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Cercanía y Distancia por midhiel

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Los X-Men y su universo pertenecen a la compañía Marvel, lo demás es de mi autoría. Andrew es un homenaje a mi amiga Prince Legolas, ya que usó ese nombre para un personaje en su fic de POTC “Against All Odds”.

Capítulo Dos: Preludio de Guerra

“Era complicado para mí definir en aquella época lo que sentía por Erik. Hoy afirmo que me enamoré. Erik Lehnsherr era todo sentimiento: odio, rencor, amor, violencia. Era la pasión desbordada hecha persona y supongo que yo, autocontrolado de forma constante, lo hallé atractivo. Dicen que los opuestos se atraen. Yo sé que el enamoramiento puede reducirse a una mezcla de sustancias químicas en el cerebro, y lo sabía en 1962 pero poco me importó.”

“Erik me atraía y punto. No de la manera en que me atraía la ciencia, sino como una obsesión tan poderosa, que me impedía pensar en nadie más, y esto me asustó. Utilicé mi capacidad para serenarme y sublimé mis sentimientos a la causa que perseguíamos: reclutar jóvenes mutantes en los distintos rincones del planeta.”

“Ninguno de los dos volvió a mencionar lo que ocurrió aquella noche. Al principio pensé que a mi amigo lo avergonzaba más que a mí y por eso lo negaba, pero poco a poco entendí, con mucho dolor, que simplemente no le interesaba haber tenido relaciones conmigo. Seguimos siendo amigos y trabajábamos juntos.”

“Ya mencioné que Erik era pasional y, a veces, el odio que sentía se convertía en sadismo, como la vez que necesitamos que Emma Frost nos confesara el plan de Shaw, y no dudó en torturarla para quitarle la información. Pero, por otro lado, el amor que le guardaba a su madre era la ternura hecha recuerdo. Cuando me permitió acceder a la memoria que guardaba de ella, no pude evitar las lágrimas y yo no me emociono fácilmente.”


-Profesor – Hank golpeó la puerta con suavidad.

Charles dejó de escribir pero esta vez no guardó el papel ni la pluma. Observó el reloj en su muñeca y se asombró de lo rápido que habían pasado las dos horas.

-Adelante, Hank.

El joven abrió la puerta, permitió que un alegre Andrew entrara, y la cerró. Sabía que después de un día de trabajo, el profesor no anhelaba más que compartir la cena con su hijo a solas.

El niño corrió hasta la silla de ruedas. Tomaba con naturalidad que su padre no pudiera caminar porque nunca lo había visto hacerlo. Tampoco cuestionaba el porqué no podía levantarse, simplemente porque lo aceptaba tal como era: cariñoso, sencillo y sabio. Los jóvenes mutantes con los que convivían, respetaban a su progenitor y le tenían una confianza ciega, al igual que él. En una ocasión Charles le había contado que antes de que naciera, había sufrido un accidente, y Andrew no le había reclamado más información.

-¿A qué estuviste jugando? – preguntó Charles, mientras le apartaba el cabello de la frente.

-Fui al jardín a correr y después me hamaqué en el columpio gigante.

-Eso significa que te divertiste mucho.

El niño asintió.

Haciendo fuerza con ambos brazos, Charles lo alzó y sentó en sus piernas. Andrew se entusiasmó porque significaba que así lo llevaría al comedor.

-¿Qué te gustaría cenar, hijo?

-Chocolate – respondió el pequeño y se puso serio -. Pero ya pasé por la cocina y vi a Alex preparando espagueti.

-Espagueti con salsa de chocolate no suena mal – bromeó su padre, relamiéndose los labios.

Andrew arrugó la cara con asco.

-¡Papá! ¡Es horrible!

Charles rió, mientras empujaba la silla con su mente.

Los espaguetis estaban deliciosos. Con el correr de los años Alex Summers había aprendido a cocinar y sus amigos afirmaban que si algún día se encontraba en apuros, podría trabajar de chef en algún restaurante. Eso si no se le ocurría antes entrar en el terreno de la construcción y demoler edificios con los rayos de su pecho.

Padre e hijo cenaron en la larga mesa del comedor principal. Charles sentado en la cabecera y Andrew a su derecha. No hubo salsa de chocolate en los fideos pero sí crema de cacao en los postres y el niño lo disfrutó con ganas.

Más tarde Charles lo acompañó a cepillarse los dientes, lo arropó y regresó a su despacho para seguir con sus notas. Hank lo había interrumpido cuando escribía sobre Erik. Sin embargo, ahora su mente estaba puesta en su hijo, por lo tanto hizo el papel a un lado y empezó de cuenta nueva.

“Esa noche de borrachera engendramos a Andrew pero no supe que lo esperaba hasta dos meses después. Fue la noche antes de entrar en combate por el conflicto de los misiles en Cuba.”

“Con Erik acabábamos una de nuestras partidas de ajedrez mientras discutíamos nuestros puntos de vista sobre los hombres y los mutantes. Yo deseaba la paz por encima de todo, él me aseguró que la paz no había sido nunca una opción. Sin llegar a un acuerdo, mi amigo se retiró a dormir y yo decidí darme una ducha caliente.”

“Cuando me paré frente al espejo del baño, sentí ondas cerebrales muy primitivas desarrollándose en mi vientre. Me masajeé los costados de la sien, pensando que se trataba de los nervios de la batalla inminente. Me concentré para tranquilizarme y, como era habitual en mí, autocontrolarme. Sin embargo, las ondas continuaban latiendo en mi interior.”

“No supe qué pensar. Temí que se tratara de una nueva mutación extraña en mi cuerpo, tal vez algún efecto colateral del uso excesivo de la máquina Cerebro, o quizás, me observé en el espejo con una sonrisa ingenua, estaba preñado. Todavía hoy me viene la fría sensación en la espina cuando razoné que la respuesta más acertada debía ser esta última. ¿Acaso estaba esperando un hijo? Imposible, me respondí taxativamente. Mas había sido imposible también décadas atrás que existieran personas mutantes y aquí estábamos.”

“Nadie en ese entonces y nadie ahora conoce los alcances de los poderes que la gente como yo posee. Gestar un hijo siendo hombre y traerlo al mundo después de tener relaciones con alguien de nuestro mismo sexo podía ser una más de nuestras habilidades.”

“No entiendo si fue esta conclusión, o las náuseas de los primeros meses, o ambos motivos a la vez, lo cierto es que la cena mezclada con el whisky durante la partida de ajedrez me subió a la boca y apenas me alcanzó el tiempo para alzar la tapa del retrete y devolverla.”

“Me enjuagué la boca y me observé en el espejo detenidamente. Lucía más pálido que de costumbre y dos ojeras grises disfrazaban mis párpados. Tenía la garganta reseca y fui a la cocina a beber agua fresca.”

“Una sorpresa no menos impactante me esperaba allí. Mi hermana Raven, a la que yo veía tierna e inocente, me estaba aguardando completamente desnuda para espetarme que en lugar de adaptarnos al resto de las personas normales y encajar en la sociedad como yo deseaba, teníamos que enseñarles que éramos superiores y sentirnos orgullosos de serlo. Entreví la idea de supremacía racial que predicaba Erik y no necesité leerle la mente para entender que había estado con él. No quise reprocharle ni acusarla, ambos, tanto Erik como ella, eran libres de relacionarse con quien quisieran. Solo que cuando se marchó, me acaricié el vientre y pensé no solo en el futuro de la Humanidad, sino en el mío. ¿Qué sería de mí y qué sería de mi hijo, si, tal como lo sospechaba, estaba gestando uno?”

“Bebí el agua y me retiré a la cama. La necesidad de sentirme lúcido para el día siguiente y los cambios en mi cuerpo hicieron que conciliara enseguida el sueño.”

Charles dejó la pluma dorada a un costado y apoyando los codos sobre el escritorio junto las yemas debajo del mentón. Habían pasado siete años y la ola de recuerdos y sentimientos tan profundos lo obligaron a detenerse. Cerró los ojos para recordar los fragmentos de la batalla: vestirse con los trajes que anteriormente Hank les había diseñado y su temor de que el suyo no cerrara en la cintura, el miedo de que el movimiento violento de la aeronave le provocara náuseas, el uso constante de su mente para evitar la lucha cuerpo a cuerpo con el enemigo, todas habían sido precauciones tomadas para no revelar y al mismo tiempo cuidar su estado. Después, tristemente, fue testigo del asesinato por venganza de Erik, y luego sobrevino el accidente que lo dejó lisiado de por vida para evitar que su amigo y padre de su hijo desatara una masacre sobre gente inocente.

“Cuando asfixiaba a Moira, le grité que la culpa había sido suya. Me miró y yo lloraba de bronca. Sentía que Erik me había fallado en todo sentido y yo había fallado con él por creerle. Si era telépata y me jactaba de conocer tan bien las mentes, ¿cómo podía haber esperado redención de una persona consumida por el odio?”

“Erik me observaba con tristeza y culpa. No era desalmado después de todo, si sentía remordimientos. Nos observamos y sentí que lo amaba. ¡Qué sensación patética y humana al mismo tiempo! Me odié y quise odiarlo a él. Quise, porque no pude hacerlo.”

“Luego se marchó con los jóvenes que quisieron seguirlo, Raven entre ellos, y yo quedé en la arena, en brazos de Moira y rodeado de mis amigos. No podía sentir mis piernas pero sí las ondas que seguían latiendo en mi vientre. Al menos mi hijo seguía vivo y tenía que protegerlo. Alex sugirió que buscáramos ayuda para llevarme a un hospital.”

“Apreté el brazo de Moira y le susurré:”

“Estoy preñado.”

“-Charles – murmuró, incrédula.”

“Llévenme a casa – jadeé y cerré los ojos. Suspiré hondo, el dolor era insoportable y necesitaba anestesia -. Allí consultaremos a los especialistas. . . que me atiendan allí. Nadie . . . nadie del Gobierno- tiene que descubrir mi estado.”

Moira asintió, condescendiente. Miró a los jóvenes e impartió órdenes para que repararan la aeronave y me llevaran a la mansión.”

“Pasé tres meses de angustia entre jeringas, cirugías, tratamientos avanzados, rehabilitación y falsas esperanzas porque no pude recuperar la movilidad de mis piernas. Mi embarazo avanzó y después de borrar la memoria del último médico antes de que abandonara mi casa, ya me hallaba de cinco meses. Los chicos que permanecieron conmigo, Alex, Hank y Sean, se enteraron de mi estado la misma noche que regresamos a casa. Fue una sorpresa para todos y ya como cofradía, juraron los tres guardar el secreto y ayudarme. Moira también lo juró pero sus contactos con el Gobierno no me guardaban confianza. Confiaba en ella, sí, como persona, pero no en lo que sus superiores pudieran hacerle para sacarle información y decidí que lo mejor para ella sería borrarle todo lo que había vivido desde que se mudara conmigo a la mansión para entrenar a los jóvenes.”

“Entre los muchos problemas, tratamientos y expectativas que tenía no tuve tiempo de pensar en Erik hasta que despedí al último especialista. Como ya lo escribí, entonces llevaba cinco meses de embarazo y pensé que sería importante que el otro progenitor lo supiera.”


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