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El vecino de al lado por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bueno, por fin después de mil años (vale tampoco ha sido un milenio pero >-<) actualizo. Lo siento un montón...dije que lo haría antes pero no he podido. He tenido últimamente urgencias médicas que tenían que ser atendidas y he estado de médicos, en urgencias y luego en rehabilitación. Ahora estoy en lo último terminando de recuperarme. Espero que sepáis perdonarme y me dejéis un review contándome lo que me odiáis y lo que os ha parecido el cap ^^

Bueno, me quedó bastante largo como los demás así que he decidido meter las siguientes escenas relevanes (como lo que está pasando mientras tanto en el piso de Law y Luffy xD) en el siguiente porque no quería que se hiciera tan pesado. 

Espero que os guste y me digáis lo que os ha parecido, es la primera vez que me aventuro con esta pareja de manera tan...¿sentimental? xD  o al menos a su manera claro está.

Bueno, no os molesto más, ¡Dentro cap!

-¿Trafalgar?

 

 

 

La puerta de la habitación ahora estaba cerrada, y la poca luz que había se había esfumado. A tientas, buscó el botón que encendía la pequeña lámpara de la mesita de Dadan, pero cuando encontró el botón no lo presionó. Si lo hacía, podría despertarla, y eso no lo quería. No quería ver su sufrimiento en los ojos, no quería ver esa sonrisa que se disculpaba por no ser más fuerte de salud, esa cara de esfuerzo por combatir contra algo tan poderoso como un cáncer.

 

 

Los pasos del moreno murieron al llegar al sillón donde estaba Kid y dejó en el suelo y a sus pies la caja.

 

 

-Killer-ya está abajo hablando con tus amigos.

 

 

Se miraron por unos instantes donde el silencio los ahogaba, los comprimía hasta hacerlos diminutos en aquella sala blanca que parecía querer borrar el color a todos aquellos que entraban en ella.

 

 

La explicación estaba dada, supuso. El pelirrojo metió la mano en la caja buscando lo que efectivamente parecía ser su cargador del móvil y lo conectó a la luz, lamentablemente se había apagado hace pocas horas y estaba totalmente incomunicado. No le preocupaba.

 

 

No le preocupaba estar un día, una semana sin móvil, no tenía ningún tipo de dependencia con él. Y mucho menos ahora que ahí, frente a él, estaba el motivo por el cual quería tanto que su móvil no se apagase.

 

 

 

De pie, frente a él, en silencio.

 

 

 

-¿Qué han dicho los médicos? –mientras se acerca a la cama de Dadan, cogiendo la ficha médica que estaba colgando del cabecero de la cama, en la parte que daba al pasillo. Se acercó a la puerta y la entreabrió un poco, pudiendo así leer gracias a la luz del pasillo aquello que decía el informe.

 

 

-¿Qué haces aquí? –no tenía más preguntas que esa, saber qué diablos hacía Trafalgar Law esa noche en esa habitación del hospital y cómo se había enterado de que…

 

 

-Vimos a Killer-ya saliendo de tu piso. –y dando por finalizada la respuesta siguió leyendo el informe, atento a lo que enunciaba y absorbiendo cada detalle útil del mismo. De paso mirando el nombre del médico al que habían asignado al paciente, cosa que le iba a ser de lo más útil.

 

 

Pero eso no le parecía para nada algo sustancial. No le valía, quería una respuesta mucho mejor que esa.

 

 

-¿Qué haces aquí?

 

 

El moreno alzó la vista hasta el pelirrojo, clavando como siempre hacía sus orbes grises en sus pozos ambarinos, tan brillantes, tan intensos. Ahora que entendía el verdadero camino que Kid quería que siguiera la respuesta, no estaba dispuesto a dársela. No, él había ido para ayudar a Killer, no para ver a Kid.

 

 

No, no y no.

 

 

Aunque realmente sabía que…eso no era así. Había sentido tal desasosiego en el fondo de su pecho al pensar si quiera que Kid pudiese estar sufriendo que por puro impulso salió con Killer corriendo hacia el hospital en la camioneta del segundo.

 

 

Por puro impulso.

 

 

Y Trafalgar Law nunca actuaba por impulso.

 

 

 

Nunca.

 

 

 

-¡Kh…!

 

 

Toda la habitación en un momento se vio roja, las venas de su cabeza ardiendo con fuerza mientras la vista luchaba por no nublarse. Se pasó una mano por la frente mientras se apoyaba contra la pared, buscando el aire que de repente le había faltado.

 

 

“No, aquí no” pensó en un momento, intentando calmarse.

 

 

 

No seas estúpido. No van a volver.

 

 

 

De nuevo, las venas de su cabeza parecía que querían explotar mientras ahogaba un muy silencioso quejido de dolor.

 

 

-Eh, Trafalgar.

 

 

 

¡Deja de hacer eso, no van a volver!

 

 

 

-Trafalgar.

 

 

 

M…M-Mamá…

 

 

 

-Law.

 

 

El mundo volvió de golpe a su sitio. La explosión de su cabeza había cesado de golpe mientras unos brazos le agarraban de los hombros. Abrió los ojos de par en par mientras, todo de golpe, el aire entraba en sus pulmones como una ventisca helada y le desgarraba por dentro. Dio una enorme bocanada de aire y abrió los ojos como platos, mostrándose a sí mismo lo idiota que era.

 

 

Otra vez se había quedado en el limbo de sus recuerdos.

 

 

 

Como odiaba que pasara eso.

 

 

 

M á s  q u e  n a d a  p o r q u e  n o  r e c o r d a b a  n a d a.

 

 

 

Se sostuvo por instinto contra el pecho de Kid, apoyando ahí sus manos tatuadas, mientras observaba como las letras de sus dedos que conformaban la palabra “Death” bailaban queriendo salir de su piel y escapar para poder ser arrastradas con el viento.

 

 

Apoyó la frente que había empezado a sudar contra su pecho, respirando pesadamente mientras el otro, en respuesta, le abrazaba por los hombros y le atraía aún más contra su cuerpo.

 

 

-¿Qué cojones te pasa?

 

 

El moreno como toda respuesta volvió a optar por el bendito silencio. Ahora no quería hablar, sólo quería más la ausencia de las palabras sin sentido. Las que se lleva el tiempo y que cicatrizan en la piel. Se separó entonces con gentileza de su torso y colocó de nuevo el informe en su sitio, donde debía estar.

-¿Reacciona al tratamiento?

 

 

Kid ahogó en su garganta un suspiro de angustia.

 

 

-No tengo ni puta idea, joder. Aquí nadie me dice nada y yo no sé qué hostias pasa.

 

 

-Bueno, no te preocupes por eso entonces. Mañana por la mañana preguntaré y miraré los resultados de las pruebas. Al fin y al cabo yo trabajo aquí.

 

 

Cansado de dar más vueltas a la cabeza el pelirrojo se dejó caer sobre el sillón de la habitación todo lo silencioso que pudo y se pasó una mano por la cara, hasta las narices de llevar todo el día ahí como un gilipollas sin comprender muy bien el estado de la única mujer en su vida que había sido lo más parecido a una madre.

 

 

E involuntariamente su cuerpo se tensó cuando sintió que Law estaba sentándose en sus piernas y se abrazaba a su cuello pálido, acariciándolo con tanta suavidad que…

 

 

…Que si eso era un sueño, no quería despertar.

 

 

 

Porque la realidad era más dulce cuando Law estaba cerca.

 

 

 

Sí…

 

 

Pero unos instantes mirando a Dadan de nuevo le sirvió para empaparse con un jarro de verdad fría y cortante. Aunque él estuviera allí no iba a cambiar nada. Aunque él estuviera acariciándole e intentando reconfortarle no iba a cambiar nada.  Aunque le follara en cualquier rincón del maldito hospital en el que estaban no iba a cambiar nada. Ella seguía tumbada en la cama y el que estaba sufriendo las consecuencias siempre era él. Estaba hasta los cojones.

 

 

Hasta los cojones de que aquellas personas con las que más lazos entablaba fueran las que luego desaparecieran de su vida de la manera más desagradable posible.

 

 

 

¿Haría lo mismo Trafalgar Law?

 

 

 

-Eustass-ya…

 

 

Sólo el sonido de su voz melosa arrullar en su oído su simple apellido le hacía destensarse. A veces se preocupaba seriamente del control que el moreno tenía sobre él. Pero en el fondo jamás se quejaría.

 

 

Suspirando, el ojigris le acarició las mejillas y le alzó del mentón para que le mirara a los ojos, intentando sacarle de ese mundo de malos pensamientos en el que se estaba hundiendo como el plomo.

 

 

-Vamos fuera, te invito a un café.

 

 

Ambos se levantaron y se dirigieron a la puerta para salir.

 

 

 

Y, entonces, sus manos se rozaron sólo por unos breves segundos.

 

 

 

 

 

 

 

-Coño, quema –replicó Kid, mientras soplaba al vaso de plástico donde estaba su café de máquina. Por desgracia el sabor dejaba bastante que desear, y como la cafetería estaba cerrada a esas horas no había más cojones que aguantarse y soportarlo. Aunque se agradecía un poco el tomar el aire fuera y despejar la mente por unos instantes. Instantes de lo más placenteros.

 

 

-¿Querías que saliera con hielo?

 

 

El moreno mientras hablaba se apoyaba en la barandilla metálica de la azotea, desde donde, a esa altura, se podía ver casi toda la ciudad. Eran unas vistas de lo más impresionantes, para qué engañarse. Desde ahí, la luz de la ciudad y de las farolas no les molestaba, y el barullo de gente se hacía tan pequeño que era como un pequeño murmullo.

 

 

Travieso, el viento descolocó los mechones negros de Law, haciendo que éste entrecerrara los ojos para disfrutar de la agradable sensación que ponía paz en esa noche a la tormenta que estaba unos pisos más abajo.

 

 

En el mismo pasillo mientras marchaban hacia las escaleras se habían encontrado a Killer, el cual les había explicado que no tenían nada de lo que preocuparse, que él se quedaría allí hasta que volvieran a bajar y entonces se iría a su casa.

 

 

Así podían hablar de sus cosas, pensó el moreno volviendo la vista a Kid, que estaba demasiado concentrado en no quemarse otra vez la lengua con el estúpido café. Mejor.

 

 

Con un suspiro decidió que aquel ameno silencio le gustaba, que tampoco necesitaban palabras o historias desagradables que contar sobre cómo había sido la tragedia, quién la encontró…

 

 

Quizás eso para mañana, pensó.

 

 

Pero no por eso estaba menos… ¿preocupado?

 

 

No, esa no era la palabra. No podía decir que estaba preocupado por alguien como el pelirrojo, no podía ni quería si quiera pensar en tal blasfemia.

 

 

Kid era Kid, su vecino, su amante. Follaban y punto. Pero, esa necesidad de…protegerle a toda costa, de hacerle sentir bien sabiendo que estaba pasándolo realmente mal le hacía dudar por un instante de sus propios principios, de aquellos que le habían servido siempre para no hundirse en el pozo de sus diablos personales.

 

 

Y entonces, el maldito bastardo llegó y lo mandó todo al traste, maldición.

 

 

-Sé que no es tan bueno como el de la cafetería, pero aunque no lo creas este café produce una seria adicción –mejor romper el hielo ahora antes de que el pelirrojo empezara a comerse la cabeza en demasiado silencio.

 

 

-Pues sabe a pis de gato.

 

 

El moreno sonrió ladino mirando a su vaso de plástico.

 

 

-Sí, quizás un poco. Pero es una micción de gato deliciosa.

 

 

El pelirrojo le miró callado durante unos instantes antes de soltar una débil pero sonora carcajada, sólo una. No hacían falta más.

 

 

-¿Siempre hablas así Trafalgar o es que se te ha metido la jerga de médico hasta en el culo?

 

 

-Bueno, gozo de otras cosas que me suelen penetrar últimamente, pero…

 

 

Antes de que pudiera acabar la oración el pelirrojo le había dado un suave empujón con cara de malas pulgas, indicando “no me toques los cojones ahora” de la manera más inapropiada como siempre. ¿Por qué aun así no se sentía ofendido? Estaba empezando a pensar que se lo tomaba como un juego. Pero un juego divertido. Y ver a Kid divirtiéndose era todo lo que podría querer ahora.

 

 

La luna esa noche brillaba imperiosa en todo el manto estrellado, en el profundo azul del espacio, protagonizando una hermosa sinfonía de estrellas que armonizaban las unas con las otras, creando así algo en lo que las personas como ellos pudieran fijarse sin pensar en más cosas.

 

 

Y aunque frente a sus ojos tuviera la más hermosa vista que cualquier humano pudiese anhelar, sus ojos grises se desviaban cada 5 segundos hacia los labios apretados del pelirrojo, hacia sus ojos entrecerrados y su ceño fruncido. Hacia las manos que apretaban con saña ese vaso de plástico que apostaba que se iba a terminar de romper si seguía. A sus músculos tensos, a su manera de apoyar los brazos en la barandilla. La forma en la que el silencio empezaba a espesarse.

 

 

Quería quitarle esa angustia, decirle que todo iba a salir bien y que ella volvería a casa sana como un roble. Pero eso no lo podían saber aún, hacían falta pruebas, hacían falta análisis, muchas cosas que ahora mismo no tenía en las manos, y sabía de sobra que a Kid con 4 palabras de ánimo no le ibas a infundir fe. Él quería resultados positivos, pero aún era pronto para poder definir con exactitud el estado de la paciente. El cáncer de pulmón es muy serio, no era algo sobre lo que pudieras apostar o divagar.

 

 

Luego preguntaría a las enfermeras de la habitación que atendían a Dadan en qué etapa han detectado el cáncer.

 

 

Bueno, no es tiempo de pensar en eso, si no en…

 

 

Silencio.

 

 

Reinó el silencio cuando al girar la cara de nuevo hacia el pelirrojo éste le estaba clavando la mirada como dos agujas afiladas, y sintió dentro de sus tripas que no era presagio de algo bueno. Odiaba esa sensación. Odiaba a veces predecir esas cosas con sólo un vistazo rápido.

 

 

-Sé lo que estás pensando.

 

 

-¿Ah sí? -El moreno sonrió de lado poniendo un tono ameno y suave a la conversación- ¿Has mirado tu bola de cristal?

 

 

-No se te ocurra volver a hacerlo.

 

 

El silencio de nuevo, espeso y cargante, tenía la pinta de que iba a empezar a ser electrizante.

 

 

-¿De qué estás…?

 

 

-No me mires con pena. No necesito la pena de nadie. ¿Me has oído?

 

 

Un suspiro entabló la paz entre ambos.

 

 

-No te estoy mirando con pena.

 

 

-A mí no me vengas con mierdas, Trafalgar. Sé cuando alguien te mira con pena, y tú lo has hecho.

 

 

-Deja de decir…

 

 

-¡Una mierda!

 

 

El vaso de plástico salió disparado desde la azotea hacia el suelo teniendo un desastroso final contra el asfalto, mientras los ojos de Law se iban inesperadamente al pecho de Kid, que subía y bajaba por la respiración tan alborotada que tenía en ese preciso momento. Parecía que se iba a poner a hiperventilar.

 

 

-¿Eres gilipollas? Déjame hablar.

 

 

-Bien –se limitó a decir, sus palabras teñidas del más profundo desprecio. Si tuviera cejas Law estaba seguro que de tanto fruncir el ceño a Kid se le quedarían deformadas por la mueca- Porque no necesito la compasión de nadie.

 

 

-Eso ya lo has dicho.

 

 

El pelirrojo pareció pasar de la rabia contenida al autocontrol, pasándose ambas manos por la cara una y otra vez, intentando relajarse, no pagarlo con Law. Porque Law no tenía la puta culpa de esto, joder. Lo sabía, pero estaba a punto de explotar y cada vez estaba menos seguro de en qué dirección iba a hacerlo.

 

 

Y de nuevo, un incómodo manto de silencio les arropó a ambos.

 

 

Pero este se hizo mucho más largo, en el que ambos miraron al cielo sin dirigirse la palabra. Uno porque se sentía realmente ofendido y el otro porque no quería cagarla más de la que ya estaba cagando.

 

 

Kid entonces se separó de la barandilla dispuesto a alejarse de él, de alejarse de la situación. De todo y de todos.

 

 

Había tenido suficiente charla, y no entendía como pero siempre que intentaba hablar con Trafalgar de algo que no estuviera relacionado con sus relaciones sexuales en la cama (o en cualquier otra parte lejos de la cama) algo como esto sucedía.

 

 

¿Por qué con él las palabras se le hacían torpes joder? ¿Por qué estaba tan cagado de meter la pata y decirle lo que no debe? ¿Por qué le importa tanto lo que piense Law?

 

 

Pero no se dio cuenta entonces de que el moreno le había ganado en velocidad y ya estaba muy cerca de la puerta de la azotea, cogiendo el pomo de la misma. Con un gesto de muñeca volvería dentro del edificio y probablemente en lugar de volver a entrar con él dentro de la habitación se quedaría fuera o se iría a alguna de esas salas de médicos donde se ponen a fanfarronear y a tomar café, cualquier cosa menos hablar de trabajo.

 

 

 

Lejos suya, interpretó, por lo menos por ahora.

 

 

 

Fantástico.

 

 

No quiso decir nada, ya bastante había dicho. Se había pasado lo suficiente.

 

 

Él, que había ido expresamente a verle a él, para ver cómo se encontraba, cómo estaba Dadan, cómo…

 

 

El que alguien lejos de la persona que le educó en el orfanato o de Killer tuviera un mínimo de preocupación hacia su persona se le hacía raro, joder. ¿Cómo iba a saber actuar ante algo totalmente nuevo para alguien como Eustass Kid?

Decidió d

 

ejarlo estar.

 

 

Pero por lo visto para el moreno la conversación no había finalizado. Quiso ponerle un punto y final.

 

 

-Espero que se recupere, parece alguien importante para ti.

 

 

 

Sí, lo era.

 

 

 

Dadan era una persona muy especial y muy importante. Fue la primera persona que sintió que estaba encima de él para lo bueno y para lo malo. La persona que cuando estaba enfermo entraba en su cuarto para comprobar que estaba bien, pero que luego lo negaba todo rotundamente entre gritos.

 

 

Fue una segunda madre, la segunda oportunidad de su vida para hacer algo con su futuro que estar en la calle y estar a diario metido en peleas callejeras, en temas de drogas o cosas muy sucias para un menor. Ella fue quien le encaminó, quien le enderezó desde el principio con mano dura pero a la vez con sutileza y pequeñas dosis de cariño.

 

 

Claro que era importante joder. Pero ese “parece alguien importante para ti” había sonado tan distante que algo en su interior se revolvía. Maldito imbécil, estaba insinuando que él no lo era.

 

 

Qué menos, tampoco es que él le hubiera demostrado gratitud por estar allí pasando eso a su lado.

 

 

La madre que lo parió.

 

 

Antes de que el cuerpo del moreno desapareciera tras aquella puerta que supondría de nuevo un muro entre ambos, decidió abrir la boca para bien. No sabía que contarle, tampoco era muy consciente de lo que podría decirle para que no se fuera. Pero sentía la necesidad de decir lo primero que había cruzado su mente. Quizás, así…

 

 

-Cuando era un enano…

 

 

La cara de Law era un libro abierto.  Era lo último que quería escuchar ahora, así que se giró para marcharse. No estaba de humor para relatos nocturnos de infancias difíciles. Porque para infancias difíciles…

 

 

-Dadan me decía en los fuegos de campamento que organizábamos en verano que…-se queda pensativo sin mirarle. No quiere saber si al final se ha quedado o no, no quiere saberlo. Porque quizás la realidad sea demasiado triste para digerirla ahora- que las estrellas son personas. Son como…las velas que llevan los muertos para no perderse en el cielo cuando es de noche. Y desde allí nos ven.

 

 

La noche, muda, escuchaba atenta al pelirrojo mientras que en la azotea sólo podía oírse el ruido del viento meciendo a la ciudad en un suave y delicado sueño.

 

 

-Solía señalarme las constelaciones con el dedo y pasaba horas despierto intentando averiguar en cuál de ellas estaban mis padres. Me ponía a apagar y a encender una linterna en su dirección. Pensaba que así sabrían que yo estaba bien, que no necesitaba que se preocuparan por mí. Porque mi madre…conociéndola, estaría todos los días preocupada por cómo me iba. No la gustaba que me metiera mucho en peleas, pero, heh –sonríe de lado pensativo- es algo innato.

 

 

Cuando la única respuesta que recibió a cambio fue el murmullo del tráfico nocturno, un hondo suspiro abandonó su garganta y agachó la cabeza para mirar hacia el suelo, donde las personas se veían tan pequeñas como hormigas.

 

 

-No sé que habría sido de mí sin ella.

 

 

Gruñó unos instantes empezando a sentirse realmente solo.

 

 

-No se te ocurra reírte, joder, no soy el tipo sentimental. Hazlo y te parto los dientes.

 

 

 

No hubo de nuevo una respuesta.

 

 

 

-Trafalgar…

 

 

Se giró para comprobar que, efectivamente, el moreno se había ido sin dejarle contar cómo se sentía y por qué se había puesto así.

 

 

 

No se había merecido ese trato y era consciente, pero…

 

 

 

La verdad, para él era importante. Quería compartirlo con él, que viera que no es sólo un gilipollas integral con el pelo rojo. Que aunque no lo parezca él también piensa en sus cosas a veces.

 

 

-Con un lo siento me conformaba, pero viendo la escena que me has montado, creo que me pondré a llorar.

 

 

Sobresaltado Kid dio un respingo para comprobar que, aún en contra de lo que la lógica le había dicho, Law no se había ido. Por el contrario, hacía rato que se había vuelto a acercar hacia la barandilla a su lado y le estaba mirando con una sonrisa de capullo, la que lucía siempre cuando parecía estar animado.

 

 

 

“¿Eso es que no está enfadado?”

 

 

 

-Que te jodan. Maldito capullo…-el gruñido del pelirrojo se hizo más intenso hasta sonar prácticamente amenazador.

 

 

-Qué tierno eres, Eustass-ya. Por tu culpa me he puesto blandito.

 

 

-¡Anda y que te…!

 

 

-Entonces –el moreno le cortó de golpe y Kid hizo de tripas corazón, escuchándole aunque las ganas que tenía de darle un puñetazo eran demasiado fuertes- ¿Cuáles concluiste que eran las velas de tus padres?

 

 

Parpadeó de golpe viendo el giro repentino de la conversación, y se quedó pensativo mirando hacia las estrellas, con gesto de estar procesando.

 

 

-No lo recuerdo bien, era un puto crío. Pero…

 

 

“Qué sutil” pensó Law, viendo cómo se excusaba para no aparentar tener un corazoncito ahí dentro de esa masa de músculo y mala hostia.

 

 

-Pero creo que era esa –alza el brazo señalando hacia una de las constelaciones más visibles en aquella noche, aunque la contaminación lumínica les jodía un poco las vistas.

 

 

-Esa es Orión.

 

 

-Eso, pues como se llame. Qué más da como hostias se llame.

 

 

-Es el cinturón de Orión, ahora en invierno se ve muy bien. Mira, ¿ves la figura del cazador?

 

 

-¿De qué mierdas hablas? Yo no veo nada.

 

 

-Fíjate bien. Ese es el cinturón, y a su derecha se ve el arco… ¿lo pillas?

 

 

Ambos, cada vez más y más cerca, acabaron por sentarse en el suelo de la azotea, el uno apoyado sobre el hombro del otro, con los brazos extendidos hacia el cielo y señalando las estrellas que más les llamaban la atención. En completa tranquilidad, como si aquello en ellos fuera de lo más común, cuando era realmente la primera vez que compartían un momento tan íntimo sin acabar de otras formas más indecentes.

 

 

Esto era algo más serio, era algo que no se podía tocar. Era algo sagrado.

 

 

Law mostrándole el mundo de la astrología, diciéndole el nombre de las constelaciones que más se veían ahora en invierno, las que se podrán ver en primavera…

 

 

Una pregunta quería salir de la garganta de Kid.

 

 

-¿Qué pasa con tus padres? Están…ya sabes.

 

 

-¿Hm? –el moreno, casi adormilado por las caricias en el pelo que Kid le estaba dando con suavidad se forzó a alzar la cabeza desde su hombro, apoyado como estaba. Parecía que fueran a abrazarse de un momento a otro.

 

 

-Que si están criando malvas o no.

 

 

La suave risa de Law inundó los oídos del pelirrojo, el cual aspiró esa melodía y se la guardó en una caja dentro de su mente.

 

 

-Sí, Eustass-ya. Sutil forma de preguntarme si están muertos.

 

 

-¿Qué pasó? –se atrevió a preguntar. Ya que estaban contándose cosas, por un poco más no creía que pasara nada.

 

 

-No lo sé.

 

 

Ante tal confusa respuesta Kid se quedó callado y decidió cerrar el cofre de los secretos y los recuerdos para mucho, mucho más adelante.

 

 

Porque no había pasado desapercibido para él como el cuerpo del moreno se tensaba de manera poco agradable, como los ojos, gozosos de brillo antes, metálicos y vívidos, ahora parecía perder su esencia mientras miraba las estrellas.

 

 

 

No, no eran estrellas, ¿verdad?

 

 

 

Eran las velas del cielo.

 

 

 

 

 

 

En el despacho de Donquixote Doflamingo se mascaba, irremediablemente, la más que pensada tragedia.

 

 

Si es que lo sabía, Law no era tonto. Tarde o temprano le daría por pensar, y…

 

 

 

Y echaría todo a la mierda.

 

 

 

No podía permitirse fallos.

 

 

 

Mientras toqueteaba una de sus pelotitas antiestrés que guardaba siempre en uno de los cajones de su escritorio, Caesar Clown repiqueteaba la madera con los dedos, una sonrisa lánguida y extravagante surcando su cara.

 

 

Satisfecho, contento.

 

 

Anhelante.

 

 

Esperando la más que conocida respuesta a las acciones incomprensibles del hermano menor de los Donquixote.

Law no le caía nada bien, por lo que era de las pocas personas dentro de la familia que tenía los huevos lo suficientemente grandes (o el cerebro demasiado pequeño para lo listo que era) para hacerle esa putada.

 

 

¿Y qué podía hacer, joder? Se planteaba una y otra vez Doflamingo. Ya consiguió salvar a toda la familia una vez, pero si esto seguía así…

 

 

Y tenía a alguien de camino, no podía pensar en entablar un conflicto con…

 

 

 

¡Maldita sea!

 

 

 

-Caesar.

 

 

El científico que trabajaba en el hospital y hacía, para qué engañarnos, otros trabajitos más especiales para la familia Donquixote alzó el rostro con la sonrisa más divertida y amplia que jamás le había visto.

 

-Sé cuidadoso, no dejes pistas. Ya sabes lo que tienes que hacer.

 

 

-Shurororororo… Sí, Joven maestro~

 

 

El moreno se levantó de la silla saliendo del cuarto, no sin antes llevarse una profunda mirada de asco y de desprecio por parte de Baby 5, la hermosa y malhablada esposa del jefe.

 

 

La cual se acariciaba la tripa donde su bebé aguardaba por salir.

 

 

La mujer, al ver que el chiflado había por fin dejado la habitación sola, vacía de su prepotencia, se acercó a su marido para sentarse en sus piernas y acariciarle el pelo rubio con cariño, extremo y suave cariño, dejándole un dulce beso en los labios.

 

 

Doflamingo se rehusó a recibir tales atenciones ahora, después de esa decisión.

 

 

Así que ella cogió la mano izquierda de su esposo y la colocó sobre su vientre.

 

 

-Estaremos bien…

 

 

-¿A qué precio?

 

 

-Todos estaremos bien…sin excepciones. Te lo prometo Doffy.

 

 

En el silencio amargo del despacho, ambos se dieron un beso tranquilizador. Los dos necesitaban ese momento a solas ahora.

Notas finales:

Bueno,pues esto es todo por hoy ^^

¿Dudas, reviews? 

Estoy abierta a todo ^^


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