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YERRO por Doki Amare Peccavi

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Cap. 3: Thibaut

 

— Jean, desobedeces mis órdenes, te largas sin pedir permiso, no llegas a dormir, ¿crees que esa es la conducta digna de un príncipe? ¿Crees que a tu edad mi padre, que en divina gloria esté, me permitía semejante actos de irresponsabilidad?— Los ojos de Jean se llenaron de lágrimas, su padre estaba más triste, desilusionado y preocupado que molesto, pequeñas lágrimas se escaparon de sus ojos como joyas preciosas…— Llorando no solucionaras ni evitaras un castigo… reflexiona sobre tus actos y cuando estés arrepentido dirígete a mi habitación para tener una conversación seria.

 

El rey se retiro cabizbajo, no entendía cómo su hijo tendría una actitud tan sublevada. Jean lo veía todo de manera distinta, su padre después de dar su discurso se había retirado y en ese momento las lagrimas reprimidas corrieron por sus mejillas, risa y carcajadas, esfuerzo para aprisionarlas, de el remordimiento antes demostrado ahora no había nada, sólo su rostro lleno de burla por recordar la cara de su padre al verle entrar al palacio.

 

¿Qué si se sentía mal al burlarse de su propio padre? Simple y rotunda respuesta: ¡NO!

 

¿Porqué? porque siempre le humillo a ella "su madre". Cuando estuvo llena de vida le humillaba sin arrepentimiento, y ahora que estaba vacía, ahora que "Roselyne, reina de Breizhlande", había perdido la capacidad de moverse, de hablar, de sonreír siquiera, era más victima de las injusticias a las que el rey la sometía cuando nadie los observaba. Cuando Jean  se enteró de todo lo decidió… "que sujetaría al dueño con la misma cadena del perro" ahí el dilema, tampoco amaba a su madre, y ahora que se ponía a reflexionar, se daba cuenta que esa cursilería de la madre enferma, maltratada y sumisa era una excusa para comportarse se aquella forma tan ruin. Tal vez algún día pagaría por eso, pero mientras, disfrutar y era lo que más le preocupaba…

 

Jean sin vacilar se dirigió hacia la habitación de su padre, era mejor escuchar su castigo hoy que esperar a que formulara un castigo tedioso días más tarde, entró sin tocar a la habitación del rey…, ahí la madre postrada en una cama… con la mirada fija en él hermoso candelario de cristal que se balanceaba casi imperceptiblemente en el techo de el blanco aposento, Jean se sentó en el real lecho matrimonial, lentamente se recostó junto a su madre de apariencia vacía. Ella, a pesar de su estado podía sentir la calidez del cuerpo de su hijo, el perfume inundaba sus sentidos, su apariencia tan encantadora le llenaba de paz, el príncipe miró fijamente a su madre, le acomodo los cabellos , mientras se deshacía de sus elegantes zapatillas se acurruco en el pecho de la reina, él mismo movió el brazo de ésta para simular que le abrazaba, el abrazo cálido provoco un dolor un su pecho y sin poder evitarlo comenzó a llorar, lloró, y mojó la bata de Roselyne, las lagrimas también salieron del los muertos ojos de su madre, él no lo notó, la madre intentó mover un dedo para que su hijo supiera que estaba con él, pero nada, su cuerpo vegetal no le respondía, Jean cerró los ojos y cayó dormido en el lecho real, había pasado en vela toda la noche, con su mejor amigo… el hijo del ministro.  La madre pensó que estaba dormido, y entonces ella también cerró los ojos, minutos después el rey con fastidio entró a su habitación, "gran sorpresa" la mujer sin alma estaba abrazando al su Jean  y él dormido en su pecho, acurrucado como cuando era tan sólo un niño.

 

— ¡¡¡ Jean!!! ¡¡¡Jean!!!— llamó el hombre con desesperación al príncipe, y él no contestaba, El rey se acercó a su hijo, dio un ligero empujón… nada, su hijo estaba inconsciente, y la mujer le abrazaba, seguramente estaba robando el alma de su propio hijo, por eso había podido moverse y por eso el príncipe estaba inconsciente, por que la mala mujer, al abrazarle, le había robado su energía…

 

.*.

 

— ¿Qué quisiste decir con eso padre…?

 

— Lo que entendiste hijo mío…— dijo con falsa preocupación – El rey encontró a Roselyne robando el lama de Jean, es por eso que el parece tan niño, la reina le robaba energía y por eso él tienen apariencia de un infante, no me vas a negar que para tener veinte años es demasiado bajo, no aparenta su edad, sus rasgos son odiosamente infantiles, y si continuas analizándole puedes llegar a la conclusión de que él era victima de brujería…— esto último lo dijo el ministro con repulsión.

 

— Cierto que su apariencia es muy moza pero lo que dices respecto a la reina debe de ser falso.

 

— Y aunque lo fuera, el rey la acuso ante al iglesia de brujería, mañana mismo la quemaran en leña verde.

 

— Y Jean ¿Qué dijo al respecto?

 

— Nada, ni defendió ni acusó a su madre, sólo ha permanecido encerrado en su habitación.

 

.*.

 

— Juliel, el ministro esta a punto de cerrar el pacto con el Rey Enguerrand, este es el momento para atacar…

 

— Gabin, eso es imposible, aun no consigo la carta

 

— Pero se de buena fuente que has hecho migas con su joven hijo— Juliel le miró insistente, y pensó, que seguro Tebas le habría contado.

 

— No, sólo me he topado un par de veces con el, sólo saludos y conversaciones sin importancias...

 

— Entablar una relación con ese muchacho es lo más difícil del mundo, es pretencioso, prejuicioso y ruin, no se acerca a los pobres al menos que sean lindas chicas, él no se rebajaría a entablar una conversación con los plebeyos y tú has logrado charlar con él, vas muy bien, si consigues ser su amigo todo te será más fácil… porque algo pasable que tienen ese sujeto es su fidelidad a los amigos…, ya lo vez, al hijo del rey lo defiende, y el príncipe Jean que es muy difícil verle acompañado también ha engendrado una gran amistad con él…

 

— ¿Entonces es amigo del príncipe?

 

—Ya lo sabes, si congenias con uno congenias con el otro…—

 

Esta era la segunda persona que le decían que El hijo del ministro era una persona banal, ¿Entonces porque con él se había portado "amable"? le había salvado de los guardias…,

 

— Bien lo haré, tratare encajar una buena amistad con él…

 

.*.

 

— Jean, en cuanto supe lo de tu madre me vine sin basilar.

 

— ¿Para qué…?

 

— ¿Cómo me preguntas eso mi querido amigo? Debemos apoyarnos mutuamente, hace un año cuando mi madre murió tú me ayudaste a superarlo, ahora es turno mío

 

— Yo no tengo nada que superar, no siento nada en cuanto a lo que está pasando…

 

— No mientas, deja que tu alma muestre sus pesares — el hijo del ministro estaba más inconsolable que el propio príncipe — ¡Oh Jean!, no tienes que actuar tan serio ante mi, te conozco desde hace mucho, algo te duele.

 

— No es la muerte de la reina lo que me tiene así…

 

— ¿Qué es lo que te acongoja, Jean?

 

— ¿Hace cuanto tiempo me conoces…?

 

—Cuando yo cumplí los once años, y tú los doce— Hizo cuentas mentales— Ocho años…

 

— ¿Y cuál fue tu Primera impresión al verme?

 

— Me impacto, tu cuerpo, no parecías de doce años, mi padre me dijo que por fin podría conocer al hijo de su mejor amigo, léase el rey,  y que además eras un años mayor que yo, me imaginé que serías un púber prepotente, grosero, malo conmigo… que me obligarías a ser tu sirviente… pero cuando te vi, no parecías un niño mayor que yo, y tu forma de hablar y de actuar, eras muy tonto para ser mayor que yo, por eso me impacte, esa fue mi impresión de ti…

 

— ¿Tonto para ser mayor que tú? ¿Y qué le paso a tu inteligencia?— El hijo del ministro decidió dejar las cosas así, el príncipe sólo buscaba algo para sacar el dolor que llevaba dentro…

 

— Jean ¿Por qué preguntas esas cosas…?

 

— Curiosidad…

 

.*.

 

El fúnebre lugar, olía a quemado, el piso de piedra de la plaza principal estaba tapizado de cenizas, la gente con morbo miraba lo poco que quedaba de lo que alguna vez fue una linda mujer de ojos verdes y cabellos castaños, mejor conocida como Roselyne reina de Breizhlande, el rey miraba triunfante desde un balcón del palacio de juicios, el príncipe Jean y el hijo del ministro perdidos entre la gente con la mirada gacha, el príncipe se separó unos metros de su amigo, quería alejarse de ahí, el olor era insoportable, las nauseas le invadieron y terminó volviendo el estomago en un callejón algo apartado.

 

El hijo del ministro al notar que su amigo se marchaba se dirigió a su morada, conocía a Jean y era mejor dejarlo sólo unos días…

 

.*.

 

Apenas en la mañana se había enterado de lo que ahora todo el pueblo llevaba entre labios, "El castigo a la reina bruja", caminó por el lado apartado del pueblo, quería evitarse a toda esa gente morbosa que seguramente irían hablando de lo que en la plaza acababa de acontecer, dio vuelta en una de las calles y se topó con unos ojos verdes, algo rojos, seguramente había llorado…

 

— Nos volvemos a encontrar Yves…— el rubio al ver quien le hablaba dejo escapar una sonrisa falsa— Veo que ni le comieron los lobos ni le atacaron los ladrones…

 

— Y con quién crees que estás hablando, todos ellos me respetan…— Rodeó el cuerpo que no le permitía pasar y como si nada se alejó— Lo siento pero llevo prisa…

 

— Maldito bastardo — Juliel bufó en lo bajo, ahora que necesitaba congeniar con Yves, este sacaba su lado temperamental. Sí, al parecer la gente tenía razón, Yves era un chico fastidioso y voluble…— "Te odio tanto como a tu padre…"

 

 

 

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«.·°·.*.' Continuará‘.*.·°·. »
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