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Perfumes y Armas por ItaDei_SasuNaru fan

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Kiss, kiss, kiss.

 

 

En su departamento de soltero y escritor exitoso, su pervertido amigo había decidido invitar prácticamente a toda su generación, compañeros y otras peculiares entidades.

¿La razón? Quizás buscaba una oportunidad para poder ver a Tsunade, a pesar de que ella seguía rechazando sus pervertidas proposiciones.

Ahí estaban reunidos casi todos sus conocidos. Desde Sakumo, Inoichi, Shikaku, Chouza, los gemelos Hyuuga (perdidos en algún lugar), Kushina, Mikoto hasta algunos de sus más jóvenes amigos, como Azuma, Kurenai, Obito, Kakashi, Gai, Iruka, Anko y otros.

Jiraiya quiso poner un ambiente diferente en la fiesta y lo primero que se le ocurrió fue jugar una cosa llamada “Siete minutos en el cielo”.

—¡Escuchen, todos! —exclamó el peliblanco colocándose en el centro de la sala con un pequeño recipiente en la mano—. Quiero que todos pongan un objeto suyo aquí.

—¿Y eso para qué? —saltó Kushina, que sintió alarma al tratarse de un juego que proponía su antiguo sensei.

—Porque estarán encerrados con el dueño del objeto que escogieron durante siete minutos —dijo Jiraiya con un ligero rubor de malicia cubriendo su rostro.

—¿Encerrados? ¿adónde? —preguntó Iruka, tratando no parecer alarmado.

—A falta de un closet, creo que una de las habitaciones servirá.

—¿Qué se supone que debemos hacer? —preguntó Azuma, prendiendo un nuevo cigarrillo.

—Eso será decisión suya —respondió el escritor con su mejor sonrisa.

Un murmullo corrió por todo el lugar, pero contrario a lo que parecía, nadie estaba dispuesto a irse. Solo se negaron a jugar pocas personas, como Kurenai y Azuma que ya eran pareja a pesar de no decirlo abiertamente. Todos los demás accedieron a jugar y colocaron algo en el recipiente.

Minato, que había sido obligado a poner su reloj, huía por todo el departamento para que Jiraiya no reparara en su presencia, y que de ser posible, la noche terminara sin que él participara en esa locura.

Tenía miedo del azar. Había pocas féminas jugando y no quería ni pensar en encerrarse con un hombre. ¿Y si le tocaba con…? ¡Ni pensarlo! No lo había visto en toda la noche, pero él conocía su mala suerte mejor que nadie.

Aparecieron parejas de lo más extrañas. Mikoto casi se desmayó cuando escogió el objeto que le pertenecía a Gai. Anko estaba muy animada, miraba con ojos de águila a todos los hombres guapos del departamento. Shikaku había caído dormido en algún sillón luego de que escogiera milagrosamente a su linda esposa y terminara su turno, susurrando “que problemático” de vez en cuando.

—¡Hey, te llegó el turno Minato! —gritó Jiraiya al divisarlo en medio de la multitud y jalarlo al medio, frente a los ojos de todos.

—Eres un…

—No seas quejica y escoge algo.

Minato hundió la mano en el montón de objetos, bajo la mirada ávida de toda la multitud.

No pudo identificar nada en particular, así que escogió algo lo más rápido que pudo. Cuando sacó su mano del recipiente, vio un pequeño neko negro colgando de un par de llaves.

Kushina chasqueó la lengua de frustración y observó con furia a todos los presentes.

—¿Alguien?

A pesar de que Minato sostuvo en alto el pequeño llavero, nadie se movió a reclamarlo.

—¡Por todos los…! ¡Uchiha, mueve tu trasero hasta acá, ya todos sabemos que eres tú! —gritó Jiraiya llamándolo efusivamente con la mano.

—¿U-Uchiha? —repitió el rubio con voz débil.

Cuando la figura de Fugaku emergió de la multitud con un rostro terriblemente serio, Minato tragó grueso.

Todo el mundo contempló fascinado al moreno, que sin ningún miramiento tomó al otro de la mano y lo arrastró fuera de las miradas curiosas, hasta el cuarto preparado para el juego.

—Bueno, ya saben las reglas. Entren al cuarto, y tú Uchiha, pórtate bien. No quiero tener que entrar ahí y patear tu trasero.

—Quiero verte intentarlo —replicó el aludido.

—Vuelvo en siete minutos —dijo el escritor por último dirigiéndose a Minato.

Cuando escucharon la puerta cerrarse y el sonido de la llave, Fugaku se sentó en la cama bastante alejado del rubio.

Minato, indignado, espetó:

—Si no querías jugar, pudiste haberte ido o por lo menos haberte negado, estúpido.

—¿Quieres jugar?

—¿Qué?

—Aparte de tonto, eres sordo —bufó el moreno.

—¡Mira, Uchiha, no me interesa si lo que querías era tocar con una chica o con alguien diferente! ¡Es tu culpa que estemos los dos aquí, podrías haber tenido la consideración de retirarte y no hacer peor mi turno!

Fugaku le miró asombrado por su arranque de enojo. El silencio se volvió tenso luego de sus palabras, había hecho las cosas un poco incómodas para ambos. Finalmente, el Uchiha se levantó de la cama y fue con paso firme hasta él.

Se acercó a Minato rápidamente y le atrajo por la cintura con un brazo para que no pudiera escapar. Gentilmente levantó su cara con una mano, haciendo que mirara a sus interminables ojos negros.

La expresión de Fugaku era difícil de leer, no tenía ni idea de lo que estaba pensando.

El bastardo definitivamente estaba loco.

—No haré nada que tú no quieras, así que dime… ¿Puedo?

El rubio asintió, todavía sorprendido por lo decente que era.

—Gracias —susurró el otro al moverse tan cerca que los labios de ambos se rozaron tenuemente.

Minato podía sentir toda la calidez que emanaba su boca. Fugaku sostuvo el rostro entre su mano y acarició el labio inferior con un dedo.

Lentamente, el moreno presionó los labios contra los suyos, mientras lo arropaba con los brazos y lo sostenía cerca de su cuerpo. Lo abrazaba con fuerza y la mano que se había apoderado de su cuello hizo suaves círculos sobre su piel.

No hizo nada más -por falta de tiempo-, pero fue suficiente para Fugaku, que pudo encontrar los sitios que dejaron a Minato sin aliento, logrando que el rubio vertiera deseo en cada movimiento del vaivén de sus bocas.

Embelesados como estaban, los tomó completamente por sorpresa la voz de Jiraiya que resonó cuando abrió la puerta:

—Su tiempo terminó así que… ¡¿Qué demonios crees que le estás haciendo, Fugaku?!

—No hice nada que él no me pidiera —respondió el moreno con una pequeña sonrisa, sin intención alguna de separarse del rubio que por fin había atrapado.

Minato escuchó en la lejanía la voz de Jiraiya que les decía que se largaran y sintió los brazos del Uchiha que seguían enredados en su cintura cual anaconda.

Con el rostro ardiendo, agradeció a la locura de su antiguo maestro y fiel amigo. Pero se prometió algo a sí mismo y a Jiraiya: la próxima vez que hicieran este juego, estaría seguro de invitar a Orochimaru.

 


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