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YERRO por Doki Amare Peccavi

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Cap. 2:  El príncipe

 

Juliel caminando por el pueblo lentamente se dirigió hacia el bosque, en ocasiones, cuando se sentía presionado, preocupado o simplemente necesitaba despejar su mente y estar solo, caminaba por aquellos lugares, no es que le desagradara la compañía de Karolann, tampoco la de su madre, pero según sus palabras: "Había cosas que las mujeres no podían comprender".  El ruido de los casquillos de un caballo lo sacó de sus pensamientos, cualquiera que tuviera el valor para pasear en el bosque a caballo debía de ser o un guardia o algún ladrón, trepó a un árbol sin pensarlo dos veces pues fuese cual fuese el caso, él saldría perdiendo si se los topaba. Una vez arriba, en la rama del roble viejo, enfocó su mirada hacia abajo, su respiración trató leve, el ruido cada vez era más cercano… cierto temor le invadió, aun así trató de demostrarse a si mismo que sólo se escondía porque no quería tener problemas y no porque le intimidaran.

 

Un hombre en caballo que le pareció conocido, conocía a algunos de los guardias y a casi todos los ladrones de la zona pero ese hombre, algo extraño en esa persona.., cuando el sujeto en caballo, ajeno a la presencia de Juliel, se acercó más al roble, el oji gris, en un movimiento tonto, se acercó más a la punta de la rama del  árbol viejo para poder observar la cara del otro hombre… un crujir de las ramas y dos quejidos, el caballo demasiado sobresaltado corrió dejando a su amo tirado en el suelo, sirviendo de almohadón para el que acababa de caer del árbol.

 

— No me dejas respirar, te ordeno que levantes.

 

— Perdone usted— Dijo Juliel con un toque de burla en su voz al notar de quien se trataba — "señorito" pero aquí se está muy a gusto…

 

La cara de Yves se tiñó de colores, pasó de un ligero carmín a un intenso morado, Juliel se recargó con más confianza, se vengaría por aquel incidente, sin saber ¿por qué? El pequeño rubio le comenzaba a caer bien, además, molestar al hijo del ministro que tenía la culpa de la muerte de su padre no era después de todo tan mala idea,

 

— Por favor, no me molesta que estés sobre mi pero… — Si el chico de ojos grises quería jugar, él se sabía mejores juegos— preferiría que fuese de otra manera…

 

— Usted...—Entonces Juliel se puso de pie, Yves soltó un suspiro en señal de alivio— Comenzaba a ser de mi agrado, pero viendo lo degenerado que es tendré que retractarme, con su permiso, llevo prisa.

 

— Espera…— El rubio sujetó del brazo a Juliel…— ¿Te intimido?

 

— Claro que no, no genera nada en mí,

 

— ahhh... — Yves sin despedirse dio media vuelta y caminó por el sendero desierto, Juliel le vio alejarse, repentinamente se viró, Juliel aun seguía observándole – ¡¡Espantaste a mi caballo, tendré que irme caminando y todo por tu culpa!!

 

— Le hará bien caminar, pero, tenga cuidado, por estos lugares los enemigos de su padre rondan, si le reconocen tendrá problemas…

 

— Bien, entonces... acompáñame

 

— No puedo, ya se lo dije tengo prisa —Esta vez fue Juliel quien se alejó sin mirar a tras aunque muriera de ganas por ver la cara que el rubio había puesto…

 

Yves siguió con la mirada los movimientos del mayor hasta verle desaparecer, bufó al saberse solo, no le temía a las palabras de Juliel pero en verdad odiaba caminar solo, el plació estaba muy lejos, le llevaría demasiado tiempo llegar, estaba hambriento, no había comido nada desde la tarde anterior, tenía sueño, y ahora el simple hecho de pensar en ir caminando hasta su hogar "SOLO" le hacía sentir un fuerte dolor de cabeza, junto al árbol, con ironía miró la rama rota que había ocasionado todo, se sentó en el suelo –no era prejuicioso con el suelo que ya había sido pisado por plebeyos – si su padre se enteraba que no había llegado a dormir seguramente mandaría a los guardias a buscarle, le encontrarían y le llevarían en carroza.  

 .*. 

 

— Su majestad, el príncipe no ha llegado…

 

— ¡Ese hijo mío…!

 

— ¿Quiere que salgamos a buscarle?

 

— No, seguramente está perdiendo el tiempo con cualquier tontería, cuando tenga frío y hambre volverá…

 

— Pero majestad el príncipe Jean…

 

— ¡No cuestiones mis órdenes…!— El retoño es su viva imagen, pensó el sirviente al recordar la forma en la que el príncipe le trataba tan igual a la de el rey— Nadie, absolutamente nadie ira a buscar a Jean… ¿Entiendes?

 

— Sí, majestad.

.*.  

 

— ¿Qué hace que hoy nos honres con tu real presencia Yves?

 

— Guarda silencio, no te dirijas así ante mí… debes guardarme respeto…

 

— ¿Porqué? Sólo eres un impúber engreído y fanfarrón…

 

— Tú eres más fanfarrón que yo, te escudas tras la ley de tu padre, eres pretencioso y además de eso, tienes cara de rana— Un golpe ligero sobre la mejilla de Yves por parte del chico de ojos miel y cabello castaño, por supuesto buen mozo.

 

— Veo que has aprendido a defenderte con esa lengua tan repugnante doncel— Yves odiaba esa palabra, odiaba que la gente que trabajaba con su padre le llamara de esa manera, le hacía parecer tan niño, y él ya hacía bastante tiempo que no lo era, la gente debería aprender eso…

 

— Odio que me llames de esa manera…

 

— Pero lo eres ¿cierto…? —Un golpe directo a la cara del castaño, el más alto ni se inmuto…— No has contestado, ¿Qué haces, por estos rumbos, solo…?

.*. 

 

— ¿El hijo del ministro…? ¿Simpático…?

 

— Realmente sólo lo he visto en dos ocasiones pero tengo una buena impresión de él ¿Porqué te sorprende...?

 

— Porque es aun más terco y engreído, que el príncipe Jean y vaya que su real alteza es difícil de tratar

 

— A mi no me lo pareció, tal vez un poco presuntuoso, no mucho, pero simpático al fin.

 

— ¿Estás defendiendo al hijo del ministro…?

 

— No soy de las personas que juzgan por los pecados o actos de los padres.

 

— Lo estas defendiendo. — afirmó Tebas el mejor amigo de Juliel.

 

— Claro que no, además todos nos comportamos de esa forma tan desidiosa a esa edad, son defectos de inocencia…

 

— ¿Inocencia? Juliel, la inocencia, a ese, se le fue hace mucho, se lleva a la cama a cuanta mujer se le pone en frente, se cree muy mayor y es repugnantemente vanidoso,

 

— ¿En verdad...?— eso era realmente imposible, su cara de ángel, ese cuerpo tan pequeño y poco masculino y su actitud tan insumisa no eran aptas de una persona así, y que decir de sus actos, esta vez si que se había llevado la sorpresa de su vida — No lo puedo creer…

 

.*.  

 

El hijo del ministro y Jean hijo del reyJean Philippe, aun con sus infantiles riñas eran buenos amigos, después de una inmensa discusión Jean y el hijo del ministro decidieron pasar la noche a la intemperie, platicando de las aventuras que el hijo del ministro tenía, no había ninguna chica del pueblo que se le resistiera aun sin saber su estatus, todos le dedicaban miradas de respecto.

 

♥ ¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare «´¯`·.¸¸. °¤ ♥

 

 

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«.·°·.*.' Continuara‘.*.·°·. »
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