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Mas que una familia. por Alabama Now

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Notas del capitulo:

Mil gracias por todos sus maravillosos reviews que me llenan de alegria y me motivan a seguir escribiendo cada dia mas !!!

Este capitulo no es tan emocionante pero es muy dulce. Espero que les guste !

Gracias por leer.

Capitulo II.

 

Escuchaba murmullos ahogados y exclamaciones de sorpresa lejanas, sofocadas por algo. Se removió lentamente sintiendo como el sueño se le escurría de los dedos y la realidad le devolvía los sentidos. Se sacudió para intentar acomodarse y la curiosidad le invadió al saberse recostado en algo sumamente blando y cálido. Abrió los negros ojos con lentitud hasta enfocar la vista en el cielo raso de un blanco inmaculado y a su mente los recuerdos de la noche anterior le vinieron como una lluvia incontrolable en la mente. La imagen de un chico rubio de enormes ojos azules le hacía sentir ridículamente feliz. Naruto no se parecía mucho a la imagen de la niña delgada de largo cabello que sus infantiles recuerdos retenían. Ahora era un joven algo más varonil, de cabello corto y que parecía sonreír continuamente, a diferencia de ese tiempo en el que no parecía ser muy feliz. En su interior siempre estuvo la esperanza de verlo de nuevo, de rememorar el sentimiento que había despertado en él esa niña enferma hace cuatro años. Suspiró avergonzado de sus propios pensamientos.

Miró a su lado y vio como su hermano mayor dormía plácidamente, con el rostro relajado, no había notado siquiera que él se estaba moviendo. No recordaba un día en el que su hermano se viera tan apacible durmiendo. Y no podía cuestionarse el motivo. Estaban bajo techo, al refugio del frio, y durmiendo en una cama que le parecía lo mas cómodo que había experimentado en la vida. No había notado siquiera la incomodidad de compartir el lecho con otra persona. Escuchó nuevamente esos murmullos ahogados fuera de la habitación. Reconoció la voz de Namikaze apenas perceptible. Sin embargo, supo que había alguien más en la casa, alguien que hablaba con el rubio. Se preguntó si seria ese extraño hombre de cabello plateado que los había llevado hasta allí.

-¡No! – escuchó entonces la voz de Naruto. - ¡No, por favor! –

Miró a la puerta de la habitación de inmediato cuando escuchó ese quejido, más fuerte que los anteriores murmullos. El tono que teñía la voz del dueño de casa se escuchaba angustioso, casi con temor. Volvió la vista a su hermano, dispuesto a pasarle por encima para ver que estaba sucediendo abajo, pero Itachi tenía los ojos abiertos y le miraba con curiosidad. Levantó su mano y le hizo a Sasuke la señal de que guardara silencio, con la intención de que esperara un poco mas antes de salir del cuarto. Él también había escuchado las palabras del rubio, era lo que le había despertado, pero tenía que esperar un poco más.

-¡Por favor! – repitió la angustiada voz de Naruto desde el primer piso. - ¡No quiero, no quiero! –

Luego se escuchó con claridad el sonido de algo chocar contra el suelo y romperse con brusquedad. Fue suficiente para que ambos hermanos se pusieran de pie al instante y se acercaran a la puerta.

-¡Lo siento, lo siento! – decía nuevamente la voz del rubio, acongojada.

Tras ello, Itachi abrió la puerta del cuarto y, siendo seguido por Sasuke, bajó la escalera que llevaba al primer piso. Recorrieron con la mirada el pent-house, buscando algún rastro del rubio modelo, sin embargo, solo vieron a un hombre desconocido, con una enorme sonrisa en la cocina. Luego oyeron con claridad la suave risa de un Naruto que aparecía tras el mesón de la cocina, con el cabello rubio revuelto y esa maravillosa sonrisa en el rostro. Los hermanos permanecieron inmóviles al final de la escalera, totalmente perplejos, hasta que los ojos azules se posaron sobre ellos.

-¡Buenos días, chicos! – le dijo con alegría. – Lo siento. ¿Los he despertado? –

-Te dije que los molestarías, Naruto. –

-Lo siento, Iruka-sensei. – exclamó el rubio al hombre castaño que estaba con él en la cocina. – Se me ha caído una taza. – explicó a los de ojos negros, levantando su mano y mostrando todas las piezas de loza trisada que habían quedado en el suelo y se había agachado a recoger.

-¡Naruto! – le riñó el castaño. – Ten cuidado, puedes cortarte con eso. –

-Ya, ya. – le decía el rubio al tiempo que botaba los cortantes trozos en el basurero. Luego miró a sus invitados con una sonrisa. –Vamos, siéntense. Llegan justo para el desayuno. –

Sasuke miró con curiosidad a Naruto, quien les sonreía con afecto. Al parecer lo que fuera que había pasado por las mentes de los hermanos tras escuchar los quejidos del dueño de casa, no había sido nada más que un mal entendido. El rubio vestía una camiseta algo ajustada de color negro con un estampado de un color dañino a la vista y  unos pantalones de franela bastante grandes. El hombre a su lado era bastante mayor que él, pero tenía un deje de niñez en las facciones. Sonreía con maternidad y cariño, como desbordándolo por sus poros. Sasuke le tomó confianza de inmediato. Tenía el cabello sujeto en una coleta alta y una cicatriz curiosa le cruzaba la mitad del rostro, justo sobre la nariz. Una cicatriz que no aminoraba la maternal gracia de ese rostro.

Con cautela ambos chicos se acercaron a la mesa del comedor que para su sorpresa ya se encontraba con cuatro puestos y una cantidad considerable de comida. Y tomaron asiento en silencio, observando cómo se les acercaba el rubio luego con el hervidor de agua eléctrico en las manos, mientras Iruka seguía cocinando lo que fuera que estuviera en la encimera, y que despedía un aroma delicioso y cálido, que llenaba el ambiente.

-¿Té o café? – pregunto Naruto. Los otros dos le miraron con el rostro serio, sin saber realmente que contestar, jamás habían tenido que responder esa pregunta. Los ojos azules les miraron con ternura, entendiendo lo que sucedía. –Chicos, pueden tomar lo que sea, no voy a regañarles si quieren una taza de cada uno. –

Las mejillas de Sasuke se tiñeron levemente de rojo, volviendo el rostro enfadado por verse descubierto con esos maravillosos ojos llenos de ternura dirigidos a él y a su hermano. Miró la taza que estaba frente a él y un poco más allá notó una cajita de madera abierta, que dejaba entrever bolsitas de té de variados sabores. No quería parecer un inculto, pero lo cierto es que no había visto tanta comida al alcance de sus manos, en mucho tiempo. Tomó una bolsita de té y rápidamente la dejó en su taza, ofreciéndole luego el recipiente al rubio para que se la llenara de agua caliente. Naruto obedeció a la muda demanda. Itachi tomó el café y pronto tuvo la taza llena del humeante líquido, con su característico aroma. El modelo dejó el hervidor de agua en la mesa sobre un plato y tomó asiento frente a los adolecentes, mirándoles con cariño.

-No sabía que les gustaría desayunar, -les comentó el rubio. – así que he hecho que Iruka prepare un poco de todo. Siéntanse libres de tomar cuanto quieran, aquí no hay que pagar por la comida. –

-Gracias. – dijo Itachi, anonadado con la felicidad que desbordaba Namikaze.

-Tú también comerás todo lo que hay aquí. – advirtió Iruka acercándose a la mesa con una sartén grande con huevos revueltos. Solo entonces ambos chicos notaron el vientre prominente del adulto, era un doncel que estaba embarazado.

-¡No! – la expresión de Naruto cambió de inmediato y comenzó a hacer prominentes pucheros. - ¡No quiero! –

Los de ojos negros se miraron entre ellos. Así que esa era la discusión que habían escuchado desde la habitación. El puchero captó la atención de Itachi causándole gracia, el joven rostro de color miel se deformaba de tal forma que se convertía en el de un niño pequeño, le causó ternura. Luego miró la amplia mesa llena de comida, aunque le hubiesen dicho que podía tomar lo que quisiera se sentía bastante cohibido. Iruka tomó asiento a un lado de Naruto y le sirvió un enorme plato hondo con cereales, algo de fruta y leche, luego se lo puso enfrente como si se tratara de un niño. Y este para dar más la impresión infantil, se deslizó malhumorado por el respaldo de su silla hasta quedar como si se hubiese derretido en ella.

-Te odio. – le dijo de manera infantil el rubio a Iruka. 

-Si no comes, le diré a los chicos que rechacen completamente tu oferta. – amenazó el mayor.

Solo bastaron aquellas palabras para que Naruto rebotara en su asiento, tomara la cuchara a su lado y la hundiese en el gran plato que se le había servido. Comió una cucharada enorme y la estuvo masticando bastante tiempo antes de tragársela al fin. Iruka se dio por pagado con eso, al tiempo que se servía igualmente una taza de té y tomaba la comida de la mesa. Los hermanos finalmente se rindieron ante la imagen de tanto alimento delicioso y comenzaron a comer en silencio. Lo cierto es que a ambos les hacía gracia el comportamiento infantil de un adulto como el rubio.

-Sasuke, Itachi. – les llamó el rubio. – Les presento a Umino Iruka, mi segundo cuidador. – dijo señalando al castaño a su lado con la segunda cucharada llena de cereal, sin llegar a comerla.

-Es un gusto, muchachos. – les sonrió el sensei. – Espero que nos llevemos bien. –

-Mucho gusto. – dijeron los pelinegros al unísono, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.

-Y tú, - le dijo a Naruto. – comete de una vez tu desayuno. –

-¡Pero no quiero! – lloriqueaba el rubio. – Tengo una sesión en dos días, si tienen que retocar mis fotos porque aparezco enorme, será tu culpa. – le recriminó mientras se llevaba otra cucharada a la boca.

El resto del desayuno pasó con tranquilidad, bajo los lloriqueos del rubio y los regaños de Umino. A Sasuke le invadió un sentimiento extraño al nivel del pecho en cuanto miraba toda la situación. Sentía calidez. Estaba extrañamente cómodo con ese bullicioso rubio, en esa casa que olía a limpio, con aquel doncel embarazado que tenía un rostro fraternal, y más estando con su hermano a su lado. La sensación era curiosa. Nunca se había quejado de la vida que le había tocado llevar, ni de haber perdido la que anteriormente había sido su familia feliz. Pero al parecer, había estado anhelando ese calor. Por esa familiaridad.

Itachi miraba de reojo a su hermano menor, quien no le quitaba los ojos de encima a Naruto y, sin embargo, estaba meditando cosas en su cabeza. Le causó ternura ver ese rostro pensativo del más bajo, como cuando era más pequeño y había algo que su joven cabecita no lograba entender. Luego dirigió sus ojos al modelo, quien batallaba con cada bocado que el castaño le obligaba a tomar. Y le pareció increíble que ese joven de apariencia sana, fuerte, alegre e infantil, fuese el mismo que años atrás hubiese encontrado en un callejón cuando buscaba comida con Sasuke. En ese tiempo el rubio estaba bastante más delgado y había estado bastante lastimado, por lo que nunca le había visto con toda claridad el rostro. Un rostro maravilloso. Ocultó la sonrisa tras su taza de café cuando Naruto soltó un suspiro derrotado, como si hubiese estado en un agotadora guerra. Pero al menos se había terminado todo su desayuno.

Supuso que ese sería el mejor momento para decirlo.

-Naruto. – le llamó y aguantó como pudo el momento en que esos maravillosos ojos se posaban sobre su persona. – Quiero decirte que tomaremos tu oferta. –

El silencio se hizo en ese momento tras las palabras de un impasible Itachi. Sasuke lo miró abriendo los ojos con sorpresa, desarmando su habitual mascara de indiferencia. ¿Cuándo su hermano había tomado esa decisión? Y lo peor, sin decirle nada. Era ridículo. De acuerdo, si le hubiese preguntado probablemente hubiese expresado sus ganas de quedarse. Itachi seguía tratándole como un niño, sin tomar en cuenta sus necesidades ni sus deseos, siempre pensando que sería lo mejor para él. Lo odiaba, odiaba estar bajo la sombra de Itachi. Volvió la vista hasta el rubio y la sorpresa se hizo más amplia en su rostro.

El rubio se había llevado ambas manos a la boca, en un acto de sorpresa. Los ojos azules como el cielo se le habían llenado de lágrimas sin caer. No podía creerlo, era todo un sueño meloso y ridículo. Tantos años buscando las huellas de esos niños pequeños, imaginándose como habrían crecido, si estarían bien, si algún día podría cumplir su promesa y agradecerles por lo que habían hecho por él. Por devolverle su vida. Una parte de su mente se estaba resignando a que nunca los encontraría, a que incluso esos cuatro días habían sido efecto de las fuertes drogas. La vida había sido muy generosa con él. Lo mínimo que podía hacer era devolver la mano. Lentamente dejó caer sus manos, mirando con esos ojos destrozados a Itachi.

-¿Es enserio? – preguntó con la voz quebrada. - ¿Tu también, Sasuke? –

Itachi entonces volteó a ver a su hermano, tan sorprendido como este por la pregunta del rubio. Estaba tan acostumbrado a decidir todo él mismo que no había pensado en conversarlo con el menor. Lo cierto es que tenía tan marcada la imagen de su pequeño hermano, indefenso y lloroso, cuando quedaron sin hogar, que sentía una irresponsabilidad irracional para con él. Y no le había preguntado, también, porque estaba la posibilidad de que Sasuke se negara. Era un muchacho silencioso y a veces arisco, incuso con él que era su hermano. Itachi ya había decidido que ambos tomarían la oferta porque era más seguro para el menor, porque así el más bajo estaría en un lugar seguro, con abrigo, comida e incluso podría estudiar. Y tan pronto como él se pudiera hacer cargo de Sasuke, podrían terminar la relación con Naruto.

El menor de los hermanos observó unos eternos segundos los ojos de Namikaze que pedían su aprobación. Realmente quería escuchar lo que él tenía para decir, sin importarle lo que dijese Itachi, porque el rubio lo consideraba de por si capaz de responder. No tenía ninguna duda. Asintió con un movimiento profundo de cabeza. Y el rubio estalló de felicidad. Se levantó de su asiento y fue a donde estaban ambos pelinegros. Los abrazó efusivamente, con el rostro surcado por sus lágrimas, a cada uno con un brazo. Luego de apretarlos les regaló a cada uno un sonoro beso en la frete. Y luego los soltó dando saltos de alegría.

-¡Gracias, chicos! – decía Naruto secándose las lagrimas. -¡Llamare a Kakashi! – exclamó feliz y fue corriendo a su cuarto y desapareció hecho una ráfaga rubia.

Los hermanos quedaron en silencio, con las mejillas sonrojadas y las miradas en cualquier lugar del cuarto lejos de su hermano. Iruka los observaba con atención y una enorme sonrisa en el rostro. Eran adorables. Lo cierto es que cuando los había visto le habían parecido completamente diferentes a lo que imaginó cuando Naruto le contó la historia de hace cuatro años. Se imaginó a unos chicos de peor presencia, de imagen más peligrosa y mas maleducados. Incluso cuando Kakashi le comentó que se quedarían esa noche a dormir en el departamento del rubio le dio muy mala espina. Estaba seguro que el pent-house estaría desolado a la mañana siguiente. Sin embargo, se había llevado una grata sorpresa. Los chicos de ojos negros, no tenían las típicas marcas de las calles. Se expresaban bien, tenían impecables modales, eran silenciosos y tenían una apariencia física que de seguro provocaría escándalos en las escuelas. Eran unos niños interesantes. Quitando su apariencia física, eran tan adorables en su intento de mostrar fortaleza e independencia.

-Me alegro, muchachos.- dijo Umino. –Le han hecho inmensamente feliz. –

-Eso parece. – dijo Itachi, rozando inconscientemente su frente con la yema de los dedos.

-Ese niño ya merecía una buena dosis de felicidad. Ha estado trabajando mucho por ella. – les comentó casualmente.

-¿Usted…apoya esta idea? – le preguntó dubitativo Sasuke.

-Seré sincero con ustedes. – Le dijo el castaño.- Cuando todo esto comenzó tenía mis dudas. Hemos adoptado a Naruto casi como un hijo y nos preocupamos mucho por él. Cuando escuché de ustedes, la idea que tenía en mi cabeza era completamente diferente a la realidad. –

-¿Pensaba que seriamos diferentes? – le preguntó Itachi.

-Así es. – decía Iruka con una sonrisa sincera. – Lo cierto es que pensé que el departamento estaría desmantelado en cuanto llegara. – soltó una risita culpable. –No me malentiendan, chicos. Pero la confianza de Naruto fue excesiva, a mi parecer. – les confesó. – Sin embargo, estoy feliz de haberme equivocado. Quizás piensen que es un sacrificio para él que ustedes estén aquí, pero es todo lo contrario. Él los necesita tanto, como ustedes a él. –

La sonrisa que les dedicó luego dejaba entrever un verdadero cariño para con el rubio dueño de esa casa. Ese hombre de apariencia amable desprendía una calidez difícil de ignorar, una sensación maternal casi irreal para ellos, que a duras penas guardaban recuerdos de sus verdaderos padres. Escucharon un leve estruendo en la habitación de Naruto y una maldición antes de que la figura del modelo se dejara ver, corriendo por el lugar y llevando una sonrisa tan grande que Itachi tuvo que ocultarse tras su taza casi vacía para que no se viera que se le estaba contagiando. Finalmente el rubio se sentó en su antiguo lugar mientras miraba embelesado a ambos hermanos.

-Creo que podremos tener todo listo para esta tarde. – les dijo. - ¡Estoy tan feliz que no puedo creerlo! –

-¿Kakashi vendrá? – preguntó el castaño.

-Sí, en unos minutos. – luego mirando a los pelinegros. – Creo que no los presenté anoche. El hombre que me estaba conmigo anoche es Hatake Kakashi. El marido de Iruka. – les explicó.

-¿Ni siquiera lo habías presentado? – preguntó sorprendido Umino. –Eres un despistado. –

-Bien, - comenzó el rubio hacia los hermanos.- cuando terminen el desayuno tomen una ducha. Hoy tendremos muchas cosas que hacer. –

La curiosidad comenzó a rondar por las mentes de los morenos en cuanto el rubio había dicho aquello, preguntándose qué era lo que corría en esa cabecita rubia, y que al parecer Iruka ya sabía que implicaba. En cuanto terminaron el desayuno, el castaño se dedicó a levantar la mesa mientras el rubio modelo enviaba a los otros dos a arreglarse. Tuvieron unos problemas, cada uno a su manera, en cómo hacer funcionar la ducha. No recordaban cuando había sido la última vez que habían tomado una ducha con agua caliente, menos aun en un baño tan impecable como aquel. Sasuke fue el último en tomar la ducha y cuando terminó salió del cuarto de baño con la toalla amarrada a la cintura. Escuchó risas en el primer piso y dirigió su mirada hacia la sala principal, en la que en un sillón estaban sentados Naruto, Iruka y Kakashi que había llegado hace unos minutos. Entonces el rubio levantó el rostro hasta donde estaba él  y le dedicó una sonrisa. Enseguida Sasuke volteó el rostro avergonzado y se apresuró a llegar a la habitación que compartía con su hermano mayor.

En cuanto entró al cuarto vio como Itachi se subía los pantalones y los abrochaba con calma, le iban un poco grandes. Se miraron unos segundos, cuando el mayor le dedicó una expresión amable. Los ojos del más bajo fueron a parar a la cama en la que había dos mudas de ropa completa, desde los calcetines hasta las camisetas. Sintió curiosidad preguntándose si serian del rubio o de alguien más. Bien podrían ser de Iruka o Kakashi.

-Lo siento. – la voz de Itachi llamó su atención. –Debí habértelo preguntado. –

-Es verdad, debiste hacerlo. – le respondió Sasuke mientras se despojaba de la toalla y tomaba la ropa interior que había sobre la cama.

-Lo sé. Ya no eres un niño. – pasándose la camiseta por la cabeza y luego sentándose en la cama. –Pero tampoco eres muy conversador que digamos. –

-¿Estás seguro de esto, Itachi? – le dijo el menor mientras abrochaba sus pantalones.

-No lo sé. – se sinceró el de cabello largo. – Pero es una oportunidad única, irreal. –

-Espero que no lo estés haciendo solo por mí. – toda amabilidad había desaparecido del rostro de Sasuke. A pesar de que el mayor le sostuvo la mirada, no dijo nada. Y eso fue suficiente respuesta para él. – No te mentiré, la idea me gusta. Estoy cómodo aquí. Pero deja de pensar en nosotros como un conjunto, Itachi. No siempre estarás ahí para cuidarme. Debes tomar en cuenta también lo que yo quiero. –

-Quizás tengas razón. – fue todo lo que le dijo Itachi, meditando las palabras de su hermano menor.

En silenció se puso los calcetines y se calzó los zapato, para luego esperar pacientemente a que su hermano terminara de vestirse. En algún lugar de su mente sabía que su hermano había crecido y que seguramente había muchas más cosas que no le decía, que ya no era el niño asustado que se apegaba a su ropa buscando apoyo y consuelo. Pero saberlo y aceptarlo eran cosas muy distintas. Él sentía la responsabilidad de cuidar de él, de poder reparar el vacio enorme que habían dejado sus padres al morir, y luego al haber quedado en las calles. No importa cuánto el otro creciera, para él siempre seria su hermano pequeño. Y no se lo confiaría a nadie más.

Cuando Sasuke estuvo listo ambos chicos bajaron por las escaleras, viendo a los tres adultos riendo en una animada conversación. Itachi se preguntaba qué era lo que podía pasar con la decisión que había tomado. El rubio no parecía alguien de malos sentimientos, era bastante alegre y a su alrededor se erguía un cálido ambiente. Esa casa, a pesar de su tamaño era un lugar acogedor. Por primera vez en mucho tiempo no tenia que medir cada paso antes de darlo, ni preguntarse como aguantaría una noche más. Ese rubio de hermosos ojos les estaba dando a ambos la oportunidad de una mejor vida. A ambos. No solo a Sasuke, no solo a él. Era increíble.

-¿Estamos todos? – dijo Kakashi poniéndose de pie y mirando a los presentes como si se trataran de su propio grupo de niños pequeños.

-¡Si! – respondieron al unísono Iruka y Naruto.

-Bien, nos vamos. – indicó el peliplata. – Usaremos tu coche familiar Naruto, así todos iremos mas cómodos.-

-Como le hagas un solo rasguño lo descontare de tu sueldo. –le respondió un feliz rubio que se ponía de pie y se acercaba a los hermanos. – Hoy iremos a comprar algunas cosas. Ya saben, ropa y otras cosas que van a necesitar. – luego tomó una mano de cada uno y tironeó de ellos para que lo siguieran hasta la salida, mientras Iruka suspiraba paciente ante la actitud alegre de su marido y de Naruto.

La mañana se fue sumamente rápida. El “coche familiar” de Namikaz era un enorme jeep más parecido a un monstruo que a un vehículo. Pero los tres menores iban realmente cómodos en el asiento trasero, divertidos con las discusiones absurdas de la pareja sentada al frente. El rubio estuvo a punto de comerse a besos a sus nuevos protegidos cuando veía los ojos llenos de sorpresa que ponían ante todo lo que él les mostraba. Los llevó a un centro comercial en un barrio de clase media. No quería espantarlos con cosas costosas de inmediato y que pensaran que se burlaba de ellos por tener más poder adquisitivo de lo que ellos habían tenido anteriormente. Compraron ropa suficiente para que los hermanos tuviesen para sobrevivir por algunas semanas. Les compró algunas chucherías, como algún reloj o algún detalle que les había gustado. Para sorpresa de Sasuke, Itachi propuso la idea de separarse de cuartos, así que le dio la libertad de escoger lo que él quisiera para decorar el propio mientras el mayor veía que quería para sí mismo. Aquello le produjo un sentimiento extraño. Hacía años que no dormía con su hermanos, se preguntó si lo extrañaría.

Los pelinegros también estaban realmente sorprendidos por la familiaridad y cariño con que el rubio los tocaba. Les tiraba de las manos, les acariciaba la cabeza y les dedicaba esas sonrisas llenas de cariño y ellos se dejaban hacer. Parecía tan feliz que desbordaba el sentimiento hasta por sus poros. Notaron también que cada una o dos tiendas, alguien detenía al rubio para pedirle un autógrafo o lo miraban embelesados y murmuraban a su alrededor. Incluso una chica le pidió una fotografía con él. Ellos nunca habían visto algo así y les pareció sumamente extraño. La pareja de Umino y Hatake era una historia completamente diferente a la calma entre los tres menores. Eran una pareja de casados que discutían bastantes, mas porque el representante gustaba de hacer enfadar a su marido con frases incomodas y fastidiosas. Era infantil e irresponsable, pero solo un beso o un par de palabras al oído y el rostro del castaño se volvía rojo y le perdonaba al instante. Eran una familia muy amorosa y seguramente divertida de compartir. Los pelinegros se sentían realmente cómodos estando allí con ellos, y era ese sentimiento el que más les contradecía. Apenas si los conocían pero ya sentían que se podían mover con confianza entre ellos.

Tomaron el almuerzo el mismo centro comercial y Naruto hizo también una rabieta al ver que Kakashi ordenaba por él y que Iruka le amenazaba hasta que el pequeño plato estuvo vacio. El rubio solo lloriqueaba que iba a verse horrible en la sesión de fotos que tendría en unos pocos días. Después de dar un par de vueltas más, volvieron al departamento. Cada chico se dedicó a ordenar la gran cantidad de bolsas y paquetes que habían comprado. Sasuke estaba en el cuarto junto al que la noche anterior había compartido con Itachi. Sentado sobre la cama miraba las bolsas de cosas nuevas que estaban amontonadas en el suelo, dudoso de tomarlas y ordenar su contenido. Todo eso era suyo, así había dicho Naruto. Le habían comprado cosas nuevas y le habían regalado una habitación que era de su completo gusto. Suyo.

¿Qué les iba a agradecer el modelo? ¿Qué tanto bien habían hecho ellos como para recibir esa cantidad de regalos? No habían sido ni siquiera capaces de cuidarlo cuando hace años lo encontraron medio muerto en las calles. La nostalgia le vino como un agradable sentimiento. ¿Quién diría que esa criatura rubia de ojos como el cielo y el rostro lastimado se convertiría en quien les salvaría del frio y el abandono? Recordaba que el sentimiento que había tenido al ver a Naruto despierto por primera vez, fue el de ver a un animalito maltratado al que le faltaban mimos. En sus infantiles pensamientos, el rubio era como una nueva mascota, entretenida e interesante. Se rió de sí mismo por esos pensamientos ridículos. ¡Como si ese modelo famoso fuese material para ponerle un collar con su nombre! Comenzó a ordenar la ropa con detenimiento, pulcramente dividiendo entre unas y otras.

-¡Sasuke! ¡Itachi! – se dejó oír la voz de Namikaze en el departamento. - ¡Bajen por favor! –

Ambos hermanos salieron de inmediato y bajaron juntos lentamente la escalera hasta el primer piso. En la sala principal había un hombre desconocido, sentado a un lado de Kakashi y quien fumaba tranquilamente. Un tipo grande, de contextura parecida al peliplata, tenía el cabello negro y corto y una barba que enmarcaba sus facciones. El ambiente en esta ocasión era silencioso, bastante más serio. Iruka no estaba y Naruto permanecía de pie, apoyando las manos en el respaldo de uno de los sillones de la sala. Les indicó a los chicos que tomaran asiento, a lo que estos obedecieron sin rechistar.

-Chicos, - dijo Kakashi. – Este es Asuma Sarutobi, es nuestro abogado. –

-Es un gusto, muchachos. – le dijo Asuma con calma.

-Mucho gusto. – dijeron los hermanos.

-He venido aquí porque haremos el trámite legal de adopción en este momento. – explicó el abogado. – Naruto ha propuesto hacerlo de esta manera para que fuera mas cómodo para ustedes, en lo que estoy completamente de acuerdo. – luego tomó un maletín que estaba a su lado, lo abrió y saco un montoncito blanco de papeles. – No son tan pequeños como pensaba. – agregó con interés.

-Tardamos un poco en encontrarnos. – dijo el rubio con una sonrisa.

-Ya lo creo. – dijo tranquilamente Sarutobi. – Ahora tendrás mas de quienes cuidar, Kakashi. – le dijo con burla.

-Ni que lo digas. – exclamó Hatake. – Gracias al cielo que vivo unos pisos más abajo o me sería complicado cuidar a tanto crio. –

-Este mes no te pagaré. – dijo simplemente Naruto mirando a su representante de manera severa. Este simplemente bajó la cabeza sintiendo el peso de la amenaza.

-Bien, comencemos. – Asuma extendió los papeles frente a los pelinegros. – La adopción es un proceso complicado y que lleva tiempo, pero existen unas cuantas ventajas que nosotros tenemos. – y guiñó un ojo a Namikaze. – Con este proceso pasaran a estar completamente bajo la tutela de Naruto. Eso quiere decir, que el asumirá todas las responsabilidades de un padre para con ustedes. – explicó. – Lo que presume la ley es otorgarles un ambiente en el que puedan desarrollarse emocional, física y académicamente, y les proporcionará la adecuada manutención. Naruto cuenta con un trabajo estable y ha recibido más de alguna visita psicológica que asegura su estabilidad emocional para asumir este papel, por lo que solo nos queda explicárselos a ustedes. Ahora debo hacerles unas cuantas preguntas para proceder de manera adecuada. – Los menores asintieron, aunque sus alertas se encendieron de inmediato. -  ¿Qué edad tienen? –

-17. – dijo Itachi.

-15. – respodio Sasuke.

-Bien. – decía Asuma mientras anotaba en uno de los papeles las edades respectivas. - ¿Han tenido algún otro hogar con anterioridad o se declaran menores en situación de calle? –

-En situación de calle. – respondió algo incómodo Itachi, no era algo de lo que le gustaba hablar.

-¿Qué les pasó a sus padres? – preguntó directamente el abogado. - ¿O han crecido sin conocerlos? – El mayor de los hermanos se mordió los labios incomodo, no quería responder aquello.

-Murieron hace varios años. – dijo Sasuke con el rostro firme.

-¿Tienen apellido entonces? – siguió con el interrogatorio.

-No. – respondió quedamente el menor de los pelinegros. Los tres mayores le miraron con atención, pero parecieron conformes con esa respuesta. Itachi agradeció internamente las respuestas seguras de su hermano.

-¿Desde cuándo viven en las calles? –

-Desde hace diez años. – le volvió la voz a Itachi.

-Ya veo. – dijo Asuma leyendo unos papeles más antes de levantar la vista y mirar al mayor de los hermanos. – Supongo que no han ido a la escuela en todo ese tiempo. –

-No contábamos con los medios para ir a la escuela. – le respondió.

Entonces Sarutobi dirigió la mirada hasta Naruto, quien se mordía una esquina del labio nerviosamente. También Kakashi lo miró con atención. El rubio sabía lo que le estaban preguntando con los ojos, le estaban pidiendo permiso para hablar. Soltó un suspiro, notando que había retenido el aire en sus pulmones sin notarlo.

-Díselos, Asuma. – dijo el modelo entonces. – No quiero secretos aquí. – los hermanos voltearon a mirarlo ante esas palabras, curiosos. Luego volvieron la mirada al abogado.

-Escúchenme bien. – les explicó Asuma. – La ley especifica varios ámbitos en estos casos. En el suyo en específico, ustedes no contaron con la educación ni los ambientes sociales básicos en su temprano desarrollo. Esto quiere decir que la sociedad no los aceptara legalmente ciudadanos completos hasta cierta edad, la mayoría legal de edad, 18 años. – ambos asintieron. – Sin embargo, bajo las condiciones en las que han vivido ustedes, la situación de calle y las faltas en lo que la ley requiere como desarrollo correcto de la persona natural, su mayoría de edad comenzaría a los 21. –

¿Qué? Ambos hermanos abrieron los ojos con sorpresa. ¿21 años? ¿Era una broma? Itachi estaba perplejo. Tenía la completa esperanza de que al cumplir su mayoría de edad, podría dejar la ayuda que les había ofrecido Naruto y buscar un trabajo digno con el que poder mantener a su hermano. Ahora parecía que todo eso se había ido a volar. Jamás creyó que tendría que esperar hasta cumplir 21 años. ¡Estaba seguro de ser mucho más maduro que la mayoría de los chicos de 20 años que andaban por ahí! Era ridículo. A pesar de sus pensamientos, ninguno de los pelinegros abrió la boca.

-Muchachos, - les dijo Naruto con cariño. – esto es solo si están de acuerdo. Quiero que sean completamente consientes de lo que significa estar bajo mi tutela. Y también quiero que sepan que son completamente libres de tomarlo o dejarlo. – los pelinegros asintieron. -

-¿Es todo esto necesario? – preguntó Itachi. - ¿No podríamos simplemente aceptar tu ayuda? – dirigiéndose al rubio.

-La realidad es mucho más complicada. – explicó Kakashi. – Piensen en lo que significa que dos menores de edad vivan con un adulto desconocido y con el cual no tienen ninguna relación parental. Naruto es una figura pública, su vida está siempre bajo el foco de la prensa. ¿Cómo se explicaría esta situación? – el peliplata estaba serio, pero esos dos debían entender la realidad tal cual era. – Además no solo estarían viviendo aquí, sino que él se haría cargo de todos sus gastos. Los que peor piensan podrían decir que él les está cobrando puertas adentro la ayuda, inventando un montón de historias inverosímiles. –

-Ya hemos pasado por eso anteriormente. – agregó Namikaze, divertido.

-No es un procedimiento legal que los limite a ustedes. – explicó Asuma. – Mas bien obligaría a Naruto a cumplir su papel a la perfección, tendrían las típicas visitas de asistentes sociales para ver como sigue la relación parental y como están yendo como familia. – Luego extendió los papeles frente a los menores. – Ahora ya lo saben, y creo que Naruto ha tomado una buena decisión al no ocultárselos, mas aun estando tú tan cerca de la mayoría de edad común. – le dijo a Itachi. -  Regularmente el consentimiento de los menores en cuanto a la adopción no se toma en cuenta, pero en este caso y para acelerar el proceso les pediremos su beneplácito. Recibirán un número social e inscripciones en el registro nacional bajo el apellido de Naruto. Legalmente pasaran a figurar como hijos de Naruto. – Luego les extendió un bolígrafo. – Todo lo que tienen que hacer ahora es firmar. –

Sasuke miró el bolígrafo extendido. Todo lo que tenían que hacer era firmar y el rubio modelo que estaba a su espalda pasaría a ser su protector, su familia. No podía negarse que había anhelado ese calor familiar que ahora parecía salir a flote en compañía de Namikaze. Pero no sabía bien que significaría todo aquello, no conocía las responsabilidades de esa nueva vida que quería aceptar. No sabía nada del de ojos azules, no tenía idea como era su día a día. Aun quedaban bastantes años para qué él fuera completamente mayor de edad, por lo que ese tema no le afectaba en demasía. Él no tenia mayores dudas, por lo que extendió la mano para tomar el bolígrafo que se le ofrecía.

Itachi por su parte no estaba tan seguro. Sentía que no quería deberle nada a Naruto, él debería tener toda la responsabilidad para con Sasuke. Pero esta oportunidad, esta casa y este ambiente, él jamás podría habérselos dado a su hermano menor. Había estado tan consciente de lo cerca que estaba de la mayoría de edad y de las oportunidades que aquello significaría, que la sensación que tenia luego de escuchar al abogado le hacía sentirse algo impotente. Viviría bajo la tutela de Namikaze hasta cuatro años más. Sin embargo, en su interior no le parecía una mala idea. Se maldijo internamente. Quizás habían estado tanto tiempo en las calles, siendo tratados como vagabundos, abandonados, que las muestras de afecto aparentemente desinteresadas del rubio, repercutían en los hermanos con suma fuerza. Echaría de menos el ver su apellido, su antiguo apellido. Vio entonces como la mano decidida de su hermano menor se extendía y tomaba el bolígrafo que se le era ofrecido. Se sorprendió de que Sasuke no lo había siquiera mirado. Había tomado la decisión de ser parte de esa familia completamente solo.

-Aquí pon tu nombre. – le indicó Asuma al pelinegro menor. Percibió con claridad la letra temblorosa y algo tosca, de seguro hacia muchísimo tiempo que ese niño no escribía algo. – Y aquí tu firma. – cuando terminó, los ojos del abogado se dirigieron a Itachi a quien su hermano extendía el bolígrafo. Lo vio dudar unos segundos para luego tomarlo. – Aquí, el nombre y aquí tu firma. – luego miró al rubio. – Es tu turno. –

Naruto dio saltitos feliz con todo lo que estaba pasando. Sintió el corazón en la garganta cuando los chicos habían firmado el documento y se sintió halagado al mismo tiempo. Rodeo el sillón y se puso de rodillas a un lado de la mesa, mirando con atención los documentos que le ofrecía Sarutobi. Él había sido su abogado desde siempre ya que era amigo de Kakashi desde hacía años así que cualquier problema legal que tuvieran iba directamente hasta él. Habían hablado varias veces sobre la adopción de esos dos cachorros asustados, por lo que para él no era novedad el contrato. Le tembló levemente la mano en cuanto firmó, bajo el título de “Tutor”, era emocionante. Luego debía firmar para comprometerse con todos sus deberes que le correspondían. Cuando estuvo listo devolvió los papeles.

-Bien. – dijo Asuma. – Y ahora como testigo, tienes que firmar tu Kakashi. – El mencionado, hizo lo que se le pidió sin rechistar. – Estamos listos.-

Estaba hecho. Ahora los tres eran legalmente una familia. El rubio los miró con cariño y aprecio, pero se resistió a saltarles encima con abrazo opresivo. Asuma tomó todos sus papeles y al levantarse le dijo a Naruto que estaría todo listo y archivado en un par de días. Kakashi también se puso en pie con intención de dejar a la nueva familia a solas. Se despidió de los pelinegros con una expresión afable en los ojos y luego sacudió enérgicamente el cabello rubio del modelo. A pesar de todas las aprensiones que pudiera tener el peliplata ante la idea de dejar a Namikaze con unos desconocidos, la felicidad en los ojos azules le hizo callar sus dudas. Ya mañana vería que tal iban esos tres. Puede que los hermanos fueran serios y silenciosos, pero Naruto era un caos por sí solo, así que estarían bien. Ambos adultos dejaron el departamento y a la nueva familia a solas.

-Esperen un segundo. – les dijo el rubio a los hermanos que hicieron el amago de levantarse del sillón, seguramente para volver a sus respectivas habitaciones. – Tengo algo para ustedes. –

Namikaze fue corriendo hasta su propia habitación, se escuchó el leve ajetreo de unas bolsas y paquetes. Los de ojos negros se miraron entre ellos, sonriéndose casi imperceptiblemente. Sabían exactamente la sensación que el otro ojinegro sentía. El rubio aun les despertaba ese sentimiento de cuidado, de que era una mascota pequeña que despertaba la necesidad de cuidarla y mimarla. Sentimiento bastante gracioso siendo que el modelo era mayor que ellos y que se suponía era él quien debía cuidar de ellos. La cabeza rubia apareció por la puerta de su habitación y los miró divertido.

-¡Cierren los ojos! – les dijo. Por la mirada perpleja de los chicos agregó: - ¡Es una sorpresa! –

Los chicos obedecieron sin ningún reclamo y escucharon con atención los pasos de Naruto acercándose a ellos. Sintieron luego un pequeño peso sobre las rodillas.

-¡Abran los ojos! – les dijo alegre Naruto.

Sasuke e Itachi obedecieron para ver cada uno sobre sus rodillas una pequeña cajita, envuelta en un llamativo papel de colores con un moño cada uno de un color diferente. La emoción embargó sus corazones en ese momento. Desde hacia más de diez años que nadie les había hecho un regalo. Uno como tal, con el envoltorio y todo. Rápidamente sujetaron la caja y cada uno a su manera rompió el papel para desenvolver la sorpresa. Sasuke simplemente rasgo el papel e Itachi buscó donde estaba unido y pulcramente lo desenvolvió. Naruto pensó que eran adorables con los ojitos negros brillantes de emoción y la curiosidad relampagueando en sus miradas. Era cierto que no tenían demasiadas expresiones faciales, que no demostraban muchas emociones, pero sus ojos negros lo decían todo.

Los pelinegros miraron curiosos la cajita que había quedado ante sus ojos, y al ver los  dibujos fuera de esta la sorpresa apareció en sus rostros. Eran teléfonos. Teléfonos celulares. Y lo más asombroso es que eran de esos de última generación como los que habían visto usaba el rubio. Lo miraron con sorpresa.

-¿No creerían que iban a dejarlos andar sin saber nada de ustedes, verdad? – les dijo Naruto con una sonrisa. – Ahora sabré siempre donde están y ustedes estarán siempre conectados conmigo. –

Nunca se hubiese imaginado lo que ocurrió luego. Al estar a muy poca distancia del sillón, Itachi solo levantó una mano y sujetó la del rubio modelo con firmeza, y de un tirón algo brusco lo hizo caer a medio acomodar en el sillón, sentándolo entre los dos hermanos. Y como si estuviesen sincronizados, ambos apoyaron la cabeza en uno de los hombros del rubio. Cielos, estaban tan endemoniadamente agradecidos y sorprendidos, que estaban seguros que de abrir la boca, casi podrían llorar. El rubio sonrió tranquilo y se quedó allí en silencio, disfrutando del calor de sus nuevos hijos, agradecido de la muestra sorpresiva de afecto.

Pequeños adorables” pensó Naruto.

Sasuke e Itachi realmente estaban cómodos allí, y felices a su plenitud como hace muchísimo tiempo no lo estaban. Ese rubio, con sus gestos infantiles, con sus muestras de afecto desinteresadas, con sus sorpresas ridículas, se había hecho espacio en ellos. De la misma forma que hace cuatro años atrás los había conquistado e intrigado. Namikaze Itachi y Namikaze Sasuke. No sonaba tan mal. De hecho, sonaba bastante bien.

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Notas finales:

Muchas muchas gracias por leer  ! Esto es tan emocionante ! jajajajajjajajajaj 

Les comunico que tardare un poco en subirel sgte capitulo puesto que me ire a un pequeño viaje. Asi que les pido apoyo, amor y paciencia <3

Mil besos !


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