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Tan sencillo como los tulipanes amarillos por Kyasurin W

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El despertador sonó de repente, provocando que diera un sobresalto. Apagué la alarma y me senté sobre la cama, flexioné mis piernas, abrazándolas con mis brazos, hundí mi cara entre mis rodillas.

Una sensación abrumadora me asecho toda la noche, haciendo que me fuera imposible conciliar el sueño. Merecía el título de la persona más impulsiva del mundo, me había pasado de la raya con Andrés. Últimamente, cada vez que estoy enfadado, se me sale de las manos.

Pero tan sólo de recordar a Luciana en la cama del hospital, hacía que el enojo se me subiera de nuevo. Quizá deba ver cómo está Andy, parecía muy afligido antes de que se fuera a su habitación.

No sé qué decirle, no pienso pedirle disculpas, si lo hiciera, sería como arrepentirme de lo que hecho, y sé que estuvo mal, pero tuve todas las razones para hacer lo que hice.

Me levanté de la cama, colocándome unas sandalias, el piso estaba helado, ya ni siquiera era necesario el uso de los aires acondicionados. Salí de la recamara y fui hasta el pasillo contrario, esperando oír un ruido de parte de Andrés, pero eso no sucedió. Me acerqué más, más y más, hasta que mi oreja quedó pegada a la madera.

Toqué la puerta y nadie me respondió, repetí la acción y seguía sin respuesta, por lo que decidí entrar por mi cuenta. Fui empujando la puerta despacio, abriéndola, para ver a Andrés, tal vez dormido, pero no había nadie. La cama seguía compuesta, como si nadie hubiese dormido ahí.

Salí de la habitación y toqué la puerta del baño, al repetirse lo mismo que con su cuarto, abrí la puerta y tampoco había nadie.

No hay forma de que esté a estas horas en la escuela, es muy temprano y aún no abre. El pánico me comenzó a subir por la garganta. Regresé a su habitación, frustrado por no verlo, los pensamientos malos no faltaban en mi cabeza.

Jalé la puerta corrediza de su closet. Estaba vacío, casi vacío, no había más que una chaqueta y un par de zapatos. Seguí con sus cajones, igual de desiertos.

Me pasé las manos por el cabello, tratando de conseguir la calma, que no aparecía por ningún lado. Me senté sobre su cama, tratando de analizar los hechos. Andrés se había ido del apartamento, se fue sin avisarme y sin decir donde iba. ¿Qué se supone que debo hacer en estos casos? ¿Dónde lo busco? ¿Dónde lo llamo? No tengo ninguna información de él. No puedo investigar dónde está, cuando lo único que conozco es su nombre. ¡Ni siquiera sé su apellido!

Salí de ahí y fui hasta la cocina, miré la hora, ya era tiempo que me fuera preparando para ir a estudiar. No podía faltar un día más, no, si quería gradúame a tiempo, ahí las faltas costaban muchísimo.

Me di una ducha con agua caliente, tratando de calmar mis nervios. Salí con una toalla enrollada en mi cadera, abrí los cajones de mi cómoda, sacando mi ropa interior y unos jeans deslavados, me quedaban algo holgados. Del armario tomé una playera de manga larga, con el cuello en forma de V, tenía unos diseños plateados en el frente, que hacía que combinara con los jeans. Por último, unas botas color rojo oscuro, algo pesadas, pero servían para la abundante nieve que se amontonaba en las calles; y una chaqueta bastante gruesa.

Fui al baño y me cepillé los dientes, tomé mi mochila y salí de la habitación. No tenía hambre, no tenía estómago para digerir la situación en la que me encontraba. ¿Así se sienten las madres cuando pierden a su hijo? Pero él no era mi hijo, no era… ¿qué era él de mí? La pregunta del millón, que al parecer era bastante complicado encontrar respuesta, y no tenía la oportunidad de pedirle su punto de vista a alguien más.

No puedo ir por la vida contándole a la gente que me gusta un chico, quizá para otros sea fácil aceptar que les gusta alguien de su mismo sexo. Pero para mí, toda mi vida rodeado de mujeres, sin ningún sentimiento más allá del compañerismo por algún chico, y de pronto llega este niño, porque eso es lo que es, un niño, que cuando detecta peligro, lo que hace es huir; llega él y me hace experimentar cosas tan ridículas…

 Iba llegando a la puerta cuando vi una pequeña bolsa de papel decorado, en la tarjeta de una de las asas decía mi nombre.

Abrí la bolsa, quitando el papel de color blanco que adornaba el regalo, saqué lo que parecía ser una bufanda de un color oscuro con detalles plateados. Era hermosa, y olía a nuevo, además parecía bastante costosa, desdoblé la tela, de ella cayó un pedazo de papel, doblado por la mitad, lo recogí, leyéndolo, estaba escrito con una caligrafía bastante bonita, letras redondeadas y derechas.

“¡Feliz cumpleaños!

Hoy, mientras pasaba por una tienda, vi esta bufanda y lo primero en que pensé fue en ti, en que se vería bien en ti, aunque… realmente, todo se te ve bien.

A pesar de que no llevamos mucho tiempo de conocernos, te he considerado una persona importante para mí.

Gracias por todo. 

                                                                                         Andrés.”

A esas alturas ya se me había formado un nudo enorme en la garganta, si había una palabra para definir lo que sentía era culpa. Tenía que encontrarlo a como diera lugar.

Enrollé la tela alrededor de mi cuello y guardé el papel en mi cartera. Salí del edificio rápidamente, me había entretenido tanto tiempo que sólo me quedaban quince minutos para llegar a mi primera clase.

En el auto iba a casi a todo lo que daba, tomando mis precauciones claro, porque no faltaba un agente de tránsito en la calle. Al llegar, dejé el coche en el estacionamiento y salí corriendo, literalmente.

-Sebaaaaaas. —Una voz masculina imitando el tono chillón característico de Luciana,  me rodeó con un brazo.

-Ya va a comenzar la clase, Héctor. Quiero ir a sentarme. —Quité su brazo alrededor mío.

-Disculpa, señor amargo, ¿acaso no te dieron premio anoche? No creas que me olvidé de tu cumpleaños.

Entrecerré los ojos, mirándolo con una expresión absurda.

-Ya, perdón. Y esto. —Tomó la bufanda entre sus dedos— ¿Regalo de tu novia?

-No tengo novia.

-¡¿En serio?! Venga, que ya no te dejas ver y no sé nada de ti.

-Jóvenes, si están aquí para platicar, les ruego que se retiren del aula. —Nos amonestó el profesor del taller de diseño.

El rubio y yo asentimos y nos fuimos a sentar.

La clase comenzó a los pocos segundos, por dentro aún estaba inquieto y ansioso por encontrar a Andrés, pero hice lo posible por concentrarme, estaba en la recta final de obtener mi título.

El profesor nos explicó acerca de la unidad armónica entre el texto, la imagen y diagramación de un diseño, para que pueda expresar el contenido, tenga valor estético y que impulse comercialmente a la publicación. También nos informó acerca del proyecto final, crear publicidad para una empresa.

La asignatura terminó y fui hasta la cafetería, acompañado por Héctor, una de las primeras personas con las que hablé al iniciar la Universidad, pero como él mismo lo dijo, cuando comencé a salir con Luciana, ella me consumía todo el tiempo.

Compré una hamburguesa y un refresco de cola, Héctor sólo compró pura comida chatarra, aunque mi desayuno tampoco era muy sano. Nos sentamos en una mesa vacía de la cafetería.

-¿Qué pasó con Luciana? —No tardó en iniciar la conversación, era obvio que se moría de curiosidad.

-Terminé con ella hace unas semanas.

-¿Qué pasó? ¿Te engañó?

-No. Sólo ya no sentía nada por ella, desde comenzamos a salir, siempre sentí que era por compromiso.

-¿Y por qué te le declaraste si no la querías? Sin ofender, pero es estúpido…

-Lo sé, pero en ese entonces tenía dieciocho, pensé que el cariño que sentía se podía convertir en amor.

-¿Estás saliendo con alguien? Porque a mí no me digas que ese regalito te lo compraste tú.

-Eh… no. Pero… me gusta alguien. —Tomé un sorbo de mi refresco, restándole importancia.

-Tiene buen gusto, eh. Lo decía por la bufanda, no por ti. —Aclaró— Tú estás… —Hizo gestos extraños con la cara—

-Cierra la boca. —Me reí, aventándole una servilleta arrugada a la cara.

-Ya me voy. Tengo clase con Cervantes.

-Yo también… Ah, no, que exenté. —Me burlé.

-Idiota. —Se rió— Nos vemos. —Se despidió de mí y se retiró.

Terminé de comer y llevé la basura a uno de los cestos gigantes que había casi a cada medio metro por donde caminaba. También aproveché a vagar por todo el lugar, quizá y Andrés andaba por ahí, pero era improbable y tenía razón.

Tomé las últimas clases como era costumbre. Salí de la facultad a eso de las tres de la tarde. Llegué directo al apartamento, tenía que buscar a Andrés. Tomé mi teléfono y marqué a Sandy, pero en eso alguien llamó a la puerta y tuve que colgar.

-¡Hermanito! —Sandy saltó sobre mí como era costumbre cuando abrí la puerta, aún traía el uniforme de la preparatoria, por lo que asumí que acababa de salir, igual que yo.

-Justo te llamé.

-Oh, ¿eras tú? Sí, sentí mi celular vibrar.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste?

-¿Cómo que, “qué hago aquí”? ¡Ayer fue tu cumpleaños! Obvio que vine a verte, pasé a comprar unas cosas a un autoservicio y tomé un taxi hasta acá.

-Pero…

-Ya le avisé a mamá. Descuida. —Entró al departamento y dejó la bolsa de plástico con lo que supuse que eran dulces y ese tipo de cosas, arriba de la barra. — ¿Dónde está Andy? Quiero verlo…

-¿N-no está contigo? —Pregunté dudoso. Esa era mi última posibilidad, si me decía que no, estaba perdido, Andrés de verdad se había ido.

-¿Qué? —Su expresión cambió dramáticamente, estaba seria y yo sabía mejor que nadie, que eso no era buena señal— ¿Qué le hiciste?

-Tengo pruebas. Aguarda… —Fui hasta mi habitación y tomé las fotos que Luciana me había entregado, regresé y se lo di, ella comenzó a ver las fotos y frunció el ceño— Él… él golpeó a Luciana, la fui a verla al hospital, ¿lo puedes creer? ¡Estaba en el hospital! Me dijo que se lo encontró y se puso agresivo… yo estaba muy enojado y sólo reaccioné como creí debido…

-¡Eres un maldito imbécil! —Gritó, causándome un ligero susto. Al parecer eso de ser impulsivo, venía de familia.

-¡Oye! No digas groserías, te lo he…

-No, oye tú, pedazo de idiota. Estoy cansada de todo esto, pero es que lo que tienes de grande lo tienes de imbécil, ¿de verdad le crees a esa arpía de Luciana? En primer lugar, ¡¿por qué demonios tendría que haber un fotógrafo a esa hora en ese lugar y capturando ese preciso momento?! Porque digo, si te das cuenta, las fotos están tomadas de forma que sólo se vea a Andrés. A parte, no me digas a que hospital fuiste a verla… debió ser en el hospital local, ¿no? ¡Donde trabaja su madre!  Y en segundo lugar, ¿de verdad lo crees capaz de hacer algo así? —Acercó su cara a la mía, mirándome enojada— ¡¿De verdad crees que alguien como él pueda hacer algo así?! Podrá ser todo lo que quieras, pero la calidad moral de ese chico es muy alta, creció con su madre toda la vida, él mismo me lo dijo. Es un chico inocente. Yo soy menor, y te aseguro que sé más sobre la vida que él mismo. No te estoy diciendo que sea un ángel, ni nada por el estilo, porque debe tener sus momentos, pero si de algo estoy segura es que jamás le levantaría la mano a alguien y mucho menos a una chica. Eres un estúpido, Sebastián, un verdadero estúpido. Tú y tu maldito orgullo de macho te impiden aceptar que estás enamorado de una persona que tiene las mismas cosas entre las piernas que tú. —Abrí la boca para refutar, pero ella no me dejó— Ni se te ocurra negármelo, sé perfectamente que ustedes dos se traen algo, desde que los vi como se tratan, como se miran, todo, traté de no decirte nada, pero esto me supera en sobremanera. Mientras tú tienes a Andrés, servido en bandeja de plata, te pones a esperar a que las cosas se den solas, pero lo que no sabes es que nada se va a dar si tú no pones de tu parte. Él es un chico dulce, agradable con una bonita personalidad, no es perfecto, pero es de los pocos que valen la pena. Hay muchísimas chicas y también chicos que de seguro están detrás de él, ¿pero es que tú crees que él va a estar toda su vida sentado, esperando que le prestes un poco de atención? Las personas se cansan, Sebastián. Se cansan. —Hizo énfasis en la última frase, y aventó el par de fotos en mi cara, tomó su bolso y se dirigió a la puerta.

-Sandra… —Balbuceé. Esta niña no sólo conocía las relaciones más que yo, sino que conocía más sobre mí mismo. Todo lo que dijo fue acertado, estaba completamente estupefacto.

En el momento que abrió la puerta vi a alguien que no quería que ver, de hecho, la persona que menos quería ver en ese momento.

-Gabriel… qué coño.  —Murmuré.

Sandy sólo pasó a un lado de él, estaba seguro que se sentía tan molesta que ni siquiera se dio cuenta quien era aquel hombre.

-Wow… —Dijo Gabriel, mirándome.

-¿Qué quieres? Lárgate de aquí, no estoy para soportarte, ahora ni nunca.

-Uy, tranquilo. No estoy aquí para lo que crees… aunque por supuesto la propuesta sigue en pie. —Se burló— Tengo algo para ti.

-¿De qué hablas?

-¿Puedo entrar?

-No.

-Vamos… si te dijera que es sobre tu noviecito, ¿me dejarías?

Suavicé mi expresión, él sabía algo y el muy cabrón me estaba chantajeando. Lo miré por unos minutos, decidiendo qué hacer. Pasaron muchas cosas por mi mente, podría dejarlo ir y seguir consumiéndome los nervios tratando de adivinar dónde se había metido Andrés, o podía, por una vez en mi vida, comportarme como un hombre de veintidós años, afrontar mis sentimientos y hacer todo lo que él hizo por mí y yo no valoré. Opté por la segunda, me hice a un lado, cediéndole el paso.

-Como que tengo sed… —Se estiró y recargó su antebrazo en la barra de la cocina.

-No.

-Qué humor… ten. —Me estiró un sobre amarillo de papel.

Lo tomé, era algo pesado, dentro había una serie de fotos, todas eran de la misma escena que Luciana me había presentado en las fotos anteriores. Sólo que esta vez, era lo que pasó por completo.

 Andrés, de pie, mirando la nieve, lucía tranquilo. Llegaba Luciana, y ella le pegaba una cachetada, su expresión se endureció, parecían discutir por un buen rato, ya que las demás fotos eran casi igual, Luciana levantó su brazo para volverle a pegar, pero él lo detuvo. ¡Esas eran las fotos que Luciana me había enseñado! Y lo que pasó fue al revés.

-¿Cómo es qué…? —Miré a Gabriel, confundido, ¿por qué él tenía esto?

-Había visto vagar a Luciana por el restaurante varias veces, una vez, saliendo, ella me dijo si le hacía un favor, me explico el tema, yo… estaba molesto, por lo que me hiciste la otra vez, ¿sabes? Así que accedí y yo fui el que tomé las fotos. Todo estaba planeado. Pensé que iba ser una broma tonta, pero hace rato, me llamó la gerente del restaurante, preguntando si sabía dónde estaba Andrés, él nunca falta al trabajo. —Suspiró— Fue cuando supe que algo andaba mal. El chico ese, me había dicho que vivía contigo e incluso me dio su dirección, que también es la tuya. Creí que era buen momento para usarla. Aparte, imaginé como debías estar, no es divertido así.

 -No sé qué decir…

-No digas nada. —Se incorporó—No tengo nada más que hacer aquí, así que me voy.

-Gabriel… —Volteó a verme, expectante— Gracias. —Sonreí.

-Te ves más lindo cuando sonríes.

Tragué en seco.

-Por cierto, —Abrió la puerta— Sandy se ha puesto muy bonita, ¿crees que podría…?

-No. —Lo interrumpí.

-Vale. —Soltó una carcajada y salió del apartamento.

Tomé todas las fotos esparcidas y las guardé en el sobre.

Hoy había aprendido muchas cosas acerca de mí y mis sentimientos, ya no tenía excusas para seguir comportándome como un cretino.

Tenía que encontrar a Andy y pedirle disculpas, ponerme de rodillas si era necesario. Él no merecía esto, era demasiado para mí, pero si hay algo que no iba a cambiar era mi actitud posesiva.

No soportaría la idea de verlo con alguien más, de sólo pensarlo siento un amargo sentimiento. Si él quiere estar con alguien, que sea conmigo. Así me tenga que bajar de mi pedestal de hombre soberbio, y ególatra.  

Notas finales:

Hm, no sé, disfruté bastante escribiendo este capítulo x3

¡Agradecería mucho sus reviews! 


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