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Lamento de la Sirena por PrincessIce

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Notas del capitulo:

He aquí un nuevo capítulo, no me disculparé por la tardanza ni que tuviera una fila de gente esperando una actualización mía ¬¬, en fin por si acaso un despistado le gusta lo que escribo... buen provecho.

Ese niño se las iba pagar todas de una vez por todas, para el gemelo mayor ese era el único pensamiento que rondaba su mente esquizofrénica, ese amor enfermizo lo estaba llevando de nuevo al borde de la locura total, así que por todos los medios posibles mantuvo lejos del santuario a Kanon por unos días, para cerciorarse que no volvieran a encontrarse a sus espaldas.


 


Por su parte la desesperación comienza a embargar al Austriaco, días y noches sin saber nada de su amado, lo llevan a tomar la determinación de salir de su escondite, los víveres que “Kanon” le había dejado en su última visita estaban agotados. Aprovechando las penumbras de la oscuridad, la delgada silueta se desplaza por los rincones en un silencio total hasta llegar a la entrada de aquel templo misterioso, nervioso y sintiendo muchas mariposas en el estómago se adentra en él esperando no toparse con el desagradable de Saga – Si me lo encuentro le exigiré mi flauta de una vez por todas - susurraba para sí mismo,  volviendo a esconder su suave melena lila debajo de la capucha gris que cubría su cabeza, al entrar todo parecía en total soledad, ni una luz encendida, extrañado arruga el entrecejo escaneando de un lado a otro con sus bellos ojos rosáceos.

Casi da un grito terrorífico cuando siente el apretón en el hombro izquierdo, más aquella mano rauda tapa su boca, al tiempo que prácticamente es arrastrado a una pequeña sala que en apariencia resultaba ser una de estudio o biblioteca personal del dueño del templo. El cerrojo dio vuelta, una pequeña lámpara de escritorio comenzó a iluminar el sitio – ¿Que se supone haces aquí?  – gira el pequeño cuerpo a comparación del suyo para que pudiera verlo a la cara el gemelo mayor – No debías venir, Saga puede verte – muy en su papel usurpador del que ya tenía larga experiencia digno de estrellato de teatro continúa embaucando al joven marina.


 


En cuanto sus ojos se clavan en ese rostro conocido y amado por el, logra respirar con un poco de tranquilidad – Estaba muy preocupado, tiene días que no vas – ante la seña de “Kanon” con el dedo índice sobre los labios para que disminuya la intensidad de su voz, este comienza a hablar en susurros – Te he extrañado mucho… amor – la expresión que momentos antes era de niño malcriado estaba cambiando por completo a una llena de dulzura, acerca su mano para acariciar el rostro del gemelo que ahora parecía dedicarle una mirada de compasión – ¿Pasa algo? – algo no iba bien, podía presentirlo el flautista, esos ojos se fijaban diferente sobre su persona – Te amo tanto… pensé que te había pasado algo ¿ es malo preocuparse por el amor de tu vida? – sin esperar una respuesta del ateniense, se arroja a sus brazos en la búsqueda de su boca que no se niega a unirse a la suya, las lenguas parsimoniosas ondulaban regalándose caricias que cada vez iban cobrando más calor.


Las manos del mayor se deslizan por la espalda baja hasta encontrarse con las perfectas curvas, con descaro lo levanta de esa zona acomodandolo contra la pared, bajando como desquiciado a morder y succionar la piel de su cuello, sentía su cuerpo tan deseoso como animal en brama, pero los pasos que resuenan en el pasillo lo detienen en seco, de nuevo realiza una señal para que guarde silencio el menor que ya soltaba suaves gemidos que habían fastidiado la entrepierna de Géminis endureciendo por completo.

-Hermano… - Ese era el gemelo menor que por casualidades traía jugando consigo la hermosa flauta transversa de Sorrento, justamente había encontrado entre las cosas de Saga.


Los pasos se alejaron al parecer dirigiéndose fuera del templo al no hallar respuesta alguna por parte de Saga, no sin antes dejar en la mesita del pasillo el instrumento.


–Uff por poco – bufo entre risas el menor al saberse salvado de ser encontrado por el ogro de  “Saga”.


–No le veo la gracia por ninguna parte, sabes … no quiero líos, me divertí bastante, pero sabes que… me he dado cuenta que amo a Saga– el menor en un principio pensó que se trataba de alguna broma del mayor, hasta que este le toma de la muñeca fuertemente.


–Pero Kanon… no entiendo – de un tirón es arrastrado hacia la puerta ante el perplejo estado anímico del menor.


–¿Qué no entiendes?... está bastante claro, quiero que te vayas, me complicas la vida… tienes un cuerpo que me satisfizo mucho, pero solo eso era SEXO, Sorrento no me interesas ya – comenzaba a sacarle de quicio la cara de imbecil del menor ante la declaración que estaba haciéndole.


– No puedes hablar en serio, hasta hace unos minutos estábamos bien,  ¿hice algo mal? – aferrado a ese gran amor que siente por el caballero ateniense se resiste a dejar el lugar sin una explicación concisa, al menos que le dijera no te amo.


–Pues no, realmente lo mueves tan rico, pero ya me aburriste, ¿ a poco pensabas que esto era algo serio?, ¡ Por favor Sorrento!, ni siquiera eras virgen ¿ como querias que te tomara ? – el rostro de Géminis se tornaba tan irónico que sólo se detuvo de tanta sandez que despotricaba sobre el menor al sonoro ruido de la bofetada recibida.


– Bien… ya te burlaste de mí ¿ eres feliz?, rayos… de verdad pensé que eras diferente – se lleva la mano al rostro hasta llegar al flequillo que se levanta humedecido levemente por las lágrimas que arrastra tratando de secarlas en vano.


– Piensa lo que quieras, anda… corre con tu deidad para que sigas siendo su … – estaba apunto de volver a insultar su dignidad, una bofetada más iba recibir pero el ágil griego detiene la muñeca apretando lo suficiente para que este se arrepintiera del acto de querer golpearle.


– Muchas gracias honorable caballero de Athena, ¡Bravo! ¡Tu hazaña más grande, romperle el alma a un marina! - tan solo da media vuelta para intentar irse pronto, solo el movimiento de los labios del griego aparecieron sin embargo, ni una palabra pudo articular más, su mano se estira tocando con las yemas de los dedos tan solo una punta del suave cabello.


– Soy un grandisimo imbecil – susurra entre lágrimas, se detiene en seco al ver el brillo conocido, coge su flauta y corre de ese lugar sin detenerse ni un segundo, al bajar  un Kanon desconcertado lo ve partir sin tiempo de poder decirle nada, pero no era tonto, tras de esto seguramente estaba Saga, comprobandolo al girar su rostro y ver la cara de seriedad de su hermano en la puerta del templo de géminis.


Gran parte de su cosmos es invocado junto a sus escamas al detenerse justo en la cima de cabo sunion – Aquí es donde mis sueños se han resquebrajado, mi alma , mi corazón … todo por no aceptar que mi destino es ese infierno del que intenté huir esperanzado en un amor imposible – la brisa acompañaba la tristeza que sucumbia en su ser, la sal proveniente del mar se mezclaba con sus lágrimas, aquellos labios temblorosos por el llanto se posan en la embocadura de su flauta, dejando que su misma alma herida dirija la orquesta de sus sentimientos en ese lamento que emitía su instrumento… un lamento doloroso… el lamento de la sirena.


Poco a poco esas notas se las llevaba el viento contagiado de la nostalgica agonía, arrastrando cada timbre de dolor hacia el santuario, extrañados por el repentino viento que soplaba esa noche, los guardianes de las doce casas salieron a las puertas de sus moradas, conmovidos por esa melodía, Kanon terminaba de subir los peldaños a su templo donde Saga parecía mirar la nada, sus miradas en un instante se cruzan sin entender qué era ese angustiante dolor que de pronto en sus pechos emerge, aunque en el fondo algo les decía que el dueño de esa triste melodía era el.


El mar se agitaba violento, golpeando las piedras con sadismo mientras una brecha se abría en el medio del agua frente a cabo Sunion, de allí un enorme torbellino se eleva con el omnipotente y brillante armadura, sus ojos furiosos lo miraron fijamente – He venido por ti, mi dulce Sorrento …  – la flauta dejó de sonar, con mirada gacha se acerca a donde su amo le esperaba, antes una reverencia obligado a hacer por su posición de general marino.

Una rodilla doblada y el tridente de Poseidón emperador de los mares resuena acompañado de un rayo que termina por partir la tierra donde estaba posado el menor – TRAIDOR … ¡y vuelves a mi con un engendro¡ – la punta del tridente veloz apunta hacia el vientre del desconcertado Sorrento sin saber de qué hablaba su dios.


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