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88 Días por Ms Aria

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Notas del capitulo:

¡Hola otra vez a todos!


En primer lugar, gracias a todos por los más de 50 (casi 60, aish) reviews ;u;


Que sepáis que siempre me los leo todos con muchísima ilusión, y que siempre me dan ganas de sentarme y ponerme a escribir más porque *muere de amor*


Y, dicho esto, aquí estoy con el capítulo nuevo, así que espero que os guste y me sigáis apoyando.


¡Que lo disfrutéis! :D

Capítulo 7. Día 42 (domingo)

Tal y como Baekhyun le había pedido a gritos que hiciera la tarde del miércoles, Chanyeol pasó de estar con él a todas horas a dejarlo en paz, total, completa y absolutamente. La mañana del jueves, Baekhyun se encontró yendo solo a clase, sentado con su iPod encendido en una esquina muy vacía del autobús, y nunca antes hubiera podido pensar que media hora de soledad pudiera hacérsele tan, tan larga - pero cada segundo transcurría de modo lento y pesado, y los minutos parecían eternos.

Al principio, el chico había pensado que a Chanyeol todo aquello se le pasaría. Que su vecino, que parecía siempre tan dispuesto a hacer lo que fuera por poder pasar tiempo con él, no tardaría en acercarse para hacer las paces, y que las cosas volverían a ser como antes. Pero cuando Kyungsoo le dijo a Baekhyun que Kai le había dicho que Chanyeol iba a pasar la hora de comer entera estudiando en la biblioteca en vez de sentarse a la mesa con ellos, el chico empezó a pensar, y a pensar más, y a darse cuenta de que tal vez Chanyeol no estuviera solamente un poco molesto, sino genuinamente dolido con él.

Y, frente a aquello, sí que no sabía qué hacer, ni cómo sentirse.

Como de costumbre, los dos tenían tutoría de economía aquella tarde, y Baekhyun creyó que, tal vez en ese momento, Chanyeol diría o haría algo que volvería a colocarlos en aquella posición en la que estaban perfectamente a buenas, pero tampoco necesitaban nada más.

No obstante, el otro chico no estaba por la labor: cuando llamó al timbre de su casa, todavía con el uniforme del instituto puesto, no llevaba su guitarra consigo, y todo lo que hizo fue meterse en su salón, sentarse en su sitio de siempre, darle su hora de clase y marcharse, sin decirle nada que no tuviera que ver de modo directo con el temario del día. 

Fue perfectamente amable, sí, y explicó una y mil veces todos los puntos que Baekhyun, que aquella tarde estaba cualquier cosa menos tranquilo y concentrado, decía no entender, pero eso fue todo. Ni intentó hablar con él, ni le preguntó sobre su día o la audición que, por fin, tenía aquel domingo; ni siquiera le sonrió ni lo miró más de lo necesario, y, cuando se marchó, Baekhyun permaneció parado casi un minuto entero, quieto y callado junto a la puerta, sintiendo un peso horrible en el estómago y una especie de presión oprimiéndole el pecho que no sabía muy bien dónde ubicar.

Definitivamente, Park Chanyeol estaba enfadado con él. Y Byun Baekhyun, a pesar de todo lo que había dicho y hecho hasta entonces, estaba empezando a echarlo de menos.

Su cuaderno de economía estaba lleno de garabatos, dibujos sin sentido, caricaturas de los profesores y explicaciones escritas con letra horrible en los márgenes, y Baekhyun se encontró pasando las páginas de su libreta una a una durante las clases del viernes, decidiendo ignorar las explicaciones de los profesores y riéndose entre dientes al ver que Chanyeol había tachado con lápiz una de las gráficas que él había copiado directamente desde la pizarra, había dibujado otra distinta a su lado y había escrito entre ambas “la señora Kim no sabe explicar. Esa gráfica era terrible; así es mucho más fácil”.

Y donde el gráfico de la profesora había sido un galimatías incomprensible, el de Chanyeol, a pesar de las líneas torcidas y los tachones, era sorprendentemente simple. Tal vez porque con Chanyeol todo siempre era mucho más sencillo. 

O solía serlo, antes de que su vecino hubiera decidido desertar a la hora de la comida y Kai hubiese dejado de estar centrado en Kyungsoo o simplemente medio dormido sobre el plato de comida casera que le había traído su novio para pasar a observar a Baekhyun fijamente, con los ojos entrecerrados y una clara expresión de desagrado en su cara perfecta.

—¿Qué le he hecho yo? —protestó el chico, mirando a Kyungsoo, tan pronto como Kai abandonó la mesa para ir al baño.

Si había esperado apoyo incondicional por parte de su mejor amigo, estaba muy equivocado, porque la mirada de reproche que le dirigió Kyungsoo no tuvo nada que envidiarle a la de su queridísimo novio.

—No sé, Baek, piensa. Jongin es el mejor amigo de Chanyeol, y Chanyeol se ha recluido de repente en la biblioteca. ¿Qué es lo que le has hecho al pobre chico?

—Yo no... —Baekhyun se mordió el labio, volviendo a sentirse inusitadamente culpable, pero no tardó en fruncir el ceño—. Es cierto que hemos discutido o algo así, de acuerdo, pero, ¿por qué siempre tiene que ser todo culpa mía?

Kyungsoo bufó.

—Cuando se trata de Chanyeol y tú, siempre es culpa tuya, Baekhyun.

El chico quiso decir que todo aquello era injusto, pero algo en su interior lo obligó a quedarse callado, sujetar sus palillos con un poco más de fuerza y no mirar a Kyungsoo a los ojos durante el resto de la comida. Jongdae, que, sentado en su sitio de siempre, lo observaba con una expresión que estaba entre una mueca burlona y un típico “ya te lo advertí”, tampoco parecía una muy buena opción para mantener una conversación razonable, así que todo lo que pudo hacer Baekhyun fue girarse hacia Luhan, que, sentado a su lado ahora que Chanyeol no estaba para ocupar el asiento entre los dos, se llevaba cucharadas de la maloliente sopa verde del menú a los labios con aspecto resignado.

—¿Cómo puedes comerte eso? —preguntó, frunciendo levemente los labios al ver que el otro chico se encogía de hombros.

—No está tan mal, si no piensas mucho en los ingredientes que puede tener.

Ante esto, Jongdae no pudo evitar intervenir en la conversación, sabido por todos como era que las especulaciones sobre los horrores del menú escolar eran uno de sus temas de conversación favorito.

—Os digo yo que tiene carne de cocodrilo, por lo menos —prácticamente exclamó—. Y algas, seguro. ¿Habéis visto ese color verde moco? Seguro que no puede conseguirse con algo que no sea cocodrilo.

—¿Qué demonios estás diciendo? —susurró Baekhyun al mismo tiempo que Kyungsoo levantaba la cabeza de su propio plato y empezaba a decir que no, que aquello era una sopa de verduras normal, y que la sopa de cocodrilo no podría tener nunca aquel aspecto. De haber estado allí, muy probablemente Chanyeol se habría echado a reír y hubiese empezado a trabajar en equipo con Jongdae para hacer admitir a Kyungsoo que no tenía ni la menor idea del aspecto que podría tener una sopa de cocodrilo, de entre todas las cosas, pero la conversación no tardó en derivar en algo normal, anodino, sobre las clases que todavía les quedaban aquella tarde, y Baekhyun se mordió el labio, sintiéndose muy cansado.

Ojalá no se hubiese enfadado aquella tarde. Ojalá no le hubiese gritado a Chanyeol. Así no estaría tan preocupado, ni se sentiría tan culpable, ni todo sería tan...

—Eh, Baekhyun —la voz de Luhan le llegó con claridad, en un susurro por debajo de la charla que estaban teniendo Jongdae, Kyungsoo y Kai, que ya había regresado del baño y había seguido comiendo tras lanzarle a Baekhyun una mirada particularmente dura—. Sé que no es mi problema, y no quiero meterme en donde no me llaman, pero, ¿por qué no vas a ver a Chanyeol a la biblioteca? Está allí, ¿no? Deberíais hablar.

Durante una centésima de segundo, el chico se sintió tentado de decirle que, efectivamente, todo aquello no era asunto suyo, y que bastante tenían que decir ya Kai, Kyungsoo y Jongdae sobre todo el asunto para que además tuviera que meterse él, pero Luhan parecía genuinamente preocupado – por no decir el único de todo el grupo que no se había posicionado en su contra por principio – así que tomó aire y respondió con toda la sinceridad que fue capaz de reunir.

—No es buena idea —susurró, un tanto cohibido—. ¿Qué iba a decirle?

—No lo sé. ¿Tal vez que vuelva a comer con nosotros? Sé que no falta mucho tiempo para sus exámenes, y que está trabajando muy duro para aprobarlos, pero también necesita descansar, ¿no? Dile que pare un poco y venga con sus amigos, aunque sólo sea durante los descansos.

Baekhyun se mordió el labio. Aquella era una excusa tan buena como cualquier otra para acercarse a él y hacer las paces, así que suponía que no perdía mucho por intentarlo.

—Supongo que tienes razón, Luhan. Gracias.

Aprovechando un momento en el que Kyungsoo y Jongdae estaban especialmente ocupados discutiendo sobre las variaciones en la tarea de matemáticas de la clase 3-2 a la 3-3, Baekhyun murmuró una disculpa y dijo entre dientes que iba a ir adelantándose, y que ya los vería más tarde. Nadie, gracias a dios, se preguntó que hacía él, que siempre apuraba sus descansos al máximo, volviendo al aula tan temprano.

La biblioteca ocupaba un ala entera de la planta baja, y normalmente estaba cálida, sumida en un relajado silencio y mucho más vacía de lo que debería. Baekhyun, que no era muy partidario de quedarse a estudiar en el instituto – bastantes horas pasaba en aquel sitio ya, por dios – solamente había estado allí un par de veces en sus tres años de bachillerato, pero le gustaba la quietud del lugar y el sonido de la lluvia contra los cristales cuando hacía mal tiempo, como aquella tarde. Cuando entró, tratando de que sus pisadas no hicieran ruido sobre el viejo suelo de madera, no vio absolutamente a nadie y, durante un momento, temió que Chanyeol ya no estuviese allí.

Decidiendo que, ya que había entrado, lo mejor que podía hacer era echarle un buen vistazo a toda la sala, el chico comenzó a caminar entre las estanterías, rozando los lomos de los libros con los dedos. En su camino solamente se cruzó con una chica muy bajita con unas gafas tan enormes que parecían engullirle medio rostro y con un alumno con la cara llena de espinillas, creía que de la clase de Jongdae, que, al ver a alguien como él en aquel lugar, lo observó como si fuera una especie de aparición misteriosa.

Baekhyun ahogó un suspiro frustrado y siguió avanzando, hasta que hubo peinado casi toda la zona. Estaba empezando a pensar que, definitivamente, Chanyeol se las había apañado para darle esquinazo de nuevo cuando giró una esquina y lo vio, sentado en una mesa junto a la ventana y rodeado por tantos libros de un grosor considerable que estos parecían estar a punto de caerle encima y sepultarlo.

En su fuero interno, Baekhyun siempre había sabido que, si Chanyeol había decidido que iba a pasar los descansos de la comida en la biblioteca, había sido principalmente por todas las estupideces que le había gritado él la tarde del miércoles. Lo que no se le había ocurrido pensar, incluso después de que Luhan lo hubiera insinuado apenas minutos atrás en la mesa del comedor, era que, quizá, su vecino también tuviese que estudiar – necesitara estudiar –, que necesitara esforzarse y hacer horas extra para cumplir sus propios objetivos, que no tenían que ver con Baekhyun, ni con su audición, ni con su examen de economía.

Ni que, a pesar de que ahora estuviese enterrado bajo una montaña de libros, escribiendo resúmenes en un papel como si le fuese la vida en ello, Chanyeol había pasado todas y cada una de las tardes de los últimos días metido en casa de Baekhyun, ensayando durante horas enteras un repertorio de canciones que no tenía nada que ver con él, y que sólo le quitaba un tiempo que parecía no tener. Y que, a cambio de todo su esfuerzo, Baekhyun ni siquiera le había preguntado cuándo se examinaba, ni qué estaba estudiando, ni en qué demonios consistía su beca exactamente.

Por no decir que le había gritado de un modo totalmente injustificado, por algo de lo que no tenía la culpa, y que luego ni se había molestado en hablar con él para pedirle perdón.

“¿Esto ha sido siempre así?” se preguntó, y fue incapaz de dar con una respuesta; al menos no con una que le gustara.

Tan sólo unos metros más allá, y totalmente ajeno a él, Chanyeol paró de escribir y observó el libro que tenía frente a sí con un aire infantilmente inquisitivo que resultó adorable. Después, suspiró, y, tras un último vistazo, consultó la hora en el reloj de su muñeca y lo cerró. El sonido seco de las páginas al golpear las unas contra las otras perturbó el silencio de la biblioteca y sacó a Baekhyun de su ensimismamiento, sumiéndolo en un estado similar al pánico.

Porque, desde donde estaba, Chanyeol no podía ver a Baekhyun, pero en el momento en el que se levantara y caminase dos pasos hacia la salida, lo descubriría. Y él no quería – no podía – dejar que su vecino lo sorprendiese allí, escondido entre las estanterías y espiándolo, porque eso los obligaría a hablar, a enfrentar la situación cara a cara y, después de lo que había visto, Baekhyun no habría sabido cómo hacerlo sin sentirse como un egoísta y un idiota.

Quizá por eso, giró sobre sus talones y salió corriendo, tratando de sofocar el sonido de sus pasos, como un fantasma, y con el corazón latiéndole tan fuerte que pensó que lo escucharían en la biblioteca entera.

--

El domingo, al contrario que los días anteriores, amaneció completamente despejado, como si el modo en el que brillaba el sol fuera una especie de señal divina para decirle a Baekhyun que todo iba a salir bien, y que tendría éxito en la audición a la que se presentaba de una vez por todas.

Cuando el chico se levantó y entró, ya vestido y arrastrando los pies, en la cocina, encontró su desayuno preparado y un post-it de un rosa especialmente chillón sobre la mesa.

“Ya sabes que tenía turno de mañana hoy en el hospital, Baekkie, y no he querido despertarte cuando me he ido” decía la nota, “pero, como siempre, te deseo lo mejor. ¡Tú puedes, y no te pongas nervioso! Firmado: mamá”

Frunciendo el ceño, Baekhyun arrancó el recuadro de papel de la mesa y no lo soltó, ligeramente disgustado, hasta darse cuenta de que había estado arrancando inconscientemente pedacitos de las esquinas. Quería mucho a su madre, y apreciaba su gesto, pero rogarle que no se pusiera nervioso era demasiado pedir a aquellas alturas, después de tanto esfuerzo y tantos, tantos, rechazos.

En realidad, y si se paraba a pensarlo, estaba asustado. Atemorizado. Tanto que se le había hecho un nudo en el estómago, y que la visión del desayuno preparado en la mesa le estaba haciendo sentir arcadas en lugar de un sano y razonable apetito.

Porque aquel era el día donde se lo jugaba todo. Su penúltima oportunidad de éxito. El único modo que tenía de entrar a estudiar todo lo referente a su propio sueño, en la misma escuela en la que, en su momento, ya habían becado a Kyungsoo.

Necesitaba que lo escogieran. Aquello era de una importancia casi vital. Pero, aún así, y a pesar de todos sus esfuerzos y ensayos, las notas de la canción que había estado practicando eran apenas un eco difuso en el fondo de su mente, y la garganta parecía habérsele cerrado, totalmente seca e inútil.

Tras decidir que todo lo que iba a conseguir si desayunaba era ponerse enfermo, Baekhyun cogió las llaves, el móvil y la cartera con su acreditación y salió de casa. Su calle estaba incluso más tranquila que de costumbre, teniendo en cuenta el día de la semana y la hora, y la única persona a la que se veía era una anciana paseando a un perro inusualmente feo en la acera de enfrente.

Salvo ella, no había nadie. Nadie.

Baekhyun se mordió el labio, y giró la cabeza para mirar con una cierta nostalgia el portal de al lado. En su momento, antes de que él hubiera sufrido un ataque de estulticia extrema, Chanyeol le había dicho que lo acompañaría hasta la audición si se lo pedía, y Baekhyun casi podía imaginárselo, saliendo a la calle con una de aquellas sudaderas enormes suyas y una sonrisa brillante en los labios, acercándose a él a zancadas y diciéndole, como si estuviese seguro de que era cierto, que todo iba a salir bien y que no había nada de lo que preocuparse.

Y Baekhyun hubiera podido cerrar los ojos y creerlo, sí, porque todo con Chanyeol era más sencillo, pero la cruda verdad era que él no le había pedido que viniese, y su vecino no estaba allí, y a aquellas alturas el chico estaba tan nervioso por lo que se le venía encima que creía que iba a ser incapaz de desplazarse hasta la parada del autobús, por no decir ya de cantar delante de un tribunal.

Finalmente, se obligó a caminar, a tomar el bus y a repasar mentalmente su canción una vez tras otra mientras las paradas se sucedían las unas a las otras, intentando calmarse. El ejercicio dio sus frutos porque, cuando finalmente bajó del autobús en una calle mucho más concurrida que cualquiera de las de su barrio, estaba más decidido que nunca a hacer aquella audición, y a hacerla bien.

O, al menos, lo estuvo hasta llegar al edificio principal de la universidad donde iban a hacerles la prueba.

Porque allí había gente. Mucha gente. Todos ellos ya con carteles numerados prendidos en la ropa, sentados en los jardines del campus y en las mesas de la cafetería, charlando animadamente entre sí unos, repasando sus partituras otros, y esperando, todos ellos, para tomar parte en la audición.

“¿Qué es lo que se supone que estoy haciendo yo aquí?”

Tomando aire, el chico siguió los carteles pegados aquí y allí que indicaban a los aspirantes dónde presentar sus acreditaciones y recoger su número de identificación. La cola era tan enorme que parecía literalmente interminable, y para cuando Baekhyun llegó al frente y le entregó sus credenciales a una mujer de mediana edad que le sonrió, le deseó suerte y le tendió una tarjeta con el número 735, habían pasado más de cuarenta minutos.

Las audiciones comenzaron en breve, empezando por la persona que tenía la identificación con el número 1, y Baekhyun que tenía a setecientas personas por delante y no se sentía de humor para socializar con desconocidos, se dejó caer en uno de los bancos que había en el recibidor del edificio y comenzó a juguetear con el móvil, comprobando su buzón de entrada de correo electrónico – vacío – tantas veces que no tardó en aprenderse de memoria el número de segundos que tardaba en cargarse.

Pronto, decidió que haberse sentado allí no había sido buena idea. Todos los aspirantes a alumnos tenían que entrar y salir necesariamente por aquella sala y, a pesar de no querer prestar atención a sus rivales, Baekhyun no podía evitar verlos y escucharlos, en especial cuando alguno de ellos estaba muy contento o muy triste.

Un chico tan bajito que el propio Baekhyun probablemente le sacara media cabeza y con el número 267 en el pecho cruzó la habitación dando saltos y gritando para quien quisiera escucharle que había cantado de modo perfecto, y que estaba seguro de que esta vez iba a estar dentro. Una chica con el cabello teñido de rojo fuego salió de la habitación del tribunal llorando y temblando, y prácticamente fue incapaz de llegar hasta la amiga que había venido con ella, que la abrazó, tratando de calmarla.

Todos los que estaban allí tenían una historia, y algunas de ellas tendrían finales felices y otras no. Lo que no sabía Baekhyun era cómo iba a acabar la suya.

Cuando los encargados de la prueba llamaron al número 400, al chico empezaron a sudarle las manos. Cuando llegaron al 500, la garganta volvió a quedársele seca, y las notas empezaron a dar tantas vueltas en su cabeza que tuvo que consultar la partitura una y otra vez, cerciorándose de que los tonos eran los que eran y el ritmo era el correcto. Para cuando entró el número 650, Baekhyun estaba volviendo a sentir náuseas, y todo lo que quería era levantarse de aquel banco, cruzar la puerta y salir corriendo de allí, probablemente hasta esconderse debajo de su cama y convencerse a sí mismo de que estudiar algo como Administración de Empresas, y no la maldita Carrera Superior de Canto, era lo que quería en realidad.

En lugar de eso, volvió a desbloquear la pantalla de su móvil y comenzó a navegar casi con desesperación por su lista de contactos. Necesitaba hablar con alguien o acabaría huyendo de verdad, y su primer impulso fue llamar a Kyungsoo para decirle algo, lo que fuera. Pero era domingo, y los domingos Kyungsoo los pasaba con Kai, y los dos estaban molestos con él – por no decir que, muy probablemente, estuvieran comiendo por ahí, o en el cine, o haciendo cualquier otra cosa en la que el chico no quería pensar mucho porque, ugh¸ su salud mental lo agradecería.

Luego estaba Luhan, que sabía escuchar pero no entendería; y Jongdae, que lo entendería, pero no sabía escuchar. Y Chanyeol, que haría las dos cosas perfectamente, como siempre, pero al que no podía llamar.

“Maravilloso. Sencillamente maravilloso”

La voz al otro lado de los altavoces llamó al número 693, y Baekhyun tragó saliva, sintiendo que todo a su alrededor giraba demasiado deprisa. Estaba a punto de tragarse su orgullo y llamar a Jongdae para que se riera de él a gusto cuando su teléfono móvil, que estaba tan fuertemente sujeto entre sus dedos que había comenzando a dejarle una marca en la palma de la mano, vibró una vez, y luego dos.

¿Tono de llamada? O no. No, un mensaje.

“¿Kyungsoo?” pensó Baekhyun vagamente, pulsando el botón para abrirlo.

Cuando vio el nombre del remitente, brillando, negro sobre blanco, en la pantalla, los ojos se le abrieron como platos y el corazón comenzó a latirle, desbocado, contra las costillas.

El mensaje eran apenas dos frases, pero era más que suficiente.

De: Park Chanyeol.

¿Has entrado ya? ¿Estás bien? 

Baekhyun se sintió soltar una especie de quejido estrangulado y se llevó una mano a los labios, sin dejar de mirar la pantalla del móvil, sin poder moverse, respirar. Él se había comportado como un imbécil y, aún así, Chanyeol le había escrito. De entre todos sus amigos, había sido el único en molestarse en coger el móvil y preguntarle cómo le había ido, y si estaba bien. Y eso lo hizo sentirse confuso, y culpable. Y algo; un algo que hizo que los dedos le temblaran sobre el teclado táctil al responder.

Para: Park Chanyeol.

Entro enseguida, pero aquí hay demasiada gente. Tenía a setecientas personas delante; no me van a coger a mí.

La respuesta apenas tardó diez segundos en llegar.

De: Park Chanyeol.

No digas tonterías, Baekhyunnie. ¿Recuerdas todo lo que ensayamos? Vas a hacerlo bien, ¿vale? Y es imposible que no te cojan si lo haces bien. Piensa en eso, ¿quieres?

Baekhyun se encontró sonriéndole al móvil, sintiéndose increíblemente agradecido. De entre todas las personas a las que conocía, Chanyeol era el único que lo llamaba Baekhyunnie, y el mote era tan adorable y tan estúpido que no habría podido ser de otra manera.

Dándose cuenta de que estaba considerablemente menos histérico, comenzó a escribir, sin tener que pensar siquiera en sus palabras.

Para: Park Chanyeol.

Lo tendré en cuenta, sí. ¿Qué es lo que estás haciendo tú? ¿Estás en casa?

 -

De: Park Chanyeol.

No. Mi madre ha salido de compras y quería a alguien “alto y fuerte para que le llevase las bolsas”. Literalmente. No sabes cuánto me aburro.

Baekhyun se rió entre dientes. El muy idiota.

Para: Park Chanyeol.

¿Y cómo te las apañas para llevar todas esas bolsas si estás escribiendo con el móvil?

El tribunal llamó al número 730 por los altavoces, y su teléfono volvió a vibrarle entre los dedos.

De: Park Chanyeol.

Tsk, Baek, con la otra mano. Alto y fuerte, ¿recuerdas?

Esta vez, Baekhyun sí que soltó una carcajada, y la chica a su lado lo miró como si se hubiese vuelto loco. No es que le importase, de todas formas: estaba demasiado contento como para prestar atención.

Para: Park Chanyeol.

Voy a entrar ya, Yeol. ¿Me deseas suerte?

 -

De: Park Chanyeol.

Claro. ¡SUERTE! Y ahora, a por ellos.

La voz de los altavoces llamó al número 734 y, apenas diez segundos después, al 735. Doblando sus partituras y guardándoselas junto con el móvil en el bolsillo de la chaqueta, Baekhyun avanzó hasta el encargado que esperaba al otro lado de la habitación, que no tardó en indicarle que se le había asignado el Tribunal 3, en la sala 4.

Asintiendo, el chico cruzó un pasillo, se detuvo frente a una puerta, llamó y entró.

Chanyeol le había dicho que todo saldría bien y, cuando tuvo que cantar, su voz sonó potente, firme y clara.

Por primera vez en meses, salió de una sala de tribunal sonriendo. Estaba seguro de que jamás podría haberlo hecho mejor que aquello, que su actuación había sido perfecta. Esta vez lo admitirían, estaba seguro; podría estudiar en la misma escuela que Kyungsoo y todo habría merecido la pena.

Habría podido poner la mano en el fuego por ello.

--

Tan pronto como se encontró sentado en el autobús de vuelta a casa, Baekhyun volvió a sacar el móvil del bolsillo donde lo había guardado. El número de Chanyeol brilló durante un segundo en su lista de contactos antes de que se decidiera a presionar el botón de llamada, demasiado contento todavía como para sentirse cohibido o avergonzado.

La voz grave de su vecino le respondió desde el otro lado de la línea en algún momento entre el segundo y el tercer tono.

—¿Baekhyun? —dijo, y no parecía enfadado con él, ni molesto, sino simplemente un tanto sorprendido por la llamada repentina. El chico se sintió tan increíblemente aliviado que tuvo que contenerse para no echarse a reír.

—¡Lo he hecho, Yeol! ¡Creo que lo he hecho!

—¿Sí? ¿Te ha salido bien la audición? Mira que te lo dije, ¿eh?

Baekhyun se mordió el labio.

—¿Dónde estás? ¿Puedo verte un momento?

—Acabo de llegar a casa, pero puedo bajar un rato, si quieres. Mi madre ya no me necesita por aquí, así que...

—Vale, por favor. Llego a nuestra parada en diez minutos.

Chanyeol respondió con un “allí nos vemos, entonces” y colgó, y Baekhyun, todavía tan contento que hubiera podido empezar a dar botes en el asiento, se dedicó a contemplar el paisaje familiar de su barrio por la ventanilla, hasta que los minutos pasaron y la marquesina de cristal de su parada de siempre se hizo visible.

Cuando bajó del autobús, Chanyeol estaba llegando y, al verlo, se detuvo, lo saludó con una mano y sonrió. Baekhyun dejó la parada tras de sí casi a la carrera, y se paró frente a él con la respiración aún algo agitada. Jamás en su vida había estado tan aliviado por ver a alguien sonreírle, pero había echado tanto, tantísimo de menos a Chanyeol durante aquellos cuatro días que todo lo que quería era verle hacerlo más.

—Vaya —su vecino se rió al ver cómo lo estaba mirando—. Sí que estás contento.

—Al principio creí que iba a morirme, mientras esperaba con toda esa gente —Baekhyun empezó a hablar, tal y como hablaba cuando estaba nervioso o tenía mucho que decir, y Chanyeol le hizo un gesto silencioso para que empezasen a caminar, calle abajo, camino a sus casas—. Habría, ¿qué? ¿Mil personas para cien plazas? Y todos parecían tan bien preparados que pensé que, cuando entrara yo, el tribunal ni siquiera me escucharía durante más de cinco segundos seguidos. Menos mal que al final ha merecido la pena, y que me ha salido bien. Debería darte las gracias a ti.

El chico había esperado que su vecino volviera a felicitarlo y se riese, pero, en lugar de eso, esbozó una sonrisa entre tierna y culpable. Era uno de aquellos gestos que aparecían de vez en cuando; gestos tan poco típicos del Chanyeol de siempre que hacían que Baekhyun no pudiera apartar los ojos de él.

—Tendría que haberte acompañado, si estabas tan nervioso —le dijo. Baekhyun sintió una punzada de culpabilidad en algún lugar del pecho. Ahí estaba, el asunto que los había hecho discutir en primer lugar. El chico había querido creer que podría librarse de hablar de ello, pero estaba empezando a descubrir que la vida no era tan sencilla y que Park Chanyeol, como persona, era cualquier cosa menos simple.

—¿Qué? ¡No! No era necesario. Yo...

—Estaba enfadado contigo —lo interrumpió Chanyeol con suavidad—. Pero supongo que parte de la culpa es mía por estar todo el día encima de ti sin preguntarte qué te parecía. Hoy era tu gran día, Baek, y yo te he dejado solo. Lo siento mucho.

“¿Por qué eres tú el que se está disculpando?”

—No —Baekhyun protestó y se detuvo en seco—. No —el otro chico lo miró como si no entendiera, y Baekhyun se preguntó por segunda vez en pocos días si aquello sería siempre así, con Chanyeol disculpándose por cosas que no eran culpa suya y volviendo a su lado una y otra vez, cuando él ni lo trataba bien ni tenía el valor para agachar la cabeza y pedirle perdón. Ni siquiera ahora, cuando una parte de él estaba segura de que le había hecho daño—. No tenías por qué ir, de verdad; era mi audición. Y sobre lo que te dije el otro día... —Chanyeol seguía observándolo, así que Baekhyun sacudió la cabeza y volvió a echar a andar—. Estaba... enfadado, ¿sabes? Pero no por ti. Por Jongdae y unas chicas de su clase. Y, bueno, en cuanto a las demostraciones de afecto público, yo... No me suele agradar demasiado que estén encima de mí tocándome todo el día, pero supongo que no me importa si eres tú el que lo hace. Quiero decir, tenías razón cuando dijiste que eres una especie de estufa humana, y yo siempre tengo frío, así que...

Al escucharlo, Chanyeol hizo una cosa rara en la que estuvo a punto de tropezarse con sus propias piernas y caerse al suelo de morros, pero al momento siguiente lo estaba mirando con una expresión extraña en la cara y poco después se estaba riendo con aquella risa de demente suya, en la que arrugaba la nariz y cerraba un ojo más que el otro.

—¿Te das cuenta de lo que has dicho? —le preguntó entre carcajadas, y al ver la cara de estupor de su interlocutor, estuvo a punto de caerse de bruces al suelo de nuevo, esta vez de la risa—. Por favor...

Baekhyun rebobinó mentalmente la conversación, sin entender qué era tan gracioso, hasta que llegó a las últimas frases y oh, mierda.

—¡Yah, no era eso lo que quería decir! —protestó, sacudiendo la cabeza y pasándose las manos por el pelo, notando cómo el flequillo se le descolocaba sobre la frente—. ¡Hablaba de “tocar” como algo completamente figurativo e inocente! Deja de pensar como un pervertido, Park Chanyeol.

—¿Quién ha dicho nada de perversiones? Uh-uh, acabas de descubrirte a ti mismo, Byun Baekhyun. Tienes la mente sucia. Admítelo.

El chico frunció el ceño y golpeó a su vecino con el puño en el antebrazo, no lo suficientemente fuerte como para que doliera, pero sí para quedarse enteramente satisfecho.

—Eres terrible —protestó, e hizo un mohín cuando Chanyeol se rió y le devolvió el puñetazo—. Y no hagas eso. ¿No te había dicho tu madre que eras alto y fuerte? Deja de aprovechar que tienes ventaja sobre mí y no me pegues.

—En realidad no la tengo. Mi madre solo dice eso porque quiere que la ayude con las bolsas. Yo no soy el que va por ahí haciendo hapkido.

Touché.

Baekhyun iba a añadir algo más, pero se dio cuenta de que acababan de llegar a su portal, y de que Chanyeol se había detenido con las manos metidas en los bolsillos de la sudadera. Tenía el flequillo revuelto sobre la frente, y los cordones de una de sus deportivas desabrochados, por no decir un agujero en una de las mangas por donde antes se había estado dedicando a meter el dedo, pero aún así estaba guapo, y estaba allí, y le estaba hablando, y le sonreía, por fin, después de cuatro días; y ahora estaba allí parado como si tuviera toda la intención de esperar a que él abriera la puerta y se metiera en su portal para marcharse después a casa.

Lo cual no estaba bien, porque Baekhyun no quería que se fuese todavía.

—Yeol —comenzó, autoconvenciéndose de que no tenía razón alguna para sentirse cohibido ni raro—. ¿Tienes algo que hacer? Porque yo ya he acabado por hoy, y viendo la hora que es, podíamos ir a comer, o...

En el momento en el que Chanyeol comenzó a esbozar una sonrisa de disculpa, Baekhyun supo que no iba a aceptar su invitación.

—Ah, lo siento, Baek, pero tengo que estudiar —le explicó. En cuanto hubo acabado de hablar, debió de darse cuenta de la cara que muy probablemente estaba poniendo él, porque se rió de nuevo y negó con la cabeza, pareciendo un tanto avergonzado—. Por si acaso, no estoy enfadado contigo. Iría, de verdad, pero tengo los exámenes encima y voy muy mal de tiempo.

Baekhyun sintió una punzada de decepción en el estómago, pero trató de no prestarle atención y seguir hablando. No tenía derecho a sentirse decepcionado después de todo el tiempo que había sacrificado Chanyeol por él. No tenía derecho.

—¿Cuándo te examinas? —preguntó en su lugar.

—Dentro de doce días; el 18. ¿Por?

Baekhyun hizo cuentas mentalmente, y ahogó una exclamación. Aquello era dentro de dos viernes, que era exactamente cuando...

—Es el mismo día en el que a mí me llegan los resultados de la audición que he hecho hoy —descubrió.

—Debe de ser el destino —exclamó Chanyeol, increíblemente contento, casi de inmediato—. Seguro que eso quiere decir algo; que tú vas a pasar tu audición, y yo voy a aprobar, y los dos vamos a cumplir nuestros sueños. ¿No es estupendo?

Baekhyun lo vio tan absurdamente ilusionado que sonrió y asintió, pero una parte de él se rebeló ante la idea, tratando de hacerle recordar algo que su cerebro había olvidado convenientemente. Chanyeol, sí, al igual que él, tenía un sueño. Un sueño que, si se cumplía, lo llevaría a la otra parte del mundo durante cuatro años enteros. A un país distinto, un mundo diferente, donde Baekhyun no podría verlo a través de la ventana del cuarto de su hermano, ni ir con él a clase, ni volver juntos a casa, riéndose como dos idiotas. Nunca.

Nunca más.

Aquello era lo que él había querido: librarse de Chanyeol para siempre.

Al parecer, iba a conseguirlo.

—Déjame ayudarte a estudiar —dijo de repente, y su vecino lo miró como si acabara de caerle encima un rayo, y no era de extrañar, porque Baekhyun no sabía qué estaba haciendo, hablando con aquella bocaza tan grande que tenía y diciendo cosas que en realidad no quería decir—. Déjame... No sé, preguntarte las lecciones, o hacerte resúmenes. Tienes una letra horrible, Yeol, ni siquiera tú eres capaz de adivinar lo que pone cuando escribes. Yo hago unos resúmenes maravillosos; déjame hacer eso por ti para que puedas estudiar mejor.

—¿Baekhyun?

—Tú me estás ayudando a mí con economía, ¿no? Considéralo una forma de pago.

—Pero, Baek, se supone que tu madre ya me paga.

—Se supone. ¿Hace cuánto que tú no le cobras?

Chanyeol tuvo a bien parecer un tanto avergonzado, y Baekhyun sonrió. Sabía de sobra que su vecino no le había cobrado a su madre por las clases desde el mismo instante en el que él había dejado de intentar echarlo y, si bien al enterarse aquello lo había hecho sentir culpable una vez más, ahora podía usar la información a su favor.

—Baekhyun...

—Tú me estás ayudando mucho. Déjame ayudarte a ti un poco. Por favor.

Chanyeol entreabrió los labios, buscando las palabras, y Baekhyun quiso sonreír, y decirle que estaba extrañamente guapo cuando se quedaba descolocado y no sabía ni por dónde le daba el aire, y al mismo tiempo deseó dar media vuelta, y meterse en su portal, y cerrar los ojos, y no volver a ver a Park Chanyeol nunca más.

—¿No se supone que esa beca es lo que más quieres? —susurró—. ¿Lo que más te importa?

Su interlocutor inclinó la cabeza y lo miró a los ojos.

—Sí.

Baekhyun no hubiera sabido decir por qué, pero el aire cambio a su alrededor y se volvió eléctrico, denso, sofocante. Tal vez fuera por cómo Chanyeol lo estaba mirando, con los ojos oscuros entrecerrados, o por cómo allí no había nadie más, o por cómo él quería decir algo, rogar, lo que fuera, pero tenía la garganta seca y no sabía por qué.

—Déjame ayudarte —logró susurrar, otra vez—. Antes de que te vayas.

Chanyeol se acercó un paso a él y se rió entre dientes.

—Estás despeinado, Baekhyunnie —murmuró y, tras un segundo de duda, tenía tres dedos sobre su frente y le estaba colocando el flequillo en su lugar, apenas llegando a rozarle la piel. Para alguien que tenía unas manos tan grandes y que, por lo general, era tan patoso, fue un contacto extraordinariamente suave, casi una caricia, y Baekhyun se sintió temblar de la cabeza a los pies—. Vas siempre tan arreglado que verte así es raro.

—Yo... ¿Estás intentando distraerme? —susurró, y pensó que, si eso era lo que Chanyeol quería, lo estaba consiguiendo, porque sus malditos dedos eran suaves, pero ásperos, y él quería que los quitara de allí, y que no los apartase nunca, y quería cerrar los ojos y...

Su línea de pensamiento se vio interrumpida cuando Chanyeol se rió otra vez y se alejó un par de pasos, observando lo que quiera que le hubiese hecho en el pelo con aire crítico. Baekhyun se sintió frío, descolocado, y abandonado, y tuvo que forzar a toda su cara a sonreír, como si ésta fuera una máscara de goma que no quisiera hacerle caso.

—¿Qué has hecho ahora con mi pelo, Chanyeol? —se obligó a preguntar, intentando impregnar su voz de un humor que no sentía.

—Lo que he podido. Creo que no valgo como peluquero.

—Eso salta a la vista, por como llevabas el pelo el año pasado. Para tu información, parecías un caniche.

Todos los restos de electricidad del aire se evaporaron, y Chanyeol volvió a ser Chanyeol, con aquellos ojos tan grandes y tan marrones y su típica sonrisa extremadamente feliz en los labios.

—Lo que tú digas, Baek, pero que conste que lo he intentado. Y, sea como sea, me tengo que marchar. Tengo mucho que estudiar por delante y ya he perdido toda la mañana en perseguir a mi madre de tienda en tienda. Debería ponerme al día.

Baekhyun asintió con aire débil y lo observó marcharse.

—Que sepas que sigo diciendo que voy a ayudarte —lo llamó, y Chanyeol se giró, sonrió y se encogió de hombros antes de desaparecer en el portal de al lado.

Baekhyun tardó unos segundos en buscar sus propias llaves, abrir la puerta frente a él y entrar a la seguridad de su edificio. En cuanto se vio solo en la oscuridad del portal, aquella sonrisa tan falsa se le cayó de los labios. Para cuando hubo salido del ascensor y entrado en su casa, respiraba entrecortadamente, sentía presión en el pecho y no sabía qué hacer.

Porque, apenas minutos atrás, había recuperado a Chanyeol después de cuatro días de echarlo de menos. Pero no importaba, porque en el fondo daba igual. Porque, en unos cuantos meses, su vecino habría recibido aquella beca por la que tanto había trabajado. Y entonces se iría. A San Francisco.

Se marcharía.

La primera vez que se había enterado de la noticia había estado a punto de ponerse a dar saltos de alegría en aquel mismo salón. Había sonreído como si le acabara de tocar la lotería y se había pasado tres días de buen humor. Había creído que aquello tenía que ser el karma, que se lo merecía.

Y, muy posiblemente, sí, se lo mereciera.

—Era lo que quería, ¿no? —murmuró, apoyándose contra la puerta de madera y dejándose caer hasta quedar sentado en el suelo—. Que se marchara de una vez. Era lo que yo quería.

Pues bien, aquel estúpido sueño cada vez estaba más cerca de convertirse en realidad. Y, lo que era más, él iba a ayudarle a cumplirlo sacrificando su tiempo libre para hacerle resúmenes en papel de un temario tan largo y tan difícil que una persona como él ni siquiera podría llegar a entenderlo.

Y aquello era absurdo, y divertido, e irónico, porque, en realidad, Baekhyun no quería hacer resúmenes.

Porque estaba seguro de que, si se examinaba, Chanyeol aprobaría. Y él no podía, ni debía impedírselo. Pero, cuando su vecino aprobara, se marcharía. Y Baekhyun no tenía ningún derecho a pedirle que se quedara, pero, sinceramente, ya no sabía qué demonios iba a hacer él cuando Park Chanyeol saliese de su vida para siempre.

Y quiso reírse. Quiso llorar. Pero al final todo lo que hizo fue enterrar la cara en las rodillas y quedarse muy quieto, con una mano sobre los ojos y otra enredada en el pelo, arruinando los estúpidos esfuerzos de Chanyeol por intentar peinarlo cuando se habían despedido en el portal hacía un rato.

Notas finales:

Baekhyun, tú...

Pero... eeeeeso es todo por hoy, y espero que os guste y me dejéis amor, y comentarios, y todas esas cosas bonitas para que yo a cambio actualice mucho y os quiera para siempre (?)

Me quedan dos reviews por responder, y voy a intentar hacerlo ahora, pero mi pc está con un nivel de batería crítico, así que, si no me da tiempo antes de que esto explote y se apague, que sepáis que lo haré mañana a primera hora.

Y... dicho esto, R&R, porfaplease, y nos leemos en el siguiente capítulo :D


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