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YERRO por Doki Amare Peccavi

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Cap. 4:  Thibaut II

Un mes desde la muerte de su madre, Jean sabía de la felicidad de su padre, sabía que para él, ella sólo era una mujer inútil, que no brindaba ni la mínima pasión…, que no gemía cuando le acariciaba y aunque le penetrase con violencia ella no se inmutaba, seguía siempre tan fría y tiesa. Jean suspiró y se arrojó entre sus sabanas de telas finas.

Por otro lado su amigo, el hijo del ministro se había alejado de él, de buena fuente sabía que tenía nuevos amigos que compartían con él en la pasión por el libertinaje, que vida la suya, con un cuerpo de acuerdo a su edad, y con el carisma que a todos encantaba, si era demasiado insoportable hablando de rangos y estatus pero eso no quitaba que fuese la persona a la que más admiraba.

.*.

Un golpecito en su habitación le hizo estremecerse, era una de las mucamas que pedía permiso para entrar…

— Señorito, alguien quiere verle, indicó la mujer sólo asomando la cara a la habitación…

— Si es de nuevo ese tal Juliel dile que no estoy aquí…– Contestó bastante harto su amo.

—No, no es él el príncipe Jean quiere verle ¿Qué desea usted que haga?

— Hazle pasar— el hijo del ministro aun estaba acostado, medio día  y él permanecía inhabilitado a causa de tanto alcohol—

El príncipe siguió a la mucama, se sabía el camino de memoria, había esto miles de veces en la habitación de su amigo pero estaba de acuerdo que pasearse sólo en una casa ajena no era de buen gusto…, incluso para un príncipe una vez llegaron la mucama le dejo frente a la puerta de la habitación y se fue.

— ¿Puedo pasar?— preguntó con voz ligera el príncipe…

— Jean, no es posible que me pidas permiso para entrar, tú no debes hacerlo, eres el príncipe — Ante las palabras del su amigo, el príncipe entró y se sentó en una silla de fina madera que el hijo del ministro tenía en su recamara— y ¿Qué te trae por aquí…?

— Nada, estaba aburrido y decidí venir a ver a mí querido amigo cara de rana…

— ¿¡Cara de rana!? Maldito púber, si pudiese ponerme de pie ya estarías besando mi calzado y rogando para que parase de golpearte…

— Sí pero estás aun sufriendo por tus vicios nocturnos ¿cierto?

— ¿Vicios nocturnos?

— Tu padre me ha contado que si no estás en prostíbulos, estás seduciendo a toda mujer que se te pase enfrente, eso no le parecía nada malo, pero me ha contado que tú y tus nuevos amigos…

— Ahora lo entiendo — interrumpió el hijo del ministro — Mi padre te ha mandado a darme el sermón que él no puedo ¿cierto?

— No yo…

— Sí, eso es lo que ocurre, aunque seas el príncipe todos te ordenan, te manipulan, Jean ¿Cuándo has sabido de un rey que pide permiso para entrar a la recamara de una persona fuera de la realeza? ¿De un rey que habla con las mucamas y que no deja ser escoltado por los guardias? ¿Que en vez de ir en carroza prefiere montar un caballo viejo y además se exhibe con tus ropas cual puta en promoción? ¿Qué será de ti cuando llegues a ser rey? Yo te diré; serás tan mediocre como tu padre — el hijo del ministro estaba realmente furioso, no entendía como su mejor amigo se había dejado convencer por su padre, y aun peor, le había creído todo lo de los prostíbulo y los nuevos amigos— Si no me crees deberías verte ahora, dejas que te insulte, que te humille y no haces nada, creo que me respetas más tú a mí que yo a ti ¿Eso está bien para un príncipe…?

— Última vez que veo tu horrible rostro de rana, la próxima vez que te acerques a mí serás mandado directamente al calabozo…— Jean estaba a punto de salir por la puerta de la habitación, se quedó parado tomando entre sus manos la perilla de la puerta – Si llegas a hablar de mí, me llamaras "real alteza" ¿entendiste plebeyo cara de rana?

Jean salió del hogar del que antes fue su amigo, y cuando el hijo del ministro reaccionó ya era demasiado tarde, salió corriendo tras Jean, no lo encontró no había rastro del pequeño y rubio príncipe. No recordaba que el príncipe fuese a su casa en carroza, odiaba caminar distancias largas solo, pero lo prefería a llamar la atención con la carroza real

— ¿Desde cuándo corres tan veloz?

~*~

Esta sería la última vez que le buscaba, estaba harto de que le evitara, subió a su negro corcel y se dirigió hasta la residencia del ministro, cuando esta a escasos veinte metros de lugar podo ver entrar a Yves, esta vez no podría evitarle, ideando como entrar sin ser visto pasaron veinticinco minutos, buscaba alguna barda floja, un árbol, cualquier cosa para poder colarse, después de muchos esfuerzos logró subir a la barda…estaba a punto de saltar hacia adentro, mientras buscaba con su mirada para buscar un buen lugar donde aterrizar, vio como Yves salía apresurado… y después se detenía como buscando algo… Juliel saltó de nuevo hacia fuera, y corrió hacia donde había dejado su caballo.

Después se presento frente a Yves, este al verlo le sonrió como la primera vez que se vieron… y por un momento olvido el disgusto tan grande, y la verdad en de las palabras que su único amigo le había dedicado…

— Veo que hoy se regocija en felicidad…

— Podrías llevarme en tu caballo a un lugar lejos de aquí…

— ¡No! ¿Los hombres no viajan juntos en caballo?— Juliel se horrorizó al imaginarse esa escena…— Su usted gusta puedo acompañarle a donde vaya, claro, yo arriba de él— señaló a su caballo— Y usted caminando al lado mío…

— Te pagare por él, en verdad, necesito que me vendas el caballo

— No — volvió a negar Juliel — es un regalo de mi padre ¿tanta urgencia es la suya…?

— No sabes cuanta, podría arrodillarme ahora mismo ante ti, venderme el caballo por favor—

— Esta bien— Juliel se bajó del caballo, y le indico a Yves que subiera— no puedo venderlo, pero sólo si nadie lo sabe estoy dispuesto a llevarle a donde necesite ir…

— Bien, llévame a donde quieras, sólo procura que sea lejos de aquí— Se pusieron en marcha… cuando un joven castaño salió del lugar no había ni rastro del rubio

.*.

 

— He tratado de disculparme por hacerle perder su caballo—  Juliel bufó mientras se recostaba sobre el pasto verde y largo, a la orilla de un hermoso lago junto a Yves— pero siempre me niega su presencia…

— ¿Yo? En ningún momento me dieron la noticia de que me alguien deseara verme…

— Entonces le restringen las visitas — Aseguró el moreno.

—Debió de haber sido mi padre

— Hoy pasaba casualmente por esa puerta, no sabía si preguntar por usted.

— ¿Por que preguntar por mí en la casa del ministro?

— ¿Por qué sería? ¿A dónde más iría a buscar al hijo del Ministro Théophile Ugoryo?

— ¿Théophile Ugoryo?— una risa ligera se dejó escuchar de los labios de Yves— un hombre que no sabe siquiera los nombres de los poderosos del reino, ¿Qué decir? El rey Jean Philippe tiene unos súbditos de toda sabiduría ajenos.

— ¿A qué se refiere con eso?— cuestionó algo irritado Juliel... no había entendido las palabras de Yves pero seguro el mensaje no era agradable

— Yo no soy el hijo del ministro…

 

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