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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Fortaleza.

 

 

Ya estaba dicho. Había tomado una decisión y nada lo iba a hacer cambiar.

Echó vistazo de reojo a su compañero, que venía a su lado mirando pasar las luces del tráfico de la tarde. Minato venía inusualmente silencioso de regreso a casa.

Fugaku cargaba con una ligera sospecha desde algunos días atrás. Tenía la impresión de que el rubio lo manipulaba.

Este año, el último en educación básica, habían tenido la suerte de ser compañeros de salón. Todo el colegio se había acostumbrado a la extraña pareja que eran y por fin los habían dejado en paz.

Su relación no era sencilla, ambos cometían muchos errores y debido a sus personalidades la convivencia no era fácil, pero entre los dos se las habían arreglado para seguir adelante dado que experimentaban la felicidad que a pocos en esta vida se les concede.

Y estaban agradecidos.

Los trabajos en pareja o en grupos los hacían juntos. Minato y Fugaku acoplaban muy bien sus inteligencias.

No obstante, el moreno comenzaba a notar un patrón: cada vez que debían hacer un trabajo cualquiera, Minato nunca se encontraba de humor para hacerlo. Él podría pedirle, rogarle e incluso ordenarle que lo ayudara pero el otro no cedía.

Por el contrario, Minato encontraba la manera de distraer a Fugaku con simplicidad ridícula y al final, terminaban desvelados una noche antes de la entrega del trabajo porque no habían hecho nada de provecho.

Fugaku se enojaba con Minato pero se enojaba más consigo mismo.

Con una palabra dicha en el tono adecuado o con una caricia en el lugar correcto, ese rubio tenía al Uchiha cuando lo quería, como lo quería y donde lo quería.

Cuando llegaron a la casa de los Namikaze y Fugaku se deshizo de los zapatos en la entrada, tenía la firme resolución de no dejarse vencer. Esta vez no caería en sus redes.

«Ánimo», se dijo a sí mismo el moreno.

El anfitrión lanzó la chaqueta del uniforme por cualquier parte, junto con sus zapatos.

—¡Por fin terminó este día! —celebró el ojos-azules.

Al asomar Fugaku por la puerta, vio a Minato estirando su cuerpo sobre la cama -la misma que habían compartido muchas veces-, retorciéndose cual gatito perezoso.

—No te pongas muy cómodo, aún hay mucho trabajo que hacer —dijo el Uchiha, que tomaba posesión del escritorio y sacaba sus cosas.

—Espera un momento, acabamos de llegar. Quiero tomar un baño.

—Hazlo después.

—¿No quieres acompañarme? —preguntó Minato con una posición tentadora sobre las sábanas.

—Sí… Digo, no. Claro que no. Hazlo después de que terminemos.

Fugaku no escuchó ninguna réplica por parte del otro pero no lo vio acercarse. Notó que Minato observaba sus esfuerzos sin mucho interés, dejando que el moreno comenzara a trabajar sin su ayuda.

Estuvieron un rato en silencio, cada uno en lo suyo, hasta que el Uchiha comenzó a oír ruidos familiares a su lado.

Sus ojos de ónix volaron hasta encontrarse con Minato, que le devolvió una mirada desafiante.

Su mano sujetaba juguetonamente la orilla de la camisa y la retiraba de poco en poco. La otra acariciaba con la punta de sus dedos su torso cincelado o viajaba peligrosamente hasta la orilla del pantalón.

—¿Qué crees que estás haciendo? —demandó saber Fugaku, que sentía un poco áspera la garganta al ver que la tela iba desapareciendo.

—Me siento abandonado.

—Ni lo intentes. Estamos a contrarreloj, no podemos perder el tiempo.

—Han sido más de dos semanas, yo no pienso seguir esperando.

—Una hora más no te matará.

—Dilo por ti, comes demasiado saludable.

—Haré todo lo que tú quieras después, rubio. Solo déjame terminar esto y luego-

—Yo no recuerdo haberte invitado, Uchiha. Tú puedes quedarte justo ahí… y seguir trabajando.

Minato sonrió de la manera más arrogante posible y Fugaku tuvo que admitir que lo hacía de maravilla, porque ese gesto combinado con su pose cada vez más provocativa, lo estaba volviendo loco.

Esos zafiros que tanto amaba se clavaron directamente sobre sus ojos mientras el dueño de ellos se desvestía completamente. Le decían sin vergüenza: “¿Te vas a quedar allí sin hacer nada? ¿Crees poder aguantar?”

Fugaku apenas percibió el momento en que partió un lápiz por la mitad. Estaba concentrado detallando la figura deliciosa que se extendía frente a él.

Minato se acarició con delicadeza y con las mejillas sonrosadas, ya sea por el pudor o la excitación. El rubio nunca antes había hecho algo como lo de ese momento y sus ojos cerrados lo demostraban; a pesar de todo el atrevimiento que embellecía sus movimientos, el moreno pudo ver que estaba nervioso y todavía cohibido.

—Fugaku… —suspiraron tenuemente los labios de Minato.

Ese fue su punto de quiebre.

Minato jamás diría su nombre con tanta necesidad sin que él corriera a su lado, no mientras Fugaku todavía tuviera un alma y un corazón que estuvieran grabados a fuego por el otro.

—Siempre tienes lo que quieres, ¿no es así? —dijo el Uchiha mientras se acomodaba entre las piernas del rubio y lo apretaba contra él en un abrazo.

—Tú me has enseñado, eres un chico muy malo —dijo el rubio con una hermosa sonrisa.

—Sí, pero tú sacas lo peor de mí.

«Soy débil

Un Uchiha había sido criado para ser siempre independiente y ése era su deseo.

Mas, al conocer a Minato, supo que depender de él era su destino.

 

Notas finales:

 


Tú me inspiras.


 


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