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Bones (Wolf & Beauty) por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

¡Muchachos y muchachas, no se olviden de

L.O.V.E (Life's Only Valuable Emotion)

ni de éste fic de PandaPon-nim,

Broken smile!

Capítulo 06

 

-¿Por qué estás tan contento?—preguntó arqueando una ceja mientras pasaba el plumero por los muebles.

-Tengo planes para esta noche—declaró Junmyeon, feliz—Ah, cierto, no pude comprar nada, sorry—y se encogió de hombros, restándole importancia a asunto.

-¿Cómo que no? ¿¡Qué rayos hiciste que son—miró el reloj—las ocho de la mañana y no tienes el dinero que te di y planes para hoy!?—abrió los ojos, sorprendido—No habrás comprado preservativos y ya los habrás usado, ¿No?

-Ay, por favor, no me ando tirando gente en la calle—le empujó, arrugando la nariz—Qué fea imagen tienes de mí, Soo—se encaminó al baño—Soy atractivo, ¡No vendido! Paso a darme una ducha, aún cargo con la ropa de ayer—cerró la puerta y Kyungsoo escuchó la ducha abrirse, suspiró.

-Claro, mi casa es la tuya, haz lo que quieras—guardando el plumero, de pronto pareció notar su mano herida, libre de vendajes: se habían salido solas cuando había llegado a la casa y las había tirado hace un momento, bloqueando completamente el recuerdo.

Los cortes estaban lejos de sanar, pero la sangre se había secado, dejando los últimos rastros en su propia camiseta blanca. Tocando las manchas oscuras, recordó la posición previa a la huida de Jongin, ruborizándose: había estado sorpresiva, peligrosa y a la vez tentativamente cerca, brindándole una sensación extraña de comodidad, no importándole en absoluto que se tratara de un extraño el que le acariciaba la mandíbula y el cuello con la nariz.

Y no cualquier extraño, se recordó, siguiendo las líneas de la herida.

Un lobo. Un…lobo.

Lobo, aún no podía creerlo. Parpadeó y sacudió la cabeza, intentando alejar los pensamientos de su mente y el rubor de sus mejillas. Volvió a la cocina y empezó a pensar qué preparar para dos personas, porque conociendo a Junmyeon, sabría que no se iría.

En minutos, ambos chicos estarían sentados en la mesa, uno sirviendo el arroz y el otro encendiendo el televisor mientras se secaba el pelo con una toalla.

-¿Cuál es el de noticias? Creí haber visto patrullas a la salida del club anoche—recordó Junmyeon, buscando entre los canales—Aunque no hubo peleas hasta que me fui yo, y a esas horas quedaba muy poca gente.

-¿Un robo cerca, tal vez?—adivinó Kyungsoo, tendiéndole el plato—Quizás sólo estaban para fijarse que todos salieran bien y sin discutir.

-Sí, claro. Porque a la policía le importa el bienestar de la gente—bufó—En este país ya no se sabe quiénes son los verdaderos criminales.

Kyungsoo frunció el ceño, ofendido: su padre era policía, y casi podía pensar que lo que Suho había dicho había sido a propósito, para herirlo. Su padre, el oficial Do, se había visto tristemente involucrado en un tema de drogas, ocultando más de 500Kg en la propia comisaría y entregándoselo a los vendedores además de alertarles los lugares libres y sin vigilancia para ahorrarse la persecución.

“Si no ayudaba, me despedían”, había dicho. “¿Qué otra cosa podía hacer?”

-¿Y qué me dices de la presidente?—incitó entonces, tratando de echarle la culpa a alguien más; Junmyeon era de esos que juzgaba todo desde afuera, sin molestarse en conocer, ojeando nomás la portada del libro y quedándose con la primera impresión.

-¡Bah, no me hagas empezar!—le retó—Ni bien pueda me iré de aquí, para siempre—tomó medio vaso de agua y luego lo bajó violentamente a la mesa—¿Qué onda con esa regla de las faldas muy cortas? ¡Déjales a las chicas mostrar lo que quieran! Dios, multar a alguien por sobre-exponer su piel…¿Qué carajo es eso?

-Disculpa, pero… ¿Qué no te gustan los hombres?

-No pasa por eso—le discutió—Y cuenta la leyenda que alguna vez fui heterosexual.

-Nunca te vi salir con una chica. Y te conozco desde que llevas pañal.

-No salí con chicas.

-¿Te las tiraste?

-Exactamente—volvió a tomar, se secó con el dorso de la mano—Y te digo, ¿El auto? No es el mejor lugar para tener sexo, y eso que yo soy chiquito—pasaron los segundos con la presentadora informando de fondo, de buenas a primeras, Suho levantó una ceja y examinó al menor—Y tú, ¿Cuándo piensas “desvirgarte”?

Kyungsoo se atragantó con el arroz y comenzó así un espectáculo en el cual se retorcía y se golpeaba el pecho. El mayor continuó.

-Es decir, mírate, ¡No eres mal partido! Quizás seas muy asustadizo, cobarde, callado, tímido y hasta aburrido… ¡Pero no eres mal partido!—sonrió al ver al otro colorado mientras se sentaba—Te he visto en la piscina, Soo…y tienes lindo torso. Y si tenemos que concentrarnos en otra cosa…el cartero fue bastante generoso—guiñó un ojo.

-¿El cartero?—tartamudeó sin entender, limpiándose con una servilleta.

-Sí, el cartero—el otro ni pista, suspiró—Ya saaabes, por el paquete.

-¡¡¡JUNMYEON!!!

-Aish, ¡Ni que nunca se miraran los amigos! Aparte no pasa nada, no es que te desnudé con la mirada o algo…Sólo saliste todo empapado y con el short muy pegado al cuerpo, listo. Te vi, bajé, wow, y eso es todo. Tampoco eres un sex-symbol.

Imágenes rojas y palabras de “alerta”, “último momento” surcaron la pantalla, subiéndole el volumen a la música: había encontrado a una joven asesinada, decapitada y con varios rasguños desgarrándole la ropa. Kyungsoo dejó caer la cuchara y abrió la boca, por el rabillo del ojo notó a Junmyeon mirándole la mano herida, anonadado.

Los surcos eran iguales.

-¿Soo?—tragó saliva, asustado—¿Por dónde estuviste anoche?

 

 

Miraba perdido el paisaje que le presentaba la ventana, que se basaba únicamente en gente y vehículos pasando, ignorándolo a él y a sus ojos cansados pero sorprendidos por todo y nada a la vez. Como si aún no terminara de comprender a los humanos pero si al mismo tiempo siempre hubiera sido uno de ellos. Suspiró: ¿Cuánto más iba a tener que estar así, escondiendo la cola y las garras? ¿Cuánto tiempo más tendría que caminar en dos patas, hablar y aprender a contar el vuelto, lavar la ropa, su cuerpo y sus dientes, cocinar, doblar ropa y todas esas cosas que veían que hacían en la tele? Agradeció no tener que ir a la escuela: según las cuentas de Lay Mama, ya era un adulto que acababa de egresar del colegio, aunque no tenía ni idea de qué se hacía allí, salvo por vagos recuerdos que le contaba Mama Min.

Los gritos alegres de una niña llamaron su atención, la vio correr con un moño sujetándole una colita, con cabello atado al estilo manzana (Sehun amaba peinar así a Luhan) tironeando de su madre, que contenta suspiraba por un descanso mientras caminaban en dirección a algún lado que no quería ni se molestaría jamás en conocer.

Los recuerdos brotaron rápidamente, cortándole la piel.

Extrañaba a su familia. Extrañaba a su madre. A su padre. A su hermano.

Se sentía solo. Miserablemente solo; no importaba cuánto le abrazaran los chicos, el vacío no se podía llenar y él mismo incluso se rehusaba a aquello. No había caso ni lo habría; él prefería recordar a su familia con el corazón roto que reemplazarlos y fingir que todo estaba bien, que ya lo había superado y que no pensaba a cada rato en entregarse o matarse de una vez para cerrar los ojos y dormir.

Dormir para siempre.

Comenzaron a picarle los ojos y sonrió: bien, estaba llorando. Quizás, si lo hacía con verdadera fuerza esta vez, sería el fin. Hacía años que venía llorando, y su cuerpo parecía mostrarse resistente, fuerte, pues no se moría nunca, sino que luego de sollozar aparecía revitalizado y casi que crecía de tamaño por la sensación de…tranquilidad. Como si se hubiese sacado un peso de encima.

En ningún momento me obligué a dejar de llorar. Siempre mi cuerpo puso el “basta” y automáticamente se alegró. Irónico.

Dos brazos le rodearon la cintura, frunció el ceño y se lamió los labios, saboreando dos lágrimas en el camino.

-Te agradecería que no me tocaras—habló bajo, no queriendo llamar la atención de nadie más.

Un beso silencioso detrás de su oreja fue la respuesta junto con un dolido “Perdón, no lo haré de nuevo”, buscó las muñecas que lo apresaban y las alejó de su cuerpo con dificultad.

-Te di algo preciado y me lastimaste, eso no se hace—le retó con tono infantil, aún no podía controlar ese cambio de voz que se le generaba por los nervios, alterando su transformación; carraspeó—Ahora para esas cosas busca a Kai o alguien más. Yo ya no me presto.

-Dime qué hago para que me perdones—pidió, viendo que el otro no pensaba responderle al contacto visual—¿Quieres que llore y me mate despacito?—susurró triste, acariciándole los antebrazos—Porque te juro que lo hago, ya mismo. Puedes mirar el proceso si quieres.

Un punto a favor era que Luhan se había vestido, aunque debía ser cuidadoso pues la ropa nueva significaba varios días sin comer.

-No sirve de nada. Se ve que tenemos gran resistencia—le explicó—Yo vivo llorando a escondidas y todavía no me muero, tendrías que estar años enteros así tal vez.

-Sehun, me siento terrible y no me gusta esto—pataleó, tocándose el pecho—Es un asco, no se va y no me deja en paz. Déjame ganarme tu perdón para que pare, en serio. Siento ganas de vomitar y me mareo, lo odio—jadeó.

-¿Te estás escuchando? Te vendes con tal de sentirte bien contigo mismo—resopló el menor, parándose—Ve y pídele ayuda a algún perrito que se te cruce, yo mientras intentaré caminar como antes.

La mano de Luhan se enredó alrededor de su muñeca, obligándolo a mirarle. Con los ojos brillando emotivamente, tragó saliva y haló con voz queda y quebrada, entregándose en un máximo estado de vulnerabilidad.

-No existe humano ni lobo que pueda reemplazarte—tartamudeó, avergonzado—No puedo ni pienso cambiarte, Sehun. Tenlo por sentado que jamás lo haré, ni siquiera loco.

-¿Por qué dices todo esto ahora, cuando estás en problemas?

-Eres muy bonito—le interrumpió, apretando los labios de tanto en tanto—Me pareces lindísimo, Sehun. Y te quiero muchísimo.

Lentamente, el menor se sentó, entrecerrando los ojos ante las dudas.

-¿Por qué me lastimaste entonces? Te pedí que fueras gentil.

-Estaba nervioso…y tenía muchísimas ganas desde hace muchísimo tiempo—confesó—Tú…me puedes, Sehun. Haces que me vuelva quisquilloso y torpe, me haces cometer estupideces. Y lamento haberte dejado chueco—agregó, colorado.

-En realidad—se encogió de hombros, restándole importancia al asunto—No estoy chueco. Sólo es un…malestar, ya se pasará, supongo. Si de verdad estuviera chueco te habría matado, en serio. Vi cómo caminan los abuelitos, y se ven ridículos con esa quinta pata de madera, toda dura.

-¿Los bastones? Yo seré tu quinta pata si te quedas chueco—exclamó, agitando las manos—Podrás colgarte de mí, y te llevaré a donde quieras… ¡Sólo---

-No me voy a quedar chueco, Hyung—sonrió—Falta para eso—Luhan suspiró, tocándose el corazón—¿Pasó?—el mayor asintió, contento—¿Sabes? Yo también siento algo—se tocó el pecho, sintiendo los rebotes de los latidos golpear sin cesar contra su palma—Es una especie de mareo…pero no me siento mal, es un mareo alegre.

-¿Xiumin te dijo qué es?—Sehun asintió en respuesta—¿Y bien?

Se acercó para hablarle al oído.

Luhan se sonrojó hasta el cuello y Sehun rió.

Se trataba de la primera palabra que se les había enseñado.

 

 

El agua le alivió la sensación de estar asándose bajo el Sol, temía cocinarse como el agua de la olla y volverse vapor vagando por el aire; suerte que habían comprobado que eso no pasaba. Hundiendo de vuelta la cabeza en el agua, salió a la superficie y se sacudió violentamente, contento. Las trenzas chocaron contra su cara y picaron, pero no le molestaba en absoluto: no era tan diferente del pelaje; apretándose la nariz que goteaba, retuvo líquido en las palmas de las garras, usándolas como jarras y se frotó el cuerpo con frenesí, buscando disminuir el aroma de su piel. Cuidó de no rasguñarse demasiado, su nueva piel era muy sensible; luego se concentró en sus piernas y pies, ojeando de a ratos que nadie le robara la ropa o lo descubriera, oculto bajo el puente. Apresurándose, salió tapándose los sectores que Min Mama le había enseñado y volvió a sacudirse, no secándose mucho que digamos. Recordó que ahora debía usar una toalla y que se la había olvidado.

-Maldición—arrugó la nariz y puchereó—Bueno, ya qué... – y se colocó la ropa velozmente, sintiendo la incomodidad de la tela mojarse y pegarse a su torso, a sus muslos y a sus bíceps.

Al estar empapado él y sus prendas, sentía que pesaba tres kilos más y caminó con torpeza mientras de adentro de sus zapatillas salía agua a cada paso que daba. Subiendo la colina, se tapó los ojos con la mano por culpa del Sol. El estúpido y detestable Sol, bola de luz y fuego el que le había condenado, le había costado la familia y casi su vida si no hubiera escapado a tiempo, dejándolo todo atrás.

Cruzando la calle y ganándose varias miradas raras, examinó los alrededores para tratar de entender dónde corno había ido a parar. Las casas no le sonaban familiares, menos las letras de los postes en las esquinas y ni hablar de las tiendas: Ni pálida idea, y encima había cometido la estupidez de doblar en vez de correr en línea recta. Bufando, y tratando de pensar en una forma de volver, lo encontró.

El rastro.

Su rastro.

Abrió los ojos y concentró toda su capacidad en el olfato, guiándose. Miró a la derecha, a la izquierda, y constató que lo tenía enfrente: era una casa pequeña, pero bañada en su aroma. Era él, sólo podía tratarse de él: el miedo, la dulzura mezclada con el pavor, no podía estar equivocado. Y rápidamente lo confirmó cuando lo vio salir de la casa con una escoba para barrer la entrada. Ocultándose tras los arbustos que decoraban la rambla, y a unos quince metros de distancia, lo observó, juntando torpemente la mugre mientras se ruborizaba y se golpeaba la frente.

-Hasta yo lo hago mejor—torció la boca—Se ve que es algo difícil, después le preguntaré a Xiumin.

Observándolo con precisión, con emoción desmedida, le vio la mano herida y la cara tranquila. Parecía otra persona, una completamente diferente a la que había conocido anoche: sonreía con torpeza, se rascaba la cabeza y volvía a cometer errores al tirar la basura en la bolsa, miraba al cielo y se mordía el labio, tentado, se paraba, respiraba hondo y entraba; volvía a salir, quizás a tomar aire, no sabía. Sólo tenía ojos para esa sonrisa y esa felicidad que irradiaba en contraste con el pánico que le bordeaba, aguardando pacientemente a salir de noche.

Levantó un poco la cabeza, como queriendo que lo viera: podía ir a saludarlo, ¿No? No perdía nada, no pasaría nada. Ya se había calmado y el aroma parecía estar apaciguado en el cuerpo del otro, mientras no se acercara a la casa…no perdería el control.

Cuando estiró la mano, sonriente, un llamado lejano le llamó la atención, haciendo que se agazapara de vuelta en su escondite: era un chico bajito de cabellos oscuros y que caminaba medio despatarrado, como queriendo tener estilo. Reía confiadamente y pinchaba juguetonamente a Kyungsoo, abrazándolo y llevándoselo dentro.

Su aura era fuerte, desafiante y le asqueaba. Arrugó la nariz: o se estaba poniendo celoso, o el chico le daba mala espina. Notó que Kyungsoo, mientras abría la puerta con una mano, le devolvía el abrazo con la otra.

Sí, definitivamente era la primera opción. No había duda.

Parándose, caminó con rabia en pos de encontrar el camino de vuelta, atravesando veredas y esquinas todas iguales a las anteriores. ¿Por qué ahora la ciudad le resultaba un laberinto sin salida? Se tomó de los pelos, mirando los rascacielos, ¿Alguno le resultaba conocido?

-¡Kai!

Se le erizaron los pelos, miró a su izquierda.

Para su sorpresa, se hallaba fuera de la casa: fingía estar calmado, pero temblaba. Y encima…

…Lay Mama estaba bañado en ese aura altanera, asquerosa.

-¿Ya terminaste de limpiarte?—le recordó en tono suave pero decidido; el otro, atontado, asintió, tocándose el pelo mojado—Bien, ahora vamos a casa—los ojos del moreno se posaron en las tiras de pan, no podía creerlo; el rubio levantó la bolsa, entendiendo—Es…largo de explicar. Pero es bastante, ¿Me acompañas?

 

 

-Tranquilo, yo te tengo—le aconsejó, sonriente—Iremos de un extremo del patio al otro, ¿Sí?

Desconfiado, Jongdae se aferró al manubrio, temblando él y la bicicleta por su poco equilibro.

-Ahora—continuó el mayor—Haz fuerza con ese pie, impúlsate. Yo te agarraré del asiento y te guiaré, ¿Ok? Y no dobles esto—golpeó el manubrio—Primero iremos en línea recta.

Lamentablemente Chen no supo medir su fuerza y en dos pedaleadas terminó a centímetros de estamparse contra el tapial, Xiumin tiró del lado contrario, riendo: el pánico afloraba en los ojos del joven de cabello despeinado y casi cobrizo, que respiraba con frenesí y miraba el suelo, asustado de la altura y tragaba saliva con fuerza y dificultad.

-Me parece que tendrás que ir más despacio—bromeó—Recuerda que el patio es chico. Ahora, bájate y la damos vuelta—pasaron los segundos, el menor apretó los labios—¿Qué pasa, no te puedes bajar?—el otro negó con fuerza, en su rostro se confundían la frustración y la vergüenza junto con el enojo—No hay problema, Min Mama al rescate—sonrió—Permíteme tomarte de aquí…

Las manos, tranquilas y sin pedir permiso debido a que se consideraba un gesto completamente inocente y de ayuda, se posaron en la cintura de Jongdae, amoldándose a su delgadez. En circunstancia, y totalmente desacostumbrado al contacto ajeno, el joven se agitó bruscamente, cayendo de espaldas al suelo y llevándose la bicicleta consigo.

-¡Jongdae!—Xiumin se agachó, quitándole el elemento metálico rápidamente y tratando de tomarle con cuidado sin provocarle otro respingo—¿Estás bien? ¿Te duele algo?—al escucharlo gruñir de dolor con las manos sujetas al estómago, lo tomó nuevamente de la cintura y cargó medio cuerpo sobre su espalda—Quizás te clavaste el pedal o el manubrio, sígueme.

A la rastra caminaron dentro de la casa (al glapón no podían ir) y se quedaron en la cocina, Minseok sentando a su compañero y tanteándole el pecho en busca de zonas con heridas.

-¿Aquí duele?—negó en respuesta—¿Y aquí en medio?—tampoco—¿Aquí abajo?—palmeando los abdominales, escuchó un quejido, se alejó—Déjame ver si tienes moretón, permiso.

Levantando la camiseta, se encontró con un leve rojizo e hinchazón: nada del otro mundo, pero un lugar no muy frecuentemente doloroso para un lobo. Preocupado, Xiumin caminó hasta la heladera y abrió el freezer, retirando una cubitera y retorciéndola en pos de frenar la hinchazón y probablemente el ardor.

-Va a estar frío, ¿Sí?—advirtió—Pero serán unos minutitos, cuando te inflamas hay que usar esto.

Sin entender, Jongdae torció la cara en disgusto cuando el mayor se acercó goteando agua y reteniendo los cubitos helados entre sus dedos; una vez se arrodilló en el suelo y volvió a levantarle la remera, le pidió permiso mudamente y sonrió, generándole un hormigueo no bien recibido. Como si estuviera esperando que le curara de una vez y se dejara de rodeos. Supuso.

El contacto fue tan pero tan frío que literalmente le quemó, y metió panza mientras ahogaba un siseo. No obstante, Minseok insistió temerosamente y volvió a dejar el hielo atrapado entre su mano y la piel, respirando tranquilamente a pesar de los detalles que observaba con emoción y retenía en su memoria: era la primera vez que Chen se dejaba tocar por otro que no fuera Kris, y el hecho que estuviese admirando su pecho era prácticamente un regalo del cielo. Y por más que Chen le pareciese atractivo o no, Xiumin no podía desaprovecharlo, por lo que no despegó los ojos del charco que se formaba en el estómago del otro. Incluso cuando ya no hubo líquido que sirviera de barrera, Min Mama permaneció tranquilamente allí, palma contra abdominales, sintiendo cosquillas que le subían hasta la nuca y le hacía encogerse de hombros.

-¿Mejor?—titubeó, lamiéndose los labios desinteresadamente; Chen ladeó la cabeza, más o menos—¿Más?—negó, suspirando—Bueno, entonces creo que esto es todo. No te veo con ganas de seguir intentando—rió.

El silencio llenó la habitación, Jongdae miró sus pies, absorto en sus pensamientos: otra vez Minseok se volvía un estorbo.

-Bueno, ya sabes—agregó rascándose la nuca—Cualquier cosa, llámame. Podemos intentar mañana si quieres… - encaminándose a la sala, saludó a Chen con la mano y se detuvo al escuchar un llamado inconfundible.

-Xiumin.

No era demasiado grave ni demasiado agudo, tampoco era nasal y un leve tono de aceptación repentino parecía envolver las letras de su nombre sumado a un suspiro de resignación. Se giró, efectivamente Jongdae le había hablado.

-No le cuentes…a nadie—balbuceó, cabizbajo—Nadie lo debe saber.

-¿Las manchas?—recalcó—Descuida, soy un tumba—sonrió—Pero te recomendaría que la escondas o la limpies, Kai anda mucho por ahí y podría verla.

Como si Dios hubiera estado encariñado con Xiumin ese día, Chen levantó la cabeza y le miró a los ojos, de esa forma tan característicamente electrizante. Fueron diez segundos, quizás menos, pero a Minseok le supo a gloria y no pudo evitar sonreír cuando escuchó el:

-Gracias.

 

 

Abrió los ojos torpemente, se los frotó y se humedeció los labios, aclarando su voz al carraspear. Tenía la espalda helada, recordó que se había dormido en el suelo y se giró, en busca de su acompañante.

-¿Yeol?—murmuró, entrecerrando los ojos por la luz que le golpeaba de lleno desde la ventana—Yeol.

-Buen día—contestó el otro desde la cama, sentado—Iba a cargarte y traerte aquí, pero me colgué haciendo otra cosa.

-¿Qué cosa?

-Viéndote—sonrió, volviéndose dos medialunas sus ojos—En serio, no me moví de aquí por quién sabe cuánto.

-Me duele todo—se quejó, haciendo sonar su columna y su cuello—No dormiré más en el piso.

-Ven aquí entonces, entramos los dos—propuso el alto, palmeando el colchón.

-Perdón, pero ya no tengo sueño—puchereó—Y aparte tú tienes tu cama; iré a desayunar—avisó mientras caminaba vagamente a la puerta—¿Me acompañas?

Su cuerpo golpeó contra la madera al segundo. Chilló desganadamente y miró por el rabillo del ojo a Chanyeol abrazándolo con fuerza, casi con brutalidad: era enormemente torpe, nunca controlaba su fuerza y muchísimo menos cuando se emocionaba. Si estuviera en su forma natural, Baekhyun hubiera asegurado que tendría la cola agitándose violentamente de la felicidad.

-Gracias por anoche—tartamudeó con su grave voz entrando directamente en el oído del mayor—Fue divertido, deberíamos hacerlo más seguido.

Sonrojado, sonrió tímidamente, acariciando los brazos que le rodeaban por el pecho, inmovilizándolo.

-Sí, fue divertido. Podríamos hacerlo más seguido, sí—lentamente sintió los labios de Chanyeol posarse en su mejilla—¿Y eso?—preguntó, sorprendido.

-Significa que te quiero—le explicó—Los chicos se los dan a las chicas en la televisión. Luego se ponen de novios o algo así, creo. Nunca termino de ver las películas, me duermo porque no entiendo todo lo que dicen—rezongó.

-¿Entonces tengo que ser tu novia?—levantó una ceja, algo no cuadraba—Aunque no sea hembra.

Chanyeol abrió los ojos de la sorpresa.

-Cierto. No eres mujer. No puedes ser mi novia… ¿Podrán dos hombres hacer lo de las películas?

-Bueno…lo de las películas de Min Mama, sí. Pero… ¿Lo otro?

Se quedaron pensando, frunciendo el ceño. Chanyeol chasqueó la lengua.

-Seremos novios a escondidas. Nadie tiene que saberlo—opinó.

-Cierto, suena bien—concordó—Ahora, déjame ir a comer, me muero de hambre.

Abrió la puerta, el alto lo soltó y le miró, caminando dos pasos más atrás: ya no cabían dudas, le encantaba. Al entrar, se encontraron con Chen, que se marchó rápidamente, caminando encorvado.

-¿Qué le pasó?—preguntó el más bajo.

-Shh, no le hables—le tapó rápidamente la boca—Le gusta estar solo, Kris nomás puede tocarlo y todo eso…no sé qué vínculo tienen, pero Papa es el único que puede…acercarse.

Baekhyun se encogió de hombros y agachó la cabeza a la canilla del lavamanos; abrió la boca y el grifo, tomando agua de costado. Cuando fue el turno de Chanyeol, se alejó secándose la cara con las manos.

-¿No hay nada para comer?—preguntó—¿Nos dejarán cazar un pajarito? En serio tengo mucha, mucha hambre—protestó.

-Lo dudo, es de día.

-Pero en el árbol hay muchos, siempre los veo. No estaríamos saliendo a la calle—sonrió, entretenido—Y no nos vería nadie, los tapiales son altos.

Chanyeol asintió, comprendiendo. Totalmente de acuerdo, se encaminaron hasta la puerta que daba el jardín, encontrándose con Kai y Lay Mama, uno empapado y otro cargando una bolsa que olía fenomenal.

-Buen día—saludó, feliz—Mama, ¿Qué hacías afuera?

-Kai me acompañó a hacer compras—mintió, contento—Parece que a cada día que pasa creces más, Chanyeol-ah.

Jongin observó en silencio, procuró permanecer cerca de Mama para tapar el olor, viendo cómo el más alto de los cachorros mostraba todos sus dientes, orgulloso.

-Voy a jugar afuera con Baekhyun—mintió, apretando los ojos tiernamente; dos pasos y no pudo contenerse—Mama.

-Sí.

Lo miró a los ojos, eufórico y saltó en el lugar antes de marcharse.

-Hyun y yo…somos novios a escondidas—rió.

La puerta se cerró, Lay carcajeó y Jongin arqueó una ceja.

-¿Qué significa eso?—le preguntó al que se ahora se secaba las lágrimas.

-Pensé que ya lo eran—admitió, tomándose el estómago—Desde hace tres días que Chanyeol no lo suelta.

-No entiendo—se sentó en la silla, mojándola, no se molestaría ya en la toalla—¿Son como tú y Papa?

-Más o menos—meneó la cabeza, sacando el pan de la bolsa—Sólo que ellos apenas comienzan.

-¿Hace cuánto que tú y Papa están juntos?—aceptó la tira que le ofreció el rubio y devoró, bañándose en migas.

-Desde que lo conocí. Habremos tardado una semana en acostumbrarnos al otro, fue muy cómico—recordó, sentándose en su lugar—De todas formas, cuando pasan los años ya no sabes si estás con él porque lo quieres o por costumbre—bromeó.

-¿No quieres a Papa?—se sobresaltó el moreno.

-Kai, por supuesto que sí lo quiero—le corrigió, suspirando—Es sólo que…a veces lamento la idea de haberlo traído aquí, vive encerrado.

-Ése es su problema. Se niega a ablandar su aura; él se lo busca—rezongó—Mírame a mí, no hay noche que no… - guardó silencio ante la mirada acusadora del líder, se encogió en sí mismo—Lo siento.

-Por actitudes como las tuyas la casa se baña en olor a problemas—le dijo por lo bajo—Agradece que Xiumin y yo somos compasivos contigo, si Yifan o Chen te hubieran atrapado no tendrías ni cola ni hocico.

-Lo sé, gracias.

Pasaron los segundos, Lay lo miró de reojo.

-¿No me vas a contar?

-¿Qué cosa?

-Ya sabes…cómo se llama, cómo se ve—sonrió engreídamente—Por qué te hizo cambiar de parecer…

-Sigo odiando a los humanos—le interrumpió, molesto—Sólo ocurre que él es…diferente.

-¿Él?

-Sí, Kyungsoo.

-¿Y por qué es diferente, si dijiste que era luz?—le molestó, entretenido.

-Bueno…él…tiene miedo—titubeó, dudando—Le teme a la noche, y cuando teme se ve todo chiquitito e indefenso. Me recuerda a mí, me recuerda a todos.

-¿Le teme a la noche?

-Y a los monstruos también—aseguró, comiendo con la boca abierta—Dice que van a ir a atacarlo, a comérselo…y con ese aura que tiene, pues seguro. No duraría nada solo.

-Y por eso lo ayudaste. Porque te preocupa.

-Exacto.

-Porque lo quieres—rió.

-¡¡MAMA!!

-Yah, yah, no le diré a nadie—le calmó—Tu secreto está a salvo conmigo. Siempre y cuando me prometas algo y me hagas un favor—ordenó.

-¿Qué tengo que hacer?

-Uno—levantó el índice, serio—Nunca hagas promesas que no puedes romper, porque te mueres. Y dos—levantó el mayor, se sonrojó—¿Qué quiere decir “amigo”?

-¿“Amigo”?

-Exacto.

-Pues…Min Mama nos dijo que nosotros, aparte de familia, somos amigos. Todos de todos.

-¿Ah, sí?—levantó las cejas, anotando mentalmente.

-Pues sí. A Chanyeol le cae bien Sehun, a Sehun le cae bien Luhan, a Luhan le cae bien Chen, y así y así…todos queremos a todos, nos apoyamos, nos ayudamos. Es algo así, creo.

-Bien, gracias—se levantó y le rascó la cabeza—Iré con Papa, tú despierta a los demás.

-Suerte—susurró—En serio, Mama, temo por ti.

Lay le tomó del hombro, mirándolo con cansancio.

-Yo también—susurró; sí, Kai no era tonto, lo había percibido.

Mientras caminaba hacia la pieza, iba imaginando cómo rayos iba a hacer para salir a la noche y encontrarse con ese chico.

No quiero morir por culpa de la promesa.

No quiero morir en manos de Kris.

 

 

Notas finales:

No me gusta que mis compañeros de colegio quieran leer lo que escribo...

...o sea...

NO -_-''


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