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88 Días por Ms Aria

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Notas del capitulo:

Uuuuf, en primer lugar, voy casi una semana tarde, perdón por el retraso, pero estas últimas dos semanas las he tenido llenas de exámenes, y no he tenido tiempo de escribir.

Dicho esto, este capítulo vuelve a superar los 8K, así que espero que sirva como compensación.

Y dicho esto, ¡os dejo en paz para que leáis! ¡A disfrutarlo! <33

Capítulo 10. Día 63 (domingo).

 

—Chicos, ¿a que no sabéis qué? ¡Me han concedido la beca!

Chanyeol hizo el anuncio – probablemente un anuncio que llevaba deseando hacer desde principio de curso – a la hora de la comida, cuando su grupo de amigos se hallaba reunido en la mesa de siempre. Absolutamente todos ellos prorrumpieron en vítores, palabras de ánimo y sacudidas de mano, y Baekhyun, desde donde estaba parado, lo vio reírse muy alto, sacudir los brazos como un idiota y sonreír.

Él había sido el primero en saberlo, mucho antes que cualquier otro, cuando Chanyeol se lo había llevado a un lado tras volver del despacho del director y le había soltado un “Baekhyunnie, me voy a América”, tal cual. Había parecido tan ilusionado y tan contento que todo lo que había podido hacer Baekhyun había sido sonreír y felicitarlo. Ahora, agradecía no haberse sentado en la mesa aún y estar, en su lugar, de pie detrás de él, porque desde allí podía ver cómo todos le decían a su vecino cuánto se merecía todo aquello sin que Chanyeol le viera la cara que debía de estar poniendo.

—¡Es genial, Yeol! —exclamó Kai.

—¿Cuándo te marchas? —añadió Kyungsoo, y Baekhyun se encontró acercándose inconscientemente, porque la pregunta le interesaba.

Chanyeol se llevó una mano a la nuca antes de contestar.

—Ahm... Todavía no lo sé. ¿Tres, cuatro meses? Necesito estar allí unas ocho semanas antes de que empiece el curso, pero también tengo que completar todos los trámites burocráticos antes de marcharme. El papeleo, la carta de recomendación del instituto, el pasaporte, la matrícula... Ya sabéis, todo eso.

Baekhyun nunca había sido demasiado bueno con las matemáticas, pero se encontró contando con los dedos tras la espalda, tratando de calcular. Cuatro meses eran poco más de ciento veinte días, más de los que hacía desde que habían empezado habían empezado a llevarse bien, pero, en cualquier caso, demasiado pocos.

“¿Qué es lo que voy a hacer? ¿Qué voy a...?”

—¿Baek?

Cuando el chico alzó el rostro, se encontró a todos sus amigos ya sentados y a Chanyeol mirándolo con las cejas alzadas desde su sitio. Parecía claro que se había preocupado por el al verlo parado en medio del comedor, pero su expresión resultaba tan cómica que el chico terminó riéndose.

—Creo que me he perdido el momento en el que todos estaban alabándote, lo siento. Estaba pensando en mis cosas.

—¿Cosas? —preguntó Chanyeol, todavía dudoso, mientras Baekhyun se apresuraba a sentarse a su lado.

—Tengo un examen en un par de semanas y otra audición en, ¿cuánto? ¿Veinticinco días? Es normal que me distraiga, ¿no? Tengo que empezar a pensar en quién va a ayudarme a estudiar ahora que tú me abandonas.

—¡Eh! ¡Pero que todavía no me marcho! —Chanyeol lo golpeó con el codo en las costillas, con demasiada suavidad como para hacerle daño, pero aún así Baekhyun se quejó, en tono de broma, aunque sólo fuera porque podía.

—¡Yah! ¡Park Chanyeol, no seas bruto!

—Y tú no vayas por ahí haciéndote el delicado.

Los dos se echaron a reír, como en cualquier otro día en aquellos últimos dos meses, y la comida prosiguió su curso con normalidad. A Baekhyun le habría gustado que aquello bastara, que fuera suficiente para no pensar en lo que se avecinaba, pero no pudo ser. Para cuando el descanso central terminó y se encontró sentado en su pupitre de siempre, frente a su libro de física, había decidido que necesitaba hacer algo más para distraerse y poderle desear a Chanyeol lo mejor; algo bueno, que le hiciera ilusión.

Y creía saber exactamente el qué.

—Kyungsoo —llamó, girando la cabeza hacia la mesa más próxima. Su amigo estaba absolutamente concentrado en buscar en el índice la página por la que se habían quedado en la última lección, pero alzó la cabeza y lo miró.

—Dime.

—¿Por qué no le hacemos a Chanyeol una fiesta?

¿Qué?

—Le han dado la beca, ¿no? Deberíamos celebrarlo —Baekhyun sabía que la idea era buena, así que trató de sonar animado. El problema fue que tal vez sonó un poco animado de más, y su amigo lo miró con una expresión tan extrañada como si hubiese empezado a hablarle en chino de pronto—. Vamos, no me digas que no. A ti te gusta organizar cosas; seguro que se nos ocurre algo.

—Quieres que te ayude a organizar una fiesta —repitió Kyungsoo—. Para Chanyeol.

—Ahm... ¿Sí? Y podrías hablar con Kai y pedirle que nos ayude. Quiero decir, es el mejor amigo de Yeol, pero creo que yo no le caigo muy bien, así que si pudieras ser tú el que le diga algo...

Esta vez, Kyungsoo pareció ligeramente receloso.

—¿Primero no querías ni verlo y ahora me pides que hable con mi novio para celebrarle una despedida? —preguntó—. Baek, ¿qué te pasa?

“No lo sé” quiso contestar él, pero tuvo la certeza de que Kyungsoo no le creería, así que simplemente se encogió de hombros.

—Ahora nos llevamos bien —dijo en su lugar—. ¿Me ayudarás?

Kyungsoo guardó silencio un momento, como si las ganas de hacerle caso a su mejor amigo y su sentido común estuviesen librando una batalla en alguna parte de su cerebro. Por su expresión, parecía más que dispuesto a negarse, pero cuando Baekhyun esbozó su mejor sonrisa inocente, titubeó.

—Baek... —comenzó en tono de reproche, pero no tardó mucho en parar de hablar y morderse el labio. El profesor escogió aquel mismo momento para entrar en el aula y, al ver que su amigo seguía mirándolo, el chico se apoyó contra el respaldo de la silla y suspiró—. Está bien, está bien, hablaré con Jongin. A todos nos vendrá bien descansar por un día.

--

La siguiente semana fue una mancha borrosa para Baekhyun. Kyungsoo habló con Kai, que – muy posiblemente creyendo que la idea había venido de su maravilloso novio y no de Baekhyun – comenzó a mover hilos con la idea de planear, según sus mismas palabras, una noche inolvidable. Jongdae no tardó mucho en apuntarse a la iniciativa organizadora, alegando que el domingo tenía la casa libre, y que, hicieran lo que hicieran primero, siempre podrían acabar el día allí, en una de aquellas rutinas de comida, videojuegos y Singstar que ya estaban empezando a convertirse en un clásico entre ellos.

Y Baekhyun pasaba las mañanas en clase, las tardes ensayando o estudiando y las noches escribiéndoles e-mails a sus amigos, tratando de decidir el mejor plan, pero eso no hacía que pudiera olvidar el problema del que había nacido todo lo demás. Porque quedaban ciento veinte días, ciento diecinueve, ciento dieciocho, y, cuando la cuenta llegara a cero, Chanyeol se marcharía durante cuatro años.

Así que el chico suponía que nadie podría culparlo si acaparaba a su vecino un poco más de lo normal. Si iba y volvía con él a clase, se pegaba a él cada hora y lo mantenía despierto hasta las dos de la madrugada a base de conversaciones en mensajes en las que simplemente hablaban de todo sin decir nada relevante.

Era como una especie de juego enfermo. Ver hasta qué punto podía prolongar cada conversación, extender cada ensayo; forzar, casi como si no quisiera, el que sus dedos se rozaran cuando los dos estaban estudiando solos en su salón y bajar la cabeza y seguir a lo suyo cuando Chanyeol lo miraba con aquel brillo extraño en los ojos.

Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo. De lo que sí estaba seguro era de que no podía olvidar lo que le había dicho Jongdae días atrás. “Si estuviese enamorado de mí, no se marcharía. Si yo le gustase tanto, querría quedarse aquí; no estaría tan contento”. Así que, tal vez inconscientemente, presionaba los límites, veía hasta dónde podía llegar.

Y perdía la partida contra sí mismo, y contra Chanyeol, antes de empezar a jugarla.

Se preguntaba si, tal y como estaba, existiría la posibilidad de que pudiera llegar a ganarla, después de todo.

--

Los días pasaron y, antes de que Baekhyun se diera cuenta, ya había llegado la noche del domingo. Finalmente, habían decidido salir todos juntos – Kai había conseguido que un amigo suyo los colara durante un par de horas en un club a pesar de ser menores de edad con la condición de que no bebieran demasiado – y apalancarse en casa de Jongdae tan pronto como los hicieran marcharse del local.

Hacía tiempo que Baekhyun no salía - ¿algo más de dos meses, quizá? – pero, a pesar de no haber sentido la necesidad de ponérsela hasta entonces, no pudo evitar ocultar una sonrisa satisfecha ante la ropa de fiesta al sacarla del fondo de su armario. Vaqueros pitillo, camisetas de marca, cazadoras... todas aquellas prendas reservadas para las ocasiones especiales, que se le adaptaban al cuerpo como una segunda piel y le quedaban absolutamente perfectas.

Tardó unos minutos en escoger qué quería ponerse exactamente, y casi una hora más en vestirse, peinarse y maquillarse los ojos. Cuando terminó, el espejo del cuarto de baño le devolvió la imagen de un chico joven de piel clara, pelo perfectamente arreglado y ojos rodeados de eyeliner oscuro, vestido para arrasar, y Baekhyun sonrió. Sabía que aquella noche las cabezas se girarían para mirarlo. Tal vez fuera lo que pretendiera, después de todo.

Cuando salió de casa, hacía frío. La cazadora que llevaba era demasiado delgada como para cubrirlo por completo del viento, y el cuello de la camiseta que llevaba le dejaba al aire la piel hasta la altura de las clavículas. De haber sido aquel un día como cualquier otro, habría estado haciendo el camino hacia el lugar en el que habían quedado con Chanyeol, que muy posiblemente le habría acabado dando su chaqueta al verlo temblar, pero Kai había aparecido de la nada esa tarde y se había llevado a su vecino a alguna clase de lugar desconocido, así que Baekhyun había tenido que resignarse a hacer el camino solo.

Unas cuantas paradas de metro y de autobús más tarde, Baekhyun llegaba a la esquina donde había quedado con los otros. Luhan y Jongdae ya estaban allí, el primero de ellos mirando a su alrededor con aire aburrido, y el segundo escribiendo algo con energía en su teléfono móvil.

Luhan lo vio antes de que llegara y lo saludó con la mano, sonriéndole. No parecía que se hubiese arreglado más aquella noche de lo que lo hacía cualquier otro fin de semana pero, aún así, parecía brillar con luz propia. Si China hubiera tenido un príncipe, probablemente habría tenido la cara de Luhan. Visto así, ni siquiera era de extrañar que le hubiese roto el corazón a media escuela sin pretenderlo.

—Hola, Baekhyun —lo saludó—. Llegas pronto.

—¿Los otros todavía no están aquí? —preguntó él después de devolverle el gesto con una mano. Su voz sonó casi como un quejido; hacía tanto frío que la mera idea de quedarse allí a esperar, aunque sólo fuera durante unos pocos minutos, se le hacía intolerable.

Jongdae, sin embargo, se rió.

—Supongo que ahora entenderás lo que nos duele esperar a la intemperie cada vez que quedamos por la noche y tú llegas tarde —tras bloquear la pantalla del móvil, alzó los ojos con una sonrisa burlona, pero ésta no tardó en convertirse en una mueca de sorpresa—. Joder, Baek. ¿De qué te has vestido?

El chico se encogió de hombros.

—De nada.

—Le queda bien —intervino Luhan.

—No, si le queda muy bien —Jongdae hizo una mueca—. Pero como no tenga cuidado, el portero de la discoteca va a saltarle encima en vez de dejarlo pasar. ¿De verdad que todo ese eyeliner era necesario?

—No llevo tanto.

—Pareces una estrella de cine o algo así. Me pregunto a qué viene ponerse tan guapo, ¿uh?

Baekhyun iba a empezar a protestar diciendo que así era como se arreglaba siempre para salir – cosa que Jongdae tendría que haber sabido porque había salido con él más veces – cuando Luhan soltó una exclamación y comenzó a saludar con la mano otra vez.

—¡Chicos, estamos aquí! —gritó, sonriendo, y Baekhyun se giró justo a tiempo para ver a tres figuras cruzando la calle. Por suerte, pensó, venían todos juntos.

Como de costumbre, Kai ni siquiera había tenido que esforzarse para parecer directamente sacado de la portada de una revista, todo él pelo y piel oscuros y actitud segura de sí misma. A su lado, Kyungsoo – su Kyungsoo, aquel mejor amigo suyo que ponía los ojos en blanco cada vez que lo veía abusar de los vaqueros ajustados y el eyeliner – estaba excepcionalmente arreglado, tanto que parecía ir a juego con Kai. De hecho, y vistos así, los dos parecían casi más perfectos el uno para el otro que cuando estaban comiendo comida casera en amor y compañía en su mesa del comedor, y Baekhyun apretó los dientes. Iba a hacer alguna clase de comentario sobre cómo Kyungsoo había traicionado sus principios de niño bueno por lo que a todas luces era una cazadora de cuero blanca cuando miró detrás de ellos y vio a Chanyeol.

Definitivamente, había alguien en el cielo que lo odiaba. O tal vez quien lo odiara fuera Kai, porque estaba seguro de que todo aquello había sido idea suya, y por eso se había llevado a Chanyeol aquella tarde.

Lo peor de todo era que ni siquiera habían tenido que arreglarlo mucho. Sólo habían cambiado su clásica combinación de vaqueros gastados y sudadera usada por ropa nueva, oscura, y le habían arreglado el pelo, peinándole el flequillo hacia atrás. En teoría era el Chanyeol de siempre. En teoría. En la práctica, el universo se había puesto en su contra y Kai era un maldito genio.

—Se te van a salir los ojos de la cara de mirarlo tanto —susurró una voz junto a su oído. Al girarse, dando un respingo, Baekhyun se encontró frente a frente con la sonrisa burlona de Jongdae.

—¡Claro que no...! —comenzó a decir, pero se calló de pronto al ver que Chanyeol se acercaba. Parecía incluso más alto que de costumbre, y Baekhyun consideró por un momento el empezar a llevar alzas en los zapatos, porque llegarle a su vecino por la nariz no podía ser sano ni normal—. Ah, Yeol— saludó, sintiéndose como un imbécil.

Jongdae, que seguía allí y al parecer tenía mucho interés en regodearse en su miseria, soltó una carcajada, pero Chanyeol lo miró a él y sonrió.

—Hola, Baek.

El chico quiso contestar con algo inteligente (si es que existía alguna cosa inteligente con la que responder a un saludo), pero la cabeza se le quedó en blanco y acabó murmurando algo sin sentido. Rogó a cualquier entidad divina que quisiera escucharlo para que Chanyeol, que parecía de tan buen humor como siempre, no se hubiera dado cuenta de que él, Byun Baekhyun, miembro indiscutible de la élite de su instituto, estaba inexplicablemente nervioso – y, aparentemente, sus plegarias tuvieron respuesta porque, tras sacudir la cabeza, su vecino lo dejó donde estaba y se marchó a saludar a Luhan.

Baekhyun no supo si sentirse aliviado por no tener que dar explicaciones u ofendido porque, después de pasarse horas arreglándose para aquella noche, Chanyeol no lo hubiera mirado dos veces.

—Deberíamos ir yendo ya —intervino Kyungsoo, tan pronto como todos hubieron dejado de saludarse, y los demás asintieron y comenzaron la marcha, con Kai en cabeza, tecleando algo con rapidez en la pantalla táctil de su móvil.

Por suerte, el local al que iban no estaba muy lejos, y en cinco minutos escasos estaban dentro de una discoteca como tantas otras, con ráfagas de luces parpadeando desde el techo, mesas para descansar en las esquinas y una marea humana moviéndose al unísono en la pista de baile. El aire estaba cargado de humo, una especie de niebla artificial que provenía de algo parecido a unos aspersores en las paredes, y Baekhyun vio a Chanyeol parpadear y arrugar la nariz. Recordó en aquel instante que el otro chico no veía bien y que lo más probable era que llevara las lentillas puestas.

—¿Estás bien? —preguntó a gritos, haciendo un esfuerzo por acercarse todo lo posible a su oreja para hacerse oír por encima de la música electrónica que llenaba el lugar. Cuando Chanyeol se apartó un poco de él y lo miró, extrañado, el chico se señaló un ojo, y su vecino se rió.

—No pasa nada, no pasa nada —medio exclamó, haciéndole un gesto con la mano y dedicándole una sonrisa llena de dientes antes de girarse para seguir hablando de algo con Kai.

Baekhyun, que, a pesar de no saber muy bien qué habría podido contestar, se sentía como si lo hubieran dejado con la palabra en la boca, permaneció donde estaba unos segundos más antes de chasquear la lengua, hacerle un gesto a Kyungsoo para indicarle que se marchaba y acercarse a la barra, donde Jongdae ya se había apalancado, como si fuera su única razón para acudir a aquel bar.

—¿Bebiendo tan pronto? —le preguntó al ver que la camarera, una chica de veintitantos años vestida con una camiseta y minifalda, dejaba delante de su amigo un vaso relleno de un líquido de un color sorprendentemente azul—. Creía que el amigo de Kai le había dicho que nos dejaría entrar con tal de que no bebiéramos demasiado.

Jongdae se encogió de hombros.

—El amigo de Kai nunca dijo cuánto era demasiado —respondió—. Y, además, si no quieres beber, ¿para qué te has marchado de donde estaban los demás y te has venido a la barra?

Baekhyun suspiró y giró la cabeza con disimulo para observar a los demás. Kyungsoo y Luhan habían conseguido una mesa lo suficientemente grande como para garantizar que cupieran todos, y Kai y Chanyeol seguían de pie donde los había dejado él, sumidos en su conversación y sin reparar en que ya no estaba allí. Sabía que no tenía que beber, porque si se pasaban de la raya siendo menores, el amigo de Kai le pediría explicaciones, pero, visto lo visto, Kim Jongin y su amiguito se podían ir al infierno. A ser posible, llevándose con ellos a Chanyeol.

—No sé qué es eso que estás bebiendo, pero pídeme uno igual —le dijo a Jongdae, tratando de sonar indiferente—. Y, por tu bien, más vale que lleve vodka.

Su amigo lo miró con una sonrisa burlona, pero obedeció, y Baekhyun cerró los ojos y se apoyó contra la barra, esperando su bebida. Estaba seguro de que iba a necesitar unas cuantas. Aquella prometía ser una noche muy larga.

--

Dos horas y cuatro bebidas azules después, Baekhyun decidió que el haber preparado aquella estúpida salida nocturna para celebrar la beca de Chanyeol había sido cualquier cosa menos buena idea.

Tan pronto como habían ordenado su primera ronda de bebidas, se habían sentado juntos en una mesa, pero no todos habían aguantado allí mucho tiempo. En un momento dado, la cadencia de la música había cambiado, y Kai había levantado la cabeza de su copa, súbitamente interesado. No había tardado mucho en excusarse, levantarse y pedirle a su novio que lo acompañara a la pista, tan abstraído como si él fuese una polilla y la música fuera luz. Baekhyun, que en aquel momento iba por su segunda copa, había creído que Kyungsoo – Kyungsoo, el ángel del coro, el niño bueno con una media de más de ocho sobre diez en todas sus asignaturas – iba a negarse, así que se sorprendió cuando su amigo tomó la mano que le tendían y se levantó con un deje resuelto, con algo distinto en su postura, en su mandíbula, el modo en el que sus ojos se cruzaron con los de Kai, que hizo que el chico se sintiera inexplicablemente celoso y se bebiera de un trago todo lo que le quedaba en el vaso.

—¿Así es como son en casa? —exclamó Jongdae, que parecía haber tomado la decisión de beberse las reservas del bar entero y ya estaba empezando a sufrir ataques de risa tonta, cuando sus amigos llegaron a la pista—. Vaya con ‘Soo. Y parecía tonto... Miradlo ahora. ¿Desde cuándo se supone que sabe bailar?

—Está saliendo con Kai, ¿no? —Chanyeol, que estaba sentado al lado de Baekhyun jugueteando con el vaso de su primera copa de la noche, se encogió de hombros como si aquello fuera lo más normal del mundo. Baekhyun observó cómo uno de sus dedos se deslizaba sobre el cristal antes de obligarse a mirarlo a la cara. Sentía el calor del alcohol en el estómago y en la punta de los dedos.

—¿Por qué no vamos a bailar nosotros también? —preguntó, y automáticamente sintió ganas de golpearse la cabeza contra la mesa por lo que acababa de decir. Repetidas veces.

Chanyeol lo miró como si estuviera borracho – cosa que, tal vez, fuera un poquito cierta – y se negó.

—Yo no bailo —protestó, frunciendo levemente el ceño al ver que Baekhyun le quitaba su vaso de entre los dedos y se lo llevaba a los labios—. ¿Cuánto has bebido, Baek?

—Tengo mucho aguante. Y si no vas a bailar, ya puedes ir a buscarme más —tentativamente, el chico le puso una mano en la muñeca, y Chanyeol observó los dedos sobre su piel con la expresión en blanco antes de apartárselos con cuidado. Cuando lo miró, Baekhyun hubiera podido jurar que tenía los ojos un poquito más oscuros, más grandes.

—Baek...

—O me traes otra copa o bailas conmigo. Te estoy dejando elegir, ¿no?

Chanyeol sacudió la cabeza con el aire cansado del que piensa que tiene que tratar con un niño incorregible y, finalmente, se levantó de la mesa y se perdió entre la multitud. Al principio, Baekhyun creyó que había cedido y que – a pesar de haberlo plantado y no querer bailar con él – le traería más bebida, pero cuando pasaron los minutos y Chanyeol no apareció, frunció el ceño y se apoyó contra el respaldo, sintiéndose abandonado y malhumorado.

—Odio mi vida —declaró.

Luhan aprovechó aquel mismo instante para emerger de algún punto oscuro de la sala, con una cara muy rara y diciéndole algo a una chica con un vestido rojo muy corto y que parecía muy insistente. La muchacha lo siguió durante algunos pasos más, pero terminó dando la vuelta cuando su amigo le señaló la mesa donde estaban sentados ellos.

—Dios mío, que cabezota es la gente —suspiraba Luhan cinco segundos después, dejándose caer junto a Jongdae con una copa de algo transparente en la mano—. Todavía no he tenido que pagar por una sola bebida, y creo que ya empiezo a ver doble. No sé cómo decirles que no estoy interesado, por favor —tras dejar el vaso sobre la mesa, trató de sonreír y los miró—. ¿Qué tal por aquí vosotros?

—Baek odia su vida. Creo que porque Chanyeol no quiere bailar con él.

Luhan pareció confuso.

—¿Para qué quieres bailar con Chanyeol?

—No quiero bailar con Chanyeol. Es sólo que me abandona y se marcha. Hoy y cuando acabe el instituto. Se va a marchar a América y no quiero que se vaya. Me deja aquí.

Jongdae dio un sorbo a su copa y se rió, como si los desvaríos influidos por el alcohol de Baekhyun le parecieran lo más divertido que hubiera escuchado nunca. Y ya podía reírse, ya, porque el chico jamás habría admitido aquello en voz alta estando sobrio.

—Le han dado una beca, Baek —respondió Luhan, que, si bien también había bebido de más, aparentemente era el único que conservaba parte de su capacidad para pensar con lógica—. Claro que se va a marchar; es lo que estamos celebrando.

—Pues menudo asco —Baekhyun se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre la mesa—. ¿Sabéis cuántas horas de diferencia hay entre Seúl y San Francisco? Porque lo he buscado en Google y son diecisiete. ¿Qué voy a hacer yo con diecisiete horas de diferencia?

—¿Llamarle cuando te despiertes? —propuso Jongdae, que a juzgar por su tono de voz parecía cualquier cosa menos preocupado—. Si lo llamas a las ocho, allí serán las tres. O puede que las cuatro, no sé.

Baekhyun observó con los labios apretados cómo su amigo comenzaba a beberse también el vaso medio vacío que Kyungsoo había dejado en la mesa. Aún sentía el calor del alcohol en las venas, impulsándolo a hablar, a protestar y a tratar de acaparar a Chanyeol para él, pero en el fondo sentía que todo aquello era injusto. Tal vez necesitara beber más. Aún más.

—Dos horas arreglándome —farfulló de pronto—. Dos horas arreglándome y todo lo que me dice al verme es “hola, Baek”.

A juzgar por el sonido que hizo, Jongdae estuvo a punto de escupir lo que se estaba bebiendo.

—No puedo creerme que acabes de decir eso —dijo en cuanto pudo hablar, pero Baekhyun lo ignoró, demasiado ocupado en rastrear la multitud en busca de una cara conocida.

—¿Dónde demonios se ha metido el muy idiota, de todas formas? ¿Por qué no está aquí?

Jongdae hizo amago de buscar entre la gente, pero pronto se rindió y apoyó la cabeza contra el respaldo de su silla. Finalmente, fue Luhan quien dio con quien estaban buscando, y se lo señaló a Baekhyun con un movimiento de cabeza.

—¿Yeol? Está ahí, creo. Me parece que se ha encontrado con alguien.

El chico entornó los ojos, intentando distinguir los detalles. Normalmente, era fácil encontrar a Chanyeol, estuviera donde estuviese, porque aquella estúpida cabezota suya siempre sobresalía por encima del resto de la gente, pero en aquella ocasión no era así. Su vecino estaba en una esquina, enfocado de vez en cuando por uno de los focos parpadeantes que llenaban el local, hablando con dos personas que, a primera vista, eran tan anormalmente altas como él, por no decir muy guapas. Uno de los dos desconocidos, que parecía muy rubio y muy bien vestido, estaba diciendo algo, y Chanyeol se rió, con aquella risa suya que lo hacía parecer medio desquiciado e increíblemente adorable. Y Baekhyun hubiera empezado a darse cabezazos contra la mesa de haber podido, porque se sentía muy abandonado y muy solo sentado en aquella esquina, pero no podía dejar de mirar a su vecino pasándolo bien en otra parte sin él si cuando lo hacía sonreía así.

—¿Quiénes son esos dos? —quiso saber Luhan—. ¿Los conocéis?

—Serán amigos suyos.

Baekhyun entornó los ojos y se levantó de su asiento. Comprobó, satisfecho, que a pesar de las – creía que cinco – copas que se había bebido por aquel entonces, todavía podía mantenerse en pie perfectamente.

—Voy a ver.

Luhan dijo algo a modo de advertencia, pero Baekhyun no lo escuchó. Antes de poder recapacitar, ya había cruzado la sala y se había plantado junto a Chanyeol y sus supuestos amigos, que parecían sumidos en una conversación aparentemente muy interesante que a él le llegaba ahogada por el sonido constante de la música a su alrededor.

—Yeol —dijo, y cuando el otro chico no le contestó, le tiró de la manga—. ¡Yeol!

Su vecino parpadeó, una vez, dos, y se giró hacia él, dándose, por fin, cuenta de que estaba allí.

—¿Baek? ¿Pasa algo?

El chico abrió la boca para responder cuando se dio cuenta de que las dos personas con las que Chanyeol había estado hablando se habían quedado calladas y lo estaban mirando. Eran dos chicos, uno rubio y otro moreno. El que parecía más joven – más incluso que él mismo, por lo que podía deducirse que también se había colado en el club – tenía un aire un tanto fiero y lo estaba observando con el ceño levemente fruncido, como si se preguntara quién era él y por qué había venido a interrumpirlos. El otro era tan rubio y tan guapo que parecía una estrella de cine, por no decir tan alto que Baekhyun, a su lado, se sintió como el primo con enanismo de Frodo Bolsón.

Aquello, de por sí, ya habría sido ligeramente humillante si Baekhyun hubiera caminado hasta allí porque tenía algo importante que decir. El problema era que había ido a donde estaba Chanyeol por una especie de impulso motivado por el exceso de alcohol en vena, y en realidad no tenía nada que contarle a su vecino, salvo que le parecía fatal que no le estuviera haciendo caso después de todo lo que se había molestado en preparar aquella noche. Cosa que, por supuesto, no podía decir en alto.

—Mi bebida —pidió finalmente, sintiendo la boca pastosa—. Pensé que habías ido a buscarme una.

En aquel preciso instante, Baekhyun se percató de que Chanyeol tenía un vaso con hielos en la mano, y dio gracias al cielo cuando el otro chico se lo tendió.

—¿Qué es? ¿Ginebra? ¿Vodka? —preguntó, olisqueándolo.

Agua. Iba a llevártela ahora.

Baekhyun hizo un mohín.

—Cuando te pedí que me trajeras algo de beber, no me refería a esto —gruñó. Como los dos extraños seguían observándolo con una cara rara, decidió que no podía perder nada por preguntar—. ¿Quiénes son tus amigos? ¿No me los vas a presentar?

Chanyeol pareció dudar, pero finalmente cedió.

—Baek, estos son Tao y Kris, dos amigos míos. Chicos, este es Baekhyun.

Los dos desconocidos cruzaron una mirada.

—¿Este es Byun Baekhyun? —preguntó el más alto, el tal Kris.

—¿Está borracho? —añadió el otro, que en cuanto abrió la boca perdió parte del aire amenazante inicial. Los dos hablaban con un acento extraño, extranjero.

—¿De dónde sois? —preguntó Baekhyun, decidiendo ignorar, por el momento, el hecho de que los otros dos parecían saber quién era él, con apellido y todo, y no daban la impresión de estar muy satisfechos al respecto.

—China —contestó Tao, y Baekhyun se preguntó qué demonios le daban a la gente de comer en aquel país para que, de tres personas que conocía entre aquellos dos y Luhan, todos parecieran sacados de un pase de modelos de Gucci.

—Ah —Baekhyun trató de pensar en algo interesante e inteligente que decir sobre China, pero no se le ocurrió absolutamente nada. Decidiendo que daba igual y que, de todas formas, ya había hecho el ridículo bastante por aquel día, se dirigió a Chanyeol con su mejor sonrisa, rozándole el brazo con los dedos—. ¿Vas a volver a la mesa luego? Jongdae se está bebiendo hasta el agua de los floreros.

—Adelántate si quieres. Yo voy enseguida.

Ya había hecho todo lo posible, así que Baekhyun decidió que no pintaba nada allí y volvió enfurruñado a su mesa. Siempre podía intentar ver las cosas por el lado positivo porque, sí, puede que acabara de comportarse como un imbécil delante de dos perfectos desconocidos, y, sí, puede que hubiera pretendido acaparar el cien por cien de la atención de Chanyeol aquella noche y que su plan inconsciente hubiera acabado en fiasco, pero al menos su vecino le había dado un maravilloso vaso de agua.

Vaso de agua que le quitó Jongdae de las manos tan pronto como se sentó en la mesa.

—¿Qué es esto? ¿Vodka? —preguntó.

Baekhyun sintió el impulso de hundir la cara entre las manos y pedirle a alguien que lo matara allí mismo.

Agua.

—Igual da —su amigo se llevó el vaso a los labios y lo apuró hasta el fondo, esbozando una sonrisa satisfecha—. Estoy aquí sentado viendo cómo Park Chanyeol tiene que mirar hacia arriba para hablar con alguien. ¿Qué clase de brujería es esa? ¿De dónde han salido el hombre-rubio-extraordinariamente-alto y su amigo?

—Aparentemente, de China.

Luhan pareció súbitamente interesado al escuchar aquello, pero Jongdae soltó una carcajada que acabó en lo que parecía un ataque de risa floja de esos que, una vez comienzan, no se pueden parar.

—Me sorprende la gente a la que conoce Chanyeol, ¿sabéis? Primero Kai y luego esta especie de supermodelos chinos. ¿Qué somos nosotros entonces? ¿Sus amigos feos?

—Yo no soy el amigo feo de nadie —protestó Baekhyun, aunque estaba seguro de que Jongdae estaba demasiado ocupado riéndose de su propio chiste como para prestarle atención. A pesar de lo que había bebido, no había llegado al punto de borrachera en el que su cerebro se desconectaba y lo dejaba no pensar, y no podía evitar sentirse enfadado con Chanyeol y con el mundo. Porque, sí, puede que él no fuera tan aberrantemente alto como aquellos dos, pero se suponía que era la persona a la que Chanyeol había perseguido durante años enteros. Así que, ¿por qué aquel idiota no se había detenido a mirarlo como lo habían mirado al entrar el resto de solteros del bar? ¿Por qué no correspondía a su atención ahora que él se la ofrecía? ¿Por qué se iba a ir a la otra punta del mundo?

Él siempre había podido tener a cualquiera. A cualquiera. Y se suponía que Park Chanyeol no era una excepción a aquella regla.

—Kim Jongdae —el sonido de una nueva voz devolvió a Baekhyun a la realidad y, cuando abrió los ojos, vio a Kyungsoo parado frente a ellos, con los brazos en jarras y una expresión de reproche en el rostro. Mirado por encima, parecía el mismo amigo aguafiestas de siempre, pero a Baekhyun no se le escapó el modo en el que su pelo parecía un poco más revuelto y sus labios ligeramente más hinchados. Se preguntó dónde habría estado la última media hora y por qué Kai, a su lado, tenía una sonrisa casi imperceptible en la boca. De nuevo, sintió celos—. ¿Se puede saber cuánto has bebido?

El otro chico había comenzado a farfullar una respuesta, pero Kyungsoo le quitó el vaso de entre los dedos sin esperar a escucharla. Al ver que estaba vacío – y que ni siquiera olía a alcohol – lo miró con expresión extrañada, pero Jongdae protestó igualmente.

—¡Eso era mi agua! —exclamó.

—No —murmuró Baekhyun—. Era mi agua.

Kyungsoo los miró como una madre gallina enfadada miraría a sus polluelos, y luego se giró hacia Luhan.

—¿Cuánto han bebido? —le preguntó.

—Baek no ha bebido tanto. Jongdae va muy mal.

—¿Mal, yo? —protestó el interpelado—. ¡Pero si la noche es joven!

Kyungsoo se cruzó de brazos, en un gesto que no admitía réplica.

—No, Jongdae, no —contestó—. Para ti, la noche acaba de terminar.

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Apenas media hora después, todos estaban tirados sobre los sofás del salón de casa de Jongdae.

Después de ver el estado de su amigo, Kyungsoo no había tardado mucho en reunirlos a todos y sacarlos del bar, y Baekhyun casi había agradecido el frío, la libertad para respirar, el silencio. A Jongdae lo habían llevado medio a cuestas entre Luhan y Kai, mientras el chico, que de puro borracho estaba increíblemente contento, había empezado a cantar una de las canciones de moda del año con una voz tan rechinante que habría hecho gritar de horror a todos sus profesores de canto.

Por fin, Chanyeol se había despedido de sus amigos y se había reunido con ellos en la calle, lanzándole una mirada preocupada a Jongdae y preguntándole a Baekhyun si él estaba bien. Y al chico no le gustaba mentir, especialmente porque Chanyeol siempre le decía la verdad, pero estaba herido en su amor propio y deseoso de atención, así que se tambaleó deliberadamente, como si le costara mantenerse derecho.

—Creo que he bebido demasiado —declaró, a pesar de que podía sentir cómo, poco a poco, el calor del alcohol desaparecía de su sistema—. Ayúdame a caminar, ¿quieres? O acabaré en el suelo.

Como de costumbre, Chanyeol estaba más que dispuesto a ayudarlo y lo había dejado apoyarse en su propio cuerpo para avanzar. Así que Baekhyun había aprovechado para pegarse contra él y sentir la calidez que parecía emanar su piel incluso a través de todas las capas de ropa que los separaban. Estaba levemente mareado, aunque no creía que fuese por la bebida, ni por el frío, y sintió una punzada de lejana satisfacción cuando sintió que Chanyeol se tensaba contra él al notarlo tan cerca.

Aquella reacción era algo que él podía entender, un movimiento en un juego que él llevaba dominando desde que había entrado en la pubertad. Por primera vez en semanas, sabía dónde estaba, a dónde podía ir.

Porque él podría seguir teniendo a cualquiera si se lo proponía. Incluso a alguien que quería marcharse del país. Incluso a alguien con un futuro a miles de kilómetros de Baekhyun.

Sobre todo a él.

Al llegar a su casa, Jongdae perdió el interés por cantar a gritos y decidió unánimemente que meterse a voces con la vida amorosa de Luhan era mucho más  divertido.

—Oh, vamos, no sales con ninguno de tus trescientos mil pretendientes porque en el fondo te da miedo no estar a la altura —exclamaba, tambaleándose en el centro del salón, mientras su amigo lo miraba mal desde el sofá—. Mira a Oh Sehun, por ejemplo. ¡Si a la pobre criatura ya la rechazas por principio! No creas que no me fijo; veo que lo miras con ojitos de cervatillo abandonado cuando se va. Es casi como si, a pesar del tostón insufrible que siempre nos sueltas por todo el tema de la diferencia de edad, estuvieras esperando a que venga a declararse otra vez sólo para poder hablar cinco segundos con él mientras lo rechazas. ¡Creo que no he visto nada más lamentable en toda mi vida!

El rostro perfecto de Luhan se transformó en una especie de máscara de horror, vergüenza y enfado, todo en uno.

—¡No me vengas con esas, Kim Jongdae! ¿O quieres que le expliquemos a todo el mundo aquí y ahora por qué empezaste a ir a la biblioteca el año pasado?

—¡Porque me gusta leer, por supuesto! ¿Por qué iba a ser si no?

La conversación continuó a su alrededor mientras, en su asiento Baekhyun cerraba los ojos y suspiraba. Debían de haber pasado aproximadamente una hora desde que se había bebido su última copa y, ahora que los efectos de todo aquel alcohol se le habían pasado casi del todo, sentía el cuerpo pesado, aletargado, y la mente muy densa.

En un momento en el que la discusión entre Jongdae y Luhan subió de tono, el chico se levantó y salió al pasillo, buscando tomar el aire. Había planeado ir a la cocina, robar algo líquido de la nevera y salir un rato al balcón, pero, tras considerar el frío que hacía en aquella ciudad por la noche, lo pensó mejor y entró en el baño, cerrando la puerta con suavidad tras de sí.

La habitación era pequeña, con apenas el espacio suficiente para el lavabo, el bidé, el plato de ducha y el inodoro y, en apenas un par de pasos, Baekhyun estaba parado frente a la encimera, delante del espejo, tratando de mojarse el rostro con el agua del grifo sin estropearse el maquillaje que todavía le rodeaba los ojos.

El frío sobre la piel no lo ayudó a espabilarse, así que permaneció allí, apoyado contra la encimera durante algunos segundos más, registrando vagamente que la discusión del salón había parado y que ahora se escuchaba algo parecido a música venir desde la otra punta de la casa.

Casi había perdido la noción del tiempo cuando escuchó la puerta abrirse y volverse a cerrar, y una voz conocida y familiarmente grave, que lo llamaba.

—¿Baek? ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?

Baekhyun giró la cabeza y contuvo una sonrisa cansada al ver a Chanyeol, todo él ojos grandes y ropa que le sentaba demasiado bien, apoyado contra la puerta y mirándolo con una sombra de preocupación en el rostro. Como de costumbre, su vecino había venido detrás de él, a buscarlo, y la parte de Baekhyun que estaba acostumbrada a repartir sonrisas y a esconderse con los chicos guapos del curso en el cuarto de las escobas se sorprendió porque, dios mío, no se había dado cuenta antes, pero, de quererlo, aquello sería tan, tan fácil.

—Los gritos de Jongdae y Luhan me estaban dando dolor de cabeza —dijo finalmente, esbozando una de aquellas sonrisas que lo habían hecho escalar de un plumazo hasta la cima de popularidad del instituto. No sabía hasta qué punto estaba sonriendo así por los restos del alcohol que aún le quedaban en la sangre, hasta qué punto por curiosidad y hasta dónde por desesperación, pero podía volver a sentir la electricidad entre los dos, tomando cuerpo en el aire, y eso sí que era algo que reconocía.

—¿No vas a volver al salón, entonces? ¿Y qué es lo que vas a hacer, quedarte aquí solo?

—Supongo —con una sonrisita levemente burlona y una seguridad en sí mismo que no sentía del todo, Baekhyun giró hasta quedar de espaldas al lavabo y se sentó de un salto sobre la encimera del baño, con los pies colgando en el aire—. Pero no quiero estar solo. ¿Te quedas conmigo un rato?

Chanyeol titubeó visiblemente antes de asentir. Baekhyun sabía lo que estaba viendo su vecino – al chico al que había perseguido durante diez años, con la ropa más cara de su armario pegándose contra su piel en los lugares idóneos, los ojos bordeados en negro y una sonrisa en los labios – y supo que aceptaría quedarse incluso antes de que el otro chico dijera que sí.

—¿Cuánto has bebido, Baek? ¿Quieres que te traiga algo?

El chico negó con la cabeza con suavidad.

—No, estoy bien. Sólo quiero hablar —acomodándose mejor sobre la encimera, le tendió una mano—. Ven aquí, ¿quieres?

Chanyeol volvió a dudar, pero, finalmente, se acercó hasta quedar delante de él, todo lo lejos que le permitió hacerlo el reducido tamaño del baño. Insatisfecho y siguiendo un impulso prácticamente visceral, Baekhyun lo aferró por la muñeca y tiró de él para acercarlo más.

—¿Baekhyun? —lo llamó Chanyeol con voz suave, y el chico detectó aquel algo que no estaba antes en su tono, el modo en el que sus ojos parecían haberse vuelto más oscuros, y se percató de que aquella mirada era lo que había estado esperando toda la noche.

—Tengo una cosa que preguntar —murmuró. Había llegado al punto en el que sabía que estaba cruzando un límite; el límite que había estado rozando durante toda la semana, pero le daba igual. Tenía que saber. Necesitaba saberlo. Era la única oportunidad que tenía para hacerlo—. ¿Por qué te marchas?

La pregunta pareció sorprender a Chanyeol, que lo miró como si no entendiera. La encimera del baño estaba alta y, sentado encima, Baekhyun prácticamente estaba a la altura de sus ojos sin tener que alzar la cabeza.

—Me han dado una beca, Baek.

—No. Eso ya lo sé, pero no es lo que quiero que me cuentes —Baekhyun tiró de él, todavía más, hasta que Chanyeol cedió y apoyó las manos, convertidas en puños cerrados, a ambos lados de su cuerpo sobre la encimera—. Tú mismo me dijiste que no querías marcharte hasta hace menos de un año ¿Por qué ahora sí? ¿Qué es lo que se supone que es distinto?

Ya se lo había preguntado en otra ocasión, en el parque, y Chanyeol se había cerrado en banda y se había negado a contestar, pero ahora había un hueco en sus defensas, una grieta en su barrera, y el chico podía sentirla, forzarla, luchar por atravesarla.

Baekhyun —volvió a decir su vecino, y la advertencia en su tono era sólo parcial. El chico se forzó a sonreír, a suavizar la voz, con las palabras de Jongdae todavía en la cabeza.

—Si te lo pidiera yo —murmuró—, ¿te quedarías?

Chanyeol ahogó una exclamación y lo miró, con los ojos abiertos como platos.

—Eso no es justo, Baek —susurró, y el chico supo que era cierto y, a pesar de todo, siguió sonriéndole como si no le importara, siguió hablando, porque era lo único que podía hacer a aquellas alturas.

—Al principio querías rechazar la beca, ¿no? Era tu Plan B, eso fue lo que dijiste. Había algo que querías más.

Frente a él, Chanyeol cerró los ojos, inclinó la cabeza. Seguía teniendo las manos convertidas en puños contra la encimera del baño, los nudillos blancos.

—Ya lo sabes, ¿no? —dijo en voz baja—. Seguro que ya lo sabes.

Baekhyun se sintió contener la respiración.

—Quiero saberlo —respondió, y casi pudo ver a Chanyeol dejar de oponer resistencia, resignarse a confesar lo que él quería oír.

—El Plan A eras tú Baek. El Plan A siempre fuiste tú.

El chico se sintió triste. Sorprendido. Extrañado. Triunfante. De quererlo, podría tener a cualquiera. Incluso a Park Chanyeol.

Incluso a Park Chanyeol.

—Bien —susurró, colocándole una mano sobre la mejilla, acercándose más a él, hasta poder sentir el calor que emanaba su cuerpo, su respiración contra los labios, la piel—. Bien.

No dijo nada más, y no hizo falta, porque, antes de poder respirar, Chanyeol ya lo estaba besando, sujetándolo de la cintura con las manos y haciéndolo pegarse por completo a él.

Parecía casi enfadado, y Baekhyun prácticamente lo agradeció, porque él estaba total, súbita y absolutamente desesperado por más de aquello, por sentir los labios de Chanyeol contra los suyos, forzándolos a abrirse para él, y sus manos cálidas sobre la piel.

Baek —lo oyó decir contra su boca, entre beso y beso, y el mero sonido ronco de su voz bastó para hacerle sentir que la sangre le hervía en las venas, para rodearle la cintura con las piernas, hundirle las manos en el pelo y soltar un quejido que se le murió en los labios porque, a pesar de no poder estar más cerca, seguía habiendo demasiada ropa, demasiado aire, demasiado espacio entre los dos.

Debería haber estado pensando en muchas cosas. Debería haber considerado su pasado, su presente, lo que había ocurrido durante aquellos últimos meses y lo que iba a pasar, pero en lo único en lo que podía pensar era en que las manos de Chanyeol ahora estaban subiendo por sus costados, ahora se paraban en su espalda, y luego bajaban otra vez; y en el modo en el que la respiración del otro chico se había detenido por un segundo cuando él le había mordido con suavidad el labio inferior.

Había creído que el corazón iba a salírsele del pecho de pura ansia cuando, de pronto, algo había cambiado y la furia y la desesperación habían dejado paso a algo suave, algo dulce, algo más. Y Baekhyun había besado a mucha gente, en casa, en plena calle, en los pasillos del instituto y en la oscuridad de su portal, pero jamás había sentido aquella especie de anhelo, aquella añoranza.

Chanyeol se había despegado de su boca, y le estaba recorriendo con los labios la línea de la mandíbula, la piel suave bajo la oreja, el cuello, y él no se dio cuenta de que estaba susurrando su nombre en bucle, como un mantra, hasta que el otro chico succionó la piel sobre su clavícula y él se sintió gemir.

—Ven aquí —murmuró, cuando Chanyeol levantó levemente la cabeza y se rió con suavidad, con los labios sobre la junta entre su cuello y su hombro—. Por favor.

Y antes de poder cerrar los ojos se estaban besando de nuevo, y Baekhyun habría podido jurar que jamás había querido tanto una cosa, y que podría haber seguido para siempre. Y que, por dios, necesitaba las manos de Park Chanyeol debajo de su ropa, en aquel lugar y en aquel mismo momento, porque si no era capaz de sentir aquellos dedos sobre su piel, entonces...

Jo-der.

La voz había sonado alta – muy alta – y clara desde su derecha, y el sonido devolvió a Baekhyun a la realidad. De repente, recordó dónde estaba, qué estaba haciendo y con quién y se separó de Chanyeol bruscamente. No entendía. No entendía nada. No sabía qué iba a hacer ahora, ni qué se suponía que pasaba con él.

Ni siquiera se veía capaz de procesar todo lo que había ocurrido.

—Uhm... —el otro chico retrocedió, como si pretendiera dejarle espacio para bajarse de la encimera del baño, pero Baekhyun se sentía como si alguien lo hubiera congelado en el sitio.

Porque allí, parados en el umbral y mirándolos como si acabara de salirles un tercer ojo en la frente, estaban Kai y Kyungsoo, llevando a un Jongdae que se reía mucho medio a cuestas.

—Ah... E-esto no es... —comenzó a decir, pero no se le ocurrió cómo acabar la frase diciendo algo que lo sacara de aquel lío y resultara creíble. No le hizo mucha falta, sin embargo, porque Jongdae se soltó del agarre de sus amigos y comenzó a caminar hacia ellos con paso tambaleante.

—Iba a deciros que la próxima vez os busquéis un cuarto, pero ya estáis en uno. De baño —riéndose de su propio chiste, el chico se plantó frente a Chanyeol, que hizo amago de extender los brazos, como si le diera miedo que fuera a caerse al suelo. Sus ojos se abrieron aún más, sin embargo (si eso era posible) cuando su amigo soltó una exclamación ahogada y lo obsequió con la versión ebria de un abrazo entre hombres, con palmada en la espalda incluida—. Felicidades, Yeol, tío —dijo con tono orgulloso—. Lo has conseguido. Te admiro.

Chanyeol lo observó como si se hubiera vuelto loco y le lanzó una mirada alarmada a Baekhyun, que no supo cómo reaccionar. Hacía unas horas había estado en su casa, parado delante del armario de su habitación y pensando qué ponerse, y ahora estaba ahí, sentado en la encimera del baño forrado de azulejos rosas de su amigo borracho, y sin poder mirar a sus otros dos amigos a la cara porque habían abierto la puerta de golpe y se lo habían encontrado besando a Park Chanyeol. Park Chanyeol que, por cierto, estaba alarmantemente guapo con el pelo alborotado sobre la frente, la ropa revuelta y los labios hinchados por los besos.

A aquellas alturas, y si nadie hacía nada para evitarlo y todos seguían mirándolo así, estaba seguro de que acabaría bajándose de la encimera de un salto y, o bien intentaría estrangularse con la cortinilla de la ducha, o bien se lanzaría por la ventana del salón.

Por suerte, Jongdae tuvo a bien escoger aquel mismo instante para sufrir una violenta arcada, inclinarse hacia delante y vaciarle su estómago lleno de vodka encima a Chanyeol.

Baekhyun jamás había pensado que pudiera sentirse tan agradecido por el hecho de ver a alguien vomitar en público.

Notas finales:

Y entonces pasó esto.

¿Amor? ¿Pedradas? ¿Fangirleo? ¿Comentarios en general? Sabéis que os quiero más cuando comentáis.


¡Un abrazo a todos, y nos leemos en el próximo capítulo!


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