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Tan sencillo como los tulipanes amarillos por Kyasurin W

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Notas del capitulo:

Me costó bastante escribir este capítulo. Espero que lo disfruten >.<

Me senté sobre la cama, con la cabeza dándome vueltas, y el dolor de espalda insoportable. Los parpados me pesaban, estaba cansado. Sin embargo, no podía dormir, estaba verdaderamente jodido. A penas eran las seis de la mañana, faltaban tres horas para ir a clase. Por suerte, ya era viernes.

Me puse de pie y fui hasta el baño, me miré en el espejo, tenía cara de muerto, con ese oscuro color debajo de los ojos y todo mi cabello alborotado. Abrí el grifo, lavándome la cara y cepillándome los dientes. Traté de acomodar un poco mi pelo, pero éste se revelaba, me di por vencido y lo dejé así.

Salí al salón, sólo con unos pantalones de chándal y playera blanca puesta, me dirigí a la cocina, abriendo el refrigerador, mi boca estaba reseca, incluso me resultaba difícil segregar saliva.  Pensé en la posibilidad de un resfriado. Tomé una botella de agua, girando la tapa y me la empiné, el líquido frío deslizándose por mi garganta me sabía a gloria.

-Buenos días. —Me sonrío el pequeño pelinegro con una sonrisa en su rostro.

Escupí el agua, atragantándome. ¿De dónde salió este tipo?

-Un día de estos me vas a matar. —Le respondí sinceramente.

-L-lo siento.

-No, está bien. No sabía que te levantabas tan temprano.

-Sí… bueno, estoy acostumbrado, supongo.

-¿A qué hora entras hoy?

-A las ocho y media.

-Yo entro a las nueve. ¿Quieres ir conmigo? Vamos juntos.

-¡Sí! ¡Claro que sí! —Me sonrío eufórico.

-Wow… —Solté una pequeña risa.

-Oh, eh… l-lo siento.

-Descuida. Mantén ese entusiasmo. —Susurré. Pasé junto de él, revolviendo su cabello.  Era suave, suave como un algodón, mis dedos se metieron entre las fibras de su cabello y salían con facilidad. Si tan sólo fuera mío—Iré a ducharme.

Entré a mi cuarto, recargándome contra la puerta. En mis dedos aún se sentía esa exquisita  sensación. Respiré hondo, sonriendo como un tonto; me pegué unas cuantas palmadas en la cara, tratando de apaciguarme.

 

 

Estaba sentado en el sofá, esperando a que Andrés terminara de alistarse para ir a la Universidad juntos, como quedamos.

Miré el jarrón, con aquellas flores amarillas, una ya se estaba marchitando, la primera capa de pétalos estaba marcada por pequeños hilos color negro, y su tallo estaba tan débil que se iba de lado. Pasé mis dedos sobre ella, aún estaba tan suave a pesar de ya estar al borde de la muerte. No tenía el corazón para tirarla a la basura,  dejaría a que se marchitara por completo.

-Terminé, ¿nos vamos? —Apareció Andrés en el lumbral de la puerta. Usaba un suéter color crema, unas tallas más grandes que él, lo suficiente para cubrirle las palmas de la mano. Unos jeans y esas botas negras que llevaba cuando nos conocimos. Lucía adorable, tal y como es él.

-Vámonos entonces. —Le sonreí ligeramente.

Salimos y llamamos al ascensor, este no tardó en venir.

Todo el trayecto hasta llegar en auto nos mantuvimos en silencio, uno que extrañamente no resultaba incómodo.

-¿Cómo vas con tu trabajo? —Le pregunté. Me interesaba sacarle información acerca de Gabriel, quería saber qué opinaba de él.

-Muy bien. Me llevo bien con todos, son muy agradables y a pesar de que el trabajo es algo cansado, lo disfruto mucho.

-¿Tienes… amigos?

-Síp. La gerente es muy agradable, sabe cómo hacer su trabajo. También hay un chico que se llama Gabriel, es muy amable. Aunque ayer no fue a trabajar, no sé por qué, estoy preocupado, espero que no le haya pasado nada.

-¿Gabriel es amable? —Eso sí que no me lo creía.

-Eh… sí, ¿lo conoces? —Me miró sorprendido.

-N-no. ¡Qué va! Sólo preguntaba…

Aparqué el auto cerca de la entrada. Ambos tomamos nuestras cosas y nos bajamos el auto, estábamos caminando por el pasillo de entrada cuando Luciana apareció de la nada.

-No sabía que se llevaban tan bien. —Dijo la rubia, examinando de arriba abajo a Andrés.

Él suspiró pesadamente, estaba fastidiado, y yo también. De un tiempo para acá la actitud de Luciana había cambiado radicalmente, era una simple chica hueca y engreída. Andrés me hizo un gesto con la mano, despidiéndose y se fue.

-Como que es medio rarito… —La ojiazul se colgó de mi brazo. La separé de inmediato, mi espalda me dolía con cualquier simple toque.

-¿Por qué dices eso?

-Ay, es obvio que está del otro lado y ¿sabes qué es lo peor? Tú le gustas.

-¿Tú crees? —La miré emocionado.

-Sí, y quita esa estúpida sonrisa. —Rodó los ojos— ¿Sabes qué es lo gracioso? Ese tipo no podía gustarle a nadie en años, es demasiado ingenuo y es feo y…

-Él no es feo. —Arrugué la frente.

-Bueno, no lo es. Pero es demasiado común, no hay nada que realmente sea atractivo para los demás, es uno más del montón. Y… ya no quiero hablar de él, no vale la pena.

-Eres demasiado molesta, ¿sabías? —Me di la media vuelta, caminando en otra dirección, la dejé sola.

Necesitaba terminar con eso cuanto antes, de verdad había tratado para que las cosas entre ella y yo funcionaran, pero era demasiado caprichosa y ególatra. ¿Cómo se supone que debo tratar a una persona con esa forma de ser? No sería fácil, lo sabía. Llevábamos tres años juntos y nos conocíamos desde que éramos niños, pero ya no podía con eso. Le apreciaba y le tenía cariño pero no podía seguir con ella en esa relación que claramente no me hacía feliz. Eso no era amor, era costumbre.

Llegué hasta el aula, aún de mal humor. Me alejé lo más que pude de mis compañeros, no quería que me fastidiaran más con sus pláticas absurdas. Las clases iniciaron normalmente, mi conciencia estaba en otro lado. Escribía mecánicamente en mi cuaderno, ni siquiera sabía lo que apuntaba. Mi cabeza sólo trataba de maquinar cómo terminar con Luciana, cómo acabar con todo eso, sin que fuese complicado, pero conociéndola yo sabía que eso era imposible.

A veces los profesores me llamaban la atención por estar “perdido” en clases, sólo me disculpaba y trataba de prestar algo de esmero, el cual se disipaba a los pocos minutos.

Por fin acabó la primera jornada de clases. Salí al campus buscando a Luciana, el momento había llegado, estaba decidido y esto no era sólo por mí, sino por ella. Esta relación no nos favorecía a ninguno de los dos.

-Sebas…  —Escuché una voz llamarme a lo lejos.

-Qué bueno que te encuentro, necesito hablar contigo.

-Perdón por lo de hace rato, ya sé que me pasé, pero es verdad… no lo puedes negar.

-Sí, sí lo niego. Vamos a otro lugar, necesito decirte algo.

La llevé detrás de los baños, era muy raro encontrar estudiantes por ahí. Era el lugar perfecto.

-¿Qué pasa? —Fingió una mirada triste.

-Creo que… debemos dejarlo aquí.

-¿A qué te refieres?

-A lo “nuestro” —Hice las comillas con los dedos— aunque no sé si haya un nuestro entre tú y yo. Terminemos todo esto por la paz.

-Sebas… —Se acercó a mí— Si es por lo de hace rato ya te dije que lo siento.

-No, no entiendes. Ya estoy cansado de todo esto, de tu actitud y de la mía, no me siento cómodo contigo.  Te quiero, es verdad, pero no como novia.

-¡¿Qué?! No me vengas con eso ahora. Ahora resulta que no ves como una novia, ¡¿qué hay de todas las veces que nos acostamos?! Ahí sí me veías como tu novia, ¿no?

-Cállate, no grites. Eso está en el pasado, pasó hace mucho.

-¿Es por él, verdad?

-¿De qué hablas?

-Por el niño… que vive contigo, te gusta, ¿no es así?

La miré desorientado, no sabía qué decir. ¿Cómo se dio cuenta?

-Creo que me has dicho todo con tu silencio.

-Lo siento. —Bajé el rostro, me sentía avergonzado.

-No hay problema. — ¡¿Qué?! —Me voy. —Se fue, como si nada hubiese pasado, con una expresión seria en su rostro.

¿Pero qué… acaba de pasar? Ni yo me lo creía. Comencé a reír como un idiota, mientras regresaba al área de los comedores. Increíble, pero cierto. ¿Eso significaba que tenía el camino libre con Andrés?

Pasé por el pequeño jardín a donde fui la otra vez, me asomé lentamente y ahí estaba él, todo era de la misma forma, sólo que esta vez no me fui. Me acerqué y me senté junto de él, que por cierto me resulto difícil con las punzadas en mi columna. Él sólo seguía todos mis movimientos con la mirada en cuanto me vio.

-Hola. —Dije sutilmente

-Hola. —Sonrió.

-¿Te gusta aquí?

-No me molesta, es lindo. ¿Estás bien? —Señaló mi espalda.

-S-sí, son cosas de viejos, ya sabes.

Rió. Oh, Dios, qué sonido tan lindo.

-Espero que te recuperes pronto.  —Le dio un sorbo a su jugo.

¿De dónde saca tantos de esos?

-¿Quieres? —Me ofreció la botella con una pajilla dentro de ella.

-Claro.

-Sólo deja le saco esto… —Estaba a punto de sacar la pajita cuando lo detuve.

-Está bien así. —Le di un sorbo por el mismo lugar dónde él tomo. Me miraba boquiabierto, el leve rubor de sus mejillas se intensificó al máximo, adueñándose de todo su rostro.

-Gracias. —Le devolví el envase— Sabe bueno.

-S-sí. Tengo que irme, mi siguiente clase comienza en diez minutos. —Me miró, como si me pidiera permiso.

-Está bien. —Ambos nos pusimos de pie.

-Bueno, yo… me voy. Fue agradable verte hoy.

-El placer fue mío. —Hice una reverencia.

-Nos vemos luego. —Sonrió ampliamente y se fue por su camino.

Me senté en una banca de por ahí. Me sentía diferente, relajado, libre. La bendita libertad que busqué por muchos años, esa que sólo se consigue cuando te sientes bien contigo mismo y no cuando vives solo y haces lo que quieres.

*             *            *

Andrés y yo nos sentamos en el comedor. Habíamos cocinado una pizza y ensalada, bueno… yo había hecho la ensalada.

El ambiente ya no era tenso como solía ser, ambos nos sentíamos a gusto en compañía del otro. Platicábamos y nos reíamos como si nos conociéramos de toda la vida, ¿así que eso era lo que se sentía tener un amigo? No es que tampoco fuese un antisocial, pero las relaciones con demás chicos no pasaban más allá de salir de fiesta. En cambio, con Andy era diferente, no teníamos que hacer mucho esfuerzo para divertirnos o entablar una conversación trivial.

Había aceptado mis sentimientos por él, es verdad, me gustaba y no podía negarlo. Pero aún no estaba seguro de poder entablar una relación amorosa con él. Acababa de salir de una relación muy larga y aparte yo no sabía cómo estar con un hombre en ninguno de los contextos y había muchas dudas acerca de él,  varias cosas que quería aclarar desde la otra vez,  pero no me atrevía a preguntar. No quería arruinar ese vínculo que habíamos creado con mucho esfuerzo, aunque yo entendía que tarde o temprano debía saberlo.

-Quiero ofrecerte una disculpa por el comentario de Luciana esta mañana.

-Descuida. ¿Ella está bien? La vi muy molesta en el descanso.

-Terminé con ella. —Le di una mordida a mi rebanada.

-¿Qué? ¿Por qué? —Me miró estupefacto.

-Me gusta alguien.

-¿E-enserio? Esa chica debe ser muy afortunada.

-¿Por qué lo dices? —Lo miré curioso.

Si supieras que tú eres la chica…

-Creo que eres muy buen partido para cualquiera. —Susurró, volviendo a comer.

Sonreí triunfante y en silencio, él sólo me miraba confundido pero no dijo nada.

Ese bienestar que sentía por dentro no se extinguía, al contario, iba aumentando cada vez, más y más. Iba por él, y sabía que no era un camino fácil, había tantas cosas que ocultaba y que sentía, tenía que ganarme su confianza.

Quería ser alguien importante para él.

Notas finales:

Gracias por sus reviews, me hacen muy feliz ^^


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