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El Perfecto por AkiraHilar

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«Tuvimos que movernos.

 

No hubo opción, cuando el ruido de los cascos de los caballos y el metal de las armaduras nos despertaron, supimos que debíamos alejarnos lo más pronto posible de allí. La cruzada había mutado, la ofensiva era ahora mayor. Ni siquiera los nobles podrían evitar que la corona y la iglesia irrumpieran en sus posesiones en busca de herejes»

El ruido de los cascos de caballos y armaduras los levantaron asustado. No habían reparado en qué momento se habían dormido luego del juego del río. Habían pasado tanto tiempo en el agua, que se olvidaron de comer y se quedaron dormidos con las ropas mojadas, unos pegados al otro tras los arbustos.

Sobresaltado, Aspros elevó la mirada y notó entre los árboles más alejados, la figura de un grupo de jinetes y caballos que iban en dirección al último pueblo que visitaron. Las antorchas iluminaron el camino, y los bufidos de los caballos se hicieron más fuerte cuando la caravana pasó a un lado. Sintió a Defteros despertar asustado y con un movimiento de sus manos, le indicó que guardara silencio. Su hermano alzó la cabeza y abrazó protectoramente al cátaro, despertándolo en el agarre.

—¿Qué? —despertó Asmita ante el contacto y ambos hicieron un sonido que aludía a silencio. Pronto comprendió que algo pasaba—. ¿Quiénes?

—Parecen caballeros —anunció Aspros moviéndose con cuidado entre los arbustos. Habían tenido suerte de que su carreta estuviera oculta entre los matorrales y sus caballos no estuvieran haciendo ruido para delatarlos. Además estaban a una buena distancia, pero no querían llamar su atención.

—¿De la corona? —preguntó abrazando aún más a Asmita.

—Así parece, pero no logro ver.

Aspros se reincorporó y se arrastró por la grama hacia ellos. Su ropa estaba fría por la humedad, a Defteros apenas lo cubría un pantalón y Asmita aún tenía la ropa mojada. Sus cabellos pegados a sus rasgos, y ramitas. Todos en si estaban llenos de ramas, césped y hojas secas.

—¿Nos vieron? —interrogó Asmita al sentirlo cerca. Aspros por inercia hizo una negación y luego le respondió con palabras.

—No, pero es mejor que no nos movamos.

Se quedaron quietos en su sitio mientras dejaban que el alboroto se alejara. Defteros obligó al cátaro a recostarse contra su pecho mientras Aspros seguía vigilando desde su lugar los movimientos cercanos. No iban a poder estar tranquilos hasta estar seguros de que todo iba a estar bien.

Pasó un buen rato para ello, para de nuevo sólo escuchar el movimiento suave de la laguna, y algunos animalitos moviéndose entre los árboles,  junto al sonido de la noche. Los tres estaban inmóviles, con el corazón acelerado y los sentidos despiertos, aún no muy convencidos de la quietud venidera.

Con el silencio ahora acompañándolos, Defteros soltó a Asmita para gatear hacia su hermano, quién aún lucía tenso mientras observaba los matorrales. Deslizó una caricia en su hombro endurecido, notó allí toda la preocupación y el miedo que había atenazado a su espalda. Golpeó con suavidad el hombro derecho con su frente y luego dejó un par de besos perezosos por justo allí, buscando calmarlo. Aspros soltó un suspiro antes de arrebatarle un beso necesitado a su hermano, lleno de necesidad.

Sus labios chasquearon al separarse y Defteros se relamió la última mordida. Observó a su hermano moverse hacia atrás y tras él estaba Asmita recostado en el césped en espera de alguna señal. Cuando Aspros se acercó, Asmita le tomó el brazo.

—¿A dónde irás?

—Tenemos que irnos. —Anunció sin dar espacio a replica. Quiso desprenderse pero Asmita afianzó el agarre mientras Defteros se acercaba a ellos con gesto preocupado.

—¿Pero a dónde?

Eso era una buena pregunta por parte del cátaro. Si la caravana venía de la dirección a donde se dirigían, era fácil pensar que podría haber un grupo de caballeros y soldados del reino en el pueblo cercano. Aspros bajó la mirada y trató de pensar en algo para poder salir ilesos. El despliegue de la corona con la iglesia comenzaba a tomar fuerza.

La imagen del creyente que vieron cuando viajaban, unas horas atrás, se coló en su mente. Posiblemente él estaba huyendo también.

Al menos, concedió, no eran visiblemente ningún cátaro. Eso les daba una cierta ventaja.

—De la desesperación sólo obtendremos penas. —Suavizó el agarre, casi como si fuera una caricia. Para Aspros el cambio no pasó desapercibido, mucho menos para su gemelo que miraba todo—. Todo estará bien.

Aspros soltó el aire y en un movimiento cuidadoso, desprendió una de las hojas que estaban enredadas en el cabello de Asmita mientras le miraba a sus párpados. Este le sonrió, su sola presencia transmitía una seguridad que él creía imposible de sentir con la amenaza tan cerca. Y admiró una vez más la capacidad de Asmita de mantener la calma incluso aunque su cuerpo estuviera en peligro.

¿Sería así si lo capturaban? ¿Aceptaría la muerte de esa manera tan resignada? Desvió sus dedos hacía el costado derecho de su rostro, y emitió una caricia sosegada, con el pulgar. Subió un poco más hasta tras sus orejas.

—¿No temes morir? —Lo sintió erizar, no supo si por la pregunta o por el hecho de rozar suavemente la parte interna de su oreja. Asmita soltó el aire y el calor de Defteros se colocó a un lado de él, observandolos. El cátaro renegó con un movimiento suave de su rostro y remojó sus labios antes de hablar.

—No vamos a morir.

Aspros sonrió aceptando aquellas palabras. Se asió a ellas y no conforme con ello, sujetó el rostro con su mano y se acercó sin ningún recato hasta tomar un beso suave de los labios de él. Lo hizo sin esperar respuesta de su parte, solo se lo dio porque así le había nacido. No se demoró en el roce, se desprendió de él y miró a su hermano que atestiguaba todo ahora con gesto confundido. Quizás por no esperar ese beso.

—No moriremos. —Afianzó sus palabras mientras se levantaba del prado. Asmita apretó su propia mano contra el manto que cubría sus piernas—. Iré a desatar la carreta. Partamos al este, quizás tengamos suerte y no hayan caballeros en ese lugar.

Aspros finalmente sacudió las hojas restantes de su cabello y se apresuró hacia la carreta que estaba sujeta al árbol. También desanudó los caballos y comenzó a preparar todo para tomar un camino distinto al marcado en tierra por las carretas de mercaderes. Se enfocó en realizar todas aquellas tareas, concentrado en la idea de salvar a Asmita y a Defteros de cualquiera que quisiera atentar contra sus vidas.

Volteó hacia atrás para verificar que ellos ya se estuvieran alistando para la partida. Defteros ya estaba en la parte trasera de la carreta y había alzado al cátaro para sentarlo en la madera. Pero en ese momento, lo hizo. Aspros vio, superado por su asombro, la forma en que su hermano tomó el rostro de Asmita con sus manos y sorbió sus labios con un poco más de tosquedad.

Cortó el beso antes de acariciarle el cuello y con eso se puso de pie. Los dos hermanos compartieron una mirada apreciativa y Aspros finalmente enarcó una ceja al ver el rostro de Defteros oscilando entre nerviosismo y ansiedad, al dirigirse hacia los caballos.

Entendió lo que había pasado, o al menos, eso quiso pensar. Que el beso que Defteros le había quitado a Asmita había sido impulsado por el que le había dado unos momentos antes. Lo que le extrañaba de ello era que Asmita no hubiera respondido negativamente a ninguno de los dos.

Se subió en la carreta y el cátaro se movió a gatas al otro lado, justo en la posición que habían asumido antes de detenerse.

En medio del camino, mientras Defteros guiaba la carreta al extremo este del bosque, Aspros notó que Asmita temblaba a causa del frío. Aprovechó la ocasión para acercarse y tomó uno de los mantos que cubría las tinajas para protegerse ambos. Abrazó el cuerpo del cátaro contra sí, transmitiéndole su calor..

No hubo resistencias.


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