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88 Días por Ms Aria

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Notas del capitulo:

Y aquí estoy de nuevo, tratando de actualizar :3


La página me funciona peor que de costumbre, supongo que por el cambio de servidor, así que espero poder subir el capítulo sin problemas.


Sea como sea, aquí está, y mis comentarios los dejo para el final, cuando hayáis leído el capítulo.

Capítulo 2. Día 2.

—Oh, dios mío, Baek, ¿lo dices en serio? ¿De verdad tu madre ha contratado a Park Chanyeol para que te dé clases particulares de economía?


Baekhyun asintió con enésima vez con la cabeza, llevándose a la boca una cucharada de la sopa de color verde indefinido que les habían servido aquel día en el menú. Durante lo que había durado el descanso a media mañana para comer, Jongdae había repetido la pregunta por lo menos cinco veces, y, en cada una de ellas, el chico había sentido ganas de golpearle la cabeza con la bandeja de la comida, estrangularlo con la corbata del uniforme o – en un momento de suma crueldad – intentar ahogarlo en su propio y cuestionable plato de sopa. Si aún no había hecho nada en absoluto era porque estaba demasiado ocupado lamentándose por su mala suerte.


—Ya os lo he dicho —murmuró—. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, mi madre ha adorado a Chanyeol desde que era un crío. Intenté convencerla para que cambiara de opinión, pero me dijo que ya estaba todo hablado y que empezaría con las clases esta misma tarde.


—Pobrecito Baek. ¿Seguro que se lo pediste con la suficiente insistencia?


El chico suspiró.


—Sí.


Al principio, y cuando su madre le había comunicado la gran noticia la noche anterior, Baekhyun había estado demasiado horrorizado como para hacer otra cosa que no fuera quedarse quieto en medio del salón y boquear como un pez fuera del agua. En cuanto había recuperado la calma, sin embargo, lo había intentado todo. Le había propuesto a su madre estudiar por su cuenta, matricularse en una academia, buscar anuncios en internet... Incluso, y ya desesperado, había acabado mintiendo descaradamente y asegurando que Kyungsoo le había prometido darle clase gratis, pero la mujer se había mantenido en sus trece y había vuelto a afirmar que Chanyeol era su mejor opción. Era un estudiante modélico, le había dicho, y siempre había hecho un gran esfuerzo por llevarse bien con él, así que lo menos que podía hacer Baekhyun era agradecérselo y aceptar su oferta.


“Nunca hemos sido compatibles; no va a conseguir enseñarme nada” había protestado él, entre dolido y enfadado. Su madre, sin embargo, había decidido que no iba a escucharlo más y había dado la conversación por finalizada. Lo cual lo dejaba a él con un examen suspenso y un más que dudoso profesor para intentar arreglarlo en menos de tres meses.


—No sé qué voy a hacer ahora para librarme de Chanyeol. Nuestras familias se conocen; no puedo despedirlo sin más por mi cuenta.


Sus tres amigos se miraron entre sí. Kyungsoo parecía enfadado por su falta de delicadeza, Jongdae daba la impresión de estar a punto de echarse a reír otra vez y Luhan tenía el ceño levemente fruncido en una expresión confusa.


—Nunca lo he entendido del todo ­—intervino, haciendo una pausa, como si no encontrase las palabras adecuadas en un idioma que no era el suyo—. Tú siempre has detestado a Chanyeol, pero él te trata casi como si fueras su amigo. ¿Por qué lo odias tanto? ¿Te hizo algo cuando erais niños o...?


Baekhyun negó con la cabeza, tratando de explicarse de modo racional, y se encontró recordando.


Había sabido de Chanyeol por primera vez hacía algo más de diez años, cuando tenía siete y su madre le había dicho que una familia con un hijo de su edad se había mudado al edificio de al lado.


Al principio, la noticia le había parecido maravillosa. Por fin podría tener un amigo con quien ir a clase todos los días; con quien jugar al fútbol después de la escuela y a quien ganar jugando a videojuegos. Ya podía verlo: se lo presentaría al resto de compañeros de clase al principio del año escolar, y todos estarían intrigados y querrían conocerlo mejor, pero el chico nuevo sería más amigo de Baekhyun que del resto, porque los dos eran vecinos, y porque él lo habría conocido antes de que pudiera hacerlo nadie más.


Todo aquel escenario había parecido maravilloso en su mente, y Baekhyun le había insistido a su madre durante días enteros para que lo llevara a visitar a los nuevos vecinos antes de que empezara el curso. Cuando, por fin, habían comprado un pastel y habían aparecido en la puerta de los Park, la decepción no había podido ser más grande.


Baekhyun había esperado conocer al amigo perfecto: tranquilo, bueno en los deportes, tal vez un poco más bajo que él, teniendo en cuenta que su madre le había dicho que era medio año más joven. Lo que se había encontrado en su lugar había sido un niño raro, demasiado alto, todo brazos y piernas, cara redonda y pelo revuelto, que lo había mirado con los ojos ridículamente abiertos desde detrás de unas gafas con la patilla pegada con esparadrapo.


A Baekhyun no le había gustado. Tenía las piernas demasiado largas, las orejas raras, los ojos demasiado grandes. Sin embargo, el otro chico había pasado por alto su ceño fruncido, se había separado de su madre para acercarse a él y lo había observado como si fuese la persona más maravillosa que hubiese tenido el placer de ver sobre la faz del planeta. Apenas un segundo después, le había sonreído con una sonrisa tan enorme y tan extraña que a Baekhyun le había dado miedo.


“¡Hola, soy Chanyeol!” le había dicho, con una voz que, en aquella época, todavía era estúpidamente aguda. “¿Vamos a ser amigos?”


Y Baekhyun había retrocedido un paso y lo había mirado como si se hubiese vuelto loco.


Si la primera impresión había sido pésima, conforme iban pasando los días, Chanyeol había demostrado que era cualquier cosa menos lo que él había esperado de su proyecto de amigo perfecto para el próximo curso. No era tranquilo y maduro para su edad, como él había querido, sino una especie de caos en forma humana, que reaccionaba con demasiada intensidad ante todo y se reía demasiado alto. Una mínima parte de Baekhyun había esperado que, al menos, fuera capaz de jugar al fútbol, pero el pobre idiota parecía tener la gracia de una jirafa recién nacida, por no decir que era incapaz de chutar un balón en línea recta. Y aquello sólo había sido el principio.


Una semana después de haberlo conocido, el chico ya había decidido que Chanyeol era una causa perdida. No es que lo hubiera hecho sin pararse a conocerlo, no, porque le había dado un grandioso total de tres oportunidades para demostrar que su primera impresión estaba equivocada, pero Chanyeol, siendo el desastre que era, se había encargado de estropearlas todas. La primera vez que había conocido a sus amigos, se había mostrado tan entusiasta que varios de ellos habían acabado llevándose a Baekhyun a un lado para preguntarle si su vecino tenía que seguir quedando con ellos más veces. La segunda ocasión en la que el chico se había visto obligado a acompañarlo en público, en su primer día de clase, se había entretenido tanto por el camino que los dos habían llegado tarde, y si bien la profesora había perdonado a Chanyeol porque era nuevo, Baekhyun había tenido que disculparse y quedarse castigado al acabar el día. La tercera y última vez en la que Baekhyun había tratado de ser sociable había sido un domingo en el que su madre prácticamente lo había obligado a llevarse a su vecino con él a jugar al baloncesto. Chanyeol era alto para su edad, así que la idea no parecía mala... O, al menos, no lo había parecido hasta que, de alguna extraña manera que, aún a día de hoy, Baekhyun no acababa a comprender, el muy idiota había lanzando a canasta y se las había arreglado para no sólo fallar miserablemente, sino apañárselas para golpearse con el balón en la cara, no una vez sino dos.


Al regresar a casa, y mientras Chanyeol trataba de captar su atención con una especie de monólogo absurdo sobre la suerte que había tenido al romperse solamente uno de los cristales de sus gafas al estrellarse la pelota contra la nariz, Baekhyun había decidido que, definitivamente, no quería tener nada que ver con una persona así. La semana siguiente, al enterarse de que Chanyeol se había inscrito en el Club de Amantes de los Hurones de la escuela, había estado seguro de que había tomado la decisión correcta y de que nunca, jamás, tendrían nada en común.


Y, sin embargo, había un pequeño problema. Si bien Baekhyun tenía muy claro que cuanto más lejos de Chanyeol estuviese, más a salvo estaría su salud mental, su querido vecino no parecía pensar lo mismo. Por alguna extraña razón, Chanyeol había decidido por su cuenta que Baekhyun y él estaban destinados a ser los mejores amigos del mundo, así que, y para disgusto del primero, se dedicaba a incluirlo unilateralmente en todos sus planes y a seguirlo a todas partes, lo quisiera él o no.


Al principio, Baekhyun pensó que terminaría aburriéndose con el tiempo. Chanyeol, sin embargo, parecía ser la persona más irritantemente perseverante sobre la faz de la tierra, y continuó siguiéndolo en los recreos y ofreciéndole la mitad de su almuerzo durante años enteros. La ventana de su dormitorio estaba exactamente enfrente de la del hermano de Baekhyun, que por aquel entonces todavía vivía en casa, y cada vez que el chico iba a llamar a su hermano para cenar tenía miedo de encontrarse a Chanyeol, sentado en su mesa de estudiar y saludándolo desde el otro lado del patio de luces que separaba sus dos edificios. Y toda aquella situación había sido insoportable, pero Baekhyun había aguantado como la persona paciente que decía ser.


Al menos, hasta que había llegado a la pubertad.


La primavera en la que Baekhyun había cumplido los catorce años había sido amarga. No era fácil darse cuenta de que uno encontraba a las chicas de clase bastante menos interesantes que el resto de sus compañeros, ni mucho menos acabar descubriendo que el hecho de pensar que las manos de su profesor de piano eran mucho más atractivas de lo que podría considerarse normal se debiera, probablemente, a un mismo motivo. Durante los meses siguientes, el chico había estado distante, preocupado e irritable, y ser cruel con Chanyeol, que siempre estaba demasiado contento y prácticamente le permitía cualquier cosa, había sido absurdamente fácil.


La pubertad había convertido al otro chico en un lío de brazos y piernas que de repente crecían demasiado deprisa y voz que pasaba peligrosamente de relativamente aguda a infinitamente grave en cuestión de segundos. El comportamiento excéntrico que había tenido de niño se había mitigado un tanto – ya no participaba en el club del hurón, al menos, ni se autolesionaba con pelotas de baloncesto – pero seguía hablando demasiado alto, sonriendo demasiado, y Baekhyun se encontró prácticamente odiándolo por ello, y contestándole con sus frases más cortantes cada vez que Chanyeol abría la boca para tratar de decirle algo.


El empujón final había llegado en noviembre de aquel año, cuando Baekhyun había regresado a casa excesivamente preocupado porque había besado a un chico en el cuarto de las escobas del instituto y le había gustado mucho. Al principio, no había visto a Chanyeol sentado en su portal y cuando, por fin, se había dado cuenta de que estaba ahí, se había sentido inexplicablemente irritado con él.


“Baekhyunnie” lo había llamado el otro chico, tan absolutamente contento que él había querido gritarle que se callara. “¿Sabes que la semana que viene es mi cumpleaños?”


Baekhyun lo había mirado con expresión neutra.


“¿Y?”


“Hemos organizado una fiesta, y estás invitado”


En ese momento, Chanyeol se había detenido a buscar algo en el bolsillo de su sudadera y había acabado tendiéndole una invitación - una de aquellas tarjetas de cartulina llenas de dibujitos y en las que aparecía su nombre junto a una fecha y hora - y a Baekhyun la situación le había parecido tan surrealista que había soltado una carcajada. Ahí estaba él, enfrentándose a la que probablemente fuera la mayor crisis existencial de toda su vida y su vecino llegaba y lo invitaba a su estúpida fiesta. Como si él todavía fuera un niño. Como si tuviera tan pocos problemas como Chanyeol. Como si los dos pudieran llegar a ser amigos alguna vez.


Así que le había quitado al otro chico la tarjeta de las manos. Y, sin pensar en ello siquiera, la había partido en dos delante de él y había tirado los trozos al suelo.


“¿Por qué no te enteras de una vez?” le había gritado. “No voy a ir a tu fiesta. No quiero ir a tu fiesta, ni a ninguna otra parte en la que estés tú. ¿Es que no ves que nunca he podido soportarte? ¿Por qué no me dejas en paz?”


Tan pronto como hubo acabado de hablar, Baekhyun se había dado cuenta de que había hecho algo muy malo, demasiado cruel incluso para tratarse de Chanyeol. El otro chico se había quedado allí, sin decirle nada, quieto como una estatua y mirándolo con unos ojos muy grandes, muy abiertos y muy vacíos. Después, y casi a cámara lenta, se había agachado a recoger los dos pedazos de la invitación. Al levantarse, sin embargo, estaba sonriendo.


“Lo siento” le había dicho sin alzar la voz, “no volveré a molestarte otra vez”


Aquel había sido el primer día en todos aquellos años en el que Baekhyun, ya a salvo en la oscuridad de su dormitorio, se había sentido verdaderamente como una persona horrible por algo que le había hecho a Park Chanyeol.


Los días habían pasado, sin embargo, y el chico había terminado olvidándose del incidente. Después de todo, Chanyeol no había tardado ni una semana en volver a su estado hiperactivo habitual, como si no hubiera pasado nada. Lo único diferente era que había dejado de seguir a Baekhyun a todas partes, y aquello siempre había sido lo que él había querido, así que tampoco era algo por lo que se pudiera quejar.


Así que la vida había seguido su curso, con Chanyeol dedicándose a ser irritante y Baekhyun dedicándose a odiar a Chanyeol, como siempre, por principio y por costumbre.


El chico había creído que podría librarse de su vecino al empezar a cursar el bachillerato – él y Kyungsoo cambiaban de instituto y había esperado encontrar caras nuevas – pero, para su sorpresa, Chanyeol no solamente había aparecido en su misma escuela, sino que, además, estaba en la misma clase que él. E ignorarlo habría sido sencillo de no ser porque el muy idiota no solamente sacaba las mejores notas de todo el curso – más altas aún que las de Kyungsoo, que ponía mala cara cuando se encontraba en sus exámenes una calificación por debajo del ocho – sino que había entrado becado por una especie de programa de excelencia, y todos sus compañeros parecían más que dispuestos a saludarlo con entusiasmo cuando entraba haciendo ruido en el aula todas las mañanas con una voz que, decididamente, se había vuelto muy grave.


Porque parecía difícil de creer para alguien que había sido tan raro de niño, pero Chanyeol era una persona increíblemente sociable. Además de inhumanamente alto, hasta el punto en el que Baekhyun se sentía como una especie de hobbit si tenía que pararse a su lado. Por suerte para todos, en algún punto de la escuela secundaria había decidido dejar las gafas en casa y empezar a usar lentillas, y a principio de curso aquel año se había cortado el pelo, así que al menos ya no parecía que hubiese metido los dedos en un enchufe. Y Baekhyun se había dado cuenta de que, si bien Chanyeol no pertenecía ni con mucho a la élite de chicos guapos y populares de la que formaban parte Luhan y él, todo el mundo lo conocía, y a muchos parecía gustarles.


Así que, a los diecisiete años, cada uno de ellos tenía su vida – Baekhyun con sus ensayos de coro y una cola de pretendientes que se pegaban por salir con él; Chanyeol con sus buenas notas y lo que quiera que hiciese con su tiempo libre. Salvo aquella especie de odio constante que Baekhyun todavía le profesaba, no los unía nada más. Ni siquiera habían vuelto a cruzar más de dos palabras desde que Chanyeol lo había invitado a su cumpleaños tres años atrás.


Y ahora, a su madre se le había ocurrido la estupenda idea de contratarlo como profesor y lo había estropeado todo. Aquello era sencillamente maravilloso.


—Baek. Baekhyun, ¿me estás escuchando? —la voz de Luhan, que seguía mirándolo con los ojos entornados, devolvió al chico al presente. En algún lugar de su mente, era consciente de que su amigo le había preguntado algo, pero era incapaz de recordar el qué.


—¿Puedes... repetir lo que habías dicho?


Luhan arqueó una ceja con suavidad.


—Park Chanyeol, ¿recuerdas? ¿Por qué lo odias tanto?


Kyungsoo, como de costumbre, estaba sentado en su sitio habitual, disfrutando de su comida casera y mirándolo como si lo juzgara con aquellos ojos de búho suyos. Cuando habló, Baekhyun pudo sentir el reproche en su voz.


—Si existiera una razón, todo sería mucho más sencillo. Es odio injustificado. Total y absolutamente injustificado.


—¡No lo es! —Baekhyun trató de buscar una razón con el peso suficiente como para defenderse de aquella acusación, pero terminó cruzándose de brazos y sacudiendo vehementemente la cabeza—. Ha sido insoportable desde que era un niño. ¡Dios mío, si incluso estaba apuntado al Club del Hurón!


—Eso ya nos lo contaste el año pasado, y sigue pareciéndome maravilloso —intervino Jongdae—. Por favor, yo me habría apuntado al Club del Hurón si en mi escuela hubiera habido uno. Es el mejor club de la historia de todos los clubs. Y, que yo sepa, aunque yo piense así, sigues siendo mi amigo, ¿no?


Baekhyun decidió que hacía mejor rindiéndose. Jamás había podido ganar una discusión en la que Kyungsoo y Jongdae decidían aliarse en su contra, y mucho menos si estaban hablando de Park Chanyeol.


—Soy tu amigo sólo a ratos —murmuró—. Y, digáis lo que digáis, supongo que tengo derecho a odiar injustificadamente a alguien, aunque sólo sea una persona en este planeta. Puede que Chanyeol no sea tan insoportable como cuando tenía siete años, pero eso no quita que haya algo en él que siga sin gustarme, ¿de acuerdo? Siempre está demasiado contento, como si padeciera de alguna especie de... felicidad crónica o algo así. Es como si nunca hubiera tenido ningún problema serio en toda su vida, y no me agradan las personas así. La vida no puede ser tan fácil para nadie.


—En su caso, seguro que va a dejar de serlo ahora que tiene que conseguir que apruebes economía y no lo mates en el intento, no te preocupes —Jongdae esbozó una sonrisa que sólo era inocente en apariencia y, tras hacer una pausa, señaló algo en un punto por detrás de Baekhyun, que estaba sentado de espaldas a las puertas del comedor —. Ah, y por cierto, hablando del rey de Roma, ahí está Chanyeol, lanzándote miraditas como siempre. Deberías decirle algo, ahora que eres su alumno estrella.


—No me lanza miraditas —murmuró el chico, pero se giró de todas formas, sólo para encontrarse los ojos de Chanyeol clavados en él desde el otro lado de la sala, grandes, marrones y extrañamente brillantes.


Durante un instante, Baekhyun no supo cómo reaccionar y simplemente se lo quedó mirando, decidiendo que lo mejor que podía hacer era intentar apartar la vista, pero sin atreverse a hacerlo. Chanyeol parpadeó una vez, dos, tres, como si estuviera tan sorprendido como él, pero pareció recuperarse antes, porque no tardó en romper el contacto visual, sonreírle y saludar con una mano como si haber sido sorprendido mirando a Baekhyun fuese lo más normal del mundo.


La situación hubiera resultado mucho menos ridícula de no haber estado Chanyeol sosteniendo en las manos la bandeja con el menú que acababa de comprar en el autoservicio, cuyo contenido – que incluía la infame sopa verde que Baekhyun no había conseguido acabarse todavía – se desplazó peligrosamente hacia la derecha, amenazando con caérsele encima del uniforme. Lanzando una exclamación de sorpresa que se oyó en todo el comedor, Chanyeol se inclinó hacia delante y volvió a sujetar la bandeja con ambas manos justo a tiempo para evitar tirarse la comida sobre la camisa. Luego, volvió a mirar a Baekhyun y se encogió de hombros, esbozando una sonrisa entre divertida y avergonzada.


—Dios mío —susurró el chico, más para sí mismo que para sus compañeros de mesa. Al ver que Chanyeol seguía mirándolo, y teniendo en cuenta que dentro de unas horas lo tendría intentando explicarle la diferencia entre oferta y demanda en la mesa de su salón, por lo que tampoco tenía mucho sentido ignorarlo, se forzó a sonreírle y le devolvió el saludo con la mano. Intentó hacerlo rápido, casi como si fuera algo que estuviera acostumbrado a hacer, pero le quedó tan antinatural que Jongdae y Luhan se rieron. Chanyeol, sin embargo, parecía más feliz que de costumbre, y, durante un horrible segundo, Baekhyun creyó que iba a acercarse a su mesa y a empezar a hablarle, como en los viejos tiempos.


Luego, una mano apareció de la nada y se le posó a Chanyeol en el hombro, haciéndolo girarse, y el chico pudo respirar con tranquilidad, seguro de que se había librado de una conversación que habría sido muy incómoda.


—Ah —oyó a Kyungsoo murmurar—. Es Kai.


Aquel era otro de los grandes misterios de la vida que, a día de hoy, Baekhyun todavía no había logrado resolver. ¿Cómo demonios había podido alguien como Chanyeol – que era, pues eso, Chanyeol – haber logrado convertirse en el mejor amigo de Kai? Si Luhan era el príncipe del instituto, todo él pelo claro y ojos grandes, Kim Jongin, alias Kai, era el rey. Un rey que era la estrella del club de danza, y que, en palabras de la mayoría del cuerpo estudiantil, era demasiado sexy como para ser normal.


Había algo en él – tal vez su forma de moverse, de hablar, el timbre de su voz o el tono de su piel – que volvía a la gente loca. Con sólo una sonrisa o un par de palabras susurradas, hubiera podido poner a sus pies a quien hubiera querido, cosa de la que él era perfectamente consciente. Y, aún así, y de todos los amigos que podría haberse buscado dentro de los tres cursos de bachillerato, había escogido a Chanyeol, que saludaba a la gente como un idiota y era poco menos que un peligro público.


Era inexplicable. Verdaderamente inexplicable. Una de esas cosas completamente imposibles de entender. Y sin embargo allí estaban, Chanyeol diciendo algo y sonriéndole y Kai riéndose y caminando junto a él hacia una mesa en la parte opuesta del comedor.


—¿Ha venido a comer hoy a la cafetería? —susurró Kyungsoo, casi como si hablara más para sí mismo que para los demás—. Creía que siempre comía fuera.


Luhan esbozó una sonrisa divertida.


—Tal vez haya venido a darle apoyo moral a Chanyeol, ahora que va a empezar con su nuevo trabajo.


Baekhyun suspiró y gruñó algo que sonó extrañamente parecido a “no empieces tú también, por favor”. Luhan se encogió de hombros, y Jongdae, riéndose de nuevo, le pasó a Baekhyun una mano por los hombros.


—Supongo que sabrás que vamos a estar esperando todos los detalles de esa clase mañana.


Zafándose de su contacto, Baekhyun se metió en la boca una nueva cucharada de sopa, prácticamente deseando que aquel mejunje verde le causara, de repente, una indigestión que lo obligara a estar en cama hasta el día del examen.


Sus amigos podían reírse, pero, por mucho que ellos se lo tomaran a guasa, Park Chanyeol aparecería aquella tarde en su casa. Y, teniendo en cuenta el tipo de relación – o falta de ella – que habían tenido los dos durante todos aquellos años, la situación iba a ser, como mínimo, muy, muy extraña.


--


Cuando sonó el timbre aquella tarde, Baekhyun ya se había quedado solo en casa.


Su madre, que aquella semana cubría el turno de noche, se había marchado a trabajar apenas media hora atrás, dejándole la cena hecha y guardada en la nevera y un sobre lleno de dinero para pagarle a Chanyeol todas las clases del mes sobre la mesa del salón. De querer – y la idea se le había pasado por la cabeza en más de una ocasión aquella tarde – Baekhyun habría podido encerrarse en su habitación, colocarse los cascos en las orejas, poner su iPod a máximo volumen y esperar a que los timbrazos parasen. Si su madre no estaba, no podría obligarlo a salir, ni a abrir la puerta, ni a soportar a su peor pesadilla en forma de su vecino del al lado durante la hora y media siguiente. El único punto débil del plan era que se enteraría de lo que había hecho al día siguiente, le pediría a Chanyeol que volviese y, para acabar de arreglarlo todo, lo castigaría a él por dejarlo tirado, así que aquello no era una opción.


Por mucho que le pesara, tendría que abrir la puerta.


Cuando sonó el tercer timbrazo, y decidiendo que no podía posponerlo más, el chico se echó un último vistazo en el espejo del salón – no es que tuviera un aspecto muy presentable, con el viejo chándal que usaba para estar en casa y el pelo despeinado, pero suponía que daba igual – y cruzó la habitación, descorriendo el cerrojo de la entrada con parsimonia para poder abrir la puerta.


Y allí, parado en el rellano estaba Chanyeol, vestido con una sudadera oscura y vaqueros, mirándolo desde arriba como si no supiera muy bien qué decir y con un libro infernalmente gordo y un cuaderno bajo el brazo.


—Buenas noches —lo saludó tras un último instante de duda, con un tono de voz que, para ser Chanyeol, podría considerarse quedo y suave, pero que aún así sonaba demasiado alto. Baekhyun no respondió, y simplemente se dedicó a observarlo con los brazos en jarras, preguntándose, muy a pesar suyo, cuánto medía aquel idiota, y por qué tenía él que llegarle a la altura de la nariz. Cuando transcurrieron unos segundos, Chanyeol soltó una especie de carraspeo incómodo, como si estuviera empezando a contemplar la posibilidad de que Baekhyun fuera a dejarlo de pie en el descansillo durante toda la próxima hora—. Ehm... Yo... Estás distinto —murmuró finalmente, al darse cuenta de que su interlocutor no tenía la menor intención de hablar—. Al aspecto que tienes siempre, digo.


Baekhyun parpadeó, cogido por sorpresa.


—¿Eh?


—No llevas eyeliner, en los ojos. Hacía años que no te veía así; pareces mucho más joven.


Baekhyun no hubiera sabido decir si aquello había sido alguna especie de cumplido extraño, pero decidió ignorarlo y cruzarse de brazos, apoyándose suavemente sobre el marco de la puerta.


—Por supuesto que no llevo; he estado toda la tarde en casa. Hace horas que me lo he quitado.


—Ah, claro.


Claro.


Decidiendo que ya estaba bien de conversaciones sin sentido y que era mejor terminar con todo aquello cuanto antes, Baekhyun se apartó de la puerta y retrocedió hacia el salón, dejándole vía libre a Chanyeol para que entrara. El otro chico lo observó con expresión extraña durante un segundo, pero no tardó en asentir para sí mismo y seguirlo, mirando a su alrededor con curiosidad, como si aquel pequeño salón y sus viejos muebles le parecieran increíblemente interesantes.


Si Baekhyun pensó durante un momento que lo sorprendía ver a Chanyeol tan serio y tan callado, la idea no le duró mucho. Para cuando alcanzó la mesa del comedor, aquel idiota ya había recuperado su actitud energética de siempre y sonreía tanto como si alguien le hubiera dicho que le acababa de tocar la lotería.


—Byun Baekhyun —comenzó, haciendo que el interpelado se girase y lo observara como si se hubiera vuelto loco—, tenemos menos de ochenta días hasta que te examines de economía, y hay que conseguir que para entonces hayas entendido este libro entero —para el horror de Baekhyun, señaló con entusiasmo el enorme tomo que había traído consigo, y que acababa de colocar con bastante poco cuidado encima de la mesa ante él—. Supongo que estás preparado.


Baekhyun consideró que lo mejor que podía hacer era dejarse caer sobre la silla más cercana, y Chanyeol lo siguió poco después, sentándose en la silla a su lado con los codos apoyados sobre la mesa.


—Este examen es duro —insistió, con el tono convencido y tranquilo, casi alegre, del que está hablando de algo neutral como el tiempo, y no de un final terrible de economía—. Necesitamos estudiarlo bien si quieres aprobar.


Absolutamente desganado, Baekhyun clavó los ojos sobre los dos pares de manos que descansaban sobre la mesa.


—¿Me quedan ochenta días, has dicho?


—Más o menos.


—¿Cuentas los días? ¿Para qué?


Los dedos de Chanyeol se crisparon levemente sobre el hule blanco con el que su madre había cubierto la mesa para que estudiaran. Tenía la mano considerablemente más grande que él, y los dedos de Baekhyun, a su lado, prácticamente parecían de juguete. No estaba tan bien cuidada como la suya propia, por supuesto que no, y, sin embargo, la de Chanyeol no era una mano fea. Incluso, y desde aquella distancia, parecía cálida.


—¿Quieres que empecemos?


—No —suspirando, Baekhyun alzó la vista. Se había propuesto no mirar a Chanyeol a la cara en la medida de lo posible, pero suponía que aquello era mejor que mirarle las manos y, de todas formas, tenía algo importante que decir. Se obligó a sí mismo a sonar amable—. Oye, Chanyeol, escucha, ¿de verdad quieres hacer esto? Todo este asunto de darme clase... No dudo de tus buenas intenciones pero, ¿es necesario que me ayudes precisamente tú? Si de verdad necesitas el dinero, puedo pagarte el precio de todas las clases aunque no vengas más, pero preferiría estudiar solo.


Parpadeando, el otro chico frunció el ceño, pero el gesto pronto se convirtió en una especie de sonrisa suave. A pesar de su negativa opinión personal sobre Chanyeol, Baekhyun tenía que admitir que había crecido bien: con el pelo más corto y sin gafas, a duras penas parecía el niño que lo había seguido todos los días a clase; y aquello no le acababa de gustar. Era más sencillo concentrarse en odiar a alguien si ese alguien era bajito, bizco y cejijunto en vez de tener el pelo brillante y los ojos tan grandes que parecían ocuparle la mitad de la cara.


—¿Vas a pagarme por no venir? —Chanyeol hizo una pausa y se rió entre dientes—. ¿Tan poco me quieres aquí que pagarías para que me vaya?


Dicho así, sonaba especialmente mezquino, y Baekhyun no pudo evitar sentirse un tanto cruel a pesar de que Chanyeol tenía en el rostro su misma sonrisa idiota de siempre y no parecía en absoluto ofendido.


—No creas que es por ti —replicó—. No me gusta estudiar con nadie, eso es todo.


—Pero necesitas aprobar. Es en lo que necesitas concentrarte si quieres poder optar a una beca de estudios, ¿no? Por mucho que superes las audiciones, no te dejarán inscribirte a una escuela superior de música si no has terminado el instituto.


Baekhyun miró a Chanyeol, sorprendido. El otro chico parecía muy ocupado buscando una página concreta en su libro, y tenía sujeto un lapicero entre los labios.


—¿Por qué sabes que quiero entrar en una escuela superior de música? —le preguntó.


—Me lo dijo tu madre ayer —Chanyeol se encogió de hombros y siguió pasando páginas, pasando a sostener el lapicero entre los dedos y golpeando rítmicamente el mantel con la punta. Baekhyun se sintió inexplicablemente irritado. ¿A santo de qué iba a su madre contándole aquellas cosas a alguien a quien él no soportaba? ¿Le había contado también que había fallado en todas sus audiciones hasta la fecha? No quería la amabilidad de Chanyeol. No quería que Chanyeol supiera.


—¿No vas a coger el dinero e irte, entonces? —murmuró. Chanyeol negó con la cabeza.


—No.


—Tal vez podrías hacer el examen por mí, si tanto quieres que apruebe. Poniendo mi nombre en vez del tuyo. O quizá podrías robar el borrador del despacho de la profesora. Me ayudarías así, mucho más que con todo esto.


—Uh-uh. No.


—Genial.


Ninguno de los dos añadió nada durante unos segundos, y el silencio, solamente roto por el sonido de Chanyeol pasando las páginas del libro, al parecer incapaz de encontrar la que buscaba, los envolvió por completo. Baekhyun se preguntó si aquello iba a ser siempre así, incomodidad dos veces por semana durante los tres próximos meses, hasta que el otro chico lanzó una exclamación alegre.


—¡Ah, aquí está! Demanda agregada. No la encontraba por ninguna parte.


—Podías haber buscado el capítulo en el índice —murmuró Baekhyun, demasiado cansado como para discutir, y Chanyeol simplemente se rió.


—Podía —admitió, esbozando una sonrisa ligeramente culpable y mordiéndose el labio—, pero no lo he hecho. Nunca se me ocurre—. Apenas un instante después, levantaba la cabeza de la página y miraba a Baekhyun—. Sé que esto no te acaba de gustar, ya me lo has dicho, pero deberías intentar dejar que te enseñe lo que pueda. Los dos deberíamos esforzarnos si queremos conseguir nuestras respectivas becas, ¿no?


Baekhyun permaneció en silencio durante un instante, tratando de tragarse una réplica que no iba a ser del todo agradable, hasta que algo de lo que había dicho Chanyeol encajó en su mente y lo hizo parpadear.


—¿”Nuestras respectivas becas”? —repitió—. ¿Desde cuándo estás tú optando a una beca? Creí que ya estabas becado.


Llevándose el lápiz a los labios, Chanyeol volvió a sonreír.


—Entré becado al instituto, sí, pero estoy optando a otra nueva, para el año que viene, en la universidad —le explicó—. De hecho, y por lo que me contó tu madre, los exámenes de acceso a mi beca son poco después de tu próxima audición. Si los apruebo, sólo necesitaré una carta de recomendación del instituto y estaré dentro del programa.


—Ah ­—Baekhyun casi se arrepintió de haber preguntado. Aquello no le interesaba en absoluto, y no quería fingir que sí lo hacía—. ¿Y qué vas a estudiar allí?


—Es... un programa internacional de excelencia, si quieres llamarlo así. Cubre muchos campos, con los mejores profesores de todo el mundo, se supone. Teniendo en cuenta que se imparte en Estados Unidos, tendría que mejorar mi inglés, pero aún así...


La atención de Baekhyun, que había vuelto a disiparse en cuanto Chanyeol había comenzado a hablar otra vez, volvió a él, devolviéndolo al presente como si alguien lo hubiera dejado sin respiración de un golpe. No estaba seguro de haber escuchado bien, así que, cuando habló, su voz sonó extraordinariamente suave.


—¿Eh? ¿Las clases son en Estados Unidos? ¿No te quedarías en Corea?


Chanyeol dudó, pero finalmente negó con la cabeza.


—Iría a vivir a San Francisco durante cuatro años —aclaró, mirando a Baekhyun como si no supiera qué reacción esperar de él. Durante un instante, el chico no dijo nada, tratando de asimilar el hecho de que Chanyeol, que había sido su vecino y su odiada sombra personal durante diez años enteros, estuviera a punto de conseguir una beca para genios que lo llevaría estudiar a la otra punta del mundo en apenas unos meses.


Tal vez aquello tuviera que ver con el karma. Tal vez alguna especie de ente divino hubiera decidido que Baekhyun tenía que soportar a Chanyeol dándole clases durante tres meses para luego recompensarlo con unos maravillosos años de universidad en los que él estaría estudiando música en Seúl y Chanyeol estaría lejos. Muy lejos. En San Francisco.


Lo cual era casi como decir que, una vez todo aquello acabara, Baekhyun se libraría de Chanyeol para siempre.


—Oh, vaya, qué suerte tienes —Baekhyun sonrió, sintiendo que todo su mal humor de los últimos días comenzaba a disiparse. Chanyeol pareció sobresaltado por un instante, pero al chico le dio absolutamente igual—. San Francisco suena como un lugar maravilloso. Cualquiera estaría deseando que le dieran una beca así. Me alegro muchísimo por ti.

Notas finales:

Bueno, pues aquí está el capítulo dos, que es principalmente de trasfondo (esa época en la infancia en la que Chanyeol era un poquito insistente de más y Baekhyun era un poquito cruel, aish). Así que la historia ya puede avanzar a partir del capítulo siguiente :D

Eso sí, muchísimas gracias a todos por haber leído, y en especial a los que os habéis parado a dejar review. Leer vuestros comentarios siempre me ayuda a escribir más, y teniendo en cuenta que los capítulos de 88D son largos, poder leer vuestras opiniones siempre viene bien.

Intentaré pasarme ahora a responder los reviews del capítulo 1 (espero que el servidor se comporte y me deje, porque he tardado diez minutos casi en iniciar sesión :'D) Si no, lo haré tan pronto como pueda, que me encanta contestaros.

¡Un saludo, y nos leemos!

R&R!


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