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El vecino de al lado por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bueno, al final he tardado mucho en actualizar...fuawh...

Pido perdón, pero me he atascado muchísimo y no sabía por donde sacar lo que quería sacar.

Oséa, tenía claro de qué quería que fuera el capítulo pero no me convencía y lo borraba y empezaba otra vez...así que espero que os guste y me dejéis un review por ello ^^

Un besete a todos y espero que lo disfrutéis! n.n

El científico de larga melena negra descolgó el teléfono saliendo del hospital, con una sonrisa de oreja a oreja que no le cabía en la cara. Debía reconocer que se había quedado unos minutos más después del gran “boom” del despacho para poder disfrutar del dulce olor a sangre que emanaba de la frente del cirujano, que había estado unas horas antes golpeándose contra el suelo, concretamente sobre los restos incinerados y deformes de una fotografía que una vez lo significó todo pero que ahora es sólo una pieza más perdida del puzle.

-¡Joookeer~! –chilló aquel estúpido de Caesar, disfrutando cada segundo de su existencia, como si toda su vida pasada y todo la humillación que tuvo que pasar una vez estuvieran viéndose vengadas y por fin la vida le sonriera.

-Caesar. –resonó desde el otro lado de la línea el eco de una voz muy conocida para aquella familia, la cabeza de todos ellos. Donquixote Doflamingo estaba sentado en su enorme sillón de la gran sala, donde acostumbraba a pasar las horas muertas acariciando el pelo carbón de su mujer.- ¿Has hecho lo que te dije que hicieras?

-¡Así es! –empezó a usar un tono tan teatrero y exagerado que Baby 5, tumbada sobre las piernas de su marido y escuchando todo puso una pequeña mueca de asco- He eliminado todas las pruebas que puedan unir a ese mocoso con…

-Bien, entonces vuelve a casa. –al otro lado de la línea colgaron, y Caesar Clown no pudo ignorarlo más. Estaba tan lleno de gozo y felicidad por haberle dado una lección a aquel niñato que la voz de hastío de su jefe había pasado desapercibida ante sus oídos. Se limitó a guardar el móvil en el bolsillo de la eterna bata que llevaba a todas partes y se subió al coche que solía recogerle del trabajo cuando salía.

Había sido divertido mientras duró. Al menos pudo gozar de sus gritos de dolor mientras duraron.

 

 

 

 

 

 

Todo en su mente era niebla. Una suave niebla que envolvía sus pies no dejando ver el comienzo de su propio cuerpo. La densidad del aire era tal que pensaba por unos instantes que no iba a poder respirar más y moriría en aquel limbo en el que su mente le había encerrado. ¿Dónde estaban todos? ¿Dónde estaba él mismo? La incomodidad se hacía más y más palpable a medida que intentaba avanzar en aquel humedal,  notando todo su cuerpo muy, muy pesado. Lentamente, aquel dolor que tuvo en su cabeza empezó a volver, haciéndole ver las estrellas durante unos segundos. Se llevó ambas manos a la cabeza para intentar ver más allá de aquella pompa de cristal donde la bruja del sueño le tenía encarcelado.

Sólo deseaba despertar, despertar y que nada de lo que recuerda hubiese pasado. Que todo fuese un mal sueño, que nada hubiera sucedido de verdad. Que las horas retrocediesen y que en lugar de estar en el hospital o en aquel estúpido limbo obligado estuviese en el piso de Eustass Kid, despertándose por la mañana descubriendo que todo había sido un mal sueño y que lo único que abrasaba en su interior fueran las manos del pelirrojo sobre su piel, y no su cabeza amenazando con hacerle cenizas para hacerle desaparecer.

Los recuerdos, vagamente, cruzaban su memoria para hacerle ver dónde estaba y por qué. No estaba en el más allá ni mucho menos, ni si quiera en algún tipo de coma inducido. Sólo estaba con los ojos demasiado cerrados por el dolor sobre una superficie cómoda y blanda.

¿Dónde estaba realmente? ¿Dónde estaba su cuerpo? Porque podía asegurar que su mente estaba demasiado lejos de la realidad como para despertar. La misma mente que hasta hace nada había gritado desesperada, corriendo detrás de unas imágenes que su cabeza bloqueaba de manera instantánea y le hacía perder la consciencia ante tan insoportable dolor.

No sabía muy bien qué había pasado después de mirar la papelera, en realidad. Sólo recuerda un pequeño detalle que hizo que su mente volviera a la vida unos segundos antes de derrumbarse. Ese olor a desodorante que tanto le gustaba y que le hacía estremecerse, sintiendo que podía pasar horas aspirando ese pequeño pero nítido aroma que desprendía el cuerpo de Kid. Masculino y radiante, no podría definirlo de otra manera.

¿Dónde estaba Kid?

Su propia situación había dejado de importar de golpe, ahora sólo le preocupaba dónde estaba el portador de aquel líquido que le hacía sentir miles de flores crecer por los poros de su piel y sepultarle en una trampa mortal.

Debía…debía encontrarle. Debía decirle…qué había pasado cuando…cuando pudo oler su desodorante, cuando sintió que de alguna manera había estado a su lado sin él saberlo. Sus uñas se habían quedado clavadas en la madera de su ataúd viviente, dando patadas a la caja que le tenía encerrado en su memoria sólo por saber dónde estaba aquel hombre.

Dónde.

Dónde estaba.

Necesitaba tocarle, decirle lo que adora ese suave olor que apenas se nota si no aspiras desde cerca. Decirle que le ayudara a salir de allí, que le obligara a despertar para poder volver al mundo de los vivos. Necesitaba volver ya para comprobar que nada era mentira, que la foto que tuvo de aquellos padres que nunca recordó se había ido a la mierda, que el único objeto que le mantenía seguir adelante en una lucha por aquello que se perdió en el pozo de sus desdichas no había desaparecido.

¿Dónde estaba Kid?

Necesitaba sentir sus brazos rodear su cuerpo, su aliento chocar de manera estrepitosa contra su piel como una flecha que atraviesa la manzana, sus ojos estudiándole antes de volverse por unos momentos gentiles y buenos.

Quería que el torrente sanguíneo se disparara durante unos segundos y con aquella voz ronca de por las mañanas le dijese que todo estaba bien cuando era mentira.

La verdad ahora mismo podría resultar demasiado dolorosa para él, alguien que por dentro podía ver el reflejo de su alma, débil y de porcelana, fracturada y llena de grietas asustada por terminar de romperse. No era tan doloroso como pudiese aparentar. Estar roto no era nada nuevo, había estado así siempre por las piezas que no encajaban en su pasado y podía con ello. Pero ver cómo se acercaba aquel martillo de realidad hacia él podría hacer desaparecer su espíritu para siempre, y eso realmente le asustaba.

Necesitaba, necesitaba su…

Las palabras que hacían eco en su mente, aquellas palabras dichas por nadie en las montañas del silencio empezaron a hacer eco con otras que no deberían estar en su mente. Su cabeza es suya, ¿quién era el inconsciente que se atrevía a profanar tales tierras sagradas cómo…?

El ruido se hacía cada vez más nítido. Su imagen astral de sí mismo, lleno de grietas y a punto de romperse, se llevó las manos a la cabeza para ocultar sus oídos y callar aquello que le estaba haciendo daño.

“Para, para…” Se decía a sí mismo, defendiéndose de aquel dragón desconocido que le atacaba con las llamas de la confusión.

“¿Por qué no para? He dicho que pares.”

Pero aquel ruido no parecía querer hacerle caso. ¿Sería tal vez que el sonido que resonaba en las paredes de su cabeza no las creaba su imaginación?

Sus párpados temblaron ligeramente, haciendo que su cuerpo tostado se removiera sobre aquel sillón tan cómodo y aterciopelado.

“No quiero salir…quiero quedarme aquí…”

Suplicó aquella imagen de sí mismo viendo como la realidad empezaba a apoderarse de su cuerpo. No quería dejar marchar a Law, aún no quería dejarle ir. Porque sabía que si lo hacía se derrumbaría delante de sabe Dios cuántas personas y eso terminaría de romperle y caería al suelo haciéndose pedazos.

Todo es cierto, ¿es así? Todo ha sido de verdad. Todo su despacho está patas arriba y la foto de sus padres ya no existe, ¿cierto? ¿Para qué despertar? ¿Para qué sufrir innecesariamente? En esos instantes sólo quería desaparecer…era tal la sensación que su corazón se hacía cada vez más pequeño dentro de él y se encogía hasta ser invisible al ojo humano. El hielo que siempre rodea su corazón le haría más fuerte, le haría no ver, le haría no sentir.

Sintió algo presionarse contra la piel de sus labios, ¿qué era?

¿Qué es tan fuerte como para hacerle despertar con ganas, ansioso por seguir adelante?

Sólo podían ser suyos.

Eustass Kid estaba besando los labios del moreno entre sus brazos, después de verle revolverse en el sofá de la sala de descanso de los médicos en la planta donde Law tenía su despacho. No había podido evitar cogerle y hacerle abrir los ojos cuando sintió unos pequeños murmullos sin sentido salir de sus labios. Le quería de vuelta y le quería ya. No iba a esperar a que el subconsciente de Law siguiera perdido por el limbo y no le devolviera aquello por lo que lucharía una y mil veces.

Movió suavemente sus labios pintados de carmín sobre los suyos con máxima lentitud hasta que pudo sentir que aquellos labios le estaban correspondiendo, moviéndose también aunque de manera torpe. Se atrevió lentamente a abrir los ojos para cruzarse contra esa chocante y electrizante mirada gris que le hacía perderse en las profundidades abrasadoras del averno, se tiraría allí de cabeza y nadaría entre lava solo para poder contemplar la belleza de aquellas orbes que le anhelaban, que le suplicaban otro beso.

Otro, por favor.

Otro beso, otro como esos para poder olvidar todo aquello que le hiere. Otro para poder perderse definitivamente en aquel estúpido cosquilleo en su estómago que actuaba como morfina para su dolor de cabeza. Todo aquello hiriente se esfumaba a su alrededor sólo con volver a sentir ese olor a desodorante que tanto le gusta y que le hace rebosar virilidad, con sentir sus manos posarse lentamente en su nuca y en su mejilla como estaba sintiendo ahora, posesivas, juguetonas, deseando con todas sus fuerzas que el Law que siempre estuvo en el fondo de su ser volviera al mundo de los vivos para no dejar sólo a Kid.

Cuando se separaron ambos se quedaron sin aire, pero ambas muecas eran diferentes. Kid, lejos de verse enfadado, molesto o simplemente hastiado se mostraba ligeramente consternado y quizás hasta inquieto por su estado, pero sin embargo el moreno lejos de aquello se veía extasiado. Ambas frentes se juntaron antes de que la voz de Kid se deslizara como una serpiente hasta su oído arrastrando así sus palabras.

-Capullo de mierda, no hagas otra cosa así joder.

Law se hubiera reído si sus pulmones le hubieran dejado y sus cuerdas vocales hubieran vibrado, las malditas traidoras ni le habían dado la oportunidad de responder con otra burla por su parte.

Cerró los ojos cuando sintió su nívea mano acariciar su mejilla de nuevo, suspirando de puro gusto por tan delicada caricia. Los labios de ambos se juntaron por puro magnetismo de nuevo, si no fuera por lo que acababa de ocurrir momentos antes el pelirrojo le estaría devorando pedacito a pedacito para asegurarse que Law estaba allí con él y no perdido en el sueño del que tenía un poco de miedo que no fuera a despertar.

No era sordo, había escuchado a los médicos hablar a sus espaldas. El shock que el cirujano en sus brazos había sufrido horas atrás había sido tan fuerte que quizás podrían haberle perdido para unos largos días o incluso le podrían haber causado una conmoción o un coma inducido.

Juraba que si algo le pasaba a su vecino los cortaría el cuello a todos y cada uno de ellos sólo con apretar las manos alrededor de sus pescuezos.

No quiso alargar el beso más, dado que se estaba dando cuenta de que si seguía así Law se iba a quedar sin oxígeno en sangre.

Ahora que el moreno parecía moverse a voluntad propia y tenía de nuevo el control de su cuerpo lentamente se sentó en el sofá apoyando todo su peso en el enorme y pálido cuerpo que estaba a su lado, esperando pacientemente como un perro que espera que su dueño se levante y le preste atención. Claro que tan burdo ejemplo nunca podría ser aplicable a Eustass Kid.

El moreno se pasó una mano por el pelo para intentar recapacitar sobre los acontecimientos que habían sucedido horas atrás. Fijó su vista en aquellos enormes pozos ambarinos que no habían dejado de mirarle en ningún momento, aguardando el momento para poder fundirse de nuevo en el calor de ambos brazos.

Sin embargo aquella muestra de afecto no llegó por parte de ambos, sólo se quedaron callados en el silencio de la sala. Era tal la desolación que arrasaba el lugar que pareciese que la planta del hospital en la que se hallaban se hubiera quedado desierta.

Antes de que Kid pudiese hablar Law contestó a su pregunta silenciosa.

-Estoy bien, sólo un poco aturdido. –se levantó muy lentamente de su posición contra aquel cuerpo exquisito que adoraba lamer y disfrutar para dirigirse a la gran garrafa de agua que había en una de las esquinas de la sala junto a una máquina de café, llenándose un vaso de plástico para poder beber a grandes tragos.

-¿Qué cojones te ha pasado? –se limitó entonces a hacer la pregunta que tanto le rondaba la cabeza. El moreno se rio suavemente dejando el vaso de nuevo en la mesa y mirando al pelirrojo por encima de su hombro.

-No lo sé. –no estaba mintiendo, realmente no lo sabía. Había comentado este problema que tenía desde que tenía uso de razón con cientos de médicos, y ninguno supo darle un diagnóstico.

-No me vengas con mierdas, quiero saber que hostias ha pasado ahí fuera. No parece que no lo sepas cuando te has estado dando cabezazos contra el suelo. ¿Es que querías matarte?

Law se llevó una mano a la cabeza, confuso, encontrando entonces para su sorpresa una pequeña tirita en la frente. ¿Qué se había hecho a sí mismo? ¿Por qué no podía recordarlo? Kid pudo leer en sus ojos la confusión y simplemente resopló con cansancio y se levantó del sofá.

-¿Sabes al menos quién ha sido o que se han llevado? –el moreno volvió a negar con la cabeza con una mueca de dolor. El intentar recordar le hacía sentir un pequeño pinchazo en la cabeza la mar de molesto.

-Llegué y…-suspira en confusión- vi la fotografía en la papelera…es lo último que recuerdo.

El pelirrojo se había levantado del sofá mientras el mayor hablaba y se había acercado a su espalda para poder rodear su cintura con ambos brazos, apoyando la barbilla en su hombro.

-Le partiré la cara a ese cabrón.

La sonrisa ladina y la pequeña risa divertida del médico no tardaron en volver al escuchar aquello y alzó una mano hacia atrás para poder acariciar su pelo rojo como el mismo fuego.

Respondió lo primero que se le pasó por la cabeza.

-Está bien.

Entonces se giró para rodear su fuerte y marcado cuello con ambos brazos, fundiendo de nuevo sus labios con los suyos en un beso de pasión irrefrenable y ardiente deseo sexual. Lo suyo con aquel estudiante de universidad empezaba a rozar los límites de la locura y por cada roce entre sus pieles descubría que nunca pudo estar mejor. Ahora mismo sólo quería estar así de perdido en las emociones con él y sólo él.

 

 

 

 

 

 

 

«Toda mi vida, fue así…yo a ti te busqué hasta que llegaste…»

Con cara de molestia Ace cambió rápidamente la emisora de la radio del coche para escuchar otra cosa.

«Is it weird that I hear violins whenever you’re gone…whenever you’re gone is it weird that your ass…»

Ahora fue Marco quien cambió de emisora.

-Definitivamente nos tendríamos que haber traído algún CD de casa, últimamente en la radio no ponen nada bueno.

Ace, quien iba más que cómodo sentado en el coche, con el cinturón puesto pero con los pies descalzos sobre el asiento del copiloto no hizo más que refunfuñar. Sí, le molestaba profundamente ir en el coche sin música, pero para escuchar lo que hasta hace nada estaban escuchando mejor arrancarse los oídos.

A veces ser el chico de los recados para situaciones como la que estaba viviendo ahora no estaba del todo mal. La verdad es que no se esperaban tener que ir al piso de Law y de Luffy a por nada, pero para sorpresa de ambos ,Law, quien salió con ese tal Kid de la sala en la que le habían dejado descansando, les informó de que probablemente se quedara allí a dormir hasta que, en resumen, la situación de aquella mujer tan enferma mejorara lo suficiente como para que estuviera fuera de peligro.

Marco no pudo evitar fijarse en aquella manera en la que el moreno no habría actuado jamás. Sinceramente, en el trasfondo de toda aquella situación  el rubio veía claramente que las intenciones de Law en todo momento era, en definitiva, no dejar a Eustass solo. No sabría explicarlo, pero de alguna forma pudo leerlo entre líneas de sus labios.

La verdad no lo había comentado con su novio en ningún momento, era algo que sólo se le había pasado a él por la cabeza y no quería adelantar acontecimientos. Si se equivocaba mejor dejarlo en el silencio y en la duda para que el tiempo dijera luego toda la verdad de aquellas palabras.

Aparcó el coche en el parking que había frente a los pisos donde vivía el cirujano, asegurándose de acercar bien el mismo al bordillo para no dejarle muy separado y después quitó la llave. Se bajó esperando a que Ace también lo hiciera para cerrar la puerta y poner el seguro. Sólo iban a ser unos minutos, pero había demasiados listos por todas partes y no le apetecía pillar a nadie hurgando donde no debe.

-¿Dónde estará el abuelo? –se dijo a si mismo Ace, pero en voz demasiado alta.

Su novio le respondió encogiéndose de hombros y subiendo las escaleras tras él para irse al piso y coger todo lo que Law les pidió: un pequeño neceser y pocas cosas más.

Tras abrir la puerta sus dudas se vieron resueltas de golpe. Allí, tumbado sobre el sofá del salón, el viejo Garp estaba roncando de lo lindo y durmiendo a pierna suelta, justo con el perro a sus pies en el suelo igual de frito. El pecoso hizo esfuerzos por no reírse para no llamar la atención y pasó de puntillas por la habitación para dirigirse al dormitorio de Law y coger lo que necesitaba llevarle. El rubio por su parte miró a la mascota y al dueño con cierta amabilidad, pensando en lo tranquilos que se les veía ahora que no estaban dando la nota como siempre hacían. Se agachó para poder acariciar el lomo del animal, el cual, totalmente encantado con los mimos pero sin llegar a despertar, se estiró bien en el suelo con la tripita hacia arriba para que le siguiera acariciando.

Al hacerlo sus ojos se dirigieron a algo que había en el suelo junto al perro. Parecía la pieza de algo…

Dejó los mimos para después y cogió la pieza de lo que parecía ser el brazo de un pequeño robot de metal. Curioso probó a moverlo y no pudo salir de su asombro cuando comprobó la total movilidad del mismo. Estaba hecho al detalle, desde luego.

-¿De dónde lo habrá sacado? –murmuró Marco esperando a que el perro le dijera algo, aunque era obvio que no lo iba a hacer.

El perro del viejo, desde que tiene memoria, siempre ha sido un gran rastreador. Le encanta coger cosas y luego esconderlas, así que lo más probable es que haya cogido aquel trozo de juguete de alguna parte de la casa.

¿Sabría Ace de dónde?

Caminó por el pasillo que salía del salón y entraba en la habitación del moreno, el cual no estaba en casa. Allí, su novio estaba agachado frente a lo que parecía una coqueta para coger el neceser que Law le pidió, abriéndolo para comprobar que estaba allí todo lo que le indicó que debería estar. Al escuchar el ruido de la puerta moverse ligeramente se giró muy deprisa, alarmado por el susto. Al comprobar que era simplemente Marco suspiró.

-No me asustes así, he estado a punto de levantarme y darte una patada.

-Para eso tendrías que poder dármela –se agachó a su altura para darle un beso al pecoso en la mejilla, el cual pareció más que encantado con el mimo y le abrazó por el cuello para poder mirarle a los ojos con ese impresionante cariño y amor que sentía por él y dejó que ambas bocas se encontraran en un beso más largo, apretándose suavemente entre ellos para dejar que el instinto actuara por su cuenta y sus lenguas se rozaran por encima. El menor sintió un enorme escalofrío recorrerle la columna vertebral y ahogó un jadeo cuando buscó desesperadamente el roce de ambos cuerpos por encima de la tela.

-No…-susurró Marco sobre los labios de Ace- aquí no, Garp podría despertarse –le acarició suavemente aquellos mechones de pelo negro rebeldes que se habían descolocado en el alarde de amor pasional.- no quiero que me lance cosas como otra vez, compréndelo.

El pecoso se limitó a asentir y ruborizado a más no poder soltó el cuello de su novio para mirar hacia otra parte, la mar de avergonzado por haberse dejado llevar por sus impulsos tan rápido. Con la tontería ya llevaban casi una semana a pan y agua y la tentación de quedarse a solas cada vez era más llamativa y suculenta.

El rubio alzó el mentón de su novio para mirarle con una suave sonrisa y besarle con delicadeza.

-En otro momento –dijo tan bajito y con tanta pasión a la vez que Ace lo interpretó como una pequeña promesa, y sonrió contento con ello. Se levantó del suelo para volver a estar de pie y su novio le imitó rápidamente.

-Ya tengo lo que necesitábamos, ya podemos irnos –alzó el neceser en sus manos para que Marco viera que decía la verdad- espero que Law no eche nada en falta…

Una sonrisa bastante enigmática surcó los labios de Ace. Marco no pudo evitar alzar una ceja por la curiosidad. El pecoso, al darse cuenta de que su cara había hecho de nuevo de libro abierto se rascó la nuca, nervioso.

-Quiero decir, bueno…Law parece muy…decidido a quedarse allí…

“Y a no dejar sólo a Kid”, pudo interpretar el rubio entre líneas.

Asintió dándole a entender que en realidad pensaba lo mismo y los ojos negros del menor brillaron emocionados.

Quizás era la primera vez que pudiera ver a Law actuar de esa manera por alguien. Jamás se había molestado en actuar a consecuencia de los demás, jamás se había molestado en satisfacer las necesidades de otras personas a no ser que satisficieran las suyas propias, y no hablemos de empatizar.

Probablemente era la primera vez que Law hacía algo por alguien que no fuera el mismo, y tal obra de caridad era tan difícil de ver en su persona que fácilmente podrían pensar que se había vuelto loco. Aunque el motivo parecía medir casi dos metros si no los medía ya y tenía el pelo rojo como el fuego.

-¿Tú crees que se gustan? –dijo con ese tono de voz tan lleno de emoción infantil, como un niño que acaba de recibir una buena noticia.

-Es lo que parece, sí.  –fue a coger la mano de su novio para poder compartir con él ese pequeño momento de triunfo que ambos saboreaban en los labios. Sí, les encantaba ese cambio en su amigo, y más si era para bien. Normalmente todos los cambios que habían estudiado del moreno eran a peor. Era una persona que tendía mucho a la autodestrucción cuando no encontraba la salida que necesitaba para conseguir sentir algo parecido a “felicidad”. Pero no podían culparle. Su infancia, contado por el propio Ace, siempre fue muy dura. Sin padres que le dieran un camino por el que seguir y sin un ejemplo al que admirar. Bueno, estaba Doflamingo, pero…

Pero luego estaba aquel otro asunto.

-Me han dicho…-entrecerró los ojos con rabia y fue a apretar la mano de su novio- …que lo que se estaba quemando en su despacho eran sus notas y…

-Y la foto de sus padres, lo sé. Me lo ha dicho Bepo.

Justo cuando los dedos de Ace fueron a entrelazarse con los del rubio notó algo metálico que se lo impedía. Sorprendido bajó la vista para ver qué era eso que tenía en la mano. Marco entonces se acordó de golpe. Se le había olvidado por completo.

-No me acordaba…-reconoció  torpemente- le encontré esto al perro de tu abuelo.

Ace cogió aquella parte de robot. La movió y casi le hacen los ojos chiribitas al ver que tenía una movilidad prácticamente perfecta.

-¡Qué pasada…!

Marco le chistó para que no alzara la voz. No quería que Garp se despertara, se pone de muy mal humor si no duerme todo lo que necesitaba dormir.

-¿Sabes de dónde es? A lo mejor el perro lo ha cogido y lo ha roto de alguna parte. Un juguete o…

-De Luffy no es –dijo Ace aún toqueteando la pieza metálica- si Luffy se hubiera comprado un robot de juguete tan chulo seguro que me lo habría dicho.

-¿Entonces es de Law?

Ambos se miraron unos instantes y sonrieron sabiendo lo fantástico que sonaba que Law se comprara un juguete. Ciertamente le encantaban los peluches por lo suaves que eran, ¿pero un robot? No, esas cosas no eran de Law.

Desviaron la mirada  al ver al perro bostezar y estirarse en mitad del pasillo, con cara de estar aún medio dormido. Con una idea en mente, Ace se agachó frente al mismo y le enseñó la pieza de metal.

-¿De dónde has sacado esto, granuja?

El perro sólo le lamió la mano con cariño y luego se quedó mirando a su anterior tesoro. Volviendo a bostezar se metió en una puerta que solía ser la habitación donde dormía Luffy y ambos se limitaron a seguir al animal. Tirado en el suelo con el resto de juguetes de su hermano pequeño, Ace pudo ver lo que parecía un robot de juguete al que le faltaba un brazo.

-No deberías haberlo roto, malo, malo, malo. –regañó el pecoso insistentemente al perro para hacérselo entender y el animal agachó las orejas.

Sostuvo aquel robot entre sus manos y le toqueteó la cabeza.

-Está hecho al detalle, ¿verdad que sí?

El moreno se puso de pie tras decir eso y se lo acercó a Marco, el cual lo aceptó gustoso e intentó poner el brazo de metal donde debería estar tras habérselo dado Ace.

-Parece que…mira, ya está.

Cuando consiguió ponerlo en su sitio no parecía que se hubiera roto en ningún momento. Ahora el pequeño robot parecía tan nuevo que daban ganas de volver a ser niño y jugar con él.

-Nunca tuve uno de estos, pero seguro que me habría encantado tenerlo. –siguió toqueteando el juguete hasta que se fijó en algo bastante peculiar.- Mira, tiene una puertecita en el pecho.

-¿En serio? ¿Y se abre?

Movido por la curiosidad abrió la pequeña puerta del juguete y cuando le agitó salió disparado algo de su interior. Menos mal que a Ace le dio tiempo a cogerlo antes de que se cayera al suelo, porque era una pieza tan pequeña que si se caía luego iba a ser imposible encontrarla.

Parpadeando la escrutó con la mirada.

-¿Qué es…esto? –lo alzó un poco para verlo a contraluz. Marco negó con la cabeza para darle a entender que no lo sabía.

-Parece…una parte de un circuito. Puede que se haya desprendido del interior, deberíamos decirle a Luffy que su juguete tiene un defecto.

-Sí, a lo mejor en la tienda se lo pueden arreglar.

Y dicho esto metió la pieza en el neceser de Law para no perderlo. 

Notas finales:

Bueno, qué os ha parecido? ^^ 

Os ha gustado?

La verdad es que aún  me quedan serias dudas, pero...en fin, ojalá y que me dejéis un review si es cierto que no está tan mal como yo pienso ^^

Un besazo a todos mis lectores <3


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