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YERRO por Doki Amare Peccavi

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  Cap. 9: Túnel del tiempo I

 

Thierry atravesaba el bosque, el andar de su caballo era lento y la luz que apenas se filtraba por entre las altas ramas de los árboles hacía de su paseo una delicia enigmática, sus sentidos eran excesivamente finos; así tenían que ser, por eso cuando el murmullo de voces se mezcló con el canto de algunas aves, Thierry se colocó en guardia, rebuscó con el movimiento de sus ojos y sin cambiar su posición tranquila el lugar en dónde prevenía todo ese ruido. ¿Reconocía las voces? Una sonrisa surcó sus labios mientras iba acercándose cada vez más, uno de los caballos lo reconoció al instante, guió al caballo para rodear algunos arbustos y ahí les encontró. Tevas y aquel idiota discutiendo, raro era que no estuviese acompañado de su escolta, era una gran oportunidad y estaba seguro que así otra no se presentaría jamás.

 

.*.

 

Por décima vez escucho el llamado a su puerta, la sirvienta fuera de la habitación esperó a que su señor se tomara su tiempo, en la recamara el amo menor despertó con real tranquilidad, ahí, acostado en la elegante cama podía ver al sol en todo su esplendor, bufó por lo bajo, la noche anterior se había propuesto levantarse temprano para buscar a su amigo, ahora ya muy tarde para tomar el desayuno con él. Con desgane se sentó a la orilla de su cama, estiró su cuerpo cansado, un bostezo sencillo, el costado de sus manos tratando de ahuyentar lo que aun quedaba de sueño, mientras un nuevo bostezo salía. Con las manos en las rodillas se ayudó a ponerse de pie, lo intentó pero una punzada en su espalda le hizo caer al suelo, reposó por segundos quejándose entre dientes, de pie, lentamente, llegó a la puerta y la mujer anciana con el cuerpo fuerte le miró expectante.

 

— Usted perdone pero ayer dio la indicación de que se le despertase temprano y… pues ya varias mucamas lo han intentado pero…

 

— Sí, sí, está bien, estoy despierto — La mujer mayor sonrió, ese Emile siempre comportándose de la misma forma.

 

— Puede tomar su baño cuando guste, también almorzar, todo ya esta listo, para cuando usted lo decida.

 

— Primero el baño, el almuerzo, quiero algo ligero, hoy iré a visitar a Jean.

 

— Como usted diga…— Una inclinación y la mujer se marchó, Emile dejó de recargarse en la puerta por segundos y el dolor en su espalda regreso de nuevo.

 

— ¡No hoy!— El dolor insoportable no le permitía caminar tan estéticamente, ni mantener aquellas poses tan exquisitas, dolores y maldiciones, simplemente el resultado de un retorno no tan placentero, no tan cómodo.

 

 

.*.

 

— Muy buen día — Saludó en reverencia a la mujer mayor, la madre de Juliel.

 

— Ah mi niña hermosa, justamente ahora hablábamos de ti…— abrió la puerta a la jovencita y con un ligero toque en su hombro indicó a la joven que se adentrara — ¡Juliel, date prisa, mira quién ha venido a verte!

 

Dentro de la cocina, el oji-gris se estremeció, tenía visitas, podría ser que… dejó sus alimentos casi intactos, corriendo paso por los mismos lugares que su madre momentos atrás, su caminar era veloz; en segundos estuvo al lado mujer mayor, frente a su prometida.

 

— Karolann ¿Qué haces aquí?— La brusquedad de las palabras desconcertaron a la madre, preocuparon a la joven.

 

— Lo siento, ¿soy inoportuna? no quise serlo— Se disculpó apenada y  retrocedió algunos pasos dispuesta a salir del hogar de su amante.

 

— Juliel — Le llamó inconforme su madre, el joven cayó en su inapropiado comentario.

 

— Perdón Karolann, no fue mi intensión ofenderte — Juliel tomó con cuidado una de las manos de la chica y tras un ligero ademán a su madre salió con su prometida. — ocurre que te imaginaba con tu madre, ayer lo habías dicho y hoy pensé estarían todo el día fuera.

 

— Pero no estás molesto porque he venido sin avisar, ¿O si?

 

— Para nada, no pienses eso nunca— Ambos sonrieron y el moreno dio un abrazo a la chica, aferrando su cuerpo delgado entre sus brazos.

 

— ¡Ah, Juliel! Me ha mandado mi madre sólo a preguntarte ¿Cuál es el color predilecto de tu madre?

 

— ¿De que hablas?

 

— Es un secreto, pero mi madre quiere regalarle un vestido, no sabe de que color seria el adecuado— Juliel iba a protestar, la chica se lo impidió — No te niegues, es sólo un presente que mi familia quiere hacerle a tu madre, es que es tan buena y ahora que a mi padre le ha estado bien en la cosecha quiere dar a tu madre un poco de lo que ella nos ha brindado.

 

— Sabes que no tienen por qué preocuparse, no es necesario que…

 

—  Por favor, deja que mis padres le han ese pequeño presente. — Ella se removió entre los brazos de Juliel y levantó la mirada para hechizarle completamente.

 

 —Verde — Dijo con fingida seriedad el Juliel. Ella sonrió.

 

— Verde, entonces — Karolann tenía las manos atrapadas entre el cuerpo de ambos,  sonrojada pensaba en sus palabras — El verde combinará tan hermoso con sus ojos, son bonitos, tan bonitos como los de mi Juliel te amo. — Juliel le miro atónito, nunca antes su prometida le había hecho un halago, de pronto se comportaba más cariñosa, el oji-gris sonrió, sus dudas por un momento se olvidaron, abrazó a la joven y le beso, con ternura, con ansias, con pasión, sonrojada, Karolann correspondió sólo por segundos, después, desprendiéndose de Juliel, terminó con el beso.

 

 

.*.

 

Se arrepentía de haber tomado ese camino, el trotar del caballo hacía estragos a su espada. En buena decisión suya había optado por buscar a Yves en ese estado. No soportaría ser llevado por uno de los sirvientes pero ir solo en las veredas del bosque, resultaba casi un acto absurdo. A pesar de estar con el pecho pegado al lobo del caballo, abrazado al cuello de este, no podía evitar lanzar uno que otro gemido de dolor.

 

Era una suerte que su corcel fuese mucho más educado que algunas personas… que la mayoría. No era necesario tirar de las riendas porque el caballo elegante le obedecía con el palpar de sus manos sobre el cuello grueso y musculoso del corcel, poco a poco, el viento tocando sus cabellos y el aroma fresco de los árboles y arbustos relajó a Emil en aquel intenso sufrir. Cuanto le arrullaba, Emil completamente despistado sin mirar al frente… sin mirar a ningún lado.  

 

— Cual mocoso aprendiendo a montar — Emile escuchó esa frase, reconoció la voz enseguida, abrió los ojos de golpe, no podía ser ¡No él en ese instante!— Vaya has vuelto, un poco menos hombre, pero has vuelto… — Emile miró hacia ambos lados, a no más de tres metro se encontraba aquel pelinegro, aquel peligroso conocido, con dificultad y una mueca de dolor, logró erguirse pero para el chico de cabello azabache nada pasaba desapercibido. — Mi estimado Señor Emile, ¿Es que le duele algo? —  Aun en caballo, trató de acercarse más al castaño, este en corcel, trataba de alejarse, muy claro tenia que una pelea no era conveniente, no en su actual condición.

 

— Vete Tevas, no tengo ganas de ver tu rostro, es tan desgastarte regresar de un viaje tan largo y encontrarte.

 

 — ¿Desgastarte o atemorizarte?— Ligeros movimientos, la distancia entre los dos se acortó

 

— ¡Te he dicho que de humor no me encuentro!— Emile trató de hablar con voz calmada, ya el dolor incrementaba, casi imposible mantener esa erguida posición— Se un buen plebeyo y hazte a un lado, déjame pasar. — Ya le extrañaba a Tevas que aquel fatuo castaño no hablara de posiciones…

 

— Miedoso, el viaje te ha cambiado, ahora tan poco hombre como Jean.

 

— ¡No, a él no le menciones, no está presente, no es de hombre hablar de los ausentes!

 

— Defendiendo de nuevo a tu amigo, al cobarde que ahora esta apoltronado en el palacio.

 

 — Imbécil, farfullas los tuyos, ¿No tienes nada mejor que hacer?

 

 — Uh enojado ¿Tan temprano?

 

 — Maldito, déjate de tonterías, déjame pasar que tengo prisa.

 

— Sólo por esta vez te dejaré pasar — Una risa fingida, tenia que aceptar que él tampoco estaba de humor para pelear, pero era la única forma de desquitar el coraje que se cargaba por Juliel…— Sólo porque es necesario que vallas con Jean para besarle los pies, por todo el tiempo que no se vieron.

 

 Aquel fingido tono de comprensión terminó por fastidiar a Emil. ¿Cómo se atrevía siquiera a dirigirle la palabra con la cabeza en alto? Emile era rápido, sobre todo cuando el enojo invadía su cuerpo. Retiró el broche de oro que sostenía su capa a  los hombros y en un movimiento preciso y fuerte arrojó el broche a uno de los ojos de Tevas. Sonrió triunfante, echando el dolor debajo de su orgullo hizo un movimiento estético para echar a andar su caballo.

 

— ¡Eres un maldito cobrarte! — Gritó Tevas con la marca del dije en su parpado. Sólo fue cuestión de segundos el tiempo que tomó al moreno decidirse para ir detrás de Emile; tiempo escaso, los caballos quedaron uno a la par del otro y con un movimiento certero de Tevas, el castaño terminó cayendo de forma estrepitosa en el suelo.

 

.*.

 

El desayuno con su madre, después de la visita de su prometida, fue bastante tranquilo, terminaron el desayuno y Juliel prometió volver de «algún lugar» antes del atardecer, tomó su gabán de la rendija del ventanal roto y a lo lejos, por los pastizales en los que su corcel se alimentaba, se miraba una silueta delgada acercarse hacia su hogar.   

 

— Juliel — Se escuchó fuerte, fuera de la casa. — ¡Juliel!

 

— Madre — Llamó asustado el oji-gris pero en ese mismo momento hizo una mueca para que la mujer no se acercase a la puerta. —

 

 

— ¡¡¡¡Madre…!!!— El chico miró con temor a su madre…

 

 — ¡Juliel, soy yo, Yves! — La madre miró al su hijo con severidad. —

 

— No habrá, por favor. — Pero no había poder ni suplica que hiciese a aquella mujer ir en contra de las establecidas normas. — Madre...

 

— El príncipe ¿Cierto? Por dios Juliel, dime ¿En qué te has metido? — Cada vez más alterada ella, temblaban tanto sus manos en aquel momento— Te dije que dejaras lo te tu venganza, te dije que lo olvidaras pero no me hiciste caso, ahora te vienen a buscar…

 

— No es nada de eso, no mucho, madre por favor no habrás.

 

— ¿No es nada malo?— su hijo negó— Entonces no tienes por qué esconderte, demuéstrame que no has hecho nada malo, enfrentarlo…

 

— No, no quiero.

 

— Bien yo iré— Su fuerza fue suficiente para apartar a Juliel de la puerta y abrir con una mirada suplicante la imagen del delgado joven parado en harapos frente a su puerta.

 

 — « ¿Por qué le temo tanto? No sé por qué le temo, pero necesito estar alejado de Yves»

 

La madre hizo una inclinación al jovencito.

Juliel, con una mirada incrédula le observó detalladamente. ¿Ese remedio chusco de hombre sería el rey?

 

 — Buenos días tengan ustedes— Una sutil reverencia y saludó el principito, el cabello rubio terminó por cubrir su rostro; en el camino había ensayado su presentación, para impresionar a Juliel con sus buenos modales y de paso a la madre, si era que la anciana estaba presente.

 

Juliel comenzó a reír, sin saludar siquiera, tan estridente su risa que su madre, apenada, golpeó con un movimiento de su brazo, en el estómago de Juliel.

 

— Dije buenos días— El rubio no dejó su posición inclinada, sólo levanto la vista, Juliel seguía riendo, la madre comenzaba a hacerlo— Pero que maleducado que eres… — Yves olvida la reverencia, miró a Juliel con enojo, su ceño fruncido y la madre cayó en la grosería que su hijo cometía.

 

— Su majestad, perdone a mi hijo — la mujer empujó sin cuidado al oji-gris — Perdone sus malos modales y sea bien. — La mujer a punto de arrodillarse ante el rubio, Yves se lo impidió y le sonrió de forma exageradamente tierna…

 

— No señora, por favor no se arrodille, no lo me gusta, y no lo merezco…— Fue entonces que Juliel dejó de reír y prestó atención a lo que su madre y el príncipe decían.

 

— Pero…— El temor se reflejaba en sus ojos, el príncipe le estaba tocando, le impedía que se arrodillase…

 

 

— Olvide mi nombre, hoy sólo soy el amigo de su hijo — La mujer se sorprendió, jamás pensó que alguien de la realeza se comportara de esa manera, jamás creyó que el hijo de Jean-Philippe pudiese ser tan hermoso, por dentro y por fuera.

 

.*.

 

 Tevas aun en su caballo miraba con superioridad al chico de los ahora alborotados cabellos castaño, Emile ni siquiera se atrevía a mirarle, no se atrevía levantar la vista, su orgullo por los suelos, sin siquiera haber comenzado a pelear Tevas le había derrotado, mientras él, aceptándolo, huía como un cobarde.

 

 

— ¿En qué momento tu apellido y tu vanidad vendrán a ayudarte? – Tevas bajó del caballo— ¿Ya lo vez Emile no eres nada? No eras más que el sucesor del lame-botas del Rey.

 

— Idiota— De repente ese comentario le recordaba la peor de sus, hasta el momento, peores peleas con Tevas.

 

~**~ Les memoires du Emile ~**~

 

Emile y Jean siempre estuvieron juntos.

 

— Jean ¿Por qué tenemos que ir caminando?— Era un adolecente hermoso, amado por todos; uno que revivía las esperanza de los mayores.

— Porque aún no domino a eso caballos…

 

 — ¿Y la carroza?

 

 — Emile… no me gustan las carrozas.

 

 — Ohhh… que aburrido, no me gusta caminar tanto Jean…

 

— Anda, no te quejes que es divertido…

 

— Sí mucho— Dijo con algo de sarcasmo Emile — Jean ¿A dónde vamos?

 

— Al pueblo.

 

— ¡Al pueblo!, no podemos ir caminando y mucho menos solos ¿Te imaginas que tipo de gente andará por ahí?

 

— No peor que la que en el palacio habita, ¡Anda!, no te quejes.

 

— Pero…

 

— ¡No te quejes! Debes de cumplir todos los antojos y gustos de la doncella que te acompaña.

 

— ¡Tevas!— El castaño gritó mientras fruncía el ceño, el pequeño príncipe sólo evitó mirarle, con tranquilidad viró su rostro hacia otro lado.— ¡Retráctate de lo que has dicho

 

— ¿Retractarme por qué? Es la verdad

 

— ¡Tú no puedes hablarle así!

 

— ¿Por qué no? Dime ¿Por qué no puedo?

 

— Porque le debes respeto— Aquella delicadeza para con Tevas, Emile la fue perdiendo al pasar de los años, las explicación, en algún momento habían dejado de servir. — Porque será nuestro Rey.

 

 

— Ni a él ni a su padre le debo una pizca de respeto— Jean jaló del brazo de Emile, le indicó que era tiempo de marcharse, el castaño pudo hacerle caso, pero era orgulloso, alejarse en ese momento era aceptar lo que Tevas decía…

 

— Pero que rencoroso eres Tevas, odias a todos por tu suerte de perro, odias a todo por que tu padre resulto ser basura que quita el apellido a sus hijos, bueno, con un hijo como tú, yo no dudaría en hacer lo que él hizo…

 

— ¡Cállate niño tonto, tú no sabes nada…!

 

— Y no me interesa saberlo— Emile comenzaba a hacerse de una personalidad, una sonrisa burlesca para el ojiazul que con odio tenue y sugestivo — No me interesa saber las penas que tu desgraciada alma lleva en marca hacia dios… ni los motivos que tuvo el hombre que ahora recoge los desechos de los caballos…

 

— No digas tonterías — Tevas se quejó con los ojos abiertos.

 

— No le digas Emile — Dijo en susurro el príncipe.  

 

— Pero que error tan grande he cometido, te dije algo que no tenia que decirte, a decir verdad — Cubrió con sus dedos delgados los labios rosados y sonrió con verdadera mofa a Tevas. — Comienzas a darme lastima.

 

— Lastima ¿Por qué? estamos casi en la misma condición…

 

— Jamás Cheri.  

 

— Nuestros padres son iguales.

 

— Ni en tus pensamientos más delirantes, tu padre no es más que un pobre diablo que va tras los desechos de los caballos.

 

—…y el tuyo no hace más que ir por los desechos del rey. — En algún momento se le indicó a Emile que debía proteger, ante todo, dos cosas; El nombre del Rey y su propio apellido.

 

 — Idiota— Una mirada furiosa por parte de los dos, el rubio algo alejado, dándoles la espalda, mientras apretaba sus puños, de nuevo esos dos peleando y él nada que podía hacer…

 

— Iluso… que lastima me— La frase cortada, el primer golpe no se hizo esperar, por pura suerte, Emile terminó de arribar sobre Tevas y a puño cerrado, con sus parpados cerrados, arrojó golpes y blasfemias al moreno.

 

Yves, a la lejanía, miró toda la escena. Fue sólo cuestión de segundo para que el ojiazul se repusiera de sus golpes, por aquel entonces, un cuerpo estaba mucho más desarrollado que el otro, Tevas con Diecisiete años, Emile con catorce, gran diferencia de tamaños, y hasta ese momento, siempre el mismo resultado fue.

 

Emile con el rostro hinchado, sangrando y con el orgullo roto, Tevas, con su labio partido y la ropa desarreglada, Jean, con los ojos llorosos, mientras veía a su único amigo tragándose el dolor y evitando llorar…

 

~**~ C'est fini~**~

 

 

— Emile, Emile, cuida tu vocabulario— Tevas lo supo, ahora el momento idóneo para descargar su coraje, un sólo movimiento y los ojos de Emile se abrieron de sobremanera.

 

 

Tevas continuó con el agresivo ataque y por más que el ojimiel lo intentó, por más que se esforzó, no pudo contener el grito de dolor al recibir las patadas de Tevas en su estomago, a unos cuantos metro de ahí. Thierry observaba aquel salvaje acto, Thierry disfrutaba de ver sufrir a los tipos relacionados con el rey y hoy en especial, disfrutaba al saber que el que estaba siendo maltratado era Emile.

 

 — Emile, eres el ser más despreciable sobre la tierra, el más patético y grotesco— Tevas paró por un momento sus golpes— Se lo que piensa Jean sobre los sirvientes del plació, y sabes que, he llegado a la concluyan de que tú eres peor que ellos, tú siempre complaciendo a Jean, tú siempre atrás de él, tú siempre defendiéndole arriesgando el rostro que tanto te enorgullece por él…

 

 — Tú Tevas me das pena— Apenas susurro audible, el su cuerpo sin aire…

 

 — No intentes sonar interesante, estas acabado, estas acabado una vez más por ser el perro fiel de Jean—Yves…

 

 — ¿Perro fiel…? Los tuyos sólo… sólo saben de bestias— Aun en el dolor Emile sonreía, por que Tevas nunca comprendió nada — El poder y el dinero nada… ti…e…nen que ver. ¡Ahhh! — Aquella fue la patada que se clavó directo en su columna. — Idiota… Yves es mi amigo.

 

Y Emile no pudo decir nada…, una daga en su estómago le hizo callar.

 

 

.*.

 

Sentados alrededor de la mesa, el príncipe comía una gran rebanada con pan endulzado a fruta y un gran baso de leche de cabra, la mujer le miraba impresionada, le miraba con dulzura y algo de temor.

 

Parado en el marco de la cocina, Juliel no despegó en ningún momento la mirada del cuerpo pequeño. Eran exagerados sus gestos, sus movimientos y el acento que trascendía a otro estatus social.

 

— Señora, este pan está muy rico.

 

— ¿En serio su majestad?— Cuestionó emocionada la señora, era un verdadero cumplido que alguien como el alabara su comida, Yves fingía fingir ser bueno, la única verdad, que el rubio estaba tan placido ahí que tuvo que esforzarse muy poco por disfrutar de cada sabor y detalle.

 

 

 

♥ ¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare Peccavi «´¯`·.¸¸. °¤ ♥

 

 

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«.·°·.*.' Continuara‘.*.·°·. »
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Tardé demasiado en actualizar este Fic, espero que no se haya ido el hilo de la historia, disfruten y nos leemos en el siguiente capitulo ♥ Doki. 

 

 


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