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Invierno por Romantic Coffee

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Notas del capitulo:

Bueno, acá está. De inmediato porque voy a dormir, jo. 

 

Espero que les guste, gracias ♥

 

 

 

 

Fue en invierno… quizá.

Pudo ser en verano, y ninguno lo notaría.

Otoño también es una posibilidad

¿Has pensado ya en la primavera?

 

Comenzaron en invierno, la navidad más preciosa que había vivido quizá. Los días habían pasado y nosotros seguimos sin aclarar nada, aunque nunca hubo que hacerlo. Yo no me comí la cabeza pensando cosas absurdas como el hecho de haberme enamorado de un chico, y Luhan tampoco parecía quejarse de nada. Él nunca se quejó de nada en realidad.

 

—Un año más —canturreó Luhan. La primera semana del nuevo año había sido buena, para ese entonces mi familia ya se había enterado de él y Mamá mandaba dulces todos los días. Claro que para ellos solo era un amigo, y no era algo muy lejano a la realidad en verdad.

 

La enfermera entró, con una jarra de agua y un sobre de pastillas. Dos días después de navidad, Luhan había comenzado a tomar aquellas pastillas, y a cuidar mejor su temperatura. Ahora usaba un suéter regalado por su enfermera favorita, y la bufanda que le había regalado yo. La ventana permanecía ligeramente entreabierta, apenas entraba una brisa suave.

 

— ¿Pasa algo? —Pues por primera vez lo encontraba en su cama, bajo las mantas, igualmente abrigado. Negó varias veces, tomando una de las pastillas y el vaso de agua a duras penas. Jadeó algo ahogado al terminar y me acerqué para sentarme el borde de la cama.

— ¿Sabes? No me gusta el agua —susurró, escondido tras la bufanda. Y me sentí estúpido, pues estaba feliz de que por primera vez me dijera que algo le desagradaba.

— ¿Quieres que te traiga algún refresco? También hay una máquina de Cafés y chocolates en el piso de abajo —Comenté con una sonrisa. Con la palabra chocolate, sus ojos se iluminaron de inmediato.

 

Con el pasar de los días, me iba cada vez más tarde e incluso a veces me quedaba a dormir con él en el sillón sin darnos cuenta. La enfermera entraba a despedirse y nos tapaba antes de irse, también le tomé mucho cariño. Nuestra nueva costumbre era poner el sillón frente a la ventana, que desde hace días no se había vuelto a abrir,  y ver el atardecer tomando un chocolate caliente, o un café en mi caso algunas veces.

 

—Sehun…

 

Acababa de despertar, él estaba a mi lado, acurrucado bajo mi brazo. Suspiré silencioso, para que continuara hablando.

 

— ¿Qué crees que hizo que nos conociéramos? —susurró. No estaba acostumbrado a recibir preguntas de su parte, solo a oír respuestas. Me acomodé un poco mejor, mirando hacia afuera aunque la vista no era gran cosas pues estábamos en el cuarto piso.

— ¿Un accidente? —respondí, pero no pude evitar hacerlo pregunta. Pues sabía que para él no era eso.

—Yo creo que el destino —Afirmó.

 

Ese día, preferí dejar hasta ahí el tema.

 

Llevaba mucho sin ver a mis amigos, ya que casi todos o los más cercanos, habían viajado por las fiestas. Pero ya estaban de vuelta, y querían verme. Aquél día retrasé un poco mi llegada al hospital, pero por nada iba a faltar. Mis padres ya lo tenían asumido, y más que nada, les daba algo de pena.

 

—Luhan… adivina que traje —comenté, abriendo la puerta. Desde que la ventana no se abría, la puerta tampoco. Levanté la vista al no recibir ningún comentario de su parte, y noté como dormía plácidamente. Nunca lo había visto dormir de día en verdad, estaba más pálido, y unas marcas negras comenzaban a notarse bajo sus ojos. Era quizá, un resfriado como los que solían darle a mi hermana, pensé.

 

No despertó si no entrada la tarde, tocando su cabeza con molestia. Me levanté de inmediato, a lo que abrió los ojos con sorpresa y sonrió, quitando su mano rápidamente. Eso en verdad, ya no me gustaba.

 

—Debemos hablar… —le dije serio. Él caminó descalzo hasta el sofá sin mirarme, sentándose a mi lado de inmediato, pero sin llegar a tocarme ni nada. -¿Qué es lo que tienes?

 

Aquello no fue nada fácil, ni para mí ni para él.

 

—Nada… solo ya sabes, es época de invierno aún —argumentó. Pero las veces que lo había visto tambalearse y tocar su cabeza no eran nada comunes. Tampoco el hecho de tener que tomar cuatro pastillas por día, y mucho menos el que le hayan sacado sangre hace poco, los moratones en sus blancos brazos me lo decían con claridad.

—No es verdad. Tomas muchos medicamentos, te mareas, te han hecho exámenes últimamente, no has tenido tanto apetito como antes… ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

 

Quise sonar firme, lo más maduro que pude. Pero ver sus ojos cristalizándose, su actitud nerviosa y notar como mordía su labio inferior constantemente, hizo que yo también sintiera ganas de llorar.

 

Abrí mis brazos, dejando que él se acomodara entre ellos con una invitación muda. Segundos después, pude sentir mi hombro humedecerse y su cuerpo comenzaba a temblar, estaba llorando a mares en silencio, y no podía hacer nada más que abrazarlo fuerte contra mí.

 

Él sonreía mucho, pero yo no comprendí hasta tenerlo llorando en mi hombro, que cuando alguien sonríe mucho, esa persona está triste…

 

Obviamente, él no respondió a mi pregunta. Se quedó dormido entre mis brazos, con el camino marcado que las lágrimas habían recorrido por sus mejillas. Cuando noté que ya no despertaría hasta el día siguiente, me permití llorar un poco.

 

Esa fue la segunda vez que lloraba por alguien… y ese alguien, era él

 

El Carnaval de invierno se acercaba, era quizá la tradición más grande de la ciudad y un espectáculo digno de ver. Se celebraba cada año a mitad de invierno, cuando la nieve aún caía. Las calles se vestían con adornos transparentes y la única noche que duraba, todo era color y carros alegóricos, pero lamentablemente, no podía verse desde el hospital…

 

—Este invierno es más frío que los anteriores… la calefacción está funcionando en todo el piso, pero igualmente los veo a todos más abrigados —comentó mientras tiraba las mangas de su suéter. No sé si esa vez lo malinterpreté o algo, pero pasé mi brazo por sus hombros, abrazándolo para darle calor. El rio en silencio, y por muchas horas, se quedó callado.

 

Aquella noche fue la primera que hablé con la enfermera que tanto lo cuidaba, Luhan estaba dormido y yo debía llega a casa según había prometido hoy. Le comenté sobre el festival, y las posibilidades que había de sacarlo un poco del hospital, solo para que lo viera, pues no sabía cuántos años se lo había perdido. Ella se negó en un principio, era buena persona, pero le costaba dejar salir a escondidas a uno de los pacientes, sobre todo tan importante como era él.

 

—Solo será una vez… —dije, y ella pareció comprender que realmente deseaba llevarlo. Asintió dudosa, prometiendo que al otro día me esperaría listo para ir. Realmente aún no le agradezco aquello por completo.

 

Y claro, ella cumplió su promesa. Ese día llegué más tarde al hospital. Luhan estaba sobre la cama, con ropa normal que nunca había visto, claro que no se sacaba su suéter, su bufanda y unas peludas orejeras rojas. Supuse que ese esa su color favorito…

 

—El festival de invierno es muy colorido, lástima que solo se celebra cada dos años —sonreí, tomando su mano para irnos lo más rápido posible. Pasamos desapercibidos, y nos relajamos solo cuando pudimos sentir la brisa fresca del aire en nuestras caras.

—Llevo mucho tiempo sin salir, gracias por esto. —Murmuró, y me pareció lo más tierno del mundo. Caminamos un par de cuadras, no recuerdo cuántas eran, pero no soltó mi mano en ningún momento. Quizá porque llevaba tiempo sin caminar por calles concurridas, de todas maneras a mí no me molestaba ni en lo más mínimo.  

—Solo faltan unas calles —dije en su oído, para que me oyese pues el bullicio era mucho más fuerte que en la silenciosa habitación del hospital. Asintió, apretando un poco más fuerte mi mano cuando comenzó a oír los tambores del carnaval.

 

Como siempre las calles revestidas en colores de invierno, los carros alegóricos eran sorprendentes, y las luces de los mismos hacían brillar los ojos de Luhan que los miraba sorprendido. El Festival fue hermoso, y pude oír con claridad su risa. Cuando terminó el desfile, debíamos volver. Eran algo de las unas de la madrugada e iba a quedarme con él esa noche en el hospital.

 

Lo llevé hasta un carro que vendía dulces, comprando un par de algodones de azúcar y unas manzanas bañadas en caramelo para mañana, las cuales guardé en mi mochila.

 

— ¿Te ha gustado? —íbamos de vuelta y las calles ya estaban más silenciosas y vacías. Esperaba entonces, que respondiera con una pregunta.

—Ha sido hermoso ¿viste esos carros? Eran gigantes… si los niños que han estado desde la navidad en el hospital pudieran verlos, estarían muy felices ¿a que sí? —Su bufanda había vuelto a bajarse, cubriendo solo un poco su barbilla. Por la luz del foco que estaba justo sobre nosotros, pude notar que su nariz tenía un tinte rojo, igual que sus labios y sus mejillas.

—Sí… creo que sí.

 

Dejé un beso suave, pero Luhan no se sorprendió, como si lo estuviera esperando. Cuando me alejé un poco para verlo, tenía los labios curvados en una sonrisa y sus ojos permanecían cerrados aún. La escena fue de ensueño mientras duró.

 

—Sehun… -masculló abriendo los ojos, yo volví a acercarme —Quiero otro…

 

Esa noche le siguieron muchos besos, no por ello menos inocentes pero no pude haberlos disfrutado más.

 

Nuestra relación no cambió, seguíamos siendo lo que se supone, amigos. Pero podía notar en su sonrisa, que me quería tanto como yo lo quería a él.

 

Los besos se habían vuelto recurrentes, en el sillón ubicado ahora permanentemente frente a la ventana. Pasábamos horas ahí, pero la inquietud crecía en mi pecho casi de manera inconsciente cuando veía los sobres vacíos de pastillas a un lado de su cama, a él seguía sin gustarle el agua…

 

Luhan yacía con la cabeza recostada en mi hombro, mientras yo acariciaba su espalda cubierta solo por la fina camiseta, el fin del invierno estaba cerca, y con ello el gran castaño volvía a florecer, cubriendo la mitad de la ventana. Ahora, más que ramas secas por el frío, podía verlo observando a los pájaros que jugueteaban en el árbol. Noté como cerraba los ojos, soltando un suspiro pesado y refregando uno de sus ojos.

 

—Debería ser para siempre —Alcancé a decir, antes de que levantara la cabeza mirándome a los ojos y negando repetidas veces.

—No, porque no es parte de nuestro destino. Si las cosas fueran para siempre, nosotros no estaríamos aquí. Yo no cumpliría mi destino, y tú tampoco. —nadie dijo nada más.

 

Está de sobra decir que al día siguiente, no aparecí por el hospital…

 

Dediqué mí día a pensar en sus palabras, en lo que me había enseñado y muchas cosas más. No imaginé lo que él podía estar haciendo, pero antes de abandonar la habitación había dejado una bolsa con chocolates a un lado de su cama, solo una pista de que quizá el destino no tuviera la razón… Supuse, durante mi único día en casa, que él pasaría la tarde mirando por la ventana o colgando los pies de su cama.

 

Entré a la habitación, no había preparado una excusa, aunque tampoco me parecía que necesitaría una. Luhan de todos modos no iba a preguntar nada…

 

Cuando entré noté que él estaba durmiendo, parecía más cansado de lo normal. Al menos ya no había sobres vacíos a su lado, pero lo que vi me aterró aun más. Una jeringuilla tipo mariposa estaba conectada en su antebrazo, y supuse que lo que le estaban inyectando era suero. No llegué a comprender como pudo pasar eso en tan solo un día.

 

Esperé un par de horas a que despertara. Estaba desorientado, pero sonrió al verme sentado a su lado.

 

— ¿Cuándo me pusieron esto? –preguntó al aire, jugando con el tubo y causándome un escalofrío cuando lo quitó sin cuidado de su brazo. Yo tenía una fobia horrible a las agujas. —No estaba ayer…

— ¿No lo recuerdas? —Fijé mi vista en la bolsa de chocolates, seguía intacta, incluso como la había dejado antes de irme. Los apunté, llamando su atención— ¿No los probaste?

—Ayer estaba nublado, creo que por eso los pájaros no cantaron… pero hoy amenaza con llover ¿Tienes frío?

 

Bajó de la cama, caminando con sus pies descalzos hasta el sofá  y subiéndolos a él se abrazó a si mismo. Caminé hasta su lado, dejando un beso en la comisura de sus labios que le arrancó una risa melancólica.

 

Comencé a entender mejor muchas cosas…

 

—No rías si no quieres, yo no voy a irme —Le susurré—pero ahora, tenemos que hablar…

 

Si hay algo que siempre odié, era que Luhan reflejara temor en su mirada. Me odiaba sobre todo por provocarlo, más aun cuando noté que palidecía y asentía suavemente. Pudo haber sido peor, por el momento.

 

— ¿Qué? —masculló, hundiendo su cabeza entre sus piernas. Quise abrazarlo, pero entonces no tendría la fuerza para hablar ni preguntar nada. -¿Prometes no irte?

—Lo prometo… solo será una pregunta.

 

Tenía la cabeza echa un revoltijo. Millones de cosas atacaban mi mente, pero sabía que no era fácil… quizá aún no ganaba su confianza para que me contara todo.

 

— ¿Cuántos años llevas aquí? —Tardó un poco, pero finalmente me miró.

—Cinco…

 

Entendí… que era alguien realmente valiente.

 

Lo pensé mucho, tanto que dolió. Si llevaba cinco años en ese lugar, muchos de mis pensamientos cambiaban. No para mal, pero la realidad y algunas cosas obvias atacaban mi mente constantemente.

 

Los días pasaban, y con ellos su ánimo iba en picada. Sus ojos perdían de a poco el brillo constante que les caracterizaba, sus sonrisas ya eran por completo forzadas, y a veces incluso podía dormir días enteros.

 

—Quizá ya no debas venir más… —era una de esas tardes eternas, donde la sala se sentía fría pero el sol la iluminaba por completo. Enarqué las cejas sin comprender bien lo que él decía y negué mientras un suspiro abandonaba mis labios. Luhan frunció el ceño, parecía molesto por primera vez.

— ¿A qué viene eso?

—A que todos sabemos que esto, no tendrá un final feliz…

—Puede ser diferente —estaba molesto, porque yo también tenía un límite. —Porque el destino puede cambiar, porque yo puedo cambiar el tuyo como tú cambiaste el mío. ¿Acaso no sabes lo importante que es para mí ver tu sonrisa cada día? ¿La felicidad que siento cuando te abrazo? Es egoísta posiblemente, pero quiero saber que solo me miras a mí, que conmigo todo esto podría tener un final feliz…

—La muerte es algo natural —comentó él, y por primera vez tocábamos el tema al que yo rehuía constantemente, de manera directa. El peor de mis temores salía de su labios acolchados y se incrustaba en mis oídos como queriendo torturarme. Porque para Luhan era una verdad innegable, y para mí era una pesadilla recurrente. — a todos nos llega... y es algo deprimente, que no me preocupa demasiado.

—Pase lo que pase, prometo no dejarte…

 

Luego de eso, el silencio nos acompañó durante un rato. Evitamos volver a cruzar nuestras miradas, o eso hasta que el sollozo que ya conocía se hizo presente.

 

—Tonto... -sonrió, con los ojos empapados en lágrimas y otras tantas que ya mojaban sus mejillas. De seguro yo parecía confuso mientras algo dentro de mí se removía por completo. -Supongo... que una promesa, es una promesa.

 

Después de eso, se desmayó.

 

Quizá lo tenía planeado desde antes, esperando el momento preciso para decirme todo eso. Solo quizá, o fue algo inoportuno el hecho de que su salud haya empeorado desde ese día.

 

Luhan estaba próximo a cumplir los 16, y yo apenas le superaba por un año… no sabíamos nada de la vida, pero él sabía más que yo de muchas cosas.

 

— ¿Quieres ser mi novio? —La pregunta fue simple, y no causó gran conmoción en su rostro cansado. Mordió su labio inferior repetidas veces, perdiendo la vista en las esquinas de la inmaculada habitación y una negativa suave se perdió en el aire.

 

No volví a preguntarlo, pero su mirada me dijo que aquella no era la respuesta que él quería darme.

 

—Un día cruzarás esa puerta, y la habitación volverá a ser tan blanca y vacía como la conociste al principio.

 

Lo negué muchas veces. Ese día besé sus labios tanto como pude, perdiendo mis dedos varias veces entre sus cabellos y jugueteando con las puntas que ya llegaban a rozar sus hombros. Él se dejó hacer, riendo cuando yo piqueteaba sus mejillas para distraerlo y plantaba un beso desprevenido. Aquél día no fue el Sehun de siempre, fue un yo totalmente curioso y juguetón, el último aliento de vida que pude dar a su lado.

 

Entrada la noche, recostó la cabeza sobre mi pecho como antes. Llevaba un tiempo sin poder abandonar la camilla, por los tubos y agujas conectados a su brazo que permanecía inmóvil por los mismos. Besé su frente delicadamente y rio…

—Desde mañana no vuelvas a venir… —masculló, apretando con entre sus finas manos mi camiseta. —No vuelvas más, no retrocedas ni escuches nada. Yo ya no existo.

 

Esa noche no lo acompañé a dormir, abandoné la habitación tal y como me lo pidió, no sin antes dejar que tirara de mi brazo y me besara por última vez. Caminé firme por el pasillo, aun cuando pude oír un vaso romperse y los pasos rápidos de la enfermera correr a mis espaldas y abrir apresurada su puerta. Con una sonrisa extraña en los labios bajé los cuatro pisos hasta llegar a la entrada del hospital que suponía no volvería a visitar en mucho tiempo.

 

En ese momento, me derrumbé.

 

Y Aunque tuve presente, en mi más profundo pensamiento el hecho de que aquello podía pasar, asumirlo no era fácil en un par de horas. Al día siguiente hice mi rutina normal, como si nada estuviera pasando. Solo yo sabía que por dentro estaba gritando y llorando. Compré un ramo de flores, una idea típica quizá, pero la habitación tomaría más color. Porque era otro día normal, o eso quería creer.

 

El pasillo silencioso, como cada mañana. No había nadie siquiera en la sala de espera, por lo que llegué rápido.

 

Un suspiro y creía que todo era un sueño…

 

Deslicé la puerta, con las manos temblando y el corazón en la garganta, las cosas pudieron haber sido peores.

 

De consuelo me queda que alcancé a llegar….

 

Mi ramo de coloridas flores cayó, sobre los cristales que seguían esparcidos por el suelo quien sabe por qué. Luhan estaba ahí, sonriéndome por última vez con los ojos empañados en lágrimas, iluminando de paso la habitación que mañana estaría vacía. Yo cerré los ojos, ignorando los tubos y agujas en sus brazos y su respiración pesada,  agitada y claramente forzada. Retrocedí sin mirar atrás, volviendo a deslizar la puerta al salir por completo del lugar.

Cerré la puerta que no volvería a abrir, nunca más.

 

¿Sabes? Yo Sigo pensando que todo esto fue un accidente, porque ellos no tienen finales felices. Desearía un momento, para tomar su mano o acariciar su cabello. Quizá para oír sobre el colorante artificial de una gaseosa, o sobre las endorfinas del chocolate. Cualquier cosa, solo por un segundo más a su lado

 

—Pero... este es nuestro destino ¿Verdad Luhan?

 

Dejo las flores sobre la lápida que contiene tu nombre y otros datos que ya sabía, sacudiendo de paso mis pantalones mientras me pongo de pie. Siento un murmullo suave en mis oídos, como una risa cantarina del silencioso lugar, te siento una vez más conmigo.

 

Feliz Navidad, Hannie.

 

¿Estarás por aquí hoy?

 

Hoy ya es invierno, de nuevo.

 

Notas finales:

¡Ta-Dah! 

Ok, espero que les haya gustado ♥ Bueno, ya vendré luego con un Fic de Exo. Muchas gracias por leerlo, y comentarlo (?)

¿Review? ¿Galletas? 

 

Romantic Coffee; Chewdie.


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