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~ Balada de Otoño ~ por Mirnest2

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Notas del capitulo:

Y bueno... ya es tiempo. 

No tengo nada más que decir, solo agradecer infinitamente a todas esas personas que leyeron, lloraron y sufrieron con esta historia. cada lectura, cada review me hizo enormemente feliz.

A pesar de que este fic se me hizo muy dificultoso de seguirlo por los estragos emocionales que también causó en mí, pienso que logró su cometido y fue tan solo lo que siempre quise que fuera: una historia de amor. Tal vez fue distinta pero la vida es así, el amor se muestra de muchas maneras y lo importante es capturarlo, vivirlo y ser felices mientras éste dure :)

Se cierra definitivamente este ciclo...

Gracias por leer ~Balada de Otoño~

Un beso!

-EPÍLOGO II-

 

 

En el momento exacto en que una puntada le atravesó la garganta a causa de la falta de aliento, es que se culpó por haber sido tan imbécil en haber dejado de usar su auto. No supo cuánto tiempo llevaba corriendo, ni qué tanto había avanzado, Minho tan solo corría, y sin detenerse, como si el tiempo jugara en su contra, como si llegar a su destino fuese más apremiante que respirar o notar cómo comenzaba a sudar.

Cuando a lo lejos divisó una parada, se apresuró aún más en ir hasta ella. Volteó la vista por un momento y se percató de que un taxi venía hacia donde él y otra mujer que llevaba más tiempo ahí, estaban esperando.

 

-          Lo lamento…  - se excusó cuando se interpuso delante de la mujer cuando esta abrió la puerta del taxi, introduciéndose él.

 

-          ¡Hey, imbécil!

 

-          Al cementerio por favor… y rápido – le dijo mirando de reojo por el vidrio posterior del vehículo, viendo como la pobre mujer hacía gestos con sus manos, evidenciando lo enojada que estaba.

 

Se bajó apenas divisó el enorme umbral de pilares enladrillados. Le arrojó un par de billetes al chofer y prosiguió con esa carrera que no quería perder, no podía perderla.

Pero fue justo en el ingreso, en que algo le hizo estremecer el corazón y casi lo desestabiliza. Un ahogo en su pecho y su mano que se apretó en esa zona como sosteniéndolo. Aun así no prestó atención ni se detuvo, lo que le aquejaba era mucho más importante que una simple molestia.

 

Y no lo notó.

 

No se dio cuenta.

 

Tan solo lo ignoró.

 

En el momento preciso en que Minho ingresaba al cementerio en donde descansaban los restos de Taemin, fue que la presencia imperceptible de una mujer pasó casi rozando uno de sus hombros.

 

 

Madre, ¿lo lograste, cierto…? Lo has hecho… y gracias por eso. Ahora que recuerdo que fui yo quien quiso que Minho continuara con su vida y me olvidara, es que soy capaz de sentir que todo tiene sentido y que se ha hecho todo lo que esperé que se hiciese. Gracias madre, gracias…

 

Bajo sus pies deja las infaltables rosas blancas que siempre le llevaba cada viernes de cada semana, de cada mes, hasta esa fecha. Sonríe rozando la pieza de mármol que lleva tallado su nombre y las fechas de su nacimiento y deceso. No hay frases memoriales, ni nada por el estilo. La mujer siempre creyó que para Taemin no habría ninguna frase que pudiese resumir lo que la vida de su hijo significó para ella.

Taemin había sido siempre un préstamo, algo provisorio, destinado a ser arrebatado luego de un tiempo. A pesar de que en un principio se acostumbró a la idea de que sería siempre de ella, no fue ni la enfermedad ni su muerte quienes se lo llevaron lejos. No lo fueron.

 

La mujer camina con la misma calma que ganó con el paso del tiempo, mientras se coloca sus lentes oscuros y se acomoda aquel sombrero. No alza la mirada, y solo da un paso tras otro aturdiéndose con el sonido de sus tacones.

Pero no es hasta que siente un descoordinado palpitar en su pecho y que la hace encogerse levemente, es que se percata de quien se aproxima al lugar.

Lo ve descender apresuradamente de un taxi. Lleva el pelo alborotado y con las puntas húmedas a causa del sudor; probablemente estuvo corriendo mucho tiempo antes de decidirse por pagar por transporte para llegar al lugar, ¿en dónde estaba su auto…?

Se veía agitado y con prisa, y entonces comprendió que lo que Taemin hubo planeado aquel día en que Minho fue expulsado de su casa, al fin había dado resultado. El moreno había reaccionado y ya estaba despertando de aquel sueño que seguía viviendo a pesar de que Taemin ya no era parte de aquella realidad.

 

Hijo, ¿puedes ver esto…? El hombre al que tanto amaste en vida, e incluso ahora sigues amando, viene hacia ti. Hijo, todo ha dado resultado, todo ha pasado como lo has querido, ¿estás feliz? Cariño, bebé mío, el dueño de tu alma ha regresado y viene decidido a liberarla para dejarte ir…

 

 

 

Y entonces todo parece detenerse. El tiempo, las ganas, la valentía, el coraje… todo aquel impulso que le hizo dejarlo todo botado por ir hasta aquel lugar, se desvaneció como el vapor, dejándolo en medio de aquel parque de verdes prados, y preguntándose el por qué, los cómo y qué hacía ahí.

La vida se acababa en ese lugar en donde Minho estaba, y tan solo era la paz que emanaba de la tierra la que lo tenía ensimismado; nunca antes se había sentido tan en calma, tan tranquilo… tan sin miedo.

Su corazón se pausó y sus palpitares se tornaron melodiosos al igual que su respiración. Caminó lentamente, dando un paso tras el otro, mientras contemplaba todo a su alrededor.

La extensión de la grama era tanta, que parecía que se unía al cielo en el infinito de los pequeños montes que ahí habían. Los árboles frutales, otros tantos florecidos y más de uno con muchos años en ese lugar, daban la sombra en los lugares precisos. Todo aquel camino de ingreso, estaba adornado de lado y lado por largos álamos que silbaban por el viento que mecía sus hojas, mientras que la luz del sol parecía colarse rebeldemente por entre las ramas de éstos.

Y se sintió perdido. No sabía hacia dónde ir. Todo el lugar era tan grande y tan hermoso, que no tenía ninguna sospecha en donde podría encontrarlo.

Ya ni recordaba aquel día hace un año atrás en donde lo vio rodeado de sus seres queridos en aquella despedida, y menos iba a recordar en que parte podría estar.

Y se desesperó. Se puso ansioso porque tenía que encontrarlo, debía y quería hacerlo. Aún en esa calma que todo el sitio le daba, le era apremiante el poder hallarlo. Entonces a su mente volvieron esas palabras de despedida que hubo leído en aquella carta y se puso más nervioso.

 

-          ¿Dónde… dónde estás amor? Dime… - le habló al viento, que ya no traía consigo ese aroma que nunca le había abandonado hasta ese día – Por favor…

 

Pero nada, no tenía ni una pista.

 

Estaba solo.

 

Y asustado.

 

-          Tae, bebé… dime en dónde estás…

 

Si tuviera que pedir algo, tan solo lo último, más de lo que ya te he pedido, entonces quiero que tan solo por hoy, por lo que dure la luz del sol en este cielo otoñal, quiero que me lleves a él. Ya han sido tantas veces que lo has traído hasta mí, que siento que ahora soy yo el que tiene que encontrarlo… déjame, tan solo por hoy, que me vuelva a ver…

 

Pero ocurrió justo todo lo contrario.

Minho alzó la vista hasta el cielo, cuando sintió que la luz del sol desaparecía por entre nubes demasiado espesas. La niebla ocultó la luz del día, y todo pareció transformarse en una previa imagen de la peor de las tormentas por venir; solo que no estaba lloviendo, ni tampoco hacía frío.

Solo estaba él en medio de aquel cementerio, con la mirada en ahora oscuro día… y esa esencia que volvió a sentir y dibujó en él una sonrisa que creyó perdida.

 

-          Aquí estás… - rio inspirando ese aroma – Te puedo sentir…

 

Caminó entonces, siguiendo esa ruta de vainilla y caramelo a la que tanto se había acostumbrado. Pasó por uno de los tantos pasajes interiores que tenía el cementerio, hacia una de las lomas más altas del lugar. Y volvió a recordar en donde estaba. Y supo que había llegado, que Taemin estaba ahí.

 

 -          Hola amor… lamento haber demorado tanto – le saludó con una amplia sonrisa cuando hubo dado con el lugar – Te extrañé…

 

Minho le mira desde arriba, con los mismos ojos enamorados, y esa misma sonrisa que tanto le gusta al menor. Lo contempló quizás por segundos, minutos o tal vez horas completas, sin percatarse de cuánto tiempo llevaba allí.

Cerró sus ojos al sentir la brisa de aquel otoño que nacía y que mecía su melena, llevándose los rastros de ese verano que tan solo dejaba una estela de sol en el horizonte nublado, perdiendo sus rayos en las copas de los árboles. Inspiró hondo sintiendo el aroma a esa primera lluvia que no tardaría en llegar y que amenazaba con elevar de la tierra esa esencia que lo embriagaba y tanto le gustaba.

 

Pero no llovería, no aquel día.

 

Ahora que ya estaba ahí, ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Qué se supone que debía decirle? Había tardado casi un año en atreverse a ir a ese lugar, y siempre había buscado e inventado excusas para no enfrentar aquella realidad que debía empezar a asumir.

Taemin estaba muerto, y solo quedaba de él esa pieza de mármol con su nombre tallado en ella, y un ramo de rosas blancas que abrazaban la grama.

 

-          Recibí tu carta… - continuó – Y yo…

 

Lo lamento tanto…

 

Minho se volteó cuando sintió aquel susurro cerca de su nuca, pero no había nadie. Estaba solo, tan como había llegado.

 

-          ¿Tae…?

 

Minho, te extraño tanto…

 

Y se asustó nuevamente, ¿Cómo aquello podía ser posible? ¿Es que era un sueño o alguna fantasía…?

 

Dios, ¿es esto…? ¿Es real? ¿Es cierto…? Te he pedido que le dejaras verme, pero a cambio tú permites que me oiga, ¡¿cómo, cómo podré agradecerte esto?! Oír su voz, sentir que me llama con mi nombre… son cosas que creí olvidar, pero ahora que puedo oírlas otra vez… no hay nada mejor que esto, nada mejor…

 

-          Tae… puedo oírte… - le dijo con una emoción que no quería que le quitara el raciocinio – Amor, escucho tu voz… puedo oírte

 

-          Minho…

 

-          ¡Amor! ¡Dios…! – y no pudo contenerse. Llevó ambas manos a su rostro para enjugar aquellas lágrimas de felicidad y asombro que se escapaban de sus ojos. Pero es que nunca, nunca creyó que aquello sería posible. Minho tan solo se había acostumbrado a sentir su aroma y verlo de vez en cuando, pero que pudiese oírlo y hablar con él… eso era algo indescriptible - ¡Taemin, mi amor..!

 

-          No llores, no llores por favor… - le rogó casi pudiendo sentir la tibieza de su aliento cerca de su rostro – No llores porque quiero consolarte y no puedo amor, no puedo…

 

-          Lo siento, es que… ¡Dios, quise tanto oír tu voz de nuevo! – añadió limpiándose el camino de lágrimas de su rostro - ¿Cómo… cómo es que puedo oírte?

 

-          No lo sé… - mintió – no lo sé Minho…

 

-          ¿Estás… estás cerca? – le preguntó - ¿Dónde estás, en qué parte…?

 

-          Frente a ti… - susurró – estoy rozando tus manos, puedo sentir el calor de tu cuerpo Minho…

 

-          Tae… - gimió compungido, imaginando el cómo sería poder sentir ese roce nuevamente; lo extrañaba tanto – Lamento no haber venido a despedirte cuando tuve que hacerlo… es que yo, yo no…

 

-          Lo sé… - continuó – Y yo tampoco hubiese querido que vinieras… no habría sido capaz de verte sufrir… no me gusta que sufras Minho, no quiero que sufras más por mi…

 

-          Es que te hecho tanto de menos amor… - lloriqueó mordiendo su labio – No sabes lo mucho que me haces falta mi vida…

 

-          Minho… debes dejarme ir… - habló con la misma dificultad que estaba seguro Minho estaba sintiendo al oírle decir aquello – Debes seguir con tu vida, no quiero que sigas con este luto, ya no tiene sentido…

 

-          No quiero sacarte de mi vida, ¡no quiero…! ¿Acaso tú quieres que te olvide? ¡¿Acaso quieres que siga mi vida y conozca a alguien más?! ¡¿Eso quieres?!

 

-          Si tienes que hacerlo… sí

 

-          ¡¿Cómo mierda me dices esto Taemin?! – recriminó apartándose - ¡Dios, no puedo creer que me digas esto! ¡¿No te importa que ame a alguien más?! ¡¿NO TE IMPORTA?!

 

-          Minho…

 

-          ¡NO TAEMIN, NO! ¡NO QUIERO!

 

-          Minho, por favor… - insistió con dificultad – Yo… nuestro tiempo ya pasó… yo ya no estoy, y tú no puedes amar a alguien que ya no existe…

 

-          ¡Pero si tú todavía existes para mí! ¡Te siento aquí…! – añadió llevando una de sus manos a su pecho - ¡Vives aquí, dentro de mí, amor! ¡¿Cómo me dices que quieres que ame a alguien más cuando yo… cuando yo todavía estoy tan enamorado de ti?!

 

¡DIOS! ¡¿Por qué…?! ¡¿Por qué me hace esto?! ¿Qué…? ¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Qué debo decirle? Yo… yo no quiero que me deje de amar, pero tengo que quitarme estas ataduras que me amarran a él… estoy tan cansado… yo solo quiero descansar y que él pueda ser feliz…

 

-          Yo… - gimió retomando ese llanto silencioso – Yo aún…

 

-          Yo aún te amo Minho…

 

-          Tae…

 

-          Yo todavía te amo tanto…

 

Y ahí colapsó. Todo su cuerpo cayó de rodillas sobre el césped, y aferró sus manos a sus muslos para no perder la cordura mientras lloraba ya sin consuelo.

Todo su cuerpo se remecía a causa de los espasmos, porque no era capaz de sostener ese dolor que estuvo comprimiendo por tanto tiempo. Ni cuando Taemin murió en sus brazos, ni cuando llegó al Hospital con su cuerpo, ni estando en el cementerio mirando a lo lejos su funeral, ni en sus solitarias noches pensándolo, lloró tanto como lo estaba haciendo en ese entonces.

Era como si le estuvieran clavando un cuchillo en el pecho y abriéndole la carne, al mismo tiempo que le introducían un trozo de hierro ardiendo al rojo vivo que le quemaba el interior. Dolía, dolía demasiado. Y cada vez dolía más, porque el solo hecho de estar ahí, en ese espacio de grama bajo suyo, de donde emanaba el perfume de Taemin, le recordaba que ya no estaba con él, que su cuerpo estaba compenetrado en lo profundo de la tierra y que ahora volvía a renacer con las raíces de los árboles y flores que crecerían a su alrededor.

 

Soltar… dejar ir a quienes ya no están en este mundo…

 

Y el aire comenzaba a faltarle, mientras que seguía sumido en ese llanto que se perdía bajo sus pies. Minho sentía que el alma se le desgarraba y que su garganta dolía tanto que creía que no podría volver a hablar. Y su corazón enamorado, roto y solo, ahondaba más en ese recuerdo que no podía ver y tan solo oír.

 

Preparación… tener listo el corazón para cuando esa transición ocurra…

 

-          Minho… no llores…

 

Pero era imposible. Había sido casi un año, tantos meses, semanas y días en que no pudo sacar todo aquello que le estaba impidiendo vivir tranquilo. Eran ya incontables las noches es que no podía dormir porque se sentía tan solo, tanto, que solo en ese momento se dio cuenta que antes de conocer a Taemin, siempre había estado rodeado de esa soledad, pero nunca se había percatado de aquello. Nunca antes de que conoció al chico y le dio parte de su vida durante esos 28 días, se había sentido así.

 

Conocer a Taemin había sido la vida misma.

 

-          Yo… - habló recostándose, compartiendo ese espacio íntimo en el que estaban – Yo sí estuve ahí… - le dijo sollozando – Sí fui… - continuó – Solo tuve miedo… miedo de verte, de que me vieran y no saber qué hacer… lo lamento… perdóname amor…

 

-          Minho… - le dijo sintiéndose frustrado por verlo así, tan pequeño, tan indefenso.

 

La grama se aplastó bajo el peso de su cuerpo, sintiéndose acolchada y suave, con una que otra hoja que crujió bajo él.  Minho cerró sus ojos, dejándose invadir por la calidez de la  presencia del castaño junto a él, llenándolo por completo.

Y entonces una brisa fría e invernal lo cubrió todo. Los árboles bailaron como nunca y dejaron caer miles de hojas a su alrededor. Solo fue ahí cuando recordó aquel paseo por la playa.

Minho se incorporó del césped quedando de rodillas, para poder tomar entre una de sus manos, una brillante y hermosa hoja verde que había caído justo frente a él.

 

-          Las lecciones del otoño… - murmuró buscando entre sus recuerdos las palabras que esa mujer les hubo dicho tiempo atrás cuando les regalo aquellas hojas talladas.

 

El moreno buscó en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó de ahí la pequeña figura, contemplándola nuevamente, como lo hacía todos los días y a cada momento cuando lo pensaba.

 

-          Eso… lo recuerdo… - le dijo Taemin – Yo también tuve una…

 

-          ¿Dónde estás…?

 

-          Aquí, de cuclillas frente a ti, estoy rozando la hoja tallada… - añadió – Es hermosa…

 

-          ¿Recuerdas lo que significa…?

 

-          Soltar, preparar…

 

-          Y agradecer… - concluyó el moreno – Tae…

 

-          ¿Sí Minho…?

 

-          Somos nosotros…

 

-          No entiendo…

 

-          He demorado tanto este momento por miedo a perderte mi amor, no me sentía preparado para hacerlo… - habló mirando hacia el frente, imaginando que Taemin estaba ahí y que le podía ver – Pero en el fondo de mí, supe que llegaría el día en que dejase atrás tu pérdida y tuviese que seguir con mi vida…

 

-          Tienes que hacerlo…

 

-          Y no sabes… - y ese llanto reprimido que se apoderaba de nuevo de él – No sabes lo agradecido que estoy con la vida por haber llegado a tu casa y haber cuidado de ti… - añadió – Conocerte, mi vida, conocerte fue lo mejor que me pudo haber pasado, y amarte…

 

-          Amarte fue algo que nunca pensé… - le dijo el castaño siendo acompañado al unísono por el mayor, como si ambos hubiesen estado conectados en pensar y sentir lo mismo.

 

En ese silencio que los rodeó, las nubes en el cielo comenzaron a abrirse, y en medio de ellas, tímidos rayos de sol bajaron a la tierra. Aún estaba el día muy oscuro, pero eso no fue lo relevante, sino que al descender de entre las nubes, pequeños brillos diamantados iluminaron el césped.

Minho al notar esto, pues varios de estos resplandores iluminaron sus manos, alzó la mirada y entonces todo lo demás; su tristeza, sus temores y angustias, se desvanecieron. Nunca creyó posible lo que estaba viendo. Jamás lo pensó, nunca lo imaginó.

 

“Déjame, tan solo por hoy, que me vuelva a ver…”

 

Aquellos brillos se arremolinaron a su alrededor y mientras la luz del sol brillaba, se comenzó a formar lentamente una silueta. Estaba arrodillado igual que él, sosteniendo sus manos y mirándose a sí mismo porque tampoco podía creer lo que estaba sucediendo.

 

Dios… ¿Qué, qué es esto…? ¿Por qué…?

 

Minho no pudo respirar, ni pensar, ni sintió su corazón. De pronto todo careció de sentido y lógica, y más cuando aquella silueta tomó forma definitiva y se dio cuenta que aquello parecía ser un sueño, y no la realidad.

 

-          Tae… - le habló gesticulando con dificultad las palabras - ¡Tae!

 

-          ¿Minho…? ¿Puedes verme?

 

-          Sí amor… - rio mordiendo su labio, mientras se aventuraba a alzar una de sus manos para poder rozarlo – Puedo verte, y sentirte… estás, tibio…

 

-          Hola Minho… - sollozó el menor dejándose acariciar, como recordando lo maravilloso que se sentía – Tu piel… se siente bien…

 

-          ¿Cómo? ¿Cómo es que…?

 

Pero Taemin no le dijo nada. Minho le vio sonreír y cerrar sus ojos mientras el moreno tomaba su rostro por ambas manos para poder acercarse a él y así juntar sus frentes.

 

Y se sentía tan bien.

 

Demasiado bien.

 

-          ¡Dios, esto es, perfecto! – susurró el moreno – Extrañé tanto tocarte amor… no sabes cuánto

 

-          Minho… - le dijo en un tono de voz que hizo que el mayor frunciera el ceño: algo estaba sucediendo – Amor…

 

-          ¿Qué…?

 

-          Debes prometerme que seguirás con tu vida…

 

Dios, esta es mi despedida… en este instante, en que el hombre al que amo me toca y me hace sentir vivo, es que me siento preparado para lo que debo hacer.

 

-          ¿Tae…?

 

-          Debes dejarme ir… ya estoy listo y tú también lo estás…

 

-          No… amor no… - insistió porque pensó que era lo que tenía que hacer – No bebé…

 

-          Te amé como jamás creí poder amar… y te siento tan dentro de mí… - y ahora era él quien buscaba el tacto del rostro cabizbajo del moreno; comenzaba a llorar otra vez – Tú me hiciste sentir tan vivo, contigo pude sentir que no habían imposibles, tú me diste tantas cosas que no creí que podría vivir…

 

-          Yo solo te estaba amando…

 

-          Y yo te estaba amando a ti… - añadió – Mírame… por favor

 

Y sus miradas coincidieron.

 

-          Siempre te voy a amar Minho, tendrás mi corazón hasta que vengas a mí… - continuó – Te esperaré toda la vida amor, siempre… por siempre

 

-          Tae…

 

Entonces otra brisa los rodeó y las nubes se esparcieron. El cielo se abrió como un par de cortinas y el sol alumbró más fuerte.

 

El tiempo se acercaba.

 

Taemin volteó hasta un costado, y sonrió. Algo había ahí, Minho lo sabía.

 

-          Minho… - le susurró – El amor que llevo conmigo me acompañará siempre…

 

Y el moreno se pierde nuevamente en su presencia. En esa que siente más presente que nunca. Y acorta esa distancia y lo abraza, lo acaricia y le traspasa el calor de su piel para mezclarse con la de él, mientras aspira el maravilloso aroma de su cuerpo; esa misma esencia que lo acompañó por tanto tiempo, logrando fundirse con él y siendo nuevamente un solo ser.

 

-          Te amo Taemin… - murmuró en su cuello – Te amo…

 

Y un beso, solo un roce, un calor ardiente en sus bocas y sus corazones que de pronto se hicieron uno, como solía ser.

Minho le vio entonces ponerse de pie, acompañándolo en el acto, viendo como el menor le daba la espalda y comenzaba a caminar hacia un punto lejano por la llanura de las colinas del cementerio, siendo en todo momento iluminado por la luz del sol.

 

-          Es hermoso Minho… - le dijo mirándolo hacia atrás – Tu amor lo siento latente… es hermoso

 

Una última brisa rozó su rostro, meciendo su cabello. Minho cerró sus ojos y se dejó abrazar por esa tibieza otoñal. Sintió los árboles silbar nuevamente y cómo las hojas caían bajo sus pies. Era maravilloso poder notar otra vez aquellos mínimos detalles, que se hicieron más intensos solo porque Taemin estaba ahí, con él.

Casi pudo sentir el sonido de aquella fuente de agua en medio del jardín.

Casi pudo sentir la lluvia golpear su rostro y a Taemin llamándolo aquella noche que tiró todo a la mierda y se quiso ir.

Casi pudo sentir la arena y el agua del mar bajo sus pies.

Casi pudo sentí el cuerpo del menor bajo el suyo, temblando del placer, dejándose inundar por él.

Casi pudo sentir sus besos, sus caricias.

Casi pudo sentirlo.

 

De pronto siente cómo Taemin apoya la cabeza en su hombro y deja que el viento se lleve una leve risa de sus labios.

“Dios, que en mi último suspiro él obtenga de mi lo mejor y más bello que puedo darle; lo que más le guste a él…”

 

Y casi puede verlo sonreír, y sabe que eso fue lo que le robó el pensamiento y la razón. La sonrisa de Taemin había sido lo que le había enamorado. Tan solo eso y nada más.

Minho abrió sus ojos y el cielo volvió a ser del mismo azul que antes. Las nubes se había disipado por completo y el sol lucía radiante en el firmamento. El césped brillaba por las gotas de rocío y de pronto todo parecía más hermoso, más bello.

Minho tan solo sonríe y puede sentir que un enorme peso en lágrimas y dolor lo han abandonado; se siente más liviano y todo parece más simple.

Se incorpora y limpia su pantalón a la altura de la rodilla, y va hasta esa porción de mármol y la toca.

 

Y es agradecer por todo lo vivido y por lo que has tenido… soltar, preparar y agradecer; esas son las lecciones del otoño…

 

No pasan muchos minutos y se va, caminando con una calma que cree le pertenece nuevamente, y se adueña de ella. A sus ojos todo parece distinto, renovado. En su caminar sonríe porque sabe que todo ha terminado.

 

“El amor que llevo conmigo me acompañará siempre…”

 

Taemin se fue con aquel último rayo de sol, y él no le retuvo, ni le vio en el momento exacto en que se desvaneció en el horizonte. Pues aunque sus ojos no puedan verlo nuevamente, ni tampoco pueda oírlo, ni menos tocarlo como lo pudo hacer aquella última vez, para Minho, Taemin siempre estará vivo, en lo más hondo de su ser, en lo más profundo de él.

 

“Siempre te voy a amar Minho…”

 

-          Hasta pronto amor… - le habla al viento – Nos veremos luego…

 

Sus pasos cruzan el umbral imponente de aquel sitio, y atrás deja esa presencia que lo persiguió durante todo ese año.

Ya no es su aroma el que siente, sino el de esa lluvia que sabe estará pronto a caer; el invierno era apremiante, y Minho solo logra subir el cuello de su chaqueta mientras ve que el sol parece luchar contras las nubes que reaparecen en el cielo, nublándolo otra vez.

Y camina con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Y se va dejando atrás, una promesa que cumplirá solo cuando su momento llegue, cuando ambos se reencuentren.

Por ahora solo tiene una cosa por hacer, y que hará solo porque él se lo ha pedido: vivir y dejar todo lo demás atrás.

 

“Esta será nuestra vida, nuestra historia, nuestra canción… Esta será nuestra balada de otoño…”

 

 

 

 

Notas finales:

~ FIN ~


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