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88 Días por Ms Aria

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos de nuevo!

¿Me habéis echado de menos? :D

Pues, finalmente, y después de una mudanza un tanto rara y de mucho trabajo de repente, vengo a traer el último (que raro se me hace decirlo) capítulo de 88D.

Preparaos para leer, porque este es largo ;u;

Y cuando haya terminado, sólo quedará el epílogo y este fic quedará marcado definitivamente como completo ;u;

Así que, como tal, esta es la penúltima actualización y la que cierra la historia como tal.

Espero que os guste :'D

Capítulo 14. Día 88 (jueves)[Chanyeol].

 

Cuando Park Chanyeol se había mudado a la que ahora era su casa, aún no había cumplido los ocho años. Sus padres habían decidido trasladarse de zona en la ciudad por temas de trabajo, lo que había implicado tener que decir adiós a su antigua escuela, a su antigua vida y aparecer de la noche a la mañana en un barrio totalmente nuevo, en una escuela en la que no conocía absolutamente a nadie.

Su madre lo había sentado en sus rodillas antes de la mudanza, le había acariciado el pelo y le había pedido perdón por lo súbito del cambio, por el problema que podía suponerle a un niño de siete años aparecer en un sitio nuevo poco antes de empezar el nuevo curso. Chanyeol la había mirado, había sonreído y le había dicho que no había problema, que todo estaba bien. Era lo que hacía siempre, lo que decía siempre, lo que siempre se esforzaba por pensar. Se trataba de ser positivo, en el fondo, de estar en el humor adecuado para intentar solucionar lo que quiera que estuviese mal. De evitar que su madre y los demás se preocupasen por él. De muchas cosas.

Por eso, también había sonreído al despedirse de sus amigos (Kris había estado allí, mirándolo con esa cara de aparente mal humor que ponía siempre que algo no le hacía demasiada gracia – es decir, un noventa por ciento del tiempo – con Tao, que apenas levantaba medio palmo del suelo en esa época, agarrado a su camiseta) y les había dicho que su nueva vida sería perfecta, que haría más de cien amigos nuevos (porque cien era un número lo suficientemente grande y que sonaba muy bien) y que se lo pasaría genial.

“¿Cien amigos?” había preguntado Tao, mirándolo desde abajo y limpiándose la nariz con una manga de su vieja sudadera. “¿De dónde vas a sacar tú cien amigos? Tendrás suerte si encuentras tres o cuatro”

“Llámame si alguien se mete contigo” había añadido Kris.

Chanyeol se había hecho el ofendido por semejante falta de confianza durante un grandioso total de diez segundos, pero al final se había echado a reír, porque iba a echar a aquellos dos de menos, y a pesar de lo serios que estaban, habría jurado que los dos estaban a punto de echarse a llorar. Igual que él.

Era un buen recuerdo de su antiguo barrio que llevarse a su nueva casa, después de todo. 

Una nueva casa que, descubrió al llegar, tampoco estaba tan mal.

Su cuarto, que fue lo primero que corrió a ver en cuanto abrieron la puerta, era mucho más grande que el que había tenido antes, y tenía metros y metros de paredes blancas que no podía esperar a decorar con todo lo que se le ocurriera pegar en ellas. Tenía una única ventana, en la pared frente a la puerta, que ofrecía una vista privilegiada y un tanto incómoda a la habitación del vecino, pero, salvo eso, estaba bien. Muy bien. Increíblemente bien.

La cosa había mejorado aún más cuando su madre le había dicho que había conocido a una vecina del edificio de enfrente – la madre del chico del cuarto al otro lado del patio – y que la señora en cuestión tenía otro hijo de su edad que, al parecer, estaba muriéndose por conocerlo.

Cuando le había pedido a su madre que lo invitara, sintiéndose ridículamente ilusionado, no había sido consciente de en qué lío se estaba metiendo, ni el impacto que iba a suponer en su vida aquella visita, hasta que había sido demasiado tarde. 

No sabía qué habría hecho, de haberlo sabido de antemano. 

Byun Baekhyun había aparecido con su madre (que llevaba un pastel) una tarde normal, en un día como otro cualquiera, y Chanyeol no sabía muy bien qué era lo que había ocurrido exactamente en su cabeza, pero aquel chico, con su jersey de rayas y el flequillo oscuro cayéndole sobre la frente, le había parecido sencillamente genial. 

Donde Chanyeol era desmañado, un tanto torpe y tenía una completa incapacidad para controlar qué hacer con su cara cuando estaba nervioso, Baekhyun era pequeñito, delicado incluso, y bonito, todo él dedos finos, cara aún un tanto regordeta y ojos llenos de luz.

Chanyeol podía imaginarse siendo amigo de alguien así, yendo con él a clase (eran vecinos, ¿no?) y viéndolo reírse por tonterías, a ser posible tonterías que dijera él. La idea – y no es porque fuese suya – sonaba inmejorable. El problema, no tardó mucho en descubrir, era que, en aquel mismo instante, Baekhyun estaba parado al lado de su madre mirándolo como si fuera una especie de cosa rara. Y él era perfectamente consciente de que la primera impresión no había sido muy buena, y aquello habría desanimado a cualquier otra persona, pero a Chanyeol nunca le había gustado rendirse sin luchar, así que decidió intentarlo de todas formas. 

“¡Hola, soy Chanyeol!” se había presentado, tratando de sonar como alguien interesante “¿Vamos a ser amigos?”

Todo lo que había hecho Baekhyun había sido mirarlo como si estuviera considerando seriamente el salir corriendo de su casa. Eso y retroceder un paso. El mensaje, creía Chanyeol, había estado lo suficientemente claro desde el principio.

Y aún así, y a pesar de todo, el chico había querido seguir intentándolo.

Con el paso de los días, las semanas, los meses, había descubierto muchas cosas. Que Byun Baekhyun hacía hapkido, tocaba el piano. Que no sacaba unas notas tan buenas como Chanyeol (nadie sacaba unas notas tan buenas como Chanyeol) pero que no le iba mal en los estudios. Que, incluso por aquel entonces, ya parecía popular; que siempre podía elegir compañero cuando les ordenaban trabajar en grupos en clase y lo escogían de los primeros cuando había que jugar al fútbol porque se le daba más o menos bien chutar a puerta.

De hecho, las cosas, cuando las hacía Baekhyun, eran siempre más bonitas. Si había que dar una voltereta en clase de educación física, no se torcía ni un centímetro. Si había que doblar una carta, no había una esquina que estuviera fuera de lugar, que sobresaliera más que otra. Si había que hacer una presentación oral, su voz sonaba perfecta sin que tuviera que esforzarse. Baekhyun parecía hecho de luz, no como Chanyeol, que se caía de culo fuera de la colchoneta cuando tenía que dar volteretas, era incapaz de doblar un folio en dos sin que una mitad sobresaliera cinco centímetros por encima de la otra y tendía a hablar demasiado alto y a gesticular como una especie de foca borracha en mitad de las presentaciones orales de la escuela.

Y Chanyeol había pensado que las cosas cambiarían, que tarde o temprano Baekhyun dejaría de mirarlo por encima del hombro y le daría una oportunidad; que le sonreiría, sólo una vez, y entonces todo habría merecido la pena, pero estaba claro que la vida no era tan sencilla y que, por mucho que él quisiera algo, eso no quería decir que ese algo fuera a hacerse real. 

Y las cosas, claro, siempre podían empeorar.

Como, por ejemplo, cuando llegó la pubertad. 

Estaban en el instituto, tenían trece años (Baekhyun ya catorce) y, de un día para otro, las cosas habían empezado a cambiar. Chanyeol, muy en su línea de destacar en cosas inútiles, se había vuelto demasiado alto, tanto que habían tenido que sentarlo al fondo en clase porque no dejaba ver a los demás, y la voz, que estaba comenzando a cambiarle y no estaba estabilizada todavía, le sonaba a ratos un tanto aguda y a ratos muy, muy grave. Baekhyun, como era de esperar, también había cambiado, pero lo había hecho de otra forma. De una forma en la que había dejado de tener la cara tan redonda, en la que el uniforme del instituto había pasado de quedarle como un saco a sentarle muy bien (lo que era raro, porque esos uniformes le sentaban mal a todo el mundo) y en la que más de una y más de dos personas se lo quedaban mirando cuando cruzaba riéndose los pasillos del instituto. 

De hecho, la gente había empezado a decir cosas sobre él. Cosas que tenían que ver con Baekhyun, un chico de tercer año y el cuarto de las escobas del segundo piso y que a Chanyeol no le acababan de gustar. No entendía por qué había que hablar, por qué había que criticarlo, cuando ninguno de ellos sabía absolutamente nada de lo que su vecino hacía o dejaba de hacer.

Baekhyun, como siempre había pasado con él, era extraordinariamente popular entre el resto de la gente, pero aquella popularidad había dejado, en algún punto indefinido, de ser positiva. Todos querían acercarse, todos querían decir que se hablaban con él, pero en el fondo siempre se acababan marchando y lo dejaban solo. Y a Chanyeol aquello le daba pena, porque estaba total y absolutamente convencido – cada vez más – de que Baekhyun era diferente a los otros, de que brillaba con luz propia, de que era especial.

Por eso, había decidido intentarlo una última vez, después de limpiar sus gafas a conciencia, arreglarse la ropa para que la camisa no le asomara por fuera de los pantalones y tratar de mostrarse calmado a pesar de los latidos extrañamente desbocados de su propio corazón.

Baekhyun había vuelto de clase más tarde aquel día, y Chanyeol lo había esperado sentado delante de su portal, rozando con los dedos la tarjeta dibujada a mano que se había pasado coloreando toda la noche anterior y que se había escondido en el bolsillo del pantalón. 

“Baekhyunnie” lo había llamado, tratando de parecer tan contento como siempre cuando en el fondo se estaba muriendo de nervios “¿Sabes que la semana que viene es mi cumpleaños?”

Baekhyun lo había mirado como si no tuviera ganas de verlo, le había respondido como si no tuviera ganas de responder, y Chanyeol había decidido que tenía que intentarlo, de todas formas, y le había tendido la tarjeta.

Todo lo que había hecho Baekhyun había sido reírse en su cara y partirle la invitación en dos sin ni siquiera titubear.

Aquella había sido la primera vez en toda su vida en la que Park Chanyeol sintió que se le rompía el corazón en el pecho.

Había sido una clase de dolor terrible, espantoso, como una esquirla de cristal que se le metiese dentro y se quedara hundida allí. Algo que lo había hecho quedarse quieto, sin saber qué decir ni qué hacer, sintiéndose muy pequeño, y muy desgraciado y tan estúpido que, por mucho que intentara buscarle a aquello un lado positivo, para lo único que tuvo fuerzas fue para decirle luego a su madre que aquel año no quería fiesta, esconder los pedazos de la tarjeta rota en el fondo de un cajón y pasarse la noche entera llorando.

Park Chanyeol odiaba llorar. Odiaba aquel maldito sentimiento de impotencia más que nada.

Y estaba empezando a tener mucho miedo porque, aún a pesar de todo, seguía pensando demasiado en Byun Baekhyun, en el modo en el que seguía tocando el piano, y cantaba como un ángel, y lo hacía todo bien. En la manera en la que, según pasaban los días y los años, todos se acercaban a él, todos se reían con él en los descansos como si fueran sus amigos y se dedicaban a decir que era caprichoso, mala persona y un niñato consentido a la hora de comer, cuando Baekhyun estaba con Kyungsoo y no podía escucharlos. Y en cómo él quería gritarles a todos que eran idiotas, que no sabían nada, que estaban equivocados porque no podía ser así.

Chanyeol sabía que, a aquellas alturas, negar que su estúpida fijación con la amistad de Byun Baekhyun se había convertido en una especie de ridículo enamoramiento platónico habría sido mentirse a sí mismo. Y sabía también que aquello no tenía sentido, que el dedicarse a observar a Baekhyun desde la distacia mientras el otro chico lo miraba mal o simplemente lo ignoraba no lo estaba llevando a ninguna parte.

Así que trató de pasar página, trató de olvidar. A los quince años, se detuvo a mirar a su alrededor y descubrió que había otra gente interesada en él, gente de su clase, del instituto, que se reían cuando él contaba chistes malos y contestaban a sus mensajes. Así que se esforzó por intentarlo, se forzó a ello, con chicos, con chicas, con cafés calientes que se acababan quedando fríos en la cafetería del centro comercial y besos robados al despedirse en las aceras. Y durante un momento creyó que sí, que iba a conseguirlo, pero al final no funcionó.

Volvía a estar atascado en el laberinto de siempre.

“Yo lo dejaría estar” le había dicho Kai después de que, en su segundo año de instituto, Baekhyun se hubiese quejado delante de toda la clase porque no quería hacer con él el proyecto de ciencias para el que el profesor los había emparejado “¿Qué sentido tiene querer que alguien que ni te mira te haga caso? Incluso vino a declarárseme a mí, Yeol; no le importas absolutamente nada” 

Chanyeol había bajado la cabeza y se había mordido el labio, pero había tenido que darle la razón.

Quizá por eso había decidido aceptar apuntarse a aquella famosa beca para ir a estudiar a San Francisco. Porque tal vez así lograra pasar página. Sólo después de haber consultado el temario, cuando ya no había vuelta atrás, descubrió que las asignaturas que cursaría le gustaban. Que, en el fondo, vivir en otro país por un tiempo le haría ilusión. Que Byun Baekhyun, en el fondo, era la única cosa que no le había salido bien, y que tenía todo lo demás.

En su tercer y último año de instituto, Park Chanyeol creyó que su vida, por fin, estaba encauzada. Sin embargo, hacía poco menos de tres meses todo había dado un nuevo giro.

Estaba saliendo de casa una tarde cuando se topó con la madre de Baekhyun, que cruzaba la calle con un aspecto un tanto agitado. Chanyeol la saludó con una mano – porque siempre la saludaba; siempre saludaba a todo el mundo –, y fue entonces cuando ella se detuvo y comenzó a hablarle muy deprisa, en una conversación que, sin saber muy bien cómo, terminó con Chanyeol comprometiéndose, sin sentirle demasiado seguro al respecto, de darle clases de economía a su hijo para que pudiera aprobar el examen final.

Kai se había presentado en su casa esa misma tarde, con la mochila sobre un hombro y el ceño muy fruncido, preguntándole qué demonios se suponía que estaba haciendo.

“¿Byun Baekhyun otra vez?” había exclamado “¿Estás seguro de que quieres encerrarte dos veces por semana con alguien que te odia cuando estás a punto de librarte de él para siempre?”

Chanyeol había suspirado. Estaba sentado en la mesa del escritorio, de espaldas a la ventana del cuarto vacío del hijo mayor de los Byun, jugueteando distraídamente con el calendario en el que marcaba todos sus eventos importantes.

“He estado pensándolo, ¿sabes? Que tal vez sea bueno, como terapia de choque o algo así. Siempre he creído que si Baekhyun me odia tanto es porque nunca se ha parado a hablar conmigo. Que si lo hiciera, tal vez…”

Kai había puesto los ojos en blanco.

“¿Qué? ¿Que si lo hiciera tal vez se enamoraría mágica y perdidamente de ti?”

A pesar suyo, Chanyeol se había reído. Ojalá.

“No”

“¿Entonces?”

“Es como una espina clavada que tengo, ¿sabes? El creer eso. Así que tal vez debería ponerme un plazo para intentar hablar con él por última vez, para tratar de convencerle de que no me odie. Como una especie de último esfuerzo que hacer antes de marcharme”

Kai había parecido tan rematadamente harto como siempre que Chanyeol hablaba de Baekhyun, pero había acabado asintiendo.

“Así que un plazo, ¿eh? ¿De un número de días? ¿De cuántos?”

“Cien” Chanyeol había pasado las páginas. Ya había escrito los números allí, en tinta oscura: aquel día era el día uno; cuando llegase el último, el curso estaría casi acabado.

“De acuerdo, cien. Así que, si esos días se acaban y sigue tratándote como te trata, te rendirás para siempre, ¿no?” Kai había apretado los labios y Chanyeol había asentido. “¿Y si por algún extraño casual decide cambiar de opinión?”

El chico no había sabido qué responder. Sólo una parte muy, muy pequeña de su mente se atrevía a considerar aquella opción, y ni siquiera se había detenido a pensar en las consecuencias.

“No lo sé. ¿Tal vez venga al aeropuerto a decirme adiós cuando me marche?” 

Sí, ojalá todo hubiera sido tan fácil.

Y, sin embargo, así fue como Baekhyun entró en la vida de Chanyeol – o, más bien, cómo Chanyeol entró en la vida de Baekhyun: con dos horas a la semana de clases forzadas, encuentros por casualidad en los pasillos y accidentes que habían acabado con una puerta anti-incendios estrellada en la cara de Do Kyungsoo. Y, a día de hoy, Chanyeol seguía sin saber muy bien qué había pasado, si había sido algo que había hecho él, algún tipo de cambio interno dentro del propio Baekhyun o un simple cúmulo de casualidades, pero, y a pesar de todo, había llegado a conocer a aquel chico. Conocerlo de verdad, como nunca hubiera pensado que habría podido llegar a hacerlo antes.

Desde pequeño, Chanyeol siempre había creído que Baekhyun era virtualmente perfecto, que lo hacía todo bien, que no había nada en lo que pudiera equivocarse. Había sido una sorpresa detenerse a mirarlo, escuchar lo que tenía que decir y darse cuenta, poco a poco, de que no había podido estar más equivocado. 

Baekhyun era un chico pegado a un sueño; un chico que llevaba toda la vida corriendo detrás de algo que no podía conseguir y que se le estaba negando de pronto, una vez tras otra. Era como un pájaro cantor enjaulado, incapaz de discernir si es que no quería echar a volar o es que tenía las alas rotas. Y eso era triste, muy triste porque, al mismo tiempo, Baekhyun era ese chico que se reía en el pasillo por tonterías, que se aliaba con Jongdae para meterse de modo implacable con el menú del comedor y que cruzaba con él todos los días por el parque en lugar de ir directamente a la parada de autobús porque probablemente le daba vergüenza admitir que había empezado a tomar aquella ruta porque no quería encontrarse con él en el camino de vuelta a casa, pero le había terminado cogiendo cariño a aquel lugar de todas formas. Ese chico que a veces era un tanto mandón, a veces se comportaba como un maldito crío impertinente y que estaba un poco preocupado de más por el qué dirán, pero que se quedaba despierto hasta las tres de la mañana enviándole fotos de jirafas por el móvil (él decía que se parecían a su profesor de inglés), se había pasado tardes enteras haciéndole resúmenes para ayudarlo a estudiar y trataba de evitar a toda costa que sus amigos se percatasen de que lo inferior que se sentía con respecto a ellos por no tener un solo en el festival del coro ni una beca de música asegurada el año que viene para poder cantar.

Byun Baekhyun era dolorosamente imperfecto, alarmantemente frágil, increíblemente fuerte, y Chanyeol se encontró descartando del todo la imagen de aquella persona ideal que había tenido en la cabeza durante años enteros y queriendo más y más de aquel chico con el que iba a clase por las mañanas hasta un nivel que no podía siquiera llegar a describir. 

Baekhyun con las luces y sombras del auditorio suavizándole la piel. Baekhyun cerrando los ojos para cantar. Baekhyun llamándolo por teléfono al salir de su última audición, diciéndole que estaba seguro de haberlo conseguido. Baekhyunnie, su Baekhyunnie, sentado solo en un banco del parque, aferrando una carta con otro rechazo más y preguntándole qué era lo que estaba haciendo mal, qué era lo que iba a hacer si tenía que renunciar a lo único que siempre había querido. 

Y Chanyeol se había sentido un tanto triste, un tanto sorprendido, un tanto alarmado, porque en aquel instante había querido abrazar a Baekhyun (cosa que había acabado haciendo, por cierto), hundirle la mano en el pelo y decirle que todo estaba bien, pero también había querido besarlo; besarlo hasta que dejase de preocuparse, hasta que no pudiera hablar, hasta que le temblasen los dedos y su nombre fuera lo único que fuera capaz de decir.

No era la primera vez que ocurría, la primera vez que pensaba en algo así, ya estuviera solo, encerrado en su cuarto o con él, y aquello era un serio problema. Desde el principio, había estado prácticamente seguro (al 98%, si le preguntaban) de que empezar a darle clases a Baekhyun, a hablar con él, iba a servirle para que el otro chico lo rechazase del todo, para olvidarse definitivamente de él, no para… No para aquello. Eso no era lo que tenía que pasar; se suponía que su bonito y estupendo plan no tenía que volverse contra él y rebotarle en la cara; no así. No cuando tenía una beca para marcharse a Estados Unidos en menos de cuatro meses.

Porque tenía que marcharse. Iba a marcharse. Por mucho que Baekhyun pareciera un tanto triste al respecto (sólo a ratos) o le mandara señales confusas.

“Estás pensando demasiado” le había dicho Kai “Deberías hacer algo, ¿sabes? Él mismo no se aclara, así que mándalo al infierno de una vez, o ponlo contra una pared y bésalo hasta dejarlo tonto, pero deja de darle vueltas a todo y busca una solución ya”

Chanyeol no lo había tenido del todo claro, y Kai debía de haber pensado que ya era hora de tomar cartas en el asunto, porque prácticamente lo había secuestrado la tarde de su fiesta de despedida, lo había arrastrado al centro comercial y lo había acabado obligando a gastarse toda su paga del mes en ropa con la que se suponía que iba a estar guapo. Y Chanyeol no sabía si aquello había terminado sirviendo para algo, porque al final el que había llegado estando guapo (mucho) había sido Baekhyun, todo él vaqueros ajustados, y clavículas a la vista, y maldito eyeliner. Y él se juraba a sí mismo que había dado lo mejor de sí para no mirarlo, para distraerse con otras cosas y no pensar los comentarios de Kai, en paredes y en lo que conllevaban, pero todos sus esfuerzos se habían acabado yendo al traste cuando había terminado metido con Baekhyun en el baño de casa de Jongdae. 

No lo había esperado y no había querido que aquello pasase así, no cuando Baekhyun parecía empeñado en obligarle a confesar cosas con respecto a él, a los dos, que Chanyeol hubiera preferido guardarse para él, pero muy a pesar suyo seguía siendo absurdamente débil ante todo lo que tenía que ver con aquel chico. No débil como lo había sido de niño, en sus primeros años de adolescencia, cuando Baekhyun le había roto el corazón, pero débil igualmente.

¿Cómo iba a poder haberse resistido, de todas formas, con Baekhyun tan cerca de él, tan bonito, tan perfecto, respirando contra sus labios y preguntándole si se quedaría en Corea de pedírselo él?

Chanyeol creía que había muchas veces en las que podía presumir de autocontrol, pero, después de todo, seguía siendo humano.

Así que lo había besado. Besado como si le fuera la vida en ello, hasta que Baekhyun había separado los labios para él y le había hundido aquellas malditas manos perfectas que tenía en el pelo hasta el punto de casi hacerle daño. Y él había querido más, había querido besarle el cuello, y el hombro, y marcarle la piel, y escucharlo decir su nombre casi sin aliento, una vez, y otra, y otra más.

Chanyeol, Chanyeol. Chanyeolchanyeolchanyeol.

No tenía ni idea (o tal vez sí, para qué engañarse) de lo que habría acabado pasando allí si Jongdae, Kai y Kyungsoo no hubieran abierto la puerta en aquel mismo instante. Si era sincero consigo mismo era casi mejor no pensarlo. Pero, aún así, había pasado toda aquella noche, una vez ya solo, con una sonrisa considerablemente estúpida pegada en la cara y los pensamientos desbocándosele.

Porque, ¿ahora qué? Tal vez pudieran arreglarlo de alguna manera. Tal vez pudieran buscar el modo de lograr que algo entre los dos funcionase. Tal vez lo que le había dicho a Kai al empezar a contar los días fuera a hacerse realidad y Baekhyun fuese a despedirlo al aeropuerto. Tal vez pudieran sobrevivir a base de Skype. Tal vez, si Baekhyun había sido sincero, él incluso pudiera intentar hablar con alguien por ver si podían retrasarle la beca un año, acortársela de alguna manera. No sabía si estaba preparado del todo para rechazar una oportunidad como aquella así como así, pero podría incluso llegar a consierarlo si Baekhyun decía la verdad.

Si decía la verdad.

Pero había resultado ser que mentía.

Chanyeol no había querido dudar, pero no había podido evitar que una parte de él – pequeña, diminuta, pero una parte a fin de cuentas – se sintiera un tanto recelosa. Byun Baekhyun podía haberle dejado besarlo, sí, pero ya le había roto el corazón una vez. Y a pesar de todo, había querido creer, había querido confiar en él con todas sus fuerzas.

Quizás por eso había dolido tanto cuando Baekhyun había declarado – delante de medio instituto, por cierto – que lo que había pasado entre los dos no había significado absolutamente nada y que Chanyeol se había estado haciendo ilusiones como un imbécil por algo que no iba a pasar jamás.

Había sido terrible al principio, como una puñalada en el centro del pecho, como una aceptación a la fuerza de lo inevitable. No sabía cuánto tiempo se había quedado parado en medio del comedor observando a Baekhyun frente a él sin verlo del todo, vagamente consciente de que todos lo estaban mirando y pensando con amargura que el otro chico ya tenía lo que quería, que después de aquello a nadie se le ocurriría volver a crear rumores emparejándolos otra vez.

Fue en aquel mismo instante, al reaccionar justo a tiempo para ver a Baekhyun acercarse a él y comenzar a hablar, cuando se percató de que ya no se sentía triste, sino engañado. Engañado, utilizado y absolutamente furioso y decepcionado, con Byun Baekhyun, sus tonterías y la mentira en la que había estado viviendo todos aquellos años y de la que por fin acababa de despertar.

Kai se lo había advertido. En el instituto todos lo decían: que aquel chico era un niño malcriado, un egoísta. Que sólo miraba por sus intereses, que era promiscuo, un aprovechado y que le daba absolutamente lo mismo jugar con los sentimientos de los demás. Chanyeol, desde siempre, lo había negado. Siempre había dicho que se equivocaban, que eran demasiado duros juzgándolo, que Baekhyun, en el fondo, era bueno y que lo que ocurría era que no lo conocían de verdad.

Sólo ahora veía que, tal vez, el que no lo conocía de verdad probablemente fuera él mismo.

Había pensado en ello mientras salía del instituto, casi corriendo; lo había pensado mientras sacaba el móvil, cruzaba las calles, bajaba al metro. Para cuando había llegado a la residencia universitaria de Kris (que tenía horario de clases de mañana, así que estaba en su habitación), Chanyeol estaba completamente seguro de que llevaba años enteros siendo el ser humano más profundamente imbécil del universo.

Y normalmente no le gustaba hablar mal de otras personas, pero, con todo lo que había tenido encima, no lo había podido evitar.

“Todo el mundo me lo decía. Todos, ¿sabes? Y a mí me daba igual. He perdido casi diez años de mi vida intentando que se dé cuenta de que estoy aquí para, ¿qué? Tiene la voz y la cara muy bonitos, pero el resto de él no vale nada. Nunca ha merecido la pena”

Kris lo había mirado por encima del libro que había estado leyendo al llegar él.

“¿No es ese él? ¿El que te está llamando al móvil ahora mismo?”

Chanyeol se había girado y había visto su móvil vibrando sobre la mesita del café y un nombre, un diminutivo – Baekhyunnie – parpadeando en la pantalla. Había creído que le costaba respirar por un momento, sólo un segundo, hasta alargar la mano y bloquear la llamada, pulsando sobre el cristal con tanta fuerza que se le había puesto la yema del dedo blanca. 

“¿Qué es lo que crees que quiere ahora, reírse un poco más?” había susurrado, tratando de ignorar lo amarga que sonaba su propia voz. No tardó mucho en añadir aquel nombre a su lista de contactos bloqueados, en desviar sus llamadas directamente a buzón. “Probablemente ahora mismo esté en clase, rodeado de su corrillo de fans y bromeando sobre lo divertido que le parece romperle el corazón a la gente. Y yo… Ojalá alguien se lo hiciera a él, ¿sabes?” 

“¿El qué?”

“Daño. Daño de verdad”

Por primera vez desde que Chanyeol había entrado, Kris había dejado de fingir que no le estaba prestando atención.

“No hablas en serio” había murmurado.

“Claro que sí”

Chanyeol no recordaba mucho más de aquella tarde. Sólo que había repartido las horas entre seguir maldiciendo su estupidez (y a Baekhyun) y observar una grieta en el techo blanco, tirado sobre el sofá sin moverse. Había acabado marchándose por la noche, cuando Tao había aparecido por allí aún vestido con el uniforme de su instituto y le había dicho que su familia estaría preocupada. Chanyeol no había protestado y había vuelto a casa. 

El aire había estado helado aquella noche y, a pesar de todo, el chico seguía estando furioso. Quizá por eso no había podido dormirse después de encerrarse en su habitación y tirar aquel maldito calendario suyo a la papelera, esperando olvidarse de él para siempre. Tal vez por eso había comenzado a planear, a pensar en cosas que no debía y a romper su inmaculado expediente de buen comportamiento y arriesgar todo el futuro por el que había estado luchando por algo tan ridículo como aplicar lo que le había dicho a Kris y darle a Baekhyun donde le hiciera verdadero daño, si es que aquello era posible para el caso de alguien tan despreciable como él.

Cuando le había dado el examen en aquella clase vacía, Baekhyun lo había mirado con los ojos muy abiertos, los labios temblándole, como si aquello de verdad lo hubiera afectado mucho más de lo que él hubiera podido esperar. Chanyeol había querido reírse, preguntarle qué pensaba ahora de todo, si le sentaba bien que le hubieran dado a probar su propia medicina. Por primera vez en su vida, le había echado todo en cara, había ido a acorralar, a dañar, a marcar con sus palabras.

Tal y como le había dicho a Kris, había querido ver a Baekhyun realmente herido, aunque sólo fuera por una ocasión.

Una parte de él quería pensar que había merecido la pena, pero lo único que había conseguido era más furia, más frustración y un extraño sabor, como de ceniza, en los labios, cuando el otro chico había soltado un grito ahogado y había salido casi tropezándose con sus propios pies de la habitación. 

Había habido algo raro en el modo en el que Baekhyun lo había mirado antes de marcharse, pero Chanyeol no había querido pensar en ello. De hecho, no había querido pensar absolutamente en nada. Lo único que había sabido seguro era que, muy a pesar de todo, Baekhyun seguía teniendo la mejor voz que había escuchado nunca, y que se merecía pasar su última audición aunque él ya no quisiera estar allí para ver qué hacía con su vida.

Después de aquello, Chanyeol había estado convencido de que Baekhyun y él sólo volverían a coincidir los meses de clase que les quedaban juntos y que luego todo, después de tanto tiempo, se habría acabado para siempre. Pero, como de costumbre, estaba equivocado.

Kai siempre había bromeado diciendo que, para lo listo que se suponía que era, había ciertas cosas para las que no prestaba atención ninguna (lo cual lo hacía acabar quedando como un idiota) y Chanyeol suponía que aquella había sido una de ellas.

Había sido un descuido no pensar que en las salas de profesores podía haber cámaras – ¿qué demonios era su instituto de todas formas? ¿Alcatraz? – pero no podría haber dicho que no se lo había buscado cuando lo llamaron al despacho del director para quitarle la beca y suspenderle economía en primera convocatoria por hacer trampas. 

No tenía manera de explicarlo. No había ningún modo de justificarlo, y, aunque hubiera tratado de hacerlo, Chanyeol dudaba que un “bueno, verán, Byun Baekhyun lleva diez años jugando con mis sentimientos” fuera una razón válida para que lo dejaran marcharse sin castigo, así que había tenido que agachar la cabeza y aceptar que el año que viene no iba a marcharse a ninguna parte. 

Aquello había sido el golpe que le faltaba. Saber que había desperdiciado el trabajo de un año entero, perder incluso la posibilidad de graduarse junto a los demás porque tenía un cero en el examen final, a pesar de sus buenas notas, a pesar de todo. Tener que sentarse en su cuarto, con la vista baja, mientras sus padres le decían que no entendían cómo alguien  como él podía haber hecho algo así en un momento como ese, con un tono de voz tan suave que era mucho, muchísimo peor que si le hubiesen gritado o le hubieran cruzado la cara de una bofetada. 

Había tocado fondo. Creía que ya no le quedaba ninguna sorpresa más… O al menos lo había pensado hasta que nada más y nada menos que Byun Baekhyun, en pijama y abrigo, había aparecido en su casa en mitad de la noche para contarles a sus padres una especie de galimatías incomprensible sobre que debían confiar en él. 

En realidad, él no había estado allí para verlo. En cuanto había visto a Baekhyun llegar, en cuanto había escuchado que su vecino había venido a hablar con sus padres de él, se había sentido tan enfadado como no creía haberlo estado nunca antes con nadie y se había encerrado en su cuarto.

Baekhyun no tenía derecho. No tenía derecho a aparecer en su vida y pedir nada. Igual que no tenía derecho a aparecer en el despacho del director como lo había hecho, a mentir una vez más, a inventarse una especie de historia ridícula sobre como había sido él quien había convencido a Chanyeol para que se llevase el examen. No.

Él siempre había creído que, al menos, Baekhyun era una de esas personas que estaban dispuestas a darlo todo, lo que fuera, por sus sueños, pero, a juzgar por como le había hablado al director, por cómo parecía estar haciendo méritos para que los acabaran expulsando a los dos, incluso eso le daba igual. Y Chanyeol no sabía qué pretendía con todo aquello, pero seguía sin querer saberlo.

Baekhyun no tenía derecho a seguir mintiéndole. No tenía derecho a susurrar que quería verlo feliz. No tenía derecho a pedir perdón a aquellas alturas.

No tenía derecho a decirle que estaba enamorado de él.

Lo peor de todo era que, durante un instante, Chanyeol casi lo había creído, hasta el punto de quedarse bloqueado, sin aliento, sin saber muy bien qué hacer. Luego había recordado a Baekhyun y a sus dedos perfectos en su pelo (también había parecido que le quería, entonces) y la escena que había montado en la cafetería un día después y había decidido que aquello siempre era así, que iba a acabar mal y que no tenía por qué seguirlo soportando.

Solamente horas después, al estar ya metido bajo las sábanas, con la luz de su habitación apagada, se había dado cuenta de dos cosas. Una de ellas era que, por primera vez en semanas, se sentía mentalmente agotado, pero no estaba enfadado. Ya no.

 La segunda era que, cuando él se había marchado y lo había dejado allí, Baekhyun, todo él, había estado temblando.

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La primera vez que Chanyeol tuvo ocasión de ver bien a Baekhyun después de aquello fue durante la repetición del examen de economía del lunes siguiente.

Por supuesto – y ya que habían pospuesto su expulsión un día para que pudiera realizar el examen y había tenido que ir al instituto – los dos se habían visto en clase aquella mañana, en el momento en el que Chanyeol había entrado saludando a todo el mundo y Baekhyun había murmurado un quedo “buenos días” cuando él había pasado por su lado de camino a su sitio, pero no habían interactuado más allá de eso.

Después, Baekhyun había comido con su grupo de amigos y Chanyeol se había sentado en su mesa de siempre con Kai y Sehun, y todo habría resultado perfectamente normal y corriente si nada más y nada menos que Luhan no hubiese aparecido de la nada y se los hubiese quedado mirando con cara rara. 

—Ahm… He estado pensando —comenzó a decir tras saludarlos con una mano que sacó del bolsillo de su pantalón—, y tal vez, si quiere, Sehun podría venirse a comer conmigo y mis amigos hoy.

Ante aquellas palabras, Chanyeol había dejado de concentrarse en el modo sospechoso en el que su tenedor parecía hundirse demasiado limpiamente en la hamburguesa que tenía en el plato y había levantado la cabeza justo a tiempo para ver a Sehun apretar los labios.

—¿Por qué estás hablando de mí en tercera persona si estoy delante? —preguntó en un tono de voz completamente inexpresivo.

Luhan pareció quedarse momentáneamente sin palabras.

—Si no quieres venir… —dijo al final, y probablemente habría seguido hablando si Kai no le hubiese dado lo que a todas luces era una patada a la silla de Sehun desde su sitio.

—¡Por supuesto que quiere ir! Ni se te ocurra dudarlo —exclamó, golpeando de nuevo la silla en cuestión con el pie para obligar a su amigo a levantarse. Sehun lo miró como si estuviera planteándose el odiarlo para siempre o no, pero Kai ni siquiera se inmutó—. Buena suerte en la mesa de los idiotas, amigo mío.

Sehun puso una conveniente cara de fastidio (probablemente para ocultar que internamente estaba dando saltos de alegría porque sus esfuerzos por fin daban fruto) y comenzó a caminar detrás de Luhan, rumbo a una mesa en la que Jongdae, literalmente, los recibió con aplausos; y Chanyeol se encontró soltando una carcajada e intentando que no se le notara mucho.

—¿Por qué habrá cambiado de idea de pronto? —preguntó, entornando los ojos, a pesar de todo, ante el modo en el que Baekhyun estaba sonriendo al otro lado del comedor. Kai simplemente se encogió de hombros. 

—No sé.

Después de aquello, la comida había pasado muy deprisa, y Chanyeol se había despedido de Kai y se había dirigido al aula vacía en la que los habían citado para repetir el examen de economía tan pronto como había sonado el timbre. Cuando entró, la profesora Kim no había llegado aún, pero Baekhyun estaba ya sentado en uno de los pupitres de la parte delantera de la clase, con un bolígrafo en la mano y el cuerpo inclinado sobre su cuaderno de apuntes. Chanyeol ya había tenido bastante ración de Baekhyun para toda aquella vida y probablemente dos o tres reencarnaciones, así que optó por sentarse cuatro filas por detrás y un asiento a la derecha de él, lo suficiente lejos como para no sentirse obligado a darle conversación, pero aún así Baekhyun se giró sobre su silla y lo miró. 

—Buena suerte —le dijo, y Chanyeol asintió y murmuró un “igualmente”. Y pensó que era raro, porque en condiciones normales se habría reído, se habría levantado y le habría revuelto a Baekhyun el pelo, y le habría dicho que él no necesitaba suerte para un examen tan fácil como aquel, pero ahora incluso las frases de cortesía se le hacían difíciles, y no entendía cómo Baekhyun podía dedicarse a hablarle con tanta tranquilidad después de habérsele declarado y ser rechazado hacía, ¿qué? ¿Tres días?

A lo mejor aquello, como todo lo demás, también le daba igual.

La habitación había quedado sumida en un silencio incómodo y, por suerte, la profesora Kim no había tardado mucho en llegar y repartirles el examen. Tenían una hora completa para acabarlo, pero Chanyeol lo había terminado en poco más de media. Y era en aquel instante, cuando había dejado el bolígrafo sobre la mesa y había subido los ojos, en el momento previo a levantarse, cuando había visto a Baekhyun con una mano sobre los labios, la cabeza inclinada, mirando el examen sin verlo. Y había sido sólo un segundo, sólo una cosa sin importancia que él probablemente no tendría que haber visto, pero aquello lo había hecho sentirse extrañamente… inquieto. 

Después, Baekhyun había seguido escribiendo y él había entregado el examen y se había marchado, pero no había podido dejar de pensar en ello en todo el camino a casa. 

Aquella no había sido la última vez que había visto algo así.

El director había expulsado a Chanyeol a casa dos días, que al final habían sido el martes y el miércoles, por hacer trampas. Aquello no era un precio demasiado alto a pagar, sobre todo si se tenía en cuenta que, cuando lo habían descubierto, y antes de que el señor Lee se diera cuenta de que el examen final había sido distinto al robado, le habían suspendido sin darle opción a aprobar en primera convocatoria. Ahora, y por mucho que lo hubieran dejado sin beca, al menos podría graduarse junto al resto de sus compañeros. Y aquello era estupendo, pero estar dos días enteros metido en casa (sin internet, sin datos en el móvil, sin videojuegos y sin cualquier cosa mínimamente electrónica, que su madre se había encargado de esconder bajo llave) estaba empezando a hacerlo estar muy aburrido y un tanto nervioso.

El mismo martes, su madre – que seguía considerablemente enfadada con él – le había hecho limpiar su cuarto de arriba a abajo, y Chanyeol estaba acabando de bajar la basura que había sacado del fondo de su armario cuando vio a Baekhyun volver del instituto con Kyungsoo.

Los dos estaban riéndose por algo, completamente ajenos a que él estuviera allí, y Kyungsoo dejó a Baekhyun en su portal y se despidió. Sin moverse de su escondite, Chanyeol lo vio despedirse y marcharse, y a Baekhyun saludarlo con la mano y prometer en voz muy alta que iba a dedicarse a ensayar toda la tarde. Lo cual habría sido normal si Baekhyun no hubiera vuelto a quedarse completamente quieto un segundo, con los ojos cerrados y la espalda contra la pared junto a la entrada de su portal, en cuanto su amigo hubo desaparecido.

Aquella tarde, Baekhyun sí que había estado ensayando. Igual que también estuvo cantando el miércoles. Y lo que repetía era una canción que había practicado antes, delante de él, muchísimas veces, pero Chanyeol (que había descubierto hacía años que podía llegar a escuchar a Baekhyun cantar si el chico tenía la ventana de su cuarto abierta y él abría la ventana de su salón) jamás lo había oído cantarla así; en un tono de voz tan fuerte, tan áspero, tan él, que el chico volvió a preguntase otra vez como alguien en su sano juicio podía no querer concederle una beca. 

No es que a él le importara, no de modo personal – ya no – pero era una de esas cosas que seguían pareciéndole ridículamente injustas. 

Cuando Baekhyun hubo acabado de cantar y él regresó a su habitación, decidido a esperar allí a que sus padres volvieran del trabajo otro día más, lanzó una mirada prácticamente casual al escritorio, como solía hacer siempre que entraba por la puerta. Su madre le había traído un calendario nuevo para sustituir el que él había tirado a la basura, y la superficie en blanco bajo cada día lo hizo detenerse y parpadear un instante antes de suspirar y lanzarse sobre la cama. 

¿Cuándo era la audición de Baekhyun? ¿Aquella semana? ¿La próxima? Su vecino estaba ensayando, ensayando, ensayando aquellos días, hasta el punto en el que lo veía llegar tarde a casa después de clase y dejarse la garganta en su habitación hasta la hora de cenar, pero a Chanyeol nadie le había dicho el día exacto.

Y aún así, él no acababa de entenderlo del todo. Por qué Baekhyun se esforzaba ahora tantísimo cuando hacía una semana se había vuelto loco y había estado a punto de conseguir que lo suspendieran y expulsaran también a él.

“¡Estoy enamorado de ti!”

¿Podría ser…? O no. Mejor no engañarse, mejor no pensar en ello.

Y así las horas pasaron, y la noche llegó, y se fue, y de repente la alarma del despertador estaba sonando y había llegado el jueves.

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—¡Vaya, dichosos los ojos! ¿Qué tal llevas tu futura vuelta a clase después de dos días de exilio?

Chanyeol, que estaba dando lo mejor de sí para anudarse correctamente la corbata del uniforme – sin mucho éxito – mientras entraba en la cocina, miró a su hermana exagerando un mohín.

—Me he despertado con la alarma en vez de con mamá gritándome que voy a llegar tarde por primera vez en meses. Debe de ser todo un logro.

Yura se rió, y se levantó de la silla en la que estaba sentada. Ya estaba vestida para salir, y al contrario que él, que siempre se las apañaba para parecer un desastre humano a aquellas horas terribles de la mañana, estaba bien peinada, y arreglada, y despierta.

—Llevas casi tres años con este mismo uniforme y todavía no has aprendido a atarte la corbata —bromeó, agarrándolo por el cuello de la chaqueta para obligarlo a inclinarse hacia delante y comenzando a hacer el nudo de modo correcto (por no decir ignorando vilmente su exclamación de protesta al sentir que su propia hermana lo estaba ahogando)—. A veces me pregunto por qué dicen que eres tan listo.

—Porque saco buenas notas y… ¡Au!

Tras un último tirón, Yura sonrió y se apartó un par de pasos para contemplar su obra maestra mientras Chanyeol se peleaba con el nudo, tratando de aflojarlo. Cuando por fin lo logró, se sentó frente a su hermana, que ya había vuelto a enfocar su atención en el desayuno. 

—Mamá quiere que te acompañe al instituto hoy. Para disculparnos en persona con el director y todo eso —le indicó entre sorbo y sorbo de té.

—¿Otra vez? 

—Otra, sí. También me ha dicho que te dijera que ha visto a nuestro vecino favorito saliendo pronto de casa, al parecer para ir a la audición que tenía hoy, y quería saber si ya le habías deseado suerte.

Chanyeol, que se estaba dedicando a llenar su propia taza enorme de café, apoyó la cafetera en la mesa y parpadeó.

—¿Era hoy? —murmuró, y Yura suspiró por encima de su tostada.

—La señora Byun se lo dijo ayer a mamá. ¿No lo sabías? —Chanyeol negó con la cabeza.

—No es que Baekhyun y yo hayamos estado llevándonos muy bien últimamente.

—Una pena. Creí que las audiciones lo ponían nervioso.

Chanyeol no dijo nada, y en lugar de eso decidió concentrarse en comerse su desayuno en silencio. Recordaba a Baekhyun diciéndole en la oscuridad que no creía ser lo suficientemente bueno, a Baekhyun preguntándole por qué nunca nada le salía bien. Y él le había dicho que iría con él, que la próxima ocasión lo conseguiría. 

—No es mi problema —murmuró.

—Chanyeol…

El resto del desayuno transcurrió en silencio, y el chico no tardó mucho en levantarse y dirigirse a su habitación, dispuesto a terminar de preparar todos los libros que tendría que llevar aquel día a clase. Su teléfono móvil, un trasto enorme y básicamente inútil ahora que no tenía tarifa de datos, estaba tirado encima de su cama, resaltando visiblemente sobre los colores claros del edredón.

Mordiéndose el labio, Chanyeol se lo llevó hasta la silla del escritorio y, tras desbloquear la pantalla, se quedó mirando el menú de inicio sin saber muy bien qué hacer.

Seguía sin ser su problema, pero no pudo evitar entrar a la sección de ajustes, al directorio de números bloqueados, y quedarse mirando el único contacto que aparecía listado allí. Tal vez fuese un acto de pura cortesía llamar, desearle suerte, aunque no tuviera intención de acompañarlo.

Estaba a punto de descartar la idea – porque era una idea idiota y muy posiblemente a Baekhyun sus ánimos le dieran tan igual como todo lo demás – cuando su teléfono empezó a vibrar y la pantalla de inicio le mostró que tenía una llamada entrante.

—¿Eh? —murmuró, pillado por sorpresa, al ver que el móvil comenzaba a vibrarle en la mano—. ¿Eh? —repitió una vez más, al reconocer el nombre de quien lo llamaba, una persona a la que había tenido desde el principio en su lista de contactos, pero que no lo había llamado nunca. Sintiéndose ligeramente alarmado (podía haber pasado algo, ¿qué ocurría si había pasado algo?) pulsó sobre el botón verde en su pantalla y se llevó el teléfono al oído—. ¿Kyungsoo? ¿Hola? ¿Pasa algo?

Se oyó una respiración queda al otro lado de la línea, y luego se escuchó la voz del chico en el auricular.

—Chanyeol.

Siendo el mejor amigo de Kai, Chanyeol conocía aquel tono. Era la voz de “Kim Jongin, estás haciendo el idiota”, la voz de “Kim Jongin, te estoy juzgando y vas a dormir solo esta noche” y Chanyeol no supo si sentirse honrado, extrañado o un poco asustado por ser él el destinatario de algo que, a todas luces, no iba a ser un mensaje de felicitación por incorporarse de nuevo a clase. 

—¿Ha ocurrido alguna cosa? —volvió a preguntar, apoyándose en el respaldo de la silla. Una parte de él lo había estado esperando, pero el chico frunció el ceño tan pronto como escuchó la respuesta.

—¿Qué va a pasar? Baekhyun es lo que pasa. Tiene la audición hoy. ¿Has hablado con él?

Chanyeol cerró los ojos, sintiendo que el buen humor del que se había despertado aquella mañana comenzaba a sustituirse por aquella ya conocida sensación de cansancio. 

—No hablo con él desde la semana pasada. ¿Te ha pedido que me llames? 

—No. Más bien me ha pedido que no te llame a pesar de que llevo toda la semana diciéndole que voy a hacerlo. 

Chanyeol estuvo tentado de apartarse el móvil de la oreja y quedárselo mirando. 

—¿Cómo? —murmuró en su lugar. Kyungsoo tomó aire con una longitud casi exasperante.

—No sé lo que estáis haciendo —dijo finalmente—, Baekhyun y tú. Pero, por el bien de los dos y de todos nosotros, parad ya.

—¿Qué?

—Te aprecio —comenzó Kyungsoo, que, a juzgar por los ruidos al otro lado de la línea, acababa de levantarse de donde quiera que estuviera sentado—. Te aprecio mucho, y siempre pensé que el idiota de Baek era injusto contigo, y que se merecía una cura de humildad, pero, ¿esto? ¿Es necesario todo esto, toda esta…? A pesar de que sea medio imbécil, Baekhyun es mi mejor amigo, y no sé qué le dirías exactamente el viernes pasado, porque no me lo ha querido decir, pero sea lo que sea, estoy seguro de que tampoco fue justo después de todo lo que ha hecho él por ti.

Chanyeol permaneció en silencio durante unos instantes.

—¿Lo que ha hecho el por mí? —repitió. Después de semejante discurso, ya no sabía si estaba enfadado otra vez o simplemente totalmente descolocado—. ¿Qué es lo que ha hecho por mí? ¿Pedirme que me quede primero y rechazarme después delante de medio instituto? ¿Eso?

Su voz había aumentado en volumen al hablar, y Chanyeol se interrumpió en seco, sorprendido por aquel hecho. Había creído que ya no estaba enfadado, que toda esa escena había pasado a darle igual, pero, al parecer, se equivocaba, y lo último que necesitaba ahora era a Kyungsoo para recordárselo.

—Mira, tengo que ir a clase… —comenzó, pero el otro chico lo cortó en seco.

—No —replicó—, no. No lo sabes, ¿verdad? No lo sabes.

En el fondo, Chanyeol no quería preguntar.

—¿El qué no sé? Kyungsoo, tengo que irme.

—Baekhyun salió a buscarte. Salió a buscarte en el mismo momento en el que te marchaste corriendo de la cafetería, a pesar de que Jongin estaba amenazando con partirle la cara allí mismo. Estuvo en la calle intentando encontrarte hasta casi medianoche, Chanyeol. Tuve que obligarlo a volver porque no quería irse sin ti, y para cuando lo conseguí hacía horas que era noche cerrada. Estaba tan alterado que creí que iba a tener que ir a buscarlo o se quedaría en la calle hasta que amaneciera.

Durante un momento, Chanyeol no supo qué decir. Sentía el sentido de aquellas palabras, lo que querían decir de verdad, adquiriendo significado, y se olvidó de respirar por un instante.

—Espera, ¿qué…? —murmuró. 

—Creo que te llamó por teléfono. ¿No lo viste? Me dijo que te había llamado por teléfono.

Chanyeol cerró los ojos.

—No —recordaba haber estado en la habitación de la residencia de Kris, mirando la pantalla del móvil, rechazando la llamada y añadiendo a Baekhyun a su lista de contactos bloqueados. En aquel momento, Kris le había preguntado si no iba a contestar y él lo había desviado todo directamente a buzón de voz y se había olvidado de ello.

—Habló contigo al día siguiente, ¿no? —añadió Kyungsoo, que ya no parecía enfadado en absoluto. Hablaba en voz suave, muy suave, casi como si estuviera triste y Chanyeol tenía la impresión de que aquello era la peor señal que hubiera podido pedir—. Me parece que quería disculparse, pero la cosa le salió bastante mal. No sé qué fue lo que le dijiste, y te aseguro que Baek no querría que tú te enterases, pero se pasó tres horas de reloj llorando en el baño de nuestra planta después de que le dieras aquel examen.

Esta vez, Chanyeol ni siquiera supo qué decir. Trató de recordar qué le había dicho exactamente, cuáles habían sido sus palabras exactas antes de darle el examen, o después, pero todo de lo que se acordaba era de que había sido algo que, en aquel momento, pensaba; que había sido sincero y que había querido hacerle daño.

Chanyeol odiaba, odiaba, ver a la gente llorar, e imaginarse a Baekhyun haciéndolo por unas palabras que él había dicho y que no llegaba a recordar era algo que se le estaba clavando en el alma de una manera que no había podido siquiera llegar a imaginarse.

A pesar de todo lo que había pasado. A pesar de todo.

Pero entonces... 

—Kyungsoo —llamó. Estaba seguro de que estaba empezando a hacerse tarde para ir a clase, y creía haber oído a su hermana llamándolo desde la cocina, pero en aquel momento le daba igual. Su mente había comenzado a trabajar, saliendo de lo que a todas luces era un estado de shock temporal para empezar a atar cabos a toda velocidad. Y, de repente, estaba empezando a temerse algo, algo que le estaba haciendo sentir un nudo en el estómago, pero aún así tenía que saberlo—. ¿Tú sabes por qué Baekhyun fue al despacho del director a decir que todo lo que ocurrió con el examen fue culpa suya?

De tener que poner la mano en el fuego, habría jurado que Kyungsoo estaba sonriendo.

—Piensa. ¿No lo sabes? 

Chanyeol dejó escapar el aire de los pulmones. Recordaba a Baekhyun pidiéndole perdón una vez tras otra, repitiendo como si fuera un mantra que quería verlo feliz. Lo recordaba encogiéndose bajo su contacto cuando lo había sujetado por el brazo, el modo en el que había parecido absolutamente asustado cuando él le había gritado que le dijese la verdad. La manera en la que, cuando se había marchado él después de rechazarlo, había estado temblando.

—Estaba… —comenzó a decir, pero acabó quedándose callado, porque ni siquiera sabía cómo ponerle palabras a aquello—. No es que le diera igual que lo expulsaran, ¿verdad? Todavía quiere pasar esa audición, ¿no? Lo que estaba haciendo era… Lo estaba haciendo para que yo... No puede ser. 

Kyungsoo pareció meditar en su respuesta un momento. 

—Yo tengo novio —acabó diciendo—, y una beca. Si, por cualquier motivo, Jongin me hubiera pedido que renunciase a ella, si hubiera tenido que hacerlo porque él lo necesitara, muy probablemente habría acabado aceptando, pero habría tenido que pensarlo mucho, ¿entiendes? Muchísimo. Para la gente como Baekhyun y como yo, esto es el sueño de nuestras vidas. No habría sido fácil desistir. No habría sido fácil siquiera pensar en sacrificarlo.

Chanyeol trató de responder con algo sincero y relativamente inteligente a aquello, pero, ahora sí, se había quedado sin palabras. Se sentía incapaz de hablar, de moverse, de seguir manteniendo aquella conversación sin estar al cien por cien, del todo, seguro de lo que estaba pasando, así que aferró el auricular con más fuerza.

—¿Puedes esperar un segundo? —susurró—. Ahora te llamo.

Kyungsoo dijo algo que sonó ligeramente molesto, pero Chanyeol no tenía tiempo para escucharlo. Todavía sujetando el móvil en la mano, se levantó de la silla, salió al pasillo, entró en la cocina como una estampida.

—¿Qué es lo que dijo Baekhyun cuando estuvo aquí el otro día? —exclamó en cuanto vio la figura familiar de su hermana, de pie junto a la nevera—. ¿Dijo algo raro? ¿Qué es lo que quería exactamente?

Yura tenía puesta ya la gabardina sobre el vestido, como si hubiese estado lista para salir, para acompañarlo a clase. No le preguntó por qué no estaba preparado todavía, ni a qué venía una pregunta como aquella tan de repente.

—¿Que qué fue lo que dijo? —susurró—. Que el problema con tu beca era culpa suya, creo. Que iba a arreglarlo él.

Chanyeol no sabía qué cara estaba poniendo, pero estaba seguro de que tenía que estar pálido como un muerto.

—Mierda —musitó—. Mierda, mierda, mierda

Lo siguiente que supo era que había vuelto a echar a correr hacia su habitación, había cerrado la puerta tras de sí y estaba parado de pie, en mitad de la alfombra, con el móvil en la mano y marcando con dedos temblorosos el número del buzón de voz. Tenía siete mensajes nuevos, todos del mismo día, del mismo número, así que cerró los ojos y presionó sobre el botón de escuchar.

“Yeol” lo llamó una voz conocida, grabada hacía semanas, y él apretó los labios por culpa de aquel tono, de aquella desesperación, del modo de decir su nombre “No… No sé dónde estás ahora, pero he salido del instituto para buscarte. Si escuchas esto, llámame. Por favor. Necesito… Necesito hablar contigo, ¿vale?”

El siguiente mensaje era más o menos lo mismo, enviado unas horas más tarde, con más ruido de fondo y una voz un poco menos entera y más desesperada. Estaba enviado a las 15:40, y había otros más, a las 17:03, 17:55, 19:17, 21:59, cada vez con más ruido y menos voz. El último se había recibido a las 22:41, y se había enviado desde una calle llena de coches; de coches y de viento helado.

“¿Chanyeol?” decía la voz, y el chico contuvo una exclamación por lo débil que sonaba por debajo de todo lo demás “Ya sé que no quieres hablar conmigo, pero… Por favor, dime dónde estás. Lo siento, lo siento muchísimo, pero dime dónde… Dime que estás bien”

Después de aquello, el mensaje se cortaba de golpe, y la voz mecánica del contestador le preguntaba si deseaba borrarlo, archivarlo o escucharlo de nuevo. Y a él le hubiera gustado reíse, porque no sabía qué opción era la peor de las tres.

Si tenía que ser sincero, Chanyeol siempre había pensado de sí mismo que era una buena persona, de esas que ayudaban a su madre con la limpieza y colaboraban en la colecta benéfica de Navidad. Nunca le había hecho daño conscientemente a nadie, decía. Siempre había preferido llevarse bien con todos antes que herir a los demás, decía. Salvo una vez, aquella vez. Y ahí había estado Baekhyun, buscándolo en la calle para pedirle perdón hasta casi medianoche mientras él se escondía en la habitación de su amigo y decía con total sinceridad que esperaba que alguien le partiera el corazón. 

Y ahora se daba cuenta que aquello era precisamente lo que se había dedicado a hacer él a partir de aquella noche, del día siguiente. Que, por lo que le había contado Kyungsoo, había hecho un trabajo endiabladamente bueno, más de una vez, más de dos, probablemente tres seguidas en un par de semanas. Y había sido tan ridículamente sencillo, tan fácil, que no se había dado cuenta hasta ahora de hasta qué punto le tenía que haber acabado haciéndole daño.

Recordaba a Baekhyun, sentado en su sitio y mirando al frente mientras sus compañeros de clase decían toda clase de cosas de él, después de que hubiera pasado todo el asunto de la cafetería. Tal vez, en el fondo, el chico nunca hubiera pretendido herirle tanto. Tal vez ninguno de los que hablaban tuviera ni la más mínima idea. 

Incluyéndolo a él. Sobre todo a él.

 Baekhyun estaba a punto de hacer un examen al que siempre le había tenido pánico. Y él le había roto el corazón y lo había dejado solo.

—¿Chanyeol? —su hermana asomó la cabeza en la habitación, pasando a entrar, despacio y detenerse frente a él. Tenía las manos tras la espalda y una sonrisa suave en los labios—. ¿Estás bien?

Ojalá hubiera sido posible explicar cómo se sentía en una sola frase en lugar de estar parado allí como si hubiera perdido el don de la palabra.

—Yo… La verdad es que ahora mismo no sé muy bien…

Yura le dio una especie de palmada en el hombro, lo cual era divertido teniendo en cuenta que era considerablemente más baja que él. 

—¿Sabes? —comenzó—. Tengo un hermano que es un desastre. Uno que no sabe dónde deja las cosas que necesita.

—¿Eh?

Yura sonrió más y le tendió algo, lo que había estado escondiendo con las manos a la espalda durante todo aquel tiempo. Era algo pequeño, que no ocupaba demasiado espacio; algo lleno de tinta, de borrones, de garabatos, y Chanyeol ahogó una exclamación de sorpresa.

No sabía muy bien cómo, pero su hermana le estaba devolviendo su antiguo calendario.

—¿De dónde has sacado…?

—Creo que se te cayó en la papelera por error, así que lo recogí para ti. Sería una pena que lo tirases teniendo una cuenta atrás importante que hacer, ¿no?

Chanyeol recogió la pequeña estructura de cartón y papel, pasó las páginas hasta volverla a abrir en el mes actual. Había dejado de anotar cosas allí hacía algo más de veinte días, y los números bajo cada uno de ellos resaltaban mucho, muchísimo más, ante tanto espacio en blanco.

—No es exactamente una cuenta atrás —dijo en voz baja, más como si hablase para sí mismo que para ella. Se recordaba sentado en aquel mismo dormitorio con Kai, hablando de planes de futuro, de espinas clavadas y de posibles despedidas en el aeropuerto—. Yo sólo estaba poniéndome un límite, contando hasta cien.

Yura sonrió.

—¿Y entonces? ¿Qué es lo que quiere eso decir?

—Que creo que hoy no voy a ir a clase.

--

Cuando Chanyeol llegó al lugar en el que se celebraba la audición, allí todavía quedaba mucha gente.

No sabía cómo se las había apañado para llegar de una pieza (bueno, sí, Kyungsoo le había enviado la dirección por mensaje de texto y él se había dejado lo que le quedaba de paga del mes en un taxi, con el permiso de su hermana), pero ahora que estaba allí ni siquiera sabía por dónde buscar. Kyungsoo sólo iba a prestarle ayuda sin matarlo hasta cierto punto (“me da igual si lo sigues queriendo o has pensado que ya no, pero tienes que hablar con él y cerrar las cosas”) y a Baekhyun se le había ocurrido la estupenda idea de apagar el móvil, así que estaba solo. Solo entre un montón de gente con cuadernos, partituras y números de plástico sujetos con un clip al pecho, tratando de buscar una aguja en un pajar.

Ojalá fuese una aguja que se dejase ver pronto, porque él no podía dejar que Baekhyun entrase a hacer el examen antes de aclarar lo que tenía que aclarar. Todavía no.

Así que recorrió la explanada, delante del edificio principal de la universidad donde se estaban realizando las pruebas varias veces, mirando a un lado y a otro y, tras una media hora infructuosa, comenzó a adentrarse en las callejuelas adyacentes, una, y otra, y otra vez. 

Fue al ver algo parecido a un parquecillo en la parte trasera del edificio cuando sintió una especie de presentimiento y la respiración se le entrecortó en los pulmones. Porque era como si lo estuviese viendo, como si supiera lo que se iba a encontrar.

No se había adentrado entre los arbustos ni tres pasos cuando lo vio, sentado sobre un banco y con la cabeza inclinada hacia delante, el flequillo sobre la frente y los ojos fijos en el cuaderno que llevaba sobre el regazo. Estaba vestido de calle, con una camiseta blanca, cazadora y vaqueros, y parecía joven, muy joven, a pesar de que no dejaba de ser medio año mayor que él. 

Aquella siempre había sido una de sus cosas favoritas: observar a Baekhyun cuando el otro chico creía que no lo veía nadie. Cuando no actuaba pensando en qué dirían los que estaban a su alrededor ni estaba tratando de fingir que todo estaba bien. Casi se sintió cohibido al tener que llamarlo, a pesar de todo lo que, de repente, necesitaba hablar con él.

—Baek.

Delante de él, el chico alzó la cabeza y lo miró un instante, parpadeando como si no lo reconociera. Y de repente lo hizo, dio un respingo y se levantó.

—¿Chanyeol?

Todo lo que pudo hacer él fue sonreírle, tal vez no su sonrisa de siempre, sino un gesto débil, pero una sonrisa al fin y al cabo, la primera dedicada a él en semanas. Muy a pesar suyo, Baekhyun era Baekhyun, y aunque lo estuviera mirando como si hubiera visto un fantasma, seguía siendo ridículamente precioso.

—Hola.

—¿Por qué…? ¿Qué estás haciendo aquí?

A Chanyeol le hubiese gustado saberlo. Le hubiese gustado decírselo de modo concreto. Pero había querido hablar con él, confirmar las cosas, había querido verlo, pero no sabía qué decir, ni cómo, ahora que lo tenía delante y escuchando.

—Te prometí que vendría, ¿no? Cuando te rechazaron en la última audición te prometí que estaría aquí en la siguiente —acabó diciendo. Baekhyun lo miró durante un instante como si no acabara de creérselo, como si esperara algo más, y Chanyeol lo vio tomar aire y temblar otra vez, casi imperceptiblemente.

—No tenías por qué —susurró, y la frase tenía un deje extraño, derrotado—. ¿Qué sentido tiene, después de todo lo que ha pasado? Pensé que habías dicho que no querías verme más.

—Cambio de planes. Quería verte; he venido a verte —Chanyeol suspiró y lo aferró por la muñeca, frunciendo el ceño al sentir que los músculos del antebrazo de Baekhyun se tensaban—. Necesitaba hablar contigo. ¿Te queda tiempo?

Por su expresión facial, el otro chico parecía más que dispuesto a decirle que no, pero, tras un rato, asintió.

—Aquí no hay nadie.

—¿Cuándo entras en la audición?

—Como en cuarenta minutos.

—Oh, vale.

—Así que tú dirás.

Chanyeol trató de pensar en qué decir durante un segundo. Se sentía como si todo lo que hubiera pasado en aquellas últimas semanas fuera una especie de niebla muy fea y, tras días en la oscuridad, estuviese empezando a ver a Baekhyun otra vez. 

Baekhyun, Baekhyun, su Baekhyunnie, que lo miraba como si estuviese a punto de empezar a gritarle, a llorar o a salir corriendo de un momento a otro.

—No voy a repetir curso —declaró, y su vecino pasó a quedarse muy inmóvil, con los labios entreabiertos—. No te lo dije, y no sé si lo sabes, pero fue gracias a que fueras a hablar con el director que me dejaron repetir el examen. Solamente, quiero decir. En vez de enviarme directamente a segunda convocatoria. 

Baekhyun todavía tenía el cuaderno que había estado mirando en las manos, un cuaderno lleno de notas, y garabatos, y que estaba sujetando tan fuerte que los nudillos se le habían vuelto blancos. Sólo entonces se dio cuenta Chanyeol de que conocía aquel cuaderno en cuestión, y que Baekhyun había estado escribiendo las notas de las canciones que había estado ensayando para aquella audición en su vieja libreta de economía.

—Aún así, no te devolvieron tu beca —murmuró.

Había habido una vez, ochenta y ocho días atrás, en la que ese cuaderno había estado vacío. Había habido una vez, ochenta y ocho días atrás, en la que no había pensado que tuviera que buscar las palabras para arreglarle el corazón a nadie.

—Bueno… No era la única beca del mundo, ¿no? Si apruebo en primera convocatoria puedo conservar la media que tengo, así que podría entrar a estudiar prácticamente donde yo quisiera, en este país. Tal vez incluso consiga otra beca para irme fuera más adelante. Si es que quiero. 

Baekhyun tiró del brazo que Chanyeol todavía le estaba sujetando hasta conseguir soltarse.

—Pensaba que era esa beca la que querías —murmuró, y su voz sonó amarga.

Chanyeol tragó saliva.

—Sí —replicó—, pero esa beca era un plan B, y los planes B no tienen por qué ser exactos ni salir bien siempre, ¿no? 

—¿Qué quiere decir eso? ¿Que hay un plan C? —Baekhyun sujetó su cuaderno aún con más fuerza, y Chanyeol supo que no sabía cómo demonios iba a decirlo, pero que sí sabía lo que quería decir.

—No —contestó—, sólo estaba el plan B. Sólo ese. Y el A. 

Baekhyun se rió en voz baja, una risa que sonó tan poco real que llegaba casi a hacer daño. 

—Un plan A que fue un desastre.

Un pájaro pió en algún punto sobre sus cabezas y Chanyeol apretó los puños. No sabía qué hacer con las manos, así que las metió en los bolsillos.

—Eso depende —murmuró, y Baekhyun alzó los ojos. Todo se había vuelto a quedar en silencio otra vez. 

—No pude… —comenzó a decir—. ¿De qué se supone que depende?

—¿Todavía me quieres?

Chanyeol no sabía cómo demonios se las había apañado para decir algo así sin que le temblase la voz y, a lo largo de un segundo que se le hizo eterno, Baekhyun lo miró absolutamente quieto, con los ojos muy abiertos y el labio de abajo temblándole. Hasta entonces, había parecido tranquilo, había llevado la máscara puesta. Un momento después, todo se derrumbaba.

—No te atrevas —susurró, retrocediendo—. No te atrevas a venir aquí después de todo esto y a sacar ese tema como si no me hubieras… No hagas esto —el chico parecía súbitamente alerta, acorralado, como si, ahora sí, fuera a salir corriendo, y Chanyeol volvió a sujetarlo por la muñeca—. Suéltame, ¿quieres? Por favor. Suelta.

Baekhyun.

Su vecino trató de liberarse, pero estaba demasiado alterado como para conseguir nada, así que dejó muerto el brazo y comenzó a hablar, bajando el tono de voz, sin mirarlo a los ojos.

—¿No te lo dije el otro día? Claro que te quiero. Claro que te… He sido un idiota durante diez años, ¿vale? Pero te juro que te lo compensaría durante los diez siguientes si pudiera, si tú me… Si yo sólo… 

Baekhyun separó los labios, buscando, probablemente, tomar el aire que le faltaba para poder seguir diciendo incoherencias, pero Chanyeol ya había oído todo lo que necesitaba escuchar. Llevaba queriendo besarlo desde que había escuchado aquel último mensaje en el buzón de voz de su teléfono, desde que había llegado corriendo a aquel parque desierto y lo había visto allí, sentado, repasando su canción en silencio, desde que se había dado cuenta de que el que se suponía que era el chico más egoísta de toda la escuela había estado dispuesto a tirar sus sueños por tierra para tratar de devolverle los suyos a él; así que tiró del brazo de Baekhyun para acercarlo a él, se inclinó y lo hizo, sin dejarle tiempo a protestar, a decir nada. 

Su corazón latió una vez y Baekhyun hizo el amago de apartarse; latió otra más y su vecino se quedó muy quieto contra él. Al tercer latido – y cuando él ya estaba empezando a preocuparse porque qué pasaba si había perdido su oportunidad, si le había roto el corazón hasta el punto en el que ya no había remedio, si… – Baekhyun le había echado los brazos al cuello, tiraba de él todavía más hacia abajo y le devolvía el beso, clavándole los dedos en la piel y moviendo los labios contra los suyos de un modo que logró que a Chanyeol se le hiciera muy difícil apartarse en el momento de ir a tomar aire.

Lo hubiera besado otra vez, pero Baekhyun retrocedió, sólo un poco.

—¿Qué se supone que es todo esto? —preguntó en un susurro, y su voz temblaba, y Chanyeol no sabía si aquello era buena o mala señal—. ¿Primero me rechazas y ahora apareces de la nada y me besas? ¿Qué…?

—No lo sabía —respondió él, sin dejarle tiempo a terminar la frase—. No sabía que tú… ¿En qué demonios estabas pensando, buscándome en la calle a las once de la noche? ¿Y si te hubiera pasado algo?

Baekhyun parpadeó, cogido por sorpresa.

—¿Eh? ¿El qué? Pero si…

—Podías haberte caído, haberte perdido; podía haberte atropellado un camión de bomberos, qué se yo. Y lo peor de todo es que si Kyungsoo no me lo hubiera dicho, no habría…

Baekhyun subió la cabeza para mirarlo. 

—¿Has hablado con Kyungsoo? —murmuró—. Ay, dios mío. ¿Qué te ha dicho?

Chanyeol quiso responder en tono serio, pero se encontró sonriendo. Y no pudo evitarlo, ni quería, porque había echado de menos, mucho de menos, aquello. 

—Básicamente que tú estabas triste y que yo soy idiota —declaró, alargando los brazos para aferrarlo por los hombros—. Y creo que ya entiendo por qué Kai dice que a veces da miedo, porque cuando le llamé para pedirle la dirección de este sitio creía que me iba a matar. 

—¿Matarte?

—Por dejar sólo a su mejor amigo, supongo. Por no hablar con él. Por dejarte siquiera pensar que... —el chico tomó aire—. ¿Me perdonas, Baekhyunnie?

Baekhyun se lo quedó mirando. Abrió la boca. Volvió a cerrarla.

—¿Tú me estás pidiendo perdón? —murmuró—. ¿A mí?

—Tú llevas haciéndolo durante más de dos semanas, así que por la parte que me toca… —Baekhyun se lo quedó mirando con la expresión totalmente en blanco y, antes de que él pudiera reírse o añadir nada más, estaba temblando de nuevo, como si fuera a caerse al suelo o a empezar a llorar. Durante un instante, Chanyeol temió haber hecho o dicho algo que no debiera, y volvió a sentir un ligero deje de pánico en el estómago—. ¿Baek?

Una de las manos perfectas de su vecino se cerró en torno a la corbata de su uniforme, y su voz sonó ronca cuando habló.

—Ya no sé ni que está pasando —susurró, tomando aire—. No lo sé, pero... ¿Sabes qué?

—¿Qué?

—A la mierda todo, Park Chanyeol —y un segundo después, el estaba tirando de su corbata hacia abajo para hacerlo inclinarse hacia delante y besarlo. Y era la segunda vez que alguien hacía aquello aquel día, y una parte de Chanyeol estaba segura de que el riego sanguíneo al cerebro iba a acabar cortándosele teniendo en cuenta lo fuerte que estaba tirando Baekhyun de aquel maldito trozo de tela (por no hablar de que probablemente tendría que aflojarse el nudo luego y su hermana lo mataría por no llevar la corbata bien puesta) pero en aquel instante todo le daba igual porque Baekhyun lo estaba besando, y tenía los ojos cerrados, y los labios suaves, y los estaba abriendo para él. 

—Creo que tienes un examen —dijo tras un rato (que podía haber sido más o menos largo y en el que los dos se las habían apañado para medio esconderse detrás de un árbol - lo cual en el fondo era irrelevante porque por allí no pasaba nadie - sin despegarse el uno del otro). Baekhyun había dicho antes que iba a tener que entrar a su audición en cuarenta minutos, y Chanyeol no sabía qué hora era, y no estaba llevando la cuenta, pero no quería despistarse y que Kyungsoo lo matara al día siguiente si Baekhyun se perdía el examen por haber estado distraído con otras cosas

El otro chico se rió con suavidad, le apoyó la frente en el hombro. Estaba temblando otra vez, pero no parecía nervioso.

—Ya ni siquiera me acuerdo de lo que iba a cantar hoy —confesó con una carcajada. Chanyeol exageró un suspiro.

—No estoy haciendo bien de apoyo moral, entonces. Se suponía que tendría que haber sido al revés —bromeó, y sonrió al ver que el otro chico hacía amago de golpearle con el puño cerrado en el brazo—. Lo harás perfectamente —añadió, ahora ya hablando en serio—. No hay nadie que pueda hacerlo mejor que tú. Y, además, hoy es nuestro día de la suerte; sólo te informo. Para que lo sepas.

Baekhyun se apartó para poder mirarlo.

—¿Día de la suerte? —repitió.

Y Chanyeol podía haber dicho muchas cosas. Podía haber dicho que aquel era el día en el que había descubierto hasta qué punto podía llegar a echar a alguien de menos; el día en el que había decidido qué cosas eran importantes de verdad. El día en el que empezaba algo nuevo, en el que dejaba atrás del todo a la imagen de Baekhyun que había perseguido de pequeño y se daba cuenta de hasta que punto quería al Baekhyun que tenía delante, al Baekhyun de verdad.

Podría haberlo dicho, sí. Podría haberlo hecho, pero simplemente sonrió. Recordaba la cuenta; los números, escritos a bolígrafo, garabateados bajo cada día del mes. 

—Es el día ochenta y ocho de mi calendario, Baekhyunnie —respondió—. El día ochenta y ocho.

Notas finales:

So.

Aquí está. El capítulo de Chanyeol. El capítulo final de 88D.

Espero que haya valido para aclarar ciertas cosas. Para cerrar una parte de este fic que es como un hijo y que se me hace mayor ;;

Quedan cosas abiertas, lo sé (y queda una nota de autor final enorme de una servidora poniéndose sentimental), pero para eso queda el epílogo.

Epílogo del averno que espero tener listo para la semana que viene :D

Sé que de momento me quedan muchos reviews por responder. Voy con ellos ahora, así que si me dejásteis algún comentario y no está respondido aún, contad con que lo esté para mañana (lo siento, pero estaba priorizando el fic :'D)

Para todo lo demás, aquí tenéis mi ask: http://ask.fm/Rust_and_stardust que contiene mucha información jugosa e interesante (y en el que podéis seguir preguntando cosas de este AU :D)

Y si queréis algo más que leer, el prólogo de mi siguiente fic ya está arriba *shameless spam*, y podéis leerlo y darle amor aquí:

http://amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=119237

Historia muy distinta. Misma otp. Bla.

--

Para todo lo demás, piedras, amor, odio, comentarios, ahí tenéis el botón de review :D

¡Estaré esperando vuestras opiniones!

Y el siguiente capítulo, el epílogo, ya sí que será la última actualización, así que ya me despediré de todos ahí.

¡Un saludo, mucho amor y R&R!


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