Culpa del Maou
Empecé a correr, buscaba con desesperación al rubio, tenía que dejarle en claro lo que sentía. No pensaba en nada más, esa era mi prioridad. Luego, ya vería que hacer.
Mi única preocupación era el paradero del soldado, no entendía porque no había estado presente en esa especie de ceremonia. Entonces recordé lo que me había dicho ‘El día de la elección, por supuesto’ y lo había dicho como si nada.
De correr pasé a trotar, me pareció escuchar un lloriqueó y guardé silencio; deteniéndome, estaba cerca de la habitación de Greta, por lo que podía ser de ella. Tal y como lo supuse, provenía de su habitación. Me acerqué con cuidado, evitando a toda costa hacer ruido. Me asomé y efectivamente, mi hija adoptiva estaba llorando, Wolfram estaba a su lado. El rubio trataba de consolarla, increíblemente era capaz de oír lo que decía. Pensé en entrar pero no lo hice.
- Greta… para ya de llorar, por favor – le pedía.
- Wolfram… *snif* *snif* no puedo… aun que quiera… simplemente no puedo creer que papá Yuuri nunca te halla amado – me helé.
Greta… Como nunca reparé en esto… Greta ama a Wolfram como a su padre… ese es el rol que cumple desde hace mucho… Claro que le iba a doler enterarse de la verdad…
- ¡Greta!... – la llamé, ingresando al cuarto.
- . . . – se aferró a Wolfram. – No quiero verlo… - le oí susurrarle al rubio.
- Greta… - oírla decir eso me hizo sentir terrible. – por favor… escúchame –
- No quiero… - me dijo, sin soltarse del oji esmeralda, pero dándome la cara. – No quiero, no voy a perdonarte el haberle quitado el derecho como mi padre a Wolfram, ni el haberme mentido todo este tiempo. – declaró abiertamente, golpeando directo en mi corazón. Había rencor en sus palabras.
- Greta… - intervino Wolfram, - no puedes estar enfadada con Yuuri por siempre – dijo, sonriéndole.
- Si puedo, y lo haré – afirmó.
- No, no puedes… Créeme, ya lo he intentado y es simplemente imposible – aclaró, sonriendo.
- Wolfram… - susurré, acercándome lentamente a ellos.
- ¡No te acerques! – gritó mi hija, soltando al rubio.
- Tranquila… - le pidió – Deben hablar y arreglar las cosas… - dijo, encaminándose a la puerta.
- ¡No te vayas! – imploró Greta, - no me dejes sola, por favor… quédate conmigo… - rogó.
- Yuuri se quedará contigo – indicó él.
- ¡No quiero! ¡Quiero que tú te quedes conmigo! – me sentí herido. Pero me lo merecía.
- Él es tu padre – dijo Wolfram, serio.
- ¡Tú también lo eres! – aseguró ella, - ¡ambos lo son! ¡No me importa si ya no están comprometidos, yo aún te considero mi padre! ¡No me importa el título! ¡Yo los quiero juntos, conmigo! – empezó a llorar, Wolfram se le acercó de inmediato, agachándose y la abrazó, siendo correspondido al instante.
Me sentí como idiota, yo estaba ahí parado mientras mi hija lloraba en brazos de la persona que estaba buscando y no hacía nada.
- Wolfram… Greta… - me acerqué a ellos y me arrodillé. Rocé el hombro de mi hija pero ella rehuyó al contacto. Wolfram le acarició el rostro tratando de calmarla y funcionó. De alguna manera me la pasó, Greta ahora me abrazaba a mí, sollozando.
- Con su permiso, me retiro – expresó el rubio, levantándose y dándose la vuelta, con intenciones de irse.
- ¡No! – chilló Greta.
- No te preocupes, Greta. Ya verás que tu madre te agradará mucho… a demás, sabes que nunca te abandonaría, aun que no sea más…
- ¡Siempre serás mi padre! – gritó Greta – Aun que Yuuri se case, ¡tú y él serán los únicos a los que llamaré así! – dijo con convicción.
Wolfram sonrió.
- Grandísima princesa testaruda… - susurró con falso enojo pero lo suficientemente fuerte como para que lo oyéramos.
Greta rió un poco.
- Pequeño Lord Mocoso… - respondió ella, como juego también.
Me sorprendí, ¿Desde cuándo se llamaban así? O más importante, ¿Dónde había oído Greta el apodo que tenía el rubio?
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- No la aceptaré… - susurró en cuanto Wolfram se marchó.
- ¿Eh? – pregunté.
- No aceptaré a la que hayas escogido como esposa… - expresó, fríamente.
- Yo quiero a Wolfram… - dije.
- No, no es verdad – rebatió.
- Lo amo… pero tarde me di cuenta. – insistí.
- … ¿Lo dices enserio? – preguntó. Asentí con la cabeza. Su rostro se iluminó.
- Entonces vuelve a pedir su mano – dijo, feliz.
- No es tan sencillo… - expresé.
- ¡Claro que sí! ¡Solo abofetéalo y ya! – dijo, haciendo la mímica.
Reí.
- Pero he pedido la mano de Lady Catherine – confesé, apenado.
- No importa, eres el rey, algo podrás hacer… Pero, ¿papá Wolfram sabe que lo quieres? – preguntó.
Negué con la cabeza.
- ¡Debes decírselo! – saltó. – ¡De inmediato! – exigió.
Me sacó de su habitación a empujones y al instante puse manos a la obra en hallar al rubio, Greta estaba en lo cierto. Debía confesármele.
Estaba por doblar en un pasillo cuando oí una voz conocida, no supe bien por qué pero en lugar de continuar, me pegué a la pared y con sigilo asomé la cabeza para observar.
Se trataba de Catherine, ella… estaba… ¡besando a Wolfram!
Continuará . . .