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Tan solo una novela por MadAsAHatter

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Notas del capitulo:

Lamento la demora, merezco lo peor, lo sé.

 

 Dedicado a Jotaceh ;)  

 Más allá de nosotros 

 

Gimme danger, little stranger
and I'll give you a piece
gimme danger, little stranger
and I'll feel your disease.

Sentía como desde lejos una melodía se colaba a su cabeza, parecía como si estuviera bajo el agua y tuviera los oídos tapados. Escuchaba pero no lograba distinguir la naturaleza de aquella cadencia, sentía una voz rasgada e insistente llenando el ambiente más sus ojos se negaban a despegarse. Rodó sobre su costado y de súbito cayó al suelo de espaldas, estiró los brazos y movió sus extremidades aun sin querer despertar. Quería disfrutar de la melodía que ya taladraba con fuerza sus tímpanos.

La letra se hizo conocida y comenzó a tararear desde el suelo hasta que se incorporó de un salto, queriendo gritar y acogerse a las sensaciones de ella, queriendo sentir esa intensidad, saborearla y explotar dentro de ella.

-          Cantas bien – escuchó – ven a la cocina estoy haciendo desayuno.

Caminó por el largo pasillo, desperezándose y estirando los brazos como si quisiera tocar el cielo, al final del pasillo se encontró con la cocina. En su vida había visto una cocina más amplia y limpia, tal parecía ser que o bien el dueño nunca estaba en casa o era un maldito obsesivo de la limpieza.

-          No pensé que te gustara Iggy pop.

-           Y The Stooges, también me gustan las colaboraciones, pero eso ya es otra cosa… un gusto heredado supongo.

-          ¿Heredado de quien? – le atajó repentinamente intrigado, el matiz de melancolía era algo que reconocía muy bien en la voz de alguien. En la mirada desenfocada y la semi sonrisa forzada para disimular y le intrigaba la vida de Álvaro aunque lo quisiera negar.

Pareció meditar unos segundos, debatiéndose entre sí contarle o no parte de su vida mientras revolvía los huevos en la sartén caliente, el aceite ya no chirriaba y el suave deslizar de la mezcla llenaba el ambiente con un grato sonido.           

-          Quizá algún día te cuente, no creo que sea el momento – argumentó terminando de cocer los huevos y echándolos con cuidado a un plato.

Se sentaron a comer el “desayuno de campeones” que Álvaro preparó; un poco de jugo, huevos, pan tostado, mermelada, medialunas y un café negro. Comieron en silencio y luego le mostró el baño para que se pudiera dar una ducha.

El agua le sentaba genial, se deslizaba por cada rincón de su cuerpo acariciando con cuidado y sentía como relajaba sus tensos músculos. El ruido era constante y tapó sus oídos a fin de escuchar como el agua caía en su cabeza, como chocaba con su cráneo e imaginaba que las gotas fueran de acero y taladraran contra el hueso. Apoyó las manos en la baldosa y curvó la espalda como queriendo estirar cada tendón y estructura de su cuerpo. El suave toque de las gotas pronto se convirtió en algo diferente y un pincel imaginario se deslizó desde la base de su cuello hasta su ingle, quedándose ahí por interminables segundos. El agua y jabón pronto se convirtieron en pintura a su tacto, un poco más espesa y fría. Casi pudo oler el cigarrillo desde dentro de la ducha, el picante y asfixiante hedor del tabaco entrando libre por sus fosas nasales. Tosió casi en una convulsión y al mirar a través de la mampara transparente pudo ver una figura sentada en la tapa del inodoro. La imagen estaba fumando, un sombrero le tapaba el ojo izquierdo y tenía una pierna cruzada sobre la otra en actitud relajada. “Sal de aquí Emilio” pero la silueta solo le devolvió una sonrisa guasona. Sacudió la cabeza tan fuerte que bien podría haberse desgarrado algo, quería sacudir ese recuerdo, no quería llegar a eso, abrió mas la llave del agua y se tapó los oídos nuevamente contorsionando su cuerpo hasta quedar agachado en la esquina de la ducha, apoyado contra la muralla. El olor del tabaco era cada vez más fuerte y se obligó a dejar de respirar tan solo para no sentirlo.

Cuando salió de la ducha pudo ver como Álvaro le había dejado un par de toallas cuidadosamente dobladas sobre la cama, junto con un poco de ropa y una pequeña nota que indicaba que había recibido una llamada de su trabajo y volvía en la tarde. Sonrió sin querer ante el gesto, le costaba recordar la última vez que alguien se tomó tanta molestia por él, incluso había escrito la dirección y el teléfono de donde estaba en caso  que lo necesitara. Se envolvió en la toalla y se sentó en la cama a secar su pelo. Echó la cabeza hacia delante y movió la toalla hasta que las gotitas dejaron de caer, cuando terminó pudo respirar profundo y sus fosas nasales antes inundadas de un imaginario olor a cigarrillo se despejaron con el olor a shampoo y el suave olor de las toallas. Ahora él olía como su anfitrión, llevó la toalla a su cara y aspiró con fuerza, así olía Álvaro; un poco a madera, un poco a limpio y más que nada a tranquilidad. Se sentía tranquilo, más tranquilo que en mucho tiempo y aun no satisfecho con eso se metió a la cama y se tapó entero con las sabanas. La cama era ancha y mullida y se sintió como un niño pequeño en navidad, tranquilo y gozoso. Se quedó allí por unos minutos interminables, tan solo mirando el techo sonriendo y disfrutando de aquel sosiego, de aquella calma hasta que se volvió a dormir.

 

Llevaba todo el día encerrado en el mismo edificio, lo habían llamado de la oficina diciendo que tenía que firmar ciertos papeles y revisar las últimas publicaciones. Álvaro era el dueño de una prestigiosa cadena de librerías, no solo poseía la de San Diego*, sino que también había logrado ampliar en el negocio con el dinero recaudado de sus escritos. Ya era tarde y como de costumbre la ultima luz en apagarse era la suya, tipiando desesperado sobre el teclado parecía que sus manos ya no le pertenecían, era como si hubieran entrado al dominio solo de su mente y esta sin descanso fuera hilando las ideas una tras otra hasta formar la trama que había esperado por tanto tiempo. Escribía la historia de su nuevo amigo, pero ciertamente no era biográfica, más bien era de drama y engaño. Le agregó los detalles escabrosos que creyó fueron convenientes, estaba seguro que a Dante no le importaría y poco a poco la trama fue cambiando, los personajes quizá podían ser similares, pero para que una historia real sea fantástica hay que agregarle ciertos elementos que solo tendrían cabida en nuestra mente.

-           Parece que ya pasaste tu etapa de la pagina blanca.

 No lo escuchó golpear y deseó no haber levantado nunca la cabeza, ahí estaba puntual como siempre. En la puerta había un hombre muy alto y de piel morena que lo miraba con sorna, su barba negra y de candado solo lograba acentuar mas la estructura cuadrada de su cara y sus ojos de gato.

-          Eso parece, dime qué quieres Matías.

-          Pues nada, solo quería avisarte que ya nos íbamos, Miguel se va conmigo – terminó con una sonrisa maliciosa.

-          Está bien, los veo mañana – dijo para volver a su escritura.

Bajó la cabeza y repaso las últimas líneas que había escrito y sin querer como si se tratara de una fuerza más allá de todo su control sus ojos se desviaron hasta el ascensor, donde unos nostálgicos ojos grises lo miraban atentos. Miguel y él fueron compañeros de universidad y de curso, inclusive hicieron juntos su trabajo de tesis, sin embargo luego de ciertas circunstancias, hacia tres años que no hablaban. Su tío era el gerente de recursos humanos y había captado al ojigris luego que este regresara de Inglaterra no hacia más de un año, lo recomendó y Álvaro no tuvo más opción que recibirlo, después de todo su curriculum era bastante impresionante. Desde entonces no habían cruzado más que palabras de cortesía y él lo veía marcharse todos los días cortejado por Matías quien lo acosaba sin descanso desde que llegara.

Lo último que vio fue su lindo cabello negro desaparecer tras las puertas metálicas y deseó por un instante ser él quien fuera en ese ascensor con él y no Matías. Sacudió la cabeza tratando de borrar todo idea ajena a su trabajo hasta que estuvo medio mareado, sin embargo el trabajo estaba hecho y la inspiración ya no volvió.

Cruzó la puerta y se tronó el cuello esperando alivianar la tensión, le dolía como el demonio y el haber cargado el computador nada moderno no había ayudado mucho.

-          Ya llegué

Pero no hubo respuesta, se golpeó mentalmente por dejar en su departamento a un joven desconocido solo, y fue por cada habitación buscándolo esperando que estuviera allí. Había un gran bulto al centro de su cama que respiraba acompasadamente, se acercó despacio rodeando la cama y con una mano comenzó a tirar de la punta del cobertor. Unas hebras de cabello negro y la pequeña nariz salieron a flote. Durmiendo en su cama envuelto en toallas estaba su invitado gozando de la mejor siesta.

-          Dante, despierta ya es tarde – dijo, pero la respuesta fue nula.

Sonrió con malicia y con fuerza jaló las tapas hasta que el bulto rodó y cayó al suelo con un gran estruendo llevándose consigo la lamparita del velador. Solo se escucharon quejidos y del enredo de sabanas y frazadas en el suelo emergió rápidamente Dante con el pelo mas revuelto que nunca.

-          Deberías verte al espejo – dijo tratando de no explotar en risa por la escena.

-          Mmmm ¿ah?

El mayor ya no pudo contenerse y explotó en risa llevándose las manos al estomago y doblándose en dos.

-          ¡Oye, Tú de qué te ríes! – lo increpó desde el suelo apuntándolo con un largo dedo pálido.

El otro por cualquier respuesta válida siguió riéndose y apuntándolo dando una que otra palmada al aire.

-          ¡Eres un estúpido!  Me botaste de la cama, ¡te voy a matar! – gritó, pero cuando trató de pararse cayó de espaldas al suelo con todo el peso de la ropa de cama encima. Álvaro ya no podía reírse más y sentía que el aire ya comenzaba a faltarle cuando vio como  el menor se arrastraba como una babosa por el suelo hacia él con cara de querer matarlo - ¡Ya verás!, ¡no te muevas! -  siguió gritando mientras se arrastraba con los brazos llevando su nueva caparazón improvisada acuestas y el de ojos amarillos caminaba lento para no ser atrapado dándose palmaditas en el pecho de la risa.

Estuvieron así mucho tiempo, hasta que el más alto pudo recobrar la cordura y dignarse a ayudar a Dante, que sin rendirse seguía persiguiéndolo y gritándole cosas. Se acercó y le ofreció su mano para que el otro pudiera salir del enredo y éste con algo de rencor aceptó la mano, sin embargo antes que el escritor pudiera jalar hacia arriba aquella mano, fue jalado hacia el suelo.

-          Te dije que te daría tu merecido – rió malicioso y giró sobre él hasta dejarlo abajo tapado por las cobijas.

-          ¡No! ¡no puedo respirar! – siguió riéndose mientras el menor lo tenía atrapado y le hacía cosquillas.

Hacía tiempo que no se reía así y luego de rodar y que la cabeza le quedara bombeando por tanto reír ambos pararon y sonriendo se miraron. Ahora que lo veía tan de cerca se dio cuenta que los ojos de Dante no eran solo azules, sino que también tenían algo de violeta, su cara se había vuelto más aniñada con la sonrisa y los vestigios de chico rudo habían disminuido. Ante su mirada esos ojos azules violáceos se destiñeron hasta quedar grises y como si algo lo impulsara tomó en sus manos la cara del otro y lentamente llevó sus labios a los ajenos. Como una caricia atemporal el joven le siguió la corriente y el escritor pudo sentir un toque metálico en su lengua. Se separó un par de centímetros extrañado y el otro por toda respuesta le sacó la lengua mostrándole un brillante piercing en la lengua. Sin dejar de mirarse el mayor fue apartando de a poco la ropa que los había dejado cautivos hasta encontrar las toallas húmedas por la piel de Dante.

-          Te podrías resfriar si duermes con ropa mojada.

-          Lo sé – le dijo y sonrió ladino y se abrazó al cuello del otro.

Se besaron lento y la piel del cuerpo del menor se erizó con el frio cuando Álvaro se levanto y buscó un condón en el cajón de su cómoda. Volvió hasta él y se abrazaron en la penumbra. La noche ya había llegado y la luna se alzaba poderosa en el cielo colándose por la habitación a través de las delgadas cortinas. Nunca había estado con alguien tan paciente, lo besaba con parsimonia y lo acariciaba como si su cuerpo se fuera a derretir bajo su toque. Acarició sus caderas y tomándolas suavemente se adentró en su cuerpo con delicadeza. Besó sus pezones y los lengüeteo despacio, uno y luego el otro, mientras el pelinegro suspiraba de placer enredando sus dedos en las delgadas y largas hebras de cabello castaño claro. No hablaron, cada uno estaba absorto en sus propios pensamientos, en sus propios recuerdos mientras se dejaban llevar por el placer. Dante mordió su labio con fuerza hasta hacer brotar una gota de sangre mientras alcanzaba el clímax, el ritmo nunca subió y con la misma parsimonia una sensación agobiante de bienestar lo rodeó. Se sujetó con fuerza a la espalda de su ahora amante como tratando de alargar el momento mientras las embestidas terminaban y sentía como el miembro salía de su cuerpo.   

Notas finales:

Sé que no tiene que ver mucho con "El pintor" pero ya verán, este si decidí partirlo para que no quedara taaan largo. espero les haya gustado y prometo demorarme menos.

  

  • San diego en caso de que no lo haya mencionado antes es una de las calles de nuestro querido Santiago, es conocida por que venden libros de primera y segunda mano, además de contar con un par de teatros de obras y conciertos. La plaza descrita en un capitulo anterior existía, ahora está en remodelación y hay unos feos paneles verdes tapando todo, espero que terminen luego y quede todo bonito como antes.      

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