libre al dia que encima tenia que aprovechar para estudiar el (&%&$($%& examen. 

Puf,este capes intenso. Lo considero uno de los más importantes del fic por que digamos que aqui se acaba la trama y se explica el porque de todo lo que ha pasado. 

Ha sido muy bonito escribirlo y espero que os guste.

 

Los dos hombres se quedaron en el suelo durante un momento sin decir nada. Law con las lagrimas aun bajándole por la cara y soportando el peso del otro que comenzaba a manchar sus ropas de rojo, y Doflamingo que, tumbado encima de Law y sin querer moverse en lo más mínimo de aquel sitio, respiraba pesadamente sintiendo como sus pulmones y garganta ardían en carne viva.

 

Los gritos les rodeaban y se escuchaban cosas romperse a lo lejos lo que seguramente significaba que habría estallado una pelea en alguna parte del templo. Pero a ellos dos les daba igual, Law quería asimilar de una maldita vez que Doflamingo había vuelto.

 

Y que Kidd no.

 

Sus lagrimas no dejaban de salir mientras intentaba convencerse a sí mismo de que no pasaba nada, que aquello podría significar otra cosa y no lo que él creía y mientras, intentaba asegurarse para su propia cordura que Kidd seguía vivo. Pero su mente analítica deshacía todas sus esperanzas. No encontraba ninguna explicación para que Kidd no estuviese allí si había ganado. Kidd debería estar allí. Lo había prometido. No podía romper una promesa así por así, simplemente no podía.

 

Sintió algo cálido acariciándole la mejilla y retirando las lagrimas de sus ojos. Bajando la vista se encontró con la mano ensangrentada del rubio delineando su cara con la delicadeza de siempre, como si fuese otro de sus extravagantes y caros objetos a los que se les debía tratar con cuidado. Ni siquiera trato de apartar aquella mano y simplemente observó al hombre con la cabeza apoyada en su regazo y muriéndose por momentos entre toses sanguinolentas.

 

Como medico que era sabia que la herida que tenía abierta en el pecho era mortal. Si se la hubiesen tratado al instante puede que hubiese habido una posibilidad de supervivencia, pero, a estas alturas, el rubio ya no tenía ni la más mínima oportunidad.

 

Y sin embargo, a pesar de todo aquello, se dio cuenta con sorpresa de que no sentía nada por aquel hombre moribundo. Ni lastima, ni angustia, ni siquiera tristeza por su muerte, pero tampoco sentía el alivio o la felicidad que había esperado sentir cuando la vida de aquel hombre llegase a su fin. Simplemente no sentía nada. Porque no había nada que sentir.

 

—Law…—volvió a murmurar el rubio mientras la sangre escapaba de sus labios— Law no llores…yo… me voy a morir—le anunció el hombre sonriendo sin pizca de duda ni temor en su voz, retirándole todavía las lagrimas que escapaban por sus ojos grises— y quiero que tu escuches mi historia antes de que eso suceda—

 

Law siguió mirándole, observando el movimiento de aquellos labios rotos y cubiertos de sangre que hacía apenas unos días le habían estado besando. La vida era tan absurda, tan efímera, pensó aun en shock por todo aquello.

 

—Law, quiero que me escuches y comprendas por que hice lo que hice—le pidió mientras otro ataque de tos aparecía haciéndole escupir de nuevo aquel liquido rojo.—por favor Law, deja de llorar—seguía el rubio repitiendo su nombre como si fuese la única palabra importante en aquellos momentos.

 

Law aun sin poder moverse y llorando asintió casi como un autómata. Doflamingo volvió a sonreírle con una ligera mueca de alivio. Como si con aquello ya pudiese irse satisfecho al otro mundo.

 

—Yo—comenzó el rubio—naci en el norte, en un pueblo tan frio que incluso en verano el campo seguía cubierto de nieve…

 

…nací hace dos milenios, cuando la civilización y culturas ni siquiera se había creado y la gente vivía en pequeñas aldeas nómadas que cambiaban de lugar cada poco tiempo en busca de algo que comer. Era una época deprimente donde la magia y la superstición se mezclaban a diario con la realidad y la gente fanática cometía crímenes innombrables sin que nadie pudiese hacer nada para impedirlo en nombre de deidades extrañas.

 

En aquel entonces yo vivía con mi madre, una mujer que la tribu que nos acogía había raptado de un pueblo del sur que habían atacado en busca de comida y riquezas. Recuerdo que tenía el pelo oscuro como el carbón y unos ojos violetas intensos que fascinaron y a la vez asustaron a la tribu, y así se la llevaron con ellos como prisionera. Eso fue lo que me contó mi madre cuando le pregunte el por qué de su apariencia. Y lo creí durante algunos años. Sin embargo, la primera vez que pensé que había algo malo con aquella teoría fue cuando cumplí los cinco años.

 

Aquel día habíamos conseguido al fin cazar algo de comida después de semanas sin nadan de lo que alimentarnos, y mientras la gente disfrutaba del banquete, a mí y a mi madre no encerraron en una de las tiendas diciéndonos que estropearíamos el banquete con nuestra maldición, y nos dejaron sin comer. Recuerdo que me queje de aquello, pero mi madre solo me sonrió tristemente y abrazándome protectoramente me obligó a callarme y a dormir mientras su estomago rugía.

 

Fue entonces cuando comencé a fijarme en algunos detalles que antes se me habían escapado: en las relaciones de la gente con nosotros, en la forma en que vivíamos o lo que la gente opinaba de nosotros. A diferencia de lo que mi madre me había dicho no nos trataba como iguales, sino que nos despreciaba y marginaban a cada momento. Es más, empecé a fijarme que había algunas noches en las que mi madre ni siquiera venia a dormir a nuestra tienda y me despertaba solo en el frio de la mañana.

 

Años después supe lo que aquello significaba, aunque por aquel entonces era solamente un niño pequeño que solo quería dormir con su madre y no entendía la realidad y que a la mañana siguiente se quejaba durante horas por aquello.

 

Mi madre era la prostituta de aquellos hombres. No por necesidad como otras mujeres que necesitaban el dinero a cambio de sus favores, sino por obligación. Y por eso y por su extraña apariencia entre hombres rubios y altos de ojos azules, la despreciaban y usaban como querían sin que ella pudiese hacer nada al respecto.

 

Y esa fue mi infancia y parte de mi adolescencia. Andando de aquí a allá entra paisajes helados, siendo marginado y rechazado por las únicas personas que nunca había conocido y sin entender el por qué. Sin embargo, cuando cumplí quince años, ocurrió algo que cambió toda mi vida por completo.

 

Un día me perdí en un bosque durante una semana entera. El bosque era como cualquier bosque de la zona, cubierto de nieve y con altos y frondosos pinos todos idénticos entre sí. Juro que nunca lo he pasado más mal en toda mi vida. Fueron siete días debatiéndome entre morir de hambre o morir congelado, sabiendo que en el fondo nadie iba a venir a buscarme, por ser hijo de "La bruja". Grite, llore y pedí por ayuda intentando guiarme por las estrellas, los caminos de animales…para, por lo menos, intentar salir del lugar, pero todo era inútil y al séptimo día me deje caer contra un árbol exhausto dándome ya por muerto.

 

Y entonces, como burlándose de mí, apareció un pájaro en la nieve justo enfrente mío. Era el primer animal que veía en aquellos días, la primera "comida" que encontraba y yo ni siquiera me podía mover. El pájaro camino por la nieve y se posó en mi zapato como riéndose de mí y mi muerte. Si, tan solo tuviese más fuerza, recuerdo que pensé, si tan solo tuviese algo con lo que poder matarlo o con lo que poder atraparlo…

 

Y entonces me acuerdo que levante una mano y moví un simple dedo.

 

Y entonces el pájaro cayo sin cabeza sobre la nieve y los arboles que tenía enfrente se cayeron al suelo talados de un corte limpio.

 

Aquella fue la primera vez que use mi don.

 

Y gracias a él conseguí salir del bosque alzándome sobre los arboles y divisando el camino correcto. Pero aun así lo mantuve en secreto para no causar más problemas en la tribu. Incluso a mi propia madre se lo oculte. Cuando tenía algo de tiempo libre salía a escondidas del campamento y me alejaba para practicar con él. Al mes lo dominaba a la perfección, y al año podía hacer cosas que los hombres normales pensarían imposibles. Era un adolescente, y con aquello me sentí el hombre más fuerte de la tierra, pensé que con aquello se acabarían mis problemas, que conseguiría ayudar a mi madre a salir de aquella tortura…

 

Pero las cosas nunca funcionan como las planeas.

 

La semana que cumplí dieciséis llegó a la aldea un hombre viejo y extraño que me desagrado desde el primer momento. Cuando vio a mi madre rápidamente intentó acercarse ella con un objetivo más que evidente. Mi madre le rechazó no teniendo por que atender las demandas de un forastero, y los hombres de la tribu rieron y alabaron sarcásticamente a mi madre por tomar tan sabia decisión. Pero aun así el viejo se quedó con nosotros, y con el rencor claro en cada acción que hacía, comenzó a conspirar contra mi madre.

 

Primero engatusó a las mujeres de la aldea diciendo que, como bruja, mi madre engatusaría a sus hombres y los apartaría de ellas y sus familias. Con el odio y el temor que ya había, y con la superstición y magia que eran parte de nuestras vidas, la idea no tardó en cuajar. Las medres impidieron que sus hijos se acercasen a nosotros y luego ellas convencieron a algunos de sus maridos hasta que casi toda la tribu estuvo en contra de nosotros.

 

Sin embargo, gracias a dios, la otra media nos seguía tolerando medianamente y no ocurrió ningún incidente ya que yo, ya con dieciocho años y mucho más alto y fuerte que la mayoría de los hombres del poblado, no dejaba que nada pasase. Sin embargo la tensión iba creciendo cada día más y más y de no haber sido por el jefe de la aldea que intentaba mantener la paz entre los diferentes bandos, seguramente nos habrían matado sin siquiera dudarlo. Sin embargo, la cosa empeoraba cada vez más y al final estalló.

 

Comencé a oír los gritos una tarde cuando me había alejado del campamento a seguir practicando aquellos poderes extraños, rápidamente, sabiendo lo que podría estar pasando, me di la vuelta e intente llegar a donde estaban el campamento, pero me había alejado bastante y me costó un rato volver. Al llegar, la aldea era un total caos, había casas quemadas, gente chillando y sangre manchando la blanca nieve. Fui corriendo hacia nuestra tienda sin dudarlo viendo aterrorizado los cuerpos de la poca gente que nos había defendido tumbados sin vida en el suelo. Recuerdo que corrí hasta que sentí la sangre en mi boca y los pulmones me dolían de respirar el aire helado, pero ni aquello importaba en cuanto llegue a nuestra pequeña tienda de tela.

 

Definitivamente no estaba preparado para aquello, ni creo que nunca lo hubiese estado.

 

De nuestra tienda no quedaba absolutamente nada y en su lugar había una enorme hoguera de madera que se alzaba roja intensa hasta el cielo. Las pilas de maderas formaban un circulo en cuyo interior se encontraba mi madre. Quieta entre las llamas. Desnuda. Con moratones cubriéndole el pecho y manchas de sangre recorriéndole las piernas.

 

La habían…violado. Pero a diferencia de las veces anteriores esta vez no habían tenido ni pizca de consideración y por los arañazos y moratones la habían tratado prácticamente como un animal. Llore mientras caía arrodillado en la nieve. Mientras, la gente a mi alrededor contemplaba las llamas sin hacer nada, incluso las pocas familias que nos habían defendido y que seguían vivas me miraban arrepentidos, pero sin hacer nada. Mientras mi madre ardía. Mientras dejaba este mundo injustamente, sin haberme dado tiempo siquiera a despedirme de ella.

 

El viejo apareció a mi lado soltando una risilla de autosuficiencia y burla mientras se relamía los labios donde ahora tenía un horrible mordisco.

 

Y aquella fue la primera vez que perdí la cabeza.

 

No recuerdo muy bien que fue lo que hice exactamente. Solo sé que cuando abandone aquel campamento dos días después no quedaba absolutamente nadie ni nada vivo, ni mujeres, ni niños, ni siquiera quedaba piedra sobre piedra. Enterré a mi madre en un pequeño monte al lado de un pequeño río glaciar desde donde se veía el vasto campo blanco en todas direcciones, alejada del campamento y en un lugar tranquilo y pacífico. Luego marque la tumba con un circulo de piedras, como una pequeño templo en medio de la nada.

 

Y después simplemente me fui de allí pensando en no volver nunca.

 

Los años siguientes me dedique a vagar por el mundo haciendo cualquier tipo de trabajo que pudiese darme algo de dinero para sobrevivir. Recorrí el mundo de un lado a otro, y me tope con gente que al igual que yo podía hacer cosas que la mayoría considerarían fantasías. Encontré gente que podía convertir su cuerpo en fuego y no quemarse, había gente que tenía visiones del futuro que siempre se cumplían, gente que podía mover montañas con su mente, que convertían lo que tocaban en oro o algunos que podían viajar de un lugar a otro en cuestión de segundos. Me quedaba con ellos durante unos meses y ambos aprendíamos el uno del otro, pero siempre nos acabábamos separando y nunca nos volvíamos a ver. Supongo que fue a lo largo de aquellos años cuando alcance el nivel necesario y domine a tal nivel mi don que me dieron la inmortalidad.

 

Y así se fueron pasando los años y los siglos, viajando de un lado para otro, observando cómo evolucionaba el mundo, pero aun sin poder confiar en nadie lo suficiente, y aun sin encontrar algo por lo que mereciese la pena vivir o que diese sentido a nuestra existencia. Odiaba al ser humano en cada lugar al que iba, veía en cada lugar las guerras por un pedazo más de tierra, a la gente sufriendo y muriéndose de hambre mientras sus gobernantes volvían a tirar la mitad de la comida de sus platos. Todo aquello era tan absurdo que muchas veces pensé en acabar yo mismo con mi vida para no tener que observar aquella masacre sin sentido, ya que parecía que el ser humano solo había nacido para sufrir.

 

Al final llegué aquí a Grecia. Era un país diferente de todos los que había visto hasta entonces. La gente tenía sus problemas pero eran relativamente felices y se regían por un sistema justo llamado democracia donde elegían a quien les gobernaba. Decidí quedarme aquí unos años para ver como acabarían las cosas. Me compré una casa y viví como un ciudadano normal y corriente durante algún tiempo, pero la cosa se complicó una noche de tormenta donde las inundaciones casi arrasaron la ciudad.

 

Como siempre intenté ayude a la gente con mi poder pese a saber que seguramente me tendría que marchar del lugar en cuanto lo hiciese, ya que la gente solía temerme en cuanto lo usaba. Sin embargo aquella vez fe distinto, cuando todo se hubo resuelto, Gold D Roger, quien por entonces gobernaba la ciudad, quedó impresionado conmigo y lo que podía hacer y me pidió que me quedase allí y les ayudase cuando pasase algo malo.

 

Me gustaba aquel sitio asique lo hice y me alojé en la casa del oráculo que por aquel entonces no era más que un pequeño templo con tres o cuatro habitaciones para lo imprescindible. Y entonces la gente en agradecimiento por lo que había hecho comenzó a darme ofrendas y a alabarme como alguien divino que les protegía.

 

A los pocos siglos me consideraban un dios.

 

Y me lo acabe creyendo. Olvidándome de todo lo que había echo hasta entonces, de Gold D Roger y su amabilidad, de mi madre y de mis viajes por el mundo, me centré totalmente en aquel nuevo papel. Construí un templo enorme donde la gente pudiese alabarme, un lugar desde donde pudiese controlar la ciudad, inventé un sistema que me diese a mi más privilegios que nadie en la ciudad. Me volví egoísta, egocéntrico y avaricioso, justo como la gente que siempre había odiado. Pero me daba igual. Había llegado a la conclusión de que aquello era lo mejor, que la gente amable y buena solo sufría a manos del resto. Que si tenías poder era mejor aprovecharse él. ¿Para qué ayudar al ser humano si era cruel y mezquino? Mejor aprovecharte tu de ellos que ellos de ti. Olvide cada principio por el que había luchado hasta entonces, y solo me dedique a buscar mi propio beneficio.

 

Y así llegamos a la actualidad.

 

Cuando te vi en el templo rezando antes de la prueba, supe que te quería en mi templo al instante. Cuando acabó la prueba en el coliseo me había obsesionado totalmente contigo. No solo porque fueses el heredero de Persia y pudiese utilizarte para hacerme con aquel imperio, sino por tu personalidad. Me recordaste a mí de niño, con aquella arrogancia e irreverencia frente a mis superiores. Tenías además la piel oscura y el cabello negro que había tenido mi madre y supongo que me recordaste a ella.

 

En general me recordaste todo de golpe. Mi infancia, mis viajes, todo. Y me di cuenta de que había estado haciendo aquellos años y me odie a mí mismo. Fueron unos días un tanto deprimentes, sobre todo porque a pesar de arrepentirme de lo que había hecho seguía haciendo sufrir a la gente sin cambiar ni un ápice, como a ti por ejemplo, que por egoísmo te arruiné la vida para que estuvieses conmigo. Por eso me costó unos días ir a conocerte en persona a pesar de que estuvieses en el templo.

 

Aun así seguía sin confiar en la gente, seguía pensando que el ser humano seguía siendo alguien horrible y cruel, y para demostrarme mi teoría, quitarme parte la culpa por aquellos años de crueldad, y para quitarme la obsesión que tenía contigo decidí tentarte. Quería demostrar que eras como el resto, alguien que por algo de dinero o algunos privilegios harías lo que fuese a pesar de lo que me odiases. Pero de nuevo me demostraste lo equivocado que estaba y rechazaste cada cosa que te ofrecía.

 

Y la obsesión creció hasta niveles que nunca habría creído posibles, nunca había querido tanto algo como a ti en aquel momento. La noche en la piscina hubiese llegado hasta el final si no hubieses dicho nada, pero me había prometido volver a convertirme en alguien decente y por eso no te forcé a nada. Supongo que al final me acabé enamorando de ti, eras tan diferente a todas las personas que había conocido, era tan divertido hablar contigo, provocarte, jugar, que empecé a volver a sentir que la vida significaba algo y que podía haber cosas buenas en ella. Quería hacerte feliz, quería que me quisiese y que pudiésemos vivir de aquella forma hasta el final de los tiempos.

 

Y del resto ya sabes la historia. Te encontré con Kidd. Me puse celoso pensando que me iban a volver a quitar a alguien que me importaba, y mande todo lo que había conseguido en aquellos meses contigo a la mierda. Volví a convertirme en el monstruo que era antes de conocerte y te hice daño justamente de la misma forma en la que se la habían hecho a mi madre.

 

Llore cuando me di cuenta entonces de que mi esfuerzo no servía para nada. Cuando te rompí y me mirabas con aquella mirada vacía a pesar de los esfuerzos que hacía para que me respondieses. Volví a hundirme en la desesperación y volví a perder cualquier tipo de esperanza en la vida. Yo lo daba ya todo por perdido cuando volvió Kidd. Y fue murmurar su nombre y tu volviste a la vida con aquella mirada llena de emociones que tanto había estado esperando ver. Y otra vez los celos que me había prometido no volver a tener, y las ganas de matarle y encerrarte a ti en algún lugar donde no pudiese encontrarte.

 

Cuando Kidd me declaró la guerra, pese a que las odiase por lo que había visto que hacían a la gente y a los países, decidí pelear por ti, por algo que le había vuelto a dar sentido a mi vida aunque fuese por un momento después de tantos siglos. Decidí que aquella vez lo haría bien, que conseguiría tenerte una vez matase a Kidd

 

…Y aquí estoy…—rió el rubio sarcástico, con aquella voz que cada vez se iba volviendo más débil—equivocado otra vez y a punto de morir—

 

Law entonces miró al hombre en su regazo aun asimilando lo que el otro le acababa de contar. El silencio se hizo entre ambos solo cortado por la pesada respiración del rubio que cada vez era más y más irregular. En su mente seguía preocupado por Kidd, pero la historia del rubio definitivamente le había devuelto a este mundo y definitivamente ahora el hombre tenía toda su atención. Aquello era…demasiado para cualquier persona. Ahora entendía todo, la obsesión, los cambios de humor sin sentido, la obsesión…y sin embargo lo que más le preocupaba era la opinión que tenía el rubio de la vida y de gente. Sonaba tan desesperanzado cuando había hablado de ello, tan roto y muerto que Law no dudaba ni siquiera que todo aquello pudiese ser mentira.

 

Y aquello era horrible. Que alguien hubiese tenido que pasar por todo aquello, que hubiese tenido que experimentar semejantes emociones no podía acabar bien. Su pecho se contrajo en un nudo apretado mientras se imaginaba toda la historia, el niño viendo a su madre arder, el rechazo, el miedo… mientras entendía el sufrimiento, desesperación y frustración por el que tenía que haber pasado el rubio.

 

Alzando una mano le acarició el pelo rubio que tenía sobre los ojos y se lo retiró suavemente para que no le molestase, sin saber que más hacer por aquel hombre que había vivido semejante vida y aun menos sin saber que decir. El rubio le sonrió con una mueca de dolor.

 

—Law yo quiero decirte tres cosas—anunció apresando su mano antes de que la retirara de su cara—la primera, gracias por todo lo que me has dado, gracias por hacerme recordar porque pelaba, y por haberme devuelto la confianza en la vida, a pesar del odio que me tenías, estos han sido los mejores años de mi vida— murmuró con la voz cortada.

 

Y a Law se le volvieron a caer las lagrimas de los ojos ante aquello. No era justo, simplemente aquello no era justo, él realmente nunca haba hecho nada por él como para merecerse un mínimo agradecimiento, más bien al contrario y solo había intentado amargarle la vida. El rubio no podía morir así después de todo aquello, tenía que haber algo bueno en su vida, algo realmente bueno y no una relación forzada, tenía que estar con alguien, todo el mundo merecía ser feliz. Apretó la mano del rubio entre las suyas dándole ánimos, apoyándole, dándole el único aprecio que le había demostrado nunca en aquellos últimos suspiros.

 

—Lo segundo—dijo el rubio mirándole a sus ojos grises directamente—siento todo lo que te he hecho desde que nos conocimos, he sido tan egoísta que no me daba cuenta del daño que te estaba haciendo y del que también me hacía a mi mismo con esto. Quiero que a partir de ahora seas feliz y libre para hacer lo que quieras, quiero que estés con Kidd. Nunca he visto a dos personas tan enamoradas la una de la otra y sé que él cuidara de ti—

 

Law lloraba ahora frustrado, quería hacer algo por el rubio, salvarle la vida, darle algo de verdadera felicidad, pero el tiempo se le escapaba de las manos. El otro no se podía ir así, no de aquella forma. Pero la mano que sujetaba cada vez estaba más fría y él en el fondo sabia que ya nada se podía hacer.

 

—Y lo tercero—dijo Doflamingo con una amarga sonrisa en su cara— por favor Law quiero que me perdones, déjame irme al otro mundo con la conciencia tranquila, dime que me perdonas—

 

Law abrazó ya sin poder más al rubio tosiendo sangre sobre su regazo, no podía, no podía decirle semejante historia y luego marcharse con aquello, ¿Por qué no se lo había contado antes? Todo habría sido tan distinto, quería pegarle e insultarle por hacerle aquello, por cambiar todo con unas simples palabras. Porque para Law que el otro quisiese su perdón, que se arrepintiese de todo lo que le había hecho era simplemente demasiado, y si encima el hombre se le moría entre los brazos ya era lo peor.

 

—Por supuesto que te perdono—murmuró con la voz temblando—yo…no puedes morirte así, no es justo, aun tienes que…no puedes—intentaba hablar Law sin poder acabar ninguna frase.

 

El rubio volvió a reír.

 

—No llores mi muerte Law, no merece la pena—

 

Pero Law negó con la cabeza, y le apretó aun más fuerte.

 

—Perdóname por lo que hice—dijo Law refiriéndose a su total rechazo desde el principio—lamento todo lo que te dije, eres una buena persona, vas a ser feliz, lo prometo…—

 

—Se porque me odiabas Law—dijo el rubio en un susurro, como quedándose dormido poco a poco—siempre lo he sabido aunque quisiese ignorarlo—

 

—¡No te mueras!—ordenó Law mirando al hombre con los ojos como platos mientras este dejaba de respirar.

 

No podía hacerle esto, no después de semejante confesión.

 

—Te quiero Law—susurró el rubio delineando con un dedo sus labios y capturando sus lagrimas—gracias por todo—

 

Y sin más su cuerpo quedó inerte y su brazo cayó al suelo entre el charco de sangre. Law con los ojos abiertos como platos se quedó quieto intentando captar algún signo de vida de aquel hombre, una respiración, un leve latido. Pero solo le envolvía el cruel silencio.

 

Lloró sintiendo como si le hubiesen arrancado una parte importante de su alma. Porque aunque nunca lo hubiese querido reconocer, después de tantos años, el rubio se había convertido en una parte fundamental en su vida, el que le encerraba, el que le abrazaba por las noches o con el que mantenía interesante charlas durante horas. Y ahora que no estaba se sentía vacio, algo faltaba y el hueco dolía. Sobre todo después de aquello.

 

Inclinándose contra el rubio apretó sus labios contra los del rubio . Y le beso. No era uno de los besos apasionados que se daba con Kidd que le robaban el aire. No era uno de los que se daba con Luffy o Ace inocentes entre hermanos. Fue un beso de los que se le dan a un amigo. De adiós a un hombre que había sufrido como nadie pero que a pesar de todo había seguido adelante y que al final había recuperado la confianza en todo, alguien quien solo había necesitado una mínima razón para volver a la vida.

 

Fue un beso de despedida.

.

.

.

Las horas pasaban y Law seguía sentado enfrente del cuerpo del rubio sin la fuerza suficiente como para marcharse de allí. El alboroto de hacia unas horas había cesado y ahora solo le rodeaba el silencio absoluto mientras su mirada seguía fija en la sabana que había enrollado alrededor del cuerpo del otro para ocultar sus heridas y la cara ahora pálida.

 

Había dejado de llorar hacia un rato y ahora simplemente lo observaba en silencio y con la mente en blanco. Él se había quejado de su vida cuando aquel hombre lo había pasado mil veces peor a su edad. Él había tenido una familia que le apoyase, amigos, y gente que le quería. El rubio siempre había estado solo. Y Law entendía lo horrible que era aquello, él encerrado en el templo durante algunos años había pensado en suicidarse miles de veces para acabar con aquel horrible sentimiento. No podía imaginarse siquiera lo que tenía que haber sido para el rubio todos aquellos siglos sin nadie a su lado para apoyarle.

 

Se recolocó en el suelo sintiendo sus piernas dormidas de estar tanto tiempo sentado en la misma posición. Y fue entonces cuando escuchó unos rápidos pasos acercarse a donde estaba él con el rubio. Rápidamente pensó que sería Vergo. Después de todo no había mucha más gente que supiese la ubicación de aquella sala. Seguramente Vergo entraría en cólera al ver a Doflamingo muerto y la tomaría con él. Intentaría matarle como Law siempre había sospechado que el moreno quería hacer y él debería defenderse a pesar de llevar años sin entrenar y de no tener ningún tipo de arma a mano.

 

Pero le daba igual. Estaba cansado de todo aquello. De tanta injusticia y secretismos. Había pensado que conocía al rubio y este le había soltado la patada en la boca. ¿Y Vergo decía que protegía y apreciaba realmente al dios? Que no le hiciese reír, seguramente sería como el resto y solo le interesaban las riquezas y privilegios del puesto que tendría, y por eso que ahora el dios no estaba se enfadaría ya que él perdería su puesto. Seguramente Doflamingo lo habría adivinado y por eso no le habría contado nada de su historia a su segundo al mando, por eso siempre intentaba evitar al hombre y le trataba como una mosca molesta pero necesaria.

 

Solo de pensarlo la sangre le hervía y el instinto protector por el rubio apareció en su pecho. Si Vergo quería pelea se la daría aunque fuese a mordiscos.

 

Pero cuando la puerta se abrió de un fuerte golpe enfrente suyo no fue Vergo quien apareció por ella.

 

Fue Kidd.

 

Con su pelo rojo fuego y sus ojos del color de la sangre. Estaba herido en varias partes y jadeaba pesadamente como si hubiese estado corriendo durante horas. Su ropa estaba manchada de sangre y barro y había varias partes rotas de la pesada armadura.

 

Pero estaba vivo.

 

Law contuvo la respiración sintiendo el más puro alivio recorrer sus venas a pesar de lo que acababa de pasar.

 

Kidd miró a Law en medio de la habitación de la forma más intensa que nunca había mirado a nadie, y Law no pudo más que llevarse una mano a la boca y soltar un jadeo al sentir que su corazón volvía a la vida con aquello.

 

Al instante siguiente Kidd corría hacia Law y le abrazaba fuertemente. Después Law le devolvía el abrazo con ganas envolviendo su cuello con sus brazos y hundiendo la cabeza en el hueco de su cuello no queriendo separarse nunca más de aquel hombre, con demasiadas emociones dentro como para intentar siquiera hablar. Kidd le acarició la cabeza hundiendo los dedos en su suave pelo negro suspirando igual de aliviado que el otro y repartiendo besos por cada mínima porción de piel que alcanzaba.

 

—Hemos ganado Law—susurró entonces mientras le apretaba aun más entre sus brazos— todo está bien, eres libre Law, hemos ganado— repitió.

 

Y esta vez Law le creía totalmente.

 

Notas finales:

 

¿Seguis odiando a Doffy? Na, ahora me odiais a mi XD dios casi me pongo a llorar con esto, a sido demasiado, prometo no volver a escribir dramones nunca más. 

En fin, ahora entendereis el por que el fic esta basado en la historia de Troya: Paris (Doflamingo) que secuestra a Helena (Law) de las manos de su esposo Menelao (Kidd) y de como este intenta recatarla declarandole la guerra a troya. Aunque claramente esta puesto desde otro punto de vista mucho más divertido XD

En fin, quedan dos caps con la conclusion, espero que os sigua gustando.

 


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