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~ Balada de Otoño ~ por Mirnest2

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Notas del capitulo:

Hellooooooooooooooo everyone! ji ji ji  Cómo están?! Ay mi Dios tanto tiempo sin aparecer por aquí! :')

La razón? Bueno, dudo que muchos se hayan enterado, pero en el grupo 2Min de Facebook que es donde promociono mis fics, publiqué la versión PDF de ~Balada de Otoño~ para que todas aquellas personas que deseen revivir la historia pueda leerla e imprimirla :) Quedó bonito, parece un librito *--* jajaja

Y bueno, esa versión imprimible tiene 2 regalos: el 1ro es un prólogo muy breve que no está incluído aquí y el otro regalo es este, un Capítulo extra y que servirá de consuelo a toda la gente hermosa que leyó esta historia y que lloró y sufrió xD (yo también lo hice)

De qué se trata? Bueno, mejor léanlo o no? :B

En fin, ahora cumplo con subirlo aquí para que las personas que no están en aquel grupo 2Min de Facebook puedan leerlo ^^

Espero les guste :)

- Capítulo EXTRA -

 

 

No había faltado ni un mes, ni un año, en todo ese tiempo. Había sido puntual, constante y fiel a visitarlo el mismo día, durante los últimos cinco años que ya habían pasado.

Sus pies se hunden en la grama frondosa y con gotas del rocío matutino, haciendo relucir el brillo de sus zapatos negros. Aunque era extraño para los demás, siempre que iba a verlo, lucía su mejor ropa: un traje oscuro, abrigo largo, zapatos y un ramo de rosas blancas en una de sus manos.

La primera vez que el cuidador del cementerio le vio entrar vestido de ese modo, pensó que era un viudo reciente, por lo que fue a darle sus condolencias como correspondía. Pero cuando Minho le dijo que no era casado, ni viudo y que aquella no era más que una rutina a la cual se había acostumbrado, el hombre dejó de sentir compasión por él. Después con el tiempo, sabía que encontraría al moreno el mismo día de cada mes, a la misma hora, con el mismo traje y el mismo ramo de flores.

No faltaba nunca. Ni siquiera cuando llovía, o nevaba. Siempre iba.

 

Y ahora estaba ahí; quitando las hojas sobre el borde de mármol que tenía grabado su nombre y arrancando las hebras de pasto que sobresalían del resto porque crecían demasiado rápido para su gusto. El moreno de agacha y deja justo al césped las 28 rosas blancas que comenzó a comprarle y que nunca eran más, ni tampoco menos: 28 rosas, una por cada día que vivieron juntos, una por cada noche que se amaron sin saber que lo hacían hasta que se atrevieron a sincerar sus sentimientos. Una por cada destello de sol y brillo de luna que pudieron compartir hasta ese último atardecer que permanecieron juntos.

Tan solo está ahí, de pie, mirándolo, hablándole con el corazón y sintiéndolo vivo dentro de su interior.

 

-          Key y Jonghyun adoptarán una niña… - le habla acomodándose mientras se sienta sobre el césped – Se llama Samantha, es norteamericana… es linda, y muy risueña, y ya me dice tío, ¿lo puedes creer? – ríe sintiéndose algo bobo y sonrojado – A ellos les va bien, ¿recuerdas que te conté que se cambiaron de casa? Bueno, ahora lo harán de nuevo… ya sabes, Key es algo quisquilloso…

 

El viento remueve las hojas verdes y brillantes de aquel frío día de verano. Era algo extraño, y no importaba en qué estación del año estuviesen, pero siempre, siempre el día en que Minho iba al cementerio a visitarlo, ese particular día, era frío, nublado y el viento abundante, o al contrario.

Las primeras veces lo ignoró por completo, pero cuando llegó el primer verano sin Taemin después de estar un año sin visitarlo luego de su muerte, pudo darse cuenta que no era normal que aquel día en que lo fue a ver, fuera el único día de ese mes en que inesperadamente llovió torrencialmente; igual que el mes siguiente y el siguiente a éste. Luego, en el invierno de ese año, cuando Minho salió de su departamento, un frío estremecedor y la nieve que no había dejado de caer lo acompañaron en todo el trayecto. Pero cuando el moreno cruzó el portal del cementerio, repentinamente dejó de nevar, las nubes negras se disiparon y el sol salió generoso por entre las nubes hasta posarse en un despejado y pulcro cielo azul.

Aquello duró hasta que Minho volvió a su departamento, pues, al cerrar la puerta de su casa, el día se cerró de nuevo, las nubes volvieron y con ellas la nieve.

Cuando la primavera llegó, y con ella el día en que nunca faltaba y que había designado para sus visitas, Minho se extrañó que ninguna, pero ninguna de las plantas florales y rosales que adornaban el cementerio hubieran florecido aún. Avanzó por la ruta hasta el lugar en donde el cuerpo de Taemin descansaba, mirando a su alrededor y cuestionándose lo extraño que era que no hubiese ninguna flor abierta, ni siquiera la de los cerezos. Todo era tan solo lomas y prados de reluciente y verde césped, pero nada más.

Pero, cuando llegó a la tumba del castaño, se percató que alrededor del marco de mármol que surgía de la tierra y en donde estaba tallado el nombre del castaño, nacieron hermosas y pequeñas flores multicolores. Eran chiquitas, como pequeñas gotitas que formaban un arcoíris floral en torno a Taemin. Minho volteó a ver las demás tumbas, pero ninguna, excepto esa, lucía igual: era la única que tenía flores ese día, y el mismo día del mes siguiente, y el mes siguiente a ese, fue exactamente igual.

Al llegar el otoño, Minho esperó que ese lluvioso día que le tocaba para ir a visitarlo, despejara para cuando él llegó al cementerio. Pero no fue así. Ya se estaba acostumbrando a esos cambios repentinos del clima cada vez que lo iba a ver, pero aquel día no fue así. Ese día del mes, llovió incluso más fuerte y torrencial, los truenos remecían el cielo, y los relámpagos iluminaban el oscuro firmamento otoñal.

Minho se abrazó a sí mismo con su abrigo y caminó hasta la tumba del castaño y, cuando llegó ahí, vio que las rosas blancas que había dejado el mes pasado seguían igual de intactas: blancas, relucientes y llenas de rocío. No había ninguna, ninguna marchita. El moreno vio a su alrededor y notó cómo el otoño había hecho envejecer las flores de las tumbas contiguas, pero las de la tumba de Taemin estaban igual de vivas como cuando las hubo comprado. Y no fue solo eso lo que llamó su atención, sino que cuando tomó las rosas viejas para cambiarlas, se percató de que no estaban las 28 que siempre le compraba, sino que eran 27 y, que al quitarlas del jarrón y poner las nuevas en éste, comenzaron lentamente a secarse.

Hubiera sido extraño que no se asustase, porque sí lo hizo y más para cuando al mes siguiente, nuevamente vio que las únicas flores que permanecían hermosas e inalterables por el paso del otoño, eran las que él colocaba en la tumba de Taemin.

Y siempre que las cambiaba, las viejas se marchitaban.

Y siempre que las contaba eran 27.

Y siempre faltaba una.

 

De eso ya habían pasado 3 años y Minho se había acostumbrado a los inusuales cambios climáticos y el robo de las rosas de Taemin. Al principio trató de averiguar quién las robaba, pero ni el jardinero ni el cuidador del cementerio pudieron darle una respuesta que lo dejase conforme, por lo que, con el paso del tiempo, olvidó aquello y tan solo siguió comprando las 28 rosas sabiendo que al mes siguiente habría una menos.

 

Minho se incorpora, limpiándose el traje y acomodando las rosas en su sitio. Ha estado ahí un poco más de una hora y sabe que debe irse. Se despide en silencio, dejando en sus dedos un beso que acomoda en el borde de la placa de mármol. El moreno sonríe y se va.

Avanza arreglando su abrigo cuando de pronto, un dejo de curiosidad lo hacen detenerse. No sabe por qué, ni qué es exactamente eso que lo impulsa a parar de improviso, ni tampoco qué significa. Tan solo lo hace, y voltea.

Y justo cuando lo hace, ve a alguien de cuclillas en la tumba de Taemin y para cuando aquella persona se incorpora, nota una rosa en su mano, y entonces sabe que le ha capturado.

 

El ladrón…

 

-          ¡Hey, tú, detente ahí! – le grita.

 

Minho ve cómo el chico se tensa y titubea antes de disponerse a correr.

 

-          ¡Hey, no corras, tú, ladrón, detente ahí! – insiste corriendo tras él - ¡QUE TE DETENGAS DIJE!

 

Y corre persiguiéndolo, sintiendo cómo la adrenalina comienza a embargarlo por la persecución; al fin ha podido dar con quien quitaba una de las flores de Taemin y, por más que sea algo insignificante, para Minho no lo es.

 

-          ¡DETENTE AHÍ O SI NO LLAMARÉ A LA POLICÍA!

 

¡Bingo! Piensa cuando ve cómo el chico deja de correr y fija sus pies en el suelo, a un par de metros de él. Aún no puede verlo, solo nota lo agitado que está por la carrera y como parece afirmar aún más la rosa en su mano.

Minho acorta lentamente la distancia, tratando de buscar el rostro de aquel ladrón, sin lograrlo.

 

-          Así que tú eras quien la quitaba… - le dice - …por eso siempre faltaba una todo el tiempo

-          Lo siento… - responde ocultándose.

 

-          ¿Por qué lo haces? ¿Acaso no sabes que estás robando algo que no te pertenece? – añade acercándose aún más – Eso es un robo, podría denunciarte…

 

-          ¡No, por favor no lo haga! – habla volteándose al fin - ¡Juro que no lo haré de nuevo, es que, yo… tan solo… me gustan mucho las rosas blancas! – murmura en un hilo de voz cuando sus ojos se encuentran con el moreno.

 

“Siempre te voy a amar Minho, tendrás mi corazón hasta que vengas a mí… Te esperaré toda la vida amor, siempre… por siempre”

 

Minho no entendió en qué momento esas palabras que Taemin le hubo dicho, resonaron nuevamente en su cabeza y en su corazón. Pues cuando aquel chico, ese ladrón, se volteó a enfrentarlo y poder justificar lo que para el moreno era injustificable, toda la realidad en que la estuvo viviendo los últimos 5 años sin Taemin, desapareció.

 

-          Yo… no pensé que…

 

Su voz. Ese timbre de voz dulce, tímido y nervioso.

 

-          Creí que no le molestaría…

 

Su rostro. El tono de su piel.

 

-          Juro que le compraré un ramo de las mismas y se lo devolveré, pero no llame a la policía…

 

Sus ojos. Esa mirada temerosa pero a la vez desafiante, con ese brillo peculiar que se mezclaba con el destello marrón bajo esa capa de onduladas pestañas.

 

-          Si mi mamá se entera de que he estado robando en un cementerio, se enojará mucho, y no quiero ver a mi mamá enojada ella… ella es una verdadera bruja, ¿sabe?

 

Su boca. Sus labios con el mismo tono carmesí y tan deseable.

 

-          Por favor señor, no llame a la policía, por favor…

 

-          ¿Cómo te llamas? – le dijo cambiando de tema; estaba curioso, necesitaba saber de él - ¿Cuál es tu nombre? – insistió asustando al chico.

 

-          Tae-Taesun…

 

Taesun…

 

-          ¿Cuántos años tienes?

 

-          ¿Ah…?

 

-          Que cuántos años tienes… - repitió.

 

-          Ve-veinti, veintiuno señor…

 

-          ¿Eres hijo único?

 

-          No… - respondió tímido, desconociendo en qué momento aquello comenzó a ser una especie de entrevista personal - ¿Por qué, por qué me está interrogando?

 

-          Porque quiero conocer al ladrón que roba las flores de la tumba de mi novio…

 

-          Oh… - musitó – Lo siento…

 

-          Entonces, no eres hijo único…

 

-          No… tengo un hermano mayor

 

-          Ya veo… - dijo mirándolo, mientras caminaba alrededor de él, inspeccionándolo con la mirada: se parece tanto, pero tanto a él - ¿Tienes padres? ¿Mamá? ¿Papá?

 

-          Solo mamá… ella es viuda…

 

-          Lo siento… - acotó – Y entonces, ¿por qué robas las rosas de mi novio?

 

-          Este, yo… es que… son muy hermosas, me gustan mucho… - dijo apenado – Lamento haberlo hecho, no lo volveré a hacer… tenga – continuó extendiéndole la flor – Siento haberlas robado, no pensé que lo notaría ni que se molestaría tanto, pero es que…

 

-          Pero es que, ¿qué?

 

-          Yo lo he visto venir todos los meses, el mismo día, a dejar la misma cantidad de rosas – continuo atreviéndose a mirarlo – Lo he visto por un año hacer la misma rutina y yo… yo tan solo sentí curiosidad de usted… eso es todo

 

-          ¿Curiosidad?

 

-          Mmm – musitó afirmativamente – Yo pensé… solo pensé, que debía llamar su atención de alguna manera… no pensé que se demoraría tanto en darse cuenta que yo robaba las rosas de su novio… lo lamento – admitió sintiendo cómo un calor ascendía por sus mejillas, sonrojándolo.

 

 

“Deja verte… quiero verte otra vez…”

 

Minho no supo cómo, pero de repente, al estar frente a Taesun, la imagen de Taemin invadió su mente. Y es que eran sus ojos, su boca, el tono de su voz, su cabello un poco más oscuro que solía tener el castaño, su presencia, esa aura juvenil y llena de vida, su rostro sonrojado. Todo él, aquel chico que estaba a metros de él, le recordaron a quien hubo amado tanto en el pasado, y a quien seguía teniendo muy dentro de su corazón.

Pensó que quizás era una mala jugada del destino, pero es que no supo cómo es que nunca antes vio al chico, cómo es que no se lo topó en ninguna parte, cómo es que no lo divisó en la calle o entre la gente… se parecía tanto, tanto a él…

 

-          ¿Señor…? – le habló - ¿Está… está llorando?

 

El moreno salió de ese ensueño en el que se estaba sumergiendo y recién ahí sintió la humedad de sus mejillas. Torpemente llevó las manos a su rostro, quedando petrificado cuando sintió los dedos de Taesun acariciándole la cara, llevándose en sus dedos las lágrimas que no supo en qué momento comenzaron a salir.

 

-          Siento haberlo ofendido señor… - le habló cerca, demasiado cerca, tanto que pudo sentir el perfume de su piel y el aliento de su boca golpearle gratamente sus sentidos – Si está llorando porque he robado las flores de su novio, prometo que no lo haré más… lo siento

 

-          No, no es eso… - admitió dejándose consolar por aquel adolescente – Es que tú… - lo miró – Te pareces tanto a él…

 

 

Las manos del chico abandonaron su cara, dando un paso hacia atrás para salvaguardar una distancia prudente entre ambos.

 

-          Lo siento… no quise… - titubeó – Si le he provocado tristeza, perdóneme, yo… no sabía

 

-          Eres muy parecido a él… - continuó hablándole – Tan parecido… ¿Puedo? – preguntó nervioso, pero es que no se podía contener, no podía.

 

Minho esperó a que Taesun le diera un gesto afirmativo antes de poder acercar su mano y posarla delicadamente sobre la mejilla derecha del chico, quien, cuando sintió la tibieza de ese tacto, cerró los ojos, dejándose llevar por esa increíble sensación que estaba sintiendo.

 

-          Tae…

 

-          ¿Mmmm…? – musitó abriendo los ojos para encontrar su mirada con la del chico.

 

-          Te extrañé tanto…

 

Aquel ladrón, ese extraño chico que estuvo por tanto tiempo quitándole una de las tantas rosas que Minho compraba. Ese adolescente con ojos castaños e intensos, ese desconocido que no dudó en consolarlo y llevarse consigo las primeras lágrimas que Minho derramaba luego de tanto tiempo sin Taemin, era el mismo chico que ahora le sonreía tan ampliamente y de una manera tan sincera.

Y es que Minho tuvo que esperar tantos días, tantas semanas, tantos meses y tantos años por volver a tenerlo así, tanto por tenerlo de ese modo: tan cerca, tan íntimo, tan suyo como siempre lo fue y como, a pesar del tiempo, lo seguía siendo.

 

-          Y yo a ti… - respondió sonriéndole – Te extrañé tanto Minho, tanto…

 

 

 

Notas finales:

Espero les haya gustado y que ya no tengan el sabor amargo del final triste de la historia :)

Nuevamente gracias por leer Balada y dejar sus reviews hemosos <3

Nos vemos en otra historia, esta definitivamente ya llegó a su final. Y si alguien desea tener la versión imprimible de este fic, bueno, búsquenme en Facebook: https://www.facebook.com/Caarolin.Cacao.LeoLao  mándenme un mensaje interno y yo con gusto se los envío :)

Un beso a todo el mundo!


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