La mirada de Luffy demostraba lo nada que sabía de mi condición, esa sola pregunta, hiso que las palabras en mi garganta se atoraran, lo mucho que me costaba decirlo en voz alta ya que, a pesar de haberlo aceptado, me seguía doliendo.
- Yo… no saldré, Luffy –
- ¿Por qué? ¿te gusta el hospital? –
- No es eso, yo… no puedo salir nunca, porque pronto moriré –
El silencio entre ambos fue duro, el hecho de contarle esto a Luffy, significaba mucho para mí, quizás esta sería la última vez que lo vea, no creo que después de esto, quiera seguir viendo a un moribundo. Quizás todo esto, sería mejor así.
- ¡Ace no puede morir! – fue todo lo que salió de sus labios – Ace tiene que quedarse a mi lado –
- Luffy… eso no es posible, ya estaba decidido desde antes de conocernos – le dije cabizbajo – no se puede cambiar –
- ¡seguro que se puede hacer algo! Si Ace no se rinde no se morirá –
- ¡no es tan fácil! – mi frustración comenzaba a salir – ¡¡¿crees que yo quiero morir?!! ¿crees que me gusta la idea de estar solo mientras mi vida se consume? ¡todos son unos hipócritas! Le dan a uno falsas esperanzas cuando saben que no hay ninguna ¡¡tú no sabes nada!! –
El rostro de Luffy mostraba unas finas lágrimas, sus ojos asustados me miraban con miedo, sin querer, me desquité con Luffy, seguramente me odiará ¿no sería mejor que me odiara? Sin embargo ¿Por qué me duele tanto? Realmente no quiero que Luffy me odie, no él.
- Luffy, perdona, no fue mi intención –
- Yo… no quiero que Ace se muera – los sollozos de Luffy se hicieron más notorios – quiero, que Ace se quede conmigo –
- Perdona, pero no podré, un día de estos yo… -
- No importa – dijo limpiando sus lágrimas – me quedaré contigo hasta ese momento –
- Luffy, no es necesario –
- Si Ace está solo, yo me que quedaré contigo –
La sonrisa de Luffy era reconfortante, realmente es especial, aun si muero mañana, quiero mantener este deseo egoísta y tenerlo a mi lado, aunque sea horrible de mi parte querer esto, quisiera morir en sus brazos, esos delgados y cálidos brazos. Mis lágrimas se deslizaron por mis mejillas, antes de notarlo, Luffy me rodeó con sus brazos y me acarició el cabello, mientras nuestras lágrimas corrían por nuestros rostros.
Al otro día.
- Ne, Ace ¿Por qué tus padres nunca vienen? ¿están ocupados? –
- Mi madre murió hace unos años, tuvo la misma enfermedad que yo – dije serenamente – le vi morir lentamente mientras se consumía, los médicos decían que se recuperaría, pero murió sola, cuando nadie estuvo para acompañarla –
- ¿y tu padre? –
- Después de la muerte de mamá, no quiso hacer nada, no comía, no dormía, nada. La única vez que le vi moverse durante ese tiempo, fue cuando se descubrió mi enfermedad, reconoció los síntomas inmediatamente, se levantó del sofá con los ojos llorosos y me abrazó, ese día me internaron en el hospital, vendió la casa y las cosas y pagó mi tratamiento todo lo que durara y se marchó, nunca más lo vi. Según me dijo el doctor a mi cargo, se suicidó para que pareciera un accidente y que el hospital cobrara el seguro de vida, también había dejado una nota escondida diciendo que pronto estaríamos juntos otra vez –
- Qué triste – dijo Luffy lleno de lágrimas y moqueando – yo si me quedaré al lado de Ace, no le abandonaré y… y… y no llorare cuando pase, para que Ace no se ponga triste –
La cara de Luffy era tierna, aquella determinación en sus ojos, junto con esa cara llorosa, sin pensarlo tomé su rostro en mis manos y le besé, lentamente. Solo junté nuestros labios, pero él comenzó a ceder poco a poco y fuimos un poco más lejos, nuestras lenguas se encontraron en un baile indescriptible, donde la música eran nuestras respiraciones, y la danza desenfrenada, sin un ritmo establecido. Unos momentos después nos separamos, el rostro de Luffy se mostraba sonrojado, mientras aun quedaban restos de las lágrimas que antes corrían. Le mostré una de mis sonrisas más cálidas y le dije.
- Te has vuelto muy fuerte, Luffy –
- Ace… - se veía aturdido de una forma adorable – Ace yo…-
- Ya es tarde, te veré mañana –
- Pero… - parecía negarse, pero se haría de noche pronto – te veré mañana ¡espérame! –
Cerró la puerta tras de sí con mucho cuidado, la habitación se llenó de silencio. Mañana ¿eh?
- Espero vivir hasta mañana entonces – dije afirmando mi pecho.