Año Nuevo.
Madara rodó por la cama, se tapó los oídos con la almohada, gruñó y lloró pero los golpes en su puerta no dejaron de sonar. Maldijo con tanta creatividad que hasta un marinero quedaría achicado.
Se levantó, tomó el pomo de la puerta, lo giró y…
—¡MADARA! —gritó el moreno irrumpiendo en su habitación.
—Mmm~ ¿Ku-chan, eres tú? ¿Qué sucede? ¿Por qué gritas?
—¡MINATO ESTÁ EN LA PUERTA!
—Tu novio está en la puerta, es normal —dejando de lado que era la medianoche del primero de enero.
—¡NO, TÚ NO ENTIENDES!
—Deja de gritar, te lo pido —rezongó el morocho apoyándose contra la pared por el sueño.
—¡PERO ES QUE NO TIENES IDEA!
—¿Pero qué hay de malo con que tu novio esté en nuestra puerta? ¿No será que quiere celebrar contigo? Ni que estuviera desnudo o-
—¡Pero es que así es como está!
Ahí el otro Uchiha comenzó a poner atención.
—… ¿Dijo por qué?
—Dice q-que es… es… mi regalo de Año Nuevo —soltó Fugaku con el rostro entre las manos, brillando ruborizado en medio de la oscuridad—. Es que ni siquiera puedo… ¡Y lo peor es que hace esa cosa con los ojos!
—¿Cosa?
—Sí, es una cosa que hace. Pone muy grande los ojos y tiene el aspecto de un cachorro perdido y… ¡Y se ha puesto un moño de regalo encima!
Fugaku se detuvo de repente y paseó en círculos por la habitación.
Madara se pasó la mano por la cara, pensando en que estaba en problemas. Podía hacer dos cosas. Una, dejar a Minato a solas con Ku-chan y que su niño averiguara por sí mismo las intenciones del rubio para luego continuar… con lo que sea que tuviera que pasar, llevarse a Izuna y emborracharse por lo que quedaba de la noche. O, decírselo él mismo y luego llevarse a Izuna y emborracharse por lo que quedaba de la noche.
De cualquier manera, la inocencia de Fugaku desaparecía hoy.
—Creo que ya sé lo que quiere —susurró el menor, sorprendiéndolo.
—¡Bien por ti! —celebró Madara, feliz en el fondo de no tener que explicárselo.
—Solo tengo una pregunta más y luego me iré.
—Dispara.
Fugaku respiró hondo.
—¿Cómo se tiene sexo entre dos hombres?
—…
—…
—¿Sabes qué? Mejor vamos a despertar a Izuna, él te lo explicará mejor que yo. Sí, eso es, ven vamos… ¡No, no, nononono, ¿qué digo?! ¡Va a matarme cuando sepa que te apoyo! ¡Piensa, Madara, piensa! ¡No, ya sé, esto es lo que haremos! Tú baja y ve con Minato. Si las intenciones de él están claras, él te dirá que hacer, tú despreocúpate. Pero sé el seme, ¿de acuerdo? Y tú… tú… tú no digas ni una palabra a Izu-chan, ¿está claro? Sí, eso es. Y yo me lo llevaré, saldremos por la puerta de atrás y no veremos nada, la casa es toda para ti, no la incendies ni invites a nadie a entrar. Y-Y-Y hay condones en esa gaveta, úsalos pero no te los acabes que mañana iré a ver a Zetsu y… y… ¡Hasta pronto!
Y Madara salió corriendo de su habitación tomando del suelo unos jeans gastados y llevándose a Izuna -medio dormido y en pijama- sobre el hombro.
Fugaku se rió entre dientes y bajó al salón donde lo esperaba su rubio. Bien vestido y sin ningún moño, cabe aclarar.
—¿Qué fue todo ese escándalo? —preguntó Minato con ojos curiosos.
—Nada importante, fue solo Madara siendo Madara.
Minato lo miró con ojos desconfiados.
—¿Qué estás tramando, Uchiha?
—Nada, ¿qué podría tramar? Olvídate de ellos y escucha esto: tenemos la casa para nosotros solos.
—¿Y tus primos?
—Seguro que no regresan hasta después del mediodía.
—No suena mal. Comencemos el Año Nuevo, digo yo —ronroneó el rubio colocándose a horcajadas sobre el moreno.
—Por eso te amo —respondió Fugaku apoderándose de la cintura de Minato—. Feliz Año Nuevo.
—Feliz Año Nuevo.