Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

INMORTALES por Trueno del alba

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aunque agradezco muchisimo cada review que recibo, reconozco que recibir solamente uno con el capitulo anterior fue un poco decepcionante.

Tanto si lo estoy haciendo bien cómo si lo estoy haciendo mal me gustaria que me lo dijeran, para arreglar las cosas que no gusten.

Este es el capitulo de Ikki del Phoenix y Aiacos de Garuda, una pareja que yo no conocía (y en la que jamás habia pensado) hasta que ley la historia de KING-OF-THE-DARK y me enamoré de ellos dos XD.

 

-----POV AIACOS-----

 He estado al servicio de Hades siendo uno de los tres jueces del averno.

He condenado y torturado a miles de almas en pena y nunca he dudado.

Excepto ahora.

¿Quién me mandaba a mí obsesionarme con aquel que me derrotó cuando yo aún estaba “vivo”?

Sé que Radamanthis ya ha empezado a transformar a los caballeros de oro, y por las pocas noticias que comparte conmigo, de momento sé que los gemelos ya son hijos de la noche.

Te preguntarás por qué hacemos esto y supongo que nos acusarás de estar tramando un plan maléfico para dominar al mundo.

Nada más lejos de la realidad, aunque nuestra excusa te parezca la mayor de las tonterías.

Despertamos en una noche eterna, y fuimos conscientes de que habíamos cambiado, ya no eran las almas lo que nos movía, ya no eran los castigos los que nos hacían reaccionar.

Ahora era la sangre.

Sin patria, ni dios, ni algo a lo que llamar hogar, supimos instantáneamente que no deseábamos estar solos.

Que contrario a intentar venceros y daros muerte, deseábamos que permanecieseis a nuestro lado.

Irónico ¿verdad?

Que nuestro primer pensamiento fuese el de otorgarles una nueva vida, una vida eterna, a aquellos que provocaron nuestra muerte.

Nunca os hemos culpado de esto que algunos llamarían desgracia, nunca os hemos juzgado.

Nosotros, vosotros, sencillamente éramos las marionetas de unos dioses demasiado egoístas a los que en esos momentos, les aburría tenernos inactivos.

Y puede que no volvieseis a la vida condenados, pero no hace falta ser muy listo para saber que volvisteis a una nueva vida que no deseabais.

¿Quién puede desear estar al mando de una diosa que tarde o temprano arriesgará vuestras vidas, mientras ella permanece sana y a salvo escondida en algún lugar?

¿Quién desearía vivir pendiente de nuevo enemigo que ha decidido perder la cabeza y amenazar al mundo?

Por eso el primer deseo de Radamanthis fue el de recuperar a aquel que le quitó la vida, porque mi compañero descubrió que aunque ya no le late, su corazón le pertenecía al menor de los gemelos.

Inconsciente de mí, yo fui a entregarte mi propio corazón.

Desconozco a quien de vosotros ha decidido entregárselo Minos, pues como siempre, ese hombre sigue siendo un misterio para mí y mi compañero.

Así que, al igual que el juez de Wyvern……yo me colé sigiloso en el Santuario.

Cual sombra en la noche que pasa desapercibida, cual demonio del que nadie nota su presencia.

Mientras te observaba por las noches, en el templo de ese hombre que es tu maestro, fue cuando empecé a tener dudas.

Y por qué no aceptarlo, miedo.

Porque tú eres fuego, tú eres pasión desbordada e incontenible, tú eres rabia, cólera, ira y furia desmedidas que recorren veloces tus venas impulsadas por un corazón noble y orgulloso.

Dominadas todas tus emociones por una mente clara y brillante que sin embargo, esconde demasiados secretos.

¿Y como no tener miedo, de que ese fuego tuyo se extinga si yo consigo seducirte y que me ames?

Si te transformo en un hijo de la noche, en un inmortal sediento de sangre.

¿En qué se transformará un hombre destinado a renacer de sus propias cenizas?

Por eso dudo y sigo escondido entre las sombras observando.

Por eso guardo silencio.

Aunque……soy consciente de que hace tiempo tú ya eres conocedor de mi presencia y no entiendo por qué no has hecho algo al respecto.

En la oscuridad que me facilita el escondite entre dos pilares, observo en silencio como tú y tu preocupado maestro, mantenéis una conversación.

-No sé qué hacer Ikki, por más que lo intento, no consigo comprender que es lo que le ocurre a Aioros-te dice el custodio del signo de Leo.

-Se que estás preocupado Aioria, supongo que será una nueva fase, ya sabes que a tu hermano le costó bastante aceptar esta nueva vida-le dices provocando solo con el sonido de tu voz que mi cuerpo se estremezca.

-No sabes lo pálido que está, como se encierra en su templo hasta que llega la noche, incluso su voz está algo más fina. Siempre me da la excusa de que le molesta la luz o que le duele la cabeza, y eso cuando lo encuentro en el templo, porque hace poco, desapareció durante dos días-te dice el de Leo.

Así que era eso, Aioros de Sagitario ya es uno de los nuestros.

¿Quién habrá convertido al arquero?

Ya lo sé caballero del Phoenix, debería estar más pendiente de las cosas que suceden.

O al menos, ayudar Radamanthis ya que parece que Minos, no está muy por la labor de comenzar a transformaros.

Pero es que me puedes, me tienes pegado al templo de Leo, me hipnotizas o embrujas de algún modo.

Por qué simplemente, no puedo alejarme de ti.

Y lo curioso, es que sé y soy consciente de que a la hora de la verdad.

Si consigo seducirte.

Si consigo transformarte.

Seré yo quien desempeñe el papel de esposo.

Tú jamás me permitirás dominarte, y mucho menos, adentrarme en tu cuerpo.

No importa, Ikki del Phoenix.

Yo dejaré sin dudar que tu poseas el mío, yo dejaré que me ames, que me llenes, que me destroces milímetro a milímetro de ser necesario.

Yo……Aiacos de Garuda me transformaré en el esposo más devoto, por y para ti.

Claro que……como en todo plan bien trazado, hay ventajas y desventajas, puntos clave que decidirán hacia qué lado se inclina la balanza de tu alma y de la mía.

Y a mi precisamente, me toca lidiar con la batalla más dura, con el hueso más duro de roer.

La parte en contra y para mi desgracia la más difícil de todas.

Tu pequeño hermano.

Shun de Andrómeda.

¿Cómo convencer a un ángel de que se transforme en demonio?

¿Cómo convencerte a ti, de que tendrás que ver como tú “pequeño” hermano tendrá que asesinar y alimentarse de sangre?

Es en momentos como estos cuando yo desearía ser mi antiguo dios y poder poseer la cabeza de tu hermanito, no imaginas cuanto me facilitaría eso la tarea.

Si al menos supiese a quien ama tu hermano, dejaría de vigilarte a ti y me iría derecho hacia el hombre que podría inclinar de mi lado esa balanza que ahora mismo, está en un punto muerto.

Pero con lo inocente que es ese…… ¿cómo lo llamáis?....

¡Ah, sí!……conejito……lo único cierto es que Shun de Andrómeda es capaz de andar enamorado de medio Santuario.

Lógico y normal si tenemos en cuenta que parece que vuestra diosa tiene muy buen gusto para seleccionar a sus caballeros.

¿Os habéis visto?

Si realmente lo que me extraña es que Radamanthis no haya seducido a los dos gemelos en lugar de a uno solo.

Perdón, estoy divagando, y supongo que si supieras lo que acabo de pensar perdería todas mis oportunidades contigo.

Pero dioses……

En el averno solo éramos cuatro o cinco a los que se nos pudiera considerar como guapos.

Vosotros sois diecinueve hombres deseables que parecéis nacidos del estomago del mismísimo dios o diosa de la belleza y el sexo.

Perdón, de nuevo……he vuelto a divagar nuevamente.

Te seré fiel, te lo juro.

Te seré fiel en cuando te convierta y seas mi marido.

Pero la idea de seducir y disfrutar de alguno de tus compañeros mientras llega ese momento, es algo que provoca que en este mismo momento, mis pantalones resulten un poco más estrechos.

-¿No vas a salir de ese escondite en el que llevas noches metido, Aiacos?-me gritas.

¡Mierda!

Tanto divagar a manos de la lujuria me ha hecho bajar la guardia y no ser consciente de que hace un buen rato que estas solo en el templo.

……

……

¿Solo en el templo?

……

……

¿Tú y yo?

¿Solos?

Por primera vez el pánico me invade.

¡Maldita sea!, ¡Soy un ex juez del averno y estoy temblando!

¿Donde se ha metido tu maestro?

-¿Quieres que vaya yo a buscarte?-vuelves a preguntar en voz dura mientras cruzas los brazos por encima de tu pecho.

Tan solo mírate. Ni siquiera llevas armadura y tu presencia es imponente ante mis ojos.

Si supieses cuanto te deseo mientras salgo del escondite con pasos inseguros y la voz atragantada en algún lugar de mi cuerpo posiblemente me llamarías o pervertido o loco.

-¿Desde cuándo?-me preguntas clavando esos ojos tan azules como fieros, en un cuerpo que siento que empequeñece por momentos.

Dioses, tu eres un chiquillo a mi lado, y sin embargo, soy yo el que se siente como un niño pequeño.

-Contesta, Aiacos, ¿desde cuándo dejaste de ser un juez del averno, para transformarte en un monstruo?

¿Lo sabes?, ¿te has dado cuenta?, pero…… ¿cómo?

Tiemblo, cierro los ojos, me ruborizo si es que eso es posible.

No soy un monstruo, no me consideres un monstruo, no me llames así.

Tú no.

No puedo, no lo deseo, me es imposible alzar la cabeza y mirarte a los ojos.

Soy un cobarde al que no le salen las palabras, pero si lágrimas manchadas de sangre.

Me vences, me derrotas, me invades en lo más profundo, me ganas sin que haga falta una batalla.

Golpéame, humíllame, derrótame con las alas del Phoenix.

Pero……deja de clavar tus ojos azules en mi persona o caeré rendido entre tus brazos antes siquiera de pronunciar palabra alguna.

Y entonces lo siento.

Ese calor inmerso, esa aura tuya forjada en el interior de los volcanes, cerca.

Demasiado cerca, tanto que el frío propio de los vampiros ha abandonado mi cuerpo, y siento como si en este instante, la sangre hirviese en el interior de mi cuerpo.

“Tócame Ikki, tócame por favor” es lo que pienso.

Y cómo si tuvieras el poder de leer mis pensamientos……las siento.

Suaves, cálidas, finas a pesar de tu fuerza.

Las yemas de tus dedos acariciando mi mejilla mientras yo permanezco con los ojos cerrados.

Y mis piernas pierden la fuerza de sostener mi cuerpo, y voy cayendo en dirección al suelo.

Hasta que tus poderosos brazos frenan mi caída, acunando mi cintura mientras de manera inconsciente he abierto mis ojos al tiempo que mis manos se han posado en tus hombros.

Dioses Ikki, eres tan hermoso, tan perfecto.

-Aiacos-pronuncias suavemente, casi lo murmuras.

-Por…favor…Ikki, por favor-te ruego con voz anhelante.

La fuerza con que aprietas mi cuerpo al tuyo, no es comparable al sonido que sale de tu garganta cuando te apoderas apasionado de mis labios.

Dime que no es un sueño Ikki del Phoenix, dime que lo que siento son tus labios batallando porque yo abra los míos, dime que es tu lengua la que lame mis labios, la que fuerza mi boca, la que explora la mía propia mientras yo rodeo tu cuello con mis brazos y enredo mis dedos en tus cortos cabellos.

Dime que no has usado toda la fuerza que posees para levantarme a peso.

Porque no puedo creer que ahora mis piernas rodeen tu cintura, y que sin cortar el beso me estés llevando a ciegas hasta algún lugar del templo de Leo.

-Te deseo-me murmuras-A pesar de todo, a pesar de esto, te deseo.

No es posible, no, no lo es.

Que se haya acabado el aire de tus pulmones mientras alcanzabas uno de los sofás del salón y hayas dicho esas palabras.

No es posible que yo ahora este sentado en tu regazo, agarrado a tu cuello, mientras tú exploras mi pecho al mismo tiempo que vas desgarrando mi camisa, que sean tus labios los que marquen mis hombros mientras yo muevo mi cadera para que se rocen nuestros miembros.

-Aiacos-susurras.

Dioses, has conseguido que me derrita ante ti, que eche hacia atrás mi espalda sujetada por tus brazos, para que tú aprisiones mi pezón izquierdo con tu lengua y con tus labios.

-Ikki-consigo decir en un jadeo, rasgando con mis uñas la camiseta de entrenamiento que llevas puesta, tocando finalmente la piel de tu espalda.

Mataré a cada uno de los que provocó que tu cuerpo tenga cicatrices, despedazaré a quien vuelva a osar levantarte la mano, y…… aunque sea tan irónico como imposible cuando es del ave de fuego de quien estamos hablando.

Yo cuidare de ti.

Dime que el calor que me consume lo producen esas llamas únicamente tuyas, dime que son tus manos las que han cogido mi cuerpo y lo han volteado.

Que no es un sueño que este tumbado y tú sigas apoderándote con rabia, furia y deseo incontenible de mis labios.

Dime que te convertirás en mi marido.

Pero di algo.

Porque muero por escuchar tu voz resonando en mis oídos.

Muero porque me desees, porque me colmes de caricias, de besos, porque me hagas tuyo de manera irremediable.

Por poder decir orgulloso, que le pertenezco a Ikki del Phoenix.

-Aiacos-vuelves a murmurar mirándome a los ojos mientras tus manos desprenden de mis piernas el pantalón que aún cubre mi cuerpo.

-Hazme……hazme el amor-te contesto entre jadeos contenidos parcamente, entre respiraciones agitadas que si no fuese inmortal me estarían matando.

Y vuelves a apoderarte nuevamente de mis labios, vuelves a provocar que abra la boca para ti y nuestras lenguas se consuman entre ellas.

¿En qué momento tuve el atrevimiento de pensar que solamente eres un niño?

¿Hace cuanto que te convertiste en un hombre hecho y derecho sin que yo me diese cuenta de ello?

Me arrastras, me doblegas, impones tu fuerza a la del que un día sirviese al mismísimo dios de los muertos.

Y bajas…bajas, bajas y bajas creando con labios y lengua, con saliva y las yemas de tus dedos un camino desde mis labios hasta mi sexo.

Un sexo que te espera deseoso, que se alza única y absolutamente bajo tu influjo.

Y entonces, mi garganta se desgarra con el grito desesperado que pronuncia tu nombre cuando esos labios de fuego apresan mi carne.

Cuando esa saliva, cual lava volcánica, comienza a empapar cada pliegue de carne, cada escondite, mientras tu lengua traviesa juguetea con mi miembro provocando que sin quererlo, hunda las uñas en tu espalda y sea yo quien te provoque nuevas cicatrices.

Y al oler la sangre que yo mismo he provocado, mis sentidos se alertan mientras los colmillos nacen entre mis dientes.

Como desearía que te alzases y me ofrecieses tu cuello por propia voluntad.

Como desearía que por un momento olvidases a tu diosa, maestro y hermano y decidieses que eres incapaz de alejarme de tus brazos, de tu cuerpo caliente que sigue llevándome hasta los límites insospechados del placer humano y divino.

Pero eres Ikki del Phoenix.

El eterno.

El inquebrantable.

El orgulloso y justiciero.

No alcanzo a comprender por qué me estás haciendo esto, porque colmas mi cuerpo cuando seguramente, cuando esto acabe, te darás la vuelta como si no hubiese ocurrido nada, e ignorarás que el antiguo juez de Garuda ha caído entre sus brazos……y se ha dejado doblegar por ellos.

¡Qué orgulloso te sentirás entonces de tu victoria, mientras yo me hundo en un infierno peor del que vi con mis propios ojos!

Te siento entonces, explorar con los dedos un interior que te recibe gustoso.

Ni siquiera le daré importancia a la cuestión de que por primera vez en la vida, yo manejaré el papel pasivo en una relación.

¿Te has dado cuenta, verdad?

Que estoy incorrupto, que eres el primero, que nadie nunca ha tenido el honor de tener a este juez del averno entre sus piernas.

Lo sé……lo sé porque has parado todo y estás clavando tus ojos en los míos.

Lo sé porque tus pupilas tiemblan.

-Te estaba esperando-te susurro ofreciéndote la respuesta a una pregunta que no has hecho.

-¿Por qué?-me preguntas añadiéndole a tu voz un tono dudoso, y por qué no decirlo, orgulloso.

-Te amo-te digo tragándome orgullo y vergüenza.

Me declaro olvidando el odio con el que me miraste la última vez que nos vimos.

Esa en la que me mastates.

Esa que provoca que ahora viva preso de una noche eterna, y del amor que te profeso.

Del deseo por ti.

De la pasión que me provocas.

De la esperanza de que acunes mi cuerpo con las alas del Phoenix y me protejas como si yo fuese lo más valiosos del mundo.

Y para ti.

Yo jamás seré tu objeto más preciado, ni tu posesión más deseada.

Sé que ese puesto lo ocupa un jovencito de ojos tan verdes como sus cabellos.

Tu hermano siempre será lo primero.

Siempre será lo más importante.

Realmente.

Siempre será el único.

-Y yo……también te amo a ti-me dices.

Y entonces todo desaparece para mí.

Todo menos tú.

¿Me……me acabas de decir que me amas?

El Phoenix, mi Ikki…… ¿me corresponde?

Y ya no puedo evitarlo.

Me derrumbo entre tus brazos mientras tú comienzas a penetrar mi cuerpo.

Cedo a tu alma, a tus deseos, y olvido que soy Aiacos de Garuda.

Me olvido de mi mismo ante esas palabras que has pronunciado sincero.

Me amas.

Lo suficiente como para hacerme prisionero de tu cuerpo, de tu pasión, de ese fuego interno que desprendes.

Y el sudor de tu cuerpo, el calor de tu piel morena, logran fundirme a niveles insospechados cuando tú tocas fondo y yo aprisiono tus caderas con mis piernas y tú espalda con mis brazos.

Arqueando la espalda con fuerza en el mismo momento que decides que mi cuerpo ya ha tenido bastante descanso y comienzas a moverte, a penetrar en mí.

A gozar de mí.

A entregarte a los designios de la pasión y la lujuria, a los del olvido que se suplanta con cada escalofrío que te recorre, con cada caricia que te dedico.

Con cada jadeo, con cada gemido, con cada grito que sale de mi garganta cuando das en el punto interno que me hace alcanzar el mismísimo cielo.

-Hazlo Aiacos-me dices entre jadeos.

No entiendo, lo sabes, es imposible que por más que lo desee yo comprenda el significado de esas palabras.

No cuando soy incapaz de hacer otra cosa que no sea aferrarme a tu cuerpo.

No cuando deseo más de ti, solo de ti.

Te mueves, profundizas, elevas el placer al mismo tiempo que las embestidas, me arrastras a un punto sin retorno en el que mi cuerpo se quiebra y mi alma grita.

Y tu mano, trabaja entonces, bajando hasta mi miembro olvidado.

Dime que ya no hay más, dime que el placer no aumentará.

Porque si lo hace, si me colmas más de lo que ya lo haces.

Caeré presa de un embrujo que ni yo mismo podré dominar.

Pero el placer aumenta, al igual que tus jadeos, al igual que el sudor de tu frente, de tu pecho, de tus brazos poderosos que sujetan con fuerza mi cuerpo.

-Aiacos muérdeme-me ordenas.

Abro los ojos hasta límites insospechados ante esa orden.

Te miro, me miras, pero en tu mirada hay decisión y en la mía duda.

En tu voz hay seguridad y mis labios sin embargo tiemblan.

¿Qué será de tu fuego interno si yo oso clavar mis colmillos en tu cuello y arrebatarte la sangre?

¿Qué será de mi Ikki?

Dudo, lo sabes, me conoces lo suficiente para saberlo.

Y en el mismo momento en que provocas mi orgasmo, en el mismo en que esa semilla blanca y espesa es arrojada desde mi cuerpo, tú sueltas el miembro que masturbabas y rodeas con esa misma mano mi nuca.

Acoplando mi cuerpo a tu antojo, acercando mi boca a tu cuello mientras no dejas de moverte dentro de mí, jadeando por mí.

Haciéndome tuyo.

-No……yo no……pue……

-Quiero que seas mi esposo-me dices entre jadeos cortando mis palabras.

Y entonces……saboreando con la lengua el salado sabor de tu piel, probando con mis labios el calor que desprendes……

Te pruebo.

Y, finalmente, ante el empuje fuerte y seguro de tu mano sobre mis cabellos, hundo los colmillos en tu carne mientras tú das una nueva y firme estocada en el interior de mi cuerpo.

El poder del Phoenix, invade mi garganta.

El calor de tu cuerpo, invade el mío mientras te clavas una y otra vez en mi cuerpo.

Poseyéndome completo mientras yo me alimento de esa sangre roja y espesa, metálica y caliente que poco a poco voy succionando.

Alimentándome de ti.

Perteneciéndote.

-Te……te amo-me dices mientras siento tu simiente llenar mi interior.

¿Qué no daría yo en estos momentos por ser mujer y de que esta unión naciese algo más que un hijo de la noche?

Vendería mi alma para aliviar el dolor que te causaré cuando decidas traer a tu querido hermano con nosotros.

Cuando consigas el valor necesario para clavarle los colmillos a un ser al que eres incapaz de hacerle daño.

Pero se de sobras que el Phoenix no es nadie sin Andrómeda.

Sé que Ikki, es incapaz de vivir sin Shun.

Y deberás pelearte contigo mismo y con tu instinto si deseas que tu hermano nos acompañe en la inmortalidad.

Y con esos celos fraternales que no dejarán que otro hombre sea el dueño de tu hermano.

Lastima me da aquel que se gane a pulso el corazón de Andrómeda.

No saben con quién tendrán que pelear para demostrar que son merecedores del amor de ese muchacho.

Entre las respiraciones entrecortadas, entre los espasmos del orgasmo que aún resuenan entre nuestros cuerpos, yo llevo mis largas y poderosas uñas a mi cuello.

Eres demasiado digno para beber de otro lugar que no sea ese.

Noto correr mi sangre durante una fracción de segundo.

Lo que tú tardas en abrazar mi cuerpo y posar los labios en el líquido que te cambiará por completo.

Y entonces……el miedo le cede paso a la seguridad.

La incertidumbre es superada por la fuerza.

Mientras noto la sangre abandonar mi cuerpo y alimentar al tuyo.

Con una claridad rayana en la adivinación comprendo que ni siquiera la inmortalidad apagará tus llamas.

Que la noche eterna no vencerá nunca a ese fuego eterno propio de tu signo.

Tu orgullo seguirá intacto.

Tu poder, mayor que el del resto.

El más poderoso vampiro que conocerá la noche eterna que nos aguarda a todos.

Por más que yo acabe de arrebatarte la “vida” en más de un sentido………

Ikki del Phoenix seguirá renaciendo de sus cenizas.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).