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Mas que una familia. por Alabama Now

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Notas del capitulo:

Me emociona la gran bienvenida que tuvo el fic, me encanta leer sus reviews, me hacen inmensamente feliz!

Espero que les guste!

 

Capítulo I. 

 

Habían pasado cuatro años desde la última vez que había visto los ojos negros de un par de niños que vivían en las calles, escudándose de la lluvia y del frío, sin destino. Cuatro eternos años. Sin embargo, no había un solo día en que Naruto no hubiese recordado esos ojos asustados del mayor de los hermanos al haberse despedido tan intempestivamente.

Se encontraba en ese momento en su pent-house, en la parte más acaudalada de la ciudad, preparándose una vez más para salir esa noche. Como todas las noches desde hacía cuatro años. No, ya no salía para festejar. Nunca más. Sino a buscar. Salía en busca de mucho mas que lo que había sacado en el tiempo donde su vida se entremezclaba con drogas, alcohol y fiestas sin control. Ya no era un mocoso asustado, ya no era el niño en busca de atención y cariño que solo intentaba autodestruirse lentamente. Se pasó la mano nerviosamente por el cabello que ahora llevaba orgullosamente corto. Miró el reloj una vez más y se mordió los labios con nerviosismo. Se le estaba haciendo tarde. Sin embargo, como si hubiese leído su mente el timbre sonó arrancándole un respingo. Se apresuró a tomar sus cosas y abrir la puerta.

-¿Estás listo?  - preguntó Kakashi quién apareció tras la puerta con su gran sonrisa, que permanecía oculta tras la bufanda que solía llevar todo el tiempo.

-Como esperara dos minutos más iba a volverme loco. – le dijo el menor saliendo de la casa y cerrando la puerta tras él.

-Oh vamos. – el de pelo plateado siguió divertido al más bajo quien caminaba por el pequeño recibidor que llevaba al ascensor. – Ni que hubiese tardado tanto. –

-Nunca en tu vida has llegado a la hora. – decía el rubio mientras apretaba el botón de llamada del aparato y luego entraba en él. – Supongo que no termino de acostumbrarme. –

El mayor solo soltó una risita divertida y luego ambos se mantuvieron en un cómodo silencio mientras descendían por el ascensor, todos aquellos pisos que conformaban el enorme edificio en el que vivía el rubio. Kakashi se encontraba a un par de pasos por detrás del chico de ojos azules, siempre caminaban así, siempre él tras la delgada figura del joven, cuidando de él con mimo, hasta el borde de la completa desesperación cuando Naruto no era más que un adolecente rebelde con problemas existenciales. Pero ahora todo era diferente. Su relación era diferente, el rubio era diferente. Desde hacía cuatro años que el menor había decidido cambiar su vida y no había nadie más feliz por ello que él.

Las puertas se abrieron en el subterráneo de la edificación y ambos hombres caminaron por entre los pilares de concreto y los numerosos coches costosos, de brillantes carrocerías. Sin embargo, avanzaron hasta uno particularmente discreto. Un modelo clásico de color azul oscuro. Elegante pero que pasaba desapercibido en la gran mayoría de los lugares. Kakashi tomó las llaves de su bolsillo y la alarma del vehículo sonó una vez, como dando la bienvenida al par que no tardó en subir.

-Te pago lo suficiente como para que te compres un coche de lujo. – le dijo Naruto, cuando estuvo sentado en el lado del copiloto abrochándose el cinturón de seguridad.

-Lo sé. – le decía el otro encendiendo el vehículo. – Pero estoy encariñado con este. – le dijo con una voz cargada de dobles intenciones. El rubio soltó un suspiro hastiado mientras el vehículo avanzaba hacia la salida del estacionamiento.

-¿Cómo está Iruka? – le preguntó el menor.

-Bien. – respondió Kakashi con alegría. – Solo tres mese más y tendrás un adorable sobrinito, Naru-chan. –

-No puedo creer que al final hayas conseguido que se casara contigo.- le dijo con burla el aludido. – Pobre Iruka. –

Kakashi soltó una risita divertida y el rubio le correspondió con una sonrisa tranquila.

Hatake Kakashi, ese hombre a veces frío y feroz, a veces fraternal y preocupado; era su representante. Lo había sido desde hace ocho años, cuando era un mocoso de trece años delgaducho, con enormes ojos azules y cara de ángel triste. Había sido un fiel pupilo y admirador de su padre, Minato Namikaze, y no había dudado un segundo en permanecer al lado de Naruto y su hermano mayor cuando estos habían quedado huérfanos, presas de un destino cruel. El rubio después de cuatro años de ser un hijo sin padres, criado en el seno de sus abuelos y su hermano ausente, había sido descubierto por un hombre mayor cuando estaba de vacaciones en una playa solo, con Kakashi como única compañía. En cuanto le ofrecieron el trabajo de modelo, Naruto ya no tenía mayor apetito por la vida y le había parecido una increíble idea fastidiar a sus familiares independizándose de esa vida a la que no le encontraba sentido. Pero apenas lo mencionó Kakashi le obligó a aceptarlo como representante.

Naruto siempre supo que el adulto nada mas había querido cuidarle. Y así había sido. Todos esos años el peliplata le había cuidado celosamente como un padre, como el padre que al rubio le faltaba. Incluso en su etapa más destructiva, Kakashi lo había protegido, sin dudar un segundo. Le había apoyado en todas sus decisiones y evaluaba cada propuesta de trabajo siempre poniendo el bienestar del modelo ante todo. Era una excelente persona. Y el rubio le tenía un cariño enorme.

 Hace unos tres años había conocido al que antaño había sido el profesor de Naruto en la escuela y su tutor cuando tuvo que dejarla. Un hombre joven de cabello castaño y actitud maternal muy adorable, que no tardo en conquistar al representante. Ahora llevaban año y medio de matrimonio y esperaban su primer hijo.

-¿A dónde iremos esta noche, Naruto? – preguntó el conductor del coche.

-Hacia el barrio de la lluvia. – le dijo el menor. Había tomado su teléfono celular y revisaba el mapa de la ciudad a conciencia, buscando los lugares que les quedaban por revisar.

-Es la zona cero. – le dijo Kakashi, conduciendo bajo el cielo despejado de la noche.

-Lo sé. Comenzamos de nuevo. –

Naruto sabía que encontrarían allí. Ese lugar era el primero en el que su búsqueda se había centrado.

Cuatro años atrás, su vida había dado un giro enorme. Uno inspirado por dos pares de ojos negros como la noche que vagaban en su mente casi en cada instante. Esa noche fría en donde había sido encontrado por Kakashi en el barrio de la lluvia y se había ido con prisas de vuelta a su mundo delirante. El representante le había informado que el idiota de su entonces novio había hecho publico que habían pasado dos días en los que no se había comunicado con él y que lo mas seguro es que sus problemas de adicción estarían destruyéndolo. No era una mentira, pero la prensa había hecho una redada de locos sobre la ciudad e incluso el país intentando ubicarle, inventando historias ridículas sobre problemas familiares, depresión, suicidio e incluso delincuencia. Quizás a su antiguo ser le hubiese divertido la atención y las estúpidas invenciones, cada una mas descabellada que la anterior; pero con una realidad chocante que se había mostrado ante sus ojos esos cuatro días que estuvo al cuidado de unos niños sin hogar, ya no le parecía nada agradable.

Tomó entonces la importante decisión de cambiar su vida para siempre, no importaba que tan difícil fuese, ni contra quien tuviera que pelear. El recuperaría su vida. Aquella a la que no sentía apego y vivía con indiferencia, la misma vida a la que ahora se iba a aferrar para cumplir la única promesa que realmente había hecho de corazón. Estuvo una semana encerrado en su casa, recibiendo el sermón más grande del mundo de parte de Kakashi. El teléfono no había dejado de sonar y el representante impedía como fuera los trabajos y las entrevistas. Habían sido días caóticos de aislamiento en los que se había dedicado a compadecerse a si mismo aovillándose en su cama sin siquiera levantarse a comer.  Luego de varias noches en las que su mente era invadida por las imágenes de Itachi y Sasuke viviendo bajo el frio y la lluvia, había tomado una decisión determinante. Cambiaria todo.

Le dijo esa misma noche a Kakashi que debía entrar a un centro de rehabilitación. Quizás ya había pasado por la abstinencia, pero seguramente caería de nuevo presa de sus sentimientos sin resolver. Con ayuda de Iruka había terminado la escuela, haciendo las clases en su casa y tomando exámenes libres. Incluso sus abuelos le habían ayudado en lo que necesitara cuando el menor había vuelto a tomar las riendas de su vida. Terminó de cuajo la relación retorcida con su novio. Y se dedicó al trabajo día a día, hasta ser lo suficientemente responsable y digno de confianza para poder cumplir su promesa.

Pero cuando fue en busca de sus pequeños héroes estos no estaban donde él recordaba. Es cierto, habían pasado varios meses, cerca de un año, en el que había trabajado incansablemente para ir por los menores, pero nunca se le pasó por la mente que al terminar todo, los niños se habrían ido. No quedaba nada. Ni rastros de lo que alguna vez fue la vivienda de críos en situación de calle. Recordaba a la perfección lo que sintió en ese momento. Desesperación. Pero no iba a darse por vencido. Con ayuda de Kakashi, e incluso de sus abuelos, se había dedicado a barrer la ciudad dos, tres veces, las que fueran necesarias para encontrar a esos niños y poder pagar la enorme deuda que Naruto sentían tenia para con ellos.

Kakashi al principio no lo entendía muy bien. No comprendía esa urgencia por encontrar a dos chicos desconocidos, pero si ellos habían hecho el milagro de recomponer al muchacho rubio, ayudaría a encontrarlos sin importar nada mas.

Tardaron 45 minutos en por fin distinguir las casas que denotaban que habían llegado al barrio de la lluvia. Era un lugar poco acogedor, frio y de casas desvencijadas y a medio caer. Parecía bastante hostil, mas a esas horas de la noche. Se detuvieron en un lugar lo suficientemente iluminado para dejar el coche y que este no desapareciera mientras estaban buscando. Bajaron del vehículo y comenzaron a caminar por la única calle principal de ese barrio de bajo calibre. A ambos lados de la calle había mujeres vestidas a duras penas, enseñando su mercancía corporal a los transeúntes, y chicos muy delgados paseándose mientras se contoneaban a pesar de la baja temperatura. Algunos locales estaban abiertos, con adormecidas luces rojas que invitaban a promesas de alcohol y placer. Incluso vieron en su camino dos o tres transacciones de drogas llevarse a cabo.

-Lo de siempre. – le dijo el rubio a Kakashi cuando habían recorrido unas ocho manzanas. – Nos separamos y vamos por las otras calles. –

-Esto no me gusta, Naruto. – le dijo el más alto. – Sé que siempre nos separamos para abarcar más terreno, pero este lugar es de por sí muy peligroso. –

-Tranquilo. – le dijo con una enorme sonrisa. – Prometo comportarme. –

-No lo digo por eso. – pero ante la incrédula mirada de los ojos azules agregó: - Al menos ya no.-

-De acuerdo, entonces solo unas calles de aquí, 30 minutos. –le propuso el rubio.

-Entonces activa tu GPS y sincronízalo con el mío. – el mayor le pasó su móvil y el modelo comenzó con lo que le habían pedido.

-Bien, aquí tienes. – le devolvió el teléfono y se guardo el propio en el bolsillo.

-30 minutos, Naruto. – le repitió amenazadoramente Kakashi.

-Sí, sí. – dijo volteando los ojos.

Luego ambos se separaron y tomaron las calles colindantes. Naruto entendía la preocupación de Kakashi. No solo era un drogadicto recuperado caminando en un barrio de mala muerte en el que solo extendería la mano y los malos hábitos volvería. Sino que además nadie podría negar esa particular belleza que rodeaba el cuerpo de Namikaze y no pasaba desapercibida en un barrio como aquel. Pero independientemente del miedo de Hatake, al menor solo le preocupaba encontrar a sus mini héroes en esos terrenos. Aunque esta ya fuera la quinta vez que se dejaban caer por allí, donde todo empezó, nunca había tenido suerte. No había vuelto a encontrar a ninguno de los niños que aquella vez le habían acompañado.

Llevaba unas dos calles cuando unas risas en un callejón a su derecha le llamaron la atención. Más aun porque venían seguidas de un quejido lastimero. Le dio mala espina al instante y sin pensarlo se adentro en esa callejuela oscura y sucia. Encontró nada más ni nada menos que dos sujetos con muy mala pinta arrinconando a un niño contra la pared.  Uno lo tenía sujeto del cuello de la sudadera y lo levantaba hasta que el pequeño con suerte rozaba el suelo con la punta de los pies. Una sensación de deja vu le surgió en la esquina de la mente, recordando fugazmente que en ese mismo barrio de mala muerte, en una situación similar, el se había despedido de unos hermosos ojos negros prometiéndole volver. Quizás ya habían pasado años de ese incidente, pero eso no le quito la asquerosa sensación de rabia que le provocaba la escena. Sin dudarlo avanzó dispuesto a ayudar.

-Hey, imbéciles. – se escuchó entonces una voz que venía desde el otro extremo del callejón. El rubio se detuvo en seco y sin saber qué hacer, se ocultó en la esquina de un edificio para tener la suficiente visión de lo que ocurría.

-¿Y quién eres tú, mocoso? – el tipo que no tenia sujeto al niño miro hacia donde había venido la voz.

Los ojos azules de Naruto resiguieron el lugar con la mirada, a pesar de la oscuridad del callejón, apenas iluminado. Vio entonces a un muchacho joven, no muy alto. Pero su respiración se detuvo en el instante en que el desconocido se acercó lo suficiente para mirarle el rostro. Tenía la piel muy blanca y el cabello corto y en punta, del mismo color de sus ojos que eran de un profundo negro. Abrió la boca con sorpresa, pero ahogo una exclamación de triunfo. No quería verse descubierto aun. No podía asegurar que era uno de ellos, después de todo no sabía si habrían cambiado tanto con los años.

-Suéltalo. – le dijo el pelinegro con el rostro indiferente, pero la voz tintada de enfado.

-¿Quieres que lo suelte, nena? – le dijo el tipo que sujetaba al crio y lo sacudió con violencia, arrancándole al menos un quejido adolorido.

-Vete de aquí, entrometido. – le decía el otro abusador. - ¿O quieres una paliza tu también? –

Tan veloz como un parpadeo, el joven moreno se abalanzó contra el tipo que tenia ms cerca. Lo golpeó furiosamente valiéndose de la sorpresa, hasta que el tipo quedo hecho un ovillo humano en el suelo, gritando de dolor e impotencia. El joven moreno lo pateo un poco más cuando su víctima estuvo en el suelo, con tanta fuerza que el tipo quedó inconsciente en el acto.

-¡Sasuke! –la voz era del pequeño niño quien había sido arrojado al suelo con violencia.

Sin embargo, el mencionado no alcanzó a reaccionar con la rapidez necesaria cuando tenía al enorme tipo encima de él blandiendo una navaja en su mano, cuyo filo centelleaba peligrosamente. Naruto sintió todos los cabellos de su nuca erizarse. Primero por el impacto de al fin encontrar a uno de los hermanos, pero luego escuchó con toda claridad el sonido de la tela rasgarse y una maldición entre dientes lanzada por el muchacho de cabello negro. Aun así este se levantó y furiosamente derribó a su oponente sin importarle la diferencia de alturas ni de contextura. Lo desarmó de un golpe y luego con una patada directa en la pierna le hizo perder el equilibrio, dejándolo en el suelo, justo donde quería. Otra patada furibunda en su cara y el sujeto perdió todo conocimiento.

Naruto vio con claridad al moreno sujetarse el brazo izquierdo y hacer una mueca con dolor. Lo habían herido. El pelinegro se acercó al niño que temblaba lloroso en el suelo y se arrodilló a su altura. En cuanto el niño lo tuvo cerca se lanzó a su cuello en un necesitado abrazo, llorando desconsolado. El pelinegro simplemente se dejó hacer y le acarició el cabello para intentar calmarlo. El rubio, que seguía escondido, se mordió los labios intentando no salir aun. No quería interrumpir tan adorable escena.

-¿Estás bien, Ren? – le preguntó al niño cuando este se calmó y se separó de él lo suficiente para mirarlo a la cara. - ¿Dónde está tu madre? –

-Trabajando. – respondió el niño sorbiendo por la nariz. – Tenía un cliente y no quería que estuviera allí. – el pelinegro lo miró con el rostro serio.

-Ve donde esta ella. – le indicó. – No debes andar en la calle a esta hora. –

El niño asintió tranquilo y luego de recibir una última palmada en la cabeza, dio las gracias a su héroe y se fue corriendo por el callejón, al lado contrario de donde estaba el modelo. Sasuke se levantó y miró como el niño desaparecía en la oscuridad de esas calles. Soltó una nueva maldición y se sujetó el brazo herido, haciendo presión sobre él. Le habían hecho un profundo corte unos centímetros bajo el hombro, apenas si podía mover el brazo. Maldijo su suerte y presa de su frustración mandó un nuevo golpe al tipo que lo había herido y ahora estaba tendido inconsciente en el suelo.

-¿Sasuke? – escuchó de pronto una voz a sus espaldas. Se volvió rápidamente encontrándose de lleno con un joven de cabello rubio. - ¿Sasuke, eres tú? – le volvió a preguntar.

Contra todo pronóstico, la primera acción de Sasuke fue alejarse corriendo del rubio. Naruto maldijo en voz alta, para luego lanzarse a perseguir al de cabello negro. Una rabia ridícula comenzó a adueñarse de su mente. Le había costado años encontrar algún rastro de esos dos y ahora que por fin la hallaba el mocoso idiota corría de él. Persiguió la figura del pelinegro con toda la fuerza de la que era capaz, doblando en varias esquinas y cruzando callejones oscuros. Ahora era el momento de poner a prueba las eternas horas en el gimnasio, si se cansaba antes que el de cabello negro, demandaría a la fachosa institución. Persiguió a Sasuke hasta que pasaron por una pequeña callejuela y entonces el pasado se abrió a los ojos de Namikaze.

Se adentraron en la misma edificación en la que él se había recuperado de la peor resaca de su vida hace cuatro años. El mismo lugar en el que Itachi y el idiota pelinegro al que perseguía le habían cuidado con esmero y cariño. Estaba bastante oscuro, apenas si unas luces exteriores le daban visibilidad al lugar. El pelinegro tenía toda la intención de cruzar la destartalada fábrica corriendo, pero el rubio no se lo iba a permitir. Juntando todas sus fuerza aceleró el paso hasta que estuvo lo suficientemente cerca del menor y se lanzó hacia él, chocando con su cuerpo y abrazando la cintura de Sasuke, llevándolos a ambos al suelo.

El pelinegro cayó de bruces al suelo, quejándose de dolor. Cuando sintió el peso del otro alejarse de él intentando incorporarse, se revolvió inquieto para tratar de alejarse de ese desquiciado que le perseguía como loco por la oscuridad de la ciudad. Se volteó para mirar al muchacho rubio, quedando sentado en el suelo. La respiración se le congeló en la garganta cuando vio los ojos azules como el cielo de Naruto. Eso pareció dejarlo petrificado, puesto que no movió ningún otro musculo. Sin embargo, frunció el ceño, más concentrado en algo en su mente que en la cara color miel que tenía tan cerca. Esos ojos… le parecían familiares. Pero no sabía de dónde, no podía recordarlos bien.

-¿Sasuke?- preguntó Naruto al ver que los ojos negros mostraban una pensativa mirada, como analizando algo en su cabeza. - ¿Estás bien? – le preguntó dulcemente.

Pero no alcanzó a escuchar la respuesta del más joven cuando sintió como alguien le sujetaba con brusquedad del cuello de la chaqueta que estaba usando en ese momento y lo alzaban sin cuidado del suelo, como si fuera un saco. Lo levantaron hasta que estuvo completamente de pie y luego le sacudieron con violencia. Demonios, pensó el rubio. Alzó los brazos para sujetar la mano que lo trataba con tanta brusquedad y la apretó con fuerza, pero esta no le soltó. Finalmente su atacante lo volteó sin cuidado para quedar frente a frente.

-¿Qué diablos pasa aquí? – dijo quien zarandeaba al rubio como si fuese un muñeco.

Pero nada más ver quien era a quien tenía entre los dedos la cara del agresivo sujeto se convirtió en una expresión de incredulidad. Así como la de Naruto. La suerte estaba de su lado esa noche. Allí, apenas a un palmo de su cara, estaba Itachi. Podría jurar que era él. La piel blanca, los ojos negros enmarcados con las leves ojeras, el cabello negro profundo, que ahora llevaba largo.  Se miraron unos largos segundos. El de cabello negro no podía creerlo. Hubiese jurado que nunca más vería esa cara. Esos ojos azules bordeados por las larguísimas pestañas, ese rostro que ya no parecía el de una niña triste, el cabello rubio dorado, ahora corto. Lo soltó de inmediato, casi como si el contacto con esa figura delgada le quemara. El rubio trastabilló un poco para volver a quedar de pie, y se acomodó la ropa alrededor del cuello.

-Eso dolió. – murmuró Naruto mas para sí que para que alguien lo oyera.

-¿Naruto? – Preguntó Itachi, con la voz baja.- ¿Eres tú? – en sus ojos había cierto miedo, temor porque la respuesta fuera negativa.

-¿Naruto? – repitió un sorprendido Sasuke quien se ponía nuevamente en pie y se sujetaba el brazo herido.

-No puedo creerlo. – decía el rubio admirando a los dos hermanos, completamente feliz. – Al fin los he encontrado. –

-¿De verdad eres tú?- cuestionó Itachi asumiendo una actitud protectora con su hermano menor, poniéndose frente a él, alejándolo del rubio. Todo rastro de sorpresa había desaparecido de su rostro.

-Por supuesto. – le dijo dedicándole una de sus hermosas sonrisas, que quitó toda duda de la mente del pelinegro mayor. – Tenemos mucho de lo que hablar.-

-No. – le dijo Itachi cortante. – Sasuke, vámonos. – ordenó a su hermano mientras le daba la espalda a Naruto.

¿Qué? Namikaze quedó completamente helado con eso. Quedó petrificado con la sonrisa desaparecida en el rostro, viendo como esos dos niños, aquellos que una vez le salvaron la vida, aquellos a los que había pasado más de tres años buscando una y otra vez por esa enorme metrópolis; le daban la espalda. Itachi le había reconocido. Ambos lo habían hecho. ¿Y ahora le daban la espalda sin siquiera escuchar lo que tenia para decir? No, claro que no. Namikaze Naruto podía haber dejado sus malas costumbres en el pasado, pero su carácter rebelde nunca se iba a ir. Esos malditos mocosos no le iban a dejar colgado como si nada.

-¡Esperen! – exclamó con fuerza el de ojos azules acercándose a ellos los pasos que estos se habían alejado. - ¡Tenemos que hablar! ¡No tienen idea del tiempo que llevo buscándolos! –

-No tenemos nada de qué hablar, Naruto. – decía Itachi mientras caminaba. – Deberías irte de aquí, este barrio no es para ti. –

-¿Qué estás diciendo? – cuestionaba el rubio. – Por favor, tenemos que hablar. – estiró un brazo y sujetó con firmeza el del moreno de pelo largo,  con la suficiente fuerza para hacer que volteara.

-Basta, vete de aquí. – le dijo Sasuke mirándolo con el ceño fruncido, mientras que su hermano sacudió el brazo para liberarse del agarre.

-¿Por qué debería irme? – insistió Naruto ahora molesto, siendo observado por los dos hermanos. –Diablos, por fin los he encontrado y no quieren siquiera hablar conmigo. –

-No tenemos nada de qué hablar. – insistía Itachi. Pero entonces una sonrisa triunfante adornó el rostro del de ojos azules.

-Van a hablar conmigo lo quieran o no. – dijo para luego asentir con un movimiento de cabeza.

Luego el mundo se volvió completamente negro y ambos hermanos cayeron al suelo, inconscientes, con un golpe seco.

-¿Llego a tiempo? – preguntó un sonriente Kakashi que había aparecido tras los jóvenes pelinegros.

-Siempre tan oportuno. – le respondió el rubio con una enorme sonrisa, mientras se agachaba para mirar a los dos caídos. – Tengo que decir que tus habilidades para desmayar a la gente me asustan. –

-Nunca sabes cuando las necesitaras. –

Justo cuando Namikaze había hecho voltear a Itachi para detenerlo, había visto como a sus espaldas aparecía Kakashi. Bastante oportuno. El representante no necesitó más que mirar unos segundos el rostro del rubio para saber que la conversación no iba en buenos términos, así que  cuando se acercó sigilosamente y pudo escuchar que su protegido quería hablar con esos dos, bastó unos segundos para que él cumpliera su deseo. Un golpe certero y ambos muchachos habían caído como sacos de papas al suelo. Mirándolos más de cerca, no se parecían en nada a los dulces niños que había descrito Naruto tiempo atrás. Pero también había que entender que los niños crecían y el tiempo había hecho milagros con esos dos. El rubio y su representante se subieron a los morenos a la espalda y caminaron tranquilamente hasta el coche. La sonrisa del modelo era tan grande que se contagiaba a su compañero.

Su olfato pareciera ser lo primero que volvió a la realidad. Podía percibir claramente el aroma del café y aroma a limpio. Había poco ruido, a lo más murmullos y el golpeteo suave de cucharas contra cerámica. Estaba recostado en un lugar blando, muy suave. Fue entonces que abrió los ojos con brusquedad. Él no tenía ningún lugar suave en el que recostarse, menos uno que oliera así de bien. A su mente llegó el recuerdo de Naruto y su insistencia por hablar con ellos. Le vino a la cabeza esos maravillosos ojos azules, cegados por la determinación. ¿Qué querría ese rubio con ellos, para insistir tanto? Él lo había esperado. Itachi lo había esperado durante seis largos meses, aun sabiendo que arriesgaba a su hermanito a pasar el invierno en esa fabrica helada.

Pero un día supo que la promesa de Naruto nunca se cumpliría.

Un día cuando estaba trabajando en la bodega de una botillería, encontró en el mesón de la tienda una revista en la que en primera plana reconoció el rostro del rubio que habían recogido hacia seis meses atrás. Fue entonces que se enteró que Naruto era un modelo sumamente famoso, reconocido incluso a nivel internacional y que vivía rodeado de lujos y dinero. ¿Qué iba querer ese personaje con ellos? Nada. Incluso la revista decía que se había ido del país, refugiándose de la prensa. Entonces la verdad le cayó fría sobre la cabeza. Naruto no iba a ir por ellos. Si ya había pasado tanto tiempo, ¿Qué esperanza les quedaba? Agradecía nunca haberle dicho a su hermano de la promesa de Naruto. Esa noche hace cuatro años, cuando volvió con Kai y Shizuki donde estaban los demás, lo primero que hizo Sasuke fue preguntar por el rubio. Y cuando le dijo que se había ido, su hermano no le había hablado en una semana, culpándole de la ausencia del rubio.

Con lentitud se sentó en el lecho en el que había estado recostado. Y miró curioso a su alrededor. Había estado desmayado en un impecable sillón de tela negra y suave. Se vio a sí mismo en una sala de exquisito gusto, con el suelo de madera clara y un enorme espacio. Una mesita de centro a su lado decorada con flores frescas y coloridas. Levantó la vista y vio el segundo piso que salía sobre el primero mostrando varias puertas en un pasillo que daba hacia la sala, y una escalera de madera y metal. A su lado había otro sillón. Y al ver quien estaba recostado allí, la preocupación devoró su mente de inmediato. Su hermano, Sasuke, estaba recostado en el otro sillón, completamente inconsciente. Le habían sacado la camiseta dejándole el pálido y lampiño torso al descubierto y vio como en un brazo tenía una gruesa venda que levemente se había manchado de sangre, dejando ver que estaba herido. Se levantó enseguida y se acercó a su hermano menor.

-Mira, ya está despierto. – escuchó la voz de un hombre a su espalda.

-Itachi. – le llamó entonces la voz de Naruto.

El mencionado se volteo con rapidez y vio al rubio junto a otro hombre en un amplio comedor que estaba  a la espalda del sillón en el que él había despertado. Y este al lado de una enorme cocina americana abierta a la estancia. Tras ambos había un glorioso ventanal que rodeaba por completo el departamento, dejando ver con toda claridad gran parte de las luces brillantes de la ciudad. Itachi enseguida adoptó una posición de defensa contra el modelo quien lo miraba con una encantadora sonrisa sin inmutarse.

-Tranquilo, Itachi. – le dijo suavemente Naruto. – No tienes que ponerte así. –

-¿Dónde estamos? – preguntó con enfado el moreno. - ¿Qué le pasó a mi hermano? –

-Eso no lo hicimos nosotros. – aclaró el rubio sin moverse de su lugar. – Sasuke se peleó con unos sujetos para salvar a un niño pequeño. –

-Agradecidamente no necesitará una sutura. – decía Kakashi quien se encontraba sentado en la mesa del comedor, justo a un lado de Namikaze.

-¿Qué diablos...? – la voz de Sasuke se dejó oír al tiempo en que lentamente se sentaba.

Itachi enseguida se volvió y observó como su hermano miraba desorientado a su alrededor. Cuando el menor lo miró, enseguida se puso de pie, sabiéndose en un lugar completamente diferente al que solían usar como refugio. Allí no hacia ni siquiera frio. Fue entonces cuando sus ojos negros vieron a Naruto. Ese chico de sonrisa hermosa y enormes ojos azules de largas pestañas, el cabello rubio rebelde y corto; se encontraba apoyado cómodamente en una mesa de comedor enorme de color negro y brillante, mirándolo a él y a su hermano con interés. No entendía nada. No sabía ni donde estaban.

-¿Tienen hambre? – preguntó entonces Kakashi, poniéndose de pie. – Prepararé algo. – dijo dirigiéndose luego hacia la cocina.

-Vamos, chicos, no les hare nada. – decía Naruto con dulzura. – Vengan, tomen asiento. Quiero hablar con ustedes. –

Namikaze casi se come a besos a los hermanos cuando estos se acercaron a la mesa temerosos, mirándolo con cautela como cachorros asustados. Lo cierto es que habían cambiado bastante físicamente. Ambos tenían una buena contextura, de espalda ancha y se notaba que serian bastante altos. De hecho Itachi era unos centímetros más alto que él y Sasuke ya casi alcanzaba a su hermano siendo de la misma estatura que Naruto. Ambos pelinegros se sentaron algo temerosos en la mesa del comedor. Se notaba a leguas que no estaban cómodos. De hecho estaban muy desconfiados.

-No es mi mejor plato. – decía Kakashi que volvía con dos platos humeantes en las manos y dos pares de palillos. – Pero este mocoso solo tiene ramen para comer. –

-Gracias. – dijo sarcástico Naruto.

Pero no pasó desapercibido para los mayores el brillo hambriento en los ojos de los hermanos cuando tuvieron los platos a su alcance. Eran realmente adorables. Comieron con tanto anhelo como si fuera el mejor de los manjares esas ridículas porciones de ramen instantáneo que Kakashi había hecho para ellos. El peliplata y su protegido tomaron asiento frente a los menores y esperaron tranquilamente hasta que estos terminaron la comida. Lo cierto es que no habían tenido una comida caliente en muchísimo tiempo y menos algo que comer ese día. Habían estado trabajando desde temprano y no habían comido mucho. Los morenos tuvieron que admitir que aunque les hubiesen secuestrado estaban dispuestos a perdonar luego de ese plato.

-Podemos darles otra porción si quieren. – ofreció el rubio con su sonrisa. Sin embargo, ambos hermanos se miraron y negaron con la cabeza. –Bien, entonces creo que podremos conversar ahora. –

-¿Que quieres de nosotros, Naruto? – preguntó Itachi, rendido finalmente con la insistencia del rubio.

-Hace cuatro años ustedes me salvaron de una muy mala situación. – comenzó Namikaze. – Les prometí que volvería por ustedes, y esa promesa ha estado en mi cabeza durante todo este tiempo. –

-¿Promesa? – preguntó Sasuke confundido. - ¿Cuál promesa? –

-¿No te lo dijo? – preguntó incrédulo el rubio. – Tuve que irme urgentemente esa misma noche, pero antes de dejar a Itachi en ese momento, le prometí que volvería por ustedes. –

-Pero no lo hiciste. – finalizó Itachi. Él sabía que su hermano pronto le recriminaría por no compartir esa información con él.

-No pude hacerlo de inmediato. – los ojos azules le pedían perdón sintiéndose realmente mal por ello. – Y realmente lo siento. La verdad es que trabajo como modelo y como sabrán es una carrera que demanda mucho y en la cual muchos ojos están sobre ti. Yo no estaba… en las mejores condiciones en ese momento de mi vida. Y sé muy bien que tú lo notaste, Itachi. – el aludido simplemente asintió, sabiendo que se refería a las drogas. – Esos días en los que ustedes se hicieron cargo de mi, la prensa hizo un caos. Inventaron ridículas historias de porque yo había desaparecido de la nada. Tuve que volver, para arreglar todo aquello. Y también para arreglar mi vida. – dijo con una sonrisa tranquila, siendo observado atentamente por los otros tres. – Y fue casi diez meses después que estuve recuperado en totalidad. En que pude volver a ser yo de nuevo. Y fue entonces que fui a buscarlos. Pero cuando fui por ustedes ya no estaban. –

-¿Diez meses? – preguntó incrédulo Itachi. - ¿Crees que te hubiésemos esperado diez meses? ¡No tienes idea de lo duro que fue pasar el invierno allí! –

-Tenemos que movernos siempre. – explicó Sasuke. – Si nos quedamos demasiado tiempo en un lugar, nos pueden desalojar. –

-Supuse que se habían movido. – dijo el rubio. – Así que fui a buscarlos. Donde fueran, yo tenía que encontrarlos. –

-Hemos recorrido la ciudad completa al menos tres veces estos tres años. – intervino Kakashi. Los rostros de los hermanos eran un poema, estaban realmente sorprendidos y serios al mismo tiempo, reticentes a creer la historia que les acababan de contar.

-¿Por qué? – preguntó entonces Sasuke. - ¿Por qué tanto trabajo para encontrarnos? –

-Ustedes cambiaron mi manera de ver la vida. – respondió Naruto con una enorme sonrisa. – Ustedes cambiaron todo lo que yo veía y debería agradecerles con todo mi corazón. – luego inspiró profundamente preparándose para lo que iba a decir. – Es por eso que tengo una propuesta que hacerles. – los miró evaluando la situación unos instantes. – Quiero hacerme completamente cargo de ustedes. –

Un denso silencio fue lo que siguió a las últimas palabras de Namikaze. Ambos hermanos estaban completamente sorprendidos ante la propuesta tan directa que se les estaba haciendo. ¿Hacer cargo? ¿De ellos? ¿Cómo? Los ojos azules demostraban una férrea determinación, que los tenia aun mas sorprendidos.

-¿Qué? – preguntaron los hermanos al unísono.

-Lo que escucharon. – Dijo el rubio.- No sé realmente en qué situación están ahora, pero quiero ofrecerles esto. Quiero hacerme cargo por completo de ustedes. Que salgan de las calles y vivan aquí conmigo. Pagaré todas las deudas que puedan tener, pagaré sus estudios y cubriré todos sus gastos. – decía con tanta energía que las palabras incluso se atropellaban entre ellas. – Quiero mimarlos hasta que sean completamente adultos y puedan enfrentarse al mundo. –

-¿Estás loco? – dijo incrédulo Itachi. –No puedes hacer eso. –

-¿Cómo?- interrumpió la voz de Sasuke. - ¿Cómo harías todo lo que dijiste? –

-Es simple. – intervino Kakashi. - ¿Aun son menores de edad, verdad? – ambos hermanos asintieron. – Lo que haríamos seria una adopción legal. Eso significa que ustedes pasarían a ser algo asi como los hijos de Naruto. –

-¿Adopción? – dijo Itachi.

-Así es. – respondió el rubio. – Cuidare de ustedes hasta que sean mayores de edad. Todo irá por mi cuenta. –

Itachi y Sasuke no sabían que decir. Era una idea casi descabellada, casi imposible. Hace un par de horas aun vivían en las calles, peleándose por trozos de comida, trabajando por migajas de dinero, soportando el frio de la noche sin tener más compañía que el otro. Ahora alguien venia de la nada, un chico joven, exitoso, atractivo y con dinero; a ofrecerles un futuro casi irreal. Les ofrecía curar las heridas del pasado y crear nuevas vidas, de consuelo y mimos. Era casi ridículo.

-¿Es esto una broma? – dijo Sasuke.

-Por supuesto que no.- Naruto se cruzó de brazos y se hizo el ofendido. – Llevo más de tres años buscando a un par de niños, recorriendo esta enorme ciudad, caminando bajo lugares que no sabía ni que existían; ¿Y preguntas si es una broma? – luego con una sonrisa les dijo. – Esto es real. Es lo que quiero y es lo que les ofrezco. –

-Yo…yo no creo… - nunca nadie había dejado a Itachi sin palabras y no era una sensación agradable, pero es que esto realmente era irreal.

-Piénsenlo. – dijo finalmente Namikaze al ver la contrariedad que su propuesta había causado en los pelinegros. – Pasen la noche aquí conmigo. Ya es tarde y de seguro estarán cansados. –

-¿Nos dejaras dormir aquí? – preguntó Itachi. – Apenas si nos conocemos.-

El rubio simplemente se levantó de su asiento y se acercó al par de hermanos. Levantó las manos y les acarició a ambos suavemente la cabeza.

-¿Qué hay en esta casa que realmente sea de valor? – preguntó al aire. Luego miró a los menores. – Creo que hoy por primera vez hay algo que de verdad me importa aquí. –

Luego de esas palabras Naruto les había mostrado efusivamente el pent-house por completo. Era desquiciantemente enorme para que viviese solo una persona. En el primer piso estaba la sala, la cocina, el comedor, un pequeño estudio-biblioteca y una enorme terraza, todo eso cubierto de ventanales. También estaba la habitación principal que era de Namikaze, una suite sumamente espaciosa con un baño en su interior y un armario gigantesco. El segundo piso, que parecía una terraza que miraba a la planta inferior, tenía cinco habitaciones de considerable tamaño, equipadas todas con una cama individual, una mesita de noche y un escritorio. Además de dos baños. La amplitud del lugar y sus lujos parecía exagerada.

A pesar de que Naruto les ofreció una habitación para cada uno, los hermanos prefirieron compartir una cama. El rubio aceptó, aceptaría lo que fuera con tal de tenerlos contentos. Se despidió de Kakashi a quien vería al día siguiente y se fue a dormir. En la oscuridad se encontraban ahora Sasuke e Itachi. El primero estaba acostado viendo hacia la pared, dándole la espalda a su hermano que se encontraba recostado mirando el cielo raso. Sabían a la perfección que el otro no estaba durmiendo, pero estaban tan sumidos en sus pensamientos que ninguno tenía intención de romper el silencio aun. Ya ni siquiera recordaban cuando había sido la última vez que habían dormido en una cama lo suficientemente grande para acogerlos a ambos, y menos aun tener acolchadas mantas sobre ellos.

-¿Qué piensas de todo esto? – finalmente se animó a preguntar Itachi luego de varios minutos en silencio.

-Que es demasiado bueno para ser verdad. – le dijo Sasuke.

-Tienes razón. – los ojos del mayor estaban fijos en el techo. – Es casi ridículo. –

-¿Por qué no me dijiste que te había prometido volver? –el tono en la voz del mas bajo denotaba que se sentía confundido y ofendido por ello.

-No quería ilusionarte. – se sinceró. – Nunca pensé que hablara enserio. –

-Mientes. –le cortó Sasuke. – Sí lo esperaste. – Hubo un largo silencio. En un rincón de la mente de Itachi reinaba la sorpresa de verse descubierto.

-¿Crees que deberíamos tomar su oferta? –

-No lo sé. – respondió el menor.

-¿Sabes? – dijo con un tono de burla el mayor. – Eras más adorable para conversar cuando eras pequeño. –

-Ya no soy un crio, Itachi.-

-Lo sé. – soltó una ligera risita ante el enfado de su hermano. – Desearía haber podido darte algo mejor. –

Entonces Sasuke se volteó por completo, quedando de lado y mirando directamente a su hermano quien giró el rostro para quedarse ambos mirando. A pesar de la oscuridad de la habitación, entrambos veían bastante bien. No siempre habían tenido luz, por ende se movían con gracia en la oscuridad. El menor apretó la mandíbula con fuerza luego de haber oído lo dicho por el más alto. Él sabía que su hermano le cuidaba en exceso. Dentro de la complicada vida que les había tocado llevar en las calles, su hermano siempre había hecho esfuerzos enormes por mantenerlo. Incluso había hecho cosas bastante lastimeras por su bien. Y él no lo toleraba. No podía aguantar que su hermano aun lo viese indefenso, ni que se pusiera a lamer el suelo para reparar sus errores o para darle una mejor vida. Sentía la impotencia en el pecho, rugiendo con rabia.

-Deja de decir eso.- la voz de Sasuke sonaba enfadada. – Y duérmete ya. –

El silencio reinó completamente entonces. Naruto había irrumpido como bólido en la vida cruel que azotaba a ambos hermanos. Quizás ellos no sabían realmente cuanto tiempo y esfuerza había invertido el rubio en encontrarlos, pero el de ojos azules tampoco sabía cómo habían sido las vidas de ellos tampoco. Todo a lo que se arriesgaba en las calles, todo a lo que te aferrabas para vivir. Y los secretos que cada hermano guardaba celosamente del otro. Y ahora, después de años caminando bajo la lluvia y sufriendo el abandono, aparecía un hermoso joven y les ofrecía el mundo entero, la vida de comodidades y mimos que se les había negado. Era irreal, burlesco. Itachi miró el tranquilo semblante de su hermano menor hasta que este estuvo completamente dormido. Era por Sasuke que hacia todo, desde vender más que su dignidad, hasta trabajar hasta desfallecer.

Y era por Sasuke que había tomado la decisión de aceptar la propuesta de Naruto. Aunque tuviera que pagarla con sangre después.

 

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Notas finales:

Uff al fin capi nuevo! 

Miles de besos a todos los lectores! Y gracias por leer. <3


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