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Detestably unstable por Ornela

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Notas del capitulo:

Bueno, principalmente pediré perdón a la gente que me lee, porque, bueno, las razones son obvias. Pero es que el colegio consume tanto, y da tanta flojera continuar un trabajo que no gusta cómo queda. ¡Pero aquí está! ¡Lo prometido es deuda! Espero que lo disfruten. 

Estaba endemoniado, totalmente consumido por un impulso animal; y claro, netamente salvaje. Hacía que el más fuerte auto-control tiritara, y abandonara su cuerpo como si nunca  hubiese existido en él. 
 
Las plantas de los pies, pisando fuerte el piso, llegaron a tomar intenso color rojo; piel azotada por un caminar demasiado brusco para ser normal, y ni siquiera estaba corriendo, si no más bien siendo como un mal -Pésimo- peatón entre los pasillos, a empujones sin cuidado contra otros niños, y así no tardó más de treinta segundos en llamar la atención; atrayendo ojos que, mirando el camino que trazaba él con esos pies descalzos, y para añadir, en contra de la corriente de masas y el sentido del pasillo mismo. Y más de algún curioso siguió el recorrido a ver en qué eclosionaría todo eso.
 
Los que lo siguieron de curiosos, aguardaron lejos del rubio, y aquellos que no se arriesgaron a seguir a la bomba humana, se hicieron cargo por inercia de esparcir el rumor de que iban a pegarle a Near. Quién no lo hubiera descifrado por la cara que llevaba; sólo un tonto no acostumbrado a las riñas entre genios.
 
Y así, cuidadosos los que iban tras sus pasos (porque nadie quisiera recibir un golpe por mirón), se sintieron suertudos todos de tener a un Mello cegado como para no percatar en ellos.
 
Poco a poco, el montón se encaminó a la sala común, donde todos fueron capaz de deducir que iría a parar al verlo doblar pasillos que sólo conducirían allí; a Near.
 
No hacía falta nombrar el hambre de la angustia, acreciendo este con el eco de los pies descalzos del rubio que, tan fuertes y tan cerca de su paradero, ya llegaban a  oídos del albino, y, éste rubio apresurando paso, no esperó con prudencia ni un segundo por atravesar las puertas de la sala común ya abiertas de par en par para él, y llamó por su nombre a su enemigo, sin apagar un minuto la fuerza de su carácter. Ni siquiera los ojos expectantes podrían distraerlo ahora, bueno, nada iba a desviarlo.
 
-Te odio...- Masculló, deformado por la euforia contenida en su rostro rojo furia. 
 
Near comprendió al momento que algo no iba bien con él. Lo demostró abiertamente al momento en que levantó su figura entre el pijama holgado del piso, quedando de pie a merced de él, con su menudo cuerpo y con el rostro frío, cara a cara al "demonio rojo", como había comparado al rubio apenas verlo unos segundos. 
 
Apenas frunciendo las facciones en sorpresa, dejó a medias un puzzle, y, mientras esperaba algo del rubio, miró por detrás de éste, varios ojos, ojos inquietos por  algo que ni siquiera él sabía qué sería. Y por alguna razón, Mello parecía tampoco saberlo, ajeno a todo su público.
 
En efecto, creía que Mello estaba endemoniado, no en plan religión, si no, de sí mismo.
 
 
-Te odio.- Dio un paso hacia él cómo plomo. Nunca había visto al rubio tensar tanto la mandíbula al hablar, y lo decía por experiencia, que había tenido miles de oportunidades de verlo enojado. Los dientes inferiores podrían fundirse con los superiores en cualquier momento, pensó al verlo rasparlos entre sí. ¿Iba a tirársele encima? Como las fieras. 
 
-¡TE ODIO!- Volvió a reiterar, prácticamente gritando ya como un loco. 
 
A este paso, sentía que iba a reproducir la misma frase como una mala grabadora; y agradecería que no diera cada vez más pasos cuando abría la boca. Porque sólo podía responder que ya lo sabía, en un intento por calmarlo, que como veía, no funcionaba en nada, y, mientras Mello más gritaba en su contra, iba perdiendo las ideas sobre qué responder, cómo frenarlo. Las ideas de cómo drenar a la bestia se le perdían, y nadie socorría por ayuda. Esto prácticamente era como enfrentar solo a un león, ardiendo por herirte. Podía ver en las pupilas del rubio su rostro, sus propios ojos en sus ojos, que por poco, no salían de sus cuencas. 
 
-¡TE ODIO, NEAR!- Esta vez, sin tregua a responderse las preguntas que le surgían cada vez más al albino en su cabecita, y sin responderle nada a Mello, ahora a apenas tres baldosas de él, sintió los brazos fuertes de la bestia estrangularle el torso, como una serpiente estrangularía a su presa.
 
Había sentido algo parecido hace una semana atrás, cuando Mello había amenazado con matarlo, porque así era la cosa, había intentado estrangularlo aquella noche tras un intento fallido, entonces no tenía de qué sorprenderse ahora, pero porqué daba a Mello entonces una expresión de sorpresa tan latente, como si para nada se lo esperara; por primera vez podría decir que estaba confundido. Y es que sólo podía sentir esos brazos por su espalda, sus manos agarrando todo lo que podían de él en... un abrazo; tan opresor, tan pesado sobre su cuerpo.
 
La respiración del rubio, en frenesís incontrolable, chocaba caliente contra su hombro, en donde había descansado la cabeza aún sin soltarlo, sin darle espacio para  rechazarlo. Al parecer, algo hacía a Keehl enterrar siempre el rostro en ese espacio perfecto y huesudo. Podía sentir también cómo exhalaba, oloroso al chocolate como siempre característico de él, incluso, sentía cómo la nariz del mayor le rozaba por sobre el pijama, como olisqueando la piel que se reservaba bajo sus ropas.
 
Descansándole encima, sentía la presión de tener las mejillas de Mello en el hombro. Y sólo luego de varios segundos, casi minutos, Near se atrevió a deslizar un brazo a él en respuesta, llevándolo a rodear al rubio, no en un abrazo, pero sí para llegar a mimarlo; tocando la extensa hilera de cabellos rubios que llegaban tan abajo como los de una niña, pero éste era Mello, o algo así.  
 
Cuando volvió a retomar en la presencia ajena, los ojos que sólo podían ver la cabellera del rubio tapando la mitad de su vista, miró más allá de él, a todos esos ojos intrusos dispersándose, dando paso camino a un Roger que con sólo una ojeada, plasmó su vieja figura allí, como pensativo, inmóvil en la estupefacción, como todos; como él también. Y así, como habían dejado pasar a Roger, dieron paso a otro alguien, este pasando a empujones apresurados y sin permiso, y no tardó en reconocer esa única cabeza roja entre la multitud. 
 
-¡Roger, Mello tiene fiebre!- Dio un suspiro cansado, exhalando e inhalando como si hubiera corrido desde la esquina más lejana a la sala común, y así al parecer justamente era. Cuando hubo recuperado aliento, prosiguió irguiendo la espalda:
 
-Lleva así desde la mañana. No sabía dónde buscarlo cuando se fue y...está delirando, Roger.- Se dio por vencido en hablar, no porque no podía convencer a Roger, si no de lo contrario. Había dado la razón que todos buscaban, y él, ya terminando su trabajo, se dio el lujo de mirar lo que temió toda la mañana, porque Mello había estado murmurando con muchos tipos de ánimos diferentes el nombre de Near, aveces con rabias, y otras veces con una pena que llegaba al sollozo. 
 
 
Desde la gran entrada de Matt, esta vez al blanquito todo le pareció demasiado rápido. Cuando Roger se le acercó para llevarse a Mello, fue lo último que recordaba con claridad, además de las groserías que Mello gruñía cuando lo separaron de sí. 
 
Cuando éste gruñón rubio ya no cabía ahí, y nadie más si no sólo él, percató la humedad en su hombro. Podría ser fácilmente sudor, como también lágrimas de llanto. 
 
Tomó su puzzle, encajando las últimas piezas en desencaje, y pronto volvió a su dormitorio con él entre los brazos, sabiendo que no volvería a ver a Mello hasta dentro de un par de días más.
 
Ahora que lo pensaba, él también se sentía afiebrado, mas sin sentir ningún otro síntomas además del calor personal. No era fiebre, y lo sabía; Y continuó creyéndolo mientras comenzaban a pasar las noches, y los días. Éste ya era el tercer día sin ver a Mello por los pasillos de Wammy's House; era obvio que había estado como residente en la enfermería, y no planeaba ir a verlo, de todos modos iba a llegar sí o sí hoy. Nadie faltaba a las felicitaciones de L por el aniversario de Wammy's House, aunque fuera sólo una voz sobresaliente de un computador portátil, nadie faltaba. A eso de las diez, no habría duda alguna que estaría presente. 
 
-¿Qué darás éste año?- Oyó al momento en que giraba la hilera de colores de un Cubo de Rubik, haciéndolo girar otra vez antes de responder aún sin quitar los dígitos de los colores.
 
-Más o menos lo imaginaba ahora...
 
-¿Un juguete? ¡Como todos los años!- Sonrió, juntando la punta de los dedos con nerviosismo. Linda era siempre así, ya no le parecía nada extraño sentir esos aires entusiasmados por sus alrededores, menos en fechas festivas, cuando más buscaba integrarlo al grupo de chicos compartiendo.  
 
-Hhm...¿No me digas?- Dejó pronto el juguete a un lado, posicionándolo sobre otros tres cubos más que ya había armado, tomando el siguiente y comenzándolo sin consideración. -Pondré alguno que no haya tocado aún.- 
 
-¿No crees que un robot es un poco...anti-estético?- La escuchó reír un poco, sus coletas saltaron casi rebotando por resortes. Miró brevemente su cara, ladeado a ella en su posición, para luego continuar creando el sonido hueco del cubo dar vueltas. 
 
-¿Eso crees?
 
-¡No! Digo, sí... Es sólo que todos dan algo importante que dejar en el tiempo, ¡y-! ¡y para una ofrenda de aniversario es al--
 
-..."Nadie sabe qué es lo correcto y qué no lo es, como tampoco qué es justicia o iniquidad".- Estaba solucionado ahora. Linda había callado, seguramente recordando mudamente que aquellas mismas palabras L las había dicho hace un año atrás, también en un aniversario.
 
Al querer continuar hablando, retomó fácil la atención de la pelicastaña.
 
-Ahora...tengo entendido que ayudarás con la decoración de la casa, ¿no es así?...- Sí, la estaba incitando a dejarle solo, y Linda, sin dudar un momento de su capacidad para recibir mensajes indirectos y su inteligencia para decodificarlos, tras una despedida, sus pasos ya se escuchan lejanos. Atinó enseguida a dejar el Cubo de Rubix a medio armar, cogiendo lento el resto; amontonándolos en sus brazos para llevárselos de vuelta a su habitación, de la cual había salido sólo unas cuentas horas antes.
 
Usualmente a éstas horas no dejaba la sala común, pero pronto comenzarían a decorar aquí también, pues era aquí donde todos a las diez en punto se dedicarían a escuchar las palabras de L. Él, y Mello también. Pero suponía que lo vería antes dé, entre las oraciones y cánticos que se desarrollarían desde las ocho hasta las nueve de la noche, en la capilla del orfanato dedicada al Catolicismo ferviente en Wammy's House. 
 
Y, con las intenciones poco ansiosas de llegar a su cuarto y escoger ropas limpias para la ocasión, antes que las campanas sonaran e indicaran su llamado de reunión, chocó la nariz contra alguien.
 
Arrugó el entrecejo, mientras llevaba sus dedos a la punta de su nariz, sobándo apenas, o más bien sólo posicionando la punta de los dedos en ésta.
 
No tardó en sentir una manos frías tomarlo por los hombros, para luego soltarlo como si tuviese la sarna; alguna clase de enfermedad contagiosa.
 
-Lamento eso, Near. ¿Estás bien?
 
Apenas asintió con la cabeza y Matt no había tardado en guardar la consola en el bolsillo de un abrigo sin mangas que no había visto antes. A pesar de haber oído salir de esa boca una disculpa, su semblante no le decía nada. Como felicitar a alguien con una cara que obviamente no dice nada más que aburrimiento. 
 
Y volvió a arrugar la nariz, esta vez, por el olor a tabaco que despedía el aliento de Matt. Y seguramente había sido su ademán de desagrado el inicio de una carcajada seca, nada convincente. 
 
-Las campanas sonarán pronto.- Dijo una vez cesada la risa como de motor trabado, mirando más allá de las paredes de Wammy's. Y, al escuchar que Near se marchaba por el sentido en que inicialmente iba, siguió de cerca sus pasitos insonoros. Pudo notar que Near había tomado sus cabello con el índice al escucharlo caminar, y no evitó reírse a sus espaldas mientras lo seguía a su habitación. 
 
Ninguno dijo nada al respecto, pero habían acordado ir juntos a lo que pronto debían asistir, y no como algo voluntario, si no como algo inevitable. Entonces, para cuando Near entró a su habitación, éste sólo lo esperó desde fuera, apoyado en la pared hasta volver a verlo salir. Y a pesar de que tardó lo que había esperado, maquinado por esa lentitud habitual, pronto se dirigían a las afueras de la casa, caminando por el césped algo húmedo y frío por la noche que ya caía. 
 
Habían oído las campanas sonar a medio camino, pues la capilla se encontraba más allá del campo de juego de los chicos, y más de una vez toparon chicos que iban por el mismo camino, temblando éstos hasta el momento de ver a otras personas, mas luego la inseguridad cambiaba a incredulidad al verlos caminar juntos, sin rastro aún de Mello. Más ahora, que aún nadie olvidaba la escena entre Mello y Near hace unos días atrás. Pero nunca se dijo algo al respecto. Sólo Roger, que en la entraba daba la bienvenida e invitaba a pasar hacia toda esa luz que brotaba desde dentro de la capilla, a todo ese olor a mirra, y a viejo. 
 
 
-¡Ah, Mello!
 
 
Era de esperarse, se dijo el albino que, si decía verdades, había querido pasar del único chico que estaba sentado en los primeros asientos. Cuando la melena del rubio giró para dar un rostro enojado por el ruido que Matt había ocasionado con un grito, cambió drásticamente al ver a Near, conectando miradas incompatibles entre sí con algo extraño en el brillo de sus ojos. Y a juzgar por su expresión, podía asegurar que Mello no era capaz de hacer memoria desde su fiebre, la cual, parecía ya haber desaparecido no recientemente, si no hace un buen tiempo. ¿Le habían dado de alta hace ya un par de días? 
 
-Qué ruido hacen las campanas, hombre...
 
Se quejó Matt casi en un susurro, teniendo las campanas sobre la cabeza, a varios metros y en la cúpula de la capilla, pero estando en el alma de un sonido casi destructor.
 
Dolía, algo dolía en el sonido triste de las campanas. Algo apretaba los corazones de quienes la oía, seguramente, porque estaba a punto de ocurrir algo que merecía la pena y la ira de Dios. Algo olía a futura agua estancada.
 
-¿Te sentarás con nosotros?- Volvió a parlar, y esta vez no pudo ver más que la espalda de Matt avanzando hacia los primeros puestos. Y ya ni siquiera tenían la mirada de Mello, que había vuelto a mirar hacia adelante. A la mesa enmantelada y las velas encendidas. 
 
Y si seguirle era un sí, él ya se dirigía al asiento que año tras año había tomado; al último. Y desde ahí, pudo sentir la pena que desprendía Matt. Había intentado algo, y no había funcionado. Ni por un lado, ni por el otro. Ni por la oscuridad, ni por la luz. 
 
 
Entonces, para cuando había tomado atención real a lo que sucedía ahí, estaba el Padre hablando lo de siempre, rezando las mismas oraciones, llegando al temor que  debe sentir el hombre ante los pecados, incitando a todo niño de Wammy's House a hacer el bien antes que el mal. Y por primera vez, Near sintió la hipocresía que tantos años había oído. Y aunque en ningún momento había abierto la boca para seguir las oraciones, esta vez prudentemente guardó no sólo silencio, si no un silencio sepulcral. 
 
Y, para cuando las horas, lo minutos y los segundos habían avanzado, esperó aún prudente a que todo el resto de chicos ansiosos por ir a escuchar a L se dirigían en manadas hacia fuera, Mello seguía ahí sentado, y al parecer, rezando arduamente. A Matt lo veía entre el montón de chicos intentar salir por la puerta, no entre ellos, pero sí esperando a salir cuanto antes.
 
Miró en la espera lo que era el piso de la capilla, de una cerámica a cuadros de distintos colores, como el tablero de ajedrez. Y recordó que hace tiempo atrás solían decir que debajo de aquel piso habían túneles que conectaban a Wammy's House, y si era real o no, no importaba demasiado. Quizás debían de ser vías de evacuación. La Historia de Wammy's House no decía nada sobre ésta capilla, de cualquier modo.
 
-Near, tendré que interrumpir tu rezo. Los niños ya se han ido...
 
La primera cosa que vislumbró, fue la sonrisa feliz de Roger, casi orgullosa. Y no dijo nada por hacer ver que había confundido su desinterés con alguna clase de  rezos, entonces para el momento en que levantó el trasero del asiento de madera barnizado, había topado con Mello en la salida y que al parecer, había recibido la mismas palabras. Pero no dudaba de que en su caso, sí era algo bien dirigido. 
 
Teniendo a Roger detrás, no se dijo ni una palabra. Ni un solo suspiro o un chasquido de lengua, o siquiera un sonido que no fuera el de los grillos, el del viento, y la tristeza de las campanas que ahora despedían a los niños de su visita. 
 
Cuando Roger se adelantó por interrumpir a unos niños pelear por lo típico; por la ofrenda que iban a dejar éste año a los siguientes (como sugería la tradición) pudo olerse la incomodidad entre el hueco que había en ambos muchachos. Y si iban a hablarse, nadie aseguraba si así iba a ser. Las palabras que no salían con la voz podían leerse apenas, confusas, difusas. Y finalmente, algo ronco pudo oírse entre la risa de los niños a los adentros de la casa que aún no pisaban.
 
-Sabes...yo no soy un maldito Homosexual, Near.
 
Un par de ojos negros no tardaron en posarse sobre el hablante, que había dejado el paso que llevaba, y que se detenía entre la oscuridad que daban los árboles. Por un momento, no supo qué responder, salvándolo el hecho de que Mello parecía no querer terminar ahí. 
 
-No sería capaz, jamás, de...sentir atracción por otro hombre. Soy decente...
 
Y por un segundo, pudo oír que Mello se ahogaba entre sus palabras. Que tan pegajosas se le pegaban en la garganta, y tuviera que hacer un esfuerzo por seguir  hablando, sin, o con eso. 
 
-No soy una aberración, y no lo voy a hacer tampoco. Y voy a llegar a ser el número uno sin serlo, Near. Voy a ser vencerte.
 
¿Qué había sido eso? 
 
Los pasos corriendo de Mello se estaban alejando por el césped. Wammy's House parecía tragárselo y ya no podía ver más lo que era ese rubio. Tardó unos momentos en procesar lo que acababa de oír, ¿por qué se lo estaba diciendo a él? y más que decírselo a él, parecía haber estando diciéndose a sí mismo. ¿Auto-convencimiento? Auto-ayuda, sin duda...¿Pero por qué? ¿Por qué ahora? Qué le había sucedido a ese niño que, en el trecho de tres días, había dado un giro enorme...No podía entender ese manojo enredado de muchacho.
 
¿Homosexual? ¿Quién era homosexual? Él no sentía nada por Mello, y sabía que la personalidad impulsiva y retorcida de Mello lo había llevado a múltiples acciones diferentes. Que su personalidad propensa a la adicción más de una vez lo llevó a cometer los mismo errores más de una vez, por terceras y cuartas veces. Lo había estado observando año tras año. Lo había analizado diariamente. Sabía que mordisqueaba las tabletas por los nervios, o por los enojos. Que era demasiado sentimental como para ser dar con el resultado correcto. Que nunca le ganaría porque era como era. Entonces, ¿por qué ese chico que acababa de irse sin mirar atrás ni un segundo no parecía ser el de siempre? Él tampoco era homosexual, entonces, porqué era que a ambos los metía en el mismo saco. 
 
 
-¡Oyeee!~ ¡Near! ¡Estás tardando mucho.
 
Y como si fuese una pésima broma, Wammy's tras llevarse a Mello, le escupía a Linda. Podía oír sus pasos correr hacia él. Linda exhalaba aire entre risas, corriendo con una fastidiosa alegría que surgía de la emoción colectiva que desprendía la casa. Al estar lo suficientemente cerca, descansó las manos sobre sus rodillas flectadas, retomando todo el aire perdido en su carrera. 
 
-¿Sabes? ¡Está todo decorado muy lindo adentro! Vamos, L hablará pront... ... Oye, ¿por qué lloras, Near?- 
 
 
-"¿Quién?"- Se preguntó a su vez el albino, sin cambiar la semblante neutral que llevaba a pesar de estar derramando agua por los ojos. De hacerlo inconsciente, y sin las intenciones dé.
 
 
-¿Tienes pena?- Preguntó Linda con pinceladas potentes de inocencia femenina, calmando su euforia por un tono casi lastimoso, casi comprensivo. 
 
 
-Está bien si lloras...porque llorar no es de niñas. Es bueno. ¿Se siente bien, no?-
 
 
La verdad, no sabía qué parte de bueno era mojarse la cara de una forma tan poco higiénica. Y no le servía encontrar algo si Linda seguía viéndolo con curiosidad por sobre la cabeza, porque al parecer, Linda era más alta. Y ésta, al sentir que Near tenía intenciones de retroceder los pasos suficientes para salir de todo plano, quitó la mirada como si le quemara.
 
Y sin una palabra del albino, pero acompañado de un monólogo enorme de Linda, terminó por sentarse en el suelo de la sala común, como si nada relevante hubiese sucedido, y así era. Nada relevante le hacía sentir lo contrario. Y se sintió libre de volver a su rutina. 
 
Había traído desde su cuarto todo lo necesario para sentirse como todos los días, y para cuando el computador que daba la voz de L, todos en Wammy's House volvían a la comodidad habitual, incluso Mello, que en una pared estaba apoyado, comiendo chocolate como de costumbre. Y, mientras armaba uno de los dos puzzles que había traído, podía oír también lo que L había querido comunicarles en esa ocasión. Algo que sin duda, lo recordaría hasta el día en que a él, Nate River, le tocara caer. 
 
 
-"Un idiota tiene miedo de que se burlen de él...de su infancia...de sus sueños...de sus cosas mas queridas...y también tienen miedo de que le mientan. No le gusta que le mientan. Un idiota subestima el miedo porque es honesto con sí mismo. Los idiotas son personas que subestiman sus deseos. Cuando tienen hambre, comen. Cuando quieren leer, buscan un libro. Cuando lloran, buscan consuelo. Soy el tipo de idiota con todos esos deseos y temores. Y estoy orgulloso de ser un idiota."-
 
 
Es verdad decir que nadie se dio aires para decir algo al respecto, todos habían quedado tan callados como nunca antes. Y podía entenderlo. En esa ocasión, él había reflexionado sobre aquello, y sabía de antemano, que más de uno, si no todos, se habían sentido identificados. Tocados por saber que L no era un súper-héroe, si no aún mejor. Incluso las semanas que vinieron a aquel día, todos comentaban con orgullo que eran idiotas. Pudieron sentir que podían llegar a ser sus sucesores, pero nada cambió, en general.
 
Y, para cuando las preguntas a L, las charlas de éste, sus felicitaciones, y la atención que todos habían tomado, finalizó con algunos "hasta luego", era el momento de dejar en una caja lo que cada uno quería dar. Lo que tras los años, iban a obtener de vuelta. Y cuando su mano se hundió entre muchas otras cosas, con una lentitud muy cuidadosa, dejó el robot que quería, y a pesar de ésto, allí, allí mismo yacía inerte una fotografía de Mello. La sonrisa orgullosa se notaba desde, incluso, el papel. ¿Por qué había dejado él algo suyo? ¿Algo que sin duda podía ser un peligro futuro para él? Y sin importar de ello, dejó el juguete sobre ella, dando paso al resto que iba dejando  sus cosas. 
 
 
-¿Irás a dormir ya, Near?- Preguntó Linda, acompañándole por el mismo camino. Y, tras un corto sí de éste, se despidieron unos pasos más allá simplemente porque la habitación del albino quedaba más cerca que la suya. Y, con insistencia, Linda esperó hasta el momento en que éste ya abría la puerta. Y por razones, quizás justificadas por la confianza que L había transmitido con sus palabras, recibió, con una rapidez que le hizo dudar si realmente había sucedido, un casto beso en la mejilla. Hubiera dicho algo, preguntarle el porqué de una manera casi intimidante, pero esta chica, tan feliz y cantarina, había corrido por los pasillo como una bala.
 
Se refregó incómodo la manga del pijama contra la mejilla, y entró a sus aposentos oscuros. No dudó en acostarse, y dejarse a los intentos de dormir. Pero, entre el sueño, el inconsciente, podía sentir algo pesado sobre sí. Un peso que parecía invisible a ojos cerrados, ojos que no iban a despegarse, pero podía sentir cómo algo aplastaba su tórax. Y esa misma sensación casi de segundos, se repetía en sus mejillas, con más fuerza, con menos femineidad. Algo agresivos, que dejaban doliéndole las carnes. Se sentían calientes. Borraban salvajes todo rastro de lo que había sido el tacto suave de linda, y el olor a chocolate entraba por sus fosas nasales hasta prácticamente ahogarlo, pero al despertar, realmente no había nada. Ni un ápice de otras personas, excepto, un cabello rubio sobre su almohada.  

Notas finales:

Ta-dá(? Bueno, dejaré que la intriga los llene a todos por ahora y hasta el día en que me digne a escribir otro capítulo. Hasta entonces, queridos.~ 


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