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Reuniendo al equipo. por Seiren

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Notas del capitulo:

Perdón por la demora. Y perdón también por el posible OoC.

IV

 

 

Con el equipo nuevamente reunido, el entrenamiento comenzó. Las horas en el agua se fueron acrecentando. El sol, el cloro y el trabajo constante eran claramente visibles en la piel de los chicos. Kou estaba satisfecha, todos lo estaban, haberse encontrado una vez más les había proporcionado el ánimo que habían perdido en días anteriores.

Makoto y Haru seguían con su dinámica de siempre, esa amistad tan ambigua cruce entre amigos, hermanos, mamá gallina-pollito y algo más (quién sabe qué mas). A Makoto a veces le resultaba difícil controlar su instinto sobre-protector. Sabía que con Haru no era muy diferente, pero su forma de demostrar sus preocupaciones sí eran bastante distintas.

Nagisa, por otra parte, seguía por el mundo como si éste fuera un enorme patio de recreo, Rei era su compañero de juego pero, sinceramente, Rei no sabía en realidad cuál era su papel. Cada vez que intentaba entablar una conversación seria con Nagisa, éste siempre encontraba la manera de zafarse; lo abrazaba y lo besaba y le decía lo feliz que le hacía saber que él estaría ahí para él. Rei no lo comprendía al inicio, pero con un poco de dedicación —cosa que no le faltaba— fue notando algo peculiar.

Nagisa, a pesar de sus ávidos intentos por reunir al grupo, se iba separando de ellos, no de una manera tan explícita, claro, Nagisa seguía ahí, y parecía que más que nunca, pero ahora sus intervenciones no eran tan directas. Era algo que apenas y se llegaba a notar, y Rei lo había notado únicamente porque se la pasaba viendo a Nagisa... demasiado seguido. Nagisa, burlón, infantil e insistente, de pronto ya no le parecía ser un chico tan sencillo. Quizá lo inventaba todo, trataba de encontrar razones, causas, efectos, cualquier cosa que se pudiera suscitar entre ellos para usarlo como excusa, ¿para terminar o para continuar? No estaba muy seguro. Lo único seguro era que sí él y Nagisa se quedaban tiempo de más con el pretexto de “entrenar” en realidad lo que hacían era otra cosa. Nagisa convencía hasta al terco de Haru para que los dejara entrenar solos, y aún así no parecía que nadie hubiera comenzado a sospechar de esto.

Nagisa jamás se propasó, en el sentido que, aparte de besos y un roce no muy intencional, no había pasado nada más. A veces daba la impresión de querer decir algo, pero era como si supiera que de hablar, le estaría dando una excusa para que el mismo Rei expusiera sus pensamientos, y por alguna razón Nagisa parecía temer este resultado.

Rei no podía seguir así. Y aunque el tiempo que compartían iba en aumento, era incapaz de abordar el tema.

— ¡Tenemos que hablar! —soltó sin más una tarde antes de la reunión del club.

Nagisa hizo como si no le hubiera escuchado. El corazón martillando fieramente dentro de su pecho, su piel erizándose y su respiración agitándose. Siguió correteando por el enorme pasillo, balbuceando tonterías de las clases, de los chicos, del día en general.

— ¡Nagisa! —gritó Rei, insistente. Cuando Nagisa al fin se detuvo y lo vio, hizo como si se acomodara los lentes. Suspiró.

—Le enviaré un mensaje de texto a Mako-chan para decirle que llegaremos un poco tarde —sonrió Nagisa ya sin el ánimo de siempre.

Rei se sintió un poco mal por hacer que Nagisa mostrara tal expresión, pero no podía seguir así.

Hai... —murmuró.

No tuvieron ánimos de abandonar el instituto, aunque existía la posibilidad de que después de la charla tampoco sintieran ánimos de entrenar con los chicos, lo mejor era estar cerca por cualquier cosa.

—No pareces del tipo que se salta los entrenamientos, Rei-chan.

—Y tú no pareces del tipo que esconde muchas cosas —soltó Rei sin mala intención.

— ¿De qué hablas, Rei-chan? —inquirió Nagisa con esa curiosidad que tan bien se dibujaba en su rostro y se traducía en sus gestos, pero que hacía mucho había dejado de constituir un todo indescifrable para Rei.

Rei se acomodó los lentes, un gesto tan suyo, y comenzó a caminar. Nagisa lo siguió. Lo siguió y quizá fue la primera vez en su vida que Rei tomaba la iniciativa y Nagisa se le unía. Su compañero de equipo, amigo y quién sabe qué más eran (era lo que trataba de descifrar) estaba acostumbrado a llevarse de frente todo lo que se le atravesara en el camino fuera que ese algo lo quisiese y esperase o no. Comprendía, sin embargo, que Nagisa era un parte importante del equipo y quizá debido a esto el resto de los chicos se habían acostumbrado tan rápido a su presencia. Incluso el mismo Rei se había acostumbrado a la presencia de Nagisa, a pesar de que no compartían un pasado en común.

— ¿Hasta dónde más, Rei-chan? —inquirió Nagisa.

— ¡Ah! —exclamó Rei, sorprendido, no pensó que sus pensamientos, literalmente, lo conducirían tan lejos. Se acomodó los lentes una vez más. Miró en todas direcciones. Seguían cerca del instituto, pero no podía decirse que hubiera cerca un lugar adecuado para hablar. Suspiró. Vio una máquina expendedora a tan solo un par de metros, había una banca larga y desocupada casi a la par. Caminaron hasta ese lugar.

Nagisa escogió leche con sabor a fresa y Rei un té. Se sentaron el uno al lado del otro, la distancia entre ambos, sentados en la amplia banca, aunque no era considerable, se sentía abismal.

— ¿Hice algo malo, Rei-chan? —preguntó Nagisa con esa coquetería tan suya, ese método que había ideado y que siempre le funcionaba. Rei sintió su cara arder. Le gustaba Nagisa, hasta ahí podía aceptar sin problema, y a pesar de que era normal en él llegar hasta la misma raíz de las circunstancias, todo lo referente a eso que él y Nagisa tenían se había quedado como congelado en el tiempo.

—Bueno... —balbuceó. ¿Y ahora qué? Tenía a Nagisa sólo para él, lejos de cualquier distracción, y no sabía qué hacer —. Bueno... Nagisa-kun.

Ah, el “kun” Nagisa sonrió.

— ¿Sí? —continuó Nagisa con su coquetería, inclinándose un poco más, dejando sus labios ligeramente entreabiertos, tentadores. Rei-chan lo notaría así y le daría ganas de besarlo, Nagisa lo sabía, quería que Rei lo besara, que lo besara y dejara de hacer preguntas, que dejara de interiorizar tanto en el asunto, que sólo sintiera y ya. Era más fácil así, sólo sentir y dejarse llevar. ¿Y si Rei decía que le gustaba? ¿Qué sentía él por Rei-chan? “Claro que me gusta”, pensó Nagisa pero, ¿formalizar?

La noche en la piscina, esa ocasión en la que por primera vez sus labios y los de Rei se juntaron, Nagisa sintió todo completamente diferente a lo que habría esperado. Lo había hecho medio por impulso medio planeado. Algo había pasado entre Haru y Makoto, los había observado y admirado desde pequeño, claro que notaría algún cambio entre ellos. ¿Y eso dónde lo dejaba a él? “Estás siendo egoísta, Nagisa” se dijo a sí mismo, pero no sirvió de mucho, no lo detuvo.

— ¿Terminarás conmigo, Rei-chan? —Esta vez no lo dijo de forma coqueta, ni segura, no sabía ni siquiera que estaba diciendo. Tenía miedo.

—Para hacerlo primero tendríamos que tener algo —soltó sin más, y aunque su intención no había sido sonar severo, decidió no retractarse.

Nagisa hizo un mojín y se cruzó de brazos. La cosa iba demasiado en serio para su gusto.

—He notado —continuó Rei —, que te estás distanciando.

Y me notas a mí y no a Haru y a Makoto”, pensó Nagisa. Lo hizo feliz en parte, pero le habría agradado también tenerse que saltar la explicación. ¡Rei podía llegar a ser tan denso!

—Estás imaginando cosas —contestó sin más, restándole importancia.

— ¡No es así! —exclamó Rei, casi abalanzándose sobre Nagisa.

Nagisa ya había terminado de beber su leche, pero siguió sorbiendo y sorbiendo por la pajilla provocando ese molesto sonido que a Rei no le parecía hermoso en absoluto. Nagisa no se veía muy hermoso en ese momento, y lo más curioso de todo era que no le importaba.

 

 

Al recibir la noticia, aunque se extrañaron, no lo interiorizaron más. No era común en Rei faltar, así que todos dedujeron que era una cosa de Nagisa, porque de Nagisa se podía esperar cualquier cosa. Esto no les entorpeció la práctica, y a tono con las indicaciones de Kou y la mirada atenta de Ama-sensei (que de vez en cuando los visitaba), la práctica se realizó con la normalidad de siempre. Haru fue el primero en sumergirse a pesar de que todavía le faltaban un par de minutos de calentamiento. Esta vez Makoto no lo regañó, no se le tiró encima ni lo detuvo para decirle que era demasiado riesgoso nadar sin calentar debidamente primero. Makoto estaba aprendiendo a establecer límites saludables entre lo que fuera que él y Haru se tenían, porque Haru era un despistado, porque temía que, de darse algo, tendría más que ver por su influencia que porque Haru así lo quisiera.

Makoto, estás pensando demasiado

Vio a Haru en la piscina, flotando, había nadado los primeros 50 libres —de qué otra manera— y ahora parecía atento en el azul que tenía más arriba y que nunca podría tocar. A veces creía que Haru también veía el cielo como un enorme océano en el que se moría por nadar. Makoto terminó de hacer sus estiramientos y se metió al agua con cuidado, para no salpicar a Haru. Se sumergió para comenzar sus ejercicios de respiración. Estuvo unos minutos así pero luego se acercó a la zona de inicio y se colocó para así comenzar a practicar. Tomó todo el impulso que le fue posible y al escuchar el silbato de Kou salió disparado hacía atrás. Su cuerpo se deslizaba brusca y agraciadamente al mismo tiempo. Sus brazadas fuertes y seguras lo deslizaban sobre el agua mientras pataleaba tratando de respetar el ritmo adecuado, un ritmo que le garantizaría una mayor velocidad. “Haru, deberías probar esto, es como nadar en el mar y en el cielo al mismo tiempo”. Llegó al otro extremo de la piscina e hizo el retorno. Se sentía bien, se sentía en paz, cuando nadaba en serio no pensaba en nada.

Cuando llegó al otro extremo apenas fue capaz de escuchar los halagos de las chicas, se quitó todo y se sumergió, mojando por completo su cabello. Ya una vez más en la superficie, notó que Haru estaba a su lado.

—Bien hecho, Makoto —dijo Haru al tiempo que colocaba su mano sobre el hombro desnudo de Makoto.

Makoto ni siquiera fue capaz de escuchar el tiempo que Kou tan animadamente anunciaba. Había superado un récord personal, probablemente, y ahí estaba él, perdido en el rostro de Haru y en el inmenso océano que representaban sus ojos.

Quería besarlo. No era la primera vez que pensaba así. De niño, en esa infancia que tan abiertamente había compartido con Haru, muy a menudo se perdía pensando en cómo Haru y él estarían juntos siempre, y veía sus labios, esperando que Haru dijera lo mismo, porque siempre fue lo único que jamás pudo leer en él. Pero ahora reconocía el sentimiento que de niño no supo reconocer. Makoto colocó su mano sobre la mano con la que Haru lo había felicitado. Lo quería apretar contra su pecho, llevarlo hasta lo más profundo de la piscina, pedirle que le demostrara esa libertad con la que nadaba.

No”.

— ¿Sucede algo?

— ¿Eh...? ¡Ah! —se sorprendió Makoto —. No me siento bien, creo que dejaré la práctica por ahora.

Y Makoto abandonó la piscina sin decir más nada. Era un día de locos, todos actuaban extraño, y si hasta Haru reconocía esto era porque las cosas en verdad eran serias.

 

 

Nagisa tomó asiento nuevamente después de haber depositado la basura en su lugar. Sonreía como siempre, pero por dentro pensaba, ¿cómo podía ser Rei tan ciego? Y además, ¿quién era él para exponer así la intimidad de Haru y Makoto? Bueno, tal vez “intimidad” no fuera la palabra apropiada, pero hacia ahí se dirigían, ¿no es así? Bufó en silencio.

—Ya es tarde, ¿platicamos de regreso a casa? —Lo dijo mientras se ponía de pie, y sin esperarlo, de pronto la mano de Rei sostenía la suya —. ¿Rei-chan?

—Sé lo que intentas —balbuceó, pero estaba decidido.

—No intento nada, Rei-chan —sonrió Nagisa.

— ¡Lo haces!

—No lo hago...

— ¡Sí!

— ¡Ah! Rei-chan, testarudo —bufó —. Vamos a tu casa.

—Claro... ¡Qué!

 

Rei se acomodó los lentes nerviosamente. ¿Podrían verlos? ¿Podrían los demás pasajeros ver como su mano y la de Nagisa yacían juntas, entrelazadas, como si fueran novios? El tren se movía silenciosamente, mucho más de lo normal. El vagón estaba medio vacío, pero no estaban solos. Habían otros estudiantes revisando sus celulares, adultos con bolsas de compras apoyados como si estuvieran a punto de caer dormidos. El camino de sobra familiar corría del otro lado de la ventana teñido del color del atardecer mientras éste se diluía, ensombrecía y volvía diluirse, como si el sol batallara con las nubes para hacerse notar.

Estaba nervioso.

La cabeza de Nagisa descansaba ausente sobre su hombro. Tenía los ojos cerrados, los labios entreabiertos y su nariz respingona resaltaba ensombrecida por el juego de luces que se colaba desde afuera mientras el tren se movía y movía. Rei apretó la mano de Nagisa con más fuerza. ¿Le gustaba? ¿Estaban enamorados?

—Nagisa —susurró —, estamos por llegar.

Nagisa bostezó, limpió sus ojos y luego sonrió. Se inclinó un poco, como buscando los labios de Rei, pero de pronto recordó en donde se encontraba.

Dejaron el tren y se encaminaron a casa de Rei. Rei sacó las llaves de su mochila y abrió la puerta. No había nadie. A esas horas nunca lo había. Nagisa entró y se dirigió de una buena vez a la habitación de Rei. Dejó su mochila a un lado y se tiró a la cama casi como se tiraba a la piscina cuando jugueteaba.

—Nagisa...

— ¡Ya sé, ya sé!

Nagisa se reincorporó, se sentó en la orilla de la cama, colocó sus manos entre las piernas y se inclinó un poco.

— ¿Qué quieres saber, Rei-chan?

Otra vez dándole vuelta al asunto.

—Sobre lo...

—En realidad no me estoy alejando del grupo, Rei-chan —sonrió —, sólo les estoy dando algo de espacio.

—Espacio, ¿para qué? —inquirió Rei, confundido. Primero Nagisa con su afán de unir al grupo y ahora ¿darle espacio?

— ¡Mou, Rei-chan! ¿En serio no lo notas?

—¿Notar qué?

— ¡Mou!

Nagisa se puso de pie y caminó hasta donde Rei se encontraba, también de pie. Lo abrazó con fuerza, casi prendándose de su cuello para poder alcanzar su oreja y susurrar:

—Makoto y Haru se tienen algo.

Rei no comprendió, y Nagisa lo captó de inmediato. A veces podía ser tan cabeza hueca. Pero, ¿quién del equipo no lo era? Kou y su incapacidad para ver que el capitán del equipo en el que participaba su hermano estaba coladito por ella. Haru, que siempre miraba todo borroso porque en su cabeza no tenía más que agua, agua y agua. Tenía que poner más atención a lo que en el agua se reflejaba. Y Makoto, Makoto y su eterno amor. “Ni siquiera te diste cuenta cuando yo gustaba de ti, Mako-chan”, pensó Nagisa, aunque eso ya había quedado en el pasado. Sí, si Haru sólo tenía agua en la cabeza, Makoto sólo tenía Haru. Eran el uno para el otro y ni se daban cuenta. Y ahora también estaba Rei. Rei. “Me gustas, Rei”.

Nagisa lamió el lóbulo de la oreja de Rei, aprovechando que la tenía tan cerca, luego besó más abajo, su cuello; y luego subió, por su mentón; se desvió, por sus mejillas; y retomó su camino, sus labios. Lo apretó con fuerza mientras lo besaba. “No me sueltes, Rei-chan”.

Rei regresó el abrazo con más fuerza. Nagisa sintió que su cuerpo se partía en dos por la presión, pero le gustaba. Tanteando se fueron a la cama, de pronto estaban acostados, Rei sobre Nagisa, besándose.

—Te quiero, Rei-chan —soltó Nagisa, de repente. Rei enrojeció. ¿Y él que sentía? Le gustaba, sí, pero, ¿sólo eso? ¿Tenía que haber algo más? Volvió a besarlo ahora con menos fuerza pero de alguna manera con más intensidad. El cuerpo de Nagisa se sentía bien bajo el suyo, a pesar de que ambos estaban vestidos.

Era curioso. El cuerpo de Nagisa no le era del todo desconocido. Lo había visto en bañador muchas veces, sin contar las otras tantas en que se había metido desnudo. Era como su sello personal. Y sin embargo, quería verlo otra vez, porque se sentía diferente. Sin saber cómo, sus manos aflojaron la corbata de Nagisa hasta deshacer el nudo por completo. Pensó que era una de esas corbatas con gancho, pero no, era una de verdad, una que Nagisa se debía anudar todas las mañanas. Y lo imaginó, soñoliento frente al espejo, bostezando... Sus dedos comenzaron a desabotonar la camisa, a retirarla... Nagisa era tan blanco, ¿por qué? ¿Acaso no recibía tanto sol como los demás?

—Nagisa —susurró, perdido. ¿Qué estaba haciendo?

—Rei-chan —susurró a su vez Nagisa, con los ojos entre abiertos, brillantes, pequeños y enormes. Otra vez se veía hermoso. Rei no comprendía esto tampoco, Nagisa no siempre se veía hermoso, pero en realidad no era algo que le importara.

En pocos segundos Nagisa estaba tan sólo en ropa interior. Rei no se percató de cuándo se había deshecho de su camisa, desabrochado su cinturón, o despojado de su pantalón escolar. Y lo más sorprendente de todo: Nagisa estaba tranquilo y en silencio. Nagisa, bajo su cuerpo, esperaba paciente y en silencio, con los labios entre abiertos y un rubor —apenas visible— tiñéndole las mejillas.

Y ahora, ¿qué hacía? Había investigado, porque la curiosidad le ganó, porque pensó que jamás estaba de más aprender nuevas cosas. Leyó sobre la preparación, la lubricación, el cuidado, la protección... No tenía nada de eso. ¿En serio estaba pensando en tener sexo con Nagisa?

Nagisa notó la duda en el rostro de Rei, se reincorporó un poco.

— ¿No quieres tocarme, Rei chan?

— ¡Sí quiero! —exclamó Rei, nervioso. Acomodó sus gafas y agregó —: pero no sé cómo.

Nagisa le ayudó a desvestirse. Y ahí estaban los dos, sobre la cama, a escasos centímetros el uno del otro, apenas en ropa interior y esperando que algo pasara. Nagisa gateó hasta Rei, besó su pecho y luego su cuello, hasta alcanzar sus labios. También era algo nuevo para él, pero Rei-chan estaba nervioso por los dos y por eso él tenía que demostrar algo de aplomo.

Rei abrazó a Nagisa, su pecho latía con insistencia, estaba a punto de perderse para siempre. Esa sensación le provocaba la situación en la que se encontraba. No tener el control no era algo que disfrutara.

Nagisa metió la mano bajo la ropa interior de Rei. Rei aún no tenía una erección, pero estaba a medias. El contacto con el miembro ajeno le provocó un ligero rubor, pero estaba caliente y era Rei-chan.

—Rei-chan —susurró.

La mano de Nagisa se sentía bien, ¿tenía que hacer lo mismo? No lo sabía pero así lo hizo, pero a diferencia de él, Nagisa ya estaba erecto. Se ruborizó de inmediato. Allí estaban los dos tocándose sin saber en realidad cómo debían acariciarse.

Rei hizo que Nagisa, a punta de besos, volviera a acostarse. Guiado por un arrebato de valor salido a saber de dónde, terminó de desnudarlo. Ahí estaba Nagisa ahora: acostado, totalmente desnudo, con su erección apuntándole demandante, sonrosada y tierna. El cuerpo de Nagisa era tierno y delicado e invitaba a acariciarlo. No era lo mismo verlo desnudo en la piscina que verlo desnudo en su cama. Estaba pensando demasiadas incoherencias. Se perdía otra vez.

—Júntalo con el mío, Rei-chan —dijo Nagisa.

Así lo hizo, muy tímidamente al inicio, porque el contacto se sentía extraño, porque en realidad nunca se planteó que terminarían haciendo algo así. Y entonces, cuando creía que no podía perderse más, Nagisa gimió. Había tenido los ojos bien abiertos, pero en realidad, hasta ese gemido, no se había molestado en ver a Nagisa cómo era necesario. Había estado pensando tanto, que incluso desconocía lo que su cuerpo sentía. En esa situación, su cuerpo tenía que sentir algo, ¿pero ya no lo sentía? ¿A dónde se había ido la sensación inicial, el placer? Nagisa lo vio. Mientras él más erecto estaba, Rei parecía todo lo contrario. Se sintió culpable. ¿Había orillado a Rei a todo eso cuando en realidad no lo quería? Se cubrió el rostro, avergonzado. Rei había dicho que sí quería tocarlo pero... De un sólo impulso se quitó a Rei de encima y salió de la cama. Buscó, casi histérico, su ropa en el suelo, se vistió como pudo, esperando al mismo tiempo que Rei le dijera algo. Pero Rei seguía en la cama, sin erección, sin expresión, sin sentir nada.

—Lo siento, Rei-chan. Lo siento en serio.

Nagisa, te pasaste esta vez”, se regañó.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer. Ya saben, los comentarios siempre son buenos (sin importar sin son buenos o malo XD) 

Saludos!


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