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YERRO por Doki Amare Peccavi

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Cap. 5: Emile Urgory y Yves

 

Juliel se encontraba recargado en una mesa de madera, su madre había salido a comprar lo indispensable para pasar la semana, Juliel y Tevas se quedaron solos en la casa, eran esos momentos en los que aprovechaban para seguir planeando cosas sobre la "venganza" en nombre del padre de Juliel.

 

—  Digamos que conozco a alguien que tiene cercanía con el príncipe Jean y que seguro me llevará con él ¿Qué tan conveniente sería eso para vengarme del ministro?

 

 — ¿Y la relación que tenias con el hijo del ministro? — Preguntó Tevas bastante interesando con ese asunto.

 

 —  No pienses en eso ahora, sólo responde —  Por ningún motivo lo había confesado… ¿Cómo decir a Tevas que el error que había cometido al confundir al hijo del ministro con alguien más?

 

 —  Juliel, primero responde ¿Cómo harás para que el príncipe te hable?

 

 — Eso no importa —  Dijo Juliel —  Sólo necesito saber si es mucho más favorable que congeniar con el hijo del ministro

 

 —  Claro que importa, puede ser una trampa, por eso necesito saber ¿De quien se trata? ¿Quién te va a ayudar?

 

 —  Te dije que eso no importa, mis métodos son confiables…

 

 —  Estamos juntos en esto, puedes decirme de quien se trata…

 

 —  Lo sé pero déjame hacer sólo esto a mi modo, además, si todo resulta bien, también acabaremos con el estúpido del rey.

 

—  No lo se, es muy arriesgado tratar con esa gente, digo, una cosa es perjudicar al ministro y otra es meterse con el rey…

 

 —  Tevas, no te preocupes… —  El rostro del oji-gris era tranquilo y sincero —  lo tengo todo planeado.

 

 —  ¿Qué tienes pensado hacer…?

 

 —  Todo a su momento sólo dime  ¿el ministro o el príncipe? —

 

—  El príncipe pero me gustaría que siguiéramos con el acuerdo anterior —  

 

Sí, él también sabia que acercarse al príncipe era mejor y en su mente la fugaz imagen de Yves y lo que ocurrió a la orilla del lago.

 

(Dos semanas atrás)

 

 —  ¿A que se refiere con eso? —  cuestionó  irritado Juliel.

 

 —  Yo no soy el hijo del ministro, el hijo del ministro por nombre lleva Emile Ugoryo…

 

 —  Entonces ¿Quien eres?

 

 —  ¿Ya no me hablas de usted?

 

 —  Dime ¿Quién eres? —  Juliel estaba más que furioso, cogió del cuello de la camisa blanca a Yves y lo sostuvo de tal forma que las puntas de sus pies apenas tocaban el suelo —  ¿No piensas contestarme?

 

 —  Yo me presente ante ti cuando nos conocimos… —  Se libero fácilmente del agarre de Juliel —  ¿o miento?

 

 —  No —  tuvo que aceptar, que el rubio no mentía

 

 —  En cambio tú, no me has dicho ni siquiera tu nombre y exiges saber de nuevo el mió… —  Hizo un gesto inocente y después sonrió de una forma sincera —  Anda dime ¿Cómo te llamas?

 

 —  Juliel Thibaut

 

 —  Yo soy Yves…

 

 —  Yves ¿Qué?

 

 —  Sólo Yves… —

 

— Si no eres hijo del ministro — Juliel guardó silencio ante tal respuesta, imaginó, que problemas con su padre había, uno fuerte debía de ser para despreciar un apellido y mirándolo de reojo observó algunos detalles de su cuerpo — ¿Porqué estás siempre en su casa? Puedo asegurar que no eres un sirviente.

 

 —  Y por esas palabras puedo asegurar que me espías —  Yves levantó una ceja y le miró de forma sugerente… —  No, no me espías a mi, es a Emile ¿Cierto? ¿De qué manera te interesa?

 

 —  ¿Eh? No, por supuesto que no, yo ni siquiera le conozco —  El rubio negó, Juliel frunció el ceño para disimular su nerviosismo sin entenderse realmente, uno pensaba en cortejo y otro en política.

 

 —  No te creo pero... —  El rubio hizo un gesto que amargo sus facciones tiernas —  no me importa lo que quieras de él — Y un poco más ameno, giró su vista hacia el lago. — Emile y yo somos completamente distintos ¿Cómo es que has podido confundirnos?

 

 —  Pues yo sabía que el ministro tenía un hijo y al verte ahí pues… pensé que tú podrías ser…

 

 —  ¿Sabes? Me agrada que… —  Sus orbes verdes directas a las gris azuladas de Juliel —…ya no me hables de esa forma tan formal, Juliel ¿Podemos ser amigos?

 

 —  ¿Amigos?  ¿Porqué no? —Pensó Juliel que después de todo si no era hijo del ministro no había ningún motivo por el que no pudiesen llevarse bien —  Claro.

 

 —  ¡Que bien! ¿Sabes…? —  La necesidad de hablar con alguien le hizo hablar de mas —  Emile era mi amigo pero, hoy me dijo cosas muy feas, creo que la amistad se acabó.

 

 —  ¿Por eso necesitabas salir del lugar? —  Era deprimente la imagen ante él,  el rubio tratando de ocultar sus lagrimas y Juliel algo confuso por el repentino cambio de actitud del rubio ¿Porqué tanta confianza?

 

 —  Sí…

 

 —  Unas  palabras no pueden terminar con una amistad… —  Juliel colocó su manos derecha sobre el hombro del rubio para tratar de reconfortarlo un poco.

 

 —  ¿No pueden? —  De nuevo miro a los ojos al pelinegro…

 

 —  Claro que no… —  ahora era seguro, Yves le simpatizaba —  en tu cara se ve que estas triste ¿Por qué no arreglas las cosas con él?

 

 —  Porque  le dije que no quería volver a ver su cara de rana.

 

—  ¿Cara de rana?

 

—  Es sólo broma, Emile es un chico realmente sugestivo —  Esas no eran las palabras para hablar de un amigo, pensó Juliel mientras suspiraba hondo, Yves era extraño —  y también es arrogante, y pretencioso y muy orgulloso; no me va a querer hablar en un tiempo.

 

 —  ¿No eras tú el ofendido?

 

 —  Sí, él me ofendió, tienes razón… no debo hablarle.

 

 —  No, no, yo no dije eso, creo que, si hay amistad LOS DOS DEBEN DE TRAGARSE SU ORGULLO.

 

 —  Es verdad… —  Hizo una mueca digna de alguien que acaba de resolver un gran misterio —  le quiero y voy a tragarme mi orgullo —  Juliel notó, Yves se dejaba llevar fácilmente por los comentarios de los demás —  Juliel… gracias, por ayudarme.

 

—  No fue nada —  A pesar del agradecimiento no estaba seguro de haber ayudado en algo.

 

Emile fue olvidado, Juliel y Yves permanecieron recostados en el pasto junto al lago hasta que la tarde llegó, para ese entonces ya sabían un poco más de ambos, como por ejemplo, que ninguno de los dos tenía hermanos, ambos vivían sólo con uno de sus padres, ambos adoraban las cosas dulces.

 

 

El recuerdo de hacia dos semanas aun rondaba en su cabeza, Yves permanecía recostado en su cama, estaba aburrido, Emile había salido rumbo al Reino vecino después de su pelea, no había podría arreglar las cosas hasta dentro de un mes, cuando el hijo del ministro regresara y por otro lado estaba Juliel, que había prometido visitarlo de vez en cuando y hasta ahora no se había aparecido…tal vez "eso" que ocurrió antes de despedirse había hecho enfadar a Juliel…

 

 —  Creo que actué de una forma estúpida… —  El rubio de ojos verdes se colocó de forma fetal en su cama,  —  Pero fue divertido y placentero ¿Aún llevara la marca?

 

 (Dos semanas atrás)

 

 

 —  Ya es tarde,  necesito volver a mi casa.

 

 —  Yo también —  Hizo el intento por ponerse de pie pero Yves le detuvo.

 

—  ¿Cuándo nos vamos a volver a ver? —  Cuestionó el rubio con ojos brillosos

 

 —  No lo sé, siempre nos encontramos por casualidad, será hasta la próxima.

 

 —  Ahm… hasta entonces—  Yves respondió de forma desilusionada, se puso de pie dispuesto a marcharse cuando notó que Juliel le miraba fijamente  —  ¿Qué ocurre?

 

 —  ¿Yves… cuanto tiempo llevas viviendo en este reino…? —  Interrogó de forma seria.

 

 —  Toda mi vida ¿Por qué?

 

 —  Por nada, es sólo que  nunca te había visto.

 

 —  Estoy seguro de que si lo habías hecho sólo que eres muy despistado… —  Dio un ligero empujón a Juliel y este se recostó de nuevo en el suelo sin entender que sucedía, el oji-verde, con movimientos ligeros se colocó encima del oji-gris, ocasionando "cierta fricción" en "ciertas partes semejantes" el pelinegro sintió una corriente eléctrica ante el acto, el rubio sin darle tiempo a reaccionar, colocó sus labios en su cuello y succionó dejando una marca muy visible, Juliel le empujó y Yves sonrió por la reacción del oji-gris… —  Juliel  con estas ropas que vez soy la sombra del príncipe.

 

Después de esto se levanto a toda prisa y hecho a correr con las mejillas completamente rojas, Juliel, permanecía recostado, petrificado, por la reacción de su cuerpo y las palabras de Yves.

 

—  Maldito depravado —  Un grito fue lo único que se le ocurrió para sacar su coraje —  eres un maldito —  y sus facciones cambiaban poco a poco…— un maldito desviado que conoce al príncipe. Su mente comenzó a trabajar rápido, con las simples palabras del rubio, Juliel había comenzado a hacer un nuevo plan y como siempre dejaba en segundo plano esos incidentes que se convertían en las indirectas de Yves, al parecer esa "nueva amistad" le iba a servir de mucho y  por fin se coloco de pie, a la horilla del lago, y en el agua su reflejo, el reflejo del hombre que vengaría a David Thibaut

 

.*.

 

La mucama de Yves tocó a la puerta, una, dos, tres veces y este no contestó, si estuviese durmiendo ya le habría gritado para que se fuera y le dejara dormir un rato más, además… el rubio no acostumbraba a dormir tan tarde, con algo de temor se adentró en la habitación, la cama desecha, la ropa fina regada por el suelo y en el tocador esa "maldita bolsa" que mantenía la ropa de los plebeyos, la mucama cerró los puños, todo el cuerpo le temblaba por la ira…

 

 —  Se volvió a escapar…, ese maldito idiota se voltio a escapar…. —  Abría que pensar en un plan para cubrir al idiota hasta que regresara…

 

.*.

 

Juliel tenia que reconocer que el reino era hermoso, los bosques inundados de flores y pasto verde, la gente en su mayoría agradable, las construcciones medievales para ese entonces demasiado actuales, y sobre todo, el lugar más hermoso y cuidado de todo, grandes echarías más arriba que el superficie de la tierra, el palacio principal y sus alrededores arriba de una pequeña colina, a Juliel no le convenía exhibirse por esos lugares, así que los frecuentaba pocas veces, esta era una de esas ocasiones; caminó por la puerta principal adentrándose a ese lugar casi mágico, mágico pero solitario… casi nadie en el lugar, el ojigris bufó por lo bajo, el hecho de que no hubiese mucha gente dificultaría su búsqueda.

 

Preguntar directamente por el príncipe era una locura, hasta el mismo lo comprendía, pero no había forma de encontrar al rubio para que este pudiera llevarlo con el príncipe, de otra manera ¿Qué le diría al rey? ¿Preguntaría dónde vivía Yves para ir por él y pedirle que los presentara?, miró hacia el cielo de forma casada. Sería mejor volver al pueblo, el día estaba nublado y parecía que llovería en cualquier momento… ya habría otra oportunidad para volver.

 

 

 

 —  Hombre falto de palabra —  Juliel se puso de pie, volteó para todos lados en busca del dueño de esa voz burlona;  algo cerca, un chico montado en un caballo de la realeza, la imagen algo cómica, pues a pesar de llevar un corcel de raza pura, el joven rubio vestía con pantalones cortos, zapatillas gastadas y una blusa blanca con costuras demasiado visibles.

 

 —  ¡Yves!

 

 —  ¿Por qué no fuiste a buscarme? —  Bajó del caballo con singular gracia y se acercó de amenazadora hacia el pelinegro

 

 —  Las referencias que me diste no eran muy claras… pretendías que entrara al castillo y exigiera verte…  —  Ni por un momento se dejaría intimidar por ese chico.

 

—  ¿Referencias? No recuerdo haber dicho ningún acertijo y de hecho fui muy claro, te dije: “búscame en el castillo” —  señalo hacia el fondo, el terreno era demasiado grande, aun había una considerable distancia para poder llegar al palacio —  Si hubieses entrado al castillo preguntando por mi seguro que me avisaban…

 

 —  No mencionaste nunca eso…

 

 —  Fue lo que trate de decirte  pero… —  Una sonrisa resignada —  bien, ya no importa y  por cierto ¿Qué estas haciendo en estos lugares?

 

 —  Vine a buscarte  —  sus palabras eran sinceras —  Pero como no sabia en donde buscarte y ya me iba.

 

 —  ¿Y a donde ibas?

 

 —  A mi casa, por supuesto…

 

  —  ¿Y que ibas a hacer al llegar a tu casa?

 

 —  ¿Por qué preguntas tantas cosas?

 

 —  Quiero ir al pueblo… contigo —  El sonrojo del más bajo paso desapercibido para el Pelinegro —  ¿Puedo hacerlo?

 

 —  Esta bien, mi caballo esta allá —  Estiró el brazo y señaló afuera de las enormes bardas y la gran puerta de entrada —  Si no llevas prisa podemos ir por él.

 

 —  Sube a mi caballo para que no camines tanto… —  Mientras decía esto, el rubio subió a su caballo con la misma maestría con la que había bajado, Juliel se dio cuenta de que montaba demasiado bien —

 

 —  No gracias —  Después de todo no había olvidado el incidente de la última vez que se vieron… —  no me arriesgo. "Tal vez es el mandadero del príncipe"

 

 —  Como tú quieras… —  al parecer la pequeña travesura no le había desagradado tanto como para dejarle de hablar,  iba por buen camino… —  el que va a caminar eres tú.

 

.*.

 

 —  Lo siento sé que debí cuidarlo pero.  —  La chica trato de defenderse, después de todo, para su juicio, ella no tenia la culpa —  sólo descuide su puerta unos minutos y cuando regrese ya no estaba en su habitación…

 

 —  ¿Qué dices? —  La mucama más antigua del palacio se acercó hacia la joven y le soltó una bofetada —  Si el rey se llega a enterar que el príncipe salió a pesar de que se lo prohibió, se enojara con todos…

 

 —  Podemos encubrirlo como otras veces —  Esperaba que la mujer mayor le ayudara pero al parecer había sido una mala idea contarle del nuevo escape del príncipe.

 

—  Pero si lo descubre  yo negare que ya lo sabia ¿Entiendes? —  Seguro que el rey lo descubriría, ya le había dicho una noche antes de la cena que había organizado con algunos de los grandes del reino.

 

.*.

 

 —  Yves, no lo puedo creer… pensé que bajarías al pueblo por algo más serio —  Juliel mantenía la mirada fija en el alegre Yves, jamás pensó que tuviese esa actitud tan infantil... —  Oye  y tú  ¿no trabajas?

 

 —  ¿Trabajar con quien crees tú que…? —  Por fin entendió hasta donde llegaba la ingenuidad de su nuevo amigo… —  Ah… claro… yo trabajo…sólo que hoy no había nada importante que hacer…

 

 —  ¿En el palacio? —  Cuestiono Juliel un poco más interesado en el tema… debía de averiguar porque de su cercanía con el príncipe…. —  ¿De que?

 

 —  De nada importante… —  dijo mientras soltaba las riendas del caballo y tomaba entre sus manos una bolsa que colgaba del cuello del animal —  ¿No quieres?

 

Juliel miró a Yves estirar una bolsa con manzanas cubiertas en caramelo,  podía sentir el dulce sabor en sus labios, ese sabor que tanto adoraba.

 

 —  No gracias… —  El mismo se sorprendió al rechazarlas —

 

 —  ¿Por qué no? —  Interrogó ofendido, el rubio.

 

 —  Por que… tú bajaste en tu día libre al pueblo para comprar caramelos y yo puedo compáralas en cualquier ocasión…es mejor que las disfrutes.

 

 —  No, tómala —  con un trozo de papel tomo una de las manzanas y la coloco enfrente del rostro de Juliel este sólo sonrió y tomó entre su manos la manzana…

 

 —  Gracias… —  el caminar de los caballos era lento, muy lento, cuando llegaron al centro del pueblo Juliel sonrió de forma amistosa al rubio —  Bien creo que aquí nos separamos…

 

 —  ¿Por qué?

 

 —  Yo vivo para el lado contrario…

 

 —  Yo… quiero conocer tu casa.

 

 —  Pero  —  No había motivos para negarse —  Esta bien.

 

El resto del camino fueron en silencio, Juliel comenzaba a sentirse incomodo, sentía que estaba intimando de más y Yves regocijante de alegría, algo que pensó que nunca podría pasar estaba volviéndose realidad, estaba convirtiéndose en el amigo de Juliel Thibaut, el chico del que hacia más de un año se había enamorado, el chico que siempre rondaba la casa de Emile.

 Yves nunca creyó que al defenderle ese día, de los guardias que le habían atrapado daría como resultado esta "amistad"

 

.*.

 

 —  Miriam… has saber a mi hijo de la cena que se celebrara esta noche y encárgate de que este listo a tiempo… —  La chica estaba temblando, no sólo por miedo a que el rey se enterase de que Jean no estaba, si no que la simple presencia de ese hombre provocaba temor… después del deceso de la reina, el gran Jean — Philippe se había vuelto más despiadado…

 

 —  Como usted ordene su majestad… —  Así como entro en la habitación de rey, salió, con pasos leves y silenciosos… se dirigió hacia la habitación del príncipe, simulando que obedecía las ordenas, una vez adentro se soltó a llorar, no llevaba ni tres días con ese trabajo y ya estaba en semejante problema;  recordó el destino del pobre Carlos, antiguo sirviente de Jean, el príncipe desobedeció a su padre y el rey se desquito con él… ahora él viejo ya estaba muerto ¿Seria ese su mismo destino?

 

.*.

 

 —  Bien,  este es mi hogar… —  Una bonita fachada y una sonrisa en el rostro de Juliel fueron suficientes para que el rubio amara ese lugar.  Juliel bajó de su caballo y comenzó a camina hacia su pequeña caballeriza —  Ven a dejar tu caballo aquí, estará seguro.

 

 —  No, yo sólo quería conocer tu casa, ahora tengo que irme.

 

 —  Sólo te presento a mi madre, te puedes después si así lo deseas.

 

—  Lo agradezco, pero en verdad necesito irme —  nadie le había reconocido en la plaza del pueblo, pero no le gustaría arriesgarse en la casa de Juliel, que él oji-gris descubriera quien era, por cuenta propia —  Es tarde — Los pasos de un caballo a las unos metros alejados hicieron que tanto Juliel como Yves giraran su mirada, en caballo café, un chico con ropas finas y de buen gusto, ojos azules y su cabello azabache más oscuro que el de Juliel, el rubio le miró petrificado, a ese chico él.

 

 

 

 —  ¡Tevas!  —  Juliel soltó las riendas de su caballo, y corrió a recibir al recién llegado, Yves se sintió ignorado pero en esos momentos, era lo mejor. Con la cabeza agachada hizo andar a su caballo para salir del lugar, Juliel notó las intenciones del rubio —  ¡¡¡Yves!!! Ven; quiero presentarte a mi amigo Tevas.

 

 —  ¿Yves? —  Cuestionó en voz baja el recién llegado y su mente comenzó trabajar, “Yves” él no podía ser Yves, por que en todo el reino sólo había un Yves, y nucas vestiría como ese ¿Plebeyo?

 

 —  Yo  —  el rubio no encontraba motivos para negarse, no podía formular una excusa coherente para alejarse, además tenía curiosidad ¿Por qué Juliel conocía a Tevas?

 

Juliel se acercó sigilosamente hacia el caballo del ojiverde y le pateo, provocando que el animal soltara un tremendo relinchido y se pusiera en dos patas, ante el acto el ojiverde callo al suelo, el golpe no debía de ser muy duro, Juliel lo sabia, él había caído de su caballo muchas veces en ese mismo lugar. Tevas bajó de su caballo al ver la acción tan idiota de su amigo, Juliel estaba frente al rubio, y este le dirigía una mirada de odio y rencor…

 

 —  ¡Idiota! ¿Por qué lo hiciste? —  Tevas se acercó más a los dos chicos y cuando el ojiverde se puso de pie y comenzó a ofender al ojigris, Tevas ya estaba junto a ellos.

 

 —  Yves  —  La cara del rubio demostraba asombro al ser nombrado su nombre.

 

 — Tevas… —  Por otra parte la cara ojiazul daba a entender que estaba enojado de sobremanera.

 

 —  ¿Se conocen? —  Cuestiono Juliel…

 

 —  ¡IDIOTA! ¿QUIÉN NO LE CONOCE? —  Dijeron los dos al unísono…

 

 —  ¿Por qué tanto ruido? — alió una mujer de edad avanzada al escuchar voces y relinchidos de caballos fuera de su casa.

 

 —  Lo siento si te hemos despertado madre… es  —  lo primero que vio fue a su hijo mirando de forma estañada a Tevas, el amigo que a pesar de "decir" que había cambiado no terminaba de convencerla y por otro lado, un chico con ropas humildes, la mujer lo miró más detenidamente, rubio, ojos verdes y esa cara, tan igual a la de la madre, la anciana quedo despavorida…las manos le temblaron y sus ojos se hicieron brillos por las lágrimas recién acumuladas, se acercó hacia donde los tres chicos estaban, los cuales aún le miraban raro, la mujer se acercaba lo más rápido que sus pasos cansados se lo permitían y una vez cerca, se inclino con respeto y devoción —

 

 —  ¡Sea bien recibido en esta casa su majestad! —  La mujer se inclinó ante el rubio, este la odio como nunca creyó odiar a nadie, le acababa de delatar… —

 

 —  ¿Su majestad? —  Interrogó Juliel, trababa de engañarse y fingir que no entendía nada… pero estaba más que claro, Yves le había…

 

 —  Jean-Yves ¿Qué estas buscando en estos lugares…? —  Sí después de todo síi era el Yves que Tevas consocia  —  ¿Qué con esta familia?

 

 —  Tevas sin apellido —  Nombro Yves con desprecio —  No te importa, no te metas en lo que no te importa…

 

Su caballo quedaba muy lejos, así que tomó las riendas del primero que encontró y lo monto, era el caballo de Tevas éste corrió hacia donde estaba el corcel negro de Juliel y también lo monto.

 

La madre no entendió nada, aun permanecía hincada en el suelo, Juliel la tomó de los brazos y le ayudo a levantarse, su mente estaba perdida.

 

 —  "Tevas conoce a Yves, Yves es el príncipe "  —  Tan enfrascado en sus pensamientos que no notó lo de su preciado caballo.

 

 .*.

 

Yves sólo tenía que llegar al palacio, antes de que ese idiota de Tevas le diera alcance.

 

Tevas sólo tenía que darle alcance, para interrogarlo y tal vez, después… matarlo.

 

♥ ¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare «´¯`·.¸¸. °¤ ♥

 

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«.·°·.*.' Continuará‘.*.·°·. »
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