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La no tan normal vida del cazador por Allure

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Notas del capitulo:

Ni Supernatural o sus sexosos personajes me pertenecen...y el resto ya lo saben, no debe ser el primer disclaimer que leen ¿no? hahahaha

 

Dean gruño en el instante que su espalda reboto contra la pared al lado de la puerta. El golpe no había sido lo suficientemente fuerte como para fracturarle algún hueso pero si había dolido.

A causa de su orgullo no iba a pedirle al otro que se detuviera, pero si volvía a lanzarlo contra otra pared estaba seguro que lo amenazaría con un sello que lo mandaría a volar.

No importaba lo jodidamente sexy que se viera Castiel con la camisa abierta y manchada con un poco de su propia sangre, si el ángel volvía a ponerse demasiado entusiasta con sus besos nada iba a detenerlo cuando dibujara… ¿a quién quería engañar? A él le encantaba que Castiel se descontrolara. El mismo había fantaseado con eso desde que lo conociera. Le causaba curiosidad, quería ver a Castiel dejar de lado su habitual calma y hacerle ver estrellas. Ahora el ángel estaba cumpliendo exactamente con esa fantasía.

Nada más aparecerlos en esa habitación comenzó a besarlo como si les hubieran dicho que esa era su última noche juntos. Su boca estaba sobre la suya, literalmente, devorándolo. Haciéndole pensar que el ángel en verdad lo había extrañado. Dean sonrió cuando el ángel lo sentó sobre una especie de mueble que en su día debió haber sido un pequeño librero. Abrió las piernas para recibirlo y mientras Castiel se frotaba contra él sus bocas volvieron a buscarse, reclamándose el uno al otro. En un intento de borrar el recuerdo del tiempo en el que estuvieron lejos el uno del otro.

El cazador deslizo sus manos por el pecho descubierto del ángel, deteniéndose en su abdomen y delineando sus músculos con la punta de sus dedos. Castiel podía no tener el cuerpo de un modelo pero Dean no tenía ni la más mínima intención de acariciar a otro hombre que no fuera el…bueno, eso solo se le había pasado por la cabeza con Jimmy, pero espera que eso no cuente porque  ese era su recipiente.

—Jimmy no volverá, Dean. No veo el motivo por el que sigas pensando en el—Castiel dejo de besarlo y apartándose unos cuantos centímetros se quedó mirándolo, aunque sin ningún tipo de enfado—él ha regresado al cielo, es algo que el mismo decidió—

—No estoy pensando en él, no me hagas ver como una esposa infiel—se quejó Dean liberándolo del abrigo color arena que cayó al suelo, seguido por la chaqueta. No le quito la corbata pues se le hacía muy sexy que la llevara todavía—solo estaba pensando en cómo habría sido follar con el santurrón—

Dean sabia y podía dar por firmado que acababa de cometer una estupidez del tamaño de Texas, sin embargo, Dean era un cazador y había mirado tantas veces a la muerte que sabía que esta no era su noche para morir.

Castiel está observándolo fijamente, como si estuviera planeando que hacer con él. Dean se encontró deseando que lo que fuera a suceder involucraba que ninguno de los dos trajera ropa.

— ¿Qué? ¿Vas a golpearme por eso?—susurro el cazador estirándose hacia el para que sus labios se rozaran con cada palabra— ¿Qué esperabas? No soy una cándida virgen—

—Sé que no lo eres, Dean, pero esperaba un poco más de autocontrol de tu parte—para Dean fue imposible no extraviarse en la pequeña sonrisa que se formó en la boca del ángel—yo solo podía pensar en ti—

Gruñendo otra vez, el cazador cruzo sus brazos tras la nuca del ángel y volvió a atraerlo hacia sí mismo. El bulto en sus pantalones lo delataba, eso jamás le había sucedido con Jimmy, estaba seguro que Castiel lo sabía pero tenían varias horas por delante para demostrárselo.  Metió su lengua en la boca del ángel, extasiándose con su sabor. Castiel hizo lo mismo y así se contentaron unos cuantos segundos antes de que sus propios deseos los obligaran a continuar.

El ángel estaba perdido en las sensaciones que el cuerpo del cazador le ofrecía. Cada sonido que salía de su boca, en ese momento, era un estimulante que lo arrojaba a la lujuria. Dean movía sus manos a través de su cuerpo, acariciándolo y tocándolo. Ya no traía puesta su gabardina o su chaqueta así que el calor de las manos del humano penetraba fácilmente hasta su piel. Castiel podía presumir de poseer bastante autocontrol pero cuando Dean lo tocaba…cuando sus dedos ásperos hacían contacto con su piel…el mundo podría arder con ellos si quisiera, pero él no se molestaría en salvar a nadie. Acaricio las piernas que se encontraban alrededor de su cadera, instándolo a apretarse un poco más contra él, cosa difícil porque el cazador lo tenía tan bien sujeto que si el no fuera un ángel ya tendría el cuello roto.

Dean se apartó de la boca del ángel, jadeando por un poco de oxígeno. Castiel quería que se apretara contra él y Dean no iba a negárselo. Pego su pecho contra el suyo y dejo que él lo levantara. La escasa distancia entre ambos le permitía ver su reflejo en los ojos azules del ángel, estos ardían y el cazador estaba seguro que los suyos debían verse de la misma manera. Castiel era un ángel, podía levantarlo sin ningún esfuerzo y también podía romperle algunos huesos. No sabía si le había confesado alguna vez que esa fuerza lo excitaba pero ese momento no era para comenzar con sensiblerías de esas y menos cuando su espalda choco otra vez con la pared.

— ¡M-Mierda…deja de hacer…!—Dean no era un doctor pero estaba seguro que una de sus costillas se había resentido con ese golpe, sin embargo, detuvo sus quejas cuando el ángel apretó sus labios contra su cuello y lo beso. El dolor que recorría su cuerpo remitió y el placer volvió a apoderarse de él. El ángel estaba actuando como una bestia en celo y así se lo demostró cuando volvió a aplastarlo contra la pared. Dean grito pero no alcanzo a enterarse si era de dolor o satisfacción. Castiel volvía a besarlo, empujándolo contra la pared rompiéndola a ella y a él al mismo tiempo, pero cada vez que lo lastimaba lo curaba al segundo después.

Castiel gimió tras succionar la garganta del cazador, su piel estaba marcada en tantos lugares que si se esforzaba un poco podía ver un patrón en ella. Subió hasta su boca y volvió a besarlo, acallando los gemidos de satisfacción y dolor que huían de ella cada vez que se apretaba contra él. Castiel podía haberle dicho que no estaba enfadado pero la verdad es que si lo estaba. Dean era suyo, de todas las maneras posibles y quería castigarlo de alguna forma…pero sabía que no lastimaría al rubio, por eso lo curaba cuando lo hería. Era extraño excitarse por lo que estaba haciéndole al cazador en ese segundo. Su pantalón le apretaba y solo besar a Dean o restregarse contra él, por mucho que eso le gustara, no era suficiente. Detuvo sus movimientos y espero a que él lo mirara.

—Amigo…estás loco ¿te lo había dicho?—y allí estaba, esa sonrisa que hacia palidecer a cualquier cosa. Dean era su mundo y el solo vivía para él y para su hija. —te juro que si Gabriel llega a enterarse de…—

—Él no lo sabrá, esto es nuestro—murmuro para volver a besarlo. Dean respondió a su beso al tiempo que alejaba una de sus manos de su nuca y la llevaba a su cabello para enredar sus dedos en él.

Repentinamente el aire alrededor de Dean volvió a alterarse. Sin darse cuenta ahora ya no se encontraba entre los brazos del ángel sino acostado en una de las camas que se encontraba en el cuarto. Quiso revisar su pecho pero tarde se dio cuenta que sus muñecas estaban atadas al cabecero de la cama, atadas con la corbata de Castiel. El ángel se encontraba de pie, al lado de la cama, observándolo casi con hambre.

—Que fetichista eres ¿vas a lamerme los pies ahora?—pregunto el cazador, moviéndose en la cama para mirar mejor el nudo sobre su cabeza. Su conocimiento del tema le ayudo a darse cuenta que estaba en manos del ángel— ¿sabes? No me molestaría un masaje—

—Lo siento, tengo algo más en mente, Dean. —dijo el ángel y de no haber estado tan sorprendido por la repentina desaparición de toda su ropa, el cazador hubiera soltado una carcajada. Al parecer Castiel estaba mejorando en la sección de humor y él quería recompensarlo, pero atado como estaba no tenía demasiadas opciones…salvo excitarse al ver al ángel empezar a desvestirse. Castiel se despojó lentamente de las prendas que aún lo cubrían. Camisa, calcetines, zapatos, pantalón y por último la ropa interior. El recipiente del ángel era de esas cosas que podías admirar horas sin cansarte, aunque eso era algo que Dean se guardaba solo para sí mismo.

Castiel deslizo sus dedos por la pierna derecha del rubio, lentamente hasta llegar a su entrepierna. El pene del cazador estaba completamente erecto, la cabeza brillaba húmeda y eso le provoco deseos que no se parecían a los primeros. Quería inclinarse sobre él y chuparlo hasta que Dean se corriera en su boca, sin embargo, eso sería para otra ocasión. Esquivo el miembro del rubio y volvió a mover su mano por sobre su cuerpo, acariciando su pecho. Dean suspiro y le ofreció una sonrisa torcida.

— ¿Qué sigue? Aún estoy esperando ese masaje—rio el cazador levantando una de sus piernas y acercando su pie al pecho de Castiel—comienza con los dedos, lo que hagas después no me importa—

El ángel sonrió y tomo la pierna del rubio, acariciándola con cariño. Dean dejo salir una risita cuando Castiel froto su pie, pero se detuvo cuando su mano volvió a subir esta vez deteniéndose justo en su entrepierna, acariciándole lentamente. Dejo ir su pierna y subió a la cama para tenderse sobre él. El calor de su cuerpo lo enloquecía y si tuviera más tiempo se permitiría recorrerlo con su lengua pero la verdad era que estaba en el límite. Se incorporó sobre sus manos y lo miro fijamente, grabándose la expresión de su rostro. Se inclinó sobre él y volvió a besarlo, esta vez lentamente.

Dean soporto como pudo ese beso tan lento, pero su autocontrol estaba por terminarse y el que Castiel estuviera sobre él, en su gloriosa desnudez no estaba ayudándole mucho. Necesitaba apresurar las cosas y se lo hizo saber abriendo las piernas y cruzándola tras su cintura para empujarlo contra su cuerpo. Si debía hacerlo de la forma sucia, no le importó…quería sexo y no iba a rogarle al ángel. Su duro miembro presionándose contra su cadera, dejando un pequeño rastro de humedad.

Ambos gimieron cuando sus cuerpos se frotaron entre si esta vez sin ropa que los interrumpiera. Castiel estaba en el límite y había que ser ciego para no ver que él estaba en las mismas condiciones. Con un beso final se separó de él y se arrodillo entre sus piernas. El ángel levanto la mirada hacia el hombre acostado frente a él. Dean lo miro también, una sonrisa desafiante en su rostro. Castiel recorrió con la mirada el cuerpo que tenía delante de él. El cazador estaba acostado frente a él, su cabeza descansaba sobre la almohada. Sus brazos a cada lado de su cabeza, sujetas las muñecas por la corbata que no había querido quitarle antes. Esa imagen se quedaría en la retina del ángel para siempre.

Dean se retorció en la cama cuando Castiel masajeo suavemente su erección. El ángel lo observaba atentamente mientras frotaba su pene. El cazador quería liberar sus manos y tocar el también al ángel. Castiel estaba usando su otra mano para bombear su propia erección. Dean gimió, una y otra vez mientras intentaba no correrse en la mano del otro. No quería hacerlo. Su orgullo le recordaba a gritos que no podía liberarse antes de que el ángel lo hiciera. Aunque oír a su orgullo se estaba dificultando, en especial cuando sintió algo frio deslizarse en su trasero. Como pudo Dean se incorporó y miro al ángel. Este lo miraba fijamente, sus ojos azules casi brillando mientras su mano, que había abandonado su pene, se hallaba ahora tanteando su entrada.

—Esto… ¿lo planeaste, Cass?—pregunto Dean formando una pequeña sonrisa en sus hinchados labios antes de gemir más audiblemente cuando el dedo del ángel se coló completamente dentro de él. Un suave olor frutal inundo sus fosas nasales mientras un nuevo gemido se construía en su garganta y se derramaba sobre su propio abdomen, jadeando con cada chorro que manchaba su piel. Cuando dejo de ver lucecitas de colores tras sus parpados, la vergüenza cayó sobre el cazador al ver el semen que marcaba su piel.

Sin embargo, no hubo mucho tiempo para arrepentirse de eso. Castiel se acomodó entre las piernas del cazador y levanto sus piernas para acomodarlas a cada lado de su cuerpo y antes de que Dean pudiera pensar claramente lo que iba a suceder el ángel se enterró profundamente dentro de él. Haciéndole ver estrellas una vez más. Castiel toco al primer intento su próstata y Dean casi creyó que estaba poniéndose duro otra vez. Las muñecas le dolían y la tela estaba quemando su piel a causa de la fricción. Se sujetó a la cabecera de la cama e intento sostenerse lo mejor que pudo cuando el ángel comenzó a moverse.

Castiel chocaba contra él. Sus manos sujetando firmemente su cadera, presionándolo contra la cama para que no pudiera huir de él. Dean sabía que eso dejaría marcas por la mañana pero su cabeza no se sentía lo suficientemente lucida como para que eso le importara.

El ángel acelero sus movimientos al tiempo que apartaba sus manos de la cadera del cazador y se movía sobre el para encontrar su boca. Castiel adoraba hacer ciertas cosas mientras le hacia el amor a su pareja y una de ellas era besarlo mientras se corría dentro de él. Sujeto su rostro con una de sus manos y lo beso, introduciendo su lengua dentro de su boca. Sus labios eran su perdición…cada sonido que escapaba de ellos lo hacía perderse un poco más. Sin darse cuenta se vio arrastrado por la ola de su propio orgasmo, se apartó de la boca del cazador y gimió, el profundo sonido escapando de las profundidades de su garganta.

Dean abrió los ojos a tiempo para ver el destello negro en la espalda de Castiel. La cama tembló bajo ellos y las luces parpadearon varios segundos. El cazador sonrió mientras veía proyectarse la sombra de las alas del ángel contra el techo. Ese había sido un gran orgasmo.

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Sam rio cuando Mary volvió a darle una mordida a su hamburguesa vegetariana.

Era obvio que eso pasaría. Estaba seguro que su hermano y Castiel no habían ido por comida, sino por un reencuentro. Suerte que tenía consigo a su ángel también o habrían tenido que pedir una pizza y realmente no quería que la niña comiera eso. Aún estaba un poco enfadado con Gabriel porque intentara engañarlo con eso de que una fuerza extraña lo había detenido…Dios, no iba a discutir de eso con el otra vez y menos con su pequeña Mary frente a ellos.

— ¿Quieres algo de postre, nena?—la niña levanto la mirada de su plato y le dio una gran sonrisa—sabes que no puedes comer chatarra así que…—

— ¡Quiero una tarta!—exclamo levantándose de su silla y corriendo hacia Gabriel que los observaba sentado en la cama. Sam se giró a mirarlos también, el ángel se veía algo triste y eso le hacía sentir triste también—tío Gabe, necesito una tarta de manzana—

—Eres una copia de tu padre, por lo menos tú si eres bonita—sonrió y acaricio su cabeza para después con un chasquido aparecer un plato con un trozo de tarta que le dio a la niña, que con un grito de felicidad lo arranco de su mano y regreso a la mesa—lo repetiré: idéntica al mono sin pelos. —

— ¿Eso me convierte a mi también en un mono?—Sam pregunto levantándose de su silla y caminando hacia el lugar en el que se encontraba el arcángel, quien al verlo acercarse agrando su sonrisa.

—Tú no eres un mono, Sammy, tú eres el alce más sensual que he visto en toda mi vida—

—Eres un idiota—pese a sus palabras Sam sonrió y se sentó al lado del ángel que rodeo su cintura con su brazo—ya te he dicho que no es saludable que ella coma tarta—

— ¿Qué puedo hacer? ¿Has visto esa cara que pone cuando no tiene lo que quiere? Es condenadamente parecida a esa cara que haces tú—Gabriel se inclinó hacia él y enterró su cara en el hueco del cuello del cazador, obteniendo un pequeño suspiro de su parte—a ti no puedo decirte que no, me tienes atado de manos—

—Que mentiroso eres, siempre has creído que puedes doblegarme con tus palabras—Sam tomo la mano libre del rubio y comenzó a jugar con sus dedos. Gabriel podía ser una de las criaturas más poderosas sobre la faz de la tierra pero allí lo tenía, con su cara metida en su cuello y diciéndole que lo tenía en sus manos—respecto a lo de antes ¿Qué criatura podría haberte hecho eso?—

—Muy pocas, pero esta vez no tengo idea de quien así que… ¿me perdonas? Aún tengo la foto de los cachorros, no me obligues a usarla—

—Recuerda que me la enviaste, pero no te preocupes. Olvidemos esto y solo sigamos adelante, tenemos que cuidar de ella—Sam miro a la niña que sentada frente a la mesa, devoraba la tarta que Gabriel le diera, sus ojos fijos en las caricaturas que se reproducían en la televisión—pero esta vez…esta vez necesito que me prometas que nos ayudaras a destruir a Adira—

—Tienes mi palabra, Sammy—respondió el ángel alejándose de el para mirarlo fijamente, sus ojos dorados clavados en los del humano—ahora que estamos bien otra vez ¿no crees que deberíamos reconciliarnos también? Ya sabes, como mi hermanito y mono—

—No lo creo, Gabriel, por si no te has dado cuenta estamos cuidando a nuestra sobrina—una sonrisa creció en la boca del cazador y Gabriel no pudo evitar pegarse un poco más a el—cuando regresen mi hermano y Cass veremos si podemos huir de ellos—

—Recordare esas palabras, alce—

—Tío Sam ¿puedo comer más tarta?—la voz de la niña los saco de su burbuja y ambos se giraron a verla—aún tengo hambre… ¿Cuándo vuelven mis papas?—

—No lo sé, Mary, pero estoy seguro que cuando despiertes ellos ya estarán aquí—respondió Sam levantándose y caminando hacia la mesa en la que Mary estuviera comiendo—has comido mucho por hoy, es hora de que te duermas. Ve a lavarte los dientes—

—P-Pero es temprano, papi me deja ver televisión hasta tarde…quiero ver “Doctor sexy”—

—Esa es la razón por la que no te dejare ver televisión hasta tarde, casi no puedo creer que Dean permita que veas esa clase de cosas—

—Pero, tío Sam…por favor, por favor…poooor faaaavooor—

Sam casi no creía que una niña de siete años había podido doblegarlo tan rápidamente. Gabriel a su lado se cuidó de ocultar su sonrisa tras el chocolate que estaba comiendo. Los tres estaban sentados en la cama viendo el programa que se suponía la pequeña no vería.

Mary contuvo el aliento cuando una mujer entro corriendo a la sala de emergencias, mientras gritaba que el hermano político del director del hospital había descubierto que el jefe de enfermeros…

Sam se dio una palmada mental y rogo al cielo que esa tortura se acabara.

                                    

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El sol de la mañana abriéndose paso entre las cortinas hizo que Dean abriera los ojos y mirara a su alrededor en un intento de reconocer el lugar en el que se encontraba.

De pronto todo lo sucedido durante la noche regreso a su cabeza y una enorme sonrisa apareció en sus labios cuando vio la marca en la pared que su espalda dejara. Ese era un agujero que sería difícil de explicar. Lentamente se incorporó e hizo a un lado la manta con la que Castiel los cubriera. Su piel estaba llena de moratones y otras marcas que el sexo angelical había dejado en su cuerpo. El ángel no se encontraba a la vista pero Dean esperaba que regresara y le trajera ropa. Después de todo había sido el quien la hiciera desaparecer.

—Maldita sea, Castiel, trae tu emplumado trasero aquí—dijo Dean tras darle una mirada al reloj que se encontraba en la mesita de noche. Pasaban de las ocho de la mañana y no quería que Mary se preocupara si no los encontraba cuando despertara. Aun no podía borrar en ella el temor que sentía de ser abandonada—tengo una hija a la que cuidar—

—Es mi hija también, Dean, buenos días—el ángel apareció frente a la cama, perfectamente vestido y sin señales visibles de lo que habían hecho— ¿quieres que traiga tu ropa?—

—Pues, a no ser que quieras que salga en bolas a la calle…si, Castiel, quiero mi puta ropa de regreso—a pesar de sus palabras Dean estaba feliz, la sensación del orgasmo aún no se desvanecía de su cuerpo—debemos ir con Mary o comenzara a llorar y a pesar de lo mucho que disfruto sus gritos no quiero que crea que la abandonamos—

Después de que Dean se vistiera, Castiel los hizo aparecer frente al cuarto de motel en el que dejaran a su hija. El cazador abrió la puerta y al entrar agradeció a quien fuera que su hermano estuviera vestido y sin el ángel encima de él. Mary aun dormía en una de las camas, mientras Sam junto a Gabriel estaba sentados en la otra cama.

 

Aziel observo al cazador y al ángel entrar en el motel en silencio.

A veces no sabía que es lo que lo hacía ir una y otra vez al lugar en el que fuera que se encontrara el humano. Desde que lo viera noto que Dean Winchester era diferente a cualquier humano sobre la faz de la tierra. No lo amaba, se repitió a sí mismo. Lo único que le causaba era curiosidad, acompañada de un increíble deseo de venganza. Él se había atrevido a elegir a un ángel inferior por sobre él. Incluso después de eso seguía yendo una y otra vez a su encuentro para ser rechazado.

Se sentía humillado.

Oyó una risita a sus espaldas y sin darse vuelta supo que quien se encontraba tras él era el único subordinado que continuaba fiel a el: Dariel.

— ¿Sigues espiándolos? A estas alturas estaba seguro que ya lo tenías—

—Recuerda, que aun puedo romperte el cuello Dariel, no juegues conmigo—dijo Aziel girándose para encarar al otro ángel que sonreía burlón, quiso borrar esa estúpida sonrisa de un puñetazo pero en su actual situación, eso no era recomendable— ¿traes algo que pueda alegrarme o enfurecerme?—

—Depende, conseguí encontrar un recipiente adecuado para ti, uno que Dean Winchester no podrá rechazar, ya sabes, no como a este ancianito pervertido que ha…—antes de que Dariel pudiera seguir hablando, Aziel lo tomo por el cuello para lanzarlo contra un árbol contra el que Dariel se estrelló, para después caer al suelo —ohh…no hagas eso, me gusta este cuerpo—

—Creo que eso te ha dado una idea sobre lo que te pasara si sigues siendo un estúpido. Llévame con mi nuevo recipiente. —quizás Aziel estuviera en el cuerpo de un anciano pero eso no lo hacía más débil—o el próximo que deba buscarse un recipiente serás tu—

—Como órdenes, amo—

Aziel junto a Dariel desaparecieron de las cercanías del motel en el que los Winchester se encontraban, para volver a materializarse en un bosque. En un seto, rodeado por arboles tan grandes que se necesitarían a cinco personas para rodearlos.

El primero observo a su alrededor en búsqueda del supuesto recipiente que Dariel había encontrado para él, sin embargo, lo único que podía ver eran los arboles bloqueando cualquier otra cosa. Dariel se encontraba a unos pasos de él, observándolo con su usual sonrisa. Aziel estaba acostumbrado a ella pero eso no le hacía odiarla menos y ahora que parecía haberle llevado allí para burlarse de el deseo borrarla de una vez por todas.

—Mira lo que trajo el gato—

Aziel no podía creer lo que había oído. Se dio media vuelta lo más rápido que pudo y sus ojos se encontraron con los de Mary Winchester. Aunque tras un rápido examen se dio cuenta que esa no era la hija de Winchester. Su cuerpo mostraba varias fisuras y sus ojos sin luz alguna no podían pertenecerle a un ser vivo.

— ¿Quién eres, criatura?—dijo el ángel dando un paso hacia ella pero se detuvo al ver a Dariel pararse a su lado— ¿Qué estas tramando, maldito perro?—

—Yo no diría eso, jefe y menos delante de una dama—Dariel rio pensando en lo divertido que sería matar al pomposo ángel que se atreviera a golpearlo. Cuando el desapareciera ya no tendría que preocuparse y podría continuar junto a Mikael—ella va a darme una mano con mi problema ¿adivina con cual, Aziel?—

—Acabare contigo y con esa perra antes de que…—

—Cierra la boca, ángel, ya no eres necesario, no tu por lo menos...además, sabes que odio que me llames de esa forma—la niña camino hacia él y le sonrió—tu solías llamarme Adira—

Aziel no podía creer que eso estuviera sucediendo. Lentamente negó con su cabeza y retrocedió un paso.

La risa de Dariel le dio una idea sobre lo que pasaría con él.

 

 

Notas finales:

Continuara...


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