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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Silencio. 

 

—Basta.

—¿Con qué?

—Has perdido más de media hora mirando a la nada y tienes una estúpida sonrisa en la cara. Estás pensando en cosas que ni quiero imaginar.

—¿Ah sí? ¿Podrías decirme qué estoy pensando, según tú?

—Ni se te ocurra —amenazó uno mientras el tono de su voz descendía, convirtiéndose en suave y peligrosa—. Dijiste que tenías mucho trabajo que hacer y no veo que la montaña de papeles que tienes en la mesa baje ni un centímetro.

—No puedo concentrarme al tenerte frente a mí.

—Entonces me iré a la cama y-

—No te atrevas a poner la palabra “cama” y a ti en la misma oración —saltó el otro reteniéndolo con un agarre firme en la muñeca—. No quería decir que te fueras... Además, no seas ridículo, es muy temprano para ir a dormir. Creí que ibas a ayudarme con esto.

—Eso intento —replicó Minato haciendo énfasis en cada sílaba—, pero no veo ningún interés de tu parte.

—Estoy aburrido y tengo hambre —replicó Fugaku, tirando su pluma sobre la mesa y poniendo una expresión de mártir.

Su esposo lo miró con esos ojos glaciales que ponía cada vez que estaba muy molesto.

—¿Quieres comer algo?

—¡Eso sería genial! ¿Ves? Por cosas como esas es que sé que me amas.

—Uchiha idiota.

Frunció el entrecejo pero no por la locura de su consorte. No podía quejarse, Fugaku había llevado el trabajo a casa por su petición; dormía muy poco y daba la impresión de que no estaba comiendo adecuadamente. Al parecer algunas acciones se habían triplicado, así que Izuna y Mari tuvieron que viajar a Nueva York y hacer algunas visitas al famoso Wall Street. El único suplente para la eficiente y dulce secretaria resultó ser Madara, que se quejaba día y noche con su primo por haberlo alejado de su hermanito y de su Mari al mismo tiempo.

Minato no tenía ningún inconveniente con ayudarle, sus conocimientos en el área de economía serían de mucho provecho. Estaba preocupado por él y haría su mejor esfuerzo por atenderlo.

—¿Alguna petición en especial?

—Cualquier cosa estará bien.

Minato iba cruzando el umbral de la cocina cuando quiso decirle al moreno que “cualquier cosa” no era precisamente la respuesta que esperaba. No tuvo la oportunidad.

Escuchó a sus espaldas el sonido de la puerta cerrándose y de repente sintió que era arrastrado hacia atrás, hasta que sus hombros chocaron contra la pared.

—¿Qué demonios crees que haces?

—Voy a comerte por completo —respondió el moreno que quedó frente a él.

En menos de un parpadeo se vio atrapado entre la puerta y el cuerpo de su esposo, que le sonreía con esa superioridad suya que lo enloquecía.

—Fugaku Uchiha, esta es la última vez que caigo en uno de tus trucos.

—Creo que eso también lo dijiste la última vez, Minato Namikaze.

—Minato de Uchiha para ti —ronroneó el mencionado tentativamente contra sus labios.

—Me alegro de oír eso porque de verdad necesito amarlo, señor Uchiha.

—Cállate y bésame.

Pronto estuvo su boca clamando por la de su pareja, acariciándose de una forma alucinante, con ternura y con exigencia y con las manos vagando por su cuerpo mientras sentía una ansiedad que reconocía cada vez que compartían esa intimidad, esa cercanía y ese compás del cuerpo que lo apretaba tan deliciosamente.

Minato gimió en el beso sin tapujos, sintiendo las manos que exploraban su figura con paciencia, con detenimiento, como si no se cansara de conocerla una y otra vez.

—Shh… mantén la voz baja —susurró Fugaku al repartir besos en su cuello y con el ego por las nubes.

—Bastardo, sabes que no puedo… Mmm~… guardar silen- ¡Ohh!

—Guarda silencio, amor. No quieres despertar a tus hijos ¿o sí?

Minato quería decirle un buen trozo de lo que pensaba, pero olvidó todas sus protestas cuando Fugaku volvió a besarlo con necesidad.

Si sus hijos se despertaban sería su culpa y de nadie más que suya, pero le resultaba imposible resistirse cuando el deseo era tanto.

Se rindió ante el poder de aquel beso, como todas las veces anteriores a esa.

Hacía más de seis meses que tenían un momento para ellos solos. Y es que con la gran familia que habían procreado, no era sencillo atender a todas esas cabecitas rubias y morenas que exigían todo el tiempo y energía de ambos, a todas horas.

Como diría Madara: ¡Lo mejor para revivir el clan!

 


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