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El vecino de al lado por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Siento haberme retrasado una semana, de verdad u_u. Estoy super liada con los trabajos, y encima he tenido bautizo este fin de semana. Así que imagináos como estoy, histérica perdida. Se acerca el final del curso pero aun así no descanso ni con un mes antes. Bueno, al menos he conseguido hacerlo cuanto antes, no quería retrasarme más y más. Es larguete, como todos los que escribo (puta vida, nunca consigo hacerlos cortos xD), y además os he metido una generosa cantidad de lemon, seguro que os gusta ewe. Con esto, casi que la actualización siguiente será para el mes que viene, pero no me digáis cuando porque los exámenes empiezan el día 22 y voy a tener que estudiar mucho mucho. Aun así, si tenemos suerte y todo me va bien, esta semana intentaré dejar listos los capítulos del resto de fics que faltan por actualizar, y de paso, a la próxima actualización os volveré a decir el nuevo sistema de actualizaciones. Ahora subía cada cap cada dos semanas, pero con los exámenes va a ser complicado a no ser que escriba a ratos por las noches. Y creedme, eso es un suicidio para mi u_u. Bueno, sin más preámbulos, dentro cap~~

Desde un primer momento, ambos habían comenzado a deambular en plena noche por las calles de la ciudad sin un rumbo fijo. Kid simplemente tiraba de su mano mirando a la nada, llevándose consigo a un consternado Law, que no podía dejar de mirarle desde atrás con una expresión de sorpresa y desconfianza en el rostro. Ya llevaban media hora así, y el moreno se había dado cuenta de que no iban a ninguna parte cuando pasaron por tercera vez por la esquina de la misma calle hace como 10 minutos. No le gustaba aquel silencio incómodo que se había instaurado entre los dos, y cuanto más lo dejara correr peor sería sonsacárselo al menor. Por eso se decidió a detenerse en mitad de la calle, con las aceras húmedas brillando por la luz de las farolas y ese aroma a tierra mojada tan característico después de unos días de lluvia. Sus ojos se cruzaron, se estudiaron minuciosamente pero sin embargo no intercambiaron ningún tipo de emociones. El pelirrojo parecía un tanque lleno de queroseno a punto de reventar, y Law era el único que podía poner una válvula y un tapón para esos nervios de acero y esa rabia explosiva que era característica de Kid. El eco de los zapatos se humedecía cuando sus pies presionaban bajo la suela de su calzado los escasos charcos que habían quedado de la lluvia que, gracias al cielo, no les había pillado. Estaban deambulando como idiotas por una zona residencial, donde las casas apenas llegaban a las dos plantas y las aceras eran prácticamente inexistentes. Los cruces se sucedían una y otra vez bajo el manto estrellado de la noche, y las señales pedían precaución a los incautos que fuesen demasiado rápido. Al menos, al ser una zona totalmente llana, sin accidentes de relieve, el interminable paseo se hacía más llevadero. Hasta cierto punto.

-¿Cuánto más vamos a andar en círculos? –Le preguntó sin rodeos, esperando que con eso provocara al menor lo suficiente como para hacerle hablar pero sin llegar a cabrearle hasta el extremo de la violencia. Era demasiado irascible, mejor no presionarle demasiado o podría salir por algún sitio indeseado.

-No te importa.

-¿Ah no? –Preguntó incrédulo el moreno, agitando vehementemente su brazo para que le soltase de una buena vez.- Entonces me vuelvo a casa. No me arrastres por la ciudad.

Kid sólo contempló como el cuerpo delgado del moreno comenzó a alejarse del suyo para tomar su propia ruta y dejarle allí solo en su desamparo. Como si realmente no le importase una mierda como se sentía. ¿Por qué tenía que explicarlo todo con él? ¿Por qué simplemente no podía callar su enorme bocaza y seguirle sin rechistar? La verdad es que no tenía ahora mismo un sitio al que ir, y mucho menos uno planeado, pero pensaba que si le daba el aire por unas horas sin mirar hacia atrás, se calmaría por completo. Y con suerte, Morgan se habría ido de su casa y le hubiese dejado en paz un par de años más como mínimo.

No se encontraba en el mejor momento del año para recibirle. Era su puto cumpleaños y en teoría tendrían que pasarle cosas buenas. Sin embargo, el Gran Rey le estaba metiendo unos azotes enormes con un látigo invisible de puntas de acero. Desgarraba su carne. Escocía como si echasen sal sobre su piel rasgada. ¿Cuándo había pensado si quiera en enfrentar a aquel hombre?

Nunca.

Prefería que desapareciera de la faz de la tierra y no le volviese a ver nunca más en su puta vida.

Y por culpa de ese enorme desgraciado, ahora Law se estaba yendo a casa y le estaba dejando tirado en mitad del desconcierto y de la nada. La simple y llana nada. Un lugar helado y aterrador para quien ya ha estado ahí dentro. Cuando has conseguido salir del páramo infernal, no piensas nunca en volver. Eustass Kid no tenía pensamientos de ello.

Tomó de la mano a Law antes de que se alejase más de su lado. Rectificar era de sabios, y más en situaciones que él mismo había creado.

-Espera, joder. No quería decir eso.

-Sí querías. –Dijo totalmente escéptico el mayor, recalcando sus palabras con un alzamiento de ceja. Aunque no le gustaba que le tocasen sin permiso, y menos de forma repentina, el pelirrojo se merecía un pequeño respiro con el caos que parecía tener en la cabeza. Sus ojos siempre fueron demasiado expresivos.

Ahora Kid no sólo le estaba sujetando con la mano.

También le estaba sujetando con aquella mirada intensa y penetrante, en aquel dorado sinfín de culpabilidad y de perlados desiertos bañados en dunas de oro con los brillos del sol en las que tanto le gustaba zambullirse. Kid podía ser muy convincente con una mirada.

Quizá fue ese el motivo real por el que cayó rendido y le miró en silencio sin decir nada más. Solo esperando una respuesta convincente y real que pudiese hacerle quedarse.

Que le aportase algo más que un camino sin rumbo y lleno de inseguridades.

Law necesitaba poder pisar firme allá donde iba, y más si se trataba de andar en pareja, con la mano de Kid.

Pensar en ellos dos como una pareja le resultaba muy difícil, puesto que no se veía ni como el novio de Eustass ni ahora ni nunca. Pero aunque eso fuese así, no podía despegarse del sentimiento tan fuerte que mantenía los lazos de sus corazones unidos en un solo latido.

-Vale, sí. Pero dame una oportunidad al menos de explicarme.

Eso le gustó más al moreno, que terminó de relajarse para encararle con aquellos ojos metálicos entornados escrutando el rostro del menor.

-Empieza.

-Aquí no. –Le gruñó Kid, sintiéndose pequeño en un mundo de gigantes al hablarlo en mitad de la calle. Seguía con una extraña sensación de ansiedad desde que aquel hombre de cabellos castaños se había cruzado en su camino una noche como otra cualquiera. Con la pega de que aquel día debería ser uno muy feliz, uno donde Kid no pudiese dejar de sonreír a pesar de cualquier adversidad. Sentía una calidez en el pecho poco común. Sentía las manos de sus amigos estirándose hacia su pecho para proteger su cordura un poco más. Una calidez que se había esfumado por extensas llanuras de tundra donde, como siempre, acababa solo.

Ante la mirada indecisa de Kid, Law comprendió al instante cuál era el primer problema que había en el tablero.

No tenía idea de dónde ir.

-Conozco un sitio donde podemos pasar la noche, y es barato.

Sin decir nada más comenzó a caminar de la mano del pelirrojo, que no había considerado como opción el soltar la mano del mayor en ningún momento. Tener su piel contra su piel se sentía muy reconfortante, el calor de sus manos tostadas, el pulso repitiéndose en sus venas, los huesos de sus dedos apretándole para que no se soltase. Su sola presencia le calmaba hasta hacer de aquella bestia que tenía dentro un pequeño gatito dócil y fácil de domar. Desde el principio, Law siempre supo por dónde llevar a Kid para que reaccionase o actuase como él quería. No es como si a Kid ese juego le gustase, pero a veces dejarse llevar por una mente tan retorcida como la de su vecino podía ser toda una experiencia. Y nunca había tenido que arrepentirse después.

Los pasos del mayor le acabaron guiando hasta lo que parecía ser un motel.

Pero solo lo parecía.

Por la fachada llena de humedades y colores desgastados del agua de lluvia y otras manchas misteriosas, el pelirrojo pudo deducir que aquel edificio tenía más años que el comer. Las forjas que conformaban las oxidadas formas de los balcones estaban totalmente desconchada, mostrándose el color original bajo aquella capa mal dada de negro metálico. Las persianas de muchas de las ventanas estaban torcidas o totalmente caídas, si es que tenían persianas. Desde algunas de ellas podía verse una tenue luz azulada, por lo que dedujo hábilmente que las habitaciones al menos disponían de televisor. La puerta de madera roída por las termitas estaba entreabierta, esperando ansiosamente que algún idiota amargado o al borde del suicidio se dejase caer allí y pagase por una o varias noches. No muy lejos parecía que algunos condones usados habían sido lanzados desde los pisos de arriba. Aquella calle parecía sacada de una película de los 90 donde el protagonista se pirraba por las drogas y dormía en un camastro rodeado de cucarachas. En la entrada, el suelo brillaba con el parpadeo constante que emitían las luces de neón rosa y azul del cartel que anunciaba al pobre desgraciado con idea de entrar el nombre del motel.

“Black Rose”.

Putamente apropiado para una película de prostitución y consumo de drogas.

Agitado en una coctelera con algo de ludopatía y alcoholismo.

Ese sitio chillaba ser demolido por las enormes grietas que tenía en la recepción y por las baldosas que faltaban del suelo. Faltaban algunas baldosas del suelo. Kid no era la persona más pulcra del mundo, pero hasta a él ese sitio el parecía un puto tugurio asqueroso. Seguro que en las habitaciones había manchas de semen hasta en la alfombra. Y a pesar de todas aquellas señales de “mala idea” que rondaban por la mente del menor, Law parecía de lo más fresco en aquel lugar de mala muerte.

Law no dudó si quiera en acercarse al recepcionista, un hombre falto de pelo en la cabeza y que se peinaba de lado para intentar disimularlo, de ojos llenos de derrames y barba sucia y poco cuidada, con el mentón prominente y mejillas tan grandes como las de una rata. Aquel sujeto olía hasta mal. El sudor había formado manchas en la camiseta interior de tirantes blanca que llevaba. Sobre la pequeña mesa de la recepción, había una pizza que tenía pinta de haber sido pedida hace como mínimo una semana. Tenía un poco de moho entre los trozos de jamón york y el queso e incluso los champiñones no tenían buen color. No parecía estar muy atento a la vida real, pues tenía la cabeza gacha mientras tecleaba sin cesar en su celular. El moreno tuvo que repiquetear suavemente los dedos sobre la madera de roble carcomida de la recepción para que el hombre por fin le prestara algo de atención.

-Queremos la 27. –Dijo el mayor, sacando la cartera para poner 20 pavos sobre la mesa grasienta, esperando su tan ansiada llave.

El recepcionista alzó la mirada de lo que parecía ser la pequeña pantalla de su móvil, cerrando un chat por el que posiblemente estuviese pagando a alguna prostituta para calentarle la cama aquella noche. O eso es lo que se imaginaba Kid, al ver que de vez en cuando, aquella bola de grasa se rascaba sin vergüenza alguna los huevos en sus caras. Se giró sobre la silla de ruedas en la que estaba clavado y estiró sus dedos de morcilla hasta un pequeño buzón con un letrero pequeño pero conciso donde podía leerse el número 27 y colgaba una llave con algo de óxido pero que parecía aún estar entera.

El cirujano la tomó entre sus dedos, observando el llavero con forma de una rosa maltratada sobre un color negro totalmente lúgubre pero con un aire elegante. Como si aquel estercolero pudiese serlo sólo por la pinta del llavero.

Law no creyó conveniente decir nada para que el pelirrojo le siguiera escaleras arriba, pasando justo al lado de un ascensor donde había un gran cartel donde ponía “No funciona”. ¿Acaso algo allí funcionaba? Habría que agradecer a los dioses que las luces del pasillo funcionasen, a pesar de los epilépticos parpadeos que sufrían cada pocos segundos.

La tercera planta era su única parada.

Un extenso pasillo enmoquetado se debatía entre la oscuridad presente a causa de la deficiente luz de los apliques y la luz amarillenta que provenía del patio. Para Kid, aquel lugar no podía perder más encanto. Sin embargo, mientras Law avanzaba sin cabida a la duda entre el cielo y el infierno, una suave brisa le despeinaba su cabello azabache. Una sorprendente fragancia dulce entraba por las ventanas que daban al pequeño patio interior del edificio, un perfume reconfortante que, a pesar de que Law no pareciese mirar por el cristal, parecía aspirar con fuerza, como si necesitase memorizar aquel inesperado olor. Antes de seguir al moreno hasta la habitación, no pudo evitar husmear qué era lo que producía tan agradable estar. Un pequeño árbol agrietaba el suelo con sus raíces, levantando y rompiendo baldosas en su paso al exterior. No tenía flores, pero aun así tenía un aura dócil y frágil. Tuvieron una vez uno igual en el patio del orfanato. Sin flores, con la muerte colgando de sus ramas desnudas, un lilo presidía la estancia a cielo abierto. Y, a su alrededor, 4 enormes macetas de hierro forjado estaban plagadas de petunias de diversos colores, desde el fuerte morado hasta el tenue rosado de sus pétalos acampanados. Un lugar que, con respecto al lugar en general, desentonaba del todo. 

Cuando ambos se pararon frente a la puerta, la llave encajó a la perfección en la cerradura, pero parecía que la puerta necesitaba un par de “golpecitos” para que cediera a la fuerza del mayor y se abriese de una buena vez.

Vale, la habitación sí que era de lo más vomitivo que había encontrado en su corta vida. El papel de pared que habían colocado se estaba despegando malamente, y lo habían sujetado de las aberturas con cinta aislante para que dejase de romperse. Había grietas en el techo de escayola, con unas molduras que pretendían ser “finas” y “delicadas” entre una montaña de basura como era el resto de la estancia. Law tiró prácticamente sin cuidado alguno las llaves sobre un diminuto cuento sobre un aparador en mitad del pasillo con un espejo que amarilleaba como los dedos de alguien que acostumbra a fumar dos paquetes al día de tabaco. El olor era un poco insoportable. Un largo pasillo con puertas a ambos lados del mismo daban fin en un enorme salón con la puerta medio descolgada, signo de que alguien había tirado de ella con mucha fuerza como si intentase arrancarla.

-¿Quién coño se ha muerto aquí? –Preguntó al instante Kid, mientras sus pasos se aventuraban hacia el baño en lo que Law se metía en el dormitorio. Fue abrir la puerta y decidir que no iba a mear ni hacer deposiciones mayores hasta que no saliera de allí. Prefería hacer sus cosas en un callejón, al menos allí no habría una cucaracha sobre la taza del váter mirándole fijamente.

-No seas exagerado, está bien para lo que he pagado.

-Normal que valga una miseria.

El salón tenía un poco de mejor aspecto. Pero solo un poco, mejor no confiarse.

El sofá tenía el tapiz rojizo con motivos florales negros de un suave terciopelo, que desaparecía cuando los rotos del mueble mostraban la espuma del interior. La tele era un enorme armatoste, pero cuando tomó el mando y probó a encenderla al menos funcionaba. Sólo tenía 4 canales, pero dudaba mucho que los que iban allí a pasar la noche fuese precisamente para entretenerse con la caja tonta. Incluso debajo de la moqueta podía verse algún ratón muerto.

-Este es el sitio más romántico al que me han traído por mi cumpleaños.

-No hay de qué. –Se burló el moreno desde el dormitorio. Por el tono de voz que estaba usando, coqueto y divertido, al pelirrojo le recorrieron cientos de escalofríos por la columna vertebral.

Se escuchaba a la perfección el ruido de unas cajas moviéndose de un lado para otro, tapas lanzadas al suelo, el metal tintineando… ¿Qué cojones estaba haciendo el médico dentro?

Kid fue a comprobarlo en el mismo instante en el que apagó el televisor para despedirse de él con algo de desprecio. Apoyó una mano en la puerta de madera algo cochambrosa, dando unos suaves toques en la misma.

-Servicio de habitaciones. –Murmuró el menor con tono solemne.

Desde el interior del dormitorio, una suave risa traspasó el marco de la puerta, como una suave y dulce melodía. Como el eufórico canto de un pájaro que acaba de estrenar sus alas en pleno vuelo. Cuando escuchaba a Law reírse, Kid juraba que los dedos se le volvían de mantequilla, y su mente se quedaba completamente en blanco para dejar espacio a aquella música que hacía que su corazón se acelerase como un diablo.

El sonido del pomo girándose con un nítido chirrido hizo que el de tez pálida se separase de la puerta para que Law pudiese abrirla.

Sí, abrirla.

Abrirla…

Abrirla sin ropa puesta.

Con un bóxer negro con transparencias.

¿Eso que llevaba en los pies eran zapatos de tacón?

Law no pudo más que ensanchar su sonrisa cuando le vio aquella cara de estúpido.

-¿Y mi cena? –Preguntó siguiéndole el juego al pelirrojo, buscado con la mirada algún carrito lleno de comida.

Kid seguía en un extraño trance del que no era capaz de salir.

El moreno simplemente rodó los ojos para evitar ponerlos en blanco, tomando una de sus manos para hacerle pasar dentro.

Por el suelo había una cantidad desmedida de cajas abiertas, con algunos objetos que no encontrarías ni de coña en un súper. Había una enorme ristra de juguetes sexuales que, probablemente, hubiesen tenido demasiado uso desde que llegaron a esa habitación.

Kid cerró la puerta nada más pasar al interior del dormitorio, poniendo una enorme mueca de repulsión a lo que contenían.

-¿No te gustan los juguetes? –Le preguntó entonces el moreno, caminando con una destreza abrumadora hacia la enorme ventana que daba a la calle. Corrió un poco la cortina para poder observar lo que pasaba fuera con tranquilidad, como si no fuese provocando suspiros a cada ácaro que habitaba en aquella sucia habitación de motel.

-Me gustan los que no tiene sida. –Comentó dando una patada a una de las cajas que se interponía en su camino.- Esto sí que es atención al cliente. –Pensó con diversión al ver cómo un vibrador salía rodando por el golpe.

-No todo lo han metido por partes indebidas. –Comentó dejando que unos brazos pálidos y fuertes le rodearan la cintura, apoyando de paso la espalda sobre su sólido pecho para seguir contemplando las luces nocturnas y el humo que salía del suelo proveniente de las rejillas del metro.

-Deberías quitarse eso, no pienso follarte con algo que se han puesto veinte putas antes que tú.

-¿Me estás llamando puta? –Comentó divertido el cirujano, notando el cálido aliento del pelirrojo acariciar su cuello con lentitud.

-Vas a coger hasta hongos.

-Para tu información, la ropa interior es mía. –Satisfecho con la tensión en los dedos del pelirrojo y en otras zonas más íntimas que rozaban su trasero, continuó hablando con tranquilidad.- Lo único que he tomado prestado han sido los zapatos.

Demorándose más de lo necesario, el moreno enredó sus dedos tatuados y tostados entre las manos que le sostenían con fuerza y decisión, sintiendo el amparo de su piel comenzar a ponerle el vello corporal de punta.

Encontró aquella mirada ámbar reflejarse en el cristal por el que veía la calle, viéndose a sí mismo con un tenue rubor por la excitación que agitaba su respiración y su mirada gris mezclarse con aquella que le causaba suspiros en su mente más perversa.

-¿Te lo has comprado para mí? –Preguntó Kid con la voz cargada y ronca, intentando no gruñir de satisfacción al pensar en la disposición del mayor por ser controlado y poseído de las formas más severas por alguien como él. Por un diablo de piel pálida y deseos irrefrenables por tomarle en cada rincón. Sus dedos de cal apretaron con fuerza los dedos que tenía enredados con los suyos, delineando con el índice el ombligo del mayor.

-Era tu segundo regalo de cumpleaños. –Ladeando la cabeza, pudo ver reflejado en aquel viciado cristal el cómo el pelirrojo lamía despacio su cuello, sin prisas, queriendo arrastrar consigo cualquier sabor que pudiese regalarle. De todas formas, aunque a Law le gustase ser tomado de cualquier forma mientras fuera Kid, tenía un asunto al que no podía dejar de dar vueltas en el interior de su cabeza. Por eso fue por lo que se vio obligado a preguntar. Con una extraña sensación de ansiedad por dentro porque el menor pensase que no le importaba nada.- ¿Quieres hablar?

Era obvio a lo que se refería.

El cuerpo de Kid se quedó rígido ante la pregunta que le acababan de hacer.

Lo siguiente que el mayor notó contra su piel no fue la lengua de Kid. Fueron sus dientes. Apretando tanto la carne de su cuello que pudo sentir cómo casi se la arrancaba de cuajo. Los labios del moreno se entreabrieron buscando todo el aire posible para poder amortiguar un gemido de dolor. Su polla dura entre las transparencias azabache de la ropa interior que gritaba “fóllame” por el contrario parecía alegrarse de que Kid atendiera su cuerpo, fuese de una forma o de otra.

Los dedos del pelirrojo dejaron olvidadas las manos del moreno para poder clavar sus uñas en aquella cintura tostada y nacida para disfrutar, obligando a Law a apoyar los brazos sobre el cristal del dormitorio para poder mantenerse inquebrantable ante el abuso de fuerza que estaba haciendo el menor con su cuerpo. Se estaba pasando.

Sin embargo, el ojeroso no pareció tener intención de quejarse en ningún momento. Sólo tensó su cuerpo en desagrado por el dolor que mandaba descargas eléctricas de “alerta” a su cabeza.

Kid no estaba bien.

Pero pareció que se dio cuenta enseguida de que no estaba disfrutando como debería aquella experiencia.

El cuerpo entre sus manos no parecía temblar y derretirse de placer. Parecía simplemente aguantar el chaparrón de lo que se le venía encima.

No, no quería eso para él.

No para la persona que quería.

Aunque intentase por todos los medios cambiar de actitud y volver a las caricias toscas pero suaves, sus manos parecían temblar con rabia al recordar durante unos breves segundos aquellos cabellos castaños y ojos dorados que tanto le perseguían. No lo soportaba.

Se separó bruscamente del cuerpo de Law.

No iba a poder hacerlo sin herirle.

Prefería quedarse con las ganas y pagar su mala hostia contra una de las paredes del dormitorio. Total, un agujero más o menos en la pared no iba a notarse mucho. Era el puto día de su cumpleaños. Había tenido una fiesta de la leche, se había emborrachado, se había reído con sus amigos y había tenido un momento especial con su vecino mientras iban andando por la calle. Estaban en la habitación de un motel, con el mayor en una ropa interior de lo más comprometida y unos zapatos de tacón que hacían que su polla quisiese explotar.

Y aun así, no estaba disfrutando de una mierda.

Era una sensación tan frustrante que los nudillos de sus manos empezaron a quedarse blancos de lo apretados que tenía los puños.

La espalda tatuada del moreno se sirvió de la ventana como apoyo, mirando detenidamente la actitud que su amante estaba tomando con la situación. No solo no era capaz de sobrellevarla, sino que le estaba superando con creces. La idea de acabar en aquel tugurio de la muerte era relajarle y, con suerte, dormir abrazados bajo unas sábanas medianamente limpias. Él no necesitaba un hotel de lujo para disfrutar de una noche entre los besos de Kid.

Le necesitaba simple y llanamente a él.

El ruido de sus zapatos sobre el suelo de madera enmudeció por la sucia y deshilachada moqueta que pretendía enredarse entre sus pies como miles de víboras mordiendo sus tobillos. Cuando sus cuerpos simplemente se quedaron a escasos centímetros el uno del otro, una suave y fina mano tostada acarició delicadamente los abdominales del cuerpo que con tanta lujuria y afán atesoraba. Sus ojos grises se entornaron alrededor de los nudillos blancos de las manos de su amante, tomando con cautela, usando su mano libre, uno de los puños de Kid.

Su lengua, despiadadamente, lamió aquellos nudillos que tenían pretensiones suicidas y parecían querer explotar, relajando rápidamente cada músculo del cuerpo del menor. El húmedo rastro de saliva se perdía a lo largo de los dedos de marfil que, como hechizados por magia sucia y ancestral, se estiraban y agazapaban como una presa que estaba dispuesta a ser devorada hasta los huesos. Los labios de Law se cerraron deliciosamente en torno al dedo índice, succionándolo como si...

… como si lo que tuviese en el interior de aquella cavidad de fuego fuese algo mucho más grande y duro.

Kid no dudó en jadear de la manera más disimulada posible, observando cómo aquellos músculos de su cara se armonizaban en un dulce vaivén de besos y lametones sutiles pero precisos. No le estaba importando una mierda que sus dedos ahora estuviesen mojados de su saliva, le resultaba tan dolorosamente excitante que no se atrevió a rechistar por si se le ocurría parar en aquel preciso instante.

Aquellos pozos grises brillaban con la más pura lujuria, siseando entre los rotos de los trasquilones de su cuerpo. Tomó concienzudamente los remiendos del alma del moreno desde el instante en el que supo que le quería. Y de paso, agarró todo lo demás con guantes de plata y lo ató contra su cintura para que nunca se marchase de su lado. Aunque fuese egoísta, aunque el otro no quisiese. Él era Eustass Kid, y siempre tomaba lo que quería como quería y cuando quería.

No le costó nada desconectar cuando, con una última mamada a su dedo corazón, el mayor embelleció sus labios con sólo entreabrirlos lentamente, como si necesitasen oxígeno pero sin ocurrírsele pedirlo. Law no era de los que pedían y suplicaban. Hasta que quería su enorme polla dentro.

-Si me miras así no voy a poder parar de follarte.

Los labios en aquel rostro tostado sólo se estiraron para transformarse en una sonrisa torcida.

-¿Qué te hace pensar que no lo busco?

Ambos cuerpos se quedaron estáticos uno frente a otro, esperando, cavilando posibles maldades en el interior de sus mentes, con sus cuerpos sujetos por un curioso y electrizante cable de alta tensión invisible alrededor de sus cinturas.

Esperando para ver quién era el que iba a empezar por comerse a quién.

Cediendo finalmente, los largos brazos del moreno acabaron enredados por fuerzas misteriosas alrededor del cuello del menor, enterrando todo lo posible sus dedos largos y precisos en la cabellera rojiza de su amante. Sus labios jugaron a querer rozarse sin llegar a un “sí quiero”, a tallar besos entre mil mares y a posar sus hieles sobre el rostro del contrario como un gas tóxico y a la vez traza de sus instintos.

-Esta noche me he puesto guapo para ti. –Bromea con sorna el cirujano, ladeando la cabeza mientras sus largas pestañas ondeaban tan negras como el carbón en la inmensidad del aire que les rodeaba.- Tengo muchas ganas de que me la metas. Si no lo haces tendré que tocarme 

Aquello más que una sugerencia, era una réplica.

Law no se había puesto aquello para nada. No había hecho tantos esfuerzos ni había malogrado tanto sus manos para nada. No había arrastrado al pelirrojo allí para nada.

El cuerpo de Kid se tensó de nuevo, pero de una forma totalmente diferente y deliciosa.

Eso sí le gustaba más.

-¿Ya estás cachondo? –Le pregunta bajando una de sus manos lentamente por sus pectorales, tallando sus duros abdominales con maestría y jugueteando con la piel de su vientre con pequeños roces lascivos. La voz del propio Law era un juego de lo más erótico.

-Que te follen. –Repicó Kid mientras estrangulaba las nalgas del moreno entre sus dedos pálidos, haciendo que con ello el mayor rompiese el restante silencio con un gemido.

-No sé si te has dado cuenta, pero eso era lo que— ¡Hah!

Su cuerpo fue bruscamente estampado contra una de las paredes de aquella cochambrosa habitación, obligando a Law a clavar las uñas contra el desconchado papel pintado de la misma para sostenerse en aquella extraña postura a la que se había forzado a estar. Apenas uno de sus pies llegaba a rozar de puntillas el suelo, quedando lejos ahora que las dos manos fuertes y robustas del pelirrojo que habían tomado sus piernas en volandas para poder estampar su espalda contra la pared y aprisionarle sin apenas espacio entre el horrible papel pintado y su cuerpo regio.

Aquella postura era denigrante incluso para una persona como Law, alguien controlador, alguien manipulador que en todo momento necesitaba tener todas las situaciones bajo control. Su más que consentido control. Cuando las cosas se iban de su comprensión, cuando necesitaba aferrarse a una barandilla para no caer rodando por las inmensas escaleras de su desequilibrada vida, su cabeza solía acabar en un bloqueo asegurado. Necesitaba saber lo que estaba pasando, y sobretodo necesitaba poder tener la elección libre de poder continuar con algo que había empezado o por el contrario terminarlo. Con Kid el día a día se convertía en una montaña rusa. En un momento te encontrabas relajado, recostado contra su cuerpo y comiéndole su boca entre pequeños jadeos divertidos, con un par de colillas sobre el cenicero de cristal e incluso con alguna copa sobre la mesa de café dejando una marca en el cristal que tardaría en salir, cuando de repente el corazón le salía desbocado de su pecho para intentar convertirse en un globo y dejarse llevar por la diferencia de densidad hacia las estrellas, como de pronto una fuerte tormentahacían resonar las viejas bisagras oxidadas de las puertas que guardaban sentimientos que creyó enterrar.

Tenía muchos más calificativos para describirse, pero si le preguntaban, probablemente respondería que era una persona “ordenada”. Simple y llanamente. Le gustaba conocer todos los detalles de su agenda, le encantaba poder anticiparse a las adversidades y pisotearlas cuando se caían ante su lógica. Pero Eustass Kid era una bola de demolición. No solo era la persona menos organizada de todo el planeta, sino que era impulsiva y siempre actuaba por los latidos de su corazón. Por las palpitaciones de sus sentidos, por el vaivén de los colores en el viento trazando castillos en el aire. Era alguien inquieto, de difícil carácter. Nada que a Law pudiese atraerle. Por eso nunca llegaría a comprender aquella magnética atracción que sentía cuando sus fuertes manos le atraían hacia la perdición. El pelirrojo era su verdugo pero también era su salvador. El héroe sin capas ni poderes que le había empujado por el acantilado para poder atravesar el suelo y encontrarse con que bajo tierra no había muerte. Había un enorme mundo que nunca había conocido, un vibrante mundo de sensaciones que le hacían cosquillas en las yemas de los dedos, una tirantez en su piel excitante y dolorosa pero que, cuando te acostumbrabas, tu cuerpo necesitaba más. Siempre más.

Y, cuando todo parece perdido, cuando crees que no puedes más y estás a punto de abandonar y volver a sentarte tras el escritorio de tu oficina, llega la fuerte sensación de soledad.

Una vez que conoció a Kid, se dio cuenta de que estar con él era tóxico para su modo de vida y para su manera de actuar y pensar. Pero también se percató de que no podía vivir lejos de él. Que aquellas nuevas experiencias necesitaba revivirlas día a día. Quería que su cuerpo fuese arrojado sin paracaídas a una revolución de piezas de ajedrez que no saben jugar sobre su propio tablero. La adrenalina recorriendo sus venas cuando cerraba los ojos y le importaba una mierda no saber qué venía a continuación.

Se permitió cerrar los ojos una vez más para notar la aguja inyectarle en el cuello, el subidón de su droga favorita

Los dientes de Kid tenían una curiosa forma de demostrar sed cuando lo que marcaba con tanta insistencia eran sus hombros y su cuello, dejando la señal de su dentadura desvanecerse lentamente sobre piel. Los ojos furtivos de Law recorrieron espesamente los gestos animales de su amante. Los dedos del pelirrojo volvieron a clavarse con demasiada fuerza sobre sus glúteos, pero no pareció importarle nada, al contrario, le excitaba incluso más.  Aunque no pudiese tomar las riendas de aquella situación, aunque su cuerpo estuviese prácticamente colgando contra la pared y sobre las manos de Kid que abusaban de su trasero malamente, aunque todo el control que hubiese podido tener se desvanecía entre sus jadeos, aceptó el camino duro y arriesgado en lugar de tomar la senda tranquila y simple. Le gustaban los retos. La vida al lado de Eustass Kid era uno insalvable.

Con una destreza más propia de una señorita de pago que de un cirujano experto en cardiología, sus caderas danzaron al ritmo de su acelerada respiración, como unas suaves olas viajando hacia la orilla. Lentamente, sensualmente, como el contoneo de una serpiente contra una barra americana. Sus pollas se rozaron de forma perfecta, pareciendo que encajaban la una con la otra. Law notó una vez más la fuerte punzada en lo más bajo de su columna. Era necesidad. Puta necesidad de sentirle dentro, de su polla abriéndole rudamente para adentrarse en su cuerpo. El pálpito de su miembro. Su voz ronca. Lo quería todo de él.E iba a tomarlo como y cuando quisiese. Kid gruñó en respuesta, notando que el moreno le distraía demasiado de su tarea de moldear su escueto pero prieto culo como si fuera de plastilina. Una de sus uñas negras se clavó con demasiada fuerza contra la absurdamente delgada tela negra que cubría su entrada. El sonido de la tela rasgase alertó a Law de que había roto su nuevo “modelito” nocturno y le mandó de regalo un brutal codazo en las costillas.

-Me lo acabo de comprar, imbécil.

Una ronca carcajada por parte del menor hizo que su cuerpo se sacudiese violentamente por el más primitivo y profundo de los deseos. Le fastidiaba que apenas hubiese durado más de 24 horas, pero al menos sabía que iba a ser compensado por ello. Y más valía que fuese con creces.

El primer dedo no se hizo esperar, quitándole toda la posibilidad de moverse mientras le dilataba con demasiada facilidad. Su cuerpo ya estaba demasiado acostumbrado a los abusos físicos de las manos y la polla de Kid como para andarse ahora con pequeñeces como una preparación. El moreno estaba demasiado empeñado en frotar ambas erecciones, necesitando por sentir el calor ardiente sobre las mismas para intentar calmar un poco el fuerte dolor espinal que le azotaba con demasiada vigorosidad. Estaba tan borracho de necesidad, tan caliente. Tan húmedo.

Los furiosos labios de Kid aprisionaron centímetro a centímetro toda la clavícula del moreno, dejando pequeñas marcas de dentelladas pero colando de por medio un fino rastro de saliva que se deslizaba como el aceite sobre el agua. Besaba todas aquellas marcas que su cuerpo aún conservaba, rehaciendo otras antes de que llegasen a desaparecer, succionando su sangre con su delgada piel de por medio. Verle así, con todas aquellas señales de que el moreno era suyo, le ponía demasiado duro. El pantalón le molestaba demasiado. Su erección presa bajo la tela pedía a gritos poder frotarse contra la polla del moreno de la forma más sucia posible. Ardía en deseos por un contacto piel a piel boca con boca, suspiro a suspiro. Sus bocas no se pudieron controlar por mucho más, y acabaron en una batalla deliciosa en la que sus lenguas se frotaban, se presionaban la una contra la otra en cañonazos de sonidos húmedos y deliciosos en los que ambos músculos no daban tregua. La saliva empezaba a empapar sus labios hasta caer por sus barbillas, dejando que bajase por sus cuellos hasta perderse en alguna parte de sus necesitados cuerpos. Para cuando lograron separarse el uno del otro, un grueso hilo de saliva unía sus labios, rompiendo cuando la distancia fue la apropiada y manchando sus clavículas desnudas y señaladas.

Kid no se había dado cuenta, pero las uñas de Law llevaban ya un rato clavándose en su espalda. Otra intensa oleada de excitación le sacudió la columna vertebral al pensar en aquellos dulces tatuajes rojizos que llegaba a ver antes de meterse a la ducha tras un día de estudios intensivo. Saber que eran de Law. No tardó en volver a unir sus bocas. Apretó con más fuerza de la cuentas sus caderas contra las del mayor, haciendo que el contrario gimiese en busca de oxígeno por la fuerte presión que estaba recibiendo su cuerpo. Sus pies comenzaban a dormirse por estar prácticamente en volandas, su trasero demasiado expuesto para su gusto mientras aquel dedo que se había atrevido a romper su “regalo” se movía con más facilidad de lo que al doctor le hubiese gustado admitir.

Seguía sin ser suficiente.

Dejándole por fin bajar de aquella incómoda pero violentamente perturbadora postura, las propias manos del pelirrojo bajaron a toda prisa hasta sus vaqueros para casi arrancarse la prenda y bajarla descerrajadamente hasta que cubrieron en su totalidad la piel de sus tobillos. Aprovechó para bajar de golpe también su ropa interior, dejando que su polla dura como una roca notase por fin el sabor de la libertad. Era un alivio ahora que estaba apretada contra algo que fuese cálido y apetecible. Dando una pequeña patada en el aire, se deshizo de su ropa y la lanzó lejos en cualquier parte del dormitorio donde no les molestase. Los dedos largos y tostados de Law abrazaron sin paciencia aquella piel tan sensible, masajeándola sin llegar a nada más para quemar la paciencia de su amante. La sonrisa de gran capullo estaba escrita en letras mayúsculas en su sonrisa sibilina. Su mano se deslizaba con demasiada paciencia por toda su longitud. Con suavidad, ejerciendo una constante presión sobre su miembro.  Para Law, no había mayor recompensa que escuchar los tenues jadeos brotar de la garganta de Kid.

Su cuerpo perfectamente tallado en madera albina era suculento a la vista y al tacto. Su mano libre aprovechó para acariciar toda la piel que pudo antes de que un fuerte arranque pasional le pillase por sorpresa. Los labios del pelirrojo no tardaron nada en cernirse sobre su cuello. Su deliciosa piel de chocolate. El moreno sólo gimió ante el contacto, con unas rudas manos estrujando sus nalgas, masajeándolas con la fuerza suficiente para hacerle sentir el paraíso con sus recias manos. No eran las manos de un ángel, pero eso sólo excitaba más al cirujano.

Sus dedos apretaban con ansiedad su carne, su cuerpo vibrando con el eco de sus alientos rozándose, mientras los blasfemos sonidos brotaban de su garganta en una armoniosa melodía. Pero no era suficiente.  Law necesitaba mucho más de él que sólo caricias tontas y apretadas. Lo quería más fuerte. Quería sentirle partiéndole en dos, como un rayo caído del cielo en mitad de una tormenta. Quería notar su voz desgarrarse contra las paredes de una habitación barata, como una prostituta a la que compran su amor por primera vez. En medio de la euforia por el más que deseado sexo, una dentellada marcó uno de los toscos pero pálidos y perfectos brazos de Kid, haciendo que con eso el otro gruñera en satisfacción. El pelirrojo disfrutaba demasiado viendo cómo alguien como Law podía llegar a ser un volcán en erupción cuando se le trataba con la suficiente virulencia. Nunca le haría daño, pero verle reaccionar de aquella forma tan posesiva y demandante le hacía sentir fuertes punzadas en su entrepierna. Creía que le iban a estallar los huevos.

Sus bocas no eran capaces de separarse, buscándose la una a la otra en pleno éxtasis indómito por parte de los dos. Como el enfermo que necesita un antídoto, como el escozor de la mordedura de una víbora. Cuando los dedos de mármol de Kid se atrevían si quiera a apretar con los dedos aquella maravillosa piel de arcilla, notaba las yemas de los mismos convertirse en ceniza. Pero por otra parte, era tan delgado que temía partirle si se propasaba un poco. Era un juego enfermo en el que cada uno exploraba al máximo el límite de sus propios cuerpos.

Obligándose a romper el contacto para poder respirar, Kid no se lo pensó más y giró bruscamente a Law contra la ventana que daba a la calle. Para no tropezar y caerse, el moreno tuvo que hacer gala de su indudable flexibilidad y resistencia en los tobillos. Podría enfadarse por aquello, pero su cuerpo se estremeció de forma violenta cuando la lengua del pelirrojo tomó un camino recto desde el bajo de su columna hacia su nuca, encargándose después de dejarle una bonita marca en la misma tras besar y succionar su deliciosa piel.

Por un momento el mayor creyó que le temblaban las piernas. Apoyando la frente y los antebrazos contra el cristal desde donde podía ver la calle vacía y los gatos buscando algo de cobijo, se reafirmó en su deseo alzando lo justo las caderas para darle al menor lo que tanto estaba buscando.

La paciencia de Kid se agotó por completo. Volviendo a acariciar su culo con bastante más delicadeza esta vez, se dio el gusto de disfrutar de las vistas, separándose lo justo para que su polla se frotase encarecidamente contra la fina tela negra que el mayor usaba como ropa interior en esos momentos. Demasiado erótico para sus ojos ámbares. Era una lástima que lo hubiese roto, pero no importaba. Law no necesitaba algo tan burdo como aquello para calentarle, aunque debía reconocer que había cumplido perfectamente su función.

Su dedo índice se deslizó como una gota de agua sobre un espejo para poder delinear eufóricamente la línea que marcaba y separaba ambas nalgas, buscando acabar en aquel pozo de lujuria y desesperación donde le gustaba tanto enterrarse. Cuando lo hizo, su tacto se percató de algo muy importante que le hizo sonreír como un tiburón a punto de masacrar a su cena.

-Ya estás tan mojado. –Le criticó sin mofa, con una voz ronca que a Law le creó cientos de suspiros muriendo contra el cristal, opacándose por culpa de su caliente aliento contra el mismo.

Se inclinó un poco sobre el mayor para poder susurrar en su oído.

-Sabía que te gustaba mi polla, pero no hasta estos extremos.

Law se vio casi obligado a responder con el ceño fruncido, pero toda posible queja murió en sus labios intercambiándose al momento por un suave gemido cuando lo siguiente que sintió contra su piel fueron los dientes de Kid apretar el lóbulo de su oreja y tirar lentamente hacia atrás. Era un dolor tan sumamente placentero que creyó estallar allí mismo. Podía notar perfectamente la lengua del menor jugando con sus dos pendientes dorados, entrelazándose con ellos en un dulce movimiento lujurioso que enloquecía al moreno hasta dejarle sin respiración.

-No es… -Intentó responder tozudamente, pero volvió a gemir casi al instante en el que el tirón siguiente a sus pendientes fue más fuerte.- haah… hijo de pu… ta…

-Oh, se me olvidaba. –Los tóxicos dedos del de ojos ámbares se colaron bajo la ropa interior transparente del más mayor para técnicamente tirar de ella y romperla, haciendo que los pedazos flotasen en el aire para caer lentamente al suelo, bordeando los zapatos de alto tacón que a Law no le había dado tiempo a quitarse siquiera. No era necesario, ahora el culo de su delicia persa estaba a la altura perfecta para embestirle de una.- Estás empapado porque fui yo quien te folló el otro día.

Law pudo sentir en cada letra escupida por aquella pérfida boca la excitación dominante y el orgullo arañando sus costados, notando sus uñas de carbón enterrarse en su piel hasta hacerle daño. El aliento venenoso erizó cada pelo de su nuca hasta hacer que sus piernas se convirtieran definitivamente en gelatina. Estaba totalmente ebrio de anticipación. Su cuerpo apenas podía con las sacudidas placenteras provenientes de su imaginación sucia. Los susurros de la voz de Kid eran cada vez más irregulares y erráticos.

-También el anterior. –Deshizo la presa contra la cintura de Law para poder guiar la punta de su polla hasta la estrecha y húmeda entrada.- Y el anterior. –Su garganta casi se derramó en éxtasis cuando sintió el enorme miembro de Kid enterrándose en su interior.- Y el anterior.

-¡Hmmmnh… aaaaah!

Ya estaba toda dentro.

Sus paredes le estrujaban con tanta presión que por un momento creyó que iba a derramarse sin necesidad de moverse. La espalda del mayor se arqueó de una manera tan perfecta que las manos de Kid no dudaron en ningún momento en rodear su cuerpo con ambos brazos para apretarle contra su pecho y ayudarle a sostenerse contra la ventana opacada por el aliento travieso de Trafalgar. Mientras besaba tiernamente su cuello para calmarle, tuvo un pequeño desliz con su propio reflejo, embobándose por la delicada imagen que se formaba por el reflejo de las luces contra la superficie cristalina. Sus propios ojos ámbares le miraban con una furia más propia de un animal que de un ser humano. Sus dedos, más pálidos en el reflejo que en la realidad, se deslizaban ahora como un imán atraído inevitablemente por la imagen que podía abarcar con sus orbes de oro.

Podía verlo todo en aquella postura: la forma que tenían los pezones oscuros de Law de endurecerse cuando sus dedos los apretaban con demasiada fuerza, el cómo su boca se abría cuando el movimiento de sus caderas dejaba atrás el lento ritmo inicial para tornarse virulento y ardiente, el delicioso hilo de saliva que caía por su mentón para perderse por su cuello y ahogarse en su clavícula. Las líneas de su cuerpo. El obsceno sonido que salía de sus dos caderas chocando una y otra vez mientras los gemidos taladraban sus oídos hasta clavarse como clavos al rojo vivo en su cerebro. Sus labios empapados. Sus mejillas incandescentes. Las manchas sobre el cristal que emanaba la polla del otro al frotarse contra la fría superficie. Pero la perdición de Eustass Kid en ese preciso momento no fue ni más ni menos que dos ojos grises que, extasiados por el placer que sacudía su cuerpo con fuertes decibelios, rociaban la piel de su rostro con frágiles lágrimas corriendo hasta morir en ninguna parte. El perfecto color metal se difuminaba con el líquido acumulándose en sus ojos, enturbiando y opacando su mirada.

La sensación de poder fue tal que tuvo que morder el cuello del mayor con avidez para no gemir roncamente cuando pareció corresponder a sus embestidas ahora veloces e indomables, notando que el delicado cuerpo entre sus manos iba a romperse en mil pedazos. Sin embargo, a Law parecía gustarle tanto aquella sensación límite de tirantez en su entrada, ahogado en el cóctel de placer y dolor tan embriagante para sus papilas gustativas, que Kid simplemente no podía dejarlo.

-¡¡Mnnh… aaaah!! Haa…. Ah… ¡¡A-Aaaahhh!! Fwah… ¡kkh…!

-Joder… me voy a correr…

Fue lo único que atinó a decir cuando notó algo más que gemidos agudos saliendo de la garganta del mayor. Law se había reído. Pero no había sido una risa cualquiera, una de las que podía lograr a escuchar con suerte cuando le hacía feliz. Tenía un sonido muy diferente. Parecía la risa de una puta que disfrutaba mientras la forzaban a ponerse a cuatro patas.

La polla del pelirrojo estuvo a punto de reventar.

Los movimientos se habían vuelto totalmente erráticos, ya sin control alguno sobre lo que hacía o dejaba de hacer. Creyó por un momento escuchar el sonido del cristal de la ventana ceder a sus cuerpos, con un pequeño “crack” que apenas le interesó. Tenía toda su atención puesta en el calor bajo su vientre que no hacía más que agolparse toscamente queriendo salir. Joder, no podía más. Una de las manos que pellizcaban y arañaban su piel tostada hasta dejarle marcas acabó por delinear lentamente una estela de sudor con la yema de su falange hasta que tomó sin cuidado la polla del mayor para masturbarla con fuerza.

-¡¡N… No… Aaaaaah!! ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah!!!

Law se corrió contra la ventana, a vista de todo aquel que pasase por la calle y mirase hacia arriba. Las paredes de su interior se apretaron tanto que apenas pudo aguantarlo más, vaciándose en su interior de forma tan necesitada que tuvo que abrazar el cuerpo del moreno con más fuerza contra su pecho. Los espasmos en el cuerpo de su amante le indicaban que estaba al límite de sus fuerzas. Los brazos de Kid, perfectamente funcionales todavía, tomaron en volandas su cuerpo desnudo y empapado en sudor para llevarle a la cama.

Le tumbó sobre las sábanas como si fuese del más caro cristal soplado.

Sus alientos chocaban constantemente el uno contra el otro en busca de algo de oxígeno, ahora que sus pulmones estaban demasiado deshechos en calor. Kid aguantó lo suficiente como para tumbarse a su lado, sintiendo rápidamente que se recostaba contra su pecho. Solo escuchó el ruido de los tacones caer contra el suelo del cuarto, porque no tenía los ojos abiertos para verlo.

 Demasiado cansados como para poder repartir caricias entre sus cuerpos exhaustos y empapados en el cálido rocío que brotaba de los poros de su piel. Casi por inercia, los brazos del pelirrojo arroparon suavemente al cuerpo que se apretaba contra el suyo buscando ser amado un poco más, pero sin fuerzas ni de coña para repetirlo. El único sonido que rompía el silencio del dormitorio eran los latidos veloces de sus corazones más que conectados en un solo sentir.

Law cerró los ojos con una suave sonrisa en la cara, meciéndose entre el suave ir y venir de su aliento. Eso era lo que más adoraba de las noches apasionadas con Kid. Poder escuchar su corazón latiendo con fuerza por él. Hacía sentir una horrible sequedad en su boca pero que, a su vez, le reconfortaba con creces.

-Te quiero…

Fue lo último que atinó a escuchar Law de los labios del pelirrojo.

 

Notas finales:

Bueno, ¿qué os ha parecido? ewe 

Sé que queríais un lemon en condiciones, pillines... jajaja. 

Y os lo he dado, soy alguien generosa (?) Así que ya sólo me queda deciros que muchas gracias por leer y, si sois tan amables, dejadme un review para ver qué opináis. 

Se queda en el aire lo del hombre que se encuentra Kid en la puerta de su piso, pero si habéis estado listos/as, habréis visto que el nombre ha salido. En el próximo tocarán muchas confesiones...espero que estéis listos.

Un besete enorme amores 


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