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Takano Makoto no Baai~ por UsamiSaori

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Notas del capitulo:

Ohayou minna-san :3 ya llegué con el siguiente capítulo, lo terminé la vez pasada así que todo ok xD estoy algo mal por una pelea que tuvieron mis viejos pero supongo que eso me dan ganas de continuar!! :3

Muchas gracias por pasarse todos a leerlo! Estoy contenta con los resultados, espero que les haya gustado el capítulo, he respondido a los comentarios así que denle una ojeada ;)

Disfruten!

Dar amor, constituye en sí, dar educación.

 

            Ese sábado, Ritsu y Masamune habían decidido saltarse el trabajo sólo para poder conocer al tutor de literatura para Mako. Habían quedado que vendría para almorzar y tal vez pasaría un tiempo con el adolescente, para poder conocerse entre ellos y adaptarse, ya que pasarían mucho tiempo juntos aunque no les gustara. Eran ya las once de la mañana y el ojiverde observaba su reloj acomodado en la mesita de noche; no tenía ganas de levantarse y mucho menos conocer a su tutor.

            Le dolía el estómago, ¿Se estaría enfermando? Seguramente. Comer tanta fibra no podía ser bueno, su aparato digestivo no aguantaría por mucho más tiempo aquello. Se levantó de la cama y se metió al baño; en el espejo vio su reflejo, estaba muy pálido y se veía muy delgado. Se dio una ducha rápida con agua fría, se puso una camiseta y unos jeans y salió corriendo de la casa sin que sus padres se dieran cuenta.

            Había un combini cerca, estaba seguro de ello, o hubiera sido imposible para su padre haberse saltado las comidas para comer algo que vendían en uno. A unas calles de la casa se encontraba un local, no era muy grande pero parecía tener de todo. Con el dinero de su mesada se compró algo más sustancioso, dulces y sushi, papas fritas y cosas parecidas; supo que realmente estaba mal cuando el cajero le preguntó si se encontraba bien.

            Cuando salió de la tienda miró la hora en su teléfono. Faltaban tan sólo unos minutos para el medio día, momento en que el dichoso tutor visitaría la casa, sabía que él debía estar allí, pero en realidad no tenía energías. Se sentó en un banco en un parque cercano y abrió uno de los paquetes de papas que había comprado, observando a los niños que jugaban con sus padres frente a él. Sin querer recordó.

            —Dime cariño, ¿Crees que esto lo haga cambiar? ¿Crees que dejará de ser aterrador? Es sólo un parque, después de todo.

            —Lo sé, pero puede que con ello se sienta querido y comience a ser más dulce. Si no, ya podremos devolverlo al orfanato.

            —Es cierto, total, ni siquiera nos hemos encariñado con él.

            Se abrazó a sí mismo intentando contener las lágrimas; nunca entendió porqué siempre lo habían abandonado luego de unas semanas o un mes, recordaba que siempre mencionaban algo de que él les daba miedo o que era terrorífico o algo así. Eso siempre lo atormentaba, ¿Por qué sólo Ritsu y Masamune lo habían aceptado? ¿Tal vez era por su sexualidad? Nah, qué decía, eso no tenía ningún sentido. Es más, nunca habían mencionado ni por un segundo que él diera miedo; de hecho, siempre le decían que era muy lindo y adorable o algo parecido…

            —¿Mako-kun? —lo llamaron desde atrás. Se soltó y volteó la cabeza, Kusama, el profesor suplente de literatura lo observaba confundido—. ¿Te encuentras bien?

            —Ah, buenas, Kusama-sensei. Estoy bien, sólo tengo unos problemas intestinales —mientras se rascaba la nuca, rió nervioso, limpiándose disimuladamente una lágrima.

            —¿Comiste algo echado a perder?

            —No. He estado comiendo mucha fibra y eso me ha empezado a sacar factura. Verá, mi papá tiene problemas de estreñimiento y hemos estado comiendo únicamente fibra, el problema es que eso me causa problemas —admitió levantándose del banco, si se quedaba mucho tiempo allí sería peor para sus sentimientos—. Si me disculpa, tengo que ir a mi casa, mis padres deben estar preocupados, ya que salí sin permiso.

            —¿Te molesta si te acompaño?

            Estaba algo impresionado, ¿Y eso? No era muy joven, no necesitaba escoltas. Nadie le haría daño o intentaría robarle nada, e incluso si pasaba sabría defenderse. Y su casa estaba cerca, también.

            —Claro que no. ¿Y qué hace un profesor de literatura un fin de semana? —se atrevió a preguntar, no quería ser grosero, era nada más curiosidad.

            —Bueno, soy una persona normal. Puedo hacer lo que quiera. Aunque hoy tengo un trabajito, por decirlo así —respondió. Se veía muy fresco con una camisa a rayas verticales de mangas cortas y unos jeans negros—. Eso y que tengo un recado de mis padres. Ya están viejos y acostumbran a pedirme cosas, ya que mi hermana mayor no es muy cooperadora en estos casos.

            —¿Tiene una hermana mayor?

            —No hay lazos de sangre, pero sí. Tiene treinta y dos años y está casada. Tengo un sobrino —comentó sonriente, al parecer tenía una buena relación con la mujer—. ¿Qué hay de ti, Mako-kun? ¿Tienes hermanos?

            —Sí, tengo dos. Son mellizos. Tienen treinta y un años. Tengo tres sobrinos, ya se imaginará lo que es. No soy mucho mayor que ellos, claro —justo cuando terminó de decir aquello, llegaron a la casa—. Ah, ya estamos aquí. Me gustaría invitarlo a pasar, pero tenemos planes.

            —Ah, descuida, yo estoy incluido en esos planes —tocó el timbre casualmente y la puerta fue inmediatamente abierta por Ritsu—. He encontrado a Mako. Lamento la tardanza.

            —No te preocupes, tu padre es muy interesante. ¿Quieres pasar? Serviremos el almuerzo en unos minutos.

            —¿Qué, está, pasando, aquí? —interrogó el menor sin la menor idea de lo que estaba ocurriendo.

            —¿No es obvio? Kusama-kun será tu tutor de literatura.

 

            En realidad no estaba tan impresionado con la noticia, pero de alguna forma se sentía incómodo con la situación; antes de que se diera cuenta, sus padres los sacaron de la casa y los obligaron a “convivir un rato y conocerse mejor”. Más que una reunión para conocerse parecía una cita… ¿En qué rayos estaba pensando? Eso era absolutamente ridículo, ambos eran hombres y además, de seguro que Masaru ya tenía una novia.

            —Y dime… ¿Te gusta el helado? —inquirió de pronto, sacándolo de sus pensamientos negativos.

            —Sí. El de chocolate, ¿Por qué?

            —Iré a comprar unos, espérame aquí.

            Masaru acarició los cabellos de su coronilla y se marchó. De nuevo sintió una corriente eléctrica al tacto del joven, ¿Tal vez estaba cargado de electricidad y no se daba cuenta? Sí, seguro era eso… ahora sólo le quedaba explicarse por qué se sonrojaba de esa forma, ¿Qué motivos tenía? Suspiró, se parecía a los personajes de romances para quinceañeras. Y hablando de quinceañeras, ¿Cuándo hacía sido la última vez que vio a Ai, la chica del primer año que le gustaba? Había oído rumores de que estaba enferma y estaba algo preocupado por ello.

            —Aquí —le pasó el cono de helado, era del exacto sabor que le había dicho que era su favorito. Sus dedos se rozaron cuando tomó el cono—. ¿Te gusta alguien, Mako-kun?

            —¿¡Eh!? Etto… b-bueno, puede ser —contestó avergonzado, desviando la mirada. No estaba acostumbrado a hablar de sus intereses amorosos y menos con alguien mayor.

            —Ah, el amor adolescente. Es tan hermoso como un árbol de cerezo pero tan doloroso como cuando este marchita —recitó mirando coincidentemente el árbol de cerezos que tenían frente a ellos.

            —¿Y usted? ¿Tiene novia?

            —Ya quisiera. Todas las chicas dicen que soy muy raro, o estirado. Nunca duré más de un mes con una chica. Les doy miedo —declaró el de ojos marrones con gracia, parecía que en serio el tema le daba risa—. Y por el momento, no estoy enamorado de nadie, no hay ninguna persona que llame mi atención. Supongo que el amor es sólo para los libros. Algunas veces odio la literatura.

            Esa historia llamó su atención, los datos le dieron un pinchazo en el pecho, entendía perfectamente a qué se refería con aquellos rechazos: él los había pasado un largo tiempo atrás y aún no había sido capaz de superar completamente el trauma que éste conllevó. No se lo había dicho a nadie, pero se sentía terrible del sólo recordar todo. Intentó continuar con la conversación sin sonar tan abatido como se sentía.

            —¿Por qué? Si es así, debería dejarla.

            —Leer sobre romances perfectos me hace sentir como una basura. Siempre el interés de la heroína es el chico guapo, carismático, inteligente y deportivo. El chico perfecto, un príncipe azul. Hace que me sienta menos, algunas veces creo que estaré solo por siempre —admitió quitándose los anteojos y guardándoselos en el bolsillo del pecho, su mirada era triste—. Pero —levantó la cabeza y sonrió genuinamente—, también la literatura es una compañera fiel en momentos de tristeza. Si un libro no puede hacerme sentir mejor, nada lo hará. Es una de las muchas razones por las que amo la literatura, ¿Sabes?

            Lo observó con curiosidad. La vida del joven era una paradoja. Odiaba la literatura pero la amaba. Aunque esta le hacía sufrir, igualmente la necesitaba para alcanzar su felicidad; parpadeó un par de veces, tratando de comprender el significado de sus palabras, el mundo de los adultos era complicado, él en su lugar, hubiera dejado aquello que lo hacía sufrir, aunque fuera algo importante para él. Tanto sufrimiento no valía la pena.

            —Disculpa, seguro que te estoy aburriendo —se disculpó el profesor, aparentemente malentendiendo la cara de su alumno.

            —No, para nada. Es interesante ver que Kusama-sensei es del tipo M.

            —¡Yo no soy del tipo M! —exclamó levantándose del asiento, su rostro estaba completamente rojo por la vergüenza, lo que le causó algo de gracia.

            —Ya, ya. Lo siento. Sólo bromeaba, sensei —Makoto sabía que en realidad no necesitaba disculparse, ya que era una broma, pero parecía ser que su tutor era muy lento con los chistes.

            —Ah, está bien —ahora el que suspiraba era Masaru, pero finalmente sonrió con torpeza—. Espero que no suene raro, pero me alegro de ser tu tutor, Mako-kun.

            No entendía.

            —Yo también.

            —Trabajemos duro desde ahora, ¿Vale? —le extendió la mano, tratando de expresar su deseo de compañerismo o incluso complicidad.

            —Está bien.

 

            Cuando llegó el lunes, el profesor Shima no había regresado aún, lo cual no era extraño, porque corrían los rumores de que no sabía usar una muleta y que no quería volver al instituto en silla de ruedas. Nadie se había quejado por ello, por supuesto. De nuevo el reemplazante había venido a cubrir los horarios de literatura y Makoto admitió –para sus adentros- que era agradable tenerlo en el salón, ya que se llevaba bien con él y había aprendido que no era mala persona.

            Estaban leyendo en voz alta un libro, por turno. Aparentemente la elección de los lectores era aleatoria, pero sabía que en realidad se lo pedía a aquellos que parecían tener menos capacidad o a aquellos que no estaban prestando la debida atención a la lectura. Él era uno de ellos, ya que estaba más concentrado en lo que pasaba fuera de la ventana que de lo que su compañero de al lado, Hirasaka, leía de pie para la clase.

            Pero de alguna forma, prestaba atención.

            —Listo, gracias Hirasaka-kun. Takano, ¿Puedes continuar? —pidió el reemplazante, sabía que tarde o temprano lo obligaría a leer, era casi un reflejo aquel pensamiento.

            Se levantó de su pupitre y tomó el libro en manos, tomó aire y leyó en voz fuerte y clara:

            El Gato sonrió al ver a Alicia.
            Parecía tener buen carácter, consideró Alicia; pero también tenía unas uñas muy largas y un gran número de dientes, de forma que pensó que convendría tratarlo con el debido respeto.
            - “Minino de Cheshire”, empezó algo tímidamente, pues no estaba del todo segura de que le fuera a gustar el cariñoso tratamiento; pero el Gato siguió sonriendo más y más. “¡Vaya! Parece que le va gustando”, pensó Alicia, y continuó: “¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?”.

            - “Eso depende de a dónde quieras llegar”, contestó el Gato.
            - “A mí no me importa demasiado a dónde…”, empezó a explicar Alicia.
            - “En ese caso, da igual hacia dónde vayas”, interrumpió el Gato.
            - “…siempre que llegue a alguna parte”, terminó Alicia a modo de explicación.
            - “¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte”, dijo el Gato, “si caminas lo bastante”.
            A Alicia le pareció que esto era innegable, de forma que intentó preguntarle algo más:          “¿Qué clase de gente vive por estos parajes?”.
            - “Por ahí”, contestó el Gato volviendo una pata hacia su derecha, “vive un sombrerero; y por allá”, continuó volviendo la otra pata, “vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos”.
            - “Pero es que a mí no me gusta estar entre locos”, observó Alicia.
            - “Eso sí que no lo puedes evitar”, repuso el gato; “todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás”.
            - “Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca?”, le preguntó Alicia.
            - “Has de estarlo a la fuerza”, le contestó el Gato; “de lo contrario no habrías venido aquí”.

           

            Sí, estaban leyendo Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carrol. Había escuchado ya tantas veces la historia que se le hacía ambigua, pero no por ello menos divertida. Masaru parecía divertido de notar que el chico había leído exactamente la parte que le correspondía a pesar de no estar prestando la debida atención. Lo felicitó por su lectura y pasó al siguiente. La literatura era tan aburrida algunas veces.

            Sólo leyó un compañero más y comenzaron a comentar del fragmento y luego, a realizar algunas tareas sobre ello; Kusama le prestaba especial atención a Takano, además de guiarlo para que mejorara. No era su trabajo en ese momento, pero igualmente parecía contento de ser de ayuda. Terminada la clase, cerró su libro y sonrió a sus alumnos.

            —Buen trabajo el de hoy, la clase ha terminado. Nos vemos el jueves, creo —recogió sus cosas, pero antes de irse…—. Takano, ¿Puedes venir un segundo?

            Se levantó con la mirada de todos sobre él, ¿De dónde había venido esa repentina curiosidad? Se aproximó al escritorio de Kusama, al frente del salón, observando con molestia a sus compañeros que parecían un tanto asustados…

            —A la salida, ¿Quieres que te lleve a casa? Tenemos tutoría.

            —Gracias, pero no quiero ser una molestia, Kusama-sensei.

            Posó su gran mano sobre su coronilla, provocando que los estudiantes testigos contuvieran la respiración, pareciere que esperaban que algo así ocurriera, sí claro, se dijo. En cualquier caso, no sintió la típica corriente eléctrica de siempre, pero en compensación, sintió como le ardía la piel ante el contacto. ¿Tal vez el profesor tenía una alta temperatura corporal? Eso debía ser. Un sonrojo notorio invadió sus mejillas sin poder evitarlo.

            —No te preocupes, Mako. No es molestia. Sólo pienso acompañarte —susurró, ya que no debía usar su nombre frente a los alumnos. Tan amable como siempre.

            —Está bien, lo veo en la entrada cuando terminen las clases —amablemente apartó su mano y volvió a sentarse en su asiento.

            Al instante, su mejor amigo, el intrépido y holgazán de Hirasaka se asomó, susurrando aparentemente lo que los demás estaban pensando en esos momentos.

            —¿Qué fue eso, Takano-kun? ¡Parecía que volaban mariposas y flores alrededor de ustedes! —murmuró, parecía realmente interesado en el tema y sabía que si no utilizaba bien sus cartas, terminaría en la portada del periódico escolar con la consigna de <<historia de amor entre profesor reemplazante y alumno fracasado>>.

            —No sé de qué me hablas. Kusama-sensei es mi tutor de literatura por una casualidad de la vida —intentó que sonara tonto, como si en realidad no importara o no le gustara la idea—. Es más, de vez en cuando no lo soporto, habla como si fuera un adulto cuando es un simple chaval indeciso.

            —Ya veo… dime, amigo mío. ¿Estás listo para hablar con Ai-chan?

            —¿Eh? ¿De qué hablas, Hirasaka, estás loco?

            —¿Qué no recuerdas? La próxima semana es la competencia de integración para los del primer año y nosotros somos los encargados —recordó, era extraño que Hirasaka recordara algo así—. Y además, tendremos que formar equipos de dos con ellos, podría ser tu oportunidad, Takano.

            —¿Te estás drogando? Ni loco. Además, la probabilidad de que me toque con ella es de 0,00000000000009%.

            —Descuida, lo tengo cubierto amigo. Yo te cubro las espaldas —le guiñó el ojo, muy seguro de sí mismo. Eso lo asustaba, ¿Qué mierda tramaba?

            —Como metas en problemas te asesino, Hirasaka. Que estás avisado.

 

            Salió bostezando con el bolso colgado de un hombro. Se había chocado mil veces con todo el mundo en su camino a la salida debido a que estaba un poco distraído, estaba pensando en lo que Hirasaka le había dicho y no podía evitarlo. Para su suerte, todas las personas con las que tuvo la desgracia de chocar, parecían contentos de poder siquiera intercambiar palabras con él, aunque el motivo no lo sabía.

            Esperándolo en la entrada tal y como se lo había dicho, estaba el alto profesor de cabello azul marino y ojos marrones, sin sus gafas y con la corbata levemente aflojada. Miraba a la calle sin interés, no parecía impaciente, pero de alguna forma parecía extraño, algo había cambiado en él desde la última vez que o vio en su salón en su horario.

            —¿Lo hice esperar, sensei? —inquirió parándose a su lado.

            —No, yo acabo de salir también. ¿Vamos? No queremos tener que esperar por el siguiente metro.

            Tenía la cara roja y unas leves ojeras, además tosía un poco a cada tanto, e intentaba disimularlo inútilmente pero no le salía muy bien; parecía cansado. Cuando finalmente estuvieron sentados en el tren, pensó que sería bueno abordar el tema, ya que comenzaba a preocuparlo, ¿Acaso se había enfermado? ¿Acaso se podía enfermar de tal forma en tan sólo unas horas? No tenía idea, no era un doctor para su lástima.

            —¿Te encuentras bien, Masaru? Pareces enfermo…

            —No es… nada. Es normal para mí ya que no me tomé mi medicamento esta mañana —cuando terminó de responder se tapó la boca con las manos, arrepentido de haberlo dicho—. No me hagas caso, estoy diciendo tonterías. Mi cerebro dejó de funcionar, ja, ja.

            —¿Estás seguro? Puedo acompañarte al hospital y dejamos las clases por hoy.

            —¡No, al hospital no! —exclamó de pronto desesperado. Al notar su error, carraspeó incómodo—. Quiero decir… no es necesario, en serio. Pero gracias por preocuparte.

            —No me estoy preocupando, para nada —negó nuevamente abochornado el menor, cruzándose de brazos. Esa era la exacta reacción que el profesor esperaba.

            Como era su costumbre, revolvió los cabellos de su alumno con cariño, algo débil por lo que le sucedía pero igualmente deseando demostrarle su aprecio y agradecimiento al chico que tenía a su lado. Ahora fue él el que sintió esa extraña sensación al tocarlo, pero lo atribuyó incorrectamente a su estado.

            —En serio eres un buen chico, Mako. Realmente me caes bien —halagó recostando la cabeza contra la ventana y cerrando los ojos.

            —No quieras saltar el tema, Masaru. No estás bien.

            —Tranquilo, los niños no deben preocuparse por los adultos.

            —Tú también eres un niño, tienes sólo veintidós años.

            —Touché.

 

            Cuando llegaron a la casa, el de cabellos azulados se recostó en el sofá y mandó al chico a escribir una simple redacción sobre lo que le apeteciera, siempre y cuando tenga como mínimo dos hojas. Antes de ello, le había explicado que una historia, narración o lo que fuera que deseaba escribir, necesitaba seguir un hilo de eventos y enfocarse en ello hasta que el tema quedara cerrado. Además, añadió que debía escribir con paciencia y no tropezar con las palabras. Con eso dicho, se dedicó a observar el techo desde el sofá, tratando de sofocar el gran calor que lo molestaba.

            Pasada una hora, finalmente el menor logró terminar su redacción. La releyó un par de veces y la consideró decente, por lo que con alegría e incluso esperanzas, volteó para encarar a su maestro, pero grande fue su sorpresa cuando lo encontró sin su corbata, con dos botones de la camisa desabrochados, sudando como si fuera verano y durmiendo profundamente en el sofá. Colocó los codos sobre el mueble, a su lado y lo observó. Respiraba con dificultad y parecía tener mucho calor.

            Con cuidado, le puso una mano en la frente, comprobando correctamente sus sospechas; Masaru estaba ardiendo en fiebre. Takano se quitó el chaleco del uniforme y fue a buscar un pañuelo, lo mojó en agua bien fría y la colocó bien doblada sobre la frente del tutor de literatura. Se sentó en el suelo, observándolo mientras pensaba en la situación. No había nadie en la casa aparte de ellos dos, sus padres estaban trabajando y no sabía a ciencia cierta si volverían pronto; era ortodoxo llamar a una ambulancia cuando no estaba seguro de que le ocurría algo grave.

            —Si lo sabías, ¿Por qué no me lo dijiste, Masaru? ¿Es que no confías en mí? —sin pensarlo, le tomó la mano y acarició su palma. Luego, pasó los dedos contra su mejilla, tocándolo con extrema suavidad. En respuesta, el mayor sonrió.

            —Aoi… —murmuró entre sueños sin quitar la sonrisa de su cara. Como un acto reflejo, el ojiverde quitó su mano con las mejillas encendidas. De alguna forma se sentía ofendido, pero no entendía por qué aquello le había dolido.

            Antes de que se diera su cuenta, su rostro estaba empapado de lágrimas y una imagen horrorosa llenó su mente, un montón de ellas. Ese nombre… “Aoi” no traía nada bueno, sentía miedo, tenía frío y quería salir corriendo. Retrocedió sentado hasta la pared que separaba la sala de las habitaciones y se abrazó a sí mismo mientras murmuraba para sí mismo que todo estaría bien, que Aoi no estaba ahí y que nada iba a hacerle daño; escondió la cabeza entre las rodillas y siguió llorando en silencio.

            —Papá… papá… sálvame, papá —susurró sosteniéndose desesperadamente como si fuera a caerse a pedazos, prácticamente viendo la viva imagen de la tal Aoi frente a él.

            Unos fuertes brazos se cerraron alrededor de su cuerpo, confortándolo un poco en cierta forma; Masaru lo sostenía en sus brazos con firmeza, protegiéndolo de algo que no estaba allí. Se abrazó con fuerza a su espalda y siguió llorando como si hacerlo pudiera remediar algo, entonces sintió la alta temperatura del mayor y volvió a tierra tan rápido como se marchó, se separó un poco, quedando muy cerca de su rostro.

            —Tienes fiebre, baka —lo regañó, cuando Makoto levantó una mano para limpiarse las lágrimas, Kusama lo detuvo para hacerse cargo de ello por él mismo.

            —Ahora es más importante Mako-chan. Dime, ¿Qué pasó? —sus dedos surcaban figuras en sus mejillas mientras se deshacía de los vestigios del llanto.

            —Nada —se levantó bruscamente, soltándose del agarre e intentando marcharse hacia la cocina.

            Como si estuviera perfectamente sano, agarró a Takano, lo puso contra la pared y con una sola mano lo tomó de ambas muñecas, poniéndolas sobre su cabeza, evitando de esta forma que pudiera escapar, inmovilizándolo completamente con el cuerpo y la mano libre cubriendo un costado contra la pared. Sus miradas se cruzaron por largo rato, pero ninguno se atrevió a decir nada; estaban muy cerca el uno del otro, tanto que podían sentir sus respiraciones chocar. Makoto estaba nervioso y casi se sentía asfixiado, sentía como la sangre le subía a la cabeza.

            —¿Quién es Aoi? —reclamó el pelinegro, intentando no estallar en lágrimas al pronunciar ese nombre, maldito para él. Masaru se veía confundido—, la llamaste en sueños.

            —Es mi hermana mayor —respondió al instante, sin aflojar ni un poco—. Ahora dime qué te pasa.

            —Yo… yo conocía a una Aoi. Me adoptó cuando era niño. Me maltrataba, me golpeaba, me hacía realizar cosas horrorosas —bajó la mirada, evitando observar los ojos marrones del tutor—. Tengo miedo… siempre estuve solo, y pronto volveré a estarlo, mis padres están viejos y van a abandonarme tarde o temprano… ya no quiero estar solo.

            Estaba sorprendido. Jamás pensó que vería al chico de manera vulnerable, a simple vista parecía ser un chico un tanto frío al que no le afectaba nada, pero era totalmente lo contrario. Con la mano libre, lo agarró del mentón y lo obligó a mirarlo, sus ojos estaban inundados en gotas saladas nuevamente, le temblaba el labio inferior, indefenso frente a él. Con cautela, sin darse cuenta, comenzó a acercar su rostro al de él.

            —Ya no vas a estar solo, yo voy a estar allí para ti —le dijo, deslizó la mano hasta su mejilla y se acercó más, Takano cerró los ojos y el mayor continuó con su avance.

            Antes de poder concretar la acción, oyó que la puerta de la entrada era abierta. Volviendo a pisar tierra, Kusama soltó al chico sin haber logrado siquiera rozar sus labios. A paso veloz, pero disimulado, se sentó en uno de los sillones y tomó el trabajo de su pupilo, haciendo de cuenta que nada había ocurrido. Masamune ingresó a la casa y al instante su hijo salió corriendo al cuarto de baño, ya que estaba en impresentables condiciones.

            ¿Pero en qué mierda estaba pensando? Se dijo a sí mismo, recordando como casi besó a su alumno. Él es mi alumno, es un hombre y es menor de edad, ¿Y ahora qué mosca me picó?

            —Hola, Masaru. ¿Y Mako? —preguntó el hombre, dejando sus pertenencias sobre la mesa del comedor. Suspiró aliviado cuando se percató de que no había presenciado la escena anterior.

            —Fue al baño, creo. Estoy revisando su tarea de hoy —levantó el cuaderno del chico y sonrió con fingida inocencia. Se puso a ello realmente y quedó un tanto impresionado con la mejoría del escrito, la última vez que había leído un trabajo suyo había sido un fracaso total, pero este… este era bueno, en realidad. O decente, por lo menos. La idea en sí era muy usada, pero la manera de narrar estaba muy bien, aunque escueta y sencilla. En cierto modo eso le daba un aire de juventud, así que supuso que estaba bien.

            —Está bien. ¿Quieres quedarte a cenar?

            —¿Eh? No, gracias Takano-san. Tengo que ir a casa hoy, me toca preparar la cena —comentó desviando sólo un poco la mirada del cuaderno—. Tal vez otro día.

            Sin decir nada más, Masamune se metió a su habitación y cerró la puerta con llave; sintiéndose un poco más seguro (como si alguien hubiera dejado de apuntarle con un arma) se dirigió al baño con paso sigiloso y tocó la puerta un par de veces. Nadie había respondido y lo atribuyó a que simplemente el chico estaba sorprendido; de seguro lo odiaba, casi le había besado, después de todo; tenía todo el derecho de inclusive ir a denunciarlo por acoso infantil o algo parecido. Se lo merecía.

            —Mako, soy yo —anunció, creyendo que tal vez así contestaría. No se equivocó.

            —¿Qué quieres?

            —Que salgas. Quiero que me disculpes por lo de hace rato.

            —Descuida, tampoco me moría de ganas porque lo hagas —la puerta se abrió, el rostro del niño estaba completamente recompuesto como si nada hubiera pasado. Parpadeó confundido, sin entender la respuesta.

            —Err… esto va a sonar raro, pero me refiero a que me disculpo por casi haberte… ya sabes.

            —Ah, creí que te referías a lo de detenerte en medio de todo. No te preocupes, ambos estábamos atrapados en el calor del momento —aclaró rascándose la nuca de manera despreocupada. Esa actitud en cuanto a la situación lo molestaba—. ¿Y mi tarea? ¿Qué tal?

            —¡Oh! Es una gran mejoría, ¿En serio ese texto que leí cuando nos conocimos era tuyo? Las diferencias son colosales —halagó, de repente olvidando todo el tema.

            —Sí, después de todo, Kusama-sensei es mi profesor de literatura.

            Y con ese comentario subiéndosele a la cabeza, Masaru decidió que lo mejor sería marcharse antes de que comenzara a empeorar su fiebre; excusándose con ello y pidiendo disculpas una vez más, tomó sus cosas y se marchó de la casa de los Takano pensando con miedo en los eventos que habían ocurrido en la tarde, ¿Qué lo había impulsado a reaccionar de esa forma? Nunca había sido tan agresivo ni mucho menos atrevido, ¡Casi había besado a su alumno! ¿Y si alguien los veía? Hubiera sido su final como docente y eso que apenas estaba comenzando.

            Con la tierna imagen del rostro del chico con los ojos cerrados, esperando un beso suyo, se marcó a su hogar sin poder evitar pensar que no estaba del todo arrepentido. Sintiéndose sucio, se dio una palmadita en la mejilla y subió al metro, esperando que ninguno de los pasajeros notara su extraña expresión y sonrojo.

Notas finales:

Eso fue todo por hoy :3 espero que les haya gustado y les agradecería un montón que me dejaran un pequeño review aunque sea :3 sobre lo que pasó en la escena del final, algún día se los explicaré, en algún capítulo, pero por ahora lo dejamos así. Les dejo con la intriga.

Bueno, nos vemos el próximo fin de semana!

Ja ne~


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