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El vecino de al lado por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bueno, por fin os traigo este capítulo, me he superado xDDDD

Bastante antes que los otros desde luego, este he tardado menos en actualizarlo.

Bueno, no tengo gran cosa que decir, así que más que nada os dejo con el cap.

Os váis a llevar una sorpresa que me temo que no va a ser grata, así que os ruego que no me matéis mucho DDD:

También me gustaría decir que recuerdo que le debo a alguien un one shot, así que sea quien sea a quien se lo debo que me lo recuerde porque se me ha olvidado xDDDD

Lo siento, mi cabeza no es de oro precisamente.

Ahora si que si, dentro cap.

-No puedes estar aquí.

 

 

El niño de cabellos rojizos como el fuego clavó sus ojos ambarinos en los suyos grises, transmitiéndole vigor y fuerza.

 

 

-¿Qué haces ahí tirado, niño? Mueve tu culo. Van a volver.

 

 

Ese chico tan bajito de pelo carbón rotó un poco los ojos con orgullo, pero no dudó un segundo en coger su mano. Ambos tonos de piel contrastaban tanto como un amanecer y un anochecer. Como el sol y la luna.

 

 

-¿Estás listo para seguirme?

 

 

Asintiendo, aquel chico depositó toda su confianza en el pelirrojo y se dejó arrastrar por los laberínticos pasillos del majestuoso jardín del parque central de la ciudad. Preciosos muros de hiedras y caminos reinados por altísimos setos no dejaban ver más allá a aquellos dos niños, que no veían lo que había en los caminos colindantes.

 

 

 

 

 

Se removió, inquieto. Y luego volvió a hacerlo. Algo a su lado estaba temblando, y no sabía que era aquello que hacía presión contra su pecho. Irritado, frunció el ceño aún dormido e intentó quitárselo de encima, pero cuando lo intentaba aquello, fuese lo que fuese, se aferraba con más fuerza a su cuerpo.

 

Maldición, pensó. Con el sueño tan extraño que estaba teniendo y se tiene que despertar ahora. Pero fue justo cuando, aún sin abrir los ojos, se había quitado la somnolencia de encima y había empezado a notar ciertos factores relevantes.

 

El primero era que no estaba tumbado, estaba sentado y con la espalda apoyada contra algo duro. Duro y rasposo. Lo segundo, que donde estaba sentado también estaba duro. Lo tercero, que lo único que le proporcionaba calor era una chaqueta que le cubría y algo a su lado.

 

Algo no, alguien.

 

Porque ese alguien acababa de emitir un dulce murmullo en sueños.

 

Sin atreverse mucho a afrontar el nuevo día por lo raro que había empezado, Eustass Kid abrió muy lentamente los ojos para observar su alrededor.

 

Como se temía desde un principio ante tanta obviedad, no estaba en su cama y mucho menos en su piso. Ya le parecía extraño que una brisa le acariciara el pelo y la cara a esas horas, si él no solía abrir la ventana de la habitación hasta bien entrada la mañana. Echó un rápido vistazo a su alrededor para analizar el escenario donde se encontraba.

 

Estaba en la azotea, sentado contra una pared y hecho una bola bajo su propia chaqueta, al resguardo de la cual también se había unido Trafalgar Law. Un profundamente dormido Trafalgar Law.

 

Una pequeña mueca de felicidad se le formó en los labios cuando el moreno parecía comprender con quién había dormido, pero no parecía que fuese a despertar aún.

 

La situación era extraña cuanto menos, pero en absoluto incómoda.

 

Al contrario de lo que Kid se esperaba, la cara pacífica de Law era tan cautivadora que algo en su pecho estaba latiendo con tanta fuerza que parecía ir a desbocarse.

 

Decidió que quería verlo más de cerca, así que con sumo cuidado levantó ese delgado cuerpo con ambos brazos, sosteniéndole bien, y cuando hubo abierto las piernas le tumbó entre estas, colocando después la chaqueta para tapar bien al ojeroso. Suspiró con una sonrisa cuando vio que a Law el calor de la chaqueta le venía pequeño, y de nuevo a tientas con los dedos tatuados empezó a buscar ese cuerpo que tanto adoraba para rodearlo ahora desde la cintura.

 

El pelirrojo hizo un amago de reírse, pero eso provocaría el desvelo del dormilón, y eso no lo quería ahora. Ahora sólo quería adorarle un poco más, contemplarle en su momento más vulnerable y disfrutarlo como no había disfrutado nada en su mísera vida.

 

Porque tener algo tan frágil pero a la vez tan fuerte entre tus brazos te hacía sentir la persona más importante de todo el mundo. Ese estremecimiento en su pecho creció al pensar que, seguramente, él y sólo él ha sido bendecido con poder acariciar sus mejillas tostadas en un momento tan vulnerable como este.

 

Simplemente se veía perfecto. Sus labios acaramelados estaban entreabiertos por culpa del sopor, y tuvo que morderse la mejilla por dentro para no lanzarse sobre él y besarlo con todas sus fuerzas, hasta que se quedara sin aliento y luego poder contemplar de nuevo aquel as de corazones que sólo estaba en su mano. Nadie más podía usarlo en una partida de cartas, él tenía aquello que todos deseaban pero no podían tocar, y unas chispas de orgullo nacieron en su pecho con rapidez.

 

Algo que sólo él tenía.

 

 

Y que sólo él podía disfrutar.

 

 

Algo suyo, que no se iba a ir.

 

 

¿O sí?

 

 

Su dedo pulgar acarició lentamente el labio inferior del moreno, con determinante delicadeza, observando el movimiento de su piel bajo la yema de su dedo. Se volvió a estremecer del gusto cuando los dedos del moreno parecían querer enterrarse en sueños en su cintura, y casi se le vuelve a escapar una carcajada que no salió.

 

Era demasiado perfecto, era demasiadas cosas para alguien como él que no se había merecido ni la leche que había mamado.

 

El repiqueteo de su corazón dentro de su pecho le cortaba la respiración, no sabía qué demonios le estaba pasando. De golpe, todos aquellos pensamientos en su mente se cruzaron como una bala recién disparada, cortando el aire de su cordura y estrellándose contra su conciencia.

 

El deseo creciente de tenerlo para él sólo le estaba deshaciendo por dentro y consumiéndole, como una vela que lleva demasiado tiempo luciendo una ardiente llama, pero que sin cuidado está dejando derramar toda la cera sobre el soporte de su vida.

 

No pudo evitar que de golpe todas aquellas cosas que tanto temía pasaran a toda velocidad.

 

Porque, si Trafalgar Law no era suyo, ¿De quién era? No lo quería compartir.

 

Quería ser el único que viera a Law despertar así por las mañanas, el único que fuese capaz de disfrutar de la sedosidad de su pelo negro como el carbón. El único que pudiera rozar sus labios para despertarlo con la mayor dulzura posible. El único que recibiera los insultos desnudos en la cama. El único que disfrutara del olor a café recién hecho porque Law se había despertado demasiado temprano. El único que pudiera verle de esa manera especial.

 

¿Y si había alguien más que puede ver a Law de esa manera?

 

Sólo esa idea para él es impensable, y ese pensamiento le está empezando a doler como un collar de espinas que se cierne sobre su cuello, clavándose en su carne, que sangra lágrimas saladas por el temor de perder el aleteo de su respiración.

 

Pero claro, esas preguntas le suscitaban otras.

 

Como el por qué se estaba sintiendo tan egoísta con una persona.

 

No quería responderse a sí mismo por el miedo de que, una vez sabiendo lo importante que era esa persona en su vida, desapareciera para siempre.

 

Todo aquello que le había llegado a importar en su vida se había esfumado sin preguntar, sin una carta de despedida y sin una nota llena de carmín con deseos de una mejor existencia.

 

Todo en su vida era pasar. Pasar y hacer lápidas a todos sus sueños y deseos más intensos, donde grababa con un cincel “aquí yace mi ilusión, mis metas y mi confianza en el mundo”.

 

El miedo a admitir que sentía algo tan fuerte por él le estaba tragando y arrastrando al abismo.

 

Tenía su luz radiante entre sus brazos pero sentía que si la tocaba se esfumaría con el murmullo del viento.

 

Era tan aterrador que el pulso se le aceleró y su único deseo candente en su pecho en esos instantes era darle un beso que les dejara sin aliento a ambos. La piel húmeda de su lengua chirriaba por entrar con su amada en el interior de la boca ajena, sentir como Law se estremecía en su pecho, cómo se revolvía, cómo…

 

Cuando el moreno de golpe se movió e hizo un ruido que sonaba a despertar inminente se dio a conciencia un cabezazo contra la pared donde tenía apoyada la espalda, para relajarse. O se quitaba todas esas tonterías ahora mismo de su cabeza o se iba a arrepentir.

 

Los ojos grises que tanto adoraba se clavaron primero en el lugar en el que tenía apoyada la cara y luego alzó la vista para asegurarse de que era la persona que quería que le sostuviese en brazos. Una pequeña sonrisa suave se formó en sus labios de miel, cerrando un momento los ojos para recobrar el sentido y traer su alma de nuevo desde el mundo de Morfeo.

 

De nuevo, sus pozos metálicos se abrieron con intensidad para mirar sus enormes ojos del color del ámbar aún sin perder la sonrisa. Sus dedos morenos gatearon en silencio por el pecho del pelirrojo hasta ascender a su mentón, masajeándole con el dedo pulgar y terminando de subir hasta su mejilla, la cual acarició con devoción.

 

Lo único que entendió Kid en esa manada de murmullos fue un “buenos días”.

 

 

-Buenos días –se contuvo de la mejor manera que pudo para no agacharse y robarle un beso. Se obligó a sí mismo a reaccionar. Sólo se acuestan joder.

 

 

Pero el moreno no pareció querer contenerse y en contra de las expectativas de Kid rodeó el cuello de este para acomodarse contra su cuerpo, mirando ahora con sus ojos su alrededor.

 

Estaban en la azotea de anoche, ¿se habrían quedado dormidos los dos allí viendo las estrellas?

 

Sintió durante unos efímeros segundos cómo el cuerpo que tenía entre sus brazos se estremecía. Enarcaría una ceja si la tuviera, y su instinto de protegerle como si fuera su más preciado tesoro se apoderó de él y apretó al moreno contra su fornido cuerpo.

 

 

-¿Tienes frío? –preguntó el pelirrojo a un Law que aún estaba recuperándose del sueño, con una voz que el moreno jamás había escuchado. Era firme pero…titubeante. Era su voz pero suave como una caricia. Joder, ¿por qué…? Estaba temblando en los brazos de la persona que sentía que le iba a dar muchos dolores de cabeza, y no era por frío. Si no era por frío, ¿qué demonios le estaba pasando? ¿Qué era el cosquilleo en el estómago?

 

 

O quizás lo sabía pero jamás dejaría que ese solo pensamiento entrara en su cabeza y lo aturdiera.

 

 

-No, estoy bien. –se acomodó de nuevo en ese cuerpo que había aprendido a adorar y acto seguido se sentó en condiciones en el suelo, dejando de estar tumbado entre las piernas del otro como los niños pequeños. Aunque infantil, había estado la mar de cómodo y no le disgustaría nada repetir la experiencia abrumadoramente cálida que había tenido hace unos instantes.- ¿Cuándo nos quedamos dormidos?

 

 

-No lo sé. –se limitó a responder Kid, igual de confuso por cómo habían acabado así pero sin parecer que le importara mucho.- ¿Tienes hambre? Podríamos bajar a la cafetería a desayunar. Yo invito.

 

 

-¿Eso es una cita,  Eustass-ya? –dijo en su característico tono burlón de siempre pero con matices somnolientos.  Si era sincero, hacía mucho que no dormía tan bien.

 

 

-No, pero podrías irte a la mierda si quieres. Contigo siempre pilla cerca.

 

 

El moreno, lejos de ofenderse, puso una mueca como si se hubiese enfadado y luego se puso de pie con toda su dignidad.

 

 

-Tú te lo pierdes.

 

 

Y así abrió la puerta para volver al interior del hospital, sabiendo que el pelirrojo se había levantado después que él y ahora le estaba siguiendo por detrás, con las manos en los bolsillos y esa característica sonrisa de tiburón.

 

 

 

 

 

La cafetería por la mañana estaba bastante llena, cosa demasiado molesta.

 

Aunque Law se había encargado de ponerse su bata y su pijama de médico antes de hacerlo, diciendo que así estaría cómodo y no tendría que molestarse el volver a subir en ascensor para cambiarse. Por lo visto ese día también le tocaba trabajar. Y al pelirrojo estudiar, pero para qué engañarse, con Dadan así lo último que le apetecía ahora es ir a clase a tragarse unas horas largas y aburridas de explicaciones que él ya entendía de sobra.

 

Las clases estaban por acabarse, es más, si no recordaba mal hoy y mañana eran los últimos días. Ese año se estaba pasando tan rápido como la espuma, y en un par de días ya sería nochebuena y luego navidad. No había sido un mal año en absoluto. Había entrado en la universidad, en verano fue con sus amigos a la playa de vacaciones, se había sacado el carnet de la moto, y lo mejor de todo y más importante, se había independizado. Y al hacerlo había cambiado toda su vida por completo. Es cierto que la vida de estudiante en un piso en completa soledad era un gran salto hacia la madurez, pero lo que más debía destacar eran sus vecinos. Uno pelinegro y revoltoso como un torbellino de emociones y risas  y un moreno que había acabado más de una vez en su cama.

 

Un año productivo desde luego.

 

Ya habían pasado desde septiembre 4 meses desde que conoció a Law, y aunque lentamente, sentía que lo que tenía con él estaba empezando a avanzar y a crecer. Quién sabe, quizás…sólo quizás, algún día intente expresar lo que siente por él, eliminando de una vez por todas ese temor al rechazo, a quedarse sólo como estaba acostumbrado. Si le decía que había algo dentro de él que había cambiado y que no sabría definirlo con palabras, seguramente Law luego no quisiese saber nada de él.

 

Porque las normas cuando te acuestas con alguien es que sólo es sexo. Follar y buenas noches.

 

Y no tenía pinta de que Law fuese de los que empiezan a sentir cosas por alguien que le mete una polla en el culo.

 

 

¿Acaso debería intentar…?

 

 

-Eustass-ya. –el moreno zarandeó un poco al pelirrojo, que parecía que se había quedado en babia. El susodicho giró el rostro para mirar al moreno que lo había llamo- Creo que allí están tus amigos.

 

 

Kid miró hacia la dirección que señalaba Law y casi pega un grito de cabreo al ver la escena que habían montado así sus amigos en la cafetería.

 

Killer, Heat y Wire estaban moviendo unas mesas para colocarlas juntas y poder sentarse todos, mientras Franky y una chica de pelo negro con los ojos azules caminaban por la cafetería pidiendo las sillas sobrantes del resto de mesas. Sobre una de las mesas y cruzada de piernas, la hermana pequeña de Killer, Sadie, estaba atusándose el pelo usando para ayudarse la pantalla de su móvil, mientras ignoraba al resto de gañanes con los que estaba. Como siempre, la pelinaranja se había puesto una camisa de tirantes con un escotazo de 10 luciendo sus más que enormes pechos, cosa que traía a Killer de cabeza porque siempre, siempre tenía que pegarse con alguno de sus amigos porque estaban mirando lascivamente a su hermana. Pero a ella parecía importarle más bien poco.

 

Como parecía que era poco, acababa de entrar por la puerta Luffy y unas personas que no conocían. Un rubio con el pelo…realmente peculiar, y agarrado a su brazo un pecoso que tenía una sonrisa de oreja a oreja e iba gritando junto con Luffy que estaban famélicos.

 

Él se desesperaba ante lo que se venía encima y Law, por el contrario, se limitó a sonreír pensando en lo que se iba a divertir desayunando.

 

 

-¡Mirad quienes han llegado! –Franky acababa de subirse a una mesa y se había puesto a bailar luciendo su precioso tanga azul a los interinos y al resto de personas de la cafetería- ¡Vamos a tomar un SUUUUUPER desayuno todos juntos!

 

 

-Franky –sonrió la pelinegra, sentándose en una silla con una suave y pacífica sonrisa- ten cuidado, podrías resbalarte y desnucarte si te golpeas con algo.

 

 

-Tienes razón, lo siento nena. –el idiota del jefe de Kid se había bajado de la mesa de un salto para atender a su preciada novia que se limitaba a sonreír como si todas esas estupideces que estaba viendo juntas no la afectaran en lo más mínimo.

 

 

Por otra parte, Luffy había arrollado en la carrera hacia la mesa donde estaban los demás una silla donde estaba sentada una señora, y rápidamente Ace se había puesto a disculparse por las molestias que estaba causando su hermano.

 

 

-Hikken-ya –le llamó Law al pecoso, mientras el pelirrojo puso los ojos en blanco poniéndose de los nervios por momentos- ¿Qué hacéis aquí?

 

 

-En realidad –fue su novio Marco quien respondió- como estábamos preocupados decidimos dejarnos caer por aquí para ver cómo estábais tú y tu amigo. Yo soy Marco –se presentó con modales el rubio a Kid, el cual no dudó en estrecharle la mano- Y este es mi novio Ace. Ace, oye, que la cosa va contigo.

 

 

El pecoso se estaba releyendo el menú del desayuno para saber qué cogerse mientras se le caía la baba.

 

 

-¿Eh…? ¡Oh! Yo soy Ace, encantado…-estrechó la mano del pelirrojo con una sonrisa que no le estaba dando buena espina a Kid-

 

 

-Eustass Kid –se presentó haciendo que la ceja cómplice del pecoso se alzara aún más y que de paso lanzó una mirada llena de significado a su novio.

 

 

-Soy el hermano mayor de Luffy –hizo una reverencia muy educada- siento todos los problemas que te haya causado mi hermano pequeño.

 

 

-Que son muchos –recordó Kid sin soltar su mano, llevándose un codazo de regalo de Law.

 

 

-Creo que deberíamos desayunar antes de que tu hermano se salte la barra y coja la comida por su cuenta, Ace. –recordó Marco a su novio, señalando a un Luffy que estaba llenando de saliva el expositor de la barra de la cafetería donde se veían todos los dulces y los bocadillos que tenían preparados para la gente.

 

 

-¿Luffy? –preguntó un confundido Killer al ver cómo el camarero regañaba al torbellino con patas por llenar de babas el expositor- Ey, aquí Luffy.

 

 

El moreno alzó la vista y vio a todo el variopinto grupo de amigos que estaban allí, mientras Franky se levantaba de nuevo y se llevaba a Heat diciendo que les iban a hacer falta más mesas. Todo ello mientras los médicos que intentaban desayunar en paz miraban de la peor manera posible a Law porque parecía que eran sus amigos. Se quedaron de piedra cuando el ojeroso les miró de reojo y luego les hizo un precioso corte de mangas el cual coreó Kid con una carcajada.

 

 

-Vaya, tenemos más gente para desayunar –sonrió de nuevo Robin, la novia de Franky, a las personas que se acercaban con Kid y Law hacia la mesa.- Yo soy Nico Robin, y estos son…

 

 

-¡No se te hmmmmm~ ocurra presentarme! Sé hacerlo yo sola –guardó el móvil en su bolsillo y se bajó de encima de la mesa a saludar a los desconocidos con dos besos –Me llamo Sadie, pero podéis llamarme Sadie-chan –sonrió y volvió a emitir tal lascivo gemido de sus labios, cosa que crispó a su hermano.

 

 

-Nosotros somos Ace y Marco –dijo el rubio- somos amigos de Law –se limitó a sonreír para no tener que dar muchas explicaciones aburridas y largas que sólo harían demorar el desayuno.

 

 

-Sugooooooi~ -apareció Luffy desde detrás de su hermano mayor y su novio- Cada vez que habla botan.

 

 

-¡Luffy, como me levante de la silla te rompo la crisma! –se oía gritar a Killer, que parecía estar más tenso que una roca de la mala leche que se le estaba poniendo.

 

 

-Shhh shhhh…~ -Sadie se sentó sobre las piernas de éste al ver que se enfadaba- no tienes que ponerte así, ¿vale? –suspiró cuando sintió un fuerte beso de su hermana en la mejilla, y se limitó a sonreír para hacerla saber que no estaba enfadado, luego la abrazó por la cintura y apoyó la barbilla en su hombro.

 

 

Kid resopló ante la inminente desgracia que se le venía con el cúmulo de personas estúpidas en la mesa, sabiendo que eso tenía que acabar mal de una manera o de otra. Una vez Franky y Heat trajeron más mesas y sillas y las presentaciones ya hechas se sentaron todos y pidieron lo que más les apetecía. Por ejemplo, Luffy y Ace se pidieron dos de cada cosa que venía en el menú, ante la atenta sonrisa de Marco, que en lugar de verlo raro o espantarse parecía más que acostumbrado. Killer como siempre acompañó un bocadillo con una cerveza como desayuno, y sin embargo su hermana se estaba poniendo perdida de tostadas con mantequilla y mermelada de fresa. Se permitió reír un par de veces cuando sorprendió a Trafalgar mirando al pan con desprecio, como si este fuera a coger, levantarse del plato e irse andando solo lejos, muy lejos.

 

 

-Podías haberte pedido otra cosa del menú que eso, ¿no crees? –susurró el pelirrojo al oído del moreno, el cual seguía con la misma mueca en la cara.

 

 

-Pero es que me gusta esta tortilla. Lo único que no soporto es el pan, pero puedo quitarlo.

 

 

-¿No te vas a comer eso? –Sadie, sin preguntar antes si quiera, le había quitado el pan del plato a Law y se lo había echado en el suyo para untarlo con más mantequilla y más mermelada- Hmmmm~ gracias guapo.

 

 

Law sólo se encogió de hombros y sonrió, agradecido de que ya no tuviera eso en su plato. Sintió entonces una mano sobre su rodilla. Miró la sonrisa de tiburón de Kid y entonces se dio cuenta que la mano que lo estaba acariciando con suavidad era la suya.

 

 

El desayuno siguió su curso sin mayor incidente que el de Franky subiéndose a la mesa para celebrar la reunión y un animado Luffy que se había animado a subirse con él.

 

Muchas veces Kid se preguntaba cómo Robin soportaba a Franky como novio, pero eso estaba calificado como caso sin resolver y como dice el refrán: el amor es ciego.

 

 

 

 

 

 

-Por cierto –tras desayunar, Kid se había alejado de allí con Killer. Law había dicho que tenía que ir a la sala de descanso a buscar a un compañero suyo- ¿Makino se ha quedado con Dadan?

 

 

-Sí, dijo que ella había venido desayunada del orfanato y que así podíamos relajarnos los demás y desayunar tranquilos. La verdad, todos necesitábamos relajarnos con la noche que hemos pasado aquí.

 

 

El pelirrojo asintió, recuperando la seriedad del día anterior pensando en aquella mujer que era tan importante para él.

 

 

-¿Sabes algo?

 

 

El rubio negó con la cabeza.

 

 

-Dicen que hoy la harán las pruebas que faltan e intentarán darnos los resultados antes de navidad.

 

 

Se apoyó en el marco de la puerta, cogiendo fuerzas antes de entrar con su mejor amigo en la habitación del hospital. Makino estaba sentada en un sillón al lado de la cama de Dadan, contándola con una feliz sonrisa lo bien que estaban los niños de su orfanato, que no había habido ningún lío y que no tenía nada de qué preocuparse. La mirada cansada de Dadan fue directa a los dos jóvenes que habían entrado dentro, aquellos que para ella siempre serían sus mocosos.

 

Fingir que los tenía tirria y que los odiaba cansaba mucho, y no se encontraba como para hacer el paripé. Se limitó a sonreír ampliamente.

 

 

-¿Qué hacéis aquí? ¿Es que no tenéis que trabajar? Putos mocosos, no me extrañaría que os despidiesen de una buena vez. Sois unos inútiles.

 

 

Makino miró con reproche a su amiga, cogiéndola la mano con cariño para sentirla bien.

 

Ante tal ataque gratuito Killer enarcó una ceja bajo su flequillo rubio, pero Kid pareció no inmutarse. Eso no era propio de él. Aunque fuera Dadan, siempre que ella se metía con el pelirrojo luego la contestaba con el mismo nivel de burradas, así hasta que alguien los tenía que separar porque parecía que se iban a matar de un momento a otro. Pero sin embargo, Kid optó por la ley del silencio, clavó sus ojos ambarinos en ella y se quedó de pie en mitad de la habitación.

 

 

-Franky ha cerrado la tienda hoy, dice que nos dejaba el día para que pudiésemos venir a verte. –se defendió Killer con la misma tranquilidad y paciencia que le caracterizaba.  Si algo podía presumir de Killer, era que el rubio era el único con dos dedos de frente y la astucia suficiente para mantener en todas las situaciones la cabeza fría cuando se requería. Más de una vez su amigo le había sacado de incontables líos porque supo pensar por los dos.

 

 

-¿Y tú? –miró ahora solamente a Kid, el cual parecía que se había quedado vegetal en el sitio limitándose a mirarla.- ¿Es que no tienes que estudiar o qué? ¿¡A eso te dedicas en la universidad!? ¡No me extrañaría que te echaran de ella por vago! –alzó un poco la voz Dadan como si quisiera que Kid dijera algo, cualquier cosa. Pero no hubo respuesta de nuevo.

 

 

-¡Dadan! –la regañó Makino con un gesto preocupado, mirando a Kid y Killer y disculpándose de parte de su amiga.

 

 

-No sé qué hacen aquí –se limitó ella a excusarse- deberían estar haciendo otras cosas que perder el tiempo, sólo me molestan. Joder, me quito de encima al mierda del idiota este y encima viene a verme al hospital, como si necesitara que me anduviera con sus tonterías. –su cara era de total indignación pero para Killer no era difícil saber que ella estaba fingiendo. Conociendo a Kid lo suficiente también sabía que eso con él tampoco colaba.

 

 

-Bueno, ya será para menos –entró entonces en la habitación Sadie, con un delicioso bizcocho entre las manos que lucía muy apetitoso. Lo dejó sobre una pequeña mesa al lado de la cama de Dadan, y se sacó del escote un cuchillo para cortarlo- ahora a comer un poco de hmmm~ bizcocho de chocolate –sonrió ampliamente la pelinaranja empezando a partir pedazos- ¿Dadan, cómo de grande quieres que sea? ¡Sólo pide!

 

 

Unos pasos resonaron por los pasillos del hospital de la planta donde se encontraban, pasos que se dirigieron a esa habitación y abrieron la puerta sin consultar.

 

El médico se colocó bien la bata con una carpeta en la mano derecha, sonriendo de lado y apoyándose en el marco de la puerta.

 

Killer y Sadie se quedaron bastante sorprendidos al ver a Trafalgar Law allí y así vestido, ¿vendría a hacer alguna visita?

 

 

-Usted no es mi médico –sentenció cortante Dadan mirando al chico moreno con una mueca de disgusto. No tenía mucha presencia un doctor con dos pendientes de oro en cada oreja y con tatuajes en las manos. Miedo le daba que alguien así curara personas.

 

 

-En realidad ahora sí. –la cara de Kid en ese instante era un poema, el cual estaba clavando sus ojos ámbares sobre los grises de Law atónito- Le he pedido a Hiluluk-ya que me dejara llevar tu caso, así que seré tu cirujano y quien te tratará a partir de ahora.

 

 

-Tché. –se limitó a responder, mientras Makino sonreía al nuevo doctor que iba a tratar a su amiga.

 

 

-Entonces… -Sadie volvió a llamar la atención de todos los presentes cuando alzó de nuevo el cuchillo- ¿Tú también vas a querer bizcocho?

 

 

-Me temo que soy celíaco y que a no ser que lleve maicena no podré probarlo. Aun así, mi paciente no debería comer nada fuera de la dieta que su antiguo doctor la mandó.

 

 

Todas las chicas de la habitación pronto soltaron un suspiro de decepción.

 

 

-Pero supongo que por un pedazo no pasará nada. Pero sólo uno.

 

 

Con una reluciente sonrisa, Sadie cortó un buen pedazo para Dadan y la dio un beso en la mejilla, yendo después a darle uno al doctor.

 

 

-Es usted genial, doctor~ -la chica sonrió y volvió a partir pedazos, preguntando en todo momento quién quería y cuánto quería.

 

 

Nadie sabe cómo, pero en cuanto se puso a repartir los hermanos D aparecieron al instante como dos relámpagos en la habitación y alzaron a la vez la mano para que les dieran un poco. Todo mientras Law apuntaba cosas en la carpeta que llevaba y leía unos papeles que tenía. Durante ese tiempo Kid aún no se había movido ni un poco del sitio, apenas sus ojos se movían de una persona a otra, pero mayoritariamente éstos estaban sobre el moreno.

 

La pelinaranja preguntó a Kid si quería comer, pero al ver que la había ignorado y no la había contestado se enfurruñó y siguió repartiendo, encantada de que esos dos chicos de pelo negro que había conocido en la cafetería estuvieran pidiéndola un cuarto pedazo.

 

 

-Es hora de que te hagamos unas pruebas. No te preocupes, serán breves. Pronto te traerán de nuevo a la habitación.

 

 

La cara de preocupación de Makino se vio opacada por la extraña mueca que había puesto Kid en sus labios, mostrando lo poco que le gustaba que se llevaran a Dadan de la habitación.

 

Los ojos grises del moreno le miraron de manera decisiva como si estuviera leyendo lo que estuviera pensando.

 

 

-Es cosa de poco, cuando consigamos los resultados sabremos si podemos o no podremos operar. Hasta entonces podéis estar tranquilos.

 

 

La calma volvió a los presentes mientras dos enfermeros entraban en la habitación y se llevaban a Dadan a otra sala, seguido por Trafalgar Law, que sería el que hiciera las mencionadas pruebas.

 

Killer, con la boca llena, puso una mano en el hombro a su amigo.

 

 

-Debes tener fe. Confiemos en que podrá recuperarse.

 

 

Kid simplemente asintió y salió de la habitación, agobiado. No quería estar más en aquel lugar, no le gustaba el aire que se respiraba entre el jolgorio de gente que había venido a verla. Todos parecían animados, incluso algunos se reían abiertamente mientras a Dadan la estaban haciendo unas putas pruebas. ¿Es que era el único que estaba muy preocupado joder? Parecía que era el único que se estaba mostrando sereno ante todos los acontecimientos, y que los demás pareciesen estar llevándolo tan bien le sentaba como una patada en el estómago.

 

Caminó por el pasillo hacia el ascensor para bajar. Sería mejor que respirara un poco de aire fresco.

 

 

 

 

 

 

Suspiró ahora que por fin había terminado de realizar las pruebas de Dadan, aquella persona que es como una madre para Kid. Con una mueca de cansancio, salió de la sala y pidió que la llevaran de nuevo a su habitación, mientras cogía la carpeta con todos los resultados y caminó en dirección a su despacho.

 

 

-¡Law! –escuchó una voz que le llamaba, se giró de un lado a otro y pudo divisar al fondo del pasillo a su fiel amigo Bepo, el cual tenía una amplia sonrisa.

 

 

-Bepo, ¿qué haces en este pasillo?

 

 

-Pues…pensé que podríamos comer juntos en la cafetería antes de la comida…-tragó saliva el albino y rápidamente hizo una reverencia- ¡lo siento! No quería….yo…-dijo con muchísima timidez y con la voz temblorosa.

 

 

-Está bien. Pero prefiero hacerlo en mi despacho. –el moreno acortó la distancia entre él y su amigo y le acarició el pelo blanco.- ¿Por qué no vas a la cafetería y traes unos dulces? Yo te espero colocando unos papeles que tengo aquí.

 

 

Asintiendo con una lúcida sonrisa, el más alto salió corriendo hacia es ascensor, luciendo un coqueto pijama de enfermero.

 

“No debería correr por los pasillos” pensó para sí mismo el moreno, dejando caer de sus labios un hondo suspiro que fue a morir al aire.

 

No tenía remedio, esto estaba claro.

 

Se adentró en su planta y fue a meterse al estrecho pasillo que daba a su despacho, pero se quedó inmóvil cuando se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta. No sólo eso, de la puerta salía un poco de humo.

 

Hizo un rápido sprint hacia la puerta y la abrió de un manotazo, entrando dentro pero al poco tuvo que entrecerrar los ojos.

 

¿Qué diablos había pasado?

 

Estaba todo patas arriba, los papeles y las carpetas por el suelo, la mesa y la estantería tiradas y la papelera ardiendo.

 

Lo primero que hizo fue asegurarse de que la ventana estaba cerrada, y luego se asomó para gritar por ayuda. Volvió la vista al interior con el pulso acelerado, yendo directamente después su mirada hacia el tablón de su pared. Bueno, más bien lo que quedaba de él. Estaba partido por la mitad, los hilos y todo estaba tirado por el suelo y todas las notas y apuntes que había tenido no estaban. Ni mucho menos la foto. Algo en su pecho se estremeció, y con los ojos como platos se arrodilló frente a la papelera para ver qué había quemado quien quiera que fuese el que había hecho eso.

 

La respiración se le cortó, el aire le faltaba en todo su cuerpo y su tez se empezó a poner pálida. Se clavó en sus ojos la imagen de la foto en la que salía él abrazado a sus padres en llamas, consumiéndose lentamente por las llamas. Como pudo intentó sacarla antes de que terminara de desaparecer, quemándose un par de veces al hacerlo en los dedos pero lo consiguió. Cuando la tuvo en el suelo empezó a darla manotazos con la bata del hospital para apagarla, pero era demasiado tarde. La foto estaba apenas irreconocible, el calor la había derretido prácticamente por completo deformando la imagen en lo que quedaba de ella.

 

La mente de Law empezó a moverse con vértigo, mientras cerró los ojos intentando contener un grito de dolor.

 

Ese dolor punzante había vuelto, pero con mil veces más fuerza que siempre. Por un momento todo a su alrededor se volvió rojo, y lo poco que distinguía en ese mar de dolor y confusión era la borrosa imagen de sus padres en el pedazo de papel de fotografía.

 

El dolor era tan agudo que sentía como las venas de la sien y aquellas que recorrían sus ojos iban a estallar de un momento a otro, y se inclinó hasta apoyar la frente en el suelo mientras se llevaba las manos a la cabeza.

 

Era insoportable, dolía como mil demonios…

 

Y las imágenes vinieron solas.

 

 

Nadie, absolutamente nadie se movía. El pequeño intentó tragar saliva a pesar de tener la boca muy, muy seca. Los ojos, llenos de lágrimas, temblaban aterrados ante la imagen de su madre en el suelo.

 

 

-¿Mamá…?

 

 

El pequeño se acercó de nuevo, intentando moverla con una mano, pero el cuerpo frío que yacía empapado en sangre no respondía a sus preguntas.

 

Unos pasos se escucharon a su espalda, y alguien que no podía ver contenía la respiración. Se tapó la nariz con la manga del abrigo rosa que llevaba para no inhalar el humo.

 

 

-¡Deja de hacer eso, no van a volver!

 

 

Entonces sintió una mano en su hombro que empezó a tirar de él y a arrastrarle por el suelo alejándole de su madre y de su padre.

 

 

-M…M-Mamá…

 

 

 

Lo siguiente que oyó fue un grito de espanto de Bepo a su espalda, dejando caer al suelo lo que traía de la cafetería y luego sus pasos alejarse a toda velocidad y gritando.

 

Empezó a darse cabezazos contra la fotografía.

 

Una, otra y otra vez.

 

Sin parar.

 

Golpe tras golpe.

 

Cada vez más fuerte.

 

Duele, duele.

 

Duele.

 

 

Duele.

 

 

 

Duele.

 

 

 

 

Duele.

 

 

 

 

 

Quería que parara.

 

 

Pero sólo dolía.

 

 

Duele.

 

 

 

Duele. Duele. Duele…

 

 

 

 

Unos fuertes brazos le sujetaron por detrás, envolviendo con rapidez su cuerpo y tirando de él hacia atrás. La papelera en llamas se había caído al suelo, y había estado a punto de quemarle la cara.

 

 

-¡Kkhh…!

 

 

Se revolvió ante tal dolor en su cabeza, como si sus ojos fuesen a salirse de sus órbitas de un momento a otro y su cerebro fuese a explotar.

 

Jadeando empezó a golpear aquello que le tenía sujeto y no le dejaba moverse y autolastimarse, empezando a soltar quejidos y gemidos de dolor cada vez más grandes.

 

 

 

-¡Están muertos!

 

 

 

Las manos le agarraban más fuerte, apenas dejándole respirar.

 

 

-¡Hnnng…!

 

 

-¡Cálmate joder!

 

 

Esa voz…la reconocía…era…

 

Era de…Eustass…K…

 

Sus ojos palidecieron unos segundos y luego se apagaron, perdiendo el brillo que los caracterizaba y cerrándose lentamente.

 

Notas finales:

Bien, pues...-se esconde en un búnker para que no la asesinen- Qué tal?

Dejadme reviews sin asesinarme y os amaré por siempre CCC:

Por cierto, he de anunciar algo:

Ahora que está tan cerca mi centena de reviews, aquel lector que sea el número 100 será obsequiado con un one shot de regalo de la casa ^^


UN BESETE!!


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