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Tan sencillo como los tulipanes amarillos por Kyasurin W

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Ya había pasado más de una semana desde que comencé a vivir con Andrés, él pareció adaptarse muy bien y seguía tan contento como siempre. Hasta ahora solo lo veía por las noches, ya que estudio por la mañana y en la tarde trabajo, al igual que él. Consiguió empleo en un restaurante, es lo único que sé, mientras yo trabajo para mi padre como asistente.

Hace un par de días empezaron las clases para él, por suerte no me lo había topado, tenía que salir media hora antes del apartamento para no llegar juntos, él aún no sabía que estudiabamos en el mismo lugar, y esperaba que no lo supiera. No era como si me desagradara, pero sentía que lo tendría pegado todo el día, a parte siempre que lo tebía cerca, me ponía nervioso, aún no lograba acostumbrarme a su presencia.

-Sebas, amor, ¿nos vamos? —Me levanté de mi asiento tomando la mano de mi novia, caminamos hasta la cafetería y nos sentamos en una mesa.

-¿Cómo te va con tu nuevo departamento? Ahora que vives solo, podemos utilizarlo para muuuchas cosas. —Luciana me tomó de la mano mirándome fijo con sus ojos azules, tupidos de pestañas.

-Bueno, no vivo solo precisamente…

-¿Qué quieres decir? —Soltó mi mano de inmediato y frunció el ceño— ¿Con qué zorra estás?

-Ey, tranquila. Vivo con otro chico.

Aunque no sabía si eso me dejaba más tranquilo.

-Más te vale, te mato antes de que estés con  alguien más.

-Eso suena algo rudo.  —Tragué saliva.

-¡Sebastiáaaaan! —Esa voz… yo la conocía. No, ahora no. Me hundí en mi silla, avergonzado. Todos los de la cafetería voltearon a ver al tipo del suéter negro que se acercaba a mí.

Andrés  tomó una silla de otra mesa  y se sentó al lado de mí. En ese momento quería que la tierra me tragara, todos se me quedaban viendo y oía murmullos por todos lados, a él parecía no importarle en lo absoluto. Mi novia sólo lo miraba molesta.

-¿Por qué no dijiste que también estudiabas aquí?                                

-L-lo olvidé. —Dije lo más bajo que pude, casi como un susurro.

-¡Cómo puedes olvidar algo tan importante!

Luciana tosió intencionalmente, llamando mi atención.

-Ella es mi novia, y él es mi compañero de apartamento. —Los presenté.

-Ow, qué grosero fui, lo siento. Mi nombre es Andrés. —Le tendió una mano, dispuesto a estrecharlas.

-Luciana. —Lo miró con desagrado, dejándolo con la mano extendida.

El ambiente se cargó de tensión, podía ver la mirada de Luciana llena de rechazo hacia él.

-Eh… ¿no debes ir a clases? —Me dirigí a Andrés, su expresión cambió por completo, estaba serio.

-No, realmente.

Me incliné hacia él y le susurré en el oído:

-Vete.  —Volteó su cara al instante, me miraba impasible. Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración chocar contra mi rostro.

Me alejé de inmediato. Él sólo se puso de pie, tomo su mochila y se fue.
¿Se habrá molestado conmigo? Había sido demasiado directo, pero me molestaba su actitud, que compartamos la misma casa, no nos hace amigos. No debía preocuparme por él.

Al terminar las clases, llevé a mi novia su casa. A pesar de que traté de convencerme mentalmente de que no debía preocuparme por Andrés, no pude evitarlo, después de lo que pasó en la cafetería, no lo había visto, pensaba esperarlo para ir juntos a casa, y así normalizar las cosas, pero no apareció por ningún lado y luego de que Luciana me comprometiera a llevarla, lo mejor sería que esos dos no estuvieran juntos en el mismo auto. No se habían caído muy bien y lo peor, es que ambas eran personas cercanas a mí, de diferentes formas, por supuesto.

Llegué al edificio, dejé el auto en el estacionamiento y subí por el ascensor que se encontraba ahí.  

Abrí la puerta principal esperando encontrarme con él, pero no había llegado aún, ¿dónde se había metido? Había dicho que no sabía andar por la ciudad muy bien, pero debía conocer el camino de vuelta, de otra forma como llegó hasta allá. Mi subconsciente me gritaba que debía llamarlo, pero entonces recapacité. No tenía su número móvil, ni siquiera sabía si tenía uno.

Abrí el frigorífico y saqué una botella de agua, me tiré en el sillón, dejando mi cabeza colgando en el respaldo. Cerré los ojos tratando de relajarme cuando escuché la puerta abrirse. ¡Al fin! Ahí estaba él y cargaba un ramo de flores amarillas, no sé qué tipo eran, pero eran demasiado bonitas, será que… ¿eran para mí? Un escalofrío me recorrió la espina dorsal de tan solo pensarlo, me erguí sentándome correctamente. Si se me declarara, ¿cómo lo rechazo? Y si lo hago, sería incómodo seguir viviendo con él, yo no quiería esto, no. Él se dirigía a mí, pero esta vez no sonreía, sus mejillas estaban levemente ruborizadas.

-¿Q-qué haces? —Me puse de pie, las manos me sudaban.

-A-ah… yo vi este florero vacío y pensé que se vería mejor con flores, así que pasé a comprar unas. —Desenvolvió las flores del papel y las colocó en él— ¿Te gustan?

Sentí como si me quitaran las toneladas de encima que me aplastaba, un alivio enorme se apoderó de mi cuerpo, suspiré con mejoría.

-Claro, ¿qué clase de flores son?

-Tulipanes.  Me alegra que te gusten.

-Sí, ¿no crees que debes ponerles agua para que no se marchiten?

-¡Oh! Claro, que tonto soy. —Río ligeramente, tomó el florero y se dirigió a la cocina. Salí detrás de él, abriendo la nevera, quería algo de comer— O-oye… quería ofrecerte una disculpa, por lo de hace rato, soy muy estúpido, perdona por hacerte pasar un mal rato… es que me emocioné mucho al saber que también estabas ahí, ya sabes, así no me sentiría tan solo en esa gran escuela, pero sólo arruiné todo. —Bajó la cabeza.

-No tienes que disculparte, no hay problema. Sólo olvidémonos de esto, ¿sí? —Wow. Él también estaba pensando en eso.

-Claro. —Salió de la cocina.

Pasado un rato, Andrés preparó algo de comer para los dos, él es muy buen cocinero a diferencia de mí, que no sé ni hacer unos huevos revueltos, se percató que comía comida empaquetada y se ofreció a cocinar el almuerzo para los dos de ahora en adelante, no tuve ningún inconveniente, así que acepté.
Yo no trabajaba por estas dos semanas, como era época de exámenes, mi padre siempre me daba todo un plazo libre para que me concentrara en los estudios, y hoy era uno de los días libres de Andrés en el restaurante donde consiguió trabajo. Como ninguno de los dos no teníamos planes, sugirió que viéramos una película en casa ya que el cine quedaba algo lejos de aquí, al principio me incomodo un poco la idea de nosotros dos solos mirando una película, pero terminé cediendo. 

Nos sentamos en el amplió sillón que quedaba enfrente de la televisión de plasma,  preparamos unas palomitas, así que era como todo una función. Optamos por un filme de terror antiguo, “Drácula”, una vieja película que traía entre mis cosas, sin embargo no recuerdo haberla empacado.

Andrés se estremecía y se acurrucaba en su lugar, como un niño de diez años asustado. Sinceramente la película no daba miedo, pero tenía mucho suspenso. La noche comenzó a hacerse presente y el lugar oscureció en unos pocos minutos, lo único que nos iluminaba era la luz del televisor. Al cabo de un rato dejé de oír los chillidos de Andrés y sentí un peso en mi hombro, se había quedado dormido y estaba recargado en mi brazo.

¿Qué se supone que debía de hacer? No podia dejarlo aquí, lo mejor sería que fuese a su cuarto, pero… no lo podía despertar, se veía tan tranquilo. Giré mi cabeza con cuidado y observé su rostro durmiente, sus labios entreabiertos y los mechones de cabello que le caían sobre su frente, parecía un ángel. Me tomé el tiempo de observarlo bien, sus facciones delicadas como la de un niño pequeño, sólo que este niño, ya iba por su segunda década. Me levanté con cuidado de no despertarlo y lo cargué entre mis brazos, no pesaba mucho. Lo llevé hasta su cuarto y lo acosté en su cama quitando las cobijas con el pie.

Ahora venía lo difícil. No podía dejarlo dormir con la ropa, y con zapatos, pero si me atrevía a tocarlo, ¿sería abuso sexual? Cerré los ojos apretándolos con fuerza, debatiendo que debía hacer. ¡Bien! Sólo le quitaría los zapatos y el pantalón, debía ser incomodo dormir así, sólo sería como un favor… no tenía otras intenciones con él.

Desabroché sus zapatos y se los quité cuidadosamente, los dejé al lado de su cama y antes de tomar la hebilla de su cinturón, respiré hondo, tomando valor, y lo hice. Le fui bajando los pantalones deslizándolos por sus piernas, con cuidado y sin mirar hasta que sólo quedara en bóxers, él sólo emitía pequeños gemidos, por un momento creí que estaba a punto de despertarse, y me entró un temor enorme, pero sólo se quedo en eso, él no parecía percatarse de lo que hacía, es como si muriera cuando duerme.

Al terminar, doblé el pantalón y volví la vista hacía él, me incliné tomando las sábanas para cobijarlo, pero antes de que pudiera hacerlo me quedé conmocionado al ver aquellas marcas en sus piernas, eran cicatrices que parecían rayones, líneas en todas direcciones, estaban esparcidas por todos sus muslos casi antes de llegar a su entrepierna. ¿Pero qué…? Antes de que pudiera reaccionar y pensar en las múltiples situaciones del significado de eso, Andrés despertó.

Se sentó sobre la cama, parecía somnoliento y no se había dado cuenta de la situación, yo estaba totalmente petrificado, el pánico se manifestaba por todo mí ser. Cuando  volvió en sí, me miró asustado y encogió sus piernas  velozmente, se cubrió con las sábanas.

-S-seba… —Su mirada se tornó triste.

-Y-yo, eh, te quedaste d-dormido y s-sólo te traje a-a la cama, ¿q-que calor, no?  v-voy por una bebida, ¿q-quieres una? ¿no? B-bueno, e-entonces yo ya me iba. —Sonreí fingidamente con la cabeza dándome vueltas y salí de ahí con una fuerza sobrehumana.

Las piernas me temblaban como gelatina, no podía pensar con claridad, ni siquiera podía asimilar la situación. Su rostro triste y asustado era lo único que divagaba por mi mente, oh joder…

Notas finales:

Gracias por leer :)


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